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GUARDAESPALDAS por JALIEN

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ByBill:

Quedé absorto ante lo que había escuchado, inmóvil por la tensión de mi cuerpo. Tom se acercó más a mí con un paso lento y levantó las manos cuidadosamente hasta posarlo en mi abdomen, a pesar de tener mi camiseta puesta, podía sentir la frialdad de sus dedos, palpando sobre ésta. Un escalofrío me recorrió desde la punta del pie hasta la raíz de mi cabello. Mi corazón bombeaba sangre tan rápido que me mareaba, por el laberinto que se había creado en mi cabeza ante tal acontecimiento, y hubiese caído al piso si no fuese porque Tom me sujetó a tiempo, apoyándose más a mí. Sin esperar alguna respuesta comenzó a descender sus dedos hasta mi entrepierna y empezó a desabrochar mi pantalón.

¿Qué coño estaba pasando? ¡Tom jamás haría algo así! Si bien ya lo había hecho la semana pasada, que podía considerarlo por error, pero... ¿Volver a hacerlo? ¡Él no era así! ¿Estaba consciente de lo que había dicho y quería hacer otra vez? ¡Es que no entendía una mierda!

Lo desabrochó con cuidado, como si dudara en hacerlo o no. Yo solo mantenía mis manos en sus hombros, que me servían como sostén al no traer las muletas. No me animaba a mirarlo a la cara, encosté la cabeza y cerré los ojos, tratando de pensar, pero el lío en mi mente me lo impedía. No podía reaccionar a más. ¡Lo que me había dicho era demasiado fuerte viniendo de él! Al menos una tía u otro tío y se lo habría creído ¿pero él? ¿Tom? ¡Jamás en mi vida, ni en sueños me lo había pensado! Mi cuerpo no respondía a la orden que le mandaba de alejarlo de mí, como si un interrumptor de control sobre mí mismo se apagara con esas palabras claves. Y lancé un chillido por el sobresalto, seguido de un jadeo involuntario, y abrí los ojos de golpe cuando mi corazón estuvo a punto de ascender hasta mi garganta, y sentí que introdujo su mano bajo mi pantalón, en medio de éste y mi bóxer, su aliento cálido chocó por mi cuello cuando por fin logró lo que quería... tocarlo.

Y reaccioné.

—¡No! —Me inmuté. Lo empujé con fuerza, y se alejó de mí en un instante, tambaleándose por el impulso. El cuaderno resbaló de mis manos y cayó al suelo, abierto en una página específica. Se golpeó la espalda contra la puerta del cubículo, que hizo un ruido ensordecedor, y su semblante relajado se transformó a uno de disgusto.

—¡Argh! —Grunó por el impacto— ¡¿Qué te pasa?! —Preguntó llevándose una mano a la espalda adolorida y frotándola para aliviarse.

—¡¿Qué te pasa a ti?! —Le grité intentando mantenerme firme, aunque lo cierto era que aquello me había superado. No sabía cómo debía reaccionar, qué tenía que hacer o qué decir al respecto. Jamás había estado en una situación similar— ¡¿Qué crees que estas haciendo, Tom?! —Pregunté un poco encolerizado y decepcionado, aunque ésta vez, extrañamente, no era yo quien me causaba la decepción, por primera vez... era él.

—¿Acaso no me has oído bien? —Preguntó recuperando su postura de tío malo— ...Voy a tocarte. —Lo decía como si nada, como si eso era de lo más normal. Volvió a acercarse un paso, pero ésta vez no retrocedí, al contrario. Aunque estaba desconcertado y algo acojonado, mi instinto por conservar mi dignidad hacía lo enfrentara.

—¡No te atrevas a acercarte a mí! —Le desafié. Tom paró y frunció el ceño, acto seguido comenzó a reír a carcajadas en mi cara.

—¿O qué? —Preguntó— ¿Qué me harás?

—Yo... yo... —A decir verdad no sabía como defenderme en este estado de fragilidad, y creía que no había forma alguna en que lo hiciese... Pero noté la muleta a mi costado, esperando a que la tome, invitándome a hacer uso de ella. Y la cogí con rapidez y levanté apuntando hacia Tom— ¡Si te acercas te pego!

—¡Qué!

—¡Que te pego! ¡No me subestimes!

—¡Jajaja! —Se descojonó con burla— ¡No me hagas reír! Tú no te animarías a pegarme en serio, porque sabes que el que saldría perdiendo serías tu.

Y en eso tenía razón, claramente yo saldría perdiendo, por mucho. Pero prefería pegarle y perder, a perder así sin más, sin haber defendido la poca dignidad que me quedaba. Porque sabía que de todas formas yo no tenía oportunidad contra Tom, él siempre ganaba, y ésta no seria la excepción.

—Te ordeno que te dejes tocar por las buenas, porque por las malas no te va a gustar para nada. —Comentó mientras se tronaba los dedos de las manos, y el cuello, a la par.

—¿Me ordenas? ¡Tú no puedes ordenarme nada! ¿Te das cuenta de lo que quieres hacer? —Pregunté, todavía amenazando con la muleta, mis manos temblaban de susto innegable, pero no me dejaba vencer. Si daba un paso en falso ¡zas! directo a su cabeza— ¡Tú nunca, jamás, harías algo así! Y ahora... ¿Por qué ahora...?

