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UNKNOWN por RoronoaD-Grace

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Notas del capitulo:

SON 3 ACTUALICACIONES

ESPERO LES GUSTEN

LOS PERSONAJES LE PERTENECEN A TADATOSHI FUJIMAKI

UNKNOWN


—Capítulo 26—


Algo inesperado


 


 


Chihiro se despertó en medio de la noche, luego de que Seimei se removiera en sueños. Ambos estaban en su habitación, totalmente a oscuras.


Se estiró un poco hacía la mesita de noche para encender la lámpara mientras restregaba sus ojos, de inmediato su luz algo tenue, amarillenta, iluminó toda la habitación, haciendo que Chihiro se topara con una visión demasiado hermosa que lo dejó embobado. Seimei dormida tranquilamente recostado casi en su pecho, abrazando suavemente a su vientre.


Las personas solían preguntarle cómo se había enamorado de alguien así. Chihiro nunca entendió esa pregunta. ¿Alguien así? ¿Cómo? También odiaba que todos asumieran que lo único que veían era todo lo que Seimei era. Que no supieran tratar con él no significaba que él fuera el del problema.


Seimei era dulce con él, tierno, también bromista y a veces un tonto, pero jamás había sido cruel o hecho algo que lo lastimara. Dejando de lado la ruptura, claro. Eso era algo que entendía, no justificaba por supuesto, pero entendía el revoltijo que había en su mente. El grandísimo idiota debió haber hablado con él, pero las cosas ya estaban hechas y no podía volver el tiempo atrás.


Habían hablado seriamente, eso jamás ocurriría de nuevo.


Su prometido se removió de nuevo mientras soltaba un suspiró. Lucía tan relajado y hermoso. De por sí Seimei ya era demasiado atractivo y si tenía que admitirlo, Chihiro aceptaba que una de las cosas que amaba de él era su maldita sonrisa torcida y engreída. Pero sobretodo, amaba que fuera él el único capaz de observar su lado más frágil.


Fijó sus ojos de nuevo en su prometido, la ternura de tal visión casi le hizo derramar lágrimas.


—No puede ser —susurró para sí. De hecho, sí estaba llorando—. Malditas hormonas —limpió las gotas saladas mientras sorbía la nariz, sus ojos ardían.


Odiaba que sus emociones fueran tan inestables, ya que toda su vida había sido alguien que sabía controlarse a la perfección. Aún así, no querría que las cosas fueran diferentes. Era maravilloso el pensar que pronto serían tres.


Horas atrás, Seimei había escupido con asco todo lo que había sucedido con su padre. Masaomi era un grandísimo idiota. Siempre lo había respetado al ser el padre de su novio y también porque había creído que era un hombre integro… pero resultó ser lo contrarió.


.


.


.


 


 


Chihiro estaba indignado.


Resultó que fue Masaomi quien confesó su traición a sus hijos, como si fuera cosa de nada. Además de ello, no es que se tratara de un momento de desliz. Chihiro intentaba imaginar cómo se sentía Seimei, pero aún así no podría experimentar su dolor.


No era solo un desliz. La mujer con la que estuvo era una ex novia, para ser exactos, era su novia actual cuando se pactó su compromiso con Shiori. En pocas palabras, el idiota confesó que nunca había amado a su madre y que se casó con ella porque así lo quisieron sus padres, no él. Sí le preguntaban, dios, Chihiro entendía que debió ser difícil el tener que dejar a la persona que amaba, pero no podía ir a confesárselo así a sus hijos, cuando sabía que estos adoraban a su madre.


De paso confesarles que años después se había reencontrado con esa chica que amó y se habían dejado llevar por lo que habían sentido, no una, sino varias veces, y como cereza del pastel, que de esos momentos entre ellos había nacido un niño.


Chihiro no sabía a quién quería más partirle la cara, si a los abuelos de su prometido o a su padre. Malditos ancianos ricos y sus jodidos matrimonios de negocios. Parecía que para lo único que tenían hijos era para lucrar con ellos; por suerte el había elegido a quién amar, y no se arrepentía de ello en absoluto.


Masaomi quería que aceptaran a ese chico como su hermano; como si realmente fuera tan fácil. Era como si se estuviera riendo en la tumba de su madre, no había forma en la que ninguno de los dos pudiera solo decir «claro», y continuar como si nada hubiera pasado mientras lo veían caminar en la casa donde su madre los vio crecer.


Mierda, Chihiro lo sabía, comprendía que, aunque todo fuera color rosa del lado de Shiori, no fue así para Masaomi. Pero ella siempre fue buena y dulce, tratando de conquistarlo de buena manera. Al menos por respeto a ella, no debió ceder, por respeto a ella y a sus hijos.


