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Mariposas de fuego por SrMichaelis

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Notas del capitulo:

Me gustaría que fuerais comentando la historia, a ver qué os parece. Sé que los capítulos son bastante largos, pero en su momento no pensé en ello, simplemente me salían las palabras y las plasmaba.

Tenemos que hablar” resonaba sin cesar en la cabeza de Seth.


Aquellas palabras se le clavaron tan profundamente que, a los pocos ciclos, le provocó malestar. Tenía entendido, por sus amigos, que cada vez que una chica les decía que tenían que hablar hacía referencia a tratar un tema desagradable. Pero ¿de qué tenían que hablar ellos dos? Se preguntaba el pelinegro. Apenas se dirigían palabras porque Laia siempre pasaba de él. Había veces que la pillaba mirándole mientras comían o en la única clase que tenían en común los dos, pero siempre que él se daba cuenta, ella quitaba la mirada al instante. Luego empezaba a tocarse el mismo mechón de pelo, aquel hermoso cabello rosáceo.


Si intentaba llamar la atención de él, ya lo había conseguido desde la primera vez que la vio por la escuela. Fue como en la típica historia de amor en la que uno se enamora a primera vista: Seth estaba apartado en un lado del pasillo acompañado de una chica de Fuego mucho mayor que él, la cual intentaba seducir con sus armas de inexperto. En ese momento, Laia pasó por su lado con su perfecto uniforme negro pegado a su maravilloso cuerpo y su deslumbrante melena rosada ondeando al viento. El pelinegro no pudo evitar clavar la mirada en aquella preciosa chica y salir tras de ella, dejando tirada a la otra chica que no daba su brazo a torcer. Desde ese día no pudo pensar en una chica más que en ella, haciendo que solo quisiera a las demás para el simple placer carnal. 


Seth se quedó mirando a los penetrantes ojos verdosos de la chica, aquellos que hacía aproximadamente una hora habían empezado a mostrar, inexplicablemente, preocupación por su persona. Laia cogió su mechón de pelo y, como siempre, empezó a tocarlo compulsivamente. Las ganas de tocar la melena de la Líder de Tierra aumentaron, parecía un pelo sedoso, suave y agradable al tacto, sin hablar del posible apetitoso aroma que podía tener. Laia carraspeó la garganta para llamar la atención de éste para bajarle de la luna, pues llevaba casi medio minuto mirándola sin pestañear.


–Seth, Vicent me lo ha contado todo– y dejó caer la bomba como si nada. Seth arrugo su frente y tensó sus labios, volviéndolos más finos de lo que eran. El corazón se le llegó a detener incluso.


¿Es que no le había dejado claro que no tenía que contarle lo que había pasado a nadie? Y menos a ella. Seth sentía la necesidad de parecer un chico bueno delante de ésta, pero ahora… era todo lo contrario ante los ojos de la chica si de verdad conocía el percance de ayer. Laia, al ver la reacción del contrario, mordió su labio crispada.


–¿Es que no tienes vergüenza? –preguntó, aunque sin rastro de agresividad o desprecio–Deberías dejar de hacer estas tonterías de niño chico, estás en noveno año y eres Líder de Fuego–siguió explicando la chica mientras intentaba sonar más dura y ponerle veneno en sus palabras. No podía evitar ser un trozo de pan con los demás–¡Tienes que madurar ya! –exclamó.


–¿Qué? –aquello pilló por sorpresa a Seth sin lograr comprender sus palabras. Parecía como si conociera todas las maldades que se dedicaba a hacer por la escuela. Pero aquello sonaba imposible, había intentado por todos los medios que no fuera así. ¿Y si también conocía a cuantas chicas se había tirado o lo había intentado al menos? Deseaba que no fuera así–¿A qué viene esto? –preguntó a la defensiva intentando llevar el tema a otro punto el cual no le salpicase tanto.


