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Sonrisas Destinadas por 1827kratSN

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El quitón era lo más difícil de ponerse, al menos eso pensaba cierto jovencito castaño que se preparaba para la fiesta de esa noche. La prenda era nueva, hecha a mano por su tía, la sacerdotisa, pero estaba tan bien hecha que no sabía cómo sujetarla con el broche en su hombro, hasta estaba considerando hacerle un nudo solamente y salir así.

 

 

—¿De nuevo sin poder vestirte, Tsu-kun? — sonreía mientras invadía el cuarto de su hijo

—Mamá — imitaba el gesto ajeno mientras sujetaba las telas y el broche — ¿me ayudas?

—Siempre que mi pequeño lo necesite

—Ya no soy tan pequeño, mamá — protestaba con un leve puchero

—Es cierto, ya tienes quince años — sonreía mientras con paciencia ataba el broche, las telas y daba los últimos arreglos al quitón de su niño — y eres el jovencito más hermoso entre todas estas deidades

—Mamá — se reía sutilmente — deja de decir eso o me la creeré

—Ara, ara… pero sólo digo lo que todos comentan — se sentaba en la cama de su hijo y palmeaba el lugar a su lado para que el castaño se acercara. Con una sonrisa, Tsuna lo hacía, y posaba su cabeza en el hombro de su madre — yo no te mentiría

—Lo sé — suspiró mientras veía las sedas que ondeaban en las ventanas de su habitación — mamá… ¿cuándo podré bajar al mundo humano? — era buena oportunidad para decir aquello porque cuando estaba su padre el tema se cortaba de inmediato

—Cuando seas mayor y sepa que estarás bien

—Pero tengo curiosidad

—Lo sé — sonrió mientras acariciaba la cabeza de su retoño — pero me temo que tu madre no quiere que la abandones

—Jamás lo haría

—¿Me lo prometes? — con leve tristeza cerraba sus ojos y sentía como su hijo la abrazaba

—Lo hago

—Entonces, Tsu-kun — apretó sus labios antes de seguir — nunca te enamores... nunca lo hagas

—¿Eh? Pero, ¿no es normal que lo haga? — elevó sus cejas con extrañeza

—Lo es, pero quiero ser caprichosa e impedir que eso suceda… porque no quiero que me abandones, Tsu-kun — trataba de mantenerse serena al pedir algo de esa índole, pero tenía sus motivos

—Jamás te dejaría sola, mamá, por eso — el castaño se separó de su madre y sonrió — por eso no me enamoraré. Si así puedo estar con mamá y protegerla, jamás la haré — inocencia en su promesa, brillo en su mirada, calidez en su toque

—Eres lo más hermoso que tengo, Tsu-kun — besó al frente de su niño y suspiró aliviada — nunca lo olvides

—Orégano jamás te volverá a hacer daño, mamá — hablaba con seriedad — yo no la dejaré

 

 

Quedarse quieta no era la habilidad de una diosa como aquella, por eso, durante años, tanto Iemitsu como Nana habían sufrido afrentas con Orégano. Aquellos duros encuentros desencadenaron en que el pequeño castaño se sintiera responsable por la protección de su madre, ya que, por aluna razón, Orégano nunca le hacía nada a él. Tsuna aprovechaba esa característica en pro de su progenitora, no era idiota como para dejar de lado aquella ventaja, eso siempre y cuando no afectara a alguien más.

El noble corazón del chico era su cualidad más resaltante, incluso el enemigo lo reconocía, tal vez por eso nadie podía hacerle daño a ese pequeño. Quien lo lastimara debía ser el ser más oscuro como para atreverse, de eso todos estaban seguros

Con emoción, el castaño tiraba de la mano de su madre para poder divertirse un poco antes de que el primer invitado llegara porque en esa fecha, como cada doce meses, se celebraba una reunión a la que la mayoría de dioses asistían. Era divertido, Tsuna lo disfrutaba mucho, ya que era uno de los pocos días en donde podía ver las habilidades variadas de los que consideraba su familia, de conocer anécdotas y poder disfrutar de interactuar con los demás. El resto del año, él no podía salir mucho fuera de ese castillo, no lo hacía solo y por sobre todas las cosas… jamás… nunca pudo siquiera ver de cerca el mundo humano. Mas, Tsuna evitaba quejarse porque en el fondo sabía que sus padres lo estaban protegiendo de algo que él no necesitaba saber

Sus tíos le daban obsequios variados, lo tomaban como objetivo para mimos y jugarretas, le enseñaban a manejar las habilidades que con el paso del tiempo fue descubriendo. Saludaba a todos con una sonrisa, y como siempre, esperaba pacientemente a que su tía, la favorita, aunque no lo dijera en voz alta, llegara. Adoraba a su tía porque ella le daba una probadita de lo que su existencia necesitaba. Luce siempre le permitía compartir visiones sobre cualquier humano y le enseñaba cada cosa que él deseara saber, aunque eso lo hacían a escondidas, manteniéndolo como un pequeño secreto.

Un dios jamás debía ser enjaulado en las nubes, jamás debería ser impedido de forjar su vida y destino, jamás debería ser engañado como lo era Tsuna, por eso Luce hacía eso… dejarle ver a su pequeño sobrino la realidad de los humanos que los idolatraban

 

 

—Alguna vez tú también tendrás una estatua como esa y por medio de ella te contactarán

—Es enorme — Tsuna señalaba la imagen que se vislumbraba sobre el agua del jarrón que usaban en esa ocasión para mirar las tierras lejanas a las nubes, era la figura representativa de su padre —  pero no sé cómo conseguir que los humanos me hagan una

—Tal vez no sea necesario — susurró para luego sonreír — ya sabes que debes ganártela

—Eso suena complicado

—Dioses jóvenes lo han logrado, ¿por qué tu no?