—¡Pues me pasa por la punta del nabo lo que normalmente haría o no...! —Gritó, su cara enrojeció de repente y podía jurar que veía humo saliendo de su nariz, como un toro enfurecido— ¡La cuestión es lo que quiero hacer ahora! ¡Y voy a tocarte, quieras o no!

Tom se acercó tan rápido que apenas pude reaccionar, apreté la muleta con fuerza y la descendí de inmediato con la intención de golpearlo... pero fracasé. Con un movimiento fugaz, la esquivó y la tomó, estirándola hacia él y arrebatándomela. Debí habérmelo imaginado antes, un trozo de madera no era obstaculo para Tom.

Se lanzó a mí con ambas manos sobre mi cuello y con un intolerable apretón la asfixia no tardó en hacerse notar. Me puse rojo al instante mientras le golpeaba con todas mis fuerzas en su duro pecho, para alertarlo de la falta de aire que me ocasionaba su estrangulamiento, pero ni siquiera conseguía hacerle cosquillas.

—¿Crees que un jodido trozo de madera deforme me detendría? —Preguntó ahogándome. Sus ojos brillaban como el de una bestia hambrienta y con deseos de descuartizar a su víctima.

—To-Tom... cof-cof... —Tosía. Sentía la garganta ardiendo y con un feo cosquilleo doloroso. Sus manos me apretaron aún más y mis ojos comenzaron a desperdigar lágrimas de desespero ¡Me va a matar! ¡Moriré en el baño pestilente de la universidad! Ni siquiera podía morir dignamente... sería un completo patético hasta el último minuto de mi vida. Él me miraba con una expresión jamás vista antes, era una bestia sin duda, un monstruo que no tenía consideración— ...No puedo... cof-cof... n-no puedo respi...rar... —Ni siquiera podía articular una sola palabra con un timbre de voz regular, la voz se me quebraba en todas las letras de cada cosa que decía. Y dolía. Me dolía la garganta, la cabeza... el corazón.

El tórax comenzó a dolerme, como si algo me atravesara, sentía mareo y vértigo por la falta de aire en mis pulmones y cerebro, estaba pálido, sudado, mi corazón palpitaba irregularmente pidiendo auxilio, y la dificultad para respirar me hacía sudar a  borbotones.


—T-Tom... p-or... fa...vor. —Le supliqué, ya no podía más. Dejé de golpear su pecho para apretarme el mío, las fuerzas me habían abandonado por completo.

Mi única pierna buena dejó de sostenerme, me sentía inútil en absoluto, y en el último segundo, cuando sentía que desfallecía... Tom dejó de estrangularme el cuello y el aire inundó mi ser otra vez. Posó su mano donde la mía, sintiendo como me latía descontrolablemente el corazón.  Tragué oxígeno con desespero, ansioso por llevarlo a mis pulmones y el cerebro, tosiendo. Lloraba, para qué negarlo, lloraba como la maricona que Tom decía que era, en verdad llegué a pensar que moría en manos de esta bestia. Esa bestia que desapareció al instante...

—¿Estás... bien? —Preguntó, su voz ya no sonaba furiosa.

Cerré los ojos, casi inconsciente, y sentía que mis piernas no pisaban el suelo, y me desplomaba. Pero Tom no me dejó caer, me sostuvo entre sus brazos, mientras yo desparramaba lágrimas desesperadas, llorando, gritando, en su hombro, débil, patético, sin fuerzas...  Y él me abrazó.

—Tom... —Logré decir con dificultad, entre sollozos. Sorbé por la nariz e intenté secar mis lágrimas, pero volvían a salir incontrolablemente. Cada segundo que pasaba, sentía que flotaba y que mi cuerpo caería por la falta de firmeza, y apreté su playera entre mis dedos, para sostenerme— Me ibas a matar... 

Tom me abrazó con más fuerza.

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—Sí.

—Pero eres mi amigo... —La voz se me quebró aún más cuando pronuncié la palabra amigo. Estaba claro que Tom no era mi amigo, y no lo volvería a ser, pero yo... yo quería creer que era mi amigo otra vez, que nunca me había abandonado, que era el mismo Tom con el que jugaba de niños y el que siempre me protegía de los acosadores... no quería aceptar que mi acosador ahora era él— ...Y los amigos no se matan.

—No. —Respondió en mi oído, colocó su mentón sobre mi hombro, mientras seguía sosteniéndome— No eres mi amigo, Bill. Si fueses mi amigo, me ayudarías con mi problema sin rechistar.

—¿Problema? —Pregunté recuperando el aliento, aferrándome a su agarre.

—Si fueses mi amigo... dejarías que te toque.

Un silencio se apoderó de repente en aquel oscuro baño. ¿Cómo reponder a eso? Sabía a qué se refería exactamente, cuando de niños... jugábamos solos, en unas de esas raras  ocasiones en donde Andy no podía asistir y solo estábamos Tom y yo, en mi jardín o en el suyo, o en su casa, habíamos jugado muchas veces de una manera... extraña. Pero aquello había quedado hacía muchos años atrás. Ahora no podía decirme que los amigos se tocaban ¿O acaso Tom también le tocaba a Andy o a Georg, que son sus amigos más cercanos? No ¡Ni de coña! No me lo creía... Ahora Tom era un homofóbico de primera, desde que entró en aquel instituto que lo transformó, ahora ya no haría algo así, aunque... desde hacía una semana se comportaba de manera rara. Desde aquella vez aquí.

Acerqué mi nariz a su hombro, suspiré, y cerré los ojos, pensando. Necesitaba valor para preguntar lo que se me había cruzado por la mente, y tragué saliva, cuidadosamente.

