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Hagamos la guerra, no el amor por ItaDei_SasuNaru fan

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Notas del capitulo:

“Pela tu corazón
como si fuera una granada.
Ofréceselo,
con las palmas al descubierto.
Dile que coma.
Míralo venirse,
manchado de rojo por ti.
Y recuerda
que va a besarte con esa boca.”

—     Azra T.

 

II.

 

 

—¿Qué es lo que quieres, Zheng Xi? —y si He Tian suena un poco falto de aliento, es porque lo está.

Es porque ha visto las intenciones del otro en su mirar.

Esa es la pregunta, en realidad. Ese es todo el maldito punto. ¿Qué es lo que quiere? Porque no sabe si quiere que la lengua de He Tian le repase los dientes, pero sí sabe que la poca cordura que le queda está cada vez más cerca de abandonarlo, gracias a todas las veces que ha salido corriendo detrás de una cabellera rubia, solo para quedar con una nueva decepción al reparar en su error.

Sabe que no es saludable que lea en su celular cada conversación que tuvo con Jian Yi, todas las noches. Hasta haberlas memorizado. Hasta odiarse por la culpa que lo invade al pensar en todas las cosas que no le dijo.

Zhan Zheng Xi sabe que, en este lugar y en este instante, no soporta la distancia de ese extraño silencio entre ellos dos.

He Tian lo mira. Lo mira de verdad. Lo mira como si esperara por una respuesta que solo Zheng Xi puede darle.

—No sé —le responde al final.

—¿No sabes? —dice el otro en un gruñido y su mirada es siniestra—. ¿Y qué pretendes que haga con eso?

—… Tampoco sé.

—… No sabía que eras tan exasperante.

—No estás enojado.

—Sí lo estoy.

—No, no lo estás.

He Tian se ríe ante el desafío y es algo tan encantador como atemorizante, lo que hace creer a Zheng Xi que está a punto de cometer una locura.

Es consciente del reflejo de ambos en las ventanas de la habitación en que se encuentran, pero trata de no voltear la mirada hacia allí. No quiere saber cómo se ve mientras habla con He Tian, ya que probablemente no está preparado para reconocer su propia decisión en la curva de sus labios entreabiertos, expectantes.

En honor a la verdad, Zheng Xi lleva pensándolo un tiempo pero nunca tuvo la oportunidad (o la valentía) de organizar esos pensamientos.

 

 

Comenzaron después de que Jian Yi le robara aquel primer beso. Particularmente, luego de las clases de educación física, cuando todos los chicos aún vibraban por la adrenalina, por la testosterona y cada uno de ellos se desnudaba bajo la frescura de las duchas.

Zheng Xi está seguro, como estuvo seguro en aquel momento, de que todos esos cuerpos llenos de ángulos, con sus rodillas prominentes y sus hombros afilados, no le resultan atractivos. Y está seguro de que lo mismo le sucedía a todos sus compañeros, que se reían y se rozaban sin timidez y sin intenciones ocultas.

Pero cuando He Tian entraba a las duchas, la risa disminuía.

Zheng Xi, hasta el día de hoy, no puede afirmar si se debía a que He Tian era más alto, o porque su miembro era más grande que el de la mayoría o porque su simple andar era como ver una pantera entrando a su guarida, pero lo que sí era seguro es que poco después alguien le hacía una broma y él respondía con la picardía acostumbrada, lo que los traía a todos de vuelta a la normalidad.

No obstante, el maleficio no desaparecía por completo.

Porque todos, en mayor o menor medida, lo veían de reojo. Muchos se paraban cerca, tratando de apreciarlo con lujo de detalles. Y él se quedaba de pie, relajado bajo el agua, dejando que le apreciaran.

La mayoría, aunque sea por un instante, había lanzado miradas en su dirección, esperando a que He Tian les mirara de regreso. Porque todos sabían que lo dejarían hacer. Que le dejarían mirar. Que, con gusto, estarían a merced de sus ojos de abismo. Que estarían ruborizados y en silencio, congelados de emoción, simplemente porque no podrían creer que alguien como él, había fijado su atención en alguien como ellos.

Zhan Zhengi Xi, como todos lo hicieron alguna vez, se preguntó qué se sentiría tener las manos de He Tian en su cuerpo.

