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Mi rojo cielo por 1827kratSN

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—Yo si te amaba, Dayane —susurró mientras cerraba sus ojos—. Perdóname por no habértelo dicho cuando estabas a mi lado… Hubiese deseado mirar cuan emocionada te ponías o tu sonrisa que temblaba, estoy seguro de que hubieses llorado y gritado al mismo tiempo.

 

Amarga declaración que se quedaba en la nada porque a quien se dirigía jamás llegaría. La dueña de ese sentimiento al que Tsuna jamás pudo darle nombre, ya no podía escucharlo. Eso le generaba una culpa tan grande que sus manos le temblaban por la impotencia, se mordía el labio, despeinaba sus cabellos y se insultaba a sí mismo una y otra vez por lo estúpido que había sido.

Sólo había bastado con que Fon le diera un nombre al cariño que tenía por Dayane para darse cuenta de todo. Fue desde entonces que deseó con todas sus fuerzas que Fon hubiese aparecido mucho antes en su vida pues tal vez así ese nudo en su pecho no existiría y Dayane hubiese partido de ese mundo sin ningún remordimiento o tarea sin cumplir.  

 

 

Disculpas…

 

 

Tsuna miraba a las dos personitas más importantes en su vida, los dos tesoros que pudo conservar a su lado. Unos ojos color caramelo y otros achocolatados, diferenciados sólo por el tono profundo del iris que los caracterizaba y el pigmento de sus cabellos. Eran sus dos pequeños hijos con los que siempre platicaba después del desayuno, mas, en esa ocasión la plática se centraba en lo que Tsuna haría durante el resto del día, algo que rompería la rutina de esos meses en los que se enfocó a darles seguridad, a asistir a terapias y no abandonar la mansión por más de cuatro o cinco horas a lo mucho.

 

—Papá no volverá hasta mañana —estaba sentado en su cama y sus hijos lo miraban atentos estando sentados frente a él—. Tengo que asistir a una reunión en otro país, así que demoraré en volver.

—No —había habido un leve progreso con su princesita, la cual recitaba una o dos palabras básicas solamente si estaba a solas con su padre o hermano. Algo era algo—. No —la pequeña castaña gateó por la cama hasta aferrarse a la chaqueta de su padre y repetir la negativa con el movimiento de su cabeza.

—Isabella —su voz amable y suave, las caricias en los lacios cabellos de su niña, un abrazo amoroso y un besito en la cabeza la calmaban lo suficiente para que no llorase—. Papi debe trabajar —su pequeñita negaba mientras sujetaba con más fuerza su chaqueta.

—¿Irás en avión? —Taiki apretaba los puños sobre sus piernas cruzadas, fruncía levemente el ceño y su mirada reflejaba preocupación— ¿Quién te acompañará? ¿Con quién tienes la reunión? ¿Por qué no puedes volver pronto? —agitado soltaba cada pregunta con prisa, casi sin respirar.

—Me iré a Rusia —extendió su otro brazo para decirle a su pequeño rubio que podía unirse al abrazo, pero Taiki no se movió de su lugar.

—¿Está lejos? ¿Mu-mucho? —a Tsuna le sorprendió ese repentino tartamudeo.

—Son ocho horas en avión —sosteniendo a su pequeña en brazos, fue Tsuna quien se acercó a Taiki y le acarició el cabello con dulzura—, después tendré que asistir a una cena y reunirme con un… posible aliado —no podía ocultarle algunas cosas, una de ellas era la forma en que llamaba a los mafiosos con los que trataba—, pero volveré en cuanto termine.

—No, no —Isabella tiró de la corbata del castaño y levantó el rostro para mostrar sus ojitos brillantes por las lágrimas que no se derramaban.

—¡Puede ser peligroso! —fue ahí donde Taiki se abrazó a su padre también, demostrando que su aparente madurez no estaba completa—. No vayas, no quiero.