—¿Si dejo que me toques... serías mi amigo, otra vez? —Me atreví a preguntar. Sentí como la cabeza de Tom se movía de un lado a otro, y una de sus rastras me golpeó la cara, haciendo que abriera los ojos.

—No.

—¿Entonces sí ibas a matarme?

—Sí.

Mi corazón volvió a latir del susto, y lo abracé con más fuerza por inercia. Abrí los ojos como platos, éstos volvieron a humedecerse al instante.

—¿Por qué?

—Porque quiero tocarte... y tú no te dejas —Susurró.

¡Bum, bum, bum!

Alejé la cabeza de su hombro, y me atreví a mirarlo a la cara, aunque la escasa luminosidad no me permitía ver su rostro a detalle, podía divisar perfectamente que la bestia de hace unos minutos había desaparecido por completo, su rostro estaba algo pálido en contraste a la luz, casi o más que yo, estaba sudando y él también me observó con los labios entre abiertos.

—¿Por qué? —Volví a preguntar, también en un susurro. Tom bajó la cabeza, evitando mi mirada curiosa y posó su frente sobre mi hombro, mirando hacia abajo.

—Porque si no te toco enloqueceré... —Mi pecho subió y bajó rapidamente chocando contra el suyo, ante cada respiración aturdida. Tragué saliva y abrí los ojos por la impresión— ¡Dejame tocarte, Bill... solo una maldita vez! —Pidió susurrando. No sabía por qué susurrabamos si de todos modos nadie nos oiría.

Otro silencio se formó, era tan pesado y abrumador, que mi corazón palpitando como loco, de asombro, susto, temor, confusión, se podía oír perfectamente retumbar en todo el baño. No sabía qué responder, no quería, eso sería demasiado raro, pero... si no lo hacia, quizás me mataría esta vez. No, no podía decir una palabra al respecto, solo podía temblar entre sus brazos y lagrimeaba tratando de entender.

Tom malinterpretó mi silencio, o tal vez no le interesaba lo que pensaba, más que satisfacer su propia necesidad. Aún con la cabeza sobre mi hombro, dejó de abrazarme y paseó sus dedos desde mi espalda hasta mi bajo vientre, mi pantalón seguía desabrochado y la tarea sería mucho más simple, pero yo no estaba dispuesto a ayudarlo en esta tarea. Cuando sus dedos llegaron a mi pantalón, bajé una mano de inmediato, y la presioné, impidiendo que avanzara.

Levantó la cabeza y su entrecejo se frunció en cuanto conectó la mirada con mis ojos. Negué con la cabeza levemente, y volví a tragar saliva, con miedo a lo que pudiera llegar a pasar tras decir lo que pensaba.

—Tom... no, n-no quiero que me... toques. —Seguía susurrando.

—¿Por qué? —Preguntó arrugando aún más su frente.

—...Porque no me gusta —Le respondí tras unos segundos de silencio. Buscaba la manera de explicarle que no quería, sin que me pegase o me matase por negarme.

Tom sonrió de lado, su piercing relució en la oscuridad tenuemente, y con un movimiento de cabeza sus rastras volaron tras él, permitiéndome ver su rostro con mayor dimensión.

—¿Y tú crees que a mí me gusta tocarte? —Alejó sus manos de mi pantalón, y las llevó hasta mi cadera— Recuerda que te detesto, mariquita. Que me repugnas y me das asco. —Respondió, apretando el hueso de mi cuerpo donde tenía sus manos.

—Entonces... ¿por qué? —Pregunté. Si antes no le entendía, ahora menos. Tom era una caja de sorpresas y confusión— Si tanto asco te doy ¿por qué quieres...? —Suspiré incapaz de terminar la pregunta.

—Ya te lo he dicho.

—Pero no lo entiendo.

—No es necesario que lo entiendas, solo dejate. —Volvió a mirar hacia abajo, y con un movimiento repentino, metió una mano bajo mi bóxer, mientras la otra aún seguía sobre mi cadera.

Pegué un bote del susto por la frialdad de su mano apoderándose de mi miembro caliente, comenzó a moverla lentamente, sin apuro alguno.

—¡Iihh! ¡Tom! —Casi grité, agudamente, del susto.

—¡sshhh! —Se acercó a mi oído y susurro.

—¡No, Tom! ¡No me gusta! —Llevé mi mano hasta la suya, y la aparté. Él no se dio por vencido, y volvió a meterla esta vez moviéndola con ahínco.

—Sí te gusta —Habló— Eres una perra maricona, te gusta que te sacudan la salchicha hasta llenarla de mayonesa.

—¡Tú sabes que no me gusta! —Quise alejarlo de mí, pero al notar mis intenciones, la mano que me sostenía de la cadera, se alejó y agarró mis dos manos en un segundo, y las levantó arriba de mi cabeza, aprisionandome las muñecas.

La fuerza aún no venía por completo a mí, luego de la asfixia, toda la fuerza que era capaz de ejercer la concentraba en mi pierna buena para no caer, y en la mala para mantenerla en el aire, equilibrandola; el resto de mi cuerpo estaba absolutamente inservible y cualquier intento por forjar distancia entre nosotros era en vano.

—Voy a tocarte. —Avisó, con los ojos afilados en los míos— Y te va a gustar...

