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GUARDAESPALDAS por JALIEN

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—Me alegra que hayas venido.
 
—Sí, como sea ¿Qué quieres? —Pregunté, adoptando una pose de indiferencia en mi asiento, éste era muy cómodo a decir verdad, pero ni la mismísima seda que lo forraba hacía que bajara la guardia con éste tío capullo en frente. 
 
—¿Quieres pedir algo? —Me ofreció con un tono amable. ¿Amable? Más bien lo definiría como hipocresía en su estado puro.
 
—Ve al grano ¿Que quieres? —Volví a preguntarle, entrecerrando los ojos. Asco... eso era lo que sentía con esa cara de gillipollas que me ponía, queriendo aparentar inocencia, con esa falsedad en sus labios esforzando un intento de sonrisa.
 
Gordon nunca se había llevado bien con mi padre, y por ende tampoco yo le caía muy bien. Cuando tenía cinco años había matado a mi perro Cooper, cuando le dio de comer spaguettis envenenados. A los diez no quería que Bill se juntara con Andreas y conmigo... recuerdo que en aquellos tiempos yo ya traía las rastas y él me prendió una de ellas con su mechero, cuando había salido a fumar al fondo de su casa y nos había pillado a los tres viendo revistas porno, era obvio que las revistas eran mías... o de mi padre, daba igual, pero se había enfadado solo porque le enseñaba a su hijo "imágenes que lo trastornarían", según él, y en un visto y no visto mi rasta ya estaba en llamas. Había salido corriendo hasta mi casa, seguido por Andy, y a Bill lo castigó y le prohibió volver a vernos. Claro que Bill no le había hecho caso, y a los quince, Bill, Andy y yo, habíamos hecho una especie de noche de chicos en mi casa, Bill se había escapado de la suya para asistir, fue la primera y última vez que el marica había pisado mi pocilga, y cuando Gordon lo pilló, armó tal escándalo que se había agarrado a hostiones con mi padre, que había salido a defendernos. Papá pasó esa noche en el calabozo de la comisaría, porque Gordon, por ser un tío de dinero e influyente, lo había arreglado todo para que cayera la culpa sobre mi progenitor. Un mes después los tres dejamos de ser amigos, Bill nos traicionó por no defraudar a su padre, para que siguiera dándole sus lujitos, y Andreas y yo caímos en mierda.
 
Siempre había sido un gilipollas conmigo... ¿Y ahora venía a ofrecerme una merienda y una charla? ¡Que lo den por culo! Estaba más que claro que solo buscaba algún beneficio de esto. Menudo capullo.
 
—Cuando te pedí que vinieras, creí que no ibas a hacerlo.
 
—Y casi aciertas —Comenté— Lo que menos tolero es verte la puta cara.
 
—¿Por qué has venido entonces?
 
—¿Vas a decirme de una maldita vez para qué querías hablar conmigo? —Lo miré fijamente. Solo quería que me lo dijera para poder marcharme ya. No aguantaba ver su rostro ni un segundo más.
 
—Es Bill... —Mencionó cabizbajo, con tono de preocupación en cada letra de su nombre.
 
—Ya sé que es Bill, sino no hubiese venido —Levantó la cabeza y me miró sorprendido.
 
—Después de todo... ¿Todavía lo aprecias, no? —Preguntó esperanzado. Sonreí de lado, tratando de disimular; si tan sólo supiera que lo que más deseaba era descuartizar a su hijo, meterlo en una bolsa de basura y que se pudriera ahí dentro con el pasar del tiempo. Y todo por su culpa, antes de matar a Bill quería matarle primero a él, por todo lo que nos había hecho pasar.
 
—¿Qué pasa con Bill? —Cambié de tema. Gordon suspiró ruidosamente y apoyó sus manos sobre la mesa de la cafetería, éstas le temblaron levemente, las venas se le saltaban por los nervios y su nuez bajó con un sonido extraño al tragar saliva casi forzosamente.
 
—Bill está muy raro, últimamente...
 
—Siempre ha sido raro. Tú lo has criado así...  Es tan raro, casi casi como tú, pero no te saca el puesto. No. ¡Tú eres el rey de los hijos de putas! —Me miró con el ceño fruncido, molesto, y abrió la boca para responder.
 
—¿Qué vais a pedir? —En ese momento, la moza de la cafetería hizo aparición, preguntándonos por lo que se nos apetecía, adelantándose a Gordon.
 
