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Siberia recognizes his beauty. por Bombagrash

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Notas del capitulo:

Hola, gracias por sus comentarios, los espero con ansias. 

 

1

 

Mateo le hacía reír, no podía negarlo.

A pesar de lo molesto e inoportuno que era, siempre terminaba sacándole una sonrisa por sus ocurrencias y sus sugerencias tontas, intentando tocar más de lo que podía.

-          ¿Entonces vas?

E insistía, casi rogándole que vaya a su casa a ‘estudiar’ la programación de un software de diseño, dando argumentos tontos y pobres para convencerlo.

-          ¿Sí sabes que somos de diferentes carreras?

-          ¿Y?

Continuaba caminando tras él, mientras el castaño ya empezaba a desesperarse, buscando su cajetilla de cigarros, listo para encender uno y desaparecer como el humo, pero de la vista de Mateo.

-          Mateo, deja de perseguirme, por dios.

-          ¿Tengo que ser jugador de rugby entonces?

Eso sí le provocó una corta risa, sincera sin embargo.

Esos celos cómicos y el sarcasmo bajo su pregunta, sabía que lo hacía adrede, para hacerle reír.

Se le acercó entonces, con su gatuno andar, vertiendo el humo del cigarrillo al interior de los labios ajenos, sensual y cuidadoso, culminando con una sonrisa.

Sus manos repasaron los hombros fuertes, sosteniéndose, aprovechando la cercanía para disfrutar un poco de esa firmeza que él no tenía.

-          Nos vemos, Hayashi.

Cuando Aqyan caminaba luego de haber conseguido su cometido, todos lo sabían. Su manera de moverse era distinta, su andar era un poco más rítmico, y su fina ceja levantada advertía dominio, moviéndose con seguridad por donde se le plazca.

Luka les había visto, aún oculto tras los ventanales del gimnasio de la universidad, sin saber qué pensamiento reproducir luego de la osadía de Aqyan, y la perplejidad que había dejado en su amigo, totalmente inmovilizado.

¿Tanta era la curiosidad y ganas de Mateo que sería posible que…se las contagiase?  

Tomó su bolso y caminó hacia el estacionamiento, nuevamente cerrando su cabeza a esa clase de ideas que lejos de agradarle, le provocaban temor.

Es decir, él es heterosexual.

Lo tenía claro. Estaba más que seguro que era así, y así debía ser. 

Necesitaba solamente pasar un poco menos de tiempo metido dentro de la universidad, quizás conocer a un par de chicas, salir más con esos amigos suyos que prometían conocer a las chicas más guapas de la ciudad.    

Una chica que le hiciera plantar los pies sobre la tierra, sobre el suelo heterosexual que debía disfrutar y vivir, porque no había más opción, ¿verdad?

Una chica que no le metiese en líos con sus amigos, que no les coquetease, y que no le haga sentirse confundido la mayor parte del tiempo.

Manejó sin prisa fuera del enorme cuadrilátero que la universidad representaba, y buscó una lista de reproducción que vaya acorde a su momento, divisando espesas nubes que empezaban a amontonarse en el paisaje próximo.

Encontró en la lista de notificaciones varios mensajes de su madre, avisándole de una importante visita para esa noche, casi rogándole que tuviese la decencia de presentarse, y que además, le interesaría mucho.

¿Qué sería ahora?

¿El nuevo grupo de socios de su padre y sus nuevos grandísimos proyectos que morían un año después de costosas inversiones?

No sabía por qué su madre se empeñaba tanto en llevar esas reuniones tan opulentas a su casa, incluso ahora en un país extranjero, llenando la entrada de autos tan únicos y caros que algunos vecinos salían a caminar sólo para disfrutar la vista.

Cosa de riquillos, como su abuelo le decía.  

Se preguntaba qué tan diferente sería vivir en un barrio más pequeño, de calles estrechas y coloridas, como el de Aqyan, por ejemplo. Sin un lugar para aparcar, o viéndose obligado a limitar el jardín a un par de maceteros.

Probablemente todo lo que decía se escuchaba a los alrededores como suaves murmullos, incluso la risa escandalosa de su hermana. Hasta ahora no le había oído reír de esa manera.

Y otra vez estaba ahí, pensando en él.

Estiró su cabello hacia atrás, suspirando largo mientras el ritmo de la melodía aumentaba, provocándole ir más de prisa, centrando sus pensamientos sólo en el camino que debía de seguir, y dejando muy atrás a un castaño de ojos azules.

Cuando llegó a casa, divisó todo tranquilo, incluso su madre que sólo estiraba las manos para observar con mejor detalle el efecto de su reciente manicura, mientras la manicurista se encargaba de embellecer la zurda.

