Capítulo 4
Las celebraciones de la derrota del lord habían acabado y nadie había parecido dudar de la palabra del bueno y afable Albus Dumbledore. Éste les había contado sobre la necesidad de que su salvador y único sobreviviente de la maldición asesina estuviera en un hogar seguro y secreto para el resto de la comunidad mágica - ya saben queridos míos - había dicho - aún hay mortífagos apegados a las creencias de Voldemort y buscarán venganza en un dulce niño- nadie dijo nada para negarlo y aquel que podía hacerlo por su derecho como padrino, desconocía su poder. Y así ese día de gloria para el mundo mágico fue para Harry Potter el día en que se había esfumado del mundo y sido sentenciado a una vida en el mundo muggle solo y desprotegido.
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Ella se consideraba una buena mujer: iba a misa los domingos, se reunía con las demás señoras a tomar el té, cuidaba de su dudley, hacía comida y arreglaba la casa para su familia. En resumen era una persona normal, con un hogar normal y una familia normal.
Pero todo esto fue destruido en aquella fatídica noche que un viejo llegó a tocar su puerta. Por suerte su hijo y esposo habían salido al doctor y no regresarían dentro de algunas horas. Aquello le daba tiempo para deshacerse de esa inmundicia o eso creía, hasta que el.. Sr. (Por decirle de manera más amable).. Le propuso una interesante idea, la cual no tuvo reparo en aceptar relamiéndose los labios.
-Como le decía, lo único que quiero es que el niño no muera… El resto.. No me importa las condiciones en las que se encuentre, entre más deplorables mejor. -
-¿Por qué? -había preguntado ella - si lo que me cuenta es verdad y ese engendro salvó a su mundo ¿no deberían quererlo y adorarlo como a un dios? ¿Por qué entregarlo al maltrato? - no era que le interesara el niño pero quería una prueba de que lo que el viejo le prometía era verdad y no una trampa.
-¿Acaso eso importa? - preguntó divertido mientras desenvolvía un caramelo de limón - tranquila Petunia, nadie sabe del paradero del niño y nadie lo sabrá además de mí, eres libre de hacer lo que quieras con el mocoso- habló como si leyera sus pensamientos- si bien en el mundo mágico se le adora y ama, ese no es el ambiente en el cual quiero que se desarrolle esta pequeña arma. - hubo con largo silencio antes de que continuara- aquí es donde entras tú y tu familia, odian la magia ¿no es así? - Petunia hizo una mueca de disgusto- podrán descargar toda su ira y odio retenido en él, vuelvo y recalco, sin que termine muerto.
- Y ¿Por qué no lo hace usted? Parece bastante capaz
- Y lo soy, créame que lo soy, pero como has de entender soy el ícono de la luz en mi mundo y destrozar a un niño no entra en la categoría de “bueno”.- Petunia asintió con entendimiento pero aún así le faltaban piezas y sabía que no las iba a obtener por ello se resignó a tomar lo que le daban y disfrutar el resto.
- Será difícil mantenerlo ¿sabes? Crecerá y tendrá necesidades como la escuela y antes de ello aunque sea mísera : comida… Es una boca más que alimentar en un desperdicio.
-Eso lo veía venir hace ya tiempo asì que te será depositado en tu cuenta dinero cada mes para la “manutención decente” del menor. - eso complació mucho a Petunia. Más de lo que quisiera alguna vez aceptar, pero un poco de dinero de más no les haría mal… Ya se imaginaba a su bebé con diferentes regalos y lindas prendas de marca.
- Bien… Ahora márchate que mi esposo e hijo están por llegar… Yo diré lo necesario no se preocupe -.
Dumbledore asintió y dejó al bebé en su mal envuelta manta.