O en todo caso, el maldito divorcio existía. Sí realmente era tan difícil para él estar con alguien a quien no amaba, debió haber hablado con su padre y separarse de ella. Sería un golpe muy duro, pero no tanto como el saber que te habían traicionado de esa forma.


Hubiera sido lo mejor para ambos. Si tan solo hubiera tenido un poco más de valor, las cosas serían muy distintas.


Seimei lloró en su regazo, desahogando su pena y su dolor, sacando absolutamente todo lo que lastimaba su corazón. Le alegraba estar ahí para él, para escucharlo y calmar su ser mientras acariciaba sus cabellos y limpiaba sus lágrimas.


—Perdona —le dijo luego de unos minutos de silencio después de que finalizó su relato y del porqué había ido hacía él y roto su compromiso.


Chihiro soltó un resoplido. Era estúpido sus motivos para terminar, porque no era como si ellos dos hubieran comenzado a salir por un maldito arreglo matrimonial entre sus padres. Pero entendía que en ese momento estaba lleno de dolor y no había pensado las cosas para nada.


—Lastimarte era lo último quería hacer, pero lo hice… soy igual que ese maldito.


Una sonrisa enternecida se pinto en el rostro de Hiro, sintiendo una calidez en su pecho que le dijo que debía decirlo en ese momento, ese instante, aquello que con urgencia había querido que supiera. 


—No lo eres, no eres como él —solo seguridad había en sus palabras—. No como persona. Y estoy seguro de que tampoco lo serás como… padre.


Seimei, aun de rodillas y abrazado a la cintura de Chihiro, dio un respingo y sus sollozos se detuvieron de golpe. Silencio total hubo en la sala durante un par de minutos. El de cabellos grises era capaz de visualizar los engranajes de la cabecita de su novio girando y girando. Seimei podía a veces ser muy lento e incluso tonto para notar ciertas cosas rápidamente.


Entonces finalmente su cabecita había llegó a la comprensión. Muy lentamente, el chico de ojos bicolores se incorporó. Su mirada de dos tonos se clavó en la suya, lucía aun algo confundido, pero ya con la idea en su mente.


—Yo… creo que podría estar entiendo mal, pero ¿acabas de insinuar que quieres tener un hijo conmigo?


Chihiro lo observó en silencio por largos segundos, y luego solo soltó una risotada desconcertando a su prometido, no podía creerlo, en serio.  En los momentos más importantes se le fundía el cerebro. Seimei se rio, aceptando que la sonrisa de su novio era absolutamente hermosa, pero también sintiendo una especie de nudo en el pecho.


—¿No quieres?


—¡Dios, Seimei, eres un tonto! —Chihiro continuaba sonriendo, pero entonces tomó las mejillas del peli-rojo y lo acercó a su rostro, y luego lo besó. Un beso suave y un poco húmedo, lento.


—¿Entonces… sí quieres? —Seimei susurró cuando el beso se detuvo. Sus ojos brillaban mientras contemplaba el rostro de su prometido.


Él guio sus manos hacía las del de cabellos grises que se posaban sobre sus mejillas, entrelazando sus dedos y uniendo sus labios en un nuevo beso más intenso que el anterior, húmedo y pasional. Sus lenguas se unieron en sus bocas, húmedas y calientes, enredándose y explorando al otro como si nunca lo hubieran hecho.


Chihiro hizo que las manos de ambos se alejaran del de ojos bicolores, él las guio hacia abajo, lentamente las posó sobre su vientre, acariciando esa zona para que Seimei al fin lo comprendiera. Pero este seguía enfrascado en el beso, en morder sus labios y luego lamer el lóbulo de su oreja.


—Te extrañé tanto —dijo muy bajo, el deseo impregnado en su voz—. Creí que iba a volverme loco.


—Sei… —Chihiro intentó decirlo, al parecer hablarlo directo era la mejor forma de que ese tarado entendiera—. Sei… estoy… —besos en su cuello, en su garganta, en su barbilla y de nuevo en sus labios—. Sei…


—¿Sí? —de nuevo se apoderó de su cuello.


—Estoy… e-esperando un… bebé aahhg —gimió.


Los besos de Seimei se detuvieron, y posiblemente también lo hizo su actividad cerebral por algunos segundos.


Entonces se alejó de sus labios, quedándose a una distancia cercana pero no la suficiente para continuar con los besos; sus ojos yacían muy abiertos mientras sus labios formaban una línea fina. Lo observó un segundo y luego ese segundo se volvieron dos y después tres, cuatro, cinco…  Chihiro por un momento creyó que se le acaba de fundir el cerebro, hasta que sus ojos bicolores al fin se movieron, observando hacía abajo.


