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Siberia recognizes his beauty. por Bombagrash

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Notas del capitulo:

Siento si hay errores ortográficos, espero lo disfruten. 

1

 

-          Está bien, sólo muéstrale tu identificación extranjera y no hables.

-          ¿Por qué?

-          Creerá que no entiendes el idioma. Sólo muéstrasela, y el brevete.

Actuaron pronto, aunque el sonrojo de sus rostros se había intensificado con notoriedad.

El policía, crítico en su mirar, revisó los papeles y observó al castaño, creyendo que sería él el único que pudiese entenderle.

Les explicó que no era una zona para estacionar, que se retirasen antes de que les coloque una papeleta, y se marchó, evitando a toda costa mirar al pelinegro. Luka subió nuevamente la ventana de su asiento, aún petrificado, con la idea de que una persona totalmente desconocida le había encontrado besando a otro hombre.

Aqyan, que casi podía adivinar sus pensamientos, le pidió en voz baja que le llevase a su casa, sin hacer más contacto visual con él. Sabía que no podía recriminarle nada; incluso él se había asustado.

El camino a casa del castaño pareció mucho más largo. La tensión era tan pesada, que difícilmente rotaban sus cabezas para mirar hacia otro lugar.

Cuando el teléfono de Aqyan vibró, ambos se sobresaltaron.

Era su madre, preguntándole dónde estaba, y si tenía las llaves de casa, pues al parecer se cansaron de esperar que llegue, y fueron a cenar sin él. Respondió con una corta afirmación, y explicó:

-          Es mi madre. Se aseguraba que cargue con las llaves.

Luka sólo asintió, y su mente se despejó en un segundo.

-          ¿Puedo usar el baño…?

-          Claro.

No podían quedarse con las ansias de lo que hicieron, estaba claro, así que con nuevo ánimo, el pelinegro aceleró, y estacionó su camioneta frente a la casa del muchacho, presionándole la mano antes de bajarse y esperarlo para ingresar juntos.

Aqyan vivía en un edificio de un viejo vecindario, que había sido en sus mejores tiempos, un barrio exclusivo de huéspedes extranjeros. Ahora los únicos nuevos huéspedes, eran los gatos que aparecían de vez en cuando.

Cuando subían, la temperatura de sus cuerpos empezó a incendiarles por dentro, llevándoles a rozarse con más frecuencia. Luka ya no era capaz de pensar en lo que hacía, ni mucho menos preocuparse del hecho que estaba ansioso y excitado por un hombre. Ni siquiera le interesó la delicadeza con la que el castaño abría la puerta, tratando de hacer el menor ruido posible. Simplemente lo tomó con fuerza, azotándolo contra la puerta ya bloqueada, comiéndole la boca con una ferocidad nueva y desconocida para él. Aqyan gemía entre el dolor y el placer que los fogosos besos le estaban ocasionando, y luchaba con la fuerza inconsciente del más alto para guiarlo hacia su habitación.

Entre tropiezos y apretones, llegaron a la pomposa habitación, quitándose ambos de inmediato el calzado. Se frotaban insistentes, sin despegar sus bocas ni un solo momento. Daba la impresión de que Luka quería bebérselo de un solo beso, apenas le dejaba respirar.

Aqyan le detuvo, dejándole con los labios estirados, y empezó la tortuosa tarea de desvestirlo. Empezó con el pesado abrigo, y luego los botones de madera de la camisa. El cinturón de cuero tosco, y finalmente abrió el único botón de pantalón de mezclilla, besando el abdomen descubierto. Tenerlo en su habitación había sucedido solamente en sus fantasías más locas y sensuales, mientras que la realidad le había dejado desconcertado, casi al borde del clímax.

Dejó lametones y suaves mordidas al inicio de la pelvis, mientras sus manos parecían colgar del borde del jean, bajándolo poco a poco hasta dejar expuesta la humedad del bóxer. Se llevó el bulto entero a la boca, regalándole una mirada sumisa, mientras le succionaba habilidoso.

El pelinegro, absorto en el movimiento del castaño, le miraba suplicante, moviendo su cuerpo hacia adelante para que haga eso que tan loco le volvía. Sentir su lengua caliente otra vez, sus labios hinchados rodeándole y su saliva escurriendo por su talle le hacían sentir drogado, le volvían adicto y posesivo al mismo tiempo. Su mano grande le marcó un suave ritmo, mientras que el castaño le tragaba cada vez más profundo, llegando a las arcadas de rato en rato.

