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Mi dulce señor por zandaleesol

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Título: Mi dulce señor

Pareja: Harry/Lucius

Disclaimer: Los personajes de esta historia pertenecen a J.K. Rowling, yo sólo los tomo prestados para divertirme y espero que también para entretener a los lectores, no percibo ningún beneficio económico por este trabajo.

Advertencias: AU. Muerte de personajes. Mpreg. Violación.



Capítulo 8. La decisión


Aunque el sueño de Harry no había sido feliz por lo menos sí fue más relajado. Le resultaba asombroso de que Lucius pudiera infundirle esa sensación de paz. Debía reconocer que desde hacía muchos años nadie provocaba en él ese sentimiento, ni siquiera su padrino Sirius al que tanto quería. Sólo sus padres le otorgaron esa calidez y confianza que ahora encontraba en Lucius. Y era insólito que sucediera, pues estaba seguro que luego de todo lo malo que debió vivir, su corazón se había replegado más en sí mismo y no quería que nadie influenciara en él.


Ahora era ya de mañana debía regresar a su casa, no quería abusar de la amabilidad de Lucius. Aunque sentía unas tremendas ganas de quedarse ahí, en esa habitación, y no era porque fuese lujosa, sino porque se sentía libre, como si tuviese sólo en ese sitio oportunidad de ser otro. Pero era una tontería, él no era otro, era Harry Potter y esperaba un hijo que no fue concebido en un acto de amor.


Hasta ese momento no quiso pensar en esa nueva realidad, pero ya no podía ignorar más el asunto. Ese hijo que no deseaba venía a transformar mucho más su realidad; si antes no deseó regresar a la escuela porque se sentía diferente, ahora con esta nueva situación ese sentimiento se acrecentaba. Cómo explicaría ese embarazo a quienes le conocían. No tendrían más que sacar cuentas, la gente no tardaría en saber que ese hijo había sido concebido durante su cautiverio. Tampoco sería necesario explicarlo, muchos intuirían lo sucedido, nadie creería que se había entregado por amor a un Mortífago, quedaría claro que fue forzado. Y que la comunidad mágica supiera eso le resultaba tan terrible como llevar dentro a esa criatura que fue concebida a través de un acto brutal y desprovisto de amor.


Se encontraba sentado en la cama meditando en todo esto, había acabado de vestirse cuando unos suaves golpes sonaron en la puerta, un extraño nerviosismo lo invadió, fue hacia la puerta cuando vio que nadie entraba.


La figura de Remus se presentaba ante él, sonriente como siempre.


-Buenos días Harry ¿Dormiste bien?

-Hola Remus, algo… creo que tuve pesadillas.

-Lo lamento -dijo Remus con sinceridad mientras se mantenía junto a la puerta -, vine a buscarte para que vayamos a desayunar.

-¿Lucius ya se levantó? -preguntó el chico.


Remus advirtió al instante el trato diferente que utilizaba Harry para referirse a su anfitrión y no pudo evitar hacer una observación al respecto.


-Veo que ya no lo llamas «señor Malfoy» -dijo Remus acompañando sus palabras con una suave sonrisa.

-Sí, Lucius me pidió que lo llamara por su nombre y no quiere que le trate de usted.


Remus asintió, reconocía que le hubiese gustado que la relación entre Lucius y Harry se mantuviera en los términos a los que obligaba la diferencia de edades, pero si el mismo Lucius había propiciado ese nivel de confianza entre ellos, nada podía hacer al respecto.


-Vamos a desayunar Harry, debes tener hambre, ayer comiste muy poco. No quiero que Sirius luego me reclame que no me he preocupado por ti -dijo Remus posando su mano sobre el hombro del muchacho.

-Sí, gracias Remus -respondió Harry, haciendo un esfuerzo por no apartar bruscamente esa mano que se posaba gentil sobre su hombro. Hasta antes de su secuestro no tenía problemas en que otro hombre lo tocase en un gesto de camaradería masculina, pero ahora simplemente no lo toleraba.


Cuando llegaron al comedor, Harry se sintió algo cohibido, el día anterior por su estado no estuvo muy predispuesto a observar el lugar donde se encontraba, pero ahora más calmado, observaba en derredor y se sintió un poco fuera de lugar en medio de tanto lujo. Pero ese pensamiento se desvaneció cuando vio a Lucius sentado en la mesa leyendo el periódico, que de inmediato apartó.


