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Mi rojo cielo por 1827kratSN

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Inseguridades. Cada que se miraba al espejo se llenaba de inseguridades.

Veía su rostro adornado por un par de ojeras por las constantes pesadillas que cortaban su descanso por al menos un par de veces en la noche, la cicatriz de su frente dejada por su momento de debilidad en batalla, su mirada apagada por todas esas cosas que soportó en silencio por años, los dedos trémulos que repasaban su piel mientras se terminaba de lavar la cara, el anillo de boda que hasta ese punto no se había quitado si no era netamente necesario.

 

—Estoy asustado —susurró.

 

Y es que el miedo se había vuelto su compañero durante tanto tiempo que ahora creía no poder quitárselo de encima. Lo peor era que sus miedos no eran racionales, o al menos eso creía, porque no debería temerles a las cosas nuevas, a su vida lejos del recuerdo de Dayane, al enfrentar las miradas llenas de reproches de quienes lo juzgaban por cada elección que tomaba, del rechazo de su familia, que sus hijos sufrieran por su causa, que no fuera capaz de proteger a todos los que amaba y… Había tantas cosas a las que le tenía miedo.

No era correcto.

Un jefe mafioso no debería ser tan inseguro y miedoso.

 

—Si desayunamos waffles con miel, ¿sonreirías?

 

Tsunayoshi admitía que escuchar la voz de Fon lo calmaba casi al instante, no le daba pena aceptarlo. Aquel hombre sabía decir las palabras justas en los momentos adecuados, como en esa ocasión. Con esa simple promesa de algo dulce lo hizo reír suavemente y alejar la línea de sus pensamientos depresivos a algo más agradable. Por eso, y por muchas cosas más, se enamoró de Fon.

Él le daba la calma y la seguridad que necesitaba.

Le gustaba ser abrazado, recibir los tiernos besos en su frente antes de que él fuera quien besase al antiguo arcobaleno en los labios, y finalmente escuchaba un par de frases cariñosas que subían su autoestima lo suficiente como para sentirse listo y enfrentar su realidad. Así eran la mayoría de mañanas, porque Fon siempre se quedaba con él hasta que despertara por completo, aunque después se retiraba a la que sería su propia habitación para arreglarse.

Admitía que a veces le gustaría que Fon se quedara a su lado incluso en el día.

Aún seguía consumiendo los antidepresivos en dosis pequeñas al menos una vez por día, Fon no le criticó ese hecho; Shamal en cambio le dio un regaño por teléfono, pero finalmente se resignó a proveerle secretamente del medicamento. Tsuna debía admitir que no estaba listo para dejar esas pastillas, no, aun no. Todavía sentía los estragos de la guerra que enfrentó, tenía miedo de que en algún punto Ivano volviera a levantarse entre los vivos y convirtiera su vida en un infierno, se estremecía sólo con plantearse la posibilidad por un solo segundo.

 

—¿No podemos ir contigo? —era la petición de Taiki, y en otro momento pudo haber cedido, pero en esa ocasión no.

—Tienes clases particulares hoy —le acarició la mejilla—, y Bella iniciará con sus primeras clases de ballet formal —sonrió—. Así que no, hoy no pueden ir conmigo.

—Lo entiendo —su rubiecito era maduro—, pero no lo acepto —y aun así seguía siendo un niño—. Quiero ir contigo y con mamá.

—Bella también quiere ir —la pequeña se aferraba al cuello del castaño mientras hacía un puchero—. Quiere ir.

—Podemos salir juntos otro día, ¿bien? —dejó a su hija junto a Taiki y suspiró—. Si se portan bien y ponen atención a sus clases, iremos a donde quieran el siguiente fin de semana.

—Está bien.

 

No podía llevar a sus niños, no en ese día, no a ese lugar, porque lo que iba a hacer era algo decisivo para él. Por eso no dejó que nadie lo escoltara, aunque sí tuvo que soportar los reproches de Mukuro que le criticaba esa salida tan sospechosa junto con Fon. Nadie entendía que Fon no era un guardián, subordinado, empleado o algo relacionado con la familia. No. Fon era… especial.

 

—No estoy de humor para soportar una escena de celos de su parte.