 

 

La diferencia entre entonces y ahora es que en el pasado se hizo esa pregunta para aclarar, aunque sea un poco, el comportamiento de Jian Yi a su alrededor. Para definir qué es lo que sentía por él.

Si dio con las respuestas a esas interrogantes, ya no es relevante.

Jian Yi ya no está aquí.

Lo importante, ahora, es que está decidido a que He Tian le aclare todas sus dudas, personalmente y a su manera. A pesar de que es consciente que no va a ser fácil y que lo va a derrumbar en el proceso, porque He Tian jamás responde ante nada, ni ante nadie.

Respira hondo antes de empezar y hace uso de su propio dolor.

—Quiero… —murmura, aprovechando la cercanía—, que me expliques el despecho que tienes.

—¿Despecho?

—Estás tan, tan solo —dice Zheng Xi, esbozando la sonrisa más malvada que puede, porque no tan en el fondo, comprende que se las está diciendo a sí mismo y la negrura de los ojos de He Tian le sirve de espejo—. Estás tan solo, que no sabes estar con nadie. Y lamento que estés tan jodido que…

Cállate.

—… la única forma que tienes de acercarte a alguien, es lastimándolos. Por eso Mo Guan Shan no te soportó. Y no lo culpo. No conoces de intimidad, porque es obvio que todo tu sentido de autoestima y validación proviene de un conjunto de bobas que ni siquiera te caen bien y-

La fuerza con que He Tian encaja el puñetazo contra su estómago y estampa su columna, ya martirizada, contra la pared, es todo lo que Zheng Xi ha estado esperando, incluido el antebrazo que oprime su garganta y que detiene su respiración de forma dolorosa.

Es todo lo que ha estado esperando porque He Tian sonríe. Y a pesar de que su visión se nubla, vislumbra la sonrisa del otro que se ensancha como una nube de tormenta, como lo hacen todas las cosas oscuras que están hechas de frío y de impiedad.

Sonríe como si supiera por qué Zheng Xi lo está provocando. Como si le agradara la idea.

Tal vez Zheng Xi es quien decide verlo de esa forma, porque cualquier manifestación de bondad puede resultarle mortal.

—Maldito —susurra, y Zheng Xi puede sentir la calidez de su aliento contra su boca; puede imaginar que prueba su sabor a menta y cigarrillos—. Lo estás buscando, ¿verdad?

—¿Lo estoy?

—¿Quieres pelear, Zheng Xi?

—Depende del lugar...

Por un segundo, ninguno de los dos se mueve.

Cuelgan de una cúspide, porque si continúan adelante, no tienen dudas de que llegarán hasta el final, cueste lo que les cueste.

Por un segundo, He Tian parece alzarse sobre él como una montaña y Zheng Xi siente los ojos que viajan sobre sus labios, que exhiben la agitación que le causa tenerlo sometido y es algo tan obscenamente honesto, que le provoca cosquilleos.

Pero de repente, He Tian está demasiado lejos, Zheng Xi ya puede respirar y lo que escucha es:

—No estoy haciendo esto aquí.

—Per-

—Quieres que te folle, lo sé… pero no aquí.

—¿A dónde iremos? —pregunta Zheng Xi, cuidadoso de no atragantarse con sus palabras y de no tropezar con sus pies, que empiezan a moverse al ser conducidos por He Tian.

Se da cuenta, entonces, que seguiría a He Tian a donde fuera.

—Mi casa.

¿Y no sería ese el infierno?

 

 

_ _ _

 

 

 

 

Fiel a su palabra, fue He Tian quien lo arrastró fuera de la fiesta, con la mano apresada sobre su muñeca (milagrosamente, no sobre su garganta) y espantando a todo el mundo con su marcha. Con una prisa increíble, lo haló por las calles, abrió la puerta de su inmenso apartamento de una patada y cerró con llave.

Ya dentro de aquella semioscuridad, Zheng Xi escucha a su propia voz diciéndole que debería tener miedo… pero no se puede convencer a sí mismo de que no es lo que quiere. Ninguna forma de tormento infringida por He Tian puede ser peor que la desgarradora soledad que ha vivido todo este tiempo.