–A que eres un maldito inmaduro que solo sabe acostarse con chicas cuando siente que las cosas se le van de las manos. Siempre estás huyendo de los problemas por la vía más fácil que conoces– dijo de forma cortante Laia, ahora enfadada. Le había costado admitir el gran defecto que tenía el pelinegro. Las palabras atragantaron a Seth y enmudeció por completo. Sus peores temores se estaban materializando.


–¿Y a ti que te importa? – Respondió a la defensiva después de un tiempo notable, el cual se lo pasó pensando qué excusa poner. Las heridas volvieron a resentirse pero aguantó estoicamente el dolor.


Al sentirse atacado, había perdido el control sobre su boca y las palabras ya no pasaban por ningún filtro antes de ser escupidas. No sabía reaccionar de otra forma, por muy a su pesar que fuera. Lo último que quería era hacerla daño, pero la rabia nubló ese pensamiento y explotó después de tantos años intentando algo con ella frustradamente. Ya no podía controlarse, llevándole a comportarse de la única forma que conocía con una chica.


–¿Es que estás buscando algo conmigo? -dijo con un tono de voz más grave mientras se acercaba a ella y la acorralaba contra la pared. La tenía a tiro para besarla.


Laia ladeó la cabeza hacia un lado y entrecerró sus ojos. Al mirar la cara de ésta, Seth notó una expresión apenada. “¿Debería seguir?” pensó dubitativo. Era lo que siempre había querido. Indeciso, paró su avance hasta quedarse a pocos centímetro de la de ella. ¿Qué era lo que estaba sintiendo? ¿Se estaba sintiendo mal por ello? Todo lo decía que no debía hacerlo, al menos no con ella. Era más que eso para él.


Al final era verdad que tenía conciencia. 


–No quiero nada con alguien que pretende conseguir todo por su apariencia- confesó.


Aquel comentario se clavó en el corazón del contrario como una flecha. Avergonzado, le abrió el paso para que pudiera salir de sus fauces. La chica se alejó de él incómoda y, antes de irse, se despidió con voz apenada.


–Adiós Seth, realmente espero que cambies.


Era un ver y no creer. Seth jamás de los jamases había hecho tal cosa por una mujer, pero el remordimiento que luego sentiría si las cosas hubieran salido mal le hubiera carcomido hasta el final de su vida. Y al ver su respuesta, se agradeció a su mismo de no haberlo empeorado. Se refugió en lo que él dijo en el momento en el que entró a la escuela y es que no consideraba la intención de atarse con ninguna chica. Pensaba que era una persona libre de hacer lo que quisiera y cuando quisiera.


Esperó a que la silueta de la chica desapareciera de su vista y siguió su camino hacia las habitaciones de Fuego. Menos mal que no estaba el castaño, hubiera sido ya la guinda del pastel.


