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Romanesque por Aomame

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Romanesque


Los preciados regalos

Tommy giró el abanico suavemente, con un movimiento fluido como la corriente de un río tranquilo. Hideto, quieto, observó a su amiga y sonrió cuando ésta terminó lo que era una danza.

—¿Ves?—le dijo Tommy sentándose a su lado en el tatami— Tu movimiento debe acompañar tu respiración. Debes ser el agua que fluye, que evita con cuidado y elegancia la roca que le obstruye el paso.

Hideto asintió y abrió su abanico. Siguió con la mirada el grabado de garzas blancas grabadas en él. Después de la visita de Sakurai, las cosas habían cambiado un poco, por ejemplo, tenía unos cuantos días que se había mudado a la habitación de Tommy, dejando así, para siempre la esquina en la cocina. En ese lugar, no sólo tenía la compañía de su amiga, su plática amena y sus consejos sobre el quehacer como Geisha; también tenía un mullido futón y calor durante las noches. Aunque los deberes de la casa de té, seguían siendo parte de su día a día.

Sin embargo, después de esa visita, el cuervo negro no había aparecido.

—¿Te pasa algo Hide chan?

Él negó y le sonrió a su amiga.

—Es hora de dormir, Tommy chan.

*

La señora Arikawa les llamó muy temprano aquel día. Formó a todos y todas y blandiendo su abanico caminó de un lado a otro de la fila. Parecía no haber dormido bien y su semblante se había endurecido de un día para otro un poco más. Hideto la miró como todo los demás, con expectativa y nervios.

La mujer no parecía estar muy contenta con algo o alguien; pero cuando habló lo hizo con su autoridad de siempre, sin enojo aparente en la voz.

—Dentro de unas semanas—dijo—, tendremos la iniciación de una de nuestras maikos. Supongo que entienden a que me refiero.

Todos cabecearon; pero Hideto sintió una punzada en el pecho, un presentimiento le dijo que hablaba de él. Su presentimiento se cumplió cuando la señora Arikawa dijo su nombre y el de Tommy, a quien le pidió que brindara todo su apoyo y consejos a Hideto. Y a los demás dijo:

—Tenemos pocos días para prepararlo todo. Necesito su cooperación puesto que nuestro cliente es muy importante, y todo debe salir perfectamente—después comenzó a dividir tareas.

Cuando los dejó marchar, Hideto se reunió con sus amigos y compañeros en la habitación de Mika. La chica revoloteaba contenta, puesto que ella y Daigo se harían cargo de comprarle varios cambios de ropa, fondos y kimonos, obis y demás.

—Necesitaras al menos tres kimonos. Pienso en uno rojo con bordado dorado.

—Mika, no. Eso está pasado de moda—dijo Daigo, y la chica le lanzó una mirada de fuego.

—No creo que necesite tanto—dijo Hideto—. Sólo será por un día, después, pueden seguir presándome sus kimonos.

—Eso no es lo importante—dijo Yasu, estaba un poco apartado de ellos y jugueteaba con un palillo entre sus dientes—, lo importante es que sepas complacer a tu danna.

Sus palabras iban cargadas de una sensación extraña, todos se callaron y lo miraron confundidos.

—Tommy no puede decirte lo que yo sí—continuó—, como por ejemplo, cuanto te dolerá cuando entre en ti.

Hideto tragó saliva.

—Sentirás como si te desgarrara, y llorarás... de nada sirve tanta ceremonia y kimonos de lujo.

Se puso de pie y le miró desde ahí con el ceño fruncido.

—Te convertirás en un kagema, venderás tu cuerpo en clandestinidad y harán lo que quieran contigo. Un danna sólo tiene ciertos privilegios... pero la señora Arikawa te aprovechará. De nada te servirá saber todas esas cosas de geishas, jamás serás una.

—¡Yasu!—Tommy le miró molesta—Nada de eso te corresponde, así que cierra la boca.

—Es la verdad.

—No lo creo—dijo Daigo—, escuché que Sakurai sama piensa pagar la cuenta de Hideto.

Todos lo miraron sorprendidos, en especial Hideto. ¿Qué? ¿Su cuenta? Pero lo más importante quizá, ¿cómo diablos Daigo se enteraba de todo antes que nadie? Era el gran misterio que quedaría sin resolver, al parecer.

—¿Qué?—preguntó Yasu lo que todos tenían en mente.

—Eso escuché, la señora Arikawa no está muy segura. Pero Sakurai sama es muy poderoso, si quiere algo no puede negárselo.

Tommy tomó la mano de Hideto y la apretó suavemente, cuando él la miró, ella le sonrió.

—¿Te das cuenta, Hideto?—le dijo—¡Serás libre!

Hideto no entendió bien a bien que significaba aquello, pero sonrió también, tímidamente, no muy seguro de qué sentir al respecto.