 

Salió de la mansión sin prestar atención a los demás, le sonrió a Fon quien lo esperaba junto al auto y se fue de ahí siendo él mismo el que conducía en silencio. Iba centrado en cursar el sendero que definiría un antes y un después a su vida. Estaba ansioso, algo temeroso, pero decidido porque lo pensó durante ya mucho tiempo y concluyó que era el momento adecuado.

Le agradecía infinitamente a Fon porque en esa ocasión no fue más que un guía en la ruta pues era quien verificaba su camino mediante el mapa. Tsuna debía admitir que desconfiaba de su familia y obviamente apagó todo sistema de rastreo satelital, e incluso dejó en la mansión el pequeño localizador que solía llevar en una de las solapas de su traje como medio de “precaución”.

A veces sus amigos se excedían en sus métodos de protección.

Y después de tres horas en auto, más media hora de vuelo en un aeroplano rentado con extremo recelo y secreto, fue que llegaron al borde de ese pueblito que limitaba con el lugar favorito de Dayane y cuna de descanso para parte de las cenizas de la misma. Sólo ahí, cuando el barco que los llevaría a un corto paseo arrancó, Tsuna le explicó a Fon qué tan importante era ese lugar para su familia, y el motivo por el que le pidió fueran allí.

 

—Tengo algo que decirte.

 

Le hablaba a la brisa, los recuerdos, el agua que golpeaba suavemente al bote que ancló por órdenes de su contratista. Tsuna miraba el paisaje a lo lejos, los botes que se movían cerca. Sentía la leve brisa mover sus cabellos, el apoyo silente de Fon a su lado. Decidió dejar salir sus palabras para explicar lo que había decidido después de haber atravesado tantas cosas en esa larga etapa de su vida. Y finalmente observó las figuras que la luz formaba entre las ondas en el agua.

 

—Voy a empezar de nuevo, Dayane.

 

Observó sus manos por un momento. Vio las leves cicatrices, los cortes, las marcas de las ampollas por el entrenamiento y finalmente vio los anillos que adornaban sus manos. Vongola significaba tanto para él, era su pequeño mundo modelado a su gusto para ser cuna de paz y protección para los más necesitados. Pero su pequeña familia también era parte esencial de su vida, y el anillo con el que selló su primer —y posiblemente único—, matrimonio, lo certificaba. Por eso, deslizar la joya de oro le costó un poco.

Le costaba deslizar su atadura.

No.

Le costaba deslizar sus más bonitas memorias.

Pero lo hizo, porque Diana, Enma, su padre y madre, tuvieron razón; no podía aferrarse a memorias que no volverían a darse. Porque Dayane no estaría de acuerdo en que se estancara en su dolor.

Esa tarde, bajo los cálidos rayos de la luz de finales de abril, se quitó su argolla de matrimonio y la miró con dulzura. Acarició los detalles y el grabado que dictaba un simple “por siempre”. Brindó una sonrisa y apretó el anillo en su mano.

 

—Te amaré por siempre, Dayane —extendió su mano derecha cerrada fuera del límite del barco—. Pero voy a empezar de nuevo.

 

Suspiró por última vez antes de abrir lentamente sus dedos para dejar caer esa joya, pues de esa forma el anillo se uniría a las aguas que acunaban las cenizas de la mujer que más amó en su vida.

Pero no pudo ver ese anillo caer. No. No lo dejaron. Una mano apretó la suya para que cerrara su puño y no soltara ese símbolo de oro.

Tsuna miró extrañado a Fon, sintió una leve caricia dada sobre la piel de sus dedos y finalmente dejó que la mano de Fon guiara la suya hasta su pecho. No entendía por qué le impidió deshacerse de aquella joya que lo ataba a las memorias de su antigua vida. Tampoco entendió porque los labios de Fon formaron una sutil sonrisa melancólica.

 

—Consérvalo.

—Pero…

—Es un recuerdo preciado, así que no te deshagas de él.

—Quiero empezar de nuevo.

—Lo entiendo —Fon sostuvo la mano que sostenía el anillo y la envolvió con las suyas—. Por eso digo que lo conserves. Guárdalo y cuando sea el momento… cédelo a alguien que necesite este preciado recuerdo.

 

Tuna no entendió las palabras de Fon, no lo hizo ni en ese momento, ni en el transcurso de regreso a la mansión, tampoco lo hizo en los siguientes días, ni en las semanas venideras. Pero confiaba en que las palabras de Fon tuvieran una razón y en un futuro las entendiera.