En cuanto llegó a su cuarto, se quitó toda la ropa y se metió dentro de la cama. Era la primera vez en su vida que se acostaba tan temprano y sin cenar. Necesitaba hablar con la almohada muy seriamente.


~~~~


Al día siguiente se levantó, como era de esperar, más temprano que de costumbre por culpa de los remordimientos que le atormentaban. Sentía algo de angustia aún por todos los incidentes que pasaron ayer. Le daba tiempo hasta para asearse antes de tener que ir a desayunar, cosa insólita en su día a día. Se desnudó lleno de energía y se miró al espejo para ver el horrido panorama que mostraban sus costillas. Tenían muy mala pinta y eso que ayer había recibido atención sanitaria.


Alrededor de ellas se le habían formado unas costras muy duras, de color marrón oscuro. Su gruesa piel tardaría mucho en cicatrizar heridas tan profundas. Hizo un par de movimientos con el tronco para saber si le iba a dar problemas hoy también, pero parecía todo normal dentro de movimientos no muy bruscos. Lavó su cuerpo lo más rápido que pudo y se vistió.


Normalmente era ese el momento en el que habría salido echando leches al gran salón de Fuego para hablar con sus amigos y enterarse así de las nuevas matutinas, pero hoy no tenía ganas de mucho contacto social. Además, se acordó de que, si no cuidaba un mínimo su cuerpo magullado, podría tardar en mejorar más tiempo del que deseaba. Se desinfectó las heridas con las pociones que todo estudiante tenía en un pequeño botiquín de emergencias, el cual tocaba ya renovar. Luego las cubrió debidamente y se puso una camisa nueva recordando que la anterior también la había manchado de sangre.


Si seguía así tendría que ponerse en contacto con sus padres para que le mandaran más ropa y no tenía ganas de inventarse alguna historia que pudiera explicar su necesidad.


A parte, desde que se levantó, no había podido quitarse la conversación con Laia, llegándose a replantear si debía cambiar su comportamiento de imbécil de una vez por todas. Pero esto le llevo a otra pregunta: ¿qué le estaba pasando? Había estado viviendo tal cual durante más de 8 años, ¿por qué le estaba molestado ahora ser así? ¿Era porque se lo había dicho ella o porque estaba empezando a madurar de una vez por todas? Realmente era demasiado difícil sacar conclusiones si Seth no tenía ni idea de cómo tratar verdaderamente a las personas.


Al final mandó todo al cuerno y fue hacia el gran salón para pensar en otras cosas, encontrándose delante de su puerta a una chica que, por sus rasgos, podría identificarse como alguien de Tierra. Ella sonrió en cuanto Seth le miró de arriba abajo y todas aquellas inquietudes se esfumaron en un abrir y cerrar de ojos. No estaba para nada mal lo que estaba observando: pelo largo rizado de color rojo llamativo, curvas en las que podía perderse con su mirada y salirse de ellas si iba muy rápido y unos labios carnosos muy apetecibles.


–¿Qué hace una flor como tú brotando en un lugar tan caldeado? –preguntó con una enorme sonrisa de diversión.


Si el pelo de Laia ya era llamativo por ser rosa, un color no muy común entre los de Tierra siendo muy codiciado, el rojo que tenía aquella chica no se quedaba para nada atrás de lo intenso que era. No podía observarlo por mucho tiempo o sus ojos se resentían. La chica rio ante el comentario de Seth tímidamente, tapándose la boca. Empezaba ya fuerte, una acción más como aquella y la metería dentro de su cama en un visto y no visto.


–¿Es que no me vas a invitar a pasar? –cuestionó la pelirroja mirándole fijamente a los ojos, desafiando los del contrario.


Ahora que se fijaba, tenía la cara llena de pecas, amontonándose la gran mayoría en su nariz. Luego de eso llevó una de sus manos hacia su cabello y lo echó a un lado, dejándole una de sus pequeñas orejas y el cuello al descubierto. Ya está, mucho se había retenido el ataque. Una cara mona le podía demasiado.


–Queda pues invitada a mi habitación, señorita–respondió mientras le guiñaba y, con un gesto cortés, la invitó a pasar dentro. Luego cerró la puerta lo más rápido posible, evitando la mirada de algún cotilla que se hubiera percatado de su inesperada invitada.


Aquella era la mejor medicina que podía probar para curar su desasosiego. Dio gracias a su yo del pasado por haberle puesto las cosas tan fáciles en los peores momentos, pues aquellos momentos eran mucho más placenteros que luchar contra su conciencia. Ahora podría alcanzar la paz mental, al menos hasta entrada la tarde.


