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Paper Love and Black Heart. por McMaddy02

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Notas del capitulo:

Chan chan chan… solo diré que estoy cansada de los fanfics donde el perdidamente enamorado es Flug, Blacky también tiene su corazoncito, chiquito pero tiene, así que espera algo inusual.

 

Aquí empecé a mencionar algo que no es oficial, el tema de los Mens Without hats, la supuesta organización que intenta frustrar a Black Hat y un poco sobre la página “Podemos bailar”, para realizar ese pequeño trozo de capítulo tomé en cuenta muchas hipótesis propuestas en internet y algunas que yo misma llegué a concluir. Aclaro que lo que llegue a mencionar sobre ellos no es oficial, son meras suposiciones y nada se ha confirmado aún. Si estás interesado en conocer un poco al respecto hay muy buenos videos en youtube, lo recomiendo porque serán una pieza clave en futuros capítulos.

 

También menciono aquí al maravilloso Marqués de Sade y su fantástica (y un poco fuerte) obra de “120 días en Sodoma”. Te la recomiendo, pero si no quieres leerla, basta con una sinopsis para entender la referencia.

 

Sin más que decir disfruta del capítulo.

 

(Los personajes no me pertenecen, son creación de Alan Ituriel.)

Una mañana, Black Hat estaba nuevamente sentado en el largo comedor junto a la cocina, como siempre devorando su desayuno mientras leía el periódico y bebía café cómodamente. Le tranquilizaba saber que la molesta lagartija no iba a aparecerse esa mañana, el día anterior Flug y 5.0.5. finalmente habían logrado bañarla y normalmente cuando eso ocurría ella no salía de su habitación por un par de días.

 

El doctor entró en el comedor, se quitó los guantes y se sentó junto al demonio. –Buenos días jefe.- Pronunció y un segundo después recibió su desayuno por parte del gran oso quien también se sentó a comer.

 

-Buen día.- Contestó distraído y en voz baja.

 

Flug lo miró perplejo, su jefe hizo algo que jamás había hecho: desearle un buen día. En realidad, desde días atrás, después de aquella noche de películas Black Hat había estado haciendo cosas que el doctor nunca lo había visto hacer, desde aquel día él modificó extrañamente su actitud; ya no le gritaba por cualquier cosa, las ordenes que le daba sonaban más a invitaciones, le ponía mucha atención cuando conversaba con él, incluso lo escuchaba gruñir y quejarse menos de lo usual, aunque ciertamente era la primera mañana en la que se dignaba a contestar un saludo de esa manera. Flug pensaba que quizá aquellas conversaciones finalmente habían mejorado su relación laboral y se empeñaba bastante en mantenerlo así, después de aquella vez todos los días le llevaba una taza de café a su jefe antes de sentarse a trabajar a su lado, se ocupaba de darse breves descansos para charlar con él y el demonio cada vez se veía más dispuesto a continuar las conversaciones, no era un libro abierto, pero si habían avanzado mucho.

 

Al finalizar su desayuno, el científico se levantó y recogió sus platos, los del oso y se acercó a tomar los de su jefe, el demonio lo vio disimuladamente y en aquel rápido vistazo pudo notar algunos rasguños y marcas de dientes en las manos del doctor. De forma impulsiva Black dejó a un lado el periódico y tomó la mano de Flug que estaba por levantar su plato, la alzó, la miró detenidamente y recorrió la manga de su bata observando el resto de las marcas. Flug estaba confundido y bastante nervioso, intentaba no quejarse por el dolor en las heridas y trataba de mantener el equilibrio de los platos en su otra mano. El del sombrero lo miró interrogante sosteniendo su mano. El doctor no respondió de inmediato, incluso le costó entender la situación, cuando al fin pudo interpretar esa mirada curiosa contestó.

 

-Demencia se puso muy difícil.- Explicó. –Pero pudimos manejarlo rápido, me ha hecho peores heridas.- Comentó divertido.