-          Mi príncipe. Ven aquí, tengo algo muy importante que decirte.   

Luka caminó hacia ella casi arrastrándose, entre aburrido y preocupado de lo que su madre estuviese planeando ahora, besando su frente despejada y vertiendo toda su atención sobre ella, listo para escucharla.

-          Hoy vendrán los nuevos socios de tu padre.

-          Bien.

-          Los señores Santoro.

-          Ajá.

-          Ellos son una familia, como nosotros, tienen un hijo unos cuantos años mayor que tú, y una hija de tu edad.

Y sabía que era justo ahí, que tenía que empezar a retroceder. 

 

2

 

Aqyan trabajaba en una librería de la avenida principal.

Era una librería que albergaba información desde los orígenes del hombre, hasta las nanotecnologías aun en desarrollo, recargándose siempre de un público muy variado.

Y aunque su trabajo consistía en reorganizar y vender libros, era increíblemente cansado acomodar los largos pasillos de historia y cultura, encontrando libros abiertos y apenas sobrepuestos en las esquinas de los estantes.

Tomó una bocanada de aire, apretó un poco más el nudo alrededor de su estrecha cintura y se encaminó por el alfombrado pasadizo, recogiendo cuanto libro su fuerza le permitiese.

Un hombre de apariencia joven, sin embargo madura, ingresó al establecimiento, deteniéndose en la sección de colecciones infantiles, la favorita de Aqyan.

El hombre señalaba con la punta de su índice alguno que pudiese ser interesante además de colorido, sacando una caja con una colección de tres libros del estante más alto. Observó la portada y le pareció suficiente para lo que buscaba, dirigiéndose a la caja a pagar de una vez. Sin embargo en el camino, una garba silueta caminaba tambaléandose de un lado a otro con muchos libros entre sus brazos hacia su dirección, asustándolo.

-          Permíteme ayudarte, por favor.

El castaño asustado de lastimar a un cliente, intentó su último y mejor esfuerzo por mantener los libros suspendidos, rechazando la ayuda con un suave gracias. Continuó su camino, y mostró una sonrisa agradecida al hombre, escondiéndose en la parte de al fondo de los libreros. 

Luego de pagar, el hombre aún intrigado por el muchacho que se había atrevido a rechazar su ayuda, dio una vuelta más por la librería, fingiendo buscar algo más, aunque su única intención era volver a ver esa sonrisa avergonzada, y sus ojos azules enormes.

Era una fantasía, incluso con ese uniforme.

Le encontró entonces de espaldas, revisando las portadas de unos gruesos libros para acomodarlos quién sabe en qué orden en los libreros, concentrado en alinearlos correctamente.

-          Hola.

Giró con rapidez, deteniendo el carrito que cargaba el resto de libros por acomodar, sorprendiendo al cliente con su mirada curiosa y cargada de atención y servicio, mostrándose tan encantador que por un instante, el cliente no supo qué pensar.

-          ¿En qué puedo ayudarlo?

Si bien Joao, el cliente curioso, no tenía planeado qué hacer luego de encontrarse con el joven muchacho, ahora que le tenía enfrente no quiso hacer más que apreciar su bonito rostro, encontrándole incluso un poco femenino.    

-          Eh… sí, ¿Aqyan? – le preguntó señalando la placa con su nombre, sintiéndose aún más curioso de este. –Es un nombre…peculiar.

El castaño, sin saber a qué punto quería llegar el sujeto, sonrió forzado, y dejó descansar su muñeca sobre la cadera, esperándole impaciente mientas el resto de libros aún por acomodar le esperaban.

-          ¿Puedo ayudarle en algo?

El apuro del muchacho molestó a Joao, encontrándole de inmediato un poco ingrato y engreído, pues no era capaz de apreciar su sutil coqueteo, sin embargo no desistió. Aqyan parecía alguien interesante, logrando capturarlo con sus gigantes zafiros.

Sonrió desinteresado y caminó cerca de él, haciendo gala de su porte y presencia, vestido formalmente para algún evento especial, pavoneándose para ganar un poco de su atención.  

-          ¿Será posible devolver estos libros si a la persona no le gustan?

Empezó entonces, con una cuestión bastante tonta, teniendo en cuenta los letreros alrededor de la caja donde él mismo había pagado.

-          No señor, no es posible.

Él mismo sabía que era una pregunta tonta, y que sólo estaba quedando como tal frente a ese chiquillo engreído que ya le miraba con mayor detenimiento, como intentando adivinar qué era lo que quería.

Joao se sintió expuesto de inmediato, y dejó que su personalidad jovial y sincera saliese a flote, empezando a reírse de sí mismo y pidiendo disculpas mientras su risa iba en descenso.

-          Es sólo que quería saber tu nombre. Te vi hace un rato y no lo sé, quería saber.