La chica, al principio tímida, pero más tarde una fiera en la cama, llegó a tumbar a Seth en la cama para ser ella la que llevara las riendas de la actividad. El pelinegro estaba disfrutando de unas de las mejores sesiones de sexo que jamás había probado en toda su larga vida sexual. Todo aquello debía de agradecérselo a la enorme experiencia que se gastaba la chica pecosa. Disfrutó tanto, que no pudo negarle ninguna de las revanchas que le suplicaba. Además, como estaban intercambiándose los esfuerzos por llevar sus cuerpos al séptimo cielo, no le pasó factura a su dolorido cuerpo.  Se quedaron en la cama, destrozándola con decenas de posturas, hasta el final de la mañana.


Pero la última hora de clase matinal se acercaba inminente y Seth aún no había asistido a ninguna lección.


–Seth, ¿puedo darte un regalo antes de irme? –pidió la chica. Éste aceptó con un movimiento de cabeza, asintiendo curioso por esa extraña petición. Sería en este momento donde él desaparecería y, si hubiera esperado un poco más en preguntar, ya la hubiera echado de su habitación amablemente.


La chica se sentó encima de la barriga desnuda del pelinegro, mientras este se encontraba tumbado, y empezó a arañarle sus pectorales. Éste sonrió lascivamente pues se había quedado con ganas de más. Luego bajó hasta sus genitales y se echó la manta por encima para que no viera nada. A pesar de todo, aún le daba algo de vergüenza que le viera.


A Seth no le quedó otro remedio que acomodarse, echando la cabeza hasta atrás hasta apoyarla sobre la almohada y agarrándose el cuello con sus dos manos. Aquello iba a dar para rato, olvidándose la preocupación por las clases. Tenía pensado decirles que sus heridas empeoraron o algo parecido.


Notó varios roces con algo suave, aunque no podía determinar qué era, luego sintió como las manos de la chica agarraron firmemente su miembro algo afligido. Le iba a dejar seco y deseaba que aquello pasara. Volver a la vida real no era una idea muy apetecible aún. Su miembro no tardó mucho en reaccionar ante sus jueguecitos y sintió una leve incomodidad por todo el uso que le había dado, pero no tardo en fundirse con un potente placer.


Más tarde sus dientes se clavaron a la mitad de su miembro, mordiéndole con fuerza, lo que le provocó la salida de un quejidode su boca.


–¡Vamos! –imperó desesperado por sentir más placer. Le gustaba y a la vez no que jugara con él de aquella manera.


Escuchó varias risotadas debajo de la sábana. Impaciente, le agarró por el cogote entrelazando sus dedos con su cabello y le indicó el camino que debía tomar. Ésta, cohibida por la acción del contrario, lamió la punta lentamente llenándola de babas.


Después se metió parte de su miembro en la boca y empezó a mover su cabeza de arriba y abajo, complementando con movimientos de lengua que rozaban la ardiente piel de Seth. A veces paraba y daba un gran lametón desde lo más bajo a los más alto, dándole un pequeño respiro para luego seguir. El contrario, con su mano aun en la cabeza de la chica, le guiaba con el ritmo apropiado.


Después de un largo tiempo, segundos para el pelinegro, la chica paró. Se escuchó como lamía sonoramente algo, pero no llegaba a comprender qué podía ser con la cabeza tan embotada como la tenía.


–¿Qué haces? Sigue–mandó de nuevo sobre ella.


Ésta le hizo caso y siguió, más añadió un extra: penetró con un dedo el culo de Seth.


–UHHHM–ronroneó sin querer. No se esperaba para nada que ella se refiriera a regalo a tal cosa.


La chica al escuchar una respuesta positiva hincó más el dedo hasta poder introducirlo en sus fauces por completo.


Seth volvió a gemir, esta vez más intensamente y se mordió la lengua como reprimenda. No debería sentir placer por algo así, él no era de ese tipo de hombres que les gustaba ese rollo. O eso era lo que pensaba. Su satisfacción iba aumentando a medida que la chica combinaba ambos movimientos: los de su cabeza y los de muñeca. Todo iba tan rápido, que no le dio tiempo a reaccionar y apartarla de sus quehaceres. Pero aquello no parecía ser real de lo que estaba sintiendo en tan poco tiempo.


–¡Seth! Tienes que levantarte ya, se va a terminar el horario de com…–dijo Laia entrando por la puerta de éste sin haber llamado antes. Se quedó plantada al final del pasillo, donde se podía ver la cama, y le miró asustada reprimiendo un grito.