—No pasará nada —les acariciaba la espalda a ambos y besó sus cabecitas. Tsuna adoraba esos pequeños momentos en donde Taiki volvía a ser un niño normal sin esa necesidad de crecer rápidamente para hacerse fuerte y demás, pues lo escuchó ahogar un sollozo—. Mukuro me acompañará junto con Yamamoto, así que estaré seguro

—¡Mentira! —Taiki se separó abruptamente de Tsuna y lo miró con súplica—. Takeshi no —susurró preso del pánico.

—¿Qué pasa? —Tsuna acarició la cabeza de su niño— ¿No confías en él?

—No —certificó aferrándose con fuerza a su padre.

—¿Por qué? —hubo un largo silencio que le dio oportunidad a Isabella para alterarse y sollozar. Tal vez su pequeña recordaba algunas cosas de ese día, eso era más que certero pues tenía pesadillas muy seguido a pesar de que jamás le decía de qué trataban— Taiki… lo que pasó ese día —Tsuna intentó sonar sereno, tratando de averiguar los pesares de sus hijos sin exaltarse tanto.

—Yo grité —dijo apretando la chaqueta de su padre—. Pedí ayuda y él no vino… Mamá nos defendió y… —la voz de Taiki se ahogó y sus lágrimas salieron antes de sentir como Tsuna lo abrazaba—. Él no llegó y mamá… cayó al suelo.

—Mami —la castañita temblaba y trataba de esconderse en la chaqueta de Tsuna.

—El vestido de mamá se puso rojo —Taiki no había hablado del tema hasta ese momento, al menos no con Tsuna porque con la psicóloga lo hizo usando dibujos—, no me gusta el rojo —susurró con la voz quebradiza.

—Tranquilos, tranquilos —Tsuna los apretó contra su pecho y besó sus cabecitas mientras los mecía levemente—. Todo está bien, nada malo pasará.

—No me dejes —fue el susurro de Taiki—. No quiero perderte también, papá.

—No me pasará nada… —entendía ese miedo pues lo experimentó innumerables veces de joven, incluso en esos tiempos aun pasaba por pesadillas en donde la nada lo ahogaba en su silencio. Pero ante sus hijos debía mostrarse seguro, de modo que lo tomaran como base para su propia recuperación—. Pueden mirarme… estoy aquí con ustedes y lo estaré en los próximos años.

—No —Isabella se negaba a separarse de su padre—. Mami no.

—Ella no volverá —Taiki respiraba agitadamente porque empezó a llorar, aun así, se forzó a hablar—. Y no quiero que te vayas con ella… no quiero estar solo… Isabella y yo no queremos estar solos, papá.

—No estarán solos, porque yo estoy aquí. También lo están los abuelos y sus tíos, Leo también estará con ustedes.

—Mi hermanito también se fue… y no sé a dónde —las palabras sinceras y temerosas de un niño eran la daga más afilada para un adulto lleno de culpas.

—Tu hermanito se fue con mamá —Tsuna suspiraba quedito para no ceder ante el dolor—. Pero eso no está mal porque las personas abandonan nuestro mundo y eso es normal… Ellos ahora descansarán para siempre, pero el cariño que nos dejó jamás se irá.

—Quiero a mamá.

—Yo también —Tsuna cerró sus ojos—, pero no se puede porque ella y el pequeño Ángelo… murieron —sintió a sus niños temblar, los dejó ser. Estaba siguiendo el consejo de la psicóloga, introduciendo la muerte como algo común, algo que se debía aceptar.

 

Tsuna había luchado porque Taiki dejase de exigir ver a Dayane cada noche y día, le había explicado decenas de veces que ella no volvería; los médicos ayudaron también de modo que habían logrado que el rubiecito se calmara y aceptara la realidad, pero nada más. Isabella fue más difícil en ese asunto, ella aún no se resignaba y lloraba quedito susurrando «mamá» después de cada pesadilla o cuando la ansiedad la azotaba, pero su recuperación sería más larga y Tsuna tenía la paciencia suficiente para pasar noches enteras arrullándola, mas, cuando sus energías se terminaban sus padres ayudaban. Todo era duro aun, pero tenían que superarlo como fuese y el primer paso para eso era volver a la normalidad. Tsuna tenía que retomar su rol total como jefe de la mafia; las reuniones, los viajes eran cosas de todos los días y no podía aplazarlos más, además, el viaje de ahora era mucho más importante que los demás.