 

Levemente admirado por el optimismo del chico, el demonio observó con detenimiento las heridas más profundas, para alguien tan frágil como Flug eso debía ser doloroso.

 

-¡Baw!- Exclamó 5.0.5. Llamando la atención de ambos. El oso tenía una expresión  encantadora y los miraba con fascinación.

 

Black Hat se alarmó de inmediato, una sensación agitada en su interior lo hizo soltar bruscamente la mano del científico, Flug perdió el equilibrio y caminó en reversa dando traspiés. Como un reflejo, el demonio se lanzó a sostenerlo antes de caer, lo sostuvo entre sus brazos a unos cuantos centímetros del suelo mientras el científico abrazaba los platos sucios de porcelana evitando que cayeran al suelo y se rompieran. Ambos se miraron atónitos, una secuencia de acciones incomprensibles para ambos habían ocurrido, lo normal hubiese sido que Black simplemente lo viera caer al suelo y se burlara de él mientras Flug se incorporaba adolorido, pero algo lo impulsó a no permitirlo. Permanecieron estáticos, parecían dos estatuas en alguna postura de un baile en pareja. 5.0.5. aplaudió emocionado al presenciar la escena y esas palmadas terminaron por traer a Black Hat a la realidad y recobrar la compostura, soltó al de la bolsa dejando que cayera bruscamente de espaldas al suelo, aunque fue una caída mucho más ligera de la que hubiera sido sin su ayuda, y se dirigió a la salida.

 

-Limpien todo, par de inútiles.- Dijo enojado antes de salir.

 

Dr. Flug solo lo vio salir, quedándose quieto en el suelo mientras abrazaba los platos. El oso se levantó y lo miró preocupado.

 

-Estoy bien 5.0.5.- Le dijo incorporándose. – El jefecito amaneció nervioso hoy.- Dijo inseguro.

 

-¿Baw?-.

 

-Hablaré con él más tarde.- Dijo dulcemente calmándolo. –Vamos a limpiar-.

 

En otro lado, Black Hat caminaba a paso rápido por los pasillos de la mansión. No pudiendo soportarlo más, se volvió una sombra y llegó a su habitación en un abrir y cerrar de ojos. La enorme recámara de paredes negras estaba casi por completo en la oscuridad, unos ojos comunes apenas podrían ver la elegante cama de pabellón negro que se encontraba junto al ventanal cubierto por unas cortinas rojas de terciopelo. El demonio se deshizo de su saco y chaleco, arrojó los guantes a la cama y se introdujo en una habitación aledaña, era un baño bastante amplio y lujoso con un enorme yacusi. Se arremangó la camisa mostrando los contorneados músculos de sus brazos, se recargó sobre el lavamanos, arrancó el monóculo de su ojo, abrió el agua fría y comenzó a tallarse la cara con ella como si quisiera lavar todos sus pensamientos. Estaba molesto y muy confundido, aquello que sentía cuando estaba con el doctor empezaba a molestarlo mucho, no podía descifrarlo y lo impulsaba a hacer cosas que no pensaba con anticipación. Debía admitir que la compañía del científico se había vuelto amena, con el paso de los días el chico consiguió agradarle sin que él notara el proceso y ahora no sabía cómo dar vuelta atrás. No estaba acostumbrado, no le gustaba.

 

Se miró al espejo, su ojo descubierto, como pocas veces ocurría, se mostraba casi por completo negro excepto por esa pupila rojo intenso que le daba un aspecto escalofriante. Ese ojo bajo el monóculo le recordaba constantemente que antes de ser un perfecto villano era un monstruo, un ser de oscuridad y maldad. En ese momento se propuso no olvidarlo cuando estuviera con Flug, decidió que, aunque le era grato tenerlo tan cerca, debía devolver todo a su lugar, serle indiferente antes de que aquellas sensaciones lo desquiciaran más. Colocó el monóculo de vuelta, se arregló la corbata y salió decidido a continuar sus labores sin ser perturbado de nuevo.

