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Hagamos la guerra, no el amor por ItaDei_SasuNaru fan

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Notas del capitulo:

“Estoy hecho de balas;
una metralla.
Tú eres
rayos de sol
y labios suaves.

Mejores criaturas podrían amarte,
lo sé.

Pero ahora
tendrán que pasar a través de mí.”

 

III.

 

 

Tres años después

 

 

 

Es viernes por la tarde y Zheng Xi está envuelto en los brazos de He Tian. Se siente seguro –tan seguro como todas las otras veces que ha descansado en su abrazo.

Desde la primera vez que se atreviera a acomodarse contra las cortantes aristas del continente de He Tian, le fue imposible dejar de hacerlo. El otro no tenía por qué negarse al contacto y Zheng Xi no pudo encontrar ninguna excusa válida para no complacer su propio capricho.

Porque todas las veces que Zhan Zheng Xi ha sentido el peso aplastante de la soledad y ha buscado refugio en He Tian, solo ha encontrado la más pura aceptación. Si desde el principio, He Tian accedió con el único objetivo de alimentar la hambrienta necesidad de compañía que Zheng Xi desesperadamente trataba de calmar… es un detalle menor.

La fácil intimidad y posesiva cercanía que He Tian demanda es enloquecedora, porque es perfecta. Es lo más sincero y fácil que ha vivido, por lo que todo lo que quiere es continuar viviéndolo.

No desapareció de repente, no le forzó a olvidar el pasado, ni lo obligó a imaginar el futuro. Simplemente permaneció allí, con él. Lo llenó por completo. Inundó cada rincón con su presencia, con su perpetuo olor a cigarrillos, con sus manos y su forma de vivir.

Porque es cierto.

Es cierto que hay cosas que He Tian hace, en la oscuridad de la noche, durante días (o semanas), convertido en otra persona… que Zheng Xi no pregunta, porque no tiene curiosidad; porque sabe que no puede obligar a nadie a vivir bajo su propio código moral, pero especialmente es porque He Tian siempre vuelve y eso es lo que importa.

También hay raras ocasiones en que Zheng Xi piensa y medita, con la mirada perdida, paralizado en un suspiro, con un poco de nostalgia… pero He Tian no pregunta, porque no tiene ningún interés en lastimarlo y más bien porque sabe que el dolor que puede infringirle, Zheng Xi es capaz de disfrutarlo.

Porque parece mentira, pero se han hecho hombres. Uno al lado del otro. Y hay una cierta estabilidad inexplicable en esto que han construido sin querer, a la que no están dispuestos a renunciar.

Por eso hay días como hoy, en los que Zhan Zheng Xi se encuentra recostado sobre He Tian, que está estirado sobre el sofá y con una sábana gruesa cubriéndolos a ambos.

Hasta en eso Zheng Xi ha podido reparar: en la forma en que el interior de aquel departamento dejó de ser un espacio impersonal y pasó a convertirse en un lugar amueblado y acogedor. Con sillas y sofás que no pegaban para nada con los gustos del otro. Así es como supo que estaban allí por él. Con el pasar del tiempo, cada cosa adquirió la huella sutil del gusto de Zhan Zheng Xi —no porque él lo hubiera querido, sino porque He Tian escuchó atentamente cada comentario. Interpretó hasta su silencio.

Por eso es que un día como hoy, una mano larga y fría repta bajo la camisa de Zheng Xi, trazando figuras azarosas sobre las vértebras y no puede reprimir un escalofrío. La misma mano desciende, de vez en vez, al trasero de Zheng Xi y aprieta, con un deje de pertenencia que hace sonreír a He Tian con los ojos.

El gesto no tiene ningún significado sexual. Es solo el gusto de He Tian por apreciar la piel y los músculos bajo su dominio.

Zheng Xi lo mira; observa la curva reprobatoria de sus labios ante lo que sea que ocurre en la película que pasa la televisión en ese instante. Zheng Xi no escucha lo que ocurre, porque los latidos del corazón bajo su oído acaparan su sentido. Típico.

Zheng Xi no suele interrumpir estos momentos, pero esta vez rompe con la quietud y pregunta:

—He Tian.

—¿Mmm?

—¿Eres feliz?

—¿Qué?

—¿Todavía vez a Mo Guan Shan?