-          Oh. –sorprendido y halagado, Aqyan sonrió maravillado, señalando su plaquita con el índice, dándole otra mirada al hombre que de repente, se le antojaba atractivo. – ¿Cuál es su nombre?  

-          Puedes tutearme, no soy tan mayor. –aclaró, sonriéndole. –Soy Joao, un gusto.   

Hace mucho que alguien se atrevía a interceptarle de esa manera.

Aunque podría resultar extraño y sospechoso, al gusto del castaño, era bastante romántico. Casi de película. Aún más cuando el sujeto “atrevido” lucía tan galante. Aqyan aún le sonreía, mostrándole sus relucientes dientes y su interés en cada sutil parpadeo, echándole un rápido vistazo a la pequeña caja de libros que el hombre llevaba en la mano sin envolver.

Era su colección de cuentos infantiles preferida: “Las travesuras de Ana y su rana”.

Se lo había leído muchísimo a Danny, casi se lo sabía de memoria.

-          Estoy seguro que…para quien sea esos libros, si son leídos con cariño y mucha paciencia, le encantará.

Comentó nostálgico, observando aún la portada de la caja, mientras el hombre le observaba mucho más interesado, conmovido por la referencia que el pequeño le daba.

-          ¿Entonces puedo volver y pedirte algunas referencias? 

-          Claro, ¿qué tipo de libros son de tu interés?

-          Ya sabes, de esto y aquello, de librerías con castaños muy conocedores, de ojos azules, tú entiendes, lo usual.

Aqyan se había sonrojado mientras su risa no cesaba, quedándose sin otra respuesta ante el evidente coqueteo del hombre, que no dejaba de mirarle, sonriéndole.

-          Volveré entonces, Aqyan.

-          Esperaré paciente por tu visita, Joao. –le tendió la mano, dándole una cómica formalidad a todo el asunto, mientras el hombre la tomaba con extraña delicadeza.

Se despidieron, y el galante y sorpresivamente divertido sujeto salió del lugar, subiéndose a un lujoso auto que brillaba de lo reluciente que era, llamando la atención de quien se cruzase con este.

Vaya que era un tipo interesante, pensaba el castaño, divirtiéndose con lo ocurrido, y olvidándose en segundos de aquello, pues su trabajo aún no había concluido.

 

3

 

-          Ella es Eleonora.

-          Mamá, ya lo sé, cálmate.

Mientras la familia de invitados arribaba a la casa de Luka, la madre no cabía en su emoción al conocer a la nueva –casi– prometida de su hijo, regocijándose con lo bella que era, intentando pasarle un poco de esos ánimos a Luka que sólo quería huir a su habitación.  

-          Es guapísima, Luka. Mis nietos serían los niños más bellos, piénsalo.

-          No puede ser, mamá, ya basta.

Los señores Santoro iban delante de los hijos, dejando una estela de opulencia con su sofisticado andar, mientras que sus hijos caminaban observando hacia todos lados, como si buscasen algún defecto en la enorme casa.

En especial ella, Eleonora.

Miraba con interés los céspedes bien recortados, la caoba de los muebles, el camino de piedra detallado, las cerraduras relucientes, y el futurista diseño arquitectónico de la casa, ocultando su asombro cuando desviaba su mirada a su enorme iPhone. 

Al ingresar, el estilo minimalista le fascinó, encontrando su propia casa ya bastante anticuada con los muebles victorianos y demás artículos de siglos pasados.

Saludaron a sus anfitriones y después, fijó su mirada depredadora sobre el hijo mayor de los señores Vólkov, analizándole antes de ir a por él. 

Eleonora sabía a lo que iba, era casi un plan familiar.

Sin embargo, no había conocido hasta el momento al famoso Luka en persona. Y sinceramente, no podía estar ahora más de acuerdo con los planes de sus padres.

El muchacho le resultó muy atractivo, bañado de indiferencia que sólo le hacía sentirse más atraída a él, incluyendo su herencia y estatus.

Por otro lado, Luka no podía negar que su madre acertaba cuando describía a Eleonora como una mujer realmente guapa.

Desde la punta de sus cabellos negros hasta la punta de sus botas de taco alto, parecía una modelo de alta costura, contorneando su femenina figura con elegancia. Su rostro era pequeño, redondo, otorgándole un aire infantil, sin embargo el maquillaje aplicado le devolvía esa sensualidad cautivadora, aún más sobre sus ojos miel, enmarcados por el cabello negro y lacio hasta el final de su cintura. Se había vestido con sencillez, sin embargo el escote de la blusa distraía a más de uno dentro de la sala.

-          Luka.

-          Eleonora, mucho gusto.