 

Esa tarde Flug se encontraba inmerso en su trabajo, estaba ocupándose de soldar piezas en lo que parecía ser un enorme robot con sombrero de copa.  El objetivo de aquel aparatejo sería el de acabar con las fiestas navideñas, muy pronto tendría que presentarlo para la compra de su servicio, así que debía darse prisa. Ya había perdido mucho tiempo en distracciones sobre aquello de “podemos bailar”, aun no estaba seguro de lo que significaba pero desde que lo había escuchado un sinfín de situaciones extrañas estaban ocurriendo dentro de la organización. Los potenciales nemesis, si es que así podía llamarles, Mens Without hats que estaban contra la organización Black Hat, los cuales normalmente siempre intentaban atacarlos sin éxito, habían estado más fastidiosos de lo normal, había bloqueado un sinfín de señales intrusas dentro del sistema, además de que Demencia tuvo que ocuparse de algunos individuos que intentaban entrar a la mansión, le daba la extraña impresión de que estaban intentando introducir algo o quizá sacarlo de ahí. Aquella organización se encargaba de proteger al mundo de las garras de su jefe, pero para el demonio eran solo un montón de humanos inútiles con los que se entretenía bastante frustrando sus planes; héroes débiles y agentes inservibles eran quienes la conformaban. El científico estaba seguro de que sería capaz de detectar cualquier anomalía en el sistema ya sea por el mismo o a través de cualquiera que trabajara para el señor Black Hat, la seguridad de la organización era perfecta, nada tocaría el ordenador central sin que él se diera cuenta.

 

El reloj en su muñeca sonó, era momento de frenar ese trabajo y ocuparse del aspecto administrativo junto a su jefe en su oficina. Dejó de lado sus herramientas, cambió sus guantes amarillos por otros limpios del mismo color y se encaminó a trabajar. Entró despreocupado en la oficina, sin avisar, era una confianza que sin comentarlo su jefe le había permitido, sin embargo no esperaba lo que seguía.

 

-¿No le enseñaron a tocar, Dr. Flug?- Preguntó Black con su rasposa voz al otro lado de la oficina, su aspecto lucía sorprendentemente desarreglado; no tenía puesto su largo saco mostrando que la anchura de sus hombros y su pecho no era producto de ningunas hombreras, su camisa estaba arremangada hasta arriba del codo y no tenía puesto sus guantes dejando ver sus afiladas garras oscuras. Esto desconcertó a Flug pero intentó relacionarlo a la extraña temperatura caliente de ese diciembre. El demonio despegó la vista de los documentos en su escritorio para mirar al científico esperando una respuesta.

 

El de la bolsa se exaltó por la mirada enojada de su jefe. –Discúlpeme señor Black Hat.- Contestó confundido, no entendía el repentino cambio de actitud. –No volverá a ocurrir.- Aseguró.

 

Entró y se acomodó en su sitio como siempre. Se sentía extraño, había un ambiente tenso en el lugar y el calor también empezó a sofocarlo. Era normal que en esa zona no existieran fríos extremos en invierno pero esa temperatura cálida no era común. Acalorado, se quitó la bolsa de papel de la cabeza y sus goggles oscuros antes de comenzar.

 

