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Estaba estresado.
Muy estresado.
¿Por qué simplemente no podían hacer su trabajo? Si todos hicieran lo que les corresponde no estaría de aquí para allá como loco.
—Señor, traje esto para que lo revise —anunció una vez que le dieron el permiso de ingresar a la oficina, su jefe le miró—. Es sobre el siguiente proyecto...
—Cariño, ¿estás bien? —preguntó Piko ante la apariencia que tenía— Ayer no dormiste casi nada y ahora te ves mucho más tenso de lo normal —señaló antes de pararse de su asiento y rodear su escritorio.
—Estoy bien, no te preocupes —contestó. El otro negó con la cabeza.
—No lo estas —dijo tomándole del brazo—. Ven, siéntate un rato —le guio a uno de los asientos del escritorio y le hizo sentarse. Tomó los papeles que traía en sus manos—. Si quieres recuéstate en el escritorio mientras reviso esto, ¿de acuerdo? —Len dio un leve asentamiento de cabeza y le tomó la palabra. Piko se sentó en la silla que estaba al costado de la otra en lugar de su asiento habitual—. Esta bastante bien —comentó minutos después—, necesito leerlo con detenimiento, pero parece que está bien, si necesita ajustes lo señalaré.
Len asintió aun recostado en el escritorio y después se sentó de manera correcta.
—Si solicita algo dígame, estoy a su disposición. Con permiso —se levantó para salir de la oficina, más una mano en su muñeca le detuvo. Su pareja le miraba con preocupación.
Sin decir palabra alguna, Piko dejó los papeles en el escritorio, se levantó y abrazó a su prometido.
—Pasado mañana es el día, no te estreses demasiado, por favor —pidió. El rubio le miró antes de darle un beso en el cabello y corresponder el abrazo con fuerza. Pronto sintió la suave fragancia del Utatane invadir su nariz y todo su cuerpo se relajó. En su rostro apareció una leve sonrisa.
Solo Piko podía hacer que su estrés se dispersara de aquella manera.
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