Volvió a sacudirmela con descaro, fuerte y brusco como siempre lo era, con una expresión sádica, disfrutando de mi incomodidad, mi miedo, mi incapacidad de salir de esta.

—¡Para, para! —Le pedía. Y como siempre, hacía caso omiso a mis peticiones. Aumentó la velocidad de su mano, sin alejar la vista de mi rostro, tan cerca que mi respiración chocaba contra su cara, y aún así no me liberaba. Agradecía que el baño fuera oscuro, y aún más dentro del cubículo, así no podía ver detalladamente mi expresión de indignación y regocijo a la vez, porque sí, ante cada movimiento mi miembro se levantaba más y más sin reparo.

—Solo un rato más. —Aclaró, de nuevo con un susurro. Tragué saliva pesadamente, y comencé a sentir una punzada en mi ingle, suspiré fuerte y cerré los ojos resignado. Sentía mi miembro endurecerse como una roca.

Tom emitió un sonido con la garganta, como el de una risa.

—¡Jm! ¿Ves que por la buenas es más simple? —Abrí los ojos y lo encontré todavía mirándome detenidamente— A que ya te está gustando, perra. A que sí.

No dije nada, y volví a cerrar los ojos, nervioso, presionando con fuerza y mordiendo mis labios. No, no me gustaba lo que Tom estaba haciendo, el hecho de masturbarme no me agradaba del todo, pero... pero era un hombre de todos modos, y era evidente que me excitaría cuando me tocara, y como a todo hombre, esa sensación de dureza y frote apresurado... me gustaba.

Empecé a respirar con dificultad otra vez, y no por asfixia, sino por el placer que estaba comenzando a expandirse en mi entrepierna. Tom no dijo nada más, estaba concentrado en su labor, y acercó más su cuerpo a mí. Y aquel silencio en donde solo se escuchaba mi jadeo agitado, y su respiración tan pesada casi ronca, me resultaba tan incómodo. La otra vez había sido todo tan distinto, me insultaba, se burlaba, no se callaba ni un segundo mientras yo me mantenía mudo, y ahora era completamente diferente. Ninguno de los dos hablaba, y llegué a pensar que prefería que me insultase a que se quedara callado, porque el silencio desagradaba aún más la situación.

—Tom... —Abrí los ojos, y centré la mirada en él. Él ya no observaba mi rostro como antes, tenía la vista concentrada y firme en donde su mano se movía de arriba a abajo con ímpetu, vi como su nuez bajaba y subía cuando tragó saliva, y suspiró— ¿Por qué no... estás... —jadeé dos veces, sin poder atajarlo— ...insultándome?

Tom paró de sacudirme y levantó la vista hasta mí, otra vez, con una expresión de asombro en el rostro.

—¡¿Quieres que te insulte?! —Se inmutó— ¡No me lo puedo creer! —Sonrió con malicia— ¿Quieres que te pegue también?

—Si vas a hacerlo, ya hazlo y termina de una puta vez. —comenté cerrando los ojos y volteando la cabeza hacia la derecha. Ya no quería ver la escena. Me sentía humillado hasta el último rincón de mi ser, pero no tenía escapatoria... Con Tom nunca había escapatoria.

De todos modos ya no me importaba, él no dejaría que me fuera hasta que consiguiera lo que quería, y para qué retrasarlo más, si estaba claro que él siempre ganaba; era mejor acabar con esto cuanto antes y que me dejara ir de una buena vez.

Percibí el cuerpo de Tom asomarse el cien por ciento a mí, y sentí cosquillas en mi lóbulo izquierdo de la oreja, cuando noté que posó su boca a ésta.

—¡Eres una perra! —Me insultó y no pude evitar sonreír ante su tono de voz, intento de susurro pero quebrándose la voz en la última palabra. Y Volvió a jalarmela como antes— ¿Te encanta que te la sacuda y te insulte? ¿eh, marica? ¿Te mola esto?

—¡Te odio! —Fue lo único que dije, murmurando mientras seguía sonriendo. Aún tenía los ojos cerrados con la cabeza encostada, no me atrevía a mirarlo.

—¿Me odias tanto que has  escrito un poema para mí? —Preguntó con cizaña.

—No es... un mmm... poema —Aclaré. Mi respiración ya estaba comenzando a pasar factura en mi voz. Mi espalda estaba completamente pegada a la pared, mis manos arriba y mi pecho se unía al de Tom, que me apretaba y aprisionaba, dificultando la respiración normal, además de la masturbación. Ya estaba comenzando a marearme otra vez, pero se sentía bien.

—Si no es un poema... ¿Qué es?

—U-una c-canción ¡ah! —gemí por lo bajo. Apreté más los ojos y me moví involuntariamente hacia delante, sumando más acercamiento con Tom, cuando comenzó a acariciarme la punta con movimientos circulares con su pulgar, la sentía húmeda e inchada— ¡Oh! ¡Mm! —La pierna mala me estaba cansando, la tenía levantada, con un casi inútil equilibrio, que estaba perdiendo al descontrolarme; y la pierna buena me temblaba irritantemente... Iba a caer en cualquier momento, pero trataba de mantenerme aun de pie, porque ya lo sentía, sentía que el final se estaba acercando— ¡Hmm! ¡Oh!

Tom se percató de aquello, y levantó una pierna para sostenerme con su rodilla, pero pilló que aquella técnica no le funcionaría.