El del sombrero intentaba concentrarse en su trabajo, se había propuesto regresar a su actitud indiferente y agresiva en el afán de evitar que el científico quisiera hablar con él. Pero bastó un breve instante en el que el demonio despegó la mirada de las hojas que tenía en la mano para terminar distrayéndose de nuevo con el doctor. El chico se había descubierto la cara y eso le estaba trayendo problemas. Muchas veces en el pasado llegó a ver su rostro, era el único en la mansión que lo conocía y con el cual Flug se sentía en total confianza de mostrarlo, pero nunca lo había visto con detenimiento. Admirado observó sus brillantes ojos verdes, eran como dos joyas sumamente caras y teñidas en dos tonos distintos, un par de preciosas perlas pintadas en acuarela que contrastaban perfectamente con su piel blanca y de apariencia suave como la porcelana, detuvo su mirada en su cabello castaño atado, no era muy largo pero se preguntaba cómo se vería si estuviese suelto, y aunque por un instante se atrevió a pensar que sin aquellas marcas sería un rostro perfecto, también creía que le daban un toque interesante a la obra de arte. ¿Qué estaba pensando? ¿El grandioso Black Hat estaba admirando la belleza de un rostro humano? Esos pensamientos no podían ser suyos, toda la indignación y orgullo que hubiera sentido en otra ocasión por pensar así, en ese momento no estaban presentes. Se estaba traicionando a sí mismo rompiendo su promesa de no dejarse llevar por esa sensación que cosquilleaba en su pecho. ¿Qué era esa expresión de estúpido que tenía Flug? Tanta inocencia en un ser supuestamente malvado, no podía dejar de mirarlo tan concentrado y sereno.

 

El chico castaño sintió de manera repentina la mirada de Black Hat y se giró a verlo. El demonio estaba completamente ensimismado, recargaba su cabeza en una de sus manos y su codo sobre la mesa, con su otra mano rascaba distraídamente el escritorio  y por supuesto no dejaba de verlo a pesar de que sus miradas se habían encontrado hace varios segundos. Flug se sintió sumamente nervioso, no se veía molesto, no tenía una mirada retadora ni amenazante, pero no sabía qué hacer, no pudo descifrarlo y se atrevió a hablar.

 

-¿Necesita algo, jefe?- Preguntó con dulzura dedicándole una tierna sonrisa.

 

Black Hat escuchó aquellas palabras como un eco lejano y al notar la expresión que le dedicaba, el sonrojo travieso que tenía varios días persiguiéndolo de forma ocasional volvió a tomar su rostro como rehén. –Yo Ugh...- Balbuceó intentando encontrar alguna excusa. Sin éxito se levantó de su silla y caminó a la salida. – ¡No es tu asunto!- Soltó y salió por la puerta.

 

Consternado, el científico se talló la cara. ¿Qué diablos había hecho mal? Todo había estado yendo tan bien y de un momento a otro su jefe lo rechazaba nuevamente. Se levantó de su silla imaginando que el demonio tardaría un rato en regresar, caminó por la oficina pensando desesperadamente en una solución, nunca se había sentido tan tranquilo como en los días anteriores y no iba a permitir que se le escapara de las manos. ¿Qué había con esa mirada?, repentinamente Black Hat lo miraba como si quisiera atravesarlo y no de una forma sádica, era como si lo analizara o buscara algo. Las expresiones de enojo o malicia que caracterizaban al villano, habían sido remplazadas de un momento a otro con un semblante confuso. ¿Qué debía hacer? O mejor dicho ¿Por qué sentía que debía hacer algo?, esa pregunta lo dejó quieto, ¿Por qué tan de repente le importaba?, ¿Era simple comodidad lo que buscaba?, tenía muy pocos amigos… en realidad solo 5.0.5., alguien que él mismo había creado era lo único que podía llamar amigo, quizá solo buscaba cercanía con su jefe ¡A saber! lo único importante en ese momento es que tenía que actuar rápido y solucionarlo fuese cual fuese el motivo. Ni siquiera podría preguntarle que ocurría sin sentir que estaría firmando su sentencia de muerte. Tantas preguntas, ninguna respuesta y otra vez ese sentimiento de frustración.

 

Frustrado y un poco molesto, caminó hacia el enorme librero, si los libros habían dado tan buenos frutos desde un principio quizá podrían solucionar el problema. Leyendo el lomo de los libros buscó alguno que reconociera y pudiera sonar interesante. Su mirada se detuvo en uno en particular, el nombre no era legible pero si el autor, “Marqués de Sade” decía en letras doradas. Flug extrajo el libro de su estante, este estaba muy viejo, desgastado y sus hojas ya estaban amarillas con olor a humedad, lo abrió curioso buscando el título en la primera página y casi de forma instantánea su pálido rostro se ruborizó con intensidad al leer “120 días en Sodoma”. El científico no era alguien que asustara fácilmente con ese tipo de lecturas, incluso admitía haber disfrutado ese libro en particular cuando lo leyó alguna vez, pero le avergonzaba bastante pensar en que a su jefe le gustaran y que era una opción para charlar con él, no podía imaginarse hablando al respecto con el villano. Descartando la idea cerró el libro de golpe e intentó torpemente regresarlo al estante, pero su mano temblorosa no lo permitía.