-Buenos días, Harry -saludó el hombre rubio con una suave sonrisa.


Harry respondió con una sonrisa también, en esa primera mirada, tras el momento vivido durante la noche, comprendieron que algo se había forjado entre ellos.


-Espero que el desayuno sea de tu agrado -dijo Lucius.


Harry miró lo que había en la mesa, muchas cosas eran de su agrado, pero ahora con ese estado de ánimo no tenía mucho apetito, sin embargo no quería desairar a su anfitrión.


-Sí muchas gracias… creo que tomaré un poco de café…

-¿Café? -preguntó Lucius dirigiéndole una mirada un poco seria -.Creo que no es apropiado el café ahora…


Lucius se detuvo abruptamente, el rostro de Harry había adquirido de pronto un color pálido y se había levantado de su silla.


-¿Harry qué sucede? -preguntó Remus mirando al chico asombrado por su repentino cambio.

-Nada… yo lo siento… creo que será mejor que regrese a casa de inmediato… les agradezco a los dos, pero ya debo irme.


Lucius se puso de pie al instante, había sido una tontería de su parte insinuar algo con respecto a que ahora las cosas serían diferentes para el chico, estaba demás, Harry conocía su situación mejor que nadie.


-Harry… yo… no quise… -comenzó Lucius.

-No, no se preocupe… no es necesario, estoy bien.

-Harry creo que deberías desayunar con nosotros, no es necesario que te marches con tanta prisa -dijo Remus.

-Tal vez nos veamos en otra ocasión -dijo Harry y darle tiempo de nada más a los dos hombres mayores salió del comedor.


Lucius se quedó mirando hacia el sitio por donde acababa de salir Harry, se repetía en su cabeza esa frase «tal vez nos veamos», aquello no le satisfacía, lo incierto de aquellas palabras no le agradaba, sentía que había creado un lazo especial con el chico. No podía ser que el verse otra vez dependiera de lo puramente casual. Sin pensarlo más salió del comedor tras Harry. Remus se quedó asombrado y también dolido por la actitud del hombre rubio, que lo había ignorado por completo.


Harry ya había cruzado el salón para dirigirse al vestíbulo, abandonaría la mansión usando la Aparición, pues la chimenea estaba desconectada de la red flu en ese momento. Cuando ya tomaba la manija de la puerta sintió un suave apretón en su brazo, volvió el rostro y se encontró con la mirada preocupada de Lucius.


-Lamento haber sido indiscreto, no fue mi intención -dijo Lucius.


Harry le miró extrañado, pero luego comprendió de qué hablaba el hombre rubio. Se sintió avergonzado por mostrarse tan susceptible.


-Lo siento… es que yo…

-No tienes que disculparte a cada rato Harry, no conmigo.


El chico levantó la vista y apenas la brevedad de un segundo su mirada pareció fundirse con la gris del rubio, sin quererlo se estremeció.


-Vamos al salón, conectaré la red flu para que llegues a tu casa… afuera hace frío -dijo el rubio posando con suavidad su mano en el hombro de Harry.


Harry se quedó parado en medio del salón mientras observaba silencioso como Lucius preparaba la chimenea, arrojando un pequeño puñado de polvos en ella, las llamas verdes crepitaron con fuerza.


En silencio se encaminó hacia la chimenea, de detuvo frente a Lucius un momento.


-Gracias por todo… yo…

-¿Puedo visitarte en tu casa? -preguntó Lucius sin más.


El chico le devolvió una mirada algo cohibida, pero sonrió casi imperceptiblemente. Sonrisa que para Lucius fue una respuesta positiva y eso le alegró.


-Gracias Lucius -dijo Harry y armándose de valor agregó-, eres un hombre muy especial.


Esas palabras arrancaron una sonrisa a Lucius y su mirada brilló con una intensidad diferente, provocando en el estómago de Harry un revoloteo perturbador, apartó la mirada de una vez y se metió en la chimenea, en unos segundos había desaparecido, sin embargo Lucius permaneció un instante más observando la chimenea, luego regresó al comedor junto a Remus.


~*~*~*~*~*


Sirius no estaba en casa cuando Harry llegó a través de la red flu. Había una nota sobre la mesa del comedor, la abrió y leyó con calma, luego de concluir la lectura se fue a la cocina, tenía hambre finalmente. Después de revisar la despensa y no encontrar nada de su agrado, simplemente tomó una botella de leche de la nevera y se fue a su habitación.