—No podré sostenerte, si tengo ambas manos ocupadas. —Comentó lo obvio. Si no fuese porque lo tenía frente a mis narices, seguramente no hubiera entendido lo que había dicho, el placer que se avecinaba estaba matando todos mis sentidos. De repente, se quedó callado unos segundos y cuando sentía que el éxtasis estaba a punto de estallar... dejó de frotarmela.

Abrí los ojos de inmediato, algo disgustado, y lo miré con reproche.

—Te soltaré... —advirtió— ...pero solo si no te resistes. Así podré sostenerte mejor hasta acabar. —Lo dijo algo amenazante, y yo solo asentí, algo aturdido. Ni siquiera entendía bien a que iba, solo quería que acabara ya— Bien... —Se conformó, levantó la vista hacia arriba de mi cabeza con lentitud, y sentí que el agarre de mis muñecas desaparecían de repente. Estuve a punto de caer otra vez, y Tom se apresuró por sostenerme del muslo de la pierna mala, levantándola y apoyándose más a mí.

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—¿Estás bien así? —Preguntó. Asentía él solo como esperando a que le respondiera de manera positiva— ¿sí?


Abrí los ojos como platos al sentir esa cosa dura, apoyándose a mí. Tragué saliva y descendí la vista hasta nuestras entrepiernas. Tom estaba completamente empalmado al igual que yo, y lo apoyaba todo por mí, mientras me sostenía y se situaba en medio de mis piernas.

—Tom... e-estás... du...

—¡Callate! —Me interrumpió, desviando la vista— No has visto nada. —Dijo, haciendo referencia a que nunca abriera la boca sobre eso.

Claro que no abriría la boca, sería yo quién saldría perdiendo y todos me acosarían por haber mantenido firme todo este tiempo acerca de mi heterosexualidad, y que luego haga todo lo contrario ¡Ni hablar! Nadie sabría de esto... a no ser que Tom lo dijera, y dudaba de que él también abriera la boca, poniendo en juego su reputación... Creo que teníamos un nuevo secreto pero... ¿por que? Seguía sin entender a Tom, sus palabras, su comportamiento severo y luego calmado en un segundo, tan repentino; su manera de pensar... Aún no podía creer lo que él estaba haciendo, lo que yo estaba haciendo, lo que estábamos haciendo.

¡Esto era de locos! Mi corazón no dejaba de palpitar como una batería tocando música metal. No sabía qué hacer... ¿Qué debería hacer ahora? ¿Como continuaría después de esto? ¿Sería mi amigo después de esto?

Recordé lo que me había dicho la semana pasada, aquí mismo, en el mismo lugar y en la misma situación.

—"Si yo fuera gay, ahora mismo también estaría empalmado, como tú. Sin embargo mi polla está bien dormida, como un spagetti remojado... ¡Nadie podría excitarse contigo! Eres asqueroso..."

Y sonreí.

Tom volvió mover la mano, abajo, arriba, abajo, si previo aviso, y me tensé al sentir aquella sensación otra vez. Cerré los ojos y me atajé rodeándole el cuello.

—¿Ya no te doy... asco? —Le pregunté.

—¡Jajaja! No creas que no me he dado cuenta de lo que pensabas. —Lo adivinó— ¡Sigues siendo asqueroso! ¡Repugnante! ¡Un guarro apestoso! ¡Un maricón en todas las formas posibles!

—Pues yo creo que tú... —La aguda punzada se hizo sentir nuevamente en mi miembro y casi perdí el equilibrio otra vez— ¡HMM! —Gemí involuntariamente y Tom sonrió entre dientes mientras me sostenía con su otra mano y me apretaba aún más del muslo— Creo que... mm... tú eres más... —gemí— ...maricón que... yo.

—¡JAJAJA! —Su carcajada retumbó por todo el baño, haciendo un eco estrépito— Yo no soy un maricón como tú, perra loca. —Abrió más su mano, acaparando toda la dimensión de mi miembro y la bajó con fuerza de golpe, hasta los huevos.

—¡AHH! —Grité y abrí los ojos casi sacándolos de su órbita— ¡No seas bestia! ¡Duele! —Lo miré con una mueca en el rostro. Tom levantó una ceja y sonrió de lado.

—Eso te lo has ganado por llamarme maricón.

No respondí. Opté por ya no abrir la boca para articular nada más y ya no distraerlo. Esperaba a que esto ya acabara y me llevara a mi casa, dejándolo olvidado.

Él continuaba sacudiéndomela, restregando su cuerpo sin reparo, mi vista estaba comenzando a nublarse y casi podía ver estrellas. Tom... masturbándome... por segunda vez ¿Quién lo hubiera creído?

Todo era tan experimental. Mi ex mejor amigo, la persona a quien mejor conocía en la vida; mi acosador, la persona a quien más temía; los dos en un solo cuerpo, experimentando conmigo... ¿Qué debía hacer yo? ¿Quedarme quieto y dejar que mi acosador haga lo que quisiera, o seguirle la corriente a mi ex mejor amigo, y unirme al acto? A nuestro pequeño jueguito de antes. Aquel pensamiento me hizo temblar, o tal vez el temblor se debía al placer que venía con todas sus fuerzas.

Cerré los ojos y levanté la cabeza, el aliento pesado de Tom chocó por mi cuello, y me dio auténticos escalofríos. Me abracé más a su cuello acercándolo a mí, y rozó su nariz por mi nuez, apretó más mi muslo entre su mano y la levantó hasta su cintura, mientras que con la otra seguía masturbándome con fiereza. Me mordí el labio y lancé otro gemido, encorvando la espalda. Sentía que venía... venía desesperadamente.

