Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Las cosas idas por Bec-de-Lievre

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Por la tarde, Jim se quedó a vigilar personalmente el desalojo de las habitaciones de McCoy. Los tripulantes eran educados en la más alta ética y le constaba que la mayoría le tenían estima al doctor como para deshonrarlo con acciones cuestionables, pero no quería arriesgarse a que alguna de sus cosas se rompiera o fuese robada durante el embalaje ahora que el dueño no podía hacer nada.

 

—Ya he llamado a su hija —le dijo Jim al vulcano que, a un lado de él, también contemplaba a los alféreces meter sus antigüedades, mayormente libros de medicina, en cajas; los ojos del capitán estaban enrojecidos por la falta de sueño—. En seis días estaremos en la Tierra para devolver a su familia su cuerpo y pertenencias.

 

Spock asintió consciente de las muchas licencias que estaba tomándose Jim al respecto, aunque sin capacidad moral de juzgarlas: él alguna vez había tomado sus propios riesgos por su anterior capitán a quien consideraba un amigo.

 

—Voy a tomarme un permiso de descanso en cuanto lleguemos —el terrestre se frotó las sienes—, te quedarás un par de semanas al mando.

 

El vulcano entendió inmediatamente la jugada del capitán, admiró sus recursos y previsión para evitar las acciones de la Flota sobre lo que claramente sería un desacato, sin embargo, Spock sintió inmediatamente la necesidad de reclamar ese privilegio para él.

 

—No —le dijo—. La tripulación lo necesita, capitán. Ahora mismo es usted un símbolo de estoicidad, me haré cargo yo.

 

Jim negó con la cabeza antes de replicar con una obviedad que al vulcano hizo tomar una bocanada generosa de aire con aflicción:

 

—No conoces a su familia. Además —Jim agregó distraídamente—, de que tú sabes ser mejor ejemplo de estoicidad que yo.

 

Sin poder hacer mucho para evitarlo, Spock enronqueció al último comentario.

 

—Jim.

 

Extrañado por el desgañite, el capitán se giró a su Primer Oficial cabizbajo a un lado suyo y lo examinó con detenimiento. El vulcano hablaba y andaba como siempre, pero sus maneras lógicas, sospechó, quizás empezaban a acusar de verdad un límite. Lo de la mañana podía no ser un evento aislado, la situación —el quién y no el qué—, eran de lo más atípicos.

 

—Lo siento —Jim apoyó la mano en el hombro del vulcano, sintiendo entonces la ausencia de Bones más que cuando lo vio tirado sobre el suelo empedrado y comprendió que estaba muerto. Él solía ser más rápido en notar esas variaciones en el ánimo de Spock que él, él habría sabido ver en ese hombre serio y reservado mejor que él. Jim chasqueó le lengua antes de conceder—. De acuerdo.

 

*

 

La gente en los corredores, las cosas en su habitación le parecían demasiado extrañas, lejanas; las contemplaba, y aunque las palpara con las manos, no las podía creer. Sus formas le desconcertaban, le parecían incompletas, desconocidas.

 

El andar del tiempo, la secuencialidad de los eventos y los eventos en sí le parecían imprecisos también. Podía dar cuenta del rostro atribulado de Chapel, de la enfermería; también del de Robards, uno de los oficiales de seguridad que estuvo en la misión de reconocimiento en la superficie del planeta donde ocurrió todo, pero no podía discernir con claridad acerca del significado de esos recuerdos o imágenes en su mente.

 

Tratar de meditar fue inútil, el trance se le resistió vez tras vez y las náuseas no lo soltaban. Era… como cuando el doctor le daba alguno de sus extraños brebajes.

 

El doctor…, suspiró.

 

Spock apretó los puños entonces y en sus palmas dolió la forma angulosa de la placa con su nombre. Sin poder explicar cómo había acabado entre sus manos, la estudió.