Miró en derredor con tristeza, su vida había cambiado tan abruptamente que sentía que el espacio, los objetos y todo aquello que le rodeaba también cambió. Era como si los estuviese viendo por primera vez. Puso la botella de leche y el vaso en la mesa de noche y se recostó, era extraño, se suponía que debía pensar sólo en su terrible situación y sin embargo lo que más ocupaba su pensamiento era esa última mirada que había recibido de Lucius. Se preguntaba una y otra vez por qué ese hombre tan importante y que de seguro tenía miles de cosas de las que ocuparse se interesaba por él de esa manera. Nunca antes le había sucedido algo así y no negaba tampoco que le resultaba agradable.


Pero naturalmente en un momento como ese también debía elevarse la voz de la amargura y decir que no era digno del sincero interés que había demostrado Lucius. En realidad no era digno de nada bueno, estaba manchado. Se tendió en la cama y las lágrimas otra vez inundaron sus ojos. Se preguntaba qué haría ahora, jamás imaginó que las cosas podían empeorar hasta ese punto.


Después de un rato finalmente se sirvió un vaso de leche y lo bebió poco a poco. Mientras lo hacía pensaba en su vida, era definitivo, no podría volver a la escuela. Si antes no deseó volver porque se sentía diferente, ahora con ese bebé con mayor razón recordaría a cada momento su desgracia. No comprendía porque además de todo lo malo que ya le había sucedido tenía que ser un mago fértil.


Por primera vez comenzó a pensar en esa criatura que crecía dentro de él. sentía mucha rabia y tristeza. Jamás podría amar a ese hijo, no fue concebido con amor, era producto de un acto vil y aberrante que deseaba olvidar. El sólo pensar que debía cargar con ese bebé durante, suponía que al igual que las mujeres nueve meses, sentía deseos de morir. Sin embargo, tampoco vislumbraba la posibilidad de ponerle término a esa vida, en situaciones excepcionales como la suya le ley mágica lo permitía. Pero sabía que no sería capaz de algo semejante, aunque ese bebé no era deseado, tenía derecho a nacer. La siguiente pregunta que se hizo Harry fue ¿qué haría cuando el niño naciera? No estaba dispuesto a ser el padre, no quería a esa criatura, jamás podría amarla, de eso estaba seguro.


De pronto escuchó pasos, era Sirius que ya estaba de regreso, su forma de caminar era inconfundible. Tendría que explicarle lo sucedido la mañana anterior en San Mungo y porque se había ido con Lucius. Esperaba que su padrino no estuviera demasiado ofendido por excluirle de sus asuntos, no fue su intención dejarlo de lado. Sirius era muy importante para él.


La puerta se abrió suavemente y el rostro de Sirius bastante serio le saludó. Aquella conversación no sería nada fácil pensó Harry.


-¿Ya llegaste? Pensé que te quedarías más tiempo en la mansión de Lucius -dijo Sirius con un tono que mostraba una leve molestia.

-Lo siento Sirius… sé que debí venir aquí, esta es mi casa y tú mi familia, pero te juro que ayer por la mañana no era yo. Ni siquiera me di cuenta de que Lucius me había llevado a su mansión, todo fue tan extraño -se disculpó Harry sin mirar a su padrino a los ojos.

-¿Qué ocurrió Harry como para que no te dieras cuenta de que sucedía?


Harry guardó silencio por un breve instante, en que intentaba encontrar las palabras con las que explicar aquella situación tan difícil.


-Sucedió algo que jamás creí posible, estaba seguro de que ya había completado mi cuota de desgracias, pero me equivoqué -dijo Harry.


Al escuchar esto Sirius palideció de golpe.


-¿De qué hablas Harry? ¿Qué fue lo que sucedió ahora?

-Estoy… estoy esperando un bebé -dijo el muchacho con voz débil.


Sirius se quedó sin habla, pero luego reaccionó incrédulo.


-No puede ser… Harry no me digas que…

-Sí, es lo que estás pensando. Espero un hijo del desgraciado que me violó.


Sirius se quedó paralizado por unos segundos, luego se cubrió el rostro con las manos. Hubiese deseado reaccionar de otro modo por el bien de Harry, pero no tenía fuerzas, aquello lo superaba.


-¿No vas a decir nada? -preguntó Harry luego de un largo silencio.


