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Mariposas de fuego por SrMichaelis

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Por fin era el día. Aquel que tanto le había estado atormentando pues debía salir todo a la perfección. No iba a dejar que ningún fallo se interpusiera en su objetivo. Ahora sería el momento de sacar a la luz todo lo que era capaz de hacer Seth en el campo de batalla como elemental de Fuego. Estaba tan nervioso que se tuvo que encerrar en su habitación para no tener la tentación de acercarse a la primera chica y llevársela a la cama pues debía mantener un mínimo de respeto hacia Laia, aunque apenas habían intercambiado palabras después de que empezaran a salir. Incluso tuvo que rechazar ácidamente a una alumna que no dejaba de perseguirle, dejándole una buena bofetada como cortesía.


Aburrido a la vez que agobiado, se puso a meditar qué podía hacer antes de pasar alrededor de 20 días fuera y que no podría hacer allí. Aprovechar ahora que podía. Lo primero que se le vino a la mente fue comer, aunque aún se tenía que esperar casi una hora para que el comedor fuera abierto. Lo segundo fue su higiene personal, cosa que si no hacía hoy no lo haría hasta dentro de bastantes días. Claro, todo suponiendo que consiguieran algún río o lago en el que poder bañarse sin peligro alguno. Después de una lucha interna sopesando las cosas buenas y malas de ducharse, ganaron las buenas. A pesar de lo desagradable que le resultaba, imaginarse que su cabello estuviera lleno de grasa a los pocos días le superaba.


Mientras se duchaba a regañadientes, las palabras de las que podrían venir del castaño le vinieron a la mente, golpeándosela. No sabía por qué, pero le había dado muy mal rollo haber escuchado aquello. “Tengo un mal presentimiento” recordó. ¿Qué era lo que podía salir mal en una simple práctica que se realiza todos los años? Por si no fuera poco, dos magos estarían vigilándoles todo el tiempo por posibles incidentes que puedan ocurrir y, a parte, más personas que se presentaban voluntarias para ayudar a que se cumplieran todas las normas impuestas. Digamos que la vigilancia en esos días se aumentaba muy considerablemente y apenas podían entrar o salir personas en la escuela sin pasar un riguroso control. “Estoy seguro que solo quiere llamar la atención” pensó Seth enfadado. Seguramente era una estrategia de Vicent para tocarle las narices por no haberle dejado entrar en su equipo.


–ARG–ronroneó y su pecho vibró. Quería sacárselo de su cabeza, mas no era capaz de conseguirlo. Como cuando no quieres pensar en algo pero por más que lo intentas es inevitable que vuelvas a ello porque eres tú mismo el que se obliga.


Exaltado por lo que le iba a venir en pocas horas, subió la temperatura de la ducha y la puso al máximo. El cuarto de baño comenzó a llenarse rápidamente de vapor de agua, dificultándole la respiración al pelinegro por la enorme humedad que se estaba concentrando. En el vapor pudo ver como dos personas, las que parecían ser él y Vicent, acercándose más de la cuenta. Como un universo alternativo donde él no se hubiera parado a sí mismo en el sofá. Sobresaltado, atizó el aire en el que estaba viendo aquella imagen.


Por más que intentara dejar de pensar en el castaño siempre estaba allí. Lo encontraba en cada palabra y en cada rincón, como si éste fuera omnipresente. Estaba ya harto. Aquello, lo único que conseguía, era aumentar su odio hacia Vicent, aunque este no estuviera haciendo nada para merecerlo. En el fondo sabía que era culpa suya, pero el reconocerlo le dolía demasiado. Era más fácil odiar a alguien que odiarse a uno mismo. Apagó el chorro de agua y salió de la ducha empapado y medio mareado. De su cuerpo se podía ver como se vaporizaba el agua en el contacto con el aire por diferencia de temperatura. Era raro, parecía que estaba ardiendo de odio, aunque en su interior literalmente era lo que estaba pasando. Se vistió lo más rápido que pudo con el uniforme más limpio y menos arrugado que tenía y salió pitando hacia el comedor. Por suerte, había tardado tanto en la ducha que éste ya estaba abierto. Debía mantener su mente en lo importante.


–Buena suerte Seth–le dijo alguien por la espalda mientras le agarraba con una mano su hombro y le hacía girar hacia donde ella estaba.


Era la chica de Tierra con la que se había acostado hacía muy poco, esa misma que le había puesto en una situación muy comprometida delante de Laia. Aquella pelandrusca había hecho llorar a su algo así como novia y se lo iba a hacer pagar. Cogió aire y, con una sonrisa muy falsa, le respondió.