Seimei miró sus manos que yacían puestas aun sobre el vientre de su prometido. Sus dedos se movieron lentamente, acariciando sobre la tela con suavidad como si se encontrara en alguna especie de trance, sintiendo el bulto en su vientre. Hiro sonrió al verlo hacer un ruidito a la vez que sonreía y sus ojos se humedecían. Espero paciente, sabiendo que estaba asimilándolo, en su cabeza habían muchos pensamientos a la vez, estaba seguro; lo sabía por la forma en la que sus ojos se movían.


De nuevo lo miró a él, quien le correspondió con una despreocupada risita de medio lado y un encogimiento de hombros.


—¿Cuándo lo supiste? —fue lo primero que preguntó, parecía totalmente afligido. Chihiro había esperado esa pre


Ese día en el que terminaron, Hiro le había dicho que quería hablar de algo importante. Intentó no parecer emocionado pero el brillo en sus ojos y el tono de su voz habían delatado su emoción. Y, cuando Seimei regresó más tarde de hablar con su padre, había estado esperándolo con todo preparado para una velada romántica.


—Hace una semana —respondió con seguridad.


—Hir…


—Es cierto —interrumpió—. Esa noche… solo quería mostrarte algunas cosas que había comprado.


—¿Cosas?


—… Lencería —aceptó con algo de pena. Su cara se puso roja.


—Mierda —Seimei dijo molesto consigo mismo. Llevaba semanas insistiendo en si podía usar lencería, pues la encontraba erótica y creía que Hiro podría lucirla mejor que cualquier modelo—. Que hijo de puta —se llamó a sí mismo—… ¿Todavía la tienes?


—La corté en pedacitos y la tiré a la basura —se encogió de hombros.


—Mierda —repitió, un poco más decepcionado de lo que debería. Sabía que no podría hablar del tema en un largo, largo tiempo.


Chihiro comenzó a reír al ver su expresión, y luego Seimei también sonrió al verlo a él sonreír. La sala se inundó un momento de su alegría. Fue como en el pasado, como siempre había sido y era totalmente hermoso, como debía de ser siempre.


Pero entonces Seimei poco a poco dejó de sonreír, su alegría fue borrándose y en su rostro una expresión diferente se dibujó. Sus ojos cerrados, el puente de su nariz arrugadito y él mordiéndose el labio inferior. Las lágrimas comenzaron a resbalar de nuevo por sus mejillas de forma silenciosa, hasta que finalmente los hipidos hicieron eco en cada rincón. Chihiro lo atrajo hacía si, abrazándolo y sintiendo de inmediato como su cuerpo se removía gracias a los sollozos.


Su novio le devolvió el abrazo aferrándose a su cintura de nuevo y escondiendo el rostro en el hueco de su cuello. Su llanto inundando la sala.


Chihiro sabía que para Seimei era difícil llorar, desde lo de su madre nunca había vuelto a quebrarse de esa forma; sufría episodios en los que dejaba que las lágrimas fluyeran de forma silenciosa mientras yacía entre sus brazos, pero solamente. Habían llorado juntos esa vez, porque era duro ver como ese hombre, ese chico de aires tan fieros se rompía del dolor en su corazón.


No había vuelto a llorar como había llorado ese día. Con hipidos y sollozos que removían su cuerpo, las lágrimas derramándose como fuentes en sus ojos y los mocos escurriendo. Todo gracias a su idiota padre. Era duro, siempre sería duro verlo tan mal, pero estaría para él sin importar qué.


Sin embargo, el llanto que soltaba en ese momento era diferente. No era dolor lo que desbordaba de su corazón, Hiro lo sabía, y eso ablandaba tanto su pecho y lo hacía sentirse tan cálido al punto de querer llorar de nuevo con él.


—V-voy… voy a ser un g-gran pa-padre —Sei aseguró entre sollozos aun contra el cuello de Hiro. Y Hiro sintió las primeras lágrimas tibias bajando por los costados de sus ojos, calentando su pecho y llenando su corazón de un sentimiento que lo abrazó y reconfortó de sobremanera—. Voy a ser el mejor padre y el m-maldito mejor esposo del mundo… te lo juro.


—Estoy seguro de que lo serás, Sei. Ya quiero verlo.


Continuaron abrazados largo tiempo entre lágrimas, sollozos y promesas para el futuro, hasta que las lágrimas poco a poco dejaron de salir y en lugar de ellas solo hubo sonrisas en sus rostros, una alegría que solo se les salía del cuerpo y flotaba por toda la habitación, por todo su hogar. 


Luego Seimei lo abarrotó con preguntas. ¿Alguien lo acompañó al Medico a confirmar o fue solo? ¿Estaba comiendo bien? ¿Sufría demasiadas nauseas? ¿Era normal bajar tanto de peso? ¿Ya le daba pataditas?


Seimei tuvo que darle una patada a él por estar preguntando idioteces, porque obviamente sí, ya le daba pataditas.