 

—Juudaime, lo están esperando —fue Hayato quien ingresó cuidadosamente para evitar asustar a los tres Sawada.

—Dame un momento más —sonrió el castaño antes de apartarse de los dos pequeños que ya no lloraban y sólo se mantenían dudosos de lo que pasaría—, enseguida voy.

—Lo esperaré —el de ojos verdosos cerró la puerta, mas no por completo pues tenía algo de curiosidad, y no sólo era él sino un par de jovenzuelos que habían estado espiando. Si Hayato no espantó a Lambo y a Chrome fue porque sus miradas de perro apaleado le decían que no harían escandalo o alguna travesura, además eran adultos, que se jodieran solos.

—No quiero que vayas —repitió Taiki limpiándose las últimas lágrimas que derramó hasta antes de calmarse—. Quédate y practicaremos Tai chi con Fon-san

—No puedo —sonrió divertido por la infantil y tentadora sugerencia de su retoño—, aunque me gustaría… Si te gusta tanto debe ser divertido.

—Lo es —sonrió al fin— es relajante y sin pensarlo aprendí algunas posiciones de lucha. A Bella también le gusta acompañarnos —miró a su hermanita y ella asintió —… así que quédate, papá.

—No puedo —les sonrió—, pero prometo regresar mañana a medio día.

—¿Y si nos llevas? —Bella asentía esperanzada ante la sugerencia del rubiecito.

—Viajaremos en auto también —Tsuna vio la duda en su niño y el pánico de su hija. Claro que no los iba a forzar aun a enfrentar un trauma como ese.

—Ire… iremos —Taiki tomó la mano de su hermanita decidido a hacer aquello.

—No —Tsuna les besó la frente a cada uno—, aún no están listos para el auto, tienen miedo y no los quiero forzar.

—Podemos…

—Volveré —besó las frentes de sus niños una vez más y añadió— y por eso… les dejaré mis más preciadas posesiones para que ustedes me las den al regresar —fue entonces que se despojó de dos de los tres anillos que siempre tenía con él; sólo se quedaría con aquel que le ayudaría en caso de emergencia y del que jamás se ha separado porque forma parte de él.

—Es Natsu —Taiki vio con fascinación aquel anillo que tenía la forma de un pequeño león. Durante sus cortos años de vida su padre le había contado historias en torno a ese anillo, unas pocas que mencionaban que el espíritu de un león residía en aquella especial posesión.

—Natsu me ha acompañado durante muchos años, quince más o menos —sonrió colocando el anillo en la mano derecha de su hijo—. Cuídalo como a tu amigo pues en un futuro será tuyo también.

—Lo haré —su mirada brillaba y sus labios se fruncían hasta formar una línea, era una expresión muy graciosa a vista de Tsuna.

—Y a ti —miró a su niña y en su pequeño dedo pulgar colocó el anillo de bodas que en esos años apreció más que a nada—, cuida de esto —sonrió por lo grande que el aro parecía al estar rodeando el pequeño pulgar de su princesa—. Mamá los eligió, es un símbolo muy especial y que he cuidado desde que me casé—vio a su hijita sonreír olvidando entonces la separación que tendrían que pasar.

—Mami —sonrió la castañita apretando su manita con el anillo en esta.

—Los amo a ambos —les sonrió antes de besarles la frente y las manitos—. Volveré mañana.

—Yo cuidaré de Bella, de Natsu y del anillo de bodas —sonrió Taiki antes de sujetar la manito libre de su hermana—, lo haré hasta que regreses, papá.

—Confío en ustedes entonces —Tsuna tomó el abrigo que había dejado en una mesa y les sonrió antes de acariciarles las mejillas—. Sus abuelos los cuidarán, todos en esta mansión lo harán… además, Fon-san vendrá de visita como siempre, así que compórtense.