Y cuando las atenciones hacia Luka parecían interminables, sucedió lo que ninguno de los creyó que alguna vez sucedería: le quitó la ropa como si quisiera arrancársela y romperla, dejándole expuesto con ese pequeño bóxer blanco, compitiendo con el blanco de sus piernas, y le empujó hacia la cama, dejándole boca abajo y con el trasero levantado hacia él. El recorrido de besos desde la nuca hasta el final de su espalda fue desesperado, pues sus besos se sentían más como succiones acompañadas de mordidas feroces. Era como si un banquete estuviese frente a sus ojos, y su hambre fuese infinita.

Le sujetó de las caderas con destreza, jugando un poco con el movimiento de sus voluptuosos glúteos, definidos y tersos. Estaba a un paso de la locura con tanta exquisitez que su boca probaba, incapaz de controlarse.

Aqyan era una maldita dosis de heroína.

Le levantó más las caderas, meneándose para él, hasta que sintió que detuvo su movimiento, estrujando su trasero hasta hacerle gemir de dolor. Se deshizo finalmente de la camisa y el jean, aventándolos lejos de esa nube en la que el delicioso cuerpo descansaba. Sus dedos arrastraron la blanquísima ropa interior hacia abajo, encontrando bajo esta, calidez y perdición.

Su apretado agujero se dibujaba como una finísima estrella rosada, y los testículos cargados daban una imagen de excitación pura, invitándole a probar más allá de lo que su experiencia le permitía.

Casi de forma instintiva, salivó, humedeciendo su propia boca, y pasó la lengua por la tierna abertura que le mostraba el castaño. La reacción de este último fue definitivamente lo mejor, y lo que le llevó a hacérselo una y otras cien veces más, volviéndolo loco al no permitirle retorcerse de placer tanto como deseaba, sujetándole con firmeza.

Podía observa la fina espalda curvarse repetidas veces, y los labios rojos intentando mantenerse apretados, intentando reprimir todo lo que Luka le estaba causando. La imagen le provocó una dolorosa punzada, levantándose lentamente mientras su muñeca le limpiaba los restos de saliva que habían escurrido.

-          ¿Tienes un condón?

Aún con el cuerpo arqueado, regalándole una sensual vista de su cuerpo, se estiró hacia el cajón de su mesa de noche, rebuscando sin ver, hasta encontrar una pequeña caja negra. Buscó en su interior y encontró lo que quería. Giró apenas el hombro para entregárselo, y le esperó sin quitarle de encima la vista, sonriente.

Tuvo que esperar un poco para que el látex lograra estirarse lo suficiente, mientras le golpeaba con la punta sobre la roja y marcada piel de las nalgas, frotándole de tanto en tanto. Aqyan lo retaba aún desde su posición sometida, observándole malicioso cuando Luka se presionó la primera vez contra su agujero, haciéndole retorcer por un segundo de dolor.

Estiró su cuerpo para besar su cuello y relajarle, descendiendo hasta su espalda, avisándole lo que estaba a punto de hacer. Ingresó en él con la paciencia digna de un santo, incluso cuando las venas parecían explotarles en cualquier momento. Disfrutó del largo y manso gemido del castaño, totalmente sometido, mientras su cuerpo le absorbía y asfixiaba con su tibieza y estrechez. Los vaivenes sucedían lentos y esforzados, pues el paraje de Aqyan era tan ajustado que apenas le daba libertad al pelinegro de moverse.

-          No imaginé que eras así de apretado.

Le murmuraba, mientras el más joven empezaba a masturbarse, enloquecido por las sensaciones placenteros que su cuerpo vivía, orillándole al clímax mucho más antes de lo pensado. Luka al percatarse, cogió ambos brazos con fuerza, y empezó con una firme y rauda penetración que provocó gritos y maldiciones del menor, sin embargo poco a poco se entregaba, cambiando los insultos por gemidos sugerentes.

Era todo un deleite escucharle gemir, luchando por liberarse para estimularse así mismo, mientras él le penetraba sin tregua, propinándole una nalgada de un momento a otro. Ambos deliraban en el placer que se causaban, hasta que en un descuido, el más pequeño se liberó, y quedó frente a frente, centellando sus clarísimos ojos contra los estanques oscuros y tenebrosos de Luka. Separó sus piernas con cuidado, y le mostró nuevamente su dilatado agujero, invitándole una vez más a encajarse. Sin dudarlo, el pelinegro le empaló por completo, provocando que las uñas del castaño casi le desgarraran la piel de la espalda.

Duraron poco más de dos minutos en esa posición; Luka tenía el cuello incendiado de rasguños, y Luka de succiones. Se marcaban mutuamente, intentando con todas sus fuerzas mantenerse en el cuerpo del otro, así sea lastimándose.