—Porque yo no he hecho nada por ellos… ni siquiera he pisado sus tierras — tristeza reflejada en esa mirada chocolate, eso era una de las pocas cosas que lastimaban a Luce

—Pero lo harás — sonrió antes de acariciarle los cabellos — y cuando eso pase, descubrirás muchas cosas… Con el tiempo lograrás ser reconocido por ellos, Tsuna

—Sabes tía — sonreía mientras inmediatamente se quitaba aquella melancolía — me conformaría con que sólo unos pocos me reconocieran como su guía

—¿Eso por qué? — Luce admitía que la madurez de su pequeño sobrino la asombraba de sobremanera

—Porque no necesito la adoración de todos, sólo de los que yo pueda ayudar

—Estás listo entonces — Luce besó la frente de Tsuna con amor infinito — estás listo para todo

—¿En serio?

—Sí… es más — respiró hondo porque desde ese momento empezaría su labor — vamos… creo que podré convencer a tu padre para dejar que me acompañes a dar un paseo

—¿Y a dónde iremos?

—Es un secreto — reía con dulzura… ya era tiempo

 

 

Una sacerdotisa estaba destinada a ver el futuro, a predecir las cosas para los que necesitasen o para quien les ofreciera algo a cambio. Luce era una de ellas, sin embargo, tenía esa habilidad debido a un castigo impuesto desde su nacimiento ya que su creación, al igual que la de Tsuna, no fue dada bajo buenos términos. Quien la condenó no fue Orégano y tampoco le interesaba saber el nombre de su ejecutor pues no había remedio para su mal. Luce no le guardaba rencor a la diosa, pero tampoco estaba su favor, por eso, lo que ella hacía era en pro del destino que debía ser trazado.

Para una sacerdotisa que tiene el don de la profecía, cumplir o ayudar a que se cumpla con los designios era lo esencial, era su deber obligatorio; fuera bueno o malo, lo hacía. Luce nunca estuvo de acuerdo con las privaciones que Iemitsu le dio a Tsuna incluso si fuera para protegerlo, por eso, en ese mismo día en donde todos estaban distraídos con el festejo insano en base de ambrosía, decidió dar el primer empujón para que sus visiones se cumplieran

Tomó la mano de Tsuna, se alejó de todos, sonrió en complicidad con su sobrino. Ya le había advertido a Iemitsu para que dejase de intentar ir en contra del destino y por eso no se dio ni siquiera la molestia de avisar sobre lo que haría. Su sobrino estaba feliz mientras caminaban hasta el ala más alejada de aquel lugar, incluso saltaba o tarareaba debido a la emoción. Con obediencia Tsuna cumplía las órdenes dadas por Luce porque confiaba en ella. La sacerdotisa, por su lado, sonreía al terminar con el portal que los llevaría a un enorme pastizal y sin más… tomó la mano de Tsuna y se fue. Así de simple, se fue, aunque regresaría cuando fuese adecuado

La sonrisa brillante de Tsuna cuando pisaron suelo mortal fue lo más hermoso que Luce tuvo la dicha de ver en toda su vida. Inocencia, emoción, felicidad e ignorancia reflejada solamente en el grito estridente que Tsuna dio al pisar tierra humana y por primera vez ser capaz de sentir las cosquillas producidas por hierbas que crecían en medio de un prado que parecía infinito y se extendía hasta el horizonte. Luce sonreía mientras caminaba a paso lento detrás del castaño que tocaba cada ser vivo que encontraba, desde una pequeña flor, hasta un ave que de pronto acudió a su llamado en forma de silbido o un intento de este.

 

 

—Me siento en casa — suspiraba mientras extendía sus manos al cielo

—Eso es maravilloso — Luce tomó la mano de Tsuna y empezó a caminar en una dirección concreta — hoy veremos el río, el bosque, los animales que lo habitan y regresaremos

—Está bien

—¿No reclamarás?

—¿Por qué he de hacerlo si me has dado el regalo más impresionante de mi vida, tía Luce?

—¿De nada? — reía satisfecha. Nada podría evitarse a partir de ese punto

 

 

Los escapes empezaron desde ese día. Sin autorización alguna, sin ser percibidos por alguien, sin detenerse porque la curiosidad del pequeño era más grande que su insano miedo por defraudar a su madre. Tres, cuatro, diez, veinte veces en las que los descubrimientos se hacían cada vez más impresionantes, siendo dos momentos los más importantes en la historia de aquel dios que aún no tenía su tarea designada en el mundo humano. Dos que Luce apreció de primera mano y que silenciosamente protegió, porque su deber era forjar el destino en el tiempo preciso… su obligación era quitarle el exceso de poder que su hermano tenía sobre su propio hijo

 

 

—Nunca te había visto por aquí — una mueca de extrañeza en conjunto con molestia

—Es porque casi nunca paso por estos lugares — una sonrisa espléndida

—Cómo fuere… soy un ente libre y no me interesa interactuar con los demás

—Entonces eres como yo

—Si no lo pudiste percibir a primera vista, eso demuestra tu incapacidad

—¿Quien dijo que no lo percibí? — una risita baja que caló en lo más profundo de aquella otra persona

—¿Cuál es tu nombre?

—Tsunayoshi, pero puedes decirme Tsuna — espléndida aura llena de pureza — es un placer conocerte

—Hum/Je… eres demasiado formal… herbívoro/niño

 

 

Continuará…

 


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