Cap 3
En las calles de Asgard corría el rumor de que la reina estaba enferma. Y era verdad, después de insistir a su esposo en encontrar al niño y ella hacer sus propias investigaciones, se había empezado a sentir mal y por más curanderos que habían traído ella no mejoraba… Parecía que su vida era absorbida de poco en poco.
Por otro lado estaban habiendo muchas luchas y enfrentamientos contra Asgard que los habían disminuido considerablemente, estaban en una situación angustiante, sin soldados suficientes para luchar y proteger el reino… En cualquier momento caerían.
Odín estaba seguro de que había alguien infiltrado en el castillo y a sabiendas del pobre estado de su mujer y lo que aquello le ocasiona al reino. Creía que se habían unido varios grupos de rebeldes, exiliados, delincuentes y demás para derrocarlo y tomar Asgard bajo su mando. Pero eso no sucedería, pasarían encima de su cadáver primero.
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En los últimos meses había visto al bastardo pasar tiempo con su hijo y aquello le molestaba muchísimo no podía creer que sangre de su sangre se quisiera relacionar con escoria como él, había intentado salvar al niño de su naturaleza maldita, trayendole aquí, alimentandole, siendo duro cuando era necesario y educándole para sacar toda aquella maldad de los gigantes de hielo que en el niño residía.
Pero el niño no dejaba su maldad y aquello le crispaba los nervios. Recordaba cuantas veces le había intentado arrancar aquella anomalía a golpes cuando su mujer no estaba. Otra de las pruebas de la maldad del niño, de la clase de escoria que era… Había conseguido de su Frigga se derritiera a él, lo consentía, jugaba con él, le enseñaba magia, como una madre. Y eso era impensable, un ser como él, que no quería dejar su anormalidad no merecía gente que lo quisiera y lo amara… Por eso empezó a enviarlo a misiones suicidas con la esperanza de que muriera e incluso había contratado a algunos sicarios para hacer el trabajo sucio… Pero el siempre se libraba… Con su asquerosa y malévola magia, porque su magia era así, horrible, fría y poderosa, mientras que la de su esposa era cálida y sumisa. Otra prueba de su maldad.
Si bien el hecho de que no había encerrado a esa escoria lo hacia ver benevolente, era todo lo contrario, le encantaba ver su sufrimiento día a día, ver como su alma se hacía añicos y su cuerpo se ponía demacrado… Era la gloria verlo así, humillado. Algo que había intentado hacer hace mucho tiempo y al fin lo había logrado.
Este año había sido exquisito.
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Era tarde y en el callejón knockturn se encontraba cierto pocionista ahogando sus penas en alcohol.
Severus no había bebido tanto en su vida como en esa noche… Lily estaba muerta por su culpa, debió haber sabido que la profecía se refería a ellos… debió haber cerrado su maldita boca y morderse la lengua ¡Pero era un estúpido! Muy tarde había caído en cuenta e intentó de todo para salvarla : Rogarle a Voldemort que le perdonara la vida a su Lily, ofrecerle información a Dumbledore a cambio de que la mantuviera viva y a salvo, ¡incluso le había intentado advertir a James -estúpido - Potter, pero el había hecho oídos sordos a su advertencia y sufrió las consecuencias.
Recordó el cuerpo frío que abrazó en su regazo, el hedor a muerte y los sollozos del infante en su cuna.
Sí, debía de admitir que en ese momento había odiado al niño más que a nada en su vida, todo era su maldita culpa, ¿por qué tenía que coincidir su nacimiento con el de la profecía?
Si bien parecía que el señor oscuro había muerto, él no lo creía en su totalidad y estaba seguro de que volvería incluso más fuerte y listo para destrozar a todo lo que se le cruzara enfrente. Aún así había una pequeña casi inexistente llama de esperanza en su corazón que le decía que quizás ahora podría ser libre y enmendar algunos errores.
No.
No se podía aferrar a ello.
Tomó otro sorbo de whisky que le quemó la garganta para seguir con sus penosas, sentimentales y expresivas lamentaciones, nada dignas de un espía como él.