El abdomen del más alto se humedeció enseguida con la deliciosa explosión del orgasmo, mientras él vertía todo en el preservativo, aun penetrándole con furia, con las piernas blancas rebotando sobre sus anchos hombros.

La cúspide para ambos fue exquisita, dejándolos exhaustos y con una sensación cálida en sus vientres, sin embargo de temor. Se dedicaron a disfrutar los últimos espasmos, y se besaron cuando él salió de su cuerpo, cubriéndole con el brazo extendido.  

-          Hola.

Le sonreía, aun conmocionado con todo lo que acababan de vivir, peinando sus cabellos negros hacia atrás, limpiándole el sudor de la frente mientras que él, intentaba volver a la vida después de vivir la muerte más deliciosa.

Los dedos de Aqyan le acariciaban como si fuese una obra preciosa, y él sólo podía admirar lo sensual que seguía siendo aún después de haber tenido el sexo más feroz. Su cabello alborotado, sus labios inflamados de tantos besos salvajes y las marcas en su cuello le impedían desprenderle la vista de encima, además de las manos, que no podía tenerlas quietas ahora que le tenía cerca. Le sujetaba de la cintura, totalmente posesivo, mientras que la otra mano acariciaba su muslo, yendo de ida y vuelta hacia sus nalgas.

Estaba completamente embelesado.

-          Ni siquiera soy capaz de pensar justo ahora.

Aqyan dejó escapar una genuina risa, dejándose besar y acariciar un momento más, permitiéndole al ruso recorrer su cuerpo tanto como quisiera. Moría por volver a tenerle, taladrándole con furia, haciéndole gemir sin pudor. No había caído en cuenta aún, que era el primero chico al que llevaba a su casa.

Aunque había salido con muchísimos chicos, nunca había sido capaz de concretar una relación, ni mucho menos de presentarle a su madre a alguien como tal. Ahora con el ruso metido en su cama comiéndole la boca, no se había tan siquiera percatado que ya tenían más de una hora ahí, y que su madre llegaría en cualquier segundo.

En silencio, empezaron a cambiarse, y tomados de la mano bajaron las escaleras hasta el portón principal, haciéndose el camino tan corto, que sintieron que no pudieron disfrutarse lo suficiente.

Mientras encendía el auto, Luka le llamó con una sutil señal, pidiéndole que entrara sólo un momento. Sus expresiones eran coquetas y discretas, como quien hace una travesura y quiere que alguien más se entere.

-          ¿Algo para el camino? –Preguntó el castaño, lanzándose a su boca por última vez, saboreando su lengua con premura.

Luka presionó su pequeña cintura, e inhaló el perfume de su cabello, ansiando recordarlo todo lo que restaba de esa noche. Aqyan se dedicó a acariciar el varonil rostro, mientras los besos bajaban de intensidad y se volvían cada vez más tiernos.

-          Nos vemos pronto.

Y se bajó de auto, quedándose en la entrada, abrazándose así mismo por el frío que la separación causaba, mientras que el pelinegro le regalaba una sutil sonrisa desde dentro, volviendo la vista al frente y marchándose.

 

 

2

 

Mateo le observaba con curiosidad, preguntándose el repentino buen humor de su amigo. Muy pocas veces le veía sonreír con facilidad o moverse con mayor soltura. Incluso luego de entrenar en el gimnasio de la universidad, parecía todo menos cansado. Como si le hubiesen inyectado un poco de energía positiva y alegría en el cuerpo.

Pero no fue sólo él quien lo notó, sino todo el grupo de amigos de intercambio que solían andar juntos de un lado a otro, como si temiesen perderse al mezclarse con el resto de estudiantes locales.

-          ¿Cogiste?

-          ¿Con la chica italiana?

Todos murmuraron, casi asegurando que había sido ella la que le había renovado los ánimos a Luka. Él al escuchar de quién hablaban, detuvo sus movimientos, incomodándose súbitamente. Sin embargo, ¿qué podía decirles? ¿Qué estaba así de contento porque había tenido el mejor sexo de su vida con otro hombre?

Prefirió hacerse el desentendido y revisar su teléfono, encontrándose con una tentadora y peligrosa invitación.

Aqyan le había escrito hace dos minutos, diciéndole que estaba frente a los árboles de mora, escondido bajo las gradas del estadio. Le había preguntado… si quería verlo.

Sin ninguna explicación, el ruso se esfumó del grupo de amigos que conversaban de su supuesta hazaña, mientras que él, iba dando largas zancadas para disimular su prisa. Le había contestado con un suplicante “Espérame”, esperando que realmente se quede ahí y lo espere.