Sirius no se atrevía a mirar a Harry, ahora sólo podía pensar en que era culpable de todo eso que le había sucedido al chico. Harry interpretó aquello como una silenciosa censura de parte de su padrino.


-Yo no tenía como saber que era fértil -se justificó el chico con un hilo de voz.


Sirius levantó la vista para mirarlo y entonces vio que las lágrimas caían por las mejillas de Harry.


-Por supuesto que no tenías como saberlo, no es tu culpa Harry, ya te lo dije antes, sólo has sido una víctima en todo esto.


Harry guardó silencio y limpió sus lágrimas con el dorso de la mano.


-Ahora comprendo que te pusieras mal y ni siquiera te dieses cuenta de que eras llevado a la mansión de Lucius, me alegro de que no te dejaran solo -dijo Sirius -, les contaste a ellos…

-No, bueno sí… sólo se lo dije a Lucius.


Sirius se extrañó que Harry le confiase algo tan íntimo a Lucius, que era prácticamente un desconocido para él y no a Remus a quien conocía desde siempre.


-¿Se lo dijiste a Lucius, pero no a Remus? ¿Y eso por qué Harry? No lo comprendo, a Lucius apenas lo conoces.


Harry le dio una rápida mirada a Sirius y enseguida apartó los ojos. Su padrino jamás entendería que en aquel momento de aflicción se sintió más cercano a Lucius Malfoy, un hombre con el que había hablado sólo una vez, ni siquiera él mismo podía comprender porque le sucedió aquello.


-No sé Sirius, no puedo explicarlo… me sentía muy mal, en realidad no sé qué me sucedía, ni ahora mismo lo entiendo.

-Harry, la verdad no sé qué decir al respecto, esto me toma de sorpresa, jamás imagine que podías ser fértil. Jamás supe si en la familia de James hubo alguna vez un mago fértil, porque naturalmente eso te viene de parte de James, no de Lily.

-Esto es una desgracia, en otra circunstancia sería una felicidad saber que soy fértil, pero así, esperando un hijo de ese miserable, no quiero este bebé Sirius.

-¿Harry… estás pensando interrumpir tu embarazo? -preguntó Sirius con temor.


El chico lo miró con extrañeza.


-No, jamás he pensado en hacer algo así, no niego que me gustaría no estar en esta situación, pero no creo tener derecho a negarle la vida a nadie, mucho menos a una criatura que no puede defenderse.

-Me enorgullece escucharte hablar de ese modo Harry.

-No te sientas orgulloso Sirius, no quiero a este bebé, jamás podré amarlo, estoy decidido a dárselo a cualquiera que lo quiera.

-¿Qué? Dárselo a cualquiera has dicho, pero Harry es tu hijo como vas a hacer algo así.

-Sirius es qué no comprendes lo que he dicho. No lo quiero, no puedo quererlo, para que voy a quedarme con él, no podría ser un buen padre.

-Eso no es justo para el bebé.

-¿Y sí es justo para mí? ¿Fue justo lo que me sucedió?

-Yo no he dicho eso Harry.

-Entiéndelo Sirius, es lo mejor para este bebé, tendrá la oportunidad de vivir en una familia que sí lo pueda amar.


Sirius se levantó de la cama y miró por la ventana, no estaba de acuerdo con eso, pero agradecía que Harry hubiese decidido llevar a término el embarazo. Apenas tenía un mes, podía ser que con el paso de los meses y a medida que la gestación avanzara terminara cambiando de idea y se quedara con el bebé.


-Esta bien Harry, no voy a mentirte, no estoy de acuerdo con esa decisión, pero eres mayor de edad y el que llevas dentro es tu hijo, supongo que tienes derecho a decidir qué es lo mejor.


~*~*~*~*~*


Lucius pasó los siguientes días viviendo entre sus asuntos comerciales, su relación poco definida con Remus, intentando averiguar el paradero de su hijo y por último sin dejar de pensar en Harry, del que no tenía noticias desde hacía varios días. El no regresar al Ministerio y retomar su trabajo como jefe de la oficina de aurores, no significó una vida más tranquila pese a que sus responsabilidades se habían reducido mucho. No se sentía conforme con esta nueva existencia, la preocupación por los demás parecía ser una constante en su vida.