 

 

Declaración…

 

 

Enma reía divertido. Diana dio un leve gritito, después sólo entrelazó sus dedos y sonrió. Nana e Iemitsu aplaudieron y finalmente suspiraron aliviados. Los niños reían mientras se escabullían para robarse el postre de los que se quedaron de piedra tras la noticia, para después escabullirse por debajo de la mesa para irse al patio con su botín —porque no entendían por qué algo que ellos daban por hecho, recién se decía como un anuncio—. Kato reía a viva voz porque asoció aquella plática de hace meses atrás con Fon y el asunto presente. Los demás Simon no opinaron mucho porque no tenían nada en contra de que el líder Vongola quisiera reiniciar su vida, es más, a ellos no les afectaba demasiado. Y finalmente estaban los demás.

 

—Sus caras son tan graciosas —Lambo reía sin disimulo mientras a su lado Nagi sonreía también—. Chrome, ¡fotografías!

—Sí.

 

Fon ocultó su risita tras la manga de su qipao pues compartía la opinión de aquel par de jovencitos, además, no esperó que todos los guardianes de aquel cielo se pusieran tan “pesados” después de la noticia. Ryohei aun andaba agitando sus manos y diciendo cosas que los demás no entendían, mientras se paraba encima de una de las sillas. Yamamoto reía intentando calmar los ánimos excesivos de su amigo. Gokudera fruncía el ceño mientras detenía a cierta nube kamikuroseadora que había sido invitada para que escuchara el anuncio oficial. Mukuro y Reborn estaban insultándose o diciendo no sé qué cosas porque no pudieron evitar ese momento. Los ingenieros brindaban con su líder alejándose del revuelo originado por los miembros más peligrosos de esa familia.

Y finalmente Tsuna suspiraba resignado porque sabía que nada sería fácil tras lo que dijo.

Pero a veces exageraban.

 

«Hoy haré oficial mi relación con Fon, el antiguo arcobaleno de la tormenta»

 

No fueron muchas palabras, es más, muchos en la mansión ya sabían que Fon era especial para él y los niños. Por eso Tsuna no entendía por qué armaron tanto alboroto por eso.

No pudo evitar algunas peleas y reclamos, tuvo detener algunos intentos por destrozar la mansión, y se interpuso en la disputa por su causa. Amenazó a un par, golpeó la cabeza de Lambo y Skull porque en vez de ayudar estaban fotografiando y riéndose. Le pidió a Chrome que dejara inconscientes a los alborotadores quienes, por estar más centrados en su “batalla”, no pudieron impedir el efecto de las llamas nieblas. Y al final suspiró.

 

—Al menos nadie intentó matar a alguien —Enma rió mientras picaba la mejilla de Mukuro que se hallaba en el suelo.

—Mejor dicho —Skull picó con un palito de helado la mejilla de su senpai, Reborn—, no llegaron a concretar sus amenazas de asesinato.

—Fue el anuncio más divertido en el que he participado —Diana rio—. Iré a ver a los niños, espero no hayan hecho travesuras en medio de nuestra distracción.

—Felicidades, Tsu-kun —Nana abrazó a su hijo y le besó la mejilla antes de alejarse—. Voy contigo, Diana —se fue con una sonrisa amplia en busca de sus nietos.

—Bien hecho, atún —Iemitsu golpeó con fuerza la espalda del castaño—. Aunque te tardaste —y después siguió a su esposa.

—Bien —Tsuna sonrió tras recuperar su aire. Debía aceptar que fue divertido con todo y desastre—, pues tienen razón. No fue tan malo.

—Querrán matarme cuando despierten —Fon lo dijo como si fuera una broma—. Deberé prepararme.

—No se atreverían —Tsuna miró a los bellos durmientes con seriedad—. Y si lo hacen…

—Déjalos —Fon elevó sus hombros—, será divertido. Hace tiempo que no peleo seriamente con Reborn.

—¿Estás seguro? —Tsuna no creía que fuese buena idea dejarlos pelear.

—Dicen que intercambiar golpes anima la amistad —Lambo comentó divertido—. ¡Vamos, Fon-san! Yo sé que le pateará el trasero a Reborn.

—Lambo —advirtió Tsuna.

—¿Qué? —el rayo sonrió—. Quiero verlos pelear.

