La vida es todo menos dulce
03
Atena en alguna ocasión le dijo que la única forma de encontrar el equilibrio en el ser interior, era dejar fluir todas las partes de nuestro ser, sin embargo, Saga no estaba muy seguro, no cuando tal furia se apoderaba de él. La locura que estaba comenzado a sentir le recordaba su infame yo del pasado. "Arles", cada día temía por su nueva aparición, que su psique perturbada y destrozada llegara a un punto donde su voluntad y valores como caballero quedaran enterrados por sus instintos y deseos más viscerales.
Saga se maldijo así mismo, era un imbécil enamorado de lo prohibido, de alguien que no lo veía más que una sombra de un pasado turbio y calamitoso. Kanon apenas solía hablarle, las conversaciones que mantenían eran más bien escuetas, y Saga lo sabía, las heridas seguían frescas, sin poder cicatrizar. Su renuencia y el sufrimiento autoinfligido con su entorno y con Kanon eran la prueba. No se acercaría, no de forma directa, lo había intentado y el destino había jugado con su cordura. La imagen de Milo acurrucado contra Kanon invadió nuevamente su cabeza. Saga tapó su rostro con una de sus manos, era un miserable, lo que sentía por Kanon no era natural, no debería colocarse celoso por los encuentros amorosos que su hermano pudiera llegar a tener, pero....no podía, lo necesitaba, Kanon era ese pequeño y dulce escape que le ayudaba a soportar ese agrio mundo, aunque fuera solo con su presencia. La frustración carcomía cada parte de Saga, su cama hecha un desastre no era más un maldito estorbo. Saga se levantó del lecho donde había estado sentado, con una mueca de cólera en el rostro, Saga volteó el colchón y las colchas que lo cubrían, la lámpara que yacía sobre su mesita de noche fue a parar al suelo, quebrándose la ampolleta y desparramandose los cristales sobre el suelo. Los ojos de Saga se desviaron hacia los pequeños trozos de cristales, y la sensación del dolor sobre su carne se cernió como una idea iluminadora sobre su razón. El dolor solía ser la distracción que embotaba su mente y evitaba que se perdiera aún más, así solía ser en el pasado. Una verdad que nadie más conocía. Saga frotó sobre la manga de su camisa, recordando las cicatrices que se escondían bajo ellas. ¿Era tanto el dolor como para volver a su auto destrucción pasada? Sin pensarlo demasiado y casi hipnotizado tomo el trozo de cristal más grande, observándolo con cautela e indecisión de su parte. Saga tragó grueso. Si caía, no saldría con facilidad de ese abismo.
Agrio y doloroso, Saga se aborreció así mismo y todo lo que era. Kanon nunca lo querría de esa forma, él mismo no se quería, por qué su gemelo lo miraría como algo más. Saga recordó las muchas veces que se había masturbado pensando en Kanon, en como se había acariciado pensando en esa persona que amaba como nadie, y en como todo eso no era más que una fantasía.
Definitivamente el mundo no estaba hecho de ilusiones, sino de realidades agrias que amargaban el alma.
Saga tiró al suelo el cristal, negó, no era momento para caídas y depresiones, quizás y solo quizás podía llegar a Kanon, aunque solo fuera para obtener una sonrisa falsa que alimentara sus pocas esperanzas.
El mundo era agrio, pero los sueños eran dulces y sin costo.