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Patético por Mc-19051

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Notas del capitulo:

Este capítulo lo tuve que escribir cómo tres veces, los apagones que hay en mi zona no me dejaban guardar ni el más minimo progreso, luego me di cuenta que era muy inconexo y lo volví a escribir, y bueno, salió esto.

Espero les guste <3

Sin más drama que contar.


 


Aunque en un principio a Lerroy le había enfurecido enterarse de esa forma de las cosas que Jhon había hecho en sus años de adolescencia, debía entender que eso había quedado en el pasado y que lo que actualmente existía entre el moreno y la vaca castaña era una simple amistad, no debía estar celoso, los celos eran sinónimo de desconfianza y el muchacho confiaba en su pareja.


Y aunque hasta ese momento siempre se había negado a sí mismo que celaba al moreno, por el jueguito tan absurdo que Katherine le había puesto, se había revelado que sí lo hacía, no de una forma insana pero que tampoco era precisamente adorable entonces ¿Por qué desconfiaba de Jhon si sabía que éste era un pésimo mentiroso? Lerroy simplemente no se entendía.


—C-creí que llegarías furioso pero te ves —el moreno hizo una pausa mientras observaba más detenidamente al castaño— turbado. —concluyó después del breve silencio— ¿Qué pasa?


—N-nada, no pasa nada. —Se atoró a decir el castaño, dudoso de sus propias palabras, la verdad es que sí estaba turbado pero era por el hecho de ni siquiera ser capaz de entender qué estaba pasando por su propia mente de forma exacta.


— ¿Seguro?


—Sí, iré a buscar algo más de ropa en mi depa y regreso ¿Vale?= —Se excusó Lerroy ante la mirada dudosa de Jhon para luego salir cómo un bólido hacia su micro-departamento.


Por su parte, el moreno simplemente no terminaba de comprender esa actitud tan extraña del muchacho ¿Acaso habría pasado algo verdaderamente malo? Sabía que Katherine era una chica peligrosa con sus juegos tan extraños, pero conociendo el pasado de Lerroy, Jhon pensó que no le afectarían mucho al más joven haber pasado tan bochornoso momento.


El más viejo al final desistió de seguir pensando en eso y se fue a bañar, tenía que levantarse temprano al día siguiente, y pensar sobre ello hasta tarde no solucionaría nada de todos modos.


Cuando el castaño se encontró finalmente solo entre las mugrientas y maltrechas paredes de su micro-apartamento sintió algo de paz, al fin y  al cabo, eso era lo que necesitaba; un momento a solas dónde sólo las cucarachas que yacían por allí pudieran juzgarlo.


Respiró hondo, arrepintiéndose en el acto ¡Joder que el olor a cucaracha era insoportable! Y terminó tosiendo un poco  mientras que se cubría la nariz con su propia franela, Lerroy maldijo por lo bajo a los asquerosos insectos y por la misma rabia empezó a pisar todo lo que se estuviese arrastrando por el mugroso lugar.


Después de un rato y de haber matado cómo a cien insectos de diferente índole, el muchacho tomó la poca ropa que tenía disponible y no olía a cucaracha y se regresó al departamento de Jhon, sintiéndose cada vez más ansioso con cada paso que daba.


El castaño definitivamente se sentía con ganas de lanzarse por la ventana pero antes de hacerlo, se encontró nuevamente frente a la puerta del que por costumbre estaba empezando a llamar su hogar. Entró sin siquiera haber tocado, dejando la ropa a un lado mientras escuchaba de fondo el sonido de la regadera, tentado a hacerle una jugarreta a Jhon y encontrarlo cómo Dios lo había traído al mundo pero rápidamente abandonó la idea al ver cómo el moreno salía finalmente de la ducha, con una toalla alrededor de su cintura.


—Ni siquiera escuché cuando entraste. —Comentó Jhon con genuina sorpresa, viendo el humor tan extraño que cargaba el castaño, el más viejo se esperaba que no hubiese regresado tan pronto.


— ¿Cómo escucharías si te estabas bañando?


