Len miró a su alrededor con desconfianza.
No recordaba con exactitud lo que había sucedido, solo tenía imágenes borrosas de lo que había pasado estando sentado en su computadora. Después de eso no había nada.
Solo él despertándose en un lugar que parecía sacado de una película de ciencia ficción.
—¿Tú eres el dueño? —preguntó una voz a sus espaldas. Se giró sobre sus talones y pudo observar a un joven de cabellera blanca y ojos de distintos colores, específicamente verde y azul.
Sin embargo, lo más llamativo era su sobrenatural belleza.
—¿Disculpa?
—El dueño de esta computadora.
—¿Qué? —estaba totalmente confundido— ¿Dónde estamos? ¿Quién eres tú?
—Nos encontramos en el disco duro de la computadora, ¿no lo sabías? —Len negó con la cabeza y el otro, ante eso, sonrió de oreja a oreja— ¡Eso quiere decir que es usted! —exclamó antes de saltarle encima, cosa que provocó que ambos cayeran— ¡Es usted, amo!
—¡¿Qué?! ¡¿Amo?! —exclamó con un leve sonrojo en las mejillas. El de cabello blanco rio— ¿Pero que está suce...? —No pudo terminar su frase ya que el contrario le besó.
Fue un beso breve, sin embargo, eso no había impedido que su cara se volviera completamente roja.
—I love you, master —le susurró el extraño al oído—. Su cara se ha puesto totalmente roja, amo —señaló divertido el de cabellos blancos.
—Sí, bueno... —carraspeó un poco— ¿Podrías quitarte de encima, por favor?
—¿Por qué? ¿No le gusta estar así? —el de peculiares ojos se acurrucó al contrario.
—N-no es eso. Es sólo que quisiera verte bien. —Ante aquella frase el extraño chico se levantó y se sentó a un costado suyo. Él se sentó también.
—¿Y? ¿Le gusta mi apariencia? —Len le miró unos cuantos segundos.
—Eres muy lindo, eso no lo puedo negar. Pero me gustaría...
—¡Muchas gracias, amo! —el joven le abrazó y le dio un suave beso— Tengo algo para usted —de uno de los bolsillos de su vestimenta sacó un sobre blanco—. E-es para usted —se la extendió—. Es una carta de amor para usted, amo.
—¿E-eh? —Len vio la carta y luego al chico— E-espera, y-yo...
—¿N-no la va a aceptar? —le preguntó con voz temerosa— ¿N-no le agrado? —Sus ojos amenazaban con llorar.
—No, no, no, no. No llores, por favor —pidió en vano, pues las lágrimas empezaron a resbalar en las mejillas ajenas.
—E-es que y-yo d-de verdad... —Len, sin pensarlo mucho, le regaló un beso en la mejilla.
—No llores, ¿OK? Te la voy a aceptar —le dijo tomando la carta—. Tranquilízate, ya no llores. —Le limpió el rastro de lágrimas, gesto que hizo sonreír al contrario, quien asintió.
—Discúlpeme —pidió dándole un nuevo ósculo a su acompañante—. ¡Pero por favor, abra la carta, amo! —el Kagamine rio por el entusiasmo del chico y, siguiendo la sugerencia, abrió el sobre.
Sin embargo, tan pronto lo hizo todo a su alrededor tomó un tono rojizo.
—¿Pero qué acaba...?
—¡Gracias, amo! —exclamó el extraño mientras le abrazaba— Muchas gracias por dejarme entrar...
Sintió una pulsación enorme de dolor en su estómago.
Bajó su mirada lentamente y, con extremo horror, vio como la mano de aquel chico le había atravesado. Varias risas aparecieron a su alrededor.
El joven le vio a los ojos y le sonrió con ternura.
—ILoveYou.