—Como sea —suspiró el castaño—. Creo que debemos llevarlos a su habitación… y llamar a Kusakabe-san para que venga por Kyoya.

 

Había ido mejor de lo esperado. En verdad que lo creía.

Aunque después de eso tuvo muchos más problemas que enfrentar, además de llenarse de paciencia para ignorar las malas miradas y reclamos de dos celosos compulsivos en su mansión. Tsuna agradecía infinitamente que Gokudera hubiese recapacitado y en esos momentos fuera uno de sus apoyos en contra de Reborn y Mukuro. Necesitaba aliados si es que quería mantenerse cuerdo hasta que hallara una forma en que todos aceptaran su relación con Fon. Relación que por el momento sólo sería de conocimiento de Vongola y Simon, al menos hasta que todos los miembros de estas dos familias aceptaran la nueva vida de su cielo.

No quería hacer nada sin estar seguro que dentro de su propia familia había paz.

Lo malo era que hasta que eso sucediera tenía una pila de documentos que firmar por las reparaciones y reposiciones de las cosas rotas o dañadas por el poco cuidado que esos idiotas tenían cuando peleaban entre sí, con otros, o simplemente cuando se desquitaban con algo. Sí, ni regañándolos pudo detener esa tragedia, así que buscó una solución más cómoda para sí mismo. Aunque debía admitir que también fue un pequeño castigo que disfrutó de dar.

 

—Si hallo un error siquiera, les asignaré las tareas de limpieza de todos los baños en la mansión —cuando Tsuna vio a Mukuro y a Reborn intentando protestar o lanzar algún tipo de sarcasmo, completó—. Es eso o irse a CEDEF por un año.

—Juegas sucio, Vongola.

—No voy a tolerar su comportamiento infantil por más tiempo —apretó los puños y los miró con frialdad—. Se supone que son mayores que yo, compórtense como tal.

 

Después sólo los ignoró. Allá ellos en su labor en el escritorio adicional que colocó en su oficina. Tsuna tenía que vigilar que Mukuro y Reborn no se pusieran a pelear otra vez, a la vez que también los condenaba a compartir un espacio bastante limitado para que supieran tolerarse entre sí. Era horrible tener que tratar con un par de adultos caprichosos que no aceptaban la derrota y se desquitaban con su otro rival perdedor. Ni qué decir del mal humor que se cargaban esos dos y que desquitaban con los guardianes más jóvenes, incluso ya recibió muchas quejas del personal que dijeron sentirse incómodos al estar cerca de esos dos.

Lo único malo de eso, era que no tenía privacidad suficiente.

Mientras él revisaba su propio papeleo y mil documentos adicionales en la laptop que indicaban el progreso de restauración en los lugares dañados en su guerra contra los Yasen, a veces no podía evitar que algunas memorias lo aturdieran. Antes, cuando eso sucedía, podía tomarse un respiro, cerrar sus ojos, practicar aluna estrategia de meditación en soledad, incluso tomarse un antidepresivo y volver a su trabajo. Pero bajo la atenta mirada de Reborn y Mukuro eso era imposible.

 

—No ahora —murmuró cuando abrió un correo electrónico con imágenes adjuntas—. Maldición —dijo entre dientes.

 

Y es que el material visual siempre desencadenaba en él una serie de memorias grotescas combinadas con sus propias pesadillas. Sentía el miedo crecer desde el punto medio de su pecho y extenderse por su cuerpo muy despacio, de poco en poco, como si fuera una serpiente que se deslizaba por su piel desnuda y hacía que su piel se erizara cual gato, que sus vellos se pusieran de punta. Todo eso le generaba ansiedad.

Su mente le jugaba malas pasadas, lo hacía escuchar los disparos y gritos agónicos de quienes perecían de forma lenta, podía percibir olores metálicos y agrios…, pero lo peor llegaba cuando sus piernas empezaban a temblar, y al ver sus manos estas se veían rojas. Admiraba en sus palmas la sangre del enemigo que pereció bajo sus…

 

—Tsuna —la voz de Reborn sonó lejana, incluso parecía tener eco—. Tsuna —insistió porque notó algo raro en el cielo que miraba atentamente la pantalla de esa computadora.

—¡Vongola! —Mukuro también detectó algo raro en su cielo.

—¿Sí? —Tsuna tragó duro antes de carraspear y ocultar sus manos debajo del escritorio, tratando de que dejaran de temblar—. ¿Qué sucede?