—Vaya—suspiró Yasu y sin decir nada más salió de la habitación, cerrando la puerta corrediza con fuerza, haciendo que todos se encogieran de hombros.

Un silencio se instaló entre ellos. Mika fue quién se levantó y sin decir nada, persiguió al muchacho.

—¡Yasu!—le gritó y le sujetó el brazo para detenerlo—¿qué te pasa? ¿por qué parece que te molesta que Hideto...?

—¡Porque me molesta!—dijo y se soltó del agarre de su amiga—¿Sabes cuántas noches pasé intentado seducir al cuervo negro? ¿Y para qué? Para que en una noche Hideto se lo ganara, para que incluso vayan a liquidar su deuda. ¿Qué tiene ese niño que yo no?

Mika suspiró y le tomó de las manos.

—No puedes estar celoso de Hideto.

—¿Por qué no? No es justo.

Mika no dijo nada, lo abrazó e intentó consolar.

***

La señora Arikawa suspiró y dejó caer el bolígrafo sobre la hoja de papel. Sobre ésta estaba una serie de números que no eran más que los gastos de educación y vivienda de Hideto durante años. Era mucho dinero, pero no dudaba que Sakurai lo pagaría.

—Dejarte ir—murmuró al tiempo que se tallaba las sienes.

No quería, y no tenía que ver con el dinero que podía ganar con él en el futuro. Dejarle ir sería dejarle vivir en otro lugar, con alguien más. Sakurai no quería una geisha para su entretenimiento. Había algo más.

—No tengo salida—se dijo, al tiempo que recuperaba el bolígrafo—. Tal vez, si sea conveniente. Tal vez, estarás más seguro así.

***

Los días pasaron más rápidamente de lo esperado. Hideto continuó con su día a día, con sus tareas y con sus clases. Procuró no molestar a nadie, mantener su bajo perfil. El rumor de que pagarían su cuenta se había esparcido por la casa de té con una rapidez inusitada. No todo mundo lo había tomado bien, pero él no quería que pensaran que se sentía superior por ello. Además, todo era sólo un rumor, al menos, eso respondía, siempre que le preguntaban.

Él casi podía pensar que no sería así, que las cosas serían como Yasu había dicho. Porque Sakurai no había ido a verle durante todo ese tiempo. Parecía un desinterés tal, que no podía imaginar que éste pagara su cuenta y lo liberara, o que incluso, se lo llevara. Hasta ese punto, se sentía abandonado, olvidado. Cómo habría querido que Atsushi estuviera ahí, que le acompañara de vez en vez, hasta el día de evento, el día del mizuage. Tal vez, así no estaría tan ansioso, tan preocupado. Tal vez, así encontraría sosiego en uno de sus besos o sus caricias; preparaciones sencillas que le haría desear el momento de la culminación en lugar de tener miedo.

—Entiendo—le dijo Tommy cuando le confió sus inquietudes—, pero estoy segura de que no cancelará, Hideto, ha estado al pendiente. La señora Arikawa le manda cartas todos los días, informándole.

—Sí, pero lo que yo quiero es verlo.

Tommy sonrió.

—Hideto, no te enamores. Aún si el paga tu cuenta, y eso aparentemente sugiera que quiera llevarte con él, no puedes tener demasiadas esperanzas. ¿Sabes? Hace unos años un norteamericano me dijo lo mismo. Ah, sí lo hubieras escuchado. Era tan amable y cuidadoso, intentaba hablar japonés para comunicarse mejor conmigo. Aprendió a decir "te amo", y me lo dijo tantas veces que terminé creyéndole. No lo sé, tal vez, él iba en serio. Yo creo que sí.

Tommy se levantó y sacó de un cofre negro lacado una pequeña cajita y le mostró su contenido. Era un anillo con una pequeña piedra azul.

—Dijo que vendría por mí. Pero no lo ha hecho, y no sé si lo haga. Como norteamericano, una unión como la nuestra sería mal vista, no en balde hemos sido enemigos en la guerra. Quizá, fue al frente y murió ahí. No lo sé. Yo sigo esperándolo porque, ingenuamente, me enamoré de él. Esperar, Hideto, es sufrir. No esperes nada de Sakurai, ni siquiera su amor, mucho menos eso. En este momento, eres una transacción, esa es la verdad.

Hideto le devolvió el anillo y le abrazó suavemente.

—Lo siento, Tommy.

—No te preocupes, Hide chan. He aprendido a lidiar con ello. Y si te enamoras, también tendrás que lidiar con esa realidad.

Hideto se durmió esa noche pensando en la historia de Tommy, recordando aquella elegante y delicada peineta que también Atsushi le había regalado... pero una duda mayor se instaló en su mente. ¿Qué sentía por Sakurai? ¿Qué sentía éste por él?

 

Notas finales:

 


Espero que les haya gustado.


Hoy tampoco tenemos palabras nuevas :3


¡Nos estamos leyendo!


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