—B-Buen punto —susurró el moreno, desechando la posibilidad de una charla tranquila entre ellos, se rascó la nuca algo ansioso—. El baño está listo por si quieres bañ…


—Puedes apostar un riñón a que sí. —Le interrumpió Lerroy mientras entraba con la ropa que había traído consigo al baño, dejando a un Jhon con las palabras en la boca.


[…]


El castaño en serio agradecía la personalidad ciertamente sumisa del moreno, la forma en la que sin palabras, sin miradas, sin contacto le daba su espacio; Lerroy había pasado cerca de una hora metido en el baño, sentado encima del váter y en ningún momento Jhon se acercó a preguntarle qué había pasado.


Y cuando el castaño finalmente se dignó a salir, el más viejo ni siquiera lo miró; Lerroy sabía que Jhon en realidad no estaba molesto, simplemente estaba evitando un choque entre ambos, y en serio lo agradecía, necesitaba un momento para organizar sus ideas.


El castaño sentía que se estaba ahogando en un vaso de agua pero ¿Por qué estaba celando a su actual pareja? Los celos eran una obvia señal de desconfianza, ¿Acaso estaba desconfiando de la naturaleza del moreno? ¿Será que en el fondo lo seguía considerando un pervertido con retraso? La verdad es que no lo sabía y eso era lo que más le atormentaba.


Lerroy suspiró mientras se despeinaba, incapaz de conciliar el sueño, el castaño observó al moreno dormir, vaya que caía rendido cómo tronco, por inercia se acercó y le dio un suave beso en la frente antes de finalmente levantarse, necesitaba caminar o sentía que terminaría viendo el amanecer.


El castaño se levantó decidido, se arregló un poco y salió sin nada de verdadero valor  aparte de las llaves del departamento de Jhon y su propia vida.


[…]


Lerroy no sabía cuánto tiempo había estado caminando, sólo supo que había salido de la parte más peligrosa de la zona en la que vivía y se las había arreglado para llegar a una pequeña placita que ni siquiera sabía que existía pero que estaba linda dentro de lo que cabía.


Se sentó en la parte más concurrida, el castaño tampoco era tan idiota cómo para meterse en la parte más solitaria de la plaza a esperar que de milagro nada le pasase, y se puso a observar algunos autos pasar, las putas caminar de un lado a otro y los vagabundos dormir en las partes más oscuras dónde nadie podría molestarles. Definitivamente era una vista preciosa.


El castaño observaba todo sin pensar en nada realmente, sólo necesitaba distraerse y relajarse, supuso que esa era la mejor forma de calmarse y aclarar su mente.


Claro que, esa extraña paz no duró mucho. Cuando el castaño sintió cómo alguien le cubría los ojos se inquietó un poco.


—Adivina quién soy. —Escuchó la voz familiar a sus espaldas.


—No lo sé ¿Un ladrón? —Se apresuró a decir el muchacho mientras se quitaba las manos de encima y se levantaba de golpe de la banca preparado para salir corriendo en cualquier momento.


—Me ofende que pienses eso de mí —fingió un tono dramático el albino satánico mientras se sentaba de lo más cómodo en la banca en la que Lerroy estaba hace unos momentos—. De todos modos, eres un niño prodigio, imagina que fuese un ladrón ¿A quién crees que asaltaría? ¿A las putas de las calles de en frente o a un niño con calvicie precoz?


— ¿Qué es lo que quieres, satánico de mierda? — Se limitó a responder el castaño aún a la defensiva e ignorando el comentario de su contrario.


—Para tu información, cosa fea, tengo un nombre; y es Druan, así que deja de referirte a mi cómo ‘albino satánico’ o ‘satánico de mierda’.


—Me vale una hectárea de campo verde  cómo coño te llames, sólo dime por que te acercaste en primer lugar.


—Para pasar el rato, mi hermano se enojó porque volví a quemar la casa y me dejó acá tirado, además que las putas de esta zona tienen herpes, así que ni siquiera puedo coger para pasar el rato —empezó con su monologo Druan con la mirada al cielo—. Así que relaja la raja que no te haré nada.