—¿En serio? —respondió este luego del obvio sarcasmo de Hiro.


Hiro se rio, rindiéndose, no podía con él cuando actuaba como un idiota solo para hacerlo reír un momento. Aunque a veces sí podía ser despistado. Pero quien lo viera siendo el hermano gemelo psicópata. Claro, su lado tontito y dulce jamás se lo mostraría a nadie que no fuera Hiro, porque si existía alguien que podría aprovecharse de ello, ese sería Tetsuya.


Permanecieron en la sala un momento más, solo el que tardó Chihiro en curar las heridas del rostro de Seimei, se veía tan feo con los ojos lloros y el rostro mallugado que no tuvo más opción que curarlo. No obstante, después, cuando se levantó a guardar el botiquín, se mareó. Seimei por suerte no estaba muy lejos para poder sostenerlo entre sus brazos. 


Sin embargo, asustado de que pudiera lastimarse, lo cargó en brazos hasta su habitación, dónde lo recostó con suavidad sobre el colchón y luego él se recostó a su lado. Lo atrajo a su cuerpo con cuidado, mientras acaricia su vientre y en sus labios una nueva sonrisa hacía acto de presencia.


—No puedo creerlo aun —dijo, sonriendo ampliamente con un brillo en sus ojos de dos tonos. Su prometido lo entendía perfectamente, incluso a él le costaba hacerse a la idea de que serían padres—. ¿Cuánto tiempo de embarazo tenemos?


—Tres meses.


—Tres meses —el Akashi repitió, maravillado; en su nariz se sentía una especie de pinchazos, ese que se sentía cuando se tenía ganas de llorar—. ¡Ah, mierda! —exclamó. Estaba demasiado sensible, sus ojos a la mañana siguiente estarían horribles.


Ah, pero al diablo, ¿A quien le importaba? Estaba feliz. Había ido a recuperar a su prometido y ahora no solo lo tenía de vuelta a su lado, sino que también serían padres.


Por la puta, iba a ser padre.


Iban a tener un hijo.


Que se jodiera todo lo demás, no podía estar más feliz que en ese momento. La alegría parecía haberse dibujado de forma permanente en su rostro en forma de una sonrisa algo torcida pero sumamente orgullosa. Sus manos no se quedaban quietas, continuaban acariciando con cuidado el vientre de su prometido. Hiro parecía haber perdido mucho peso, pero debajo de su pijama favorita se escondía una adorable pancita algo ya abultada.


De hecho, Chihiro se preguntaba cómo carajos no lo había notado antes. Aunque en su defensa el único síntoma que había mostrado fue el hambre. Luego con lo de la ruptura, todo había estado mal y se sentía horrible y de alguna forma lo que no había estado se presentó de forma abrupta. Las nauseas, los mareos, los vómitos. Todo fue un total asco. 


—¿Cómo lo supiste? —curioseo Sei.


Hiro lo pensó un momento antes de hablar.


—Un día solo me pareció extraño haber bajado de peso en todos lados, pero mi vientre estaba allí, abultado como si hubiera comido un pollo completo. También pensé que quería comer pollo con yogurt, y justo después solo estaba vomitando en el retrete… no tuve que darle muchas vueltas —se encogió de hombros con una sonrisa.


—Lo siento. Tenía que haber estado contigo —lamentó, haciendo titubear un momento su hermosa sonrisa.


—No voy a negar que me sentí como una mierda al pensar que tendría que tenerlo solo. ¿Sabes? Incluso planee escapar al extranjero sin decirte nada porque no lo merecías por imbécil… —Sei se sintió alarmado por un segundo—, pero de repente esos mensajes llegaron. Dios, que videos.


—Por favor, bórralos —Sei quería esconder el rostro en el suelo.


—Claro que no —bueno, al menos lo intentó—. Por cierto. Tengo curiosidad, ¿quién es el chico que los envió?


—Oh, tienes que conocerlo, es muy lindo, se llama: Cerecita, es el nogjs —hizo un gesto torcido como si le diera repelús el solo decirlo—, el ugh, novio de Daiki.


—¿En serio existe alguien que se llama “Cerecita”? Espera… ¿¡El novio de Aomine!? —Hiro se incorporó en la cama, girando el cuello hacía Sei—. ¿El Aomine que es demasiado casanova como para tener una relación formal? ¿El mismo Aomine que ama los pechos enormes y no digamos los culos?


—Tú tienes un culo enorme y hermoso —Sei le guiñó un ojo de forma coqueta.


—Cállate —le lanzó un golpecito a las costillas, una sonrisita en sus labios y en sus mejillas un lindo sonrojo.


—Bueno, sí, ese Aomine —continuó su novio—. Y agj, odio admitirlo, pero le gusta en serio. Ambos se gustan en serio.