—Nada. Gracias —Le guiñé un ojo a la tía pelirroja, y ésta se ruborizó, sus mejillas se tiñeron de rojo, casi llegando al tono de su cabellera amarrada en una cola. 
 
No es que no quisiera, en verdad moría de hambre. Llevaba tres putos días sin comer bien, solo comía hasta satisfacerme cuando iba de visita a la casa de Andy o Georg, porque yo no tenía para darme el lujo de comer algo decente. Todo lo que ganaba, lo gastaba en la jodida universidad.
 
Mi estómago gruñó, contradiciendo mis palabras, y Gordon miró a la jovencita con una sonrisa en los labios.
 
—Dos cafés, por favor... —Pidió por ambos. La tía anotó el pedido en una libretita, y él cogió la carta que reposaba sobre la mesa, buscando con la mirada algo más— ...Un trozo de tarta de chocolate estaría bien para mí... —Eso era curioso. Bill odiaba el chocolate y sus padres morían por ellos. Desvió la vista hacia mi persona, aun con esa estúpida sonrisa— ¿Tom...? La cuenta corre por mí. 
 
—¡Haberlo dicho antes, tío! —Me relajé y le arrebaté la carta de las manos, sin cuidado. La moza giró el cuerpo hacia mí, y se dispuso a escribir la orden. 
 
¿Qué debería pedir? Había tantas opciones... no sabía por cual decidirme, todo se veía delicioso y dada mi situación yo no estaba para hacerme el delicado. Si era por mí, me comería el menú completo, pero no podía abusar.
 
No podía aprovecharme...
 
¿O sí?
 
— ...Quiero dos bollos, dos tartaletas de limón, tres muffins de yogurth y arándanos y uno de fresa, un roscón y un cupcake de vainilla... ¡Ah! Mi café lo voy a querer cargado y con esas cremas que se le echan encima, ¡ponle mucha! ¿Sí?, y con tres de azúcar. Una tarta de queso, siete churros y... ¡Ah, sí, claro! Casi lo olvido. Un batido de coco.
 
La pelirroja lo anotó con una rapidez que rayaba la desesperación, tan veloz como un rayo, incluso juraba que faltaba poco para que saliera humo de su lápiz. Y Gordon me miró con la boca abierta, absolutamente sorprendido, su piel se volvió roja de la impresión... o de los nervios, como sea, pero esa enorme vena que le sobresalía en la frente, creciendo cada vez más, era para morirse de la risa.
 
La tía volteó, para ir en busca de la orden, y le di una palmada en el trasero enorme que se mandaba, dio un gritito agudo del susto, pero enseguida me sonrió y volvió a sonrojarse, empezando a andar. Gordon se puso más rojo aún de la vergüenza por mi acto, y se tapó la cara con una mano.
 
—¿Tú comes, Tom? Digo... ¿Comes bien? ¡Porque me dejarás seco al salir de aquí! ¿Es necesario que pidieras todo eso?
 
—Sí.
 
—¿Pero te lo vas a comer todo?
 
—Sí.
 
—¡Arg! ¡Como quieras! —Gruñó.
 
—Sí.
 
Me lanzó una mirada de filo, y le sonreí de oreja a oreja, por el simple placer de molestarlo. Claro que no se quedaría seco, ¡si el tío estaba forrado de pasta! Solo era un tacaño, y de los peores... Ni que hubiese pedido tanto.
 
—¿En qué estábamos? —Le pregunté.
 
—Escucha, Tom. Seré directo porque no cuento con demasiado tiempo.
 
—¡Eso es lo que he querido desde que llegué! ¡Anda, tío! ¡Escupe la sopa!
 
—¿Escupe la so...? —Parecía no entender.
 
—¡Que hables, tío! Soy todo oídos... Aunque pensándolo bien, soy más rastas que persona, pero también sé escuchar, ¡ya sé! Un oído con rastas..  ¡Un rastaído!
 
La vena de la frente estaba a segundos de estallarle. Por supuesto que yo disfrutaba de la situación... Merienda gratis, un gilipollas a quien colmarle la paciencia, la preciosa vista del tremendo culo de la tía ¿Qué podía ser mejor? Solo quería provocarlo y cuando se lanzara por mí, yo actuaría y le cobraría por todos los años que me hizo pasar mal cuando era un crío.
 