—Tom... ya voy a... ¡Oh! me... ¡Mm!

—Sí. —Resolló haciéndome cosquillas en el cuello, cuando la vibración de su voz chocó por este— Sí, Bill.

—Tom... ¡Mm! —Apreté el musculo de su espalda, y sentí su tensión entre mis manos.

Yo estaba por volverme loco, aquello era jodido, jodidamente excitante. Tom estaba sacudiéndomela y yo me estaba dejando ¿Quién lo hubiera creído? Al menos ya de grandes, porque las veces que nos habíamos tocado de niños no contaba por la inocencia; toques involuntarios, toques en juego; toques cortos... Esta vez era completamente diferente, de inocencia no quedaba nada, y era la segunda vez... la primera, cuándo estaba bañado en mierda y me dolía todo el cuerpo por sus golpes, ahora... ahora no me dolía nada, el único dolor que sentía era el de mi miembro duro, ansioso por derrochar placer, y era tan extraño que quién me lo hacía era él, mi ex mejor amigo y acosador, añadiendo un doble placer a esta... experiencia.

—Termina. —Resopló, irritantemente. Descendió su nariz desde mi nuez hasta mi clavícula, excitándome todavía más si cabía.

Triple placer...

Y mi mente dejó de funcionar con sensatez, mis manos comenzaron a moverse solas, desesperadas, temblando. No sabía lo que hacía, o por qué. Estaba dominado por el instinto carnal... Bajé mis manos hasta sus brazos, presionando sus bíceps con mis dedos, luego los bajé aún más hasta sus costillas, hasta su cadera, su espalda baja, retrocedí hasta su pecho, y volví a bajar hasta sus marcados abdominales, mis manos recorrían por todas partes, y él no reclamaba... solo me faltaba un lugar.

Aún mantenía los ojos cerrados, y la cabeza hacia arriba, apoyándola a la pared, jadeaba y lanzaba unos cuantos gemidos del gusto, desde lo más incógnito de mi garganta.

—¡Oh! ¡Hmm! ¡Oh!

—¡Correte ya, maldita sea! —Gruñó por encima de mi clavícula. Presionando mi miembro con todas sus fuerzas, como estrangulándolo.

Y bajé mis manos, las bajé, bajé bajé, hasta que llegué; en las dos formas posibles... cuando llegué hasta su entrepierna, dura bajo sus pantalones pero notablemente palpitante, también llegué al orgasmo.

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—¡OH! ¡Ahhg! ¡Mmm! —Me regocijé en medio de él y de la pared y luego bajé la cabeza para mirarlo, mordiéndome el labio. Y sin darme cuenta, entre mis gemidos, apreté con fuerza la cosa que traía en las manos... el miembro endurecido de Tom.

Se tensó en un segundo y la mano con la que me masturbó, se alejó de mí y la colocó en la pared, al costado de mi cabeza, la otra aún seguía sosteniéndome de la pierna mala.

Veía estrellas y galaxias enteras ¡Eso había estado de locos! Me quedé sin fuerzas, pero solo a mí me había parecido de aquella manera.

—No vuelvas a hacer eso. —Tom habló, con la voz ronca y amenazante, y sentí escalofríos otra vez. Abrí los ojos y lo miré, con la respiración entrecortada— Nunca vuelvas a tocarme ahí —Se alejó de mí, solo lo suficiente para dejarme ver su rostro, convertido en una bestia otra vez.

Caí en cuenta de dónde tenía las manos, y las alejé de él, rápidamente. Tom me agarró del pelo, con la mano que estaba en la pared, llenándolo de mi propia secreción que acababa de tirar, y sentí una punzada de dolor en mi cabeza.

—¡Aauu! —Me quejé y apreté los dientes.

—¡¿Entendiste?! —Casi gritó, mientras seguía estirando de mi cabello— ¡Jamás en tu vida vuelvas a tocarme, jodido maricón calienta huevos! —Y soltó mi pierna mala, para darme tremendo golpe en el estómago con su puño. Caí en seco, adolorido.

Lo miré desde el suelo, con los ojos llorosos por la falta de aire, sin entender muy bien, pero me sentía avergonzado y humillado otra vez. Me apreté el estómago, jadeante.

—Tom, yo...

—¡Calla la puta boca de petero! —Gritó, limpiándose la mano pringosa con su playera. Volteó y cogió la muleta detrás de él, y la lanzó a mí. Tuve que moverme rápidamente y hacer malabares para atajarla y que no cayera sobre mi tobillo malo.

¿A qué se debía ese cambio tan brusco, otra vez? ¿Qué coño le pasaba? ¡Antes no me trataba así cuando jugábamos!

—¿Por qué... te comportas así ahora? —Me atreví a preguntarle, mirando hacia abajo. Sentía que las lágrimas iban a salir, por la indignación— Si antes... —suspiré— pensé que querías que...

—¡No! —Me interrumpió gritando estrepitosamente, su rostro enrojeció y comenzó a sudar aún más con los nervios a flor de piel—  ¡Yo no soy un maricón para que me toques! —Respondió cabreado. Levanté la vista de repente y lo observé frunciendo el ceño y el labio. Me inmuté por completo.

—¡Yo tampoco lo soy! —Le aclaré— ¡Y sin embargo me has tocado, otra vez!

—¡Tú sí eres un maricón! De eso ya no queda dudas... —Se cruzó de brazos— Te dejaste tocar ambas veces.