–Hola…–se quedó pensativo a propósito haciendo ver que no sabía su nombre–Em… Creo que tienes algo aquí–dijo Seth mientras se señalaba a una de sus comisuras de la boca–Creo que aun te quedan restos de cuando me corrí en tu boca– y le guiñó el ojo con malicia.


Lo dijo lo más alto que pudo sin llegar a parecer que estaba en una obra de teatro. Igualmente, todo el mundo lo pudo oír bien y un cuchicheo empezó a crecer en toda la sala. Aquello le recordaría con quien no debía buscar ningún problema, por un tiempo considerable al menos.


La chica agachó la cabeza ruborizada en cuanto escuchó el comentario y se le pudo ver como le bailó el labio de rabia a la vez que retenía sus ganas de partirle la boca. Más tarde, sin dirigirle una última mirada a Seth, salió corriendo. Puede que solo se hubiera pasado un poquito, puede. Después de aquella escena escuchó como sus amigos, Nat y Pit le llamaban para que se acercara a su mesa. Fue hacia ellos y le abrazaron los dos a la vez.


–Mucha suerte Seth–dijo Nat dándole palmadas en la espalda brutamente provocando que el contrario perdiera el equilibrio momentáneamente–Seguro que vais a quedar los primeros–dijo Pit orgulloso y muy seguro de lo que decía.


El pelinegro no pudo reprimir que una gran sonrisa se dibujara en su cara al ver como todos los miembros de fuego que estaban en ese momento les daban la razón. Tenían muchísima confianza en él y eso le paliaba los nervios levemente. Si de verdad pensaban eso era por algo.


Aquella mañana desayunó como un rey. Se zampó cuatro bocadillos como su mano de grandes y un par de huevos duros. Seguramente no tendría hambre hasta la siguiente mañana de lo que había comido, cosa que lo agradecería su yo del futuro. Cuando terminó se despidió de todos los de Fuego y estos le estuvieron aplaudiendo hasta que salió del comedor rumbo a la entrada de la escuela. Allí estaban ya todos los participantes menos él, como siempre, llegando tarde incluso a los actos importantes. Laia le hizo un gesto para que se acercara rápido desde el lado contrario del que había llegado y se acercó a ella. Saludó a todas las personas de su equipo y se presentó a las que no conocía, como el segundo de Agua o la segunda de Aire.


Nadie reía ni hablaba por mucho tiempo. Todos estaban concentrados en lo que les esperaba. Los nervios estaban a flor de piel y el ambiente estaba muy cargado de rivalidad. A veces Seth desviaba la mirada de Laia para poder ver cuales iban a ser sus rivales y a quien debería tener especial cuidado. Pronto llegaron los cuatro magos acompañados de más personas, las que cuidarían de ellos en caso de que hubiera algo extraño. Por orden de lista, empezaron a nombrar uno a uno y a preguntar los equipos que habíamos formado y si eran aptos para la practica. Pasaron unos cuantos nombres hasta que les llegó el turno a su grupo.


–Nuestro equipo está formado por los cuatro líderes de cada elemento y sus segundos–dijo Laia.


El mago de Tierra, que era el que estaba apuntando los equipos, se les quedó mirando intensamente sopesando aquella posibilidad. A Seth se le encogió el corazón durante la espera pues si lo rechazaba sus planes maestros se iban al garete. ¿Qué pasaría si le metían en un grupo de ineptos? No tenía ganas de hacerlo todo él. La verdad es que ninguno había pensado en aquella posibilidad, se les había pasado por completo. “Por favor, por favor, acepta” rezó Seth en su fuero interno.


–¿Sabéis que solo seréis ocho no? –preguntó Lucian después de un largo silencio.


Todos asintieron con la cabeza con rapidez y éste se puso a apuntar el equipo en una pequeña libreta. Seth echó todo el aire que había contenido en sus pulmones y se relajó. Le hubiera molestado mucho que por aquel olvido no hubiera podido participar o, peor aún, haber tenido un equipo pésimo.


Tardaron quince minutos más en terminar de sopesar si los grupos estaban bien hechos o si debían hacer algún cambio para que fueran aptos para la práctica. En total iban a participar 8 equipos y solo el de Seth iba a ser de menos de 10 participantes. Ahora que ya estaban todos los grupos hechos, debían partir hacia el monte en el que se iba a hacer la práctica. Tardarían alrededor de dos horas en llegar porque se haría andando. Nada de portales.


