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Se encontraba acostado en la cama que compartía con su esposo.
Miraba el anillo en su mano derecha con atención.
Se sentó a observar a su alrededor un momento, viendo las cosas que conformaban la habitación. Se quedó viendo un momento como dormía Din a los pies del escritorio.
Se dejó caer de nuevo en la cama y miró su anillo, esta vez agarrándolo con su otra mano y moviéndolo un poco.
El sonido de un coche entrando al garaje de la casa llegó a sus oídos. Pronto el sonido del motor cesó.
La puerta principal fue abierta.
—¡Piko! ¡Ya llegué! —anunció Len desde la planta baja. Pasaron unos cuantos minutos antes de que este subiera y entrara a la habitación—¿Piko? —llamó extrañado al verlo— ¿Qué sucede, muñeco? —preguntó mientras se acostaba a su lado.
El otro le miró por breves segundos y luego a su mano derecha. La tomó con sus dos manos viendo el anillo.
El Utatane vio el rostro del Kagamine, más luego sonrió.
—No pasa nada —contestó antes de abrazarlo—. Te amo mucho.
Len no sabía muy bien lo que pasaba en la cabeza de su esposo, pero aun así una pequeña sonrisa apareció en su rostro mientras correspondía el abrazo.
—Yo también te amo mucho —respondió. Piko hizo su agarre más fuerte.
En definitiva, esos anillos apenas representaban una parte mínima del fuerte lazo que poseían.
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