—¡De eso nada! —Grité— ¡Me has obligado a que deje tocarme!

—¡No te he obligado nada! ¡Tú te has dejado! ¡Hasta lo has disfrutado! —Comenzamos a discutir de nuevo— ¡¿O negarás que te ha gustado?! ¡Te retorciste y te corriste por puto gusto!

—¡Sí me has obligado! —Vociferé dramáticamente— ¡Yo no lo quería! ¡Tú querías! ¡¿Y ME DICES MARICON?! ¡TÚ ERES EL MARICÓN, TOM! ¡TÚ Y SOLAMENTE TÚ!

El impacto en mi cara me aturdió de repente, el puño de Tom voló fugaz hasta pegarme en el pómulo y callé hasta que todo dejó de darme vueltas.

—¡No... soy... un... jodido... maricón! —Articulaba las palabras mientras me volvía a estirar del cabello y yo gritaba de dolor— ¡No te obligué a nada! ¡Te dejaste dos veces! ¡Y te dejaras más veces! ¡PORQUE TE GUSTA! ¡TE ENCANTA!

—¡Dos veces... —murmuré. Tom dejó de jalarme del cabello— ...las dos veces que te has aprovechado de mí, golpeándome, ahogándome en mierda, ahorcándome, dejándome sin maneras de defenderme! ¡No me dejé porque quería, sino porque no podía!

Tom tragó saliva y se acuchilló hasta mi altura, con la mirada firme en mis ojos.

—¿Aprovecharme de ti? —Preguntó con un semblante pálido.

—Eso es considerado como abuso sexual, Tom... Has abusado de mí dos veces.

Tom se puso blanco de repente, y luego, a pesar de la oscuridad, aprecié su rostro tornándose de un color verde amarillento, e infló los cachetes, conteniéndose la pota... pero no aguantó. Abrió la tapa del váter, a lado nuestro, y comenzó vomitar hasta la bilis.

Aproveché ese momento para abrocharme el pantalón otra vez. Tom quedó frito, colgado del váter sin fuerzas por el vómito. Hecho polvo.

—¿Te encuentras bien? —Le pregunté, un poco preocupado. Juraría que casi estaba desmayado o muerto.

—Yo no... n-no lo soy... yo no. No. —Negaba con la cabeza mientras murmuraba— no, no, no... no lo soy.

Me acerqué a él a gatas y alejé sus rastas de su rostro. Estaba pálido como una hoja. Levantó la vista y me observó.

—Yo no te he violado. —una arcada volvió a aparecer, pero supo reprimirla— Yo no soy un maldito, hijo de puta, violador.

Tragué saliva al observarlo de esa manera tan vulnerable. Nunca antes había visto a Tom de esa forma, y aseguraba que nadie más le había visto así. Temblaba, estaba sin fuerzas, tenía la vista perdida. Era otra persona por completo.

Suspiré.

—Vamos a casa... —Me incorporé con dificultad haciendo uso de la muleta, y le pasé una mano. Tom se negó a cogerla, pero se levantó y respiró profundo, volviendo a recuperar su compostura.

—No necesito tu ayuda, maricona. —Habló y me dio la espalda— Por cierto... Nunca abras la boca acerca de lo que ha pasado. No se volverá a repetir. Estoy seguro que estoy curado.

—¿Curado? —Fruncí el ceño y acomodé mi cabello. Sentí mi propio líquido viscoso en ellos y me los limpié, un poco asqueado.

—Solo te he utilizado para calmar a mi mente. —Tragué saliva y abrí los labios, inmutándome— No podía dormir por tu culpa, solo tú podías curarme. —Siguió explicando— Es como una especie de pesadilla que no acaba hasta enfrentarla ¿entiendes? Me ha pasado muchas veces... veía a tías desnudas y no pegaba los ojos hasta tenerla, me volvía loco por no poder descansar, y solo lograba relajarme cuando las follaba, es la única manera de tranquilizar a mi mente y que me dejara dormir como un bebé...

—¿Estás diciendo que me usaste como a una de tus ligues?

—Así es.

—¡Pero yo no soy una tía, joder! ¡Soy un hombre!

—¡Por eso! —Exclamó— Por eso la única solución al problema era que te tocara... ¿No esperaras a que te folle, no? —Negó con la cabeza, y aunque me daba la espalda ya podía imaginarme la expresión de su rostro— ¡Qué asco!

—¡¿Asco?! ¡Eso ni tú te lo crees, capullo! ¡Bien que te has empalmado por mí, te has restregado a mí! Tú solo te etiquetas de homofóbico... ¡Pero no lo eres, gillipollas!

—No te confundas. Odio a los maricones. Son todos unos... degenerados —Respondió. Vi como se llevó una mano a la boca y reprimió otra arcada— unos pervertidos.

—¿Pervertidos? —Pregunté con un tono de voz agudo— ¿Y tú que crees que eres? ¡No eres ningún santo! ¿Como definirías a lo que has hecho dos veces? Porque para mí eso es una mariconada.

Tom se calló unos segundos, seguramente pensando, y tras un largo suspiro, habló.

—Terapia. —Dijo algo dudoso.

—¡Tú estás loco de verdad! —Rodé los ojos. O estaba loco realmente y no se daba cuenta de lo que hacía y decía, o se hacia el gilipollas... pero yo lo conocía verdaderamente bien, tal vez incluso más que él mismo, y yo podía hacerle ver la realidad— ¿Tú piensas que me has tocado solo por terapia? —Pregunté y el asintió.

