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Gotitas de lluvia en mi ventana por MissParnassus

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Habíamos quedado de vernos esa misma tarde en una cafetería del centro. La mayoría de mis prendas tendían al negro o a los colores oscuros, por lo cual opté por unos jeans grises y un suéter ligero de color negro, imagen que contrastaba enteramente con la de ella, quien llegó con un vestido corto de estambre y botas ad hoc, conjunto que atraía todas las mirada hacia sus piernas. En su confianza noté que estaba acostumbrada a ser la chica más bonita del lugar.

 

—   ¡Esposo! —saludó al acercarse a la mesa donde la esperaba.

 

—   Hola, Lena —me puse de pie mientras ella se sentaba en la silla junto a la mía—. ¿Cómo te encuentras?

 

—   Feliz por estar contigo.

 

Ordenamos bebidas calientes, hablamos de la experiencia de haber superado la etapa de exámenes, de las dificultades que éstos representaron y de algunas otras trivialidades. Los minutos pasaron en calma, reímos bastante; las habilidades sociales de Lena estaban muy por encima de las mías, pero era muy amable como para cuestionar el motivo por el cual le pedí reunirnos, así que, aprovechando la pausa que hizo para sujetar su bebida, me atreví a tomar la palabra.

 

—   Como lo dije temprano, necesitaba verte —mencioné acomodando mis lentes. Lena se limitó a escucharme atentamente detrás de su taza de café—. Verás, quiero disculparme por mi comportamiento de los últimos días. Lo cierto es que no he sido yo mismo. Creo que he vaciado mis energías en situaciones que no merecen si quiera ser mencionadas, y siento que te hice daño.

 

—   (…)

 

—   No he recibido de ti sino amabilidad, sinceridad, apoyo —hice una pequeña pausa— y afecto.

 

—   Hansel… —susurró mientras bajaba su bebida a la mesa.

 

—   Por eso quisiera, si me lo permites, y a partir de ahora, intentar retribuirte —noté el brillo en sus ojos, pero mantuve mi postura serena —. En otras palabras, a partir de ahora seré el amigo que mereces.

 

Tenía la fuerte impresión de que Lena deseaba más, y hubiera deseado dárselo, pero simplemente no podía hacerlo, no en ese momento. El ansia que Ron me hacía sentir no desaparecía, así que decidí que intentaría contrarrestar esa fuerza apartándolo de mi mente y colocando a Lena en su lugar.

 

Al terminar nuestras bebidas me ofrecía a llevarla a casa. Salimos de la cafetería y ella me sujetó del brazo, como acostumbraba hacerlo, pero yo lo deslicé para encontrar su mano con la mía. A pesar de que no voltee la mirada para ver su reacción, pude notar que lo tomó con naturalidad.

 

A la mañana siguiente me preguntaba si había sido lo correcto darle esperanzas a Lena, pues no sentía ese tipo de afecto por ella. Mi lado racional me indicaba que aspirar estar con mi amiga era la opción segura, pues con Ron, por el contrario, todo era irrealizable. Caminaba sumido en mis pensamientos, a punto de ingresar al edificio donde tomaba clases, cuando apareció Aren llevando de la mano a Ron, quien caminaba un paso detrás.

 

—   Hola, Ron —me dirigí al pequeño, ignorando por completo al otro.

 

—   Hola, Hans.

 

—   ¿Por qué lo llamas así? —interrogó Aren en tono severo.

 

—   Es un acuerdo —me dirigí finalmente al más alto—, yo lo llamo Ron, y él me llama Hans.

 

—   Pues suena ridículo. Se hace tarde, Kristoff, no quiero que pierdas tu clase —declaró dándome la espalda y llevándose consigo a Ron en un gesto un tanto agresivo.

 

Sentí un calor esporádico en el rostro. Me molestaba cómo ese idiota trataba a Ron, quien parecía ser incapaz de defenderse. Calma, debía tener calma. Entrometerme en asuntos que no me concernían solamente me iba a acarrear problemas. No podía rescatar a quien no deseaba ser rescatado, eso estaba claro. Pero aun así…

 

—   Hasta que él desee salir —me dije en un susurro.

 

En efecto, lo mejor que podía hacer era permanecer cerca, aunque no demasiado, y acudir únicamente en el momento definitivo que Ron quisiera liberarse del cretino, y no antes. Lo mejor sería no perder de vista mi objetivo y enfocarme en Lena en vez de Ron, así no volvería a perder los estribos.

 

Lena era una chica inteligente, amable, segura de sí misma y muy atractiva. Le gustaba pasear, cultivar flores e ir de compras; acudía con frecuencia a espectáculos musicales y dancísticos, o eso es lo que me había contado sobre sí misma.

 

Las horas pasaron y se llegó el receso, tiempo en que me dispuse a desayunar con mi amiga en la cafetería del colegio. Mi plan era tener algún tipo de acercamiento diferente cada día, algo que pudiera hacerme comenzar a quererla como lo necesitaba. Ordenamos tostadas francesas con fruta, platillo nuevo en el menú que decidimos acompañar con jugo.

 

—   No esperé que fueran tan deliciosas —declaró ella luego del primer bocado.

 

—   Necesitas probarlas con una rodaja de fresa —ensarté en el tenedor un trozo de pan y le agregué una de las fresas cubiertas en miel para luego acercárselo a la boca—. Ahí tienes, ¿es mejor?

 

—   Sabe mejor —confesó luego de tragar el alimento—. ¿Las habías comido antes?

 

—   Las comía una vez a la semana antes de llegar aquí.

 

—   Oh, ya veo. Entonces has probado todo tipo de tostadas francesas.

 

—   Sí —hice una pausa al ver su cara de decepción—, pero éstas son mejores porque las comparto contigo.

 

Durante toda la semana me forcé a tener aproximaciones más que amistosas con Lena, sobre todo en esas ocasiones en las que no podía dejar de pensar en Ron. Finalmente, luego de meditarlo muchas horas, el viernes al término de clases me decidí a invitarla a salir.

 

—   Y dime, ¿a dónde quieres ir hoy?

 

—   Podríamos ir al cine.

 

—   Suena maravilloso, esposo.

 

—   ¿O prefieres ir al teatro?

 

—   Invítame al cine y después yo te invito al teatro.

 

—   Es una cita.

 

—   Es una cita en dos partes, esposo querido. Llegaré a tu casa a las cuatro.

 

—   De acuerdo, Lena.

 

Le compré palomitas, sujeté su mano durante la función, incluso la dejé recargarse en mi hombro. Y no sentí nada. ¿Por qué no lograba quererla de ese modo? ¿Con Ron hubiera sido diferente? Ron, ¿qué estaría haciendo en ese preciso momento? Seguramente estaría teniendo una cita con el engreído de Aren. Tal vez estarían tomados de la mano, quizás besándose, o peor aún… ¡No! No quería pensare en ello. La sola idea de imaginar la preciosa piel de Ron siendo tocada por alguien más, me hacía sentir ansioso.

 

—   ¿Hansel? ¿Hansel, estás bien? —preguntó Lena en voz baja.

 

—   Lo estoy —respondí brevemente.

 

—   ¿No estás disfrutando la función?

 

—   Lo estoy… —al mirarla en medio de la penumbra de la sala de cine noté el brillo en sus ojos, un brillo parecido al que emitían los de Ron. Sus facciones eran delicadas, su piel casi del mismo tono claro, y sus labios…

 

—   ¿Hans? —enunció susurrando. Hans, así me llamaba Ron. Mi palpitar se aceleró rápidamente. Me lancé a sus labios, la sujeté de la nuca y le entregué el beso más apasionado.

 

 


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