Porque He Tian, a veces, está hecho de nada más que de acciones.

Se nota en la forma en la que trata las cosas, moviéndolas o colocándolas exactamente como quiere. Se percibe en la manera en que lo lleva hasta la cama, sin resistencia, porque He Tian está esperando que todo se haga como él dice y Zheng Xi quiere ceder el control de todo y hacer lo que él le ordene, así sea por una vez. Confía en que He Tian puede lograr que las cosas sean fáciles, está seguro de que él puede extraer el placer de la mayor tragedia.

—Te prometo que no va a ser suave —advierte el otro.

—… Haz lo que quieras.

—Está bien. Quítate la ropa.

Quizás es el repentino descenso en la voz de He Tian que hace que Zheng Xi salga de su estupor y solo se le quede viendo. Como si lo racional de su cerebro estuviera procesando lo que iba a ocurrir.

—¿Quieres qu-?

—Vas a quitarte la ropa y la vas a dejar en el suelo, Xixi~

Y claro que va a ocurrir, porque He Tian no parpadea, porque el atisbo de sonrisa no contiene ninguna alegría y porque se insinúa algo destructor en su voz, que persuade a Zheng Xi a hacerlo. Así que cuando comienza a desnudarse al mismo tiempo que el otro, temblando ligeramente de excitación por el depredador frente a él, lo hace con un sentimiento de intimidad.

No debería haber sido íntimo; no después de lo que le dijo a He Tian en la fiesta.

Aun siéndolo, debería sentir la necesidad de mirar a otro lado. Porque nunca fueron realmente tan cercanos. Porque siempre estuvieron en la periferia del territorio del otro, sin romper ese pseudo-equilibrio. Mas cada movimiento es realizado con tanta soltura, que Zheng Xi está desnudo antes de darse cuenta.

Contiene el aliento, como se suele contener antes de abrir un regalo sorpresa. En los ojos de He Tian ve las posibilidades de lo pueden ser, de lo que pueden hacerse el uno al otro. Hay salvajismo mezclado con lujuria en sus pupilas dilatadas y en los pasos que lo arrinconan contra el filo de la cama.

—Recuéstate —susurra He Tian, pero Zheng Xi falla en acatar.

Quiere esto. Lo quiere. Traga pero no logra aplacar su nerviosismo.

—¿Qué sacas tú de esto? —porque Zheng Xi tiene que saber.

—Voy a follarte hasta que llores y me ruegues, porque ambos sabemos que eso es lo que quieres… Además, Dios sabe que lo he pensado.

Joder —y Zheng Xi asume que sigue de pie porque He Tian ya lo tiene sujeto por todos lados—. Pero nunca hiciste- Nunca dijiste… nada que-

—¿Lo insinuara? —ofrece He Tian en un arrullo justo sobre su boca.

—Todos pensamos- No, incluso creí que con Jian Yi, pero… Guan Shan parecía el único que-

El dorso de la mano de He Tian lo empuja y la gravedad lo hace caer sobre sábanas heladas. La misma mano interrumpe cualquier pensamiento de forma deliciosa mientras repta sobre el abdomen de Zheng Xi y desciende sin prisas en el interior de sus muslos, adueñándose de cada suspiro y de cada tramo que recorre. Zhan Zheng Xi se aventura a apoyar las manos en los hombros del otro, un poco estremecido, y se percata de que ni siquiera lo escucha respirar durante el intercambio de contacto.

Sus ojos son imposibles de leer.

—Esto no es sobre ellos —explica He Tian con los dientes contra su cuello—. Esto es sobre tú y yo, y nadie más.

Y Zheng Xi entiende.

—… No soy un reemplazo.

—Ni yo tampoco.

El corazón de Zheng Xi es un trueno dentro de su pecho. No puede haber dudas de que He Tian lo escucha desde donde está; es un rugido de la más pura desesperación.

—¿Qué estamos haciendo, He Tian?

—Hemos estado bailando —llega la respuesta después de un segundo muy largo, con un tono de serenidad completamente opuesto a la electricidad que agita el aire a su alrededor—. Y lo hemos hecho por mucho tiempo. No puedes imaginar cuánto lo he querido, pero no me gustan los mensajes confusos, Zheng Xi. Él me dej– No. Estoy cansado de eso, ¿entiendes? Así que… ¿qué es lo que quieres?