 

- ¿Se divierte husmeando, Dr. Flug?- Preguntó una voz grave y rasposa tras el científico.

 

Flug se giró rápido a mirarlo, esta vez el demonio tenía su típica sonrisa malévola. Asustado, soltó el libro y cayó con dureza al suelo. Black Hat se agachó a recogerlo, verificó el título y lo miró interrogante.

 

-¡Lo siento mucho jefecito!- Se disculpó avergonzado.

 

-Es toda una sorpresa que le interesen estas cosas.- Comentó serio.

 

-¿A mí? No yo no, solo…- Balbuceó con su rostro enrojecido y sintiendo una gran vergüenza por haber sido descubierto con un libro de ese autor en sus manos. – ¡El libro es suyo!- Acusó impulsivamente.

 

El del sombrero no se inmutó. –Por supuesto y no tienes idea de lo mucho que me gusta.- Dijo sonriente, disfrutando de cómo estaba poniendo nervioso al científico. Su mente estaba calmada ahora, ausentarse le había servido para apaciguar un poco su mente y ahora estaba listo para molestar a su subordinado.

 

-¿Le gusta?- Preguntó incrédulo.

 

-Maquiavelo supo cómo plasmar las más profundas perversiones de la humanidad, sus escritos llegaron a ser un delito. Este libro es magnífico.-

 

-No pensé que eso le interesaba.- Dijo escéptico. –Ya sabe… esas cosas de  bueno…- Comentó buscando la manera de tocar ese tema adecuadamente.

 

-¿Sexo?- Cuestionó sonriente.

 

Los nervios en punta y su rostro sonrojado delataban lo mucho que le avergonzaba al científico tocar ese tema. –No lo diga tan descuidadamente.- Pidió.

 

-Dr. Flug, pensé que ese era un tema más común ahora entre la humanidad.- Ensanchó su sonrisa y lo miró con malicia, disfrutaba su sufrimiento.

 

-Lo es pero… a mí me… Ugh.- Comentó desviando la mirada.

 

El demonio borró su sonrisa entendiendo al fin la vergüenza del científico. – ¿Qué? Tu nunca has…- Intentó decir pero fue abruptamente callado por las manos del castaño.

 

El doctor se exaltó tanto al escuchar el inicio de aquella oración que completamente avergonzado cubrió la boca de su jefe, fue un impulso que terminó clasificando como muy estúpido, había callado a Black Hat y eso dejó estupefacto al demonio.

 

-¡No me pregunte eso!- Gritó apenado mientras continuaba cubriendo la boca del contrario. Al analizar mejor su acción, despegó rápidamente sus manos. -¡Discúlpeme! Fue un impulso.- Dijo sintiendo como se lo comían los nervios. Reflexionando el tema una pregunta lo asaltó y la soltó sin pensarlo. -¿Usted si?-.

 

Black Hat enmudeció por varios segundos impresionado por el atrevimiento de su subordinado. –He cometido muchos actos malvados en mi vida.- Inició. –Los buenos planes también incluyen ese tipo de sacrificios-.

 

-¿O sea que si?- Preguntó curioso.

 

-¡Si! ahora deja de preguntar estupideces.- Grito enojado y dio la vuelta hacia su escritorio, sacó un cigarrillo de su cajetilla y lo encendió. –Debo admitir que es sumamente placentero, por algo se le relaciona a los demonios, después de todo es solo sexo.- Finalizó despreocupado expulsando una bocanada de humo.