Sin embargo, cerró los ojos, respiró profundo y tras un largo suspiro, la vena se achicó. Tronó los dedos de sus manos y luego de un escaso silencio, habló por fin.
 
—¿Tú sabes que le anda pasando a Bill?
 
—¿A qué te refieres?
 
—Él ha estado algo... deprimido, desde que entró a esa universidad —Comentó— Y aunque intenta esconderlo, yo sé que lo andan molestando... —Su vista se fijo de repente únicamente en mis ojos, como si sospechara algo— ...Empieza a usar maquillaje con la excusa de querer parecerse a uno de sus ídolos del rock... —Reprimí una carcajada. ¡Sería tan imbécil si pensaba que alguien podía creerle esa mentira! ¡Bill no podía ser más burro!— ...pero sé que solo oculta sus golpes. A veces cojea y dice que se ha lastimado haciendo deportes ¡Pero todos sabemos que odia los deportes y que no los practica! Y aunque le gustara... él no puede hacerlos —Suspiró con los ojos cerrados, y cuando los abrió, se inclino hacia el frente, con rapidez y con los puños cerrados, golpeando la mesa, que tembló por el pulso— Alguien lo está acosando...  ¿Verdad, Tom?
 
¿Acaso lo sabía? ¿Sabía que ese alguien era yo? Si Bill se lo había contado, iría y le cortaría el pito por chismoso.
 
—¿Acosando...? —Pregunté cuidadoso. Tragué saliva disimuladamente y jugueteé con mis dedos bajo la mesa, para calmar la tensión.
 
—Eso es lo que sospecho... ¿Tú sabes algo?
 
—No lo sé —Divagué— ¿Por qué tendría yo que saberlo? —Intenté parecer lo más indiferente posible.
 
—Tengo entendido que Bill y tú erais buenos amigos de críos... Tú y el otro chico, el rubio, Anthony... Adler... Angel...
 
—Andreas —Le correjí, borde.
 
—¡Sí, ese! Andreas... —Repitió meneando la cabeza, con una mueca. Andy tampoco le agradaba.
 
—¿Qué hay con eso? Sí, lo eramos, mas ya no. Has logrado lo que tanto querías —Sonrió ante mis palabras, como recordando todo lo que había hecho para separarnos.
 
—Y ahora entráis a la misma universidad, y seguís la misma carrera, los tres.
 
—Así es... —Asentí. ¿A qué iba con todo esto?
 
—Si vosotros sois compañeros, entonces sabéis quien lo acosa.
 
—Negativo —Mentí— Nosotros ya no sabemos nada de Bill, más que verle la cara de marica todos los días —A Gordon no parecía hacerle gracia el oír aquel adjetivo hacia su hijito adorado, sin embargo no se inmutó.
 
—Tom... si te he citado aquí fue para proponerte algo.
 
—Escupe la sopa —Dije sonriendo y él rodó los ojos.
 
—No sé qué motivo hayáis tenido vosotros para separaros y ya no ser los buenos amigos que erais antes.
 
—¿Ah, no? ¡No mientas capullo! ¡Si lo sabes perfectamente!
 
—Vale, vale... Sí lo sé, pero... ¿Que tal si volvéis a ser amigos de Bill?
 
Fruncí el entrecejo ¿De que iba? ¡Este tío estaba chalado si pensaba que alguien querría ser amigo de un maricón y traicionero como su hijo! ¿Yo? ¿Amigo de Bill, otra vez? Ni de coña...
 
Al menos no estaba enterado de que era yo quien lo golpeaba, de otro modo no me lo habría propuesto y me demandaría a la primera.
 
—Oye, Gordon... ¡Deja las drogas tío! ¡Son muy malas! Te lo digo por experiencia... mira nada más a mi padre, era un drogadicto y ahora está tres metros bajo tierra.
 
—¿Qué?
 
—Tú llevas casi toda la vida queriendo separarnos a los tres, y cuando eso se da ¿vienes y nos pides que volvamos a ser amigos?
 
—Es por Bill, tiene problemas y...
 
—Pues ahora apañaos los dos sólos ¡Pringados!
 
—Pero no puede... es un problema gordo. ¡Si vieras como llora cada noche!
 
—Mira, tío... No sé qué problemas tenga Bill, pero ten la seguridad de que me importa tanto como cuántos pedos se haya tirado en la vida —Me encogí de hombros.
 