 

Los dos pequeños acompañaron a su padre hasta la puerta de la mansión, se despidieron ondeando sus manos a la par del castaño quien les correspondía con el mismo gesto. Vieron al auto desaparecer y fue ahí donde la valentía se fue de sus cuerpos y con un ligero puchero se quedaron de pie, sin decir nada, aferrados a la manito del otro. Tenían miedo y eso no era bueno. Mas, sus abuelos siempre eran un remedio para su temor, siendo Iemitsu quien los sorprendió y cargó a ambos antes de correr hacia el jardín trasero donde su abuela les esperaba con una mesita bien decorada y llena de cosas que probar.

Para algunos significaba una dolorosa lejanía, para otros una oportunidad provechosa. Sólo debían esperar.

Juegos, mimos, comida y una siesta corta. La energía de los niños era ilimitada, pero siempre necesitaban de un descanso, al menos uno de ellos. Taiki tuvo la suficiente energía como para ir a jugar con su abuelo en el cuarto de entrenamiento, Nana se fue hacia las habitaciones a ordenar y ponerle especial cuidado a aquella que fue destinada a su nieto Ángelo; ella lo limpiaba personalmente para mantenerlo intacto como un triste pero bello recuerdo de su angelito.

Los demás seguían sus tareas, otros esperaban algo desconocido.

Lambo era quien caminaba entre pasillos después de dejar su informe respectivo en el escritorio de su jefe. Suspiraba mientras se frustraba al no hallar la mejor forma de acercarse a su hermano mayor, se reprendía por todas las tonterías que hizo y las que jamás debió haber hecho. Y ahí estaba, mirando por el pasillo sin saber qué hacer con su maldita vida.

Eso hasta que una pequeña princesa llamó su atención.

La pequeñita debería estar dormida, eso tenía entendido, pero no, se hallaba ahí, caminando sin mirar al frente, deteniéndose para limpiarse las lagrimitas e hipaba antes de retomar su camino. Lambo dudó mucho en lo que debía hacer, bueno, sola no podía dejar a Isabella, pero tampoco es como si hubiese tenido mucho contacto con la pequeña o con Taiki, no sin Dayane cerca.

Justo un recuerdo doloroso le llegó, uno en donde aquella rubia le sonreía ampliamente antes de susurrarle un «siempre cuida de Tsu». Palabras que apuñalaron en su sentimentalismo.

 

—Isabella —Lambo se atrevió a pronunciar ese bonito nombre y vio como la pequeña levantó su carita humedecida por las lágrimas—, ¿qué te sucede?

—Hum —fue el único sonido que la niña soltó antes de aferrarse al vestidito rosado que usaba y sollozar quedito.

—No, no llores —en pánico se arrodilló frente a ella, pero no la tocó, le daba miedo hacerle daño por mínimo que fuera—. Dime… ¿qué tienes? —pero la respuesta no llegó y se sintió estúpido— Olvidé que tu… ¡perdón! —intentó sonreír, pero solo dio una mueca rara— ¿qué hago? —se cuestionaba desesperadamente.

—¿Sucede algo? —la voz resonó al final del pasillo, una fémina que se asomaba con timidez.

—¡Chrome! ¡Gracias al cielo! —casi pudo lanzarse y abrazarla, pero prefirió hacerle una seña para que se acercara.

—¿Isabella? —susurró cuando vio a la pequeña que seguía sollozando en susurros y moqueaba un poco— ¿Qué pasó?

—No sé… la vi llorar, pero no sé por qué y tampoco sé cómo actuar. ¡Ayúdame! —pidió Lambo en medio de su desesperación.

—¿Quieres que te cargue? —preguntó la chica del parche, mas, la pequeña castaña negó de inmediato con su cabecita y se limpió las lagrimitas que le estorbaban.

—¿Tienes hambre? —siguió Lambo pues era lo mejor que podía hacer, pero la negativa seguía.