Su respiración cesó hasta que alcanzó el punto de no retorno. La pecosa, instintivamente, se dio cuenta de dónde había llegado, sacó el dedo rápidamente y se introdujo por completo su miembro por la garganta, viniéndose dentro de ella.


El pelinegro la miró, pero los ojos se le iban hacia el techo y sentía la necesidad de gemir ruidosamente mientras se corría dentro de la boca de la chica, quien no se había dado cuenta de que ya no se encontraban solos. Echó tal grito que se raspó la gargantga. Después de que acabaran los mejores segundos de su historia, se enderezó y pellizcó a la chica para que saliera de donde estaba. Ésta, con una queja, salió entre las sábanas y se quedó boquiabierta ante la mirada de su Líder.


Una vergüenza indescriptible invadió el cuerpo entero de Seth.


–Ho..Hola Laia, que sorpresa verte aquí– dijo.


Cogió toda su ropa mientras se tapaba con las sábanas y salió disparada hacia el cuarto de baño, donde se encerró. Seth cogió la almohada para taparse sus vergüenzas. Laia se quedó mirando a la chica hasta que la perdió de vista, enfadada, y Seth sabía muy bien por qué estaba así. No había tardado ni medio día en volverlo a hacer. Estaba seguro de que le iba a soltar de nuevo la charla de que debía parar de tirarse a chicas y asentar la cabeza. Que tenía que madurar y bla bla bla bla. “Lo que pasa es que ella necesita un buen polvo” pasó el pensamiento por la cabeza del pelinegro molesto porque le hubieran violado la intimidad.


–No es… lo que parece–dijo en tono interrogativo porque era lo único que se le ocurría.


Una mentira tan obvia no podía decirla seriamente. Aquel comentario provocó que la Líder de Tierra apretara más el ceño llenándolo de arrugas.


–¡No me jodas, entonces dime qué es lo que era en realidad! –gritó furiosa mientras hacía movimientos con los brazos exageradamente. La había visto enfadada, pero nunca había llegado a ese punto. La había cagado pero bien.


–Me estaba…haciendo un regalo– contestó y esta vez no mentía.


La chica misma había dicho que lo era. Acto seguido Laia se le acercó y le propinó un guantazo que le dobló la cara de la fuerza que llevaba. Con la mirada perdida y la cara sin sensibilidad, un sollozo empezó a salir de la garganta de la chica, estaba llorando.


–¿Laia? No llores, joder– y la miró preocupado.


Aquellos ojos que tanto amaba observar estaban empapados de lágrimas amargas que caían por su rostro, formando ríos por sus rechonchas mejillas. ¿Aquello era real o es que hoy no se había despertado aún? Tenía que estar soñando


– ¿Por qué lloras? –preguntó e intentó acariciar la cara de Laia con su mano, para limpiarle las lágrimas.


–¿¡Es que no te das cuenta!? Solo nos ves como a objetos– gritó mientras golpeaba, esta vez, su mano. Le estaba dejando flipado. ¿De verdad estaba llorando por él? La chica hizo un ademán de decir algo más pero salió corriendo de su habitación, cerrando la puerta estrepitosamente tras de ella. Seth se lo merecía. 


Aquello lo dejó con un sabor ácido en la boca y la cara dolorida por el guantazo. Parecía que no había aprendido nada de todos esos pensamientos oscuros que le habían acompañado hasta poco después de levantarse. Solo a él se le ocurría la maravillosa idea de invitar a una completa desconocida a su cama para luego follársela. A veces se quedaba asombrado por la completa estupidez que emanaba de su persona.


Echó a la chica en cuanto salió del cuarto de baño y se quedó solo en la habitación recapacitando de todos sus errores. Debía cambiar, hacerlo por Laia. No podía verla llorar de nuevo, le había impactado mucho. Aquella imagen no se iba ni por las malas. Debía hablar con ella esa noche, necesitaba pedirle perdón después de todo. Nunca había pensado que le pudiera importar tanto sus actos. Puede ser que estuviera cegado por su miembro después de todo.


Seth decidió, después de darle muchas vueltas, ir a las clases de por la tarde. Estuvo más atento que nunca, cosa que asombró a los profesores, quedando encantados con su repentino cambio. Después de terminar las horas lectivas, se dirigió hacia el comedor para cenar. No había comido en todo el día y estaba muerto de hambre. Al menos sus heridas no le dieron mucha guerra.


