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Piko estaba sentado tranquilamente en el escritorio de su habitación.
En exterior había una pequeña lluvia, sin embargo, la luz del sol lograba colarse bastante, cosa que creaba un hermoso paisaje ante las últimas tonalidades cálidas que ofrecía antes de que la noche se apoderara del cielo por completo.
De pronto, su pequeña gatita salió corriendo hacia la puerta, pero no le tomó importancia y siguió tecleando en su computadora.
Tomó la taza con chocolate caliente que tenía cerca y le dio un sorbo para relajarse un momento con el sabor y el olor de este.
Escuchó un ruido en la planta baja de la casa. Como una silla moviéndose.
Seguramente Len se iba a poner a jugar con Din.
Pasaron los minutos y la luz del sol se volvió casi inexistente ante la llegada de la noche. Aun así, el ruido de la llovizna seguía acompañándole.
Suspiró ante el ruido de algo estrellándose contra el suelo y rompiéndose.
—¿Y ahora qué pasó? —preguntó en voz alta sin dejar de hacer su trabajo— ¡Len! —Llamó, pero no hubo respuesta alguna— ¡Len! —Se levantó— ¡¿Qué pa...?! —Se quedó callado.
Len se encontraba durmiendo en la cama de la habitación.
Dirigió su vista hacia la entrada y observó como Din estaba sentada viendo la puerta a medio abrir atentamente.
—¿Qué pasó? —preguntó Len medio dormido ante el llamado de antes. Se mostró claramente confundido cuando su pareja cerró la puerta con rapidez— ¿Y ahora?
—Prepárate, nos vamos a mudar.
—Pero si apenas llegamos hace poco más de un mes...
—No importa, nos volvemos a mover.
—¿Por qué?
—Porque yo lo digo. —Y con eso Piko regresó a su asiento.
El otro le miró extrañado y sin comprender la actitud, aún así le restó importancia y se volvió a dormir.
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