—¿Sed?

—¿Necesitas algo? —al fin la vieron asentir y suspirar profundamente— Dime pequeña —y de nuevo Lambo se golpeó la frente porque la pequeña frente a él no hablaba más— ¡Es tan difícil!

—Danos alguna pista —susurró Chrome quien acarició la cabecita de la pequeña, misma se alejó del toque casi al instante.

—¿Quieres a tu papi? —Lambo se golpeó de nuevo porque esas palabras hicieron que la princesita empezara a hacer un puchero donde su labio temblaba—. ¡Perdón, perdón! Pero no sé cómo lidiar con esto, Chrome

—¿Si nos llevas a donde nos puedas dar una pista? —La niebla astuta como siempre ocasionó que el llanto de la castañita se detuviera y asintiera.

 

La pequeñita hipó un par de veces antes de caminar de regreso por donde Lambo la vio llegar, y aunque Chrome ofreció cargarla, la niña negó pues no le agradaba el tacto ajeno a excepción de su padre, abuelos, tíos, primo o Fon. Rayo y niebla siguieron a Isabella con prisa y sin pensarlo pronto se vieron en la habitación de la hija menor del líder Vongola.

Impresionados era poco, pues no habían entrado ahí desde que la niña tenía como un año, así que todo estaba diferente. Los portarretratos mostraban fotografías de Dayane, Tsuna, Taiki y la pequeña misma, los peluches de diferentes tamaños y colores estaban reposando dentro de una cuna, una sola muñeca de trapo adornaba la cama destendida de la princesa, el techo era adornado con estrellas de papel brillante, había muebles llenos de adornos pequeños y coloridos. Pero dejaron de bobear cuando la niña les jaló la falda y pantalón respectivos para después señalarles una puerta.

 

—¿Qué pasa aquí? —preguntó Lambo cuando la pequeña niña entró al que era el baño privado y señalaba la tina completamente vacía.

—Creo que quiere algo de ahí —Chrome no entendía las señas, pero hacía su mejor esfuerzo mientras la niña seguía con su silenciosa comunicación.

—¿Un baño? ¿Quieres darte un baño? —secundó Lambo, pero la castaña negó con entusiasmo.

—¿Ahí? —Chrome estiró su brazo hasta apuntar al desagüe de aquel sitio y recibió el asentimiento de la pequeñita que se aferró al borde para mirar— ¿Algo se cayó por ahí? —otro asentimiento y después las miradas en conjunto con Lambo

—No creo que podamos sacar lo que sea que perdió.

 

Error, sus palabras hicieron que la pequeña empezaba a gimotear y para calmarla ambos guardianes tuvieron que jurarle que sacarían lo que sea que necesitasen sacar. Nagi incluso halló un largo alambre con el cual intentarían navegar en esa tubería. Lambo fue quien se ideó formar una especie de gancho al final del alambre y empezar con la tarea de introducirlo por el desagüe intentando buscar algo. Lo hacían todo bajo la intensa mirada acaramelada de la pequeñita que hacía mohines y muecas cuando levantaban el alambre y no hallaban nada más que algo gris que ensuciaba el gancho.

Media hora después lo inevitable pasó, la espera no daba resultados y la pequeñita empezó a llorar a todo pulmón. ¡Estaban en claros problemas!

 

—¡Qué le hicieron a Bella! —aquel casi grito alteró a ambos adultos que intentaban calmar a la pequeña.

—¡Nada! —Lambo casi se infarta y hasta se cayó en la tina estrepitosamente.

—Como que nada si Bella está llorando —con el ceño fruncido, mirándolos acusadoramente, Taiki incluso empujó a Chrome para abrirse camino hacia su hermanita y abrazarla.

—Intentamos ayudarla —fue la respuesta de Chrome quien ayudó a Lambo a levantarse después de que ella logró hacerlo.

—Pues al parecer son inútiles —el rubio dejó de mirarlos para inclinarse y limpiar las lágrimas de su hermana usando las mangas de su suéter—. Calma, Bella… no pasa nada.