—Tú y Andreas sois unos chicos rudos... Si Bill se juntara de nuevo con vosotros...
 
—¡Jajaja! ¡Ya lo he pillado! Lo que tú quieres no son amigos para Bill. Sino unos gorilas para protegerlo —Posé mis manos sobre la mesa y me levanté, haciendo que la silla lanzara un chirrido molestoso— ¡Eres un capullo, Gordon! ¿Lo sabías?
 
—¿Pero... qué? —Parpadeó varias veces sin comprender.
 
—¿Tú no te enteras que Bill es un hombre, y no una tía? —Apreté los puños sobre la mesa y él tragó saliva en un intento por mantenerse calmado— ¿Porque sabes que es un hombre, no? ¡Que tiene polla y no un coño! —Yo ya bien que lo sabía, lo había comprobado esta mañana en el baño de la uni— Aunque no me sorprendería que no lo supieras.
 
—¿De qué hablas, chico?
 
—¡De que no tienes ni puta idea de quién es tu hijo! Tú no lo conoces, no sabes nada de él. Solo te empeñas en criarlo de una manera que se calificaría como "perfecta" ante los ojos de la gente con dinero, como vosotros... ¿Te preguntaste alguna vez si Bill quería eso? —Gordon pareció pensárselo y se levantó también, quedando a mi altura.
 
—Todo lo que hago es pensar en su bien.
 
—¿En su bien? ¡Ja! ¡No sabes lo bien que le hace que lo malcríes de esa manera! —Dramaticé— Porque lo has malcriado por si no te has dado cuenta. Ropitas de última marca, y no la usa. Auto del año, y no sabe conducir, pagar a los profesores para hacer que aprobara el examen cuando no lo había hecho...
 
—¿Y tú como sabes todo eso? —Preguntó. Me lo pensé por un segundo, mientras volvía a sentarme a la par que él. No podía decirle que veía a Bill todos los días desde la ventana.
 
—Pues... porque somos vecinos. Siempre lo oigo todo desde casa. Desde sus berrinches y caprichitos, hasta vuestras peleas entre Simone y tú —Le sonreí con malicia, él tragó saliva, avergonzado— Mira... señor... —Me referí hacia él— Toda la vida has criado a Bill como si fuese una tía. ¡Que es tío, joder! ¡Deja de solucionarle sus problemas! ¡Deja que aprenda a enfrentarlos él solo! Mira... si le acosan en la jodida universidad es por la jodida manera en que le has criado.
 
—¡Entonces sí lo acosan! ¿Y tú sabes quién es? —Jugueteé con el piercing de mi labio, para evitar la risa ante su pregunta.
 
—He oído hablar de ese tío... Dicen por ahí que es un chucho, un delincuente, ¡Un drogadicto al que le gusta desmembrar a sus víctimas y vender los órganos para conseguir más drogas!
 
—¡Madre mía! —Se llevó las manos a la boca.
 
—Sí... ¡Madre mía! —Lo imité— ¡Fíjate nada más tú! Es un tío grande y fuerte, como de unos dos metros... podría aplastar a Bill solo con las manos. Y he oído por ahí que quiere cortarle el pito porque tu hijo se comporta como una mariposa maricona.
 
Gordon tragó saliva y se puso verde ante lo que había escuchado, juraría que estaba a punto de echar la pota.
 
—Tom... Por favor ¡Ahora con más razón quiero que cuidéis de mi Bill!
 
—Yo paso, y estoy seguro de que Andy tampoco querrá después de todo lo que Bill y tú nos habéis hecho —Me encogí de hombros— Deja que Bill enfrente sólo sus problemas, o nunca aprenderá a ser un hombre de verdad.
 
—Tom... Te lo ruego, como un padre preocupado por su hijo.
 
—Eso debiste pensarlo antes de criarlo como mariquita... y antes de haber hecho que se alejara de sus únicos amigos.
 
—Por favor...
 
—Ya he dicho que no.
 
—Él necesita de alguien que lo proteja. Necesita amigos como vosotros —Sus ojos comenzaron a humedecerse y parpadeó varias veces para eliminar todo rastro de lágrimas.
 
—¡Que se consiga amigos nuevos él sólo! ¡Que se proteja él sólo!
 
—¡No puede!
 
—¡Sí, sí puede!
 
