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—Piko, Len vino —le avisó su hermana, quien estaba en el marco de la puerta de su habitación. Se encontraba acostado mirando el techo con una almohada entre sus brazos. Giró su cabeza para ver a la chica.
—Dile que venga —respondió antes de regresar la mirada al techo. La chica salió y escuchó pasos bajando las escaleras.
Pronto hubo otros subiéndolas.
—¡Piko! ¡Piko! —llamaba alegremente su pareja entrando a la habitación, cerrando la puerta en el proceso— Abrieron una nueva heladería a unas calles del parque, tienen unos sabores peculiares, pero están muy buenos, al menos el que probé cuando fui a ver con mi hermana lo estaba. Igual el de ella estaba muy rico —relató, el Utatane le vio sin ninguna expresión, el de coleta se había acercado a la cama—. ¿Te parece si vamos? Yo invito —Piko se sentó de manera lenta mientras soltaba la almohada.
—Suena bien, pero tengo una suma mejor —le tomó del brazo y le jaló a la cama, haciendo que quedara acostado boca arriba y con las piernas colgando desde las rodillas. Sin perder el tiempo, Piko se sentó sobre las caderas de su novio—. Tú, yo, cama y casa sola —ante aquella ecuación, Len no pudo evitar ponerse rojo.
—¿A-ahora? Tu hermana esta...
—¡Piko! ¡Ya me voy! —anunció su hermana con voz alta y sin abrir la puerta, puerta que el mencionado miró de reojo— ¡Tienes llave, ¿verdad?!
—¡Sí! ¡No te preocupes! —respondió, esperó a escuchar la puerta principal abrirse y cerrarse antes de sonreír maliciosamente y ver a Len, quien tragó grueso.
—¿T-te parece si vamos al helado y luego...? —intentó levantarse, pero el otro le tomó de los hombros y lo volvió a acostar.
—Ah, no. Tú fuiste el que me estaba toqueteando ayer para luego largarte sin más. Ahora respondes.
—S-sí, pero...
—¿Pero? —el Utatane comenzó a delinear el torso de su pareja por sobre la ropa con el dedo índice. El Kagamine por su parte sentía que se moría.
No sabía de donde Piko había sacado tal actitud, pero simplemente le encantaba.
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