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Las risas de los niños se escuchaban desde lejos. Era la fiesta de cumpleaños n°3 de su amado hijito duddles, su albondigita se veía tan bonito de esta manera y gracias al dinero recibido por “cuidar” de la escoria le había podido hacer una fiesta de ensueño a su retoño. Había invitado a muchos niños del barrio y a unos accionistas del trabajo de su marido que se había enterado, tenían hijos. Todo iba perfecto y le había dicho a la escoria que se quedara quieto en la habitación sin hacer ningún ruido o lo que le esperaría sería terrible. Y era una pena realmente grande que un niño tan pequeño sea consiente del significado y peso que conllevan aquellas palabras.
Sabiendo lo que le harían, o más bien lo que el “tío “ Vernon le haría, se quedó muy quietecito en el lugar donde lo habían dejado, incluso respiraba con cautela.
Lo inesperado fue cuando un niño más grande que él entró en la habitación. El realmente no sabía que hacer, le habían dicho que no saliera, que se quedara quieto en su lugar y que no gritara. Pero nunca le dijeron nada si era que otro niño entraba en la habitación, así que habló.
-h-hola ¿qué haces aquí? - o eso intentó decir ya que para el otro niño solo fueron sílabas difusas unas unidas con otras y esa unión parecían palabras sin sentido.
-¿por qué estás aquí y no en la fiesta? - preguntó el niño grande, sin esperar ninguna respuesta (pues bien sabía que si la recibía no iba a entender nada) él siguió hablando - ¿tampoco te gustan las fiestas? Yo me logré escapar - le guiñó un ojo mientras se sentaba al lado de él, para esto el pequeño se tensó. ¿Venía de la fiesta? ¡Eso no podía ser! Su tía le había dicho y aclarado muy bien que no podía hablar con nadie de la fiesta, no podía permitir que nadie supiera de su inmunda existencia -palabras dichas por su tía -
-¡noo! ¡ Tienes que irte! ¡vete! ¡vete! - el chico vio como el pequeño empezaba a entrar en un tipo de pánico y lo peor es que no podía entenderle palabra.
-para niño, tranquilo, respira.- no estaba seguro si le entendía bien pero el niño parecía aún más alterado que antes señalando la puerta. -¿quieres abrir la puerta e ir a la fiesta? - el niño parecía aún más asustado que antes incluso. -entonces ¿qué? - el pequeñin se levantó y lo “empujó hasta la puerta repitiendo- vete niño, vete- y bueno él decidió que el niño era algo extraño y pronto empezarían a notar su ausencia así que optó por irse y quitarse al niño que le seguía empujando de encima.
Que niño más raro pensó, además la habitación en la que estaba era muy fea y descuidada, ni si quiera tenían color en las paredes, eran solo blancas y tristes, no había visto tampoco ningún tipo de juguetes con los que se podría divertir un niño a esa edad. Más allá había visto una cama o un intento de esta. Era una cuna pero sin las partes de los costados y más baja como para que el niño pudiera subir solo.¿ Acaso estaban remodelando la casa? No eso no podría ser, tal que si ese fuera el caso seguramente toda la casa estaría en proceso.
Otra cosa que notó era que estaba muy delgado así como esos perros que había visto en la calle de camino a su escuela: escuálidos y sin fuerzas. Podía ser joven aún (nunca admitiría que era pequeño, tan solo joven) sus 8 años recién cumplidos pero sabía (gracias a sus profesores, su padre y todas esas charlas ridículas que daban en las escuelas) que ese niño no era feliz allì y que probablemente no lo querían allí, eso le daba mucha pena, se lo contaría más tarde a su padre.
-¡querido! - la voz de aquella molesta mujer lo sacó de su mente- ¿qué haces aquí ?,¿por qué no estás en la fiesta?.
-Solo estaba buscando el baño señora, ¿me podría decir dónde está? - preguntó con su más inocente voz.
-claro mi niño, mira vas recto hacia allá y después a la izquierda - ella siguió su camino contenta mientras él se dirigía al baño, no podía desmentirse e ir a otro lado.