–¿Te has enterado? Hoy han visto a Laia llorando por los pasillos mientras salía del Gran salón de Fuego–escuchó comentar una chica con su amiga delante suya en la cola para coger la comida–Seguro que ha sido porque Seth le ha rechazado. Se veía a leguas que había algo entre ellos dos. ¿Se habrá cansado? – añadió la otra chica sin controlar muy bien el tono de voz.


No pudo evitar seguir el hilo de la conversación, necesitaba saciar su enorme curiosidad y más si la noticia era sobre su amada. Realmente solo comentaban y hacían especulaciones, pero aun así le interesaba sarber qué era lo que pensaba la gente de ambos.


Nat y Pit también le comentaron algo sobre la Líder de Tierra más tarde mientras comían, aunque ninguno llegaba a la verdad de todo aquello ni por asomo. Menos mal, hubiera sido demasiado humillante para Laia, a decir verdad. Al no parar de escuchar comentarios, al ver que se había montado un buen pollo por toda la escuela, sus ganas de pedirle perdón y que ella le perdonara aumentaba por segundos, creando una sensación insoportable dentro de su pecho. Otro nudo, esta vez de ansiedad, fue creciendo en el.


Tenía claro que si escuchaba algún comentario más de alguien hablando mal de ella le iba a partir la cara… y eso fue lo que pasó. Al volver a su gran salón, escuchó como alguien se reía de ella y la llamaba con un adjetivo denigrante. Eso le llenó de rabia cada rincón de su cuerpo. Agarró a esa persona por el cuello de la camisa, le estampó contra la pared violentamente y cogió inercia con el otro puño para estampárselo en la cara. Su víctima vio a cámara lenta como el golpe se acercaba mientras pedía piedad a Seth, mas este no quiso parar y explotó en uno de sus pómulos. Dejó caer al chico y meneó en el aire su mano dolorida. Un silencio sepulcral se había formado en todo el pasillo y todos se le quedaron mirando petrificados. Se había descontrolado y las heridas se le abrieron de nuevo.


Mierda, tengo que salir de aquí” susurró y desapareció.


Encerrado en su habitación, Seth estaba esperando que cualquier ruido cesara para poder visitar a Laia y pedirle perdón. Su mano derecha, con la que había pegado aquel puñetazo, tenía los nudillos centrales morados. Le había dado con demasiada fuerza y eso le costaría claro cuando se enteraran los magos que llevaban la escuela.


Pasadas las 12 de la noche dejó de escuchar ruidos en el gran salón y confirmó, con un breve vistazo, que todo el mundo se había ido a dormir por fin. Salió haciendo el mínimo ruido posible y se dirigió ansioso hacia las habitaciones de Tierra. Al llegar al gran salón de éstos, se quedó pasmado de lo diferente que era al suyo puesto que era la primera vez que que se paraba a contemplarlo, sin personas ni ideas pervertidas de por medio. No tenían los diferentes muebles para realizar actividades recreativas, tampoco grandes sofás en los que poder quedarse relajado mientras hacías tonterías con tus amigos. Todo era más formal. Tenía mesas pequeñas y las sillas eran sobre todo de madera. Lo único recreativo que podía ver era alguna mesa de ajedrez. Eso dejaba claro los diferentes gustos que tenía cada elemento. Al llegar a la puerta con la fachada más llamativa, llamó con la mano buena.


–Laia soy yo, Seth, ábreme–susurró levemente para no llamar la atención. Unos pasos se acercaron hacia la puerta, pero ésta siguió sin abrirse–Abre, que soy yo, Seth– repitió un poco más alto por si no le había escuchado.


Percibió un golpe sordo en la puerta y algo que la arañaba. Llamó de nuevo, pero continuaba sin obtener respuesta alguna. Llevó una de sus manos a la cabeza y se agarró de los pelos. “¿Estás jugando conmigo?” pensó. No estaba para bromas. Pegó la oreja a la puerta y puso atención a todos los sonidos. Notaba la respiración de Laia al otro lado de la puerta, aunque se entrecortaba a veces.


–Laia lo siento y esta vez no lo digo por decir, lo siento de verdad– se disculpó, aunque no fue suficiente para la chica–¿Sabes qué? Te lo demostraré–dijo convencido de que podía hacerlo. Después de esperar unos segundos para con ello lograba una respuesta por parte de la pelirosa, mas no pasó nada. Mañana tendría tiempo para empezar. 


Al final se quedó toda la noche pensando qué era lo que podía hacer para conseguir su perdón y cuáles eran las cosas que le podían molestar. Algunas las tenía bien claras, pero otras las desconocía por completo. Perdió la cuenta de ideas descabelladas que se le venían la mente, rechazándolas porque no eran las más adecuadas. Le dio vueltas al asunto hasta que cayó dormido en un profundo sueño.