Hiro se dejó caer de nuevo en la cama, demasiado asombrado como para decir algo más en algunos segundos. Quién iba a decirlo de Aomine, nadie, definitivamente. Luego continuó interrogando, así que Sei le habló del chico, Hiro no pudo evitar notar la emoción con la que hablaba de él. Le dijo lo que sabían y asumían había ocurrido con él antes de que Kise lo encontrara/golpeara, y como habían ido las cosas luego hasta que él llegó con ellos, y cómo aparentemente se habían dado sus sentimientos entre él y Daiki.


Con coraje admitía una vez más que eran algo tiernos. Aunque advirtió no se lo dijera al moreno.


Después, curioso de cómo estaban todos los chicos, Seimei le habló de toda la tención y drama que había en el equipo arcoíris, la pelea entre Sei y su hermano, Tetsuya. También que ya se sabía que Seijūrō y Shintarō iban a casarse. Pero, sobre todo, que Kazunari y Yukio andaban de novios. Eso último había sido otra bomba para Hiro.


Y luego continuaron hablando y hablando, dejando que el tiempo pasara mientras las caricias en su vientre continuaban, acompañadas de besitos ocasionales en las mejillas o en la sien de Hiro por parte de Sei. Los minutos pasaron sin detenerse, y antes de siquiera darse cuenta, habían caído dormidos.


El día había sido algo complicado.


.


.


.


 


 


Chihiro acarició el rostro dormido de su prometido, este se rio de medio lado en apenas un gesto visible, pero sumamente hermoso. Una vista demasiado maravillosa.


«Bastardo atractivo». Pensó Hiro, orgulloso de su novio.


Intentó no fantasear demasiado en la apariencia que tendría su bebé, pero no podía evitar un brillito de ilusión en sus ojos al estar absolutamente seguro de que sería preciosa.


Podía decirse que eran sus deseos, pero era algo más… estaba seguro sería una niña. Una niña realmente hermosa.


—¿Hiro? —Sei lo llamó, su voz sonaba adormilada y él lucía más dormido que despierto.


—¿Sí? —acarició sus cabellos para arrullarlo y continuara durmiendo, era tarde. Cuando durmiera de nuevo, Hiro también intentaría hacerlo él también.


—Te amo —su novio sonreía—. Gracias por… estar conmigo —bostezó.


Chihiro fue brutalmente atacado directo al corazón. Continuó acariciando sus cabellos mientras por sus mejillas lágrimas silenciosas pero llenas de felicidad caían como corrientes de aguas indomables.


—Yo también te amo, Sei.


 


~•§•~


 


—¡Kuroko, por la mierda! —Fresita entró de golpe en la habitación del chico sombra, gritando a susurros mientras encendía la luz—, ¡Akashi te va a invitar a saliaaaaaahhhhh! —terminó gritando a viva voz, su rostro sonrojándose violentamente.


En la cama y totalmente desnudo, Kuroko yacía recostado de espaldas y con las piernas bien abiertas en dirección hacia la puerta. Sus mejillas algo coloradas y sus labios entreabiertos en una mueca de placer.


—¡Cúbrete, maldito degenerado!


Fue el peli-rojo quien cubrió sus ojos, además de girar sobre sus tobillos para darle la espalda a tan impresionante escena. La línea donde terminaba su rostro sonrojado y comenzaba su cabello era difícil de trazar. Por su parte, Tetsuya, que lució solo un momento desorientado, dibujó una diminuta sonrisa en sus labios mientras tomaba una sabana y se cubría de la cintura para abajo.


—Listo —informó.


Cerecita pasó saliva con fuerza, el corazón le latía muy rápido debido al susto. Maldito Kuroko. Se giró hacia el chico, encontrándolo enderezado en la cama muy tranquilo, como si no acabara de sorprenderlo masturbándose. Incluso parecía estar sonriendo el muy desgraciado.


Oh, mierda, no iba a poder quitarse la imagen de la cabeza.


Casi podía gritar de nuevo.


—Bueno Fresita-kun—Tetsu habló—, claramente soy un chico joven y sano que tiene necesidades que satisfacer por si mismo a falta de alguien que lo haga por mi, y que desde luego lo hacía en la intimidad de mi habitación y no en cualquier lugar público.


Por la mierda, Fresita quería lanzarse por la ventana.


—Lo s-siento —se mordió el interior de las mejillas. Maldita sea. ¿Le mataba a Kuroko actuar un poco más avergonzado? Él quería salir corriendo.


Tetsu casi podía carcajearse por su vergüenza. Era sumamente divertido que un tipo tan grande se viera tan nervioso por algo tan normal; además, como si él no hubiera hecho de todo con Aomine-kun la noche anterior.


—¿Cómo piensas compensarme? Acabas de interrumpir una de mis noches felices —alguna ventaja tenía que sacar.