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Petunia había visto a su esposo llegar a ls casa muy furioso, tanto que parecía que en cualquier momento pudiera saltar y matar a alguien, así que no lo pensó dos veces cuando mandóa si retoño a jugar en su habitación.
-Cariño, ¿qué es lo que pasa?- estaba realmente preocupada, nunca lo había visto de aquella manera y estaba segura de no querer ser la culpable de toda su furia.
-¡¿Dónde está el mocoso?!- rugió como un animal poniéndose cada vez más rojo y cambiando a morado- Dímelo Petunia, ¡que le haré pagar lo que me ha hecho!.
Había estado tranquilamente en su trabajo cuando uno de sus inversionistas había tocado su puerta. Él encantado le dijo que pasara, pensando en que sería una buena oportunidad para hacerse más cercanos y que invirtiera más en él. Cuál fue su sorpresa cuando en vez de conversar acerca de autos, números, etc. Empezó preguntándole del otro niño que vivía en su casa. ¿Cómo mierda él se había enterado del estorbo?, según sabía el niño no había dejado la habitación ese día. Lo peor fue cuando le preguntó si lo maltrataba y por qué parecía tan mal nutrido. Se había puesto tan pálido como una hoja de papel y había inventado que era un niño muy revoltoso que siempre andaba saltando y golpeando por todo lado.
-Usted ya sabe cómo son los niños… simplemente incontrolables y llenos de ganas de experimentar nuevas cosas- rió nerviosamente intentando no mostrar tanto descontrol- y uno no puede negarles eso, aprenden por sí mismos.
El hombre no pareció creerle mucho pero no se metió más en él tema. Sólo asintió y sonrió disculpándose sobre que ya no haría más inversiones y que no cambiaría de opinión. Vernos se volvió rojo de la ira y el señor tomó esa oportunidad para desaparecer de allí.
Después de ello no había tomado mucho tiempo para que saliera como una fiera de su oficina para hacerle pagar a ese mocoso sobre la pérdida de uno de sus grandes inversionistas.
Ni siquiera tuvo la gentileza de tocar la puerta para cuando entró e hizo que el niño que allí estaba gritara asustado e intentará esconderse de ese demonio gordo que estaba seguro no le haría ningún bien.
-¡No te escondas escoria! - el niño no había sido demasiado rápido como para poder escapar de aquellas gordas y grasosas manos que lo apretaron con fuerza por los hombros.- ¿creíste que huirías ? Después de lo que hiciste,¡ lo que me hiciste perder! ¿Crees que escaparás así de fácil?-¡ noooooo! Él no había dicho nada , no había hecho nada, era inocente y trató de hacérselo saber pero a cada intento sólo recibía un golpe más o una patada, podía sentir sus huesos crujir y romperse dentro de él, podía sentir la sangre que emanaba de su boca y nariz. Creía que no podría ponerse peor.
Oh sí, podía sentirse bien y poderoso al tener al niño destrozado y roto en el piso, ver cómo se esparcía el líquido rojo en su piso recién limpio, que seguramente le haría limpiar después al mocoso. Sentir sus huesos crujir cuando los pisaba … era tan satisfactorio.
No esperó más para tomarlo del cabello y levantarlo, haciéndolo ver como una simple muñeca de trapo. Lo estampó contra la pared dejándolo técnicamente irreconocible. Estaba agradecido que aquel viejo anormal les hubiera dado ese collar para controlar la magia y al mismo tiempo torturarlo. Tomó un tipo mando y lo encendió, al momento el niño empezó a ahogarse, desesperadamente intentando tomar bocanadas de aire pero sin tener ningún resultado positivo, además de ello sentía como su cuello ardía al rojo vivo … no podía soportarlo más… todo se empezó a nublar y pronto se hizo negro.
Sumido en una total oscuridad que le abrigaba y le protegía de todo mal. Allí en esa oscuridad en la cual escuchaba desde lejos una bella canción de cuna . Cantada para él, y con mucho amor, con todo el que sabía, nunca iba a recibir.