—No lo pienso, es así... —Afirmó. Sonreí ante su cinismo y me acerqué un poco a él, hacia su espalda, a una distancia prudente.

—¿Y ésta terapia la llevas desde los 9 años? —Noté inmediatamente tensarse los músculos de su espalda— ¿O ya has olvidado cuando nos tocábamos de niños, eh?

—No sé de qué hablas...

Sabía que estaba mintiendo ¿cómo lo sabía? Porque si en verdad no tuviera idea y fuese yo el que supuestamente mentía, se indignaría por acusarlo de tocarnos antes, y me pegaría o me gritaría. Sin embargo, seguía dándome la espalda, evitando mi mirada acusadora y tensado como una cuerda de guitarra.

—Sí que lo sabes... Mira, no sé que cosas hayas visto o vivido en aquel instituto de mala muerte, pero te has transformado por completo. Te olvidaste de quién eres en realidad, porque antes no montabas tanto circo solo por aquel... jueguito, que por cierto lo has inventado tú. —Seguía comentándole. Observé como apretó los puños y su cuello se hinchó de tensión— Si te seguía el juego antes, era porque no entendía lo que estábamos haciendo ¡Eramos muy inocentes, joder! ¡Ahora lo entiendo, y no me gusta para nada! —Dramaticé, hablando tan firme que parecía que lo regañaba, sin embargo él permanecía sin siquiera moverse un sólo ápice— ¡Ya no me gusta jugar así! ¡Y tú me has obligado! ¿Sabes que eso es un delito?

—No es delito si te dejas —Habló apresuradamente— ¡Di todo lo que quieras, marica! No cambiaras el hecho de que te has dejado hasta el final, porque te di libertad y tú te aferrabas a mí, como una perra caliente maricona, disfrutándolo.

—¿Y tú no? —Pregunté echando cizaña— ¿Tú no disfrutaste tocándome? !EH! Porque bien que la polla se te puso bien dura, y hasta jadeabas más que yo.

—Eres un maricón, cuentas como una tía. —Se encogió de hombros. Me inmuté— No es mi culpa que la pitón se despertara, es culpa tuya. Por tu manera de gemir, y tu apariencia de tía masoquista. Era como tocar a una tía ¿Y quién no se empalmaría así?

—¡No soy una tía! ¡Soy un jodido chico, y te has aprovechado aún sabiendo eso!

—Eres un marica, y se acabó. —Sentenció— Y ya he conseguido lo que quería, como siempre he ganado.

Me indigné, había tocado mi punto débil, literalmente. Me lo había tocado todo, me sentía usado y humillado, asqueado. Pero... pero yo también había pillado el punto débil de Tom. No sabía por qué motivo, pero había pillado qué cosa lo ponía vulnerable, luego tendría que averiguar por qué. Pero ahora no dejaría que se saliera con la suya así sin más.

—Pues no deberías sentirte tan orgulloso al respecto —Comenté empezando a andar, quité el pestillo y salí del cubículo, Tom volteó a observar como me alejaba, en silencio— Has logrado lo que querías... ¡Felicidades! —Ironicé— Pero lo has hecho a costas de un abuso —Volteé cuando llegué a la puerta del baño y la abrí para salir completamente. Tom me observó con la mandíbula apretada, al igual que su puño. Y Sonreí con malicia— Si antes no podías dormir por un motivo, veremos si ahora puedes hacerlo, sabiendo que eres un abusador sexual... ¡Un violador!

Cerré la puerta del baño, y me alejé del lugar. Sonreía conforme y me dirigía al aparcamiento dónde estaba el coche de Tom, tuve que esperarlo ahí porque él debía llevarme de nuevo. Quería ver que cara me ponía a partir de ahora, porque las tornas de juego habían cambiado. Me recosté por su coche, dejando la muleta a lado, saqué un cigarro y me lo llevé a la boca, lo prendí y disfruté la primera calada, aunque no más que todo lo que había pasado en el baño. Sabía que Tom tardaría en llegar, porque lo último que vi de él fue que se volvió nuevamente hacia el váter, echando la pota sonoramente, por decirle que era un violador. Por supuesto que no lo era; no, no lo era, pero a partir de ahora lo volvería loco con ese hecho, ahora sería yo quién sacaría provecho de la situación y se lo haría creer eso para devolverle todas las humillaciones que me había hecho pasar, incluido lo de las fotos. Se lo sacaría en cara siempre que quisiera golpearme, y me burlaría de él.

De repente ya no me interesaba volver a entablar una amistad con él, porque esto se sentía mejor que volver a ser su amigo. Aunque, por otro lado, si fuéramos amigos de nuevo... ¿Volveríamos a retomar nuestro pequeño juego?

Me sorprendí por pensar aquello, perdiéndome en mis pensamientos, y me negué a mi mismo por imaginarme eso. ¡¿Qué coña estaba pensando? ¿Por qué querría hacer eso? Creo que el que se estaba volviendo loco no era Tom, sino yo, porque estaba más que claro que él no era un violador como se lo había hecho creer, no.

Y entonces todo rastro de satisfacción y sonrisa desapareció de mi ser, para ser suplantado por nervios y dudas.

De repente encontraba cuestionándome sobre mis propios principios y gustos, porque mi ex mejor amigo y propio acosador, me había tocado lascivamente por segunda vez... y me gustó.

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