«Con que eso hace en sus malditas noches felices». Cerecita pensó, jodida suerte de mierda que tenía como para irrumpir y toparse con tremenda… sorpresa.


—Y-Yo te haré muchas mal-malteadas de vainilla.


—Acepto —En su inmutable expresión, sus ojos brillaron—. Ahora bien, ¿de qué querías hablar?


—¡Ah! ¡Es cierto! —en un instante, el de cabellos rojizos olvidó la vergüenza que había provocado su intromisión repentina en la habitación de Tetsu, y corrió hacía este, tomando asiento de inmediato en la orilla de la cama mientras hacía una pequeña mueca de dolor en el proceso. Era claro que Aomine-kun era una bestia—. ¡Akashi te va a invitar a salir! —gritó exaltado.


Tetsu intentó no lucir demasiado emocionado en cuanto el peli-rojo terminó de hablar, pero su rostro lo traicionó, eso y que el chico grandote había aprendido a leer un poco sus expresiones.


Claro que sabía que lo invitaría a salir, lo había escuchado hablando de ello en la mañana. Y aunque no había dicho nada durante el resto del día, suponía que se debía a que posiblemente planearía algo asombroso para que fuera jodidamente perfecto. Kuroko había estado tan ansioso durante todo el día que incluso al llegar la noche no pudo dormir. Se sentía nervioso y excitado al mismo tiempo, así que una cosa llevó a la otra y terminó manseándose salvajemente en su habitación. 


—Akashi vino a mi habitación hace un momento —confesó el chico con cejas de langosta, él también estaba muy emocionado.


—¿Sí? —Tetsu alzó las cejas, no tenía idea de eso.


—Quiere que lo ayude a conquistarte —Fresita no dejaba de sonreír—, está totalmente perdido y te lo juro, absolutamente nervioso. No quiere cagarla de nuevo y que termines odiándolo… ¿crees que tenga alguna oportunidad?


—No lo sé, depende —Kuroko intentó parecer desinteresado.


La sonrisa en los labios de Cerecita continuaba, solo que esta perdió un poco de brillo de un momento a otro, y Tetsuya pudo notarlo.


—Sé que estás molesto —dijo el chico grandote—, y no puedo decirte qué hacer, pero no seas tan duro con él, ¿sí? Quiero decir, se lo merece, es solo que… tampoco quiero verlo lastimado.


»No creo que lo sepas, porque vi el rostro de los demás chicos y todos estaban igual de sorprendidos, o al menos la mayoría, pero al parecer Akashi tiene un medio hermano.


Oh, lo sabía, claro que lo sabía.


Había escuchado todo lo que Seimei había dicho antes de marcharse en busca de su hermano, y mentiría si no dijera que su corazón había dado un tremendo vuelco en su pecho al enterarse por boca del gemelo menor y escuchar toda su frustración. Había querido correr hacía Akashi y consolarlo, porque estaba seguro de que debía sentirse como la mierda y él creía que no tenía derecho a mostrarlo al ser el perfecto Akashi Seijūrō, pero… al final no pudo hacerlo.


—«¡Y arrástrate como el perro que eres, de ser necesario!» —Kuroko repitió la frase que el chico había dicho tantas horas atrás, para hacerle saber que había estado presente—. Esa frase estuvo buena.


—¡Ah! ¡Estabas escuchando! —Fresita ensanchó su sonrisa, orgulloso de ser elogiado por el chico sombra—. Creí que habías regresado después del medio día. Espera… —su entrecejo frunciéndose confundido—. ¿Desde cuando estabas en la casa?


—… Desde ayer —Kuroko apretó los labios y desvió la mirada.


Y entonces todos los tonos de rojo danzaron pulcramente en el rostro del chico langosta. No hubo necesidad de decir más para que entendiera perfectamente que él y Daiki habían tenido publico mientras cogían como conejos.


Por la mierda.


—¿¡Por qué a mi!? —gritó frustrado, y absolutamente muerto de la vergüenza. Cubrió su rostro al mismo tiempo que se encorvaba un poco, como si al hacerlo pudiera volverse invisible, ojalá y realmente pudiera desaparecer en ese momento.


«Trágame tierra y escúpeme de cara en un acantilado al otro lado del planeta». Parecía que la vida estaba empeñada en hacerlo pasar miseria.


Entonces una carcajada lo distrajo momentáneamente de su desgracia, al descubrirse el rostro y alzar de nuevo la mirada, se topó con el rostro sonriente de Kuroko Tetsuya, el chico con una expresión de seriedad permanente en su bonito rostro.


«Bonito» Era una palabra que lo definía perfectamente en ese momento, la sonrisa le sentaba de maravilla, sus rasgos se veían muchísimo más suaves y lindos. Parecía que un aura brillante lo rodeaba.