~~~~


Un revuelto de gritos y aporreos levantó a Seth. ¿Es que no sabían dejar dormir? Escuchó la voz de sus dos amigos, los cuales gritaban su nombre a pleno pulmón. Cabreado, se dirigió hacia la puerta y la abrió de sopetón, haciendo caer a Nat y Pit a sus pies por estar apoyados en ella. Éstos rápidamente se pusieron en pie. Estaban saltando de nervios.


–¿Qué es lo que pasa chicos? –preguntó serio. Odiaba que le levantaran así, bueno, odiaba levantarse. La cabeza le dolía de lo poco que había dormido en toda la noche y los ojos le escocían, por ende.


–Tío que la prueba del nuevo se va a celebrar ya y las clases matinales han sido suspendidas gracias a eso– expulsó de golpe Nat muy nervioso y feliz– Nos han llamado a todos para que asistamos, como solemos hacer con los nuevos que tienen que hacerla todos los años– complementó Pit–No nos lo podemos perder, seguro que le toca ser uno más de los tontos de agua o de aire– terminó por decir Nat, el cual hizo un gesto de asco con la cara al nombrar a los dos elementos.


¡Es verdad!” exclamó sorprendido. Lo había olvidado por completo, hoy era la prueba que decidiría a qué elemento pertenecía Vicent. Con tanto comedero de cabeza con el tema de Laia, había olvidado el odio que sentía hacia el castaño.


Se vistió a toda prisa y salió con sus amigos directo hacia el salón de actos, el cual era el único sitio que estaba equipado para hacer la prueba. Parece una tontería, pero para poder realizarla correctamente debe haber cuatro cubículos enormes donde dominara un elemento dentro. En cuanto llegaron, cogieron uno de los asientos centrales y se sentaron a la espera de que terminaran de llegar la mayoría de alumnos. A pesar de todo, habían venido demasiado temprano. El estómago de Seth se quejó, se había olvidado de pasarse antes a desayunar.


–Toma, sabía que lo ibas a necesitar– dijo Pit mientras le pasaba por debajo de las piernas un trozo de bizcocho bastante grande. Éste le sonrió de vuelta. No podía negar que, dentro de lo que cabe, eran atentos con él.


La sala no tardó mucho en llenarse, quedándose algunos alumnos de pie por los pasillos incluso. Normal, estaba diseñada para que cupieran los estudiantes veteranos solo. Pero al parecer había provocado tanta curiosidad, que la curiosidad había arrastrado a la mayoría de novatos. El escenario estaba escondido por una enorme cortina púrpura y solo se podía ver algunas sobras luminosas que se movían por detrás de ella sin parar.


Buscó con la mirada a Laia, necesitaba verla y poder contemplar su belleza. No vio su melena rosada por ningún lugar. Después de que todo se calmara, los cuatros magos hicieron presencia en la pequeña parte del escenario que quedaba sin esconder tras la enorme cortina. Ésta vez fue el Líder del Agua el que abrió la ceremonia, recibiendo burlas y abucheos por parte de Fuego -Nat y Pit incluidos, por supuesto-. Seth no se sentía con ganas de hacer esas tonterías ahora.