El aludido mira a He Tian mientras un breve recuerdo de Mo Guan Shan atraviesa su mente.

Escruta al hombre sobre él lo mejor que puede, a pesar del ardor de las manos inquietas que tienen cautiva(da) su piel. Sopesa su mirar y casi puede jurar que aquellos ojos negros se mueven sobre su rostro como una áspera caricia. Tan caliente y posesiva.

—Todo —admite—. Lo quiero todo.

Y es la verdad. Zheng Xi va a tomar todo lo que He Tian le dé. No le importa si es culpable de haber dañado a otros o si no lo es. No le importa si es bueno o si es malo. En este momento, es todo lo que tiene. Y maldito sea, si lo deja ir.

Ambos sienten entonces la caída al precipicio, porque He Tian muerde sobre los frágiles tendones del cuello del otro, que se tensan como cables de alta tensión.

Lamentando el tiempo desperdiciado, los labios de ambos por fin se encuentran, intervienen mordidas y Zheng Xi puede probar su sangre, pero no le importa. Si He Tian quiere devastarlo y reconstruirlo él mismo, solo para probar que puede ser la ruina y la salvación, Zheng Xi lo va a dejar. No es que tenga ninguna otra opción, pero aun así, él es lo que escoge.

El beso es aniquilador, rompe con todos sus muros y destruye toda su capacidad de raciocinio. Es violento en la necesidad de querer sentirse más cerca, de eliminar los límites desde sus fundamentos y Zhengi Xi se mueve con él, se mueve cuando siente los dedos que invaden su calor. Porque de oponerse, sabe que lo herirá hasta sangrar, hasta cicatrizar cada recuerdo de forma permanente y He Tian besará cada corte con macabra satisfacción.

Este fragmento de noche, con las sombras cubriendo cada momento y Zheng Xi respirando con dificultad por la emoción y el placer, hace que He Tian quiera beber todos sus sonidos.

He Tian tiene una buena idea de las memorias que acongojan a Zheng Xi (que pueden tener algún parecido con las suyas), pero por eso no se siente con la obligación de borrarlas. Esa sería una amabilidad impropia de su naturaleza. Las vidas de ambos han comenzado a entrelazarse, pero los demonios que cada uno carga son muy propios.

Además, la filosofía de He Tian es muy simple. Es una criatura cruel y por eso jamás trataría de romper las cadenas que hacen sufrir a Zheng Xi

No, He Tian no cortaría esas ataduras. Eso ni siquiera se le pasaría por la mente. Lo que hará es ponerles su nombre. Las sostendrá él mismo, para que Zheng Xi jamás olvide de quién es prisionero. Hará que la respiración se le detenga, solo de contemplar lo cruel que será He Tian con él.

La zozobra en los gemidos de Zheng Xi por los dedos de He Tian que viajan dentro de él, es la señal que ha estado buscando. Entonces sabe que Zheng Xi entiende que es una persona demandante. Con cada marca trazada en la piel que queda a su alcance, le hace entender que es alguien extremadamente egoísta e irracional.

Cuando le pregunta si lo que quiere es eso; si lo que quiere es saberse eternamente poseído, la letanía de afirmaciones que caen de la boca de Zheng Xi es todo lo que He Tian necesita escuchar.

Le confiesa que tiene cada vez más ansias por sumergirse en él y de permanecer en su interior. Le declama cómo es la sensación de astillarlo para introducirse en su alma.

—Estás tan impaciente por mí —dice, puntuando sus palabras con cada vaivén de su mano.

Retira sus dedos y se acomoda para entrar.

Se desliza despacio, sintiendo el pulso del otro concentrándose alrededor de él y provocando un gemido tal de la boca de Zhan Zheng Xi, que parece más un grito, arrancado de las profundidades de su corazón.

Es cierto He Tian se aloja mediante un balanceo concentrado e imparable, pero la redención de Zheng Xi es inigualable. Es una obra maestra, que incita sentimientos que He Tian se había jurado no permitir. Zheng Xi actúa como si lo único que puede hacer, es abrirse para él. Como si lo único que debe hacer, es dejar que He Tian destruya cuanto le plaza, para construir su imperio dentro de él, para convertirlo en algo nuevo. En algo que He Tian pueda reclamar siempre como suyo.