Debería sonreír más seguido.


—Estás sonriendo —Fresita no pudo evitar remarcar, sintiéndose contagiado por su alegría repentina.


—Tus desgracias son divertidas, Langosta-kun —Tetsuya continuaba sonriendo. Cerecita sintió una vena latirle en la sien ante sus palabras.


—Es bueno saber que alguien la pasa bien al menos —dijo con sarcasmo.


Kuroko no dejaba de sonreír.


Toda la situación era realmente divertida, pero no era todo. Tetsuya estaba feliz, y simplemente esa felicidad estaba desbordándose de su cuerpo en forma de carcajadas, su pecho no dejaba de latir desenfrenado desde la mañana, desde que escuchara a Seijūrō decir que no pensaba renunciar a él. ¿Tal vez tenía problemas del corazón? A quién le importaba. Tenía momentos en los que sentía que estaba soñando y otros donde la realidad no podía ser más perfecta.


Controlarse a sí mismo había sido difícil durante la cena, sobretodo porque Akashi no le había quitado los ojos de encima, y ni siquiera había intentado disimular en lo más mínimo. Claro, él se había hecho el distraído porque no pensaba dejarle las cosas tan fáciles, pero con un demonio que las ganas de tirar toda la maldita vajilla a la mierda, gatear sobre la mesa y cogerlo ahí mismo, no le faltaban. 


Y la oportunidad era buena, de hecho, porque no estaban todos en el comedor, y la principal ausencia era de Shintaro y Kazunari.


Una vez pasada su borrachera cortesía de un baño frío y una siesta, el moco con anteojos había tomado su auto y a Takao, y se había marchado con rumbo fijo. Había sido todo un espectáculo el cómo Takao solo se dejó hacer sin decir más.


Aunque no era para menos, sorpresa hubiera sido que actuara con naturalidad luego de las palabras que el cuatro ojos había soltado antes de marcharse ambos.


»—Vamos, Takao, iré a hablar con mis padres-nanodayo —realmente la mayoría había esperado eso, pues ya tenía una idea luego de su escena en la mañana. Lo que ninguno esperó fue lo que dijo después—. Necesito que me acompañen a pedir tu mano-nanodayo.


Habían perdido a Kazunari después de eso.


No reaccionó ni siquiera cuando Momoi gritó horriblemente debido a la emoción. Muchas menos cuando se le lanzó encima a llenarlo de abrazos, besos y felicitaciones. Simplemente la felicidad había alcanzado un punto tan alto en su ser, que su espíritu vagaba en algún lugar lejano del universo mientras su cuerpo estaba ahí, sin alma.


La reacción de algunos fue muy graciosa, sobretodo la de Kise, que parecía se la acababan de morir todas las neuronas al ver a Yukio sonreír, silbar y felicitar a Kazunari muy alegre, cuando supuestamente esos dos estaban saliendo. Los otros chicos estaban muy felices, desde luego; Fresita había agarrado a Aomine del cuello de su playera y casi lo había estrangulado de la emoción, lo había zangoloteado de un lado a otro bestialmente.


Akashi había sonreído de medio lado mientras le deseaba a Shintarō suerte con sus padres. Murasakibara tenía cara de no entender nada, pero como la mayoría estaban felices, él terminó aplaudiendo y diciendo: «Yupi», sin nada de ganas; parecía todavía afectado por la resaca, pero en realidad ese ya era su estado permanente de ánimo.


Personalmente Kuroko había estado muy satisfecho, después de todo ese había sido uno de los resultados que había esperado esa noche al ir todos al bar. Continuaba enojado con el moco con anteojos, pero lo único que le importaba en ese momento era la felicidad de Kazunari. Cuando se le pasara el shock, al chico la alegría se le iba a desbordar hasta por los oídos.


Así que a la hora de la cena el comedor estuvo bastante vacío, Kise se había encerrado en su habitación, Atsushi había comido demasiado rápido para tratarse él y luego se había perdido por ahí. Kasamatsu dijo que no tenía apetito así que también se encerró en su habitación. Solo estaban Aomine, Fresita, Momoi, Akashi y Kuroko. Los primeros tres charlaban entre si mientras trataban de resistir la tensión que generaba Seijūrō al observar tan abiertamente y descaradamente a Tetsuya.


Y eso, de hecho, lo excitaba demasiado. Sentir su penetrante mirada sobre su cuerpo, como si pudiera comérselo con los ojos. Oh, Kuroko se moría de ganas por ser completamente devorado.


—Cuando Akashi-kun me invite a salir —habló, volviendo de sus pensamientos, Cerecita le dio toda su atención—, voy a rechazarlo.


El chico langosta quedó en blanco unos segundos. Entonces suspiró.