—Eso te iba a preguntar —Reborn arqueó una ceja y pareció dispuesto a levantarse.

—Vuelve a tu trabajo…, Reborn —le costó no dejar que sus dientes castañearan.

—Tomémonos un descanso entonces.

 

Tsuna estaba entrando en pánico pues no sólo estaba a punto de ceder a una crisis, sino que Reborn se quería acercar y eso sólo lo ponía más ansioso. Empezaba a sentirse mareado. Le faltaba el aire. No quería ser descubierto en una situación tan patética como lo era un ataque de pánico. Deseaba escapar, dar una excusa e irse…, pero sus piernas seguían temblando y sus manos no le respondían. Su garganta se secaba. Iba a empezar a gritar.

 

—Papá tiene que comer —canturreaba la pequeña castañita que ingresó a esa oficina sosteniendo una cajita colorida.

—Mamá Fon también mandó un poco de té —segundó el rubiecito que llevaba una bandeja pequeña en sus manos.

—Lamento la intromisión —Fon ingresó poco después sosteniendo una bandeja más grande que contenía un par de tasas de té y galletas saladas—. Pero supuse que… —miró a Tsuna y le brindó una sonrisa serena—, tal vez tenían hambre.

—Gracias —Tsuna adoraba a ese hombre. Por dios que lo hacía.

 

Fon notaba cada cambio en su persona, detectaba señales mínimas, incluso parecía a veces prever que algunas cosas pasarían; era como si tuviera una intuición igualada a la de Vongola, pero Tsuna sabía que no era así. Fon sólo era precavido, y tal vez supuso que el estrés podría atacarlo y darles un mal susto debido a las personas extras a su alrededor, porque de esa forma el castaño tenía que aparentar que todo era perfecto cuando bien sabía que nada estaba bien.

El azabache de larga trenza sabía que su cielo tenía ataques de pánico cada que tenía que revisar la información sobre algo relacionado con los Yasen, así que a ciertas horas solía detener la línea de ese trabajo y así impedía que Tsuna entrase en una crisis. En ese día sólo adelantó su visita por precaución. Su decisión fue acertada.

Fon ignoró la mirada acusadora de Reborn o las muecas de Mukuro cuando les dejó el té, y se encaminó directamente a donde Tsuna arreglaba el centro de mesa. Se sentó junto a Tsuna en el sofá principal y poco después se les unieron los dos niños. Tsuna era un inestable padre que trataba de fingir que no le temblaban las manos y Fon era quien desviaba la atención de los pequeños para que no notasen el estado del castaño.

El azabache dejó que Taiki y Bella entretuvieran la mente del castaño, sirvió el té en silencio, sonrió con dulzura y distrajo lo suficiente a los niños hasta que el castaño pudo calmarse por completo. Hacía las cosas de forma natural para que casi nadie se diese cuenta de sus verdaderas metas, pero aun así Reborn y Mukuro parecieron darse cuenta de que algo andaba mal.

 

—Gracias —susurró Tsuna cuando ya ingería media rebanada de su pastel.

—Es un placer cuidarte, Tsuna —Fon le acarició la mejilla, pero en seguida escuchó el carraspeo de los dos olvidados en una esquina.

—Deberías volver al trabajo, Vongola.

—Yo terminé por hoy —Tsuna sonrió al escuchar los reclamos susurrantes de esos dos—. Ustedes sigan con lo suyo. Nos veremos en la cena.

—Vamos con mamá Fon a jugar —opinó Taiki—. Ya terminé mis deberes, así que podemos jugar.

—Bella quiere jugar —sonrió la castañita que tenía sus labios manchados de crema.

—Sigo creyendo que se escucha raro que te llamen así, Fon —Tsuna rio ignorando a los “niños” castigados con el papeleo y limpió la boquita de su hija.

—No tengo problema con eso —Fon recogió las tazas usadas—. No es como si cambiara el cariño que tengo hacia ustedes —miró a los niños y sonrió.

 

 

Realidades…

 

 

Tsuna fue testigo de la mudanza de Enma y los Simon, fue un poco triste porque perdería contacto diario con su amigo y Diana, así como con los pequeños Leo y Franco. Los niños resintieron un poco cuando vieron las últimas maletas en la entrada de la mansión, se despidieron con pucheros y suspiros, pero así fue mejor.

