El tiempo nunca espera y sigue su camino, llevándose a los seres vivos con cada paso que da, quedándoles simplemente buscar algo al que denominan "felicidad" mientras la hora llegaba.
El tiempo cambia, las cosas también, las personas y la sociedad cambian...
Toda la vida encuentra en un constante cambio y evolución.
Y ahí estaba, viendo a su esposo cocinar la cena mientras movía levemente su cabeza al ritmo de la música de la radio y cantando en un tono bajo.
Piko con la práctica y la necesidad, se había convertido en un gran cocinero, incluso de postres por su irremediable gusto por el dulce.
Recordaba que cuando comenzó su amistad con él, Piko apenas y tocaba la estufa y cuando lo hacía, prácticamente se preparaba mentalmente por el miedo a quemarse. Y todo lo que sabía hacer era meramente básico.
Ahora bailoteaba de aquí para allá en la cocina creando diversos guisados para comer.
Su relación había comenzado de una manera particular, siendo que, por obra del destino, ambos se perdieron entre las calles de su ciudad y coincidieron en el mismo lugar.
Empezaron una pequeña amistad después de eso, aunque siempre hubo una intención más allá de su parte, intención que fue correspondida por el Utatane tiempo después.
Aunque costó su trabajo y dinero, debía admitir.
Cuando se convirtieron en novios, empezó como algo bastante sencillo, a lo más habían presentado a su pareja con sus respectivas familias, aunque eso fue más porque iban a casa del otro bastante tiempo.
Por supuesto, siempre ocultando su verdadera relación.
El día en el que ambos decidieron que lo suyo iba en serio, se presentaron con ellos de la verdadera forma. Los padres de Piko se lo habían tomado medianamente bien, pues les había costado unos días en asimilar la situación, pero lo habían hecho.
Desgraciadamente, Len no había corrido con la misma suerte.
Y es que, incluso al día de hoy, su padre no aceptaba que su hijo hubiese decidido estar con alguien de su mismo sexo.
De hecho, había hecho un gran escándalo cuando dijo que empezaría a vivir con Piko.
¡Ah! ¡Ahí empezaron los retos de su relación! Si bien ya habían tenido problemas y discusiones previas, no se comparaba a los que hubo pocos meses después de mudarse juntos. Había que admitirlo: Muchas veces peleaban y se enojaban por completas estupideces, pero parecía la siguiente Guerra Mundial ante la "enorme" falta que cometían.
Aun así, lograron resistir a ese tramo de su vida y lo saltaron, cosa que hizo que su relación sea más fuerte y mucho más madura.
Pero por supuesto, las bromas y juegos que tenían no los abandonaron, incluso parecía más fuerte, pues se burlaban de las desgracias del contrario más frecuentemente, como cuando tuvo que ir a que le quitaran una muela de juicio que no había querido quitarse por el dolor que le había provocado quitarse la otra. Las burlas del Utatane no se hicieron esperar y estuvieron durante todo el mes, pues él era parte de los "evolucionados" de la raza humana que no poseían terceros molares.
Aunque en ese tiempo le cuido bastante y lo mimó más de lo normal, debía admitir.
Cuando se casaron fue algo muy mágico para ambos...
Sin embargo, había sido un completo dolor de cabeza antes de eso.
Una semana para planear la boda. Todo fue hecho y decidido extremadamente rápido.
Aunque había sido pequeña, ellos eran completamente felices, la promesa de hacía 8 años de casarse al fin pudo cumplirse.
—Toma —le dijo Piko poniendo un plato con comida frente del él—. Esta muy caliente, así que espera un rato.
Len le miró antes de sonreír y tomarle de la muñeca, jalándolo para que se sentara en sus piernas.
—¿Y ahora qué te pasa? —preguntó el de cabello blanco confundido, el rubio le rodeó la cintura con sus brazos para darle un pequeño beso en una de sus mejillas.
—Te amo, nunca lo olvides —le dijo, Piko le miró antes de sonreír levemente y abrazarle por el cuello.
—Yo también te amo, y muchísimo —Len le besó en los labios antes de abrazarle con fuerza.
En definitiva, quería quedarse al lado de esta persona para el resto de sus días.