Ya sabía que no iba a ser fácil, Kuroko podía verse tierno, pero también tenía su carácter y orgullo. Que aceptara a Akashi de nuevo era complicado.


—Entiendo —lucía algo desganado.


—Así que tú —Tetsu continuó—, tú tendrás que motivarlo para que vuelva a intentarlo. Y cuando una vez más lo rechace, tú estarás ahí de nuevo para continuar motivándolo —Fresa lo observó con sus ojos rojizos entornados—. Bueno, no puedes esperar que sea tan fácil para Akashi-kun.


»Llevo años esperando por él, recibiendo no más que rechazos o indiferencias; así que no puede esperar que todo esto —se señaló a si mismo—, sea suyo tan fácilmente. Tiene que al menos sufrir un escarmiento, ¿no lo crees? Tiene que demostrarme que va en serio, tiene que luchar por mis sabrosos huesitos.


Cerecita rio dando un resoplido.


—No sé si eres malvado o masoquista —Kuroko se hizo el ofendido—. ¿Por qué continuar sufriendo si solo puedes estar con él de una buena vez? ¿No es lo que siempre has querido?... Pero tienes razón, tiene que aprender y pagar por ser un idiota —suspiró. Al menos las cosas no estaban perdidas, solo tomarían un poco más de tiempo—. Cuenta con toda mi ayuda.


Kuroko le sonrió de medio lado, y el otro le correspondió. Ambos se quedaron estancados algunos segundos en un silencio que se sintió eterno, no sabiendo exactamente qué más decir.


—¿Quieres hablar un rato más? —Tetsuya dijo entonces. En realidad, habían muchas cosas en su cabeza y quería desahogarse con alguien, y ya que Fresita realmente estaba muy interesado en ayudarlos, no pensaba dejar pasar la oportunidad.


El chico langosta lo vio algo nervioso, así que sonrió de nuevo. Seguramente tenía un revoltijo de emociones y muchos pensamientos en la cabeza; después de todo, por mucho tiempo había anhelado el amor de Akashi, y ahora al fin estaba pasando. Posiblemente aun le costaba creerlo, tal vez sentía que estaba soñando y necesitaba que se lo confirmaran, que todo era real.


—Claro… pero ponte algo de ropa.


 


~•§•~


 


Kise estaba tirado en su cama, desparramado en silencio y en completa oscuridad.


El sueño había abandonado su cuerpo y se negaba tercamente a volver a él, así que sus pensamientos reinaban. Se sentía emocionado, ansioso y también temeroso.


Podían decir que él era algo tontito, y era cierto, pero tampoco demasiado. Después de la escena de Midorimacchi y el shock momentáneo que había sufrido, la confusión de ver a Kasamatsu feliz en lugar de molesto porque su novio parecía estaba comprometiéndose con alguien más, por fin lo había entendido.


Ellos lo habían planeado.


Solo habían fingido estar saliendo para así darle celos al tonto de Midorimacchi y así este al fin se dignara a admitir sus sentimientos.


Por la mierda, Kise sentía que podía llorar de la felicidad. Había tenido que ir a encerrarse en su habitación porque ya simplemente no podía contener la maldita sonrisa que quería dibujársele completamente en el rostro.


Allí, se lanzó boca arriba en la cama y estiró las manos para así tomar una almohada, al tenerla la llevó hasta su rostro y lo cubrió para así poder acallar un gritó que ya no podía contener. Pataleó mientras se retorcía en el colchón, luego se descubrió el rostro para dar una gran bocanada de oxigeno, después solo continuó retorciéndose de felicidad.


Pero entonces la emoción pasó, dando paso a los nervios y la inseguridad.


Okay, había sido solo un plan para celar al cuatro ojos. Ellos no estaban realmente enamorados, pero eso no quería decir que él podría tener una oportunidad con Yukio. Había mostrado interés por ayudar a un amigo, pero eso no significaba que realmente quisiera estar en una relación. Sin embargo, tampoco era como si todo estuviera perdido.


Antes, había ocultado sus sentimientos porque no quería ser un maldito al interponerse entre el amor de sus amigos. Pero ese amor no existía, no había algo allí, y en realidad no había nada que le asegurara que Kasamatsu fuera a enamorarse de él… aun así, podía intentarlo. Podía hacer su mejor esfuerzo para conquistarlo porque no había nada que se lo impidiera. Ahora tenía la oportunidad para demostrarle que el único que realmente había estado siempre en su corazón, era él. Nadie más.


Tenía miedo, pero no iba a quedarse de brazos cruzados.


Iba a luchar por el amor de Kasamatsu Yukio.

Notas finales:

Y YA ESTÁ, SOLO HASTA AQUI.

PERDONEN QUE LOS PUBLIQUE ANTES. 

ESPERO LES HAYAN GUSTADO.


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