El castaño también se despidió de aquel par de bebitas que no tenían la culpa de lo hecho por sus antecesores, las miró con un poco de recelo porque en ellas veía características de Ivano y Akim, pero al final tuvo el valor como para acariciarles la carita en un gesto de despedida hacia Dasha y Luna. Se tardaría más en acostumbrarse a la idea de que Enma criaría a esas dos niñas y que, mal o bien, él sería su tío, pero lo lograría. Sólo necesitaba algo de tiempo y calma.

Pero seguía estresado con los líos de su propia casa.

Tal vez por eso se aferró a Fon más que antes, hasta el punto de necesitar estar a solas con él para recibir cuantos mimos y caricias fueran necesarias para centrar su mente en algo ajeno a sus muchas inseguridades y traumas. No podía sentir paz si es que no tenía a Fon cerca, incluso se sintió mal al admitir que ni siquiera sus hijos podían brindarle el calor reconfortante que su pareja sí lograba darle. Cuando lo dijo en voz alta para que Fon lo reconfortara, recibió un abrazo, caricias en su espalda, un beso suave y lento, y finalmente una frase muy simple.

 

—No te sientas mal. Desear el bienestar propio de vez en cuando, no es malo ni egoísta.

 

Y ni así pudo evitar tener una crisis.

Fue después de regañar a Reborn quien peleó con Skull por algo que el segundo dijo. Formó parte de una discusión que sólo removió memorias de sus inicios en Vongola cuando Dino lo tachó como “anormal” debido a que, en medio de una charla acalorada por la pésima forma de su autodenominado hermano mayor al rechazar los sentimientos del jefe de Simon, Tsuna confesó ser igual que Enma. Fue horrible recordar aquello.

Tsuna no pudo evitar terminar su discusión con Reborn tras dar un grito furioso, una promesa de traslado extendido a CEDEF, el pedido a Skull porque se alejara de Reborn y no causara más alboroto, y la clara advertencia de que no quería ver a nadie. Escapó a su habitación tan rápido como pudo después de eso.

Era patético saber que no podía digerir bien el rechazo de las personas que consideraba su familia.

Agradecía que en ese día sus hijos hubiesen ido a visitar a Leo y se decidiesen a quedar en la mansión de los Simon junto con Nana e Iemitsu. No hubiese soportado tener que explicarles a sus pequeños angelitos lo que significaba ser un “jodido marica”. No habría podido.

Lo que le afectó tanto no fueron en sí las palabras hirientes que se escaparon de los labios de Reborn, no, lo que le dolió como un cuchillo que rajaba su piel fue el hecho de que, al que consideró por mucho tiempo como su padre, lo mirara con tanto asco como en esa noche donde Dino lo acusó de blasfemo.

Tsuna se encerró en su cuarto, en su baño para ser específicos, se sentó en las baldosas frías y derramó su dolor en medio de sus rodillas porque estaba teniendo un ataque de histeria y temblaba como si estuviera entrando en estado de hipotermia. Quería gritar, pero se mordió los brazos para acallarse. Quiso tomarse todas las pastillas antidepresivas que tenía, pero no se movió de su lugar porque un pensamiento fugaz llegó a su mente.

 

—Fon, ¿dónde estás?

 

Pero Fon no llegó en ese momento, ni en las dos siguientes horas y Tsuna tuvo que enfrentar su crisis por sí mismo. Repitiéndose en susurros que aquellos insultos no debían afectarlo, que no era anormal y que sólo amaba a una persona de su mismo sexo. Se dijo a sí mismo que no estaba haciendo algo malo, que solamente estaba amando a alguien de corazón noble y sonrisa pacífica. Se dio cuenta de que era feliz y no quería que nadie le arruinara ese pequeño lapso de placidez en su vida. Se duchó con agua caliente con la esperanza de que el agua se llevara sus lágrimas e inseguridades, y se centró en recordar lo feliz que estaba con Fon en su vida.

 

—¿Tsuna? —Fon ingresó silenciosamente a la habitación de su cielo—. Estas aquí, ¿verdad?

 

Ni bien llegó a la mansión después de dejar a Nana, Iemitsu y los niños con los Simon, Lambo le informó de la pelea que se dio entre Tsuna, Reborn y un Skull que poco pudo hacer para impedir que todo se saliera de control. Le contaron a breves rasgos lo que se escuchó de esa discusión, pero sabía que debió ser más que eso como para que Tsuna se hubiese encerrado en su cuarto sin siquiera cenar.