 

Pudieron reclamar por el trato grosero, pero no lo hicieron pues de cierta forma el niño tenía razón. Ambos adultos prefirieron quedarse en silencio viendo el trato amable que Taiki ofrecía a su hermanita quien hacía señas tal y como hizo con ellos, con la gran diferencia que al parecer el rubio sí entendía.

 

—Perdió el anillo de mamá —suspiró tras acariciarle la cabecita a su hermana—. Ustedes deben sacarlo ahora, es demasiado importante porque fue el encargo de papá.

—No creo que Tsuna-nii te enseñase a ser tan mandón y sin modales —bufó Lambo.

—Tampoco creo que te haya enseñado a hacer llorar a una pequeña niña —Taiki lo retó sin miramientos.

—Sería más fácil si hablara —cual niño, Lambo siguió atacando al rubiecito.

—Lambo —retó Chrome

—Y eso hubiese sido posible si es que sus amigos hubiesen sido más eficientes y salvado a mi mamá —Taiki habló con total seriedad tras cubrir los oídos de su hermanita.

—Lo sacaremos —remordimiento, lo habían sentido desde hace mucho pero que un niño les echara en cara la ineficiencia de su equipo, fue más doloroso de lo que pensaron—. Iré por… un martillo o yo que sé —bufó Lambo

—Dañaremos la tina —añadió Chrome, pero no negó que la idea era aceptable pues el alambre era obvio que no iba a resultar.

—Ya la cambiarán después —Taiki tenía carácter, eso no cabía duda—. Ahora apúrense.

 

No tardaron mucho en traer un par de martillos y algo parecido a un clavo gigante, para después ser vistos con curiosidad por los dos pequeños que esperaban alguna cosa que devolviera tan preciado objeto.

Lambo y Chrome estaban listos para destruir cosas –eran buenos en eso –, sin embargo, una voz autoritaria pero femenil los detuvo justo cuando iban a dar el primer golpe a la inmaculada tina. Recibieron un regaño monumental por parte de Nana, las órdenes de devolver las cosas a su lugar y al final fue la propia castaña mayor quien mostró a todos el anillo que guardó ella misma después de dejar a su nieta dormida.

Ironías de la vida, por poco destrozaban algo que no debían destrozar. Otra vez.

 

—Vamos, Bella… colgaremos el anillo de Tsu-kun y el regalo de Dayane en unos collares que tú y Taiki llevarán siempre —sonrió la castaña tomando la manito de sus nietos—. Así evitaremos pérdidas y problemas innecesarios.

—Este anillo se llama Natsu, abuelita —rectificó Taiki.

—Lo recordaré desde ahora, lo prometo.

 

Lambo y Chrome se quedaron en silencio, sentados en el borde de la tina, suspirando porque no había sido un buen día para ninguno, resignados a ser un desastre. Pero poco les duró la depresión porque vieron por la puerta entrar a la pequeña princesa de la casa quien sonreía ligeramente y les hacía una seña para que se acercaran y se arrodillaran frente a ella.

 

—¿Deseas algo más? —fue el susurro de Lambo, pero no necesito respuesta verbal.

 

Isabella les palmeó la cabeza a cada uno, incluso se paró de puntitas para alcanzarlos, lo hizo tres veces y les revolvió el cabello un poquito mientras sonreía. Les dio una leve reverencia y poco después desapareció a pasos presurosos pues seguramente iba con su abuela y hermano.

Tal vez no fue un día tan malo.

 

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

Krat les deja este pequeño capítulo en el que no introdujo detalles más para mantener la tensión XD

De todas formas, les dejaré algunas dudas

¿Con quién se reunirá Tsuna?

¿Fon ayudará a que los pequeños vayan tolerando a los guardianes?

¿Comerán pastel?

¿Sabremos algo sobre los demás guardianes?

Sin más que decir… Krat les dice: Los amo XDDDD

Besos y pasteles~

Bye-bye~

 


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