—¡QUE NO! —Gritó volviendo a pararse y pegando la mesa de súbito, llamando la atención de toda la cafetería. Cerró los ojos por unos segundos y murmuró algo que pude oír perfectamente y mi expresión indiferente se esfumó— Bill... mi Billy está enfermo, Tom... Él... está mal del corazón. Si algo realmente fuerte llegara a pasarle... le daría un paro y...
 
—Y moriría —Terminé la frase por él. Eso yo no lo sabía. Pero para ser sincero, me pasaba por la punta del rabo como que si moría mañana mismo. Como lo había dicho antes... Verlo bajo tierra era lo que más ilusión me haría.
 
Ahora todo tenía sentido. Ahora todo cuadraba a la perfección. Lo criaba de esa manera tan delicada para evitar que le diera un infarto. Le entendía, ahora sí que le entendía, pero eso no cambiaba el hecho de que lo había vuelto un maricón a causa de sus cuidados excesivos, y que nos había separado.
 
Lo seguía odiando de todas formas.
 
—Él no lo sabe, y no quiero que lo sepa —Mencionó, bajando la cabeza. Sus lágrimas descendieron hasta chocar contra la mesa y deshacerse sobre ella, mojándola. ¡Qué crío! — ...Quiero evitar que se preocupe por eso.
 
—Entonces... ¿No va a saberlo nunca? —Me convenía que no lo supiera, si se enterase podría acusarme o algo, y ya no podría divertirme con él. Si él seguía creyendo que estaba al cien, seguiría aguantando y haciéndose el machito, sin embargo, si se enteraba podía denunciarme o pedir una orden de restricción, y seguiría comportándose como mariquita..  ¡Yo solo hacia una labor social! ¡Que se volviera un hombre de verdad!
 
—No quiero que lo sepa —Dijo, y apreté los labios para disimular mi satisfacción— Por eso quiero que cuides de él... —Eso dejó de hacerme gracia.
 
—¡Ni hablar! ¿Qué pasaría si un día muere y me culpan por ello? —Me levanté de la silla, y él me analizó. Porque si Bill muriera la mayor parte, por no decir toda, sería mi culpa, yo he estado acosandole desde que había comenzado la universidad, hacía tres meses, y ahora solo quería librarme si llegara a pasarle algo— ...Esté o no enfermo, así sea que esté delirando, yo no quiero tratos con Bill. No volveremos a ser amigos, eso es fijo.
 
Di media vuelta con la intención de irme y Gordon se apresuró a hablar.
 
—¡Te pagaré! —Medio gritó y me volví a mirarlo, sorprensido. Parecía ser que no pensaba dejarme ir hasta que obtuviera una respuesta a su favor.
 
—¿Perdón?
 
—Te pagaré... para que seas su amigo, otra vez —Me desconojé en su cara y me apoyé a la mesa. Él seguía con la misma posición de antes, echando lágrimas. 
 
¡Eso era una locura! Antes me quemaba el cabello para que dejara a Bill, ¿y ahora se ofrecía a pagarme por estar cerca? ¡Estaba chalado de narices! Jamás lo hubiese creído si alguien me lo hubiese contado. Nunca hubiese esperado algo así viniendo de Gordon... ¿pagar a una persona para hacerse pasar por amigo de su hijo? ¡Flipante! 
 
Nunca se esperaba nada de él, sin embargo siempre lograba decepcionar a todos...
 
—Por más necesitado de dinero que yo esté, la amistad es algo que nunca podré darla a cambio de pasta —Siguió observándome con detenimiento, sus labios le temblaban levemente al igual que sus manos—  Eso no se puede comprar, Gordon... eso es algo que la gente pija como vosotros nunca lo vais a entender. 
 
—Pero...
 
—¡Ni aunque me pagaras un pastón! ...Yo no me vendo, tío. Así de simple. No vendo mi amistad —Me encogí de hombros. Sonrió de lado y lanzó un suspiro ruidoso, mientras se secaba las lágrimas, su rostro cambió por completo, tornándose sombrío.
 
—¿Y si no se tratara de una amistad?
 
—¿Hmm? —Mi semblante se volvió confuso.
 
—Y si... ¿Y si se tratara de un trabajo?
 
—...Escupe la sopa —Solté luego de analizar la situación. Eso cambiaba las cosas. Un trabajo de más me caería como anillo al dedo.
 