El castaño guardó silencio durante unos momentos, pensando en responderle de forma ácida pero desistió de la idea al ver que el albino estaba en realidad tranquilo, supuso que estaría aburrido a morirse si la historia que recién había contado resultaba ser cierta.


Un poco más relajado se sentó a la par del más grande, volviendo a su pequeño momento de paz, que fue nuevamente interrumpido.


— ¿No deberías estar trabajando a estas horas? —Preguntó Druan mientras jugaba con la cruz invertida que estaba en su collar.


— ¿Por qué coño debería? Mi turno acabó hace horas —respondió bastante extrañado Lerroy, hasta que cayó en cuenta de cómo ellos se habían encontrado por primera vez—. Ah no, dejé de hacer eso después que me asaltaron.


—Bueno, ya decía yo, te ves mejor de cuando te vi por primera vez.


— ¿Ahora sí cumplo con los estándares mínimos de tu club? —Preguntó el castaño con una sonrisa burlona, prediciendo la respuesta.


—Joder que no, dije que luces mejor, no que sufriste una maldita  metamorfosis —contestó Druan haciendo una mueca—. De todos modos, no recaigas, no te queda eso de la prostitución; y si no estás trabajando ¿Qué haces por estos lados tan tarde?


—Intentando pensar con claridad. —Confesó el castaño sin molestarse en ocultar la verdad.


— ¿Y eso? ¿Qué pasó? —preguntó el albino mientras encendía un cigarrillo—. No me digas, tuviste una pelea con tu pareja y saliste  a caminar para despejar tu mente, dónde de casualidad te topas con un desconocido  y se ponen  a hablar, no te cohíbes en decirle todo lo que pasó porque es un desconocido y no te juzgará…


—Entonces ese desconocido me da un consejo increíble que hace que me dé cuenta lo que estaba mal en mi relación —interrumpió Lerroy, sabiendo lo trillado de la situación.


—Entonces déjame ser ese desconocido —se ofreció Druan con una gigante sonrisa—. Dime, querido, ¿Qué fue lo que ese marginal te hizo?


— ¿Por qué habría de decírtelo? —preguntó el castaño bastante divertido—. Eres un desconocido al fin y al cabo.


—Justo por eso, soy un desconocido al que le tienes que contarle todo lo qué pasó y entonces te daré mi increíble y sensual consejo.


—Bien —respondió Lerroy entre risas por el tono exagerado que estaba usando su acompañante—. Es algo tonto, es un problema de celos. —Se limitó a decir al ver que en realidad no había nada de seriedad en esa charla.


—Bueno, si yo fuera tú,  lo follaría hasta el amanecer para que se le quite lo pendejo.


— ¡Wow! —fingió sorpresa el castaño— ¡No había pensado en eso! Ese es el mejor consejo que he escuchado en mi vida.


—Lo sé, cariño, lo sé. —respondió el albino mientras se miraba las uñas y se abanicaba con la otra mano, logrando que el menor se riese un poco más.


— ¿Y si soy yo quién lo cela? —preguntó Lerroy mientras se limpiaba una lágrima.


—Deberías comprarte un sobrecito de confianza y personalidad.


— ¿Perdona?


—Si lo celas es porque no confías en ti mismo, eso es más claro que el agua; no te crees lo suficientemente valedero y crees que esa persona al conseguirse alguien mejor, te dejará sin dudarlo. Venga ya, es lo que siempre salen en esas revistas adolescentes.


— ¿Y crees que si empiezo a tener un poco más de confianza en mí, todo mejorará?


—Depende mucho de la química que haya entre las personas, en las experiencias que tengan juntos y cómo  trabajan juntos; la confianza es importante sí, pero no lo es todo en una relación —Druan apagó el cigarro contra la banca mientras exhalaba la última bocanada de humo—. Es un pésimo consejo, pero realista. Deberías ver todo eso antes de ponerte con eso de que si confías o no en la otra persona.