Se saludaron con un ligero apretón de manos, aunque lo de ella parecía más una caricia.

Eleonora era una mujer decidida, que sabía bien cómo jugar sus cartas, incluso en territorio ajeno.

Durante la cena, no dejó de mirar ni un solo segundo a Luka, inclinándose de rato en rato para hacerle saber que estaba dispuesta a todo con tal de lograr su cometido, mostrándole “inocentemente” ese revelador escote.

Los padres conversaban de negocios, mientras que el hermano de Eleonora, Joao, comía en silencio, observando de lejos cómo la hija menor de los Santoro leía maravillada la colección de libros que recientemente le había regalado.

-          Eleonora está estudiando alta costura, ¿no es así, cariño?

-          Sí, me encanta.

Y les mostró a todos una enorme sonrisa, arreglando un par de mechones de su larguísimo cabello hacia atrás, levantando la mirada nuevamente hacia Luka que ya se estaba aburriendo de ignorarla.    

-          Y Joao es administrador, tiene sus propias empresas.

-          Qué interesante, ¿cuántos años tienes, Joao?

-          Veintiocho, señor.

-          Vaya, aún eres joven.

La cena continuó entre vinos y conversaciones sobre sus culturas y diferencias, mientras que Luka esperaba paciente a que su madre no empezara a hablar de él. O que al menos, no le obligara a hablar sobre sí mismo.

-          Luka no conoce aún toda la ciudad, es decir, apenas lleva seis meses aquí.

-          Conozco lo suficiente, en realidad. –se apresuró a decir, deseando que alguien le sacara de ahí ya mismo.

-          ¿Conoces el museo de arte moderno? –se aventuró Eleonora, provocando que todos los demás presentes guarden silencio.

-          No pero– 

-          Podría acompañarte, a mí me encanta.

-          Sí, Luka, sería una buena idea, basta de estar metido en casa todos los fines de semana. –intervino su padre, fastidiando más al muchacho.

-          Además, ¿qué mejor compañía que esta jovencita tan linda?

Luka quería desaparecer.

Su cerebro explotaría buscando las palabras correctas para rechazar educadamente la reciente oferta, mientras la muchacha le observaba emocionada y los padres analíticos, casi advirtiéndole de sus respuestas.

-          Claro, estaría bien.

“¿Bien?” se indignó la pelinegra, pensando desde ya que Luka era un hueso difícil de roer.    Acomodó nuevamente su largo cabello tras su delicado hombro, revelando una vez más el atrevido escote, dirigiéndole la mirada al indiferente hombre. 

-          Me disculpan un momento, tengo una llamada.

Huyó, saliendo casi disparado a los jardines traseros, agradeciendo infinitamente a Mateo y sus llamadas que le hacían perder el tiempo.

-          Habrá una fiesta dentro de media hora en casa de Mariana, incluso llevarán una banda.

-          ¿Y… vas a ir?

-          Vamos.

-          Mateo no lo sé, no soy de fiestas, lo sabes.

-          Por favor, no seas aburrido. Estará Aqyan, quizás hoy puedo, ya sabes, acercarme más.

¿Más? ¿Qué pretendía su amigo?

-          ¿Y yo seré cupido o qué?

-          Anda, no seas aburrido. Habrá barra libre, vamos.

-          No lo sé…

-          Pasaré por ti en media hora.

-          Mateo esper–  

Y le colgó, asustándole, casi obligándole a ir a cambiarse. Refunfuñó en su idioma natal, y guardó el teléfono, volviéndose sobre sí mismo para encontrarse a la mujer que le había estado fastidiando toda la cena.

-          Así que te vas de fiesta, ¿eh?

-          Así parece.

-          ¿Entonces iremos al museo?

Persistía con involucrarse, haciéndole creer con sus inocentes sonrisas que sólo quería ayudar, y ser una buena ciudadana. Una ciudadana muy comedida.

-          Claro.

Aventurada, Eleonora se acercó, rozando incluso sus senos en el pecho de Luka, descendiendo la fina mano hasta el bolsillo donde guardaba el teléfono, acariciando casualmente más de lo debía. Escribió su número en este y llamó, asegurándose de tener también el número ajeno, con los labios estirados en evidente gesto de engreimiento, volviendo guardar el teléfono de donde lo había sacado. 

Se presionó un poco más contra su cuerpo, casi acorralándolo, y dejó un beso en la afeitada mejilla, haciéndole sentir incluso su tibio aliento. El hombre sentía incluso el olor suave de su maquillaje y del perfume.

-           Te escribiré. Nos vemos, Luka.

-          Nos vemos.

Y se marchó al fin, contorneando su cuerpo de forma tan obvia que Luka sabía que ese andar era para él.

Notas finales:

Besos, hasta la próxima semana.


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