 

-Solo sexo…- Susurró el ojiverde ocurriéndosele una pregunta muy peligrosa.

 

-¿Ya terminaste de trabajar?- Interrogó el del sombrero.

 

Flug lo miró sin responder, de nuevo empleaba esa acción evasiva. Esa conversación, aunque incomoda, había sido perfecta para restablecer el ambiente entre ellos, Black se había desecho de su indiferencia al menos por ese momento, pero intentaba nuevamente evadirlo. Pensando en lo atrevido que había sido esa tarde y en lo lejos que había llegado,  ignoró el peligro y preguntó.

 

-¿Y el amor?-.

 

Exaltado, Black Hat empezó a ahogarse tosiendo sin parar el humo del cigarro. El doctor había pronunciado una palabra prohibida. Pero además del escalofrío que normalmente le provocaba ese tema, esa pregunta había traído consigo esa presión en su pecho, ese cosquilleo indescifrable y que ahora empezaba a temer profundamente por ya empezar a comprender de qué se trataba. Sin saber que contestar simplemente miró dudoso y enojado al científico.

 

-Bueno, entre los humanos muchas veces el sexo lleva amor de por medio.- Explicó.

 

-Yo no sé cómo se siente tal cosa.- Respondió secamente desviando la mirada, sentándose en el borde del escritorio.

 

Desconcertado, Flug se acercó hasta posicionarse frente a su jefe, mirándolo hacia arriba por la diferencia de altura. Para él no tenía sentido tal cosa. – Usted ha vivido mucho, alguna vez tuvo que sentir algo por alguien.- Aseguró.

 

Black Hat lo miró, inmediatamente conectó con su mirada brillante, observó su expresión llena de ingenuidad. En realidad se preguntaba cómo es que esa criatura de apariencia tierna y actitud noble se había convertido en un villano. Lo había fastidiado por días con preguntas absurdas y su insistencia por acompañarlo, pero aun así no sentía desprecio alguno, al contrario, de algún modo empezaba a disfrutar ver ese rostro con esa expresión hambrienta de saber… de saber sobre él.

 

El científico vio de nuevo esa mirada perdida y aquella expresión extraña. Sintió un poco de pena, tal vez lo estaba presionando demasiado, podía estar haciendo que el demonio se sintiera incomodo especialmente por el tema que estaban tratando en ese momento.

 

-Yo tampoco me he enamorado nunca.- Comentó con una sonrisa nostálgica y sacando a Black de su trance. –Me gustaron algunas chicas en la preparatoria pero nunca fue más fuerte que eso.- Continuó divertido y se encogió de hombros, caminó hasta la mesa y tomando su bolsa se dirigió a la salida. –Creo que es mejor que siga trabajando en el Hat bot.- Dijo poniéndose su habitual mascara y tras un casi imperceptible gesto aprobatorio por parte de un muy confundido Black Hat, salió de la oficina, dejando solo al ser oscuro.

 

Sin duda, el científico tenía una gran habilidad para dejarlo sin habla. Se quedó ahí, quieto y con un cigarro que se consumía hasta casi apagarse. En su pecho latía con fuerza un corazón que creía marchito, intentaba controlar su respiración pero el aire le faltaba, su rostro estaba caliente y sus manos temblaban, era más que claro lo que le ocurría y por primera vez en su vida sintió miedo.

 

-¿Baw?-.

 

Un sonido curioso captó su atención. Era 5.0.5. que sigilosamente había entrado en la oficina, Black estaba tan ensimismado que nunca notó su presencia. El oso le extendió con mucha alegría una hoja, era un dibujo coloreado con crayones de él abrazando a Flug, una imagen muy similar a lo sucedido en la mañana, las dos figuras estaban enmarcadas en un corazón. El del sombrero se sobresaltó, ni siquiera pudo reaccionar agresivamente como se suponía que debía hacerlo en ese momento, solo miró la hoja ruborizado y finalmente aceptó lo obvio: Se había enamorado de su estúpido subordinado.

Notas finales:

¡Gracias por leer!


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