Ante tal respuesta,  Lerroy observó el suelo mientras juntaba sus manos, procesando todas esas palabras, llegando a una simple conclusión.


—Es algo tarde ya, debo irme —fue lo primero que dijo luego de unos momentos de silencio—. Gracias por la charla, me la pasé bien.


—De nada, y cuídate.


[…]


Cuando Lerroy entró al micro-apartamento, a eso de las dos de la mañana, lo primero que se encontró fue a un Jhon con las manos en la cabeza, sentado en el colchón, que al escuchar la puerta cerrarse, se levantó de un brinco.


— ¿Dónde estabas? ¿Estás bien? — Fue lo primero que preguntó el moreno al ver a su pareja entrar al lugar, vaya que estaba preocupado.


—S-sí, estoy bien ¿Estás despierto hace mucho? —Se apresuró el castaño a calmar al más viejo —. Salí a dar una vuelta, ya sabes que tenía ese humor raro encima y no podía dormir.


—E-en s-serio me preocupé al despertar y no verte aquí —confesó, Jhon algo más tranquilo—. Cómo tardabas tanto pensé que algo malo te había pasado, no sabía dónde buscarte.


—Espera —pidió Lerroy al escuchar lo último— ¿Saliste a buscarme?


— ¡Claro! Desperté hace dos horas y al ver que no regresabas, me angustié y salí a buscarte pero, cómo verás, no te encontré; pensé que estabas molesto conmigo —Jhon hizo una pausa mientras miraba al más bajo directo a los ojos—, que me habías dejado.


—No estaba molesto contigo —enmendó el castaño mientras acariciaba con sutileza el rostro del más viejo, observando la genuina angustia en los ojos claros del moreno—. Sólo necesitaba un momento a solas, en serio lamento haberte preocupado. —Y apenas terminó de decir esas palabras,  Lerroy abrazó a Jhon con fuerza, sintiéndose horriblemente culpable.


El moreno correspondió el abrazo, permitiéndose estar nuevamente tranquilo, estaba feliz de haber vuelto a ver al castaño, aunque sabía que habían sido unas simples dos horas, la angustia sólo le hizo pensar en cosas malas.


—¿Qué te parece si vamos a dormir? En serio estoy cansado por el día de hoy,  y apuesto que tú también. —Incitó el castaño mientras guíaba al más viejo al colchón para que ambos finalmente pudiesen dormir al menos un poco más.


[…]


Aunque Jhon estuviese tranquilo con Lerroy y no hubiese nada malo entre ellos; había algo malo que persistía y  eso eran sus pésimos compañeros de trabajo que le arruinaban el buen humor en un dos por tres.


—Oye, Perv, ayer te vieron salir con la nueva del edificio y hoy no se ha aparecido ¿Sabes dónde está? Se notaba a kilómetros que le tenías ganas. —Martín le llegó a Jhon a la hora del almuerzo al ver la extraña ausencia de la chica en su zona de trabajo. Ante esa obvia acusación, el moreno entrecerró los ojos.


— ¿Cómo pretendes que sepa dónde está? —preguntó el moreno, bastante fastidiado y sin ocultar su mal humor—. Si no tienes nada importante que decirme, sólo déjame comer en paz. —Su compañero le dedicó una muy mala mirada antes de irse y cuando Jhon vio que estaba solo, bufó y tiró su almuerzo a la basura, ya asqueado de comer lo mismo.


[…]


—Oye, sé que se supone que no debo reclamarle a los clientes que coman pero ¡¿Hasta cuándo piensas comer?! ¡Ya son las doce del mediodía, mujer, ve a trabajar o algo! —Chilló el castaño ya frustrado de ver a la castaña en el restaurante dónde trabajaba, joder ¡Que estaba allí desde las siete de la mañana!


— ¿A qué hora dijiste que estaba listo el mondongo? —Fue lo que preguntó Kate, ignorando los reclamos, y a Lerroy le nació otro tic en el ojo.

Notas finales:

Muchas gracias por leer <3


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