Necesitaba saber que su cielo estaba bien y que la herida se podía reparar.

Pero supo que muchas cosas se removieron en su pequeño castaño cuando lo vio salir del baño con su cabello mojado y su ropa mal colocada, con los ojos llorosos, rojizos y su mirada opacada. No pudo hacer más que abrazarlo y dejar que Tsuna se aferrara con fuerza a él.

No quiso remover temas de esa discusión y solamente le platicó de cosas sin importancia mientras se mecían suavemente como si estuvieran bailando con alguna tonada lejana. Le acarició la espalda, le besó los húmedos cabellos revueltos, le cedió todo el amor que le profesaba a través de sutiles muestras de afecto. Lo hizo hasta que Tsuna se calmó y pudo sentarse en el filo de la cama con el castaño sobre su regazo.

 

—¿Estás bien, Tsuna?

—Ya lo estoy —respondió en un susurro—. Sólo deja que te abrace un poco más —se escondió en el cuello ajeno, respiró profundo y rodeó los hombros del azabache con sus brazos.

—¿Quieres hablar?

—No.

—Podemos dormir entonces —le dio un beso en la frente antes de que el castaño se separara y lo mirase.

—No —Tsuna negó antes de arrugar sutilmente su nariz—. No quiero dormir.

—¿Qué quieres que hagamos?

 

Tsuna no respondió, sólo se acercó a Fon hasta besarlo suavemente y éste le respondió con una risita divertida en medio de un nuevo roce sutil. Pero Tsuna no estaba conforme con eso, no más, pues se acababa de dar cuenta que si quería avanzar… tendría que ser él quien tomara la iniciativa. Por eso rodeó el cuello del azabache y lo acercó hasta que sus narices rozaron. Le dio un par de besos mariposa hasta sentir como su cintura era rodeada con delicadeza.

Sonrió. Era divertido saber que guiaría a Fon.

Entonces separó sus labios, olvidó que sus mejillas rebelaban su vergüenza y con cuidado repasó el labio inferior de Fon con su lengua. Lo sintió tensarse y ahogó una risita porque suponía que Fon no era inexperto en eso y aun así reaccionaba como si por primera vez diera un beso francés. Tsuna sintió ternura y por un momento quiso detenerse, pero no lo hizo. En vez de eso, mordió aquel labio que lo tentaba y escuchó a Fon jadear ante la sorpresa.

Los colores se subieron a su rostro cuando fue la legua de aquel antiguo arcobaleno la que se coló entre sus labios hasta rozar la punta de la suya y así forjar un roce suave y tímido. Tsuna atrapó los labios ajenos entre los suyos antes de seguir con eso, jugando con lengua ajena, disfrutando cuando los dientes de Fon presionaban suavemente su piel o cuando él era quien introducía su lengua para deslizarla por el interior del labio inferior ajeno. Fue un juego suave, lento y extendido por minutos incontables en los que sus respiraciones chocaban.

Fue un beso francés acompañado por caricias y suspiros.

Tsuna se sintió en el cielo, Fon cayó en la tentación. Se besaron por largo rato, jugando con sus lenguas, mordiéndose suavemente, riéndose cuando sus dientes chocaban pues aún se estaban acostumbrando a eso, rozando sus labios en besos mariposas, abrazándose en medio de la penumbra y el silencio. Se miraron con dulzura y limpiaron suavemente la saliva que a veces se les escapó en medio de ese juego curioso que iniciaron. Respiraron agitados al final y se fijaron que el rostro contrario estaba tan rojo como el propio.

 

—Si seguimos así… —Fon acarició la mejilla de Tsuna con dulzura—, creo que pasaremos de las “manitas sudadas”.

—Manitas…

 

Tsuna no pudo evitar reír. Lo hizo escondido en el pecho ajeno y tratando de cubrir su boca con sus manos. Fon no dejaba de sorprenderlo, avergonzarlo o simplemente hacerlo pasar de un estado anímico tan brutal a otro más racional. Lo peor era que le gustaba. No le molestó en absoluto que se perdiera ese encanto romántico y hasta un poco pasional en el que estaban metidos. Se dio el lujo de reír en brazos ajenos y escuchar la leve risita ajena que formó un dueto con la suya.