 

—Spock —Jim estaba al frente suyo, hablándole. Spock enfocó las botas del capitán—. ¿Cómo te encuentras?

 

—No entiendo la pregunta.

 

Jim tomó asiento a un lado de él, en su cama.

 

—¿Cómo estás?

 

—Mi salud es buena.

 

—Me refiero a tu espíritu.

 

—Los vulcanos no creemos en el espíritu de la misma forma en que los terrestres.

 

Jim resopló.

 

—Olvídalo —le dijo. No vió conveniente seguir presionando, y prefirió ir al quid—: He hablado con Robards.

 

—También yo.

 

—Evidentemente —Jim pausó un poco para darle vueltas a lo que iba a decirle. No quería sonar a que estaba reprendiéndolo o aplicándole una medida disciplinaria, aunque en parte algo de ello había en el motivo de su visita a las habitaciones del vulcano—. Spock, no es buena idea… ir haciendo preguntas cada dos por tres a los oficiales acerca de la muerte de Bones.

 

Spock dudó antes de responder.

 

—Mi deber como Primer Oficial…

 

—Yo también estuve allí —Jim lo interrumpió—. Vi lo que ocurrió. No ha sido culpa de ellos.

 

El vulcano alzó la ceja, indicando que disentía de la opinión de Jim al respecto.

 

—Ya se sienten bastante mal. Bones trató en algún momento a todos y cada uno de los tripulantes de esta nave, ¿entiendes? Muchos eran cercanos a él de una forma u otra —Jim tragó saliva—. Culpar a Robards o a Gianakos no va a devolvérnoslo.

 

—Es absurdo. Su muerte fue innecesaria, evitable.

 

—Lo sé. ¿Evitable? No sé… Uno no espera nunca que las cosas sean así, las previsiones a veces no dan para tanto —Jim se frotó la cara con ambas manos—. Ayer… todavía estaba aquí. Almorzó conmigo y preparamos la rutina para el descenso. Mierda. Hoy me tocaba examen físico con él, la computadora me lo ha recordado.

 

—También el mío —respondió el vulcano, pero a Jim le sonó su respuesta como si fuese más una afirmación a sí mismo que a él.

 

—Volviendo al tema inicial… ya no hagas más preguntas a esos dos oficiales. Ellos también necesitan descanso.

 

—Mi responsabilidad como Primer Oficial es evaluar y asegurar que el desempeño de la tripulación sea el óptimo según los posibles escenarios que requiera la misión. Preguntar es elemental.

 

—Es verdad, pero ¿infiriendo que hubo negligencia? No lo sé.

 

—Es una posibilidad que no debe ser descartada. Los oficiales pudieron cometer varios errores al evaluar la situación, tomar acciones indebidas.

 

Jim rodó los ojos.

 

—Te he dicho que estuve allí cuando ocurrió. Ninguno de los oficiales hizo nada en particular, excepto lo que el sentido común dictaba. Pidieron que nos transportaran y que hubiese oficiales cualificados para responder al caso a nuestra llegada, ninguno tomó responsabilidades que no les correspondían.

 

—La emoción del momento pudo privarte de evaluar lo que ocurría, pudiste omitir cosas.

 

Jim parpadeó un par de veces, ofendido por la condescendencia de Spock por su humanidad. Él… era verdad que se había aturdido por el cambio abrupto de circunstancias, que su cuerpo se había paralizado, pero no hubo segundo en que no estuviese consciente de lo que había pasado. No creía que alguna vez fuese a ser capaz de olvidarlo.

 

La respuesta del capitán no se hizo esperar, el resquemor estuvo en cada sílaba de su insinuación:

 

—¿Cómo te está nublando a ti de ser racional ahora mismo?

 

La nuez del Primer Oficial tembló. Jim tomó aire, tenía que cortar con eso. Ninguno de los dos estaba bien.

 

—Será mejor que me vaya —propuso.

 

 

 

Spock, callado, no pudo estar más a favor.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).