Cuando vio la castaña cabellera ondear por el fuerte viento, su pulso se disparó, buscando gente más allá de lo que su vista alcanzaba, procurando que nadie les interrumpiese. Le veía de espaldas, apoyándose en una de las antiguas paredes bajo las gradas. Le sujetó de las caderas, tomándole por sorpresa, disfrutando ese pequeño momento.

-          Dudé si vendrías. –Saludó Aqyan, entregándose a un cariñoso beso.

-          No puedo decirle que no a tus besos.

Si hubiese escuchado decir aquello en otro momento, y en otra persona, probablemente Aqyan se hubiese burlado de lo romántico y cursi que fue, sin embargo con todo lo que previamente habían vivido, no pudo hacer más que sonreír y dejarse acariciar. Podía sentir cuánto le deseaba, por la forma en la que lo tocaba, cómo le besaba, e incluso manera en la que le observaba con súplica. Incluso se atrevió a cargarla de las piernas, empotrándole contra la pared desgastada del pequeño espacio.

Dejaron caer sus bolsos y teléfonos, besándose con pasión, anhelando todo lo que había vivido apenas una noche anterior. No podían dejar de tocarse, de reclamarse propios uno del otro.

-          Tengo ganas de hacértelo. –Le susurró al oído, para continuar con sus besos ansiosos. –Quiero hacértelo.

Le presionaba contra el concreto, empezando a acrecentar su erección, mientras que el castaño sonreía para sus adentros, gimiéndole en el oído, excitándole más. Se deslizó con suavidad hasta quedar de pie nuevamente y se giró, rozando su trasero con el abultado pantalón del ruso.

-          ¿Estás seguro? ¿Aquí mismo? –Jugueteó, sabiendo desde ya la respuesta, sin embargo tentándolo.

-          Te llevaré a un lugar. –Insistió, tomándole del rostro para continuar los besos. –Nadie nos molestará, y estaremos tanto tiempo como queramos.

Sonaba tan prometedor y suplicante, que Aqyan no pudo resistirse, aun sabiendo que tenía una clase pendiente, y él jamás se perdía una case.

Luego de un par de súplicas más, el castaño aceptó, y ambos salieron sigilosos del reducido lugar, camino al estacionamiento. Y cuando no faltaban más de dos pasos para llegar al auto, el mejor amigo asiático apareció, sorprendido de ver a Aqyan montarse con tanta naturalidad a la camioneta de un frío y distante Luka, que tan pronto le vio, casi le impidió acercarse al asiento del copiloto, adivinando sus intenciones.

-          ¿A dónde te lo llevas? –Preguntó entre juguetón y curioso.

-          Irá a recoger a su hermana a mi casa. –Mintió.

-          Voy de camino también, iré con ustedes.

-          No.

-          ¿Por qué?

Iba a explotar de tener que dar explicaciones y no poder estar ya en el auto con el pecado personificado, sin embargo Mateo no se daba por vencido, y le lanzaba miradas lascivas al castaño, buscando fastidiarlo.

-          Porque no, te llevo otro día. Adiós.

Y huyó del lugar, saliendo casi disparado del estacionamiento, enojado con Mateo y con su actitud hacia Aqyan. Tendría que encontrar la forma de detenerlo, porque, aunque no era consciente, tenía la necesidad de demostrarle al menor, a quién le pertenecía.

El castaño por su parte, disimulaba sus socarronas sonrisas, acariciándole el muslo de a ratos, mientras sus traviesas manos tomaban una dirección mucho más íntima.

-          ¿Iremos a un hotel?

-          Sí, pero tranquilo. No habrá ningún registro de nosotros.

-          ¿Es lo que te preocupa?

Le miró desafiante, conociendo su respuesta.

-          Relájate.

Y sin ninguna otra intención de enfrentarle, le sonrió con calma, desapareciendo de su vista y engulléndole completamente, mientras el ruso intentaba aún conducir. ¿En qué momento le había desabrochado el pantalón?

Le saboreó con renovado gusto, haciendo toda clase de sonidos que sabía que al ruso le enloquecerían, succionando los testículos y provocándose arcadas, mientras Luka enrojecía y sentía su corazón al límite cada vez que estaban en luz roja. No supo hacer más que acelerar hasta encontrar el maldito hotel.

 

Notas finales:

Después de cuatro meses, resurgí, jaja. 

Extrañé mucho esta historia, casi tenía la trama terminada cuando el trabajo empezó a consumirme por completo. 

Gracias a quienes siguen leyéndola, y a quien deja comentarios, lo aprecio muchísimo. 

Ahora sí, hasta la próxima semana. ?


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