¿Qué podía pasar? Un trabajo nunca era malo...
 
—¿Y si te contratara para que... cuidaras de Bill?
 
—¿Cuidar? ¡JAJAJA! ¿De qué exactamente? —No podía ocultar la gracia que me hacía. Mi sonrisa resplandecía incluso más que mi piercing del labio... ¿trabajar cuidando a Bill? ¡Pero si era yo mismo quién lo acosaba! ¡Eso era de locos!
 
—Quiero que estés con él las 24hs... Que lo lleves y lo traigas de la universidad, que lo protejas si alguien quiere meterse con él... Y, si Bill quiere salir, que vayas con él a todos lados...
 
—¡No te pases, tío! ¡No seré la chacha de tu hijo!
 
—Ochocientos euros —Ofreció.
 
—Ni de coña... Mejor buscate a otro.
 
—No conozco a otra persona que haya estado tan cerca de Bill, por tantos años, como tú. ¡No dejaría a mi hijo en manos de cualquier loco! —Se río.
 
—¡JAJAJA! —Me reí con él. No tenía ni la más mínima idea de que eso era exactamente lo que estaba haciendo.
 
—¡Novecientos euros!  —Dijo ésta vez. Me lo pensé.
 
—...Pero solo lo protegeré en la uni, no lo llevaré ni lo traeré, ni lo cuidaré en los demás sitios —Le respondí, cruzado de brazos.
 
—¡Mil quinientos euros! Y harás todo lo que te he dicho... —Atacó con sus palabras. Tragué saliva con los ojos desorbitados, boquiabierto. ¡Eso era un pastón! ¡Jamás había pensado qué alguien de mala muerte como yo, pudiera obtener semejante peculio a costas de un tío marica! Respire hondo y forcé un semblante de indiferencia, aunque aquello de verdad me podía.
 
—Haré lo que pueda... —Asentí levemente — ...pero no estaré a su disposición las 24hs ¡También tengo una vida!
 
Gordon sonrío, conforme. Levantó la mano y me la tendió, para sellar el trato. 
 
Yo también sonreí, pero no por el dinero que ganaría cuidando el culo del mariquita, sino por lo irónico que me parecía que Gordon me pidiese ayuda, sin saber que era de mí de quién Bill tenía que cuidarse. ¡No sabía con quién estaba tratando! 
 
Sonreí por los miles de pensamientos que se me cruzaron en la cabeza... Podía aprovecharme de la circunstancia, porque, me importaba mil coños que Bill estuviera enfermo, mientras más acercamiento tenía a él podría cobrarle la traición de estos años, y, ya que sería yo quién supuestamente lo cuidaría, nadie sospecharía de mí, y terminarían pagándome por eso... ¡Había conseguido el mejor trabajo del puto mundo!
 
Después de todo, el marica me serviría para algo.
 
Estrechamos las manos y en ese instante, la moza, la tía pelirroja, apareció con nuestro pedido en bandejas, y los situó delante de nuestras narices. Gordon y yo nos soltamos las manos y nos sentamos a disfrutar de las delicias... Esa tarde comí como un rey, y estaba seguro de que no sería la última vez. Con lo que ganaría podría hacer un festín todos putos días y pagarme la universidad ¡Tenía la vida resuelta! Y todo gracias a Bill... ¿Tendría que agradecerle? Probablemente sí, pero como él no debía enterarse de que lo cuidaba, tenía que agradecerle de otra manera. Tal vez con menos golpes, o... de nuevo una paja, porque eso lo disfrutaba más.
 
Sí, una paja estaría bien para él.
 
Gordon sonrió, aliviado por contratarme.
 
Y yo sonreí por dos razones:
La primera; había recordado la foto que le había tomado a Bill, luego de lo ocurrido en el baño. Todavía tenía pendiente lo de enviar esas fotografías a toda la universidad.
 
Y la segunda; porque no podía creer lo que estaba a punto de hacer. Jamás hubiese imaginado siquiera que yo, el mismísimo Tom Kaulitz, protegería al esqueleto amariconado de Bill Trümper. Sin embargo lo haría, y solo por un motivo.
 
Por dinero. Porque no había algo que adorara más que eso.
 
¿Guardaespaldas, solo por dinero? Claro... ¿por qué más querría cuidar yo de ese mariquita? Si me importaba una mierda que Bill estuviera mal del corazón.
 

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