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—¿Qué dices? ¿Vamos? —Piko acomodó el teléfono en su otra oreja, sujetándolo junto con el hombro. Tomó su lápiz viendo su libreta de física, en donde había unos cuantos ejercicios que tenía que resolver. Se encontraba acostado boca abajo en su cama.
Mordió un poco el lápiz antes de fruncir el ceño y voltear los ojos hacia el teléfono.
—Te respondería con mucho gusto —comenzó a hablar mientras tomaba de nuevo el teléfono con su mano—. Pero las paredes oyen muy bien. ¿No lo crees Piku? —se volteó para quedar poca arriba.
—¿Cómo lo supiste? —respondió la voz de su hermana. Piko suspiró.
—Porque te conozco... Y escuché maullar a Félix al fondo, Len no tiene gato —respondió, escuchando a su hermana bufar—. ¿Puedo saber la razón por la cual nos estás escuchando?
—Solo estoy vigilando que no vayan a hacer nada indebido —se excusó rápidamente—. Ya que son novios necesitan vigilancia.
—Uy, sí, sobre todo tú que eres impecable.
—¿Eso es sarcasmo?
—No, como crees —respondió el Utatane rodando los ojos—. Solo cuelga, ¿quieres?
—Bueno, está bien —escuchó un movimiento y después un silencio.
—... ¿Y entonces vamos? —preguntó el Kagamine rato después. El de cabello blanco cerró sus ojos un momento para después levantarse y asomarse por el marco de la puerta. Por suerte, la ubicación y largo del cable del teléfono era ideal para poder hacerlo.
Miró a Piku con el teléfono de su cuarto en la oreja.
—¿Quieres colgar ya, chismosa? —se escuchó un chasquido de lengua y vio a su hermana colgar al fin— Perdón, ¿en qué quedamos?
—¿Tú hermana es así?
—Algo, pero creo que no ha tenido buen chisme últimamente, por eso nos espía. Además de que quiere enterarse de todo porque le causa cierta curiosidad nuestra relación. Creo que ningún detective hace tantas preguntas como ella en la noche de ese día que le dijimos de lo nuestro a mi familia —Len soltó una suave risa.
—Comprendo.
—Y sí, vamos. Pero yo invito —condicionó mientras regresaba a la cama, el otro se extrañó por la oración.
—¿Y eso? Siempre pagas solo tu parte o me obligas a pagar yo.
—Me haces sentir como un pésimo novio.
—No lo eres, al menos la mayoría de las veces pagas tu parte aunque sea yo el que quiera ir. Generalmente es al revés —señaló. Piko sonrió levemente.
—No sé, quiero... Mimarte, hacerte sentir querido, hacerte ver que te quiero.
—¿Es por lo de mi papá? —preguntó el rubio— Si es por eso, no te preocupes. No pasa nada.
—En una parte es eso, es decir... Somos testarudos, estuvimos "encaprichados" con el otro a pasar de lo que nos decían, pero tú eres el que siempre lo demuestra y pues... Quiero demostrártelo también yo —confesó con un sonrojo en sus mejillas.
—No necesitas hacer eso, con estar conmigo basta. Digo, solo mírame, soy un idiota... Bueno, no me puedes ver, pero tu entiendes. —Piko no pudo evitar reír.
—Pero eres un idiota al que amo.
—Oh, Dios, ustedes dos son la pareja más tierna que conozco —habló una voz femenina en el teléfono. Piko cambió drásticamente su expresión.
—¿Pondría por favor colgar y no escuchar mis conversaciones, madre?
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