—Estás- Estás dentro… todo… tú.

Hasta la forma en que tiembla bajo su peso, es sencillamente seductora.

He Tian se acomoda y se las arregla para penetrarlo hasta la última expresión de la palabra. Coloca una mano sobre su garganta, sin fuerza suficiente para lastimar, pero con la presión justa para dificultar su respiración.

«Podría   d e s h a c e r t e   y tú me dejarías, ¿verdad?»

—He Tian —dice Zheng Xi en el sollozo más sensual que ha escuchado.

Porque no son palabras. No es un nombre.

Es una plegaria.

Solo por esa súplica, He Tian sale y empuja con una fuerza abrumadora. Lo estremece con una magnitud tal que Zheng Xi no puede hacer otra cosa más que ahogarse con cada choque y buscar aferrarse a la longitud de la espalda de He Tian, ya que no le ha dejado otro refugio.

Zheng Xi tiembla con cada ataque, porque aquello se le antoja a un campo de batalla, en el cual cada gemido, cada clamor y cada suspiro es una victoria para el que arremete contra su cuerpo. Zheng Xi implora y He Tian responde con su propia forma de misericordia. Le da lo que necesita, aunque ambos saben que Zheng Xi no puede hacer nada más que aceptar el deleite demencial que le es impuesto.

—Estás tan abierto~ —ruge el depredador en el oído de su presa—. Mírate. Dejando que te folle, a la vista de todos.

Desconsolado, Zheng Xi repara en las ventanas que hay por todo el lugar. Impecables. Dejando entrar demasiadas luces de la ciudad. Dejando ver todos los otros edificios con ventanas similares.

Alguien puede estar mirando.

Zheng Xi nunca se ha sentido tan expuesto.

Nunca ha estado tan excitado.

—N-No…

—¿Quieres que todos te vean, no es así? Quieres que sepan lo bien que te ves con mi polla enterrada dentro de ti~

—No… eso no es-

—Pueden verte, Zheng Xi. Escucharte. Probablemente se están tocando solo con tu voz. Piensan en lo que te estoy haciendo...

Zheng Xi roba un instante para respirar bien, porque no quiere que la voz le traicione al contestar.

—No.

—¿No?

Si He Tian quería pelea, la tendría.

—No… podrán- no podrán oírme si- si no me follas más fuerte, ¿no crees~?

Zheng Xi puede sentir a He Tian hacerse imposiblemente más grande dentro de él y sabe que tomó la decisión correcta.

—Creí que habías perdido el espíritu de lucha —ronronea He Tian de contento, al tiempo que empuja las rodillas de Zheng Xi hasta que tocan sus hombros y lo hace doblarse con su peso, redoblando sus estocadas y sin perder el hilo de sus ideas—. Bien, me tomaré mi tiempo para moldearte.

Tian

—Hasta que te haya follado a mi gusto, para que no puedas tomar a nadie más dentro de ti. A nadie más que a mí. Jamás.

«¿Será verdad?», se pregunta una parte de Zheng Xi mientras continúa estremeciéndose de gozo ante el terremoto que es He Tian.

¿Habrá algo más después de esto?

¿En realidad quiere que lo haya?

Creo que todos sabemos la respuesta de eso.

La simple idea de que el otro podría tener la razón, es suficiente para que un escalofrío lo sacuda por entero. Porque en este momento, bajo la sólida y bestial adoración de He Tian, no puede imaginar cosa semejante que pueda adueñarse de él y de todo lo que es, de forma tan exquisita y perversa.

¿Dónde había estado todo este tiempo?

Zhan Zheng Xi asiente porque acepta la demanda que aún no ha sido dicha. Acepta, porque ya no es necesario que la diga.

—He Tian —pronuncia, quebrantado, felizmente perdido y sin intenciones de ser rescatado—, no pares.

He Tian sonríe, más pecaminoso que nunca, prometiendo algo infinito, completamente desconocido y para morirse de miedo.

He Tian no paró.

 

 

 

Notas finales:

Continuará ;)

Espero D:


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