 

—Creo que ahora tengo hambre.

 

Era muy tarde y aun así asaltaron la cocina de la mansión. Lo hicieron en silencio para no despertar a nadie. Se prepararon un par de fideos instantáneos y se sirvieron una copa de vino. Se rieron de su muy extraña combinación y aun así la degustaron con deleite mientras se reían de algo que sólo ellos dos entendían. Siguieron así durante largo rato hasta que se terminaron la botella de vino y el sueño hacía aparición.

Su amor era así de sencillo pero intenso. Y de eso, dos personas fueron testigos.

El uno había llegado ahí debido a que siguió la voz de su cielo, pues tenía una necesidad urgente por hallarlo, pero se quedó fuera de esa cocina cuando escuchó la segunda voz. La otra persona llegó ahí por casualidad, pero se quedó porque estaba espiando sin disimulo el progreso de su pareja favorita. Como fuere, eran dos personas distintas que tomaban su papel en esa familia.

 

—Ustedes son tan cursis y empalagosos —Skull se levantó cuando ese par terminó de reírse, además, sus piernas se acalambraron por estar de cuclillas.

—Buenas noches, Skull —Tsuna rodó los ojos porque el gamberro solía ser sinónimo de burlas.

—¿Interrumpí un beso? —los miró divertido—. Perfecto —sonrió cuando no le contestaron—, no quería ver eso. Pero tranquilos, no demoro, sólo tomaré un vaso de leche y les daré su privacidad —sonrió de forma pícara.

—No estábamos haciendo algo así —Fon sonrió al terminar su copa de vino. Admitía que Skull era gracioso, aunque a veces era un impertinente.

—Pero… —Skull miró el sonrojo de Tsuna—, parece que tu novio sí tenía ese plan… —el castaño desvió su mirada a la ventana—. Quién te viera, Tsunayoshi.

—Skull, vete —Tsuna no quería pasar vergüenzas, es más, quería irse a dormir por dos días para evitar a Skull.

—Wow —soltó un silbido—, qué ansioso. Okey, ya me voy… —levantó su mano derecha en rendición y apretó su vaso con la izquierda—, sólo no le dejes marcas a Fon. Si no qué dirán los demás en la mansión —y antes de que su cielito se enojara, salió corriendo de ahí con su vaso de leche.

 

Tsuna negó antes de recoger sus platos, evitando la mirada de Fon quien lo acompañó para ayudarlo a lavar los utensilios. Y es que Skull tenía razón en algo, él sí quería besar a Fon y lo interrumpieron cuando iba a insinuarlo sutilmente. Y, sin embargo, le bastaba con estar junto a aquel hombre mientras lavaban sus cosas y las dejaban en el escurridor. Tal vez por eso no se esperó que Fon se le acercara y le diera un beso rápido en el que sus lenguas se acariciaron por un momento.

Fue demasiado para su corazón. Por eso no dijo nada y fue él quien guio al azabache hacia la habitación que compartían en las noches en completo silencio. Y aun así no pudo evitar sonreír y dejar que sus mejillas se colorearan de carmín. Ahora ya nada de lo ocurrido más temprano le importaba, él sólo quería acurrucarse en su cama y sentir los brazos y el cuerpo de Fon junto a él para así dormir plácidamente hasta el día siguiente. No quería nada más que eso.

 

—¿Ya te resignaste? —Skull miraba a Reborn mientras bebía poco a poco su leche.

—Lárgate, Skull.

—Viste que se aman —comentó antes de empezar a alejarse—. Yo te sugiero que te hagas a la idea y te resignes a que Tsuna no será tuyo, Reborn-senpai.

—¡Dije que te calles!

—Sabes que tengo razón.

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

 

Feliz día a las mamitas~

Krat tiene dos canhijos, así que también se auto celebra~ Uhu~ ajajajjaa, ok no.

Confieso que me estoy cayendo del sueño, pero en vista de mi poco tiempo, quise darles actualización sin más tardanza. Porque no sé cuánto tiempo me tome adaptarme a mi nuevo horario. Joder. Estoy agotada. Así que deben perdonarme los dedazos que tal vez no avancé a corregir.

Como fuere~ Espero les haya gustado este capítulo~

Muchos besos~

Los ama: Krat~


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