–Queridos alumnos, como ya sabéis, habéis sido convocados aquí para poder ser parte de la prueba de vuestro nuevo compañero Vicent. Queríamos que fuera de la forma pues, aunque sea un caso muy inusual, sigue siendo un alumno más– dijo y dio paso al Mago de Fuego.


–Muchas gracias por haber acudido. Ahora procederemos a realizar la prueba– y cuando terminó de hablar, el telón se abrió dejando al descubierto las cuatro grandes salas de cristal. Éstas estaban capacitadas con magia de cada elemento para responder hacia la persona que más poder tuviera en un elemento.


La de Agua era la primera siempre. Al ser la sala de cristal, se podía ver como estaba llena de agua hasta una cierta altura. Había unos cuantos escalones y una pequeña pasarela para que el estudiante pudiera subir y no mojarse. Si el alumno pertenecía a ese elemento, el agua empezaba a batir con tal fuerza que empapaba al estudiante en pocos segundos, cosa que siempre les hacía gracia a los de Fuego.


La segunda era la de Fuego, estaba llena de madera y carbón al rojo vivo menos un pequeño espacio, el de la entrada. Si el estudiante pertenecía a éste, las llamas le rodeaban todo el cuerpo, quemando ligeramente la ropa. Normalmente era algo que todo el mundo quería ver solo para ya imagináis qué.


La tercera era la de Tierra, donde el suelo estaba totalmente cubierto de una especie de arenas movedizas no muy profundas y con unas plantas enormes que se alzaban hasta el techo del interior. Si el alumno pertenecía a elemento, repelía de tal forma la tierra que era capaz de moverse sin problemas por las arenas. Había veces que esto no pasaba y eran las propias plantas que abrazaban al estudiante y tiraban de él para que pudiera salir.


La de Aire, la última, era la que no tenía nada material, solo unos poros enormes en el cristal para que pudiera entrar el viento. Si el estudiante pertenecía a éste, un pequeño remolino se formaba dentro, aunque si habías llegado hasta allí era obvio que pasaría. No era tan destacable.


–Vicent, acércate–pidió el mago de Aire al castaño. Hizo un pequeño gesto con la mano y la tendió hacia uno de los lados del escenario. Después Vicent salió tímidamente y le agarró de la mano. “Ahí estás maldito” pensó Seth– Comencemos pues.


El mago de Aire llevó lentamente a éste hacia la primera sala. Le ayudó a posar sus manos en las escaleras y luego el castaño subió lentamente hasta llegar a la entrada. Se le notaba muy nervioso, sus manos y hombros temblaban frenéticamente. Los de Fuego, al ver que tardaba mucho, empezaron a abuchearle y a llamarle “cobarde” por estar retrasando tanto la ceremonia. Todos los años había un par de novatos que, por el miedo, se quedaban paralizados en cada una de las salas.


El mago de Aire mandó a callar arrojándonos una brisa a todos los de Fuego, pues estaban sentados en la misma zona. Vicent, después de pensárselo demasiado, entró por fin y, por mucho que deseara Seth, ésta no reaccionó ante su presencia. “Entonces seguro que es de Aire” pensó Seth para sus adentros, lo daba ya por sentado. Vicent salió y bajó cogiendo de nuevo la mano del mago de Aire. Desde lejos podía apreciarse sin problemas que las piernas le temblaban. No tardó en llegar hasta la segunda sala, quedándose un buen rato en la entrada muerto de miedo.


En cuanto entró, Vicent fue engullido por un mar de llamas, quemándole parte de la ropa y dejando entrever su cuerpo imberbe.


El silencio se hizo en la sala. Nadie se lo esperaba puesto que no tenía ninguna característica corporal de ese elemento, dejando atónito a más de uno. Inclusive Seth, el cual no creía lo que veían sus ojos. Se los frotó por si acaso era una ilusión creada por su falta de sueño.


Pero no, Vicent era de Fuego.


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