Zhan Zheng Xi no iba a preguntar. Tenía planeado evitar ese tema a toda costa, pero el miedo a vivir una fantasía y la necedad de querer saber, son más fuertes que él. Además, todas las caricias le han dado una absurda dosis de coraje.

He Tian lo aprieta un poco más contra sí y se reacomoda un poco antes de contestar.

—No pienso en él.

Zheng Xi no se sorprende por la respuesta, pero aún tiene otra duda.

—¿Nunca has imaginado que sería de tu vida si hubieras tomado… otras decisiones?

—¿Estás dudando de tus decisiones? —replica, sin interrumpir el movimiento de su mano coqueta.

—No.

—¿Y qué pasaría si Jian Yi volviera?

Ahí Zheng Xi se tiene que erguir.

Se alza con cuidado sobre sus manos, que descansan a los costados de He Tian y lo mira. He Tian sonríe, como si nada pasara, y la sonrisa es casi tímida. O lo más tímido que puede ser un gesto de un hombre como él.

—¿Qué quieres decir?

—Eso. Si Jian Yi apareciera en este instante por esa puerta y te encontrara aquí, así —y He Tian hace énfasis en lo enredados que están uno en el otro cuando aprieta un glúteo, que su mano no ha soltado ni un segundo—, ¿qué harías?

Zhan Zheng Xi se queda un tiempo en silencio antes de decidir qué es lo que va a contestar. Finalmente, opta por la verdad.

—Lo golpearía —y si He Tian se quiere reír, lo disimula muy bien—. Lo golpearía por toda la preocupación que me ha hecho pasar. Después revisaría si está bien- si está entero, supongo. Después de todo, no sé dónde ha estado o si ha corrido peligro. Al final, si pregunta, le diría que seguimos siendo amigos, que nunca dejamos de serlo.

—Ajá… y cuando te pregunte qué soy y qué carajos estoy haciendo con mis manos bajo tu ropa, ¿qué le dirás?

La sonrisa de He Tian se ha transformado y es algo lleno de dientes y de amenazas, pero estos años le han dado a Zheng Xi la habilidad de ser valiente y escuchar la verdadera pregunta. Por eso se inclina hasta rozar sus labios con los del otro, y susurra, porque es algo que solo He Tian debe escuchar.

—Si Jian Yi o Mo Guan Shan o cualquiera, llegasen a preguntar qué estamos haciendo o qué somos, les diría… que soy tuyo y que tú eres mío. Y después los mandaría a la mierda.

Y He Tian, por regla, no se ruboriza porque eso algo que He Tian. No. Hace. El color de sus mejillas es estrictamente causado por los cambios de temperatura y el clima, y evadirá toda pregunta al respecto cuando Zhan Zheng Xi le esté molestando.

En lugar de aprovecharse de esa vulnerabilidad, Zheng Xi le da un rápido beso sobre los labios y vuelve a tomar su posición sobre He Tian. Aprovecha para colocar las dos manos del otro sobre la curva de su espalda, para que continúe su exploración con libertad.

Y He Tian quiere estar molesto, pero es incapaz. La felicidad le hace sentir que el pecho es demasiado pequeño para su corazón. Abraza a Zheng Xi más fuerte y retoma sus caricias, apoyando su mejilla contra los cabellos castaños que huelen a su shampoo.

Se quedan allí juntos, en la misma tranquilidad que hace un rato, escuchando el sonido de los latidos y sincronizando las respiraciones.

Ambos saben que la guerra de la vida los volverá a atacar tarde o temprano. Pero no importa. Porque por fin, por fin, han encontrado la paz.

 

Notas finales:

Espero, de todo corazón, que lo hayan disfrutado ( ^^ )

Disculpen las libertades que me tomé con Zheng Xi; en mi percepción de la historia (y puedo estar equivocada), siento que su personalidad no está definida del todo y tiene que haber algo más que un muchacho estoico, serio y callado, ¿no creen?

Tengo la extraña sensación de que He Tian y él tienen personalidades que pueden encajar muy bien. Que tal vez no los obligaría a cambiar ni a salir de su zona de comfort, lo admito, pero ¡hey! Mis muchachos merecen una relación pacífica (?), en la que se sientan bien.

Y claro: toda crítica que quieran hacerme será muy bien recibida, se los prometo. Se los recompensaré mejorando~

Gracias por leer.


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