Al menos eso era lo que había dicho Remus, después que él preguntara en varias ocasiones si sabía algo de Harry. Para Lucius el chico de ojos esmeraldas no era una más de aquellas tantas personas por las que se preocupaba como parte de su personalidad. Harry era algo especial. Prácticamente no tenían nada en común, podía decirse que había un abismo de diferencias entre los dos, por edad, por experiencia y por miles de cosas más, pero no dejaba de sentir una viva simpatía, acompañada de admiración, ternura y otros sentimientos menos definidos.


Aquella mañana Lucius tenía planes de visitar a Harry en su casa y reconocía que estaba algo nervioso, aunque el chico no había manifestado nada en contra de esta idea aquel día en que se despidieron frente a la chimenea. Salía de la consulta del sanador, concurrió solo en esta oportunidad, pues Remus tenía una entrevista con el director de Hogwarts, que andaba en busca de un profesor para la materia de Defensa. Faltaba poco más de un mes para que acabara aquel curso y, Remus, de aceptar la oferta sería profesor a partir de septiembre.


Harry después de su conversación con Sirius con respecto a lo que haría con el bebé luego de que éste naciera no volvió a tocar el tema y agradeció que su padrino cumpliera su promesa y no intentara hacerlo cambiar de parecer. Aquellos días los había pasado encerrado en su casa sin tener contacto con nadie, sus amigos aún le enviaban cartas desde Hogwarts pidiéndole que regresara a la escuela. Pero el chico creía que eso ya no tenía caso, faltaba muy poco para que terminara ese curso.


Harry aún no se animaba a regresar tampoco a San Mungo para ver a Florian y comenzar a controlar su embarazo, como sabía que debía hacer porque era su responsabilidad el bienestar de ese hijo que esperaba.


Era casi mediodía cuando se levantó, un día extrañamente frío, siendo que estaban ya en verano. Permanecía envuelto en una gruesa bata de lana, acostado en un sillón frente a la chimenea apagada cuando escuchó golpes en la puerta, extrañado de que alguien lo visitara sin avisar se levantó y fue a abrir.


Cuando abrió la puerta, no sólo se sintió asombrado, sino también algo avergonzado por recibir a su visita en esa apariencia.


-Buenos días, Harry -saludó Lucius con tono casual y alegre.


El muchacho sintió vergüenza y aquello se manifestó con un fuerte rubor que cubrió sus mejillas.


-Lucius…

-Parece que soy inoportuno, pero hace días que no sé nada de ti y estaba preocupado -se excusó el hombre rubio.


Harry negó con la cabeza y abrió la puerta un poco más para darle la entrada a Lucius.


-No te preocupes no eres inoportuno, es sólo que me has sorprendido- respondió azorado.

-Sirius está en la escuela-indagó el mago.

-Sí.

-¿Cómo has estado?

-Eh… puedo ofrecerte algo… un té o…

-Nada, no te molestes, sólo quiero saber de cómo has estado.


Esta vez Harry no respondió, solo dejó escapar un sentido suspiro.


-¿Sirius ya lo sabe?

-Sí.

-¿Cómo lo tomó?


Harry se encogió de hombros con tristeza.


Lucius notó que el chico estaba más triste que días antes. Se acercó con calma.


-Harry, no me gusta verte triste, esta soledad no te hace bien, mucho menos en tu estado.

-Me gusta estar solo.

-Con Sirius todo el día en la escuela, me preocupa que lo pases solo todo el día, eso no es bueno, ni siquiera tienen un elfo para que te cuide.

-Sirius no soporta los elfos, no sé si sabías que no se llevaba bien con el elfo de su madre, tiene prejuicios en contra de todos ellos.

-Sí, conozco esa historia -dijo Lucius mirando fijamente al muchacho, luego dio una mirada en derredor, parecía algo inseguro -. Harry… quiero pedirte algo.

-¿Qué cosa?

-Me gustaría que vinieras a mi casa, así no tendrías que estar solo, te aseguro que tendrías todos los cuidados necesarios.


Harry parpadeó algo confuso.


-Ven a vivir a mi casa… por favor, me gustaría darte a ti y al bebé todos los cuidados que precisan.


El asombro de Harry fue grande. Jamás imaginó que recibiría una invitación semejante. No negaba que la idea le resultaba tentadora, sentía una especial simpatía por Lucius y aunque tratara de negarlo tenía necesidad de compañía, necesitaba afecto y parecía que era lo que Lucius deseaba entregarle. Sin pensarlo se acercó al hombre rubio y lo abrazó, éste interpretó aquello como una aceptación, cosa que hizo que su corazón experimentara otra vez un agradable calor.


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