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Lucius Malfoy había recibido un mensaje urgente y como buen amigo lo había atendido. Había sido la dueña de un bar en el callejón knockturn que solía frecuentar con Severus. Le comentó que su amigo pelinegro estaba tan borracho que de seguro ni siquiera recordaba que era un mago.
Lucius lo sabía bien, Severus había tenido una obsesión con aquella sangre sucia pelirroja que se había casado con Potter. Por ello no le sorprendió cuando Severus le rogó clemencia al lord por aquella mujer y por lo mismo tampoco le impresionó que estuviera ahogando sus penas en un bar.
Salió sin darle muchas explicaciones a Narcissa con el solo pensamiento y esperanza de que Severus no hubiera hecho nada estúpido por su borrachera.
-¡Lucius! - gimió un borracho Severus al verlo.
-Severus- el mencionado se levantó o por lo menos lo intentó para después caerse y que Lucius lo salvara de tener un gran chichón en la cabeza. - Gracias Fildá por llamarme- la dueña del local asintió calmadamente - ¿cuanto te debe sev? - la mujer lanzó un suspiro antes de contestar - Déjalo, invitó la casa, es el borracho más decente que he conocido solo se pasaba gimoteando… Solo déjalo así. - sin ánimos de que Lucius reclamara, Fildá se retiró a la bodega del lugar.
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Todas las cosas del despacho del director estaban volando de un lado para otro como respuesta al ánimo del allí presente Albus Dumbledore.
¿¡Como había logrado pasar!? Todo su plan se había hecho añicos: primero el maldito Snape había escuchado la profecía, que se suponía tendría oculta por muuucho más tiempo, y como un perro había ido corriendo hacia Lord Voldemort a contarle; en segundo lugar por el bastardo Peter Pettigrew que había resultado un maldito mortífago, el cual no tuvo ningún reparo en entregarle a Tom sus “amigos”.
Le tocaba pensar rápido en un plan B. Al principio sabiendo lo manipulables de los merodeadores les convencería de entrenar al niño como un arma desprovista de alma, pero ahora con Lily y James muertos, de seguro muchos magos y brujas sangre pura intentarían tener al niño (después de todo la mayoría de Sangre puras están conectados entre sí y por ende con los Potter. Sería fácil abogar a que eran familia y tomar la custodia sin muchos trámites) . De los dos que más le preocupaban ya se había deshecho: Lupin en su condición de licántropo u hombre lobo, como prefieran llamarlo, jamás podría ni siquiera soñar con tener la custodia; A Sirius su propia estupidez fue la que lo condenó, llevándolo a buscar venganza en Peter y ahora estaba pudriéndose en Azkaban por el supuesto asesinato de Pettigrew y otros cuantos muggles más, además de ser acusado de “el mortífago que traicionó a Lily y James Potter”. Por supuesto él no diría que se equivocaban, le convenía tenerlo lejos.
¿Cómo deshacerse de todos lo otros magos y brujas entonces?
Obviamente no podía meterlos en Azkaban a todos, ni todos eran hombre lobo. Así que tenía que pensar… Pensar… Y ¡allí estaba! Justo enfrente de sus ojos una pequeña cajita la cual estaba resguardada por un seguro de sangre. Una pequeña mentira no haría mal a nadie, además todo esto era por el bien mayor .
He aquí su gran plan (era un versión sin un poco de sentido y recién pensada, pero era lo mejor que tenía) :
Dejaría al bebé en la casa de la familia muggle de Lily, con la excusa de tener barreras de sangre bla bla bla que fue un hechizo antiguo lanzado por Lily antes de morir bla bla bla. El punto es que se aseguraría de hacer un niño débil y manipulable, dispuesto a todo por un poco de afecto, pero para eso… Él necesitaba quebrarlo… De la peor manera.
Una sonrisa se dibujó en su rostro al imaginarselo… Sería una delicia quebrarlo él mismo… pero por ahora se lo dejaría a los muggles.
Esa noche sería el comienzo de una tortura sin fin para una dulce y pura alma.
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Una campanita sonó en su despacho.
-oh, es hora de cenar- esbozó un maquiavélica sonrisa y partió a cenar.