Mientras caminaban, hablaban entre ellos las estrategias que deberían cambiar o mejorar y qué sería lo primero que harían en cuanto empezara a correr el tiempo. Tara no dudó en decir “correr”, correrían hasta encontrar un lugar en el que poder parar y hablar entre ellos con tranquilidad para organizarse. Seth iba andando al lado de Laia apretando fuertemente los puños de la tensión, le costaba respirar y los nervios no le bajaban a pesar de que ella le estuviera hablando calmadamente sobre que todo iría bien. Pasaron un par de kilómetros hasta que ya pudieron visualizar el monte en el que se desarrollaría todo, aquel en el que estarían conviviendo casi veinte días. Notó como los pasos aumentaban de velocidad y poco a poco, llegaban a su destino.


–Se que muchos ya sabéis las normas–dijo Thomas, el mago de Fuego, haciendo gestos con las manos para llamar la atención de todos los participantes–Pero es mi deber recordarlas todos los años y pedir encarecidamente que se cumplan. Por la seguridad de todos los participantes del evento–siguió comentando. Se puso delante de todos, dándole la espalda al monte de la práctica, y todos hicieron un semicírculo con él en el centro–Primero, no se puede salir de la zona acordada, habrá varias personas vigilando la periferia para que esto se cumpla por si hay despistes. Segundo, si algún equipo llega al final de la prueba y no ha combatido al menos tres veces con otros grupos, no podrá ser el vencedor. Tercero, no se admite ningún tipo de ayuda de ningún miembro que no sea de vuestro equipo en sí, cada grupo debe buscarse la vida por su cuenta. Cuarto, no se permiten traer objetos de la escuela para ayudaros con los hechizos. Solo se permitirán una pistola de bengalas para emergencias. Finalmente, el quinto, las batallas deberán ser limpias, no se admiten trucos o trampas. Para impedir eso, habrá al menos un vigilante en cada lucha para supervisarlo. Tampoco queremos que ningún participante sea gravemente herido–hizo una pausa para que todo el mundo lo archivara en su memoria–¿Lo habéis entendido? Si se incumplen alguna de éstas cuatro normas el equipo directamente quedará descalificado.


Después de escuchar atentos cada palabra que salía de la boca del mago de Fuego todos asintieron obedientemente, aunque seguramente en la mente de más de uno habría alguna artimaña para romper alguna norma sin que se dieran cuenta. Esto pasaba sobre todo con los alumnos de décimo grado ya que era su último año y estaban deseosos de ganar al menos una vez antes de tener que irse de la escuela, por el honor que adquirirían más tarde entre los elementales. Tener el tatuaje en el cuello que solo los ganadores poseían era la mejor forma de que luego fueran reconocidos y admirados por ganar una prueba tan dura en uno de los mejores colegios de elementales.


–Bueno, alumnos–habló ahora Ariela, la maga de Agua–Espero que deis lo mejor de vosotros mismos y que la suerte esté de vuestra parte–prosiguió con una gran sonrisa en la cara, se podría decir que estaba emocionada por poder seguir asistiendo a esos eventos a pesar de su avanzada edad. Tendría ya unos 200 años. Los elementales de media duraban 230 años aproximadamente, aunque algunos podían llegar a los 300 años sin problemas–Os estaremos esperando en unos días al final de la prueba.


–Seguidme, os llevaré hasta el principio–dijo Yin andando hacia una roca que estaba justo antes de que empezara la gran arboleda que cubría el monte. Le acompañaba Thomas. Todos les siguieron y se pararon en cuanto llegaron a la roca. Yin, con poco esfuerzo gracias a la ayuda de una corriente de aire, se subió a la roca y le ayudó a subir a Thomas–Que todos los equipos se dispongan en fila en esta zona, detrás de la cinta negra–y señaló hacia uno de los laterales. Obedientemente hicieron lo que se les mandó–Suerte–dijo y le dio la palabra a Thomas.


Seth sentía unos sudores fríos en todo su cuerpo, estaba el primero en la fila. ¿Estaría preparado para esto? Se preguntaba. Estaba a punto de empezar y ya estaba dudando de su capacidad para poder ganar. No era propio de él. “Vamos, concéntrate” pidió.


–Preparaos–gritó Thomas y alzó sus brazos al aire–Tres, dos, uno…cero–y cuando nombró el último número abrió rápidamente sus brazos, creando una gran llama roja que quemó toda la cinta y les dio paso para que empezaran a correr hacia dentro de la arboleda.


En cuanto desapareció la cinta que les “separaba” todos echaron a correr hacia el interior de los árboles. Seth buscó con la mirada a Tara, debía decirle en qué dirección correr. Era ella la mejor de su grupo en cuanto a orientación se trataba y seguramente sabría moverse por el interior de una zona muy poblada por árboles mejor que ninguno. La encontró mirando hacia la copa de los árboles. ¿Qué estaría viendo? Gritó su nombre para llamar su atención y en cuanto posó la mirada en la suya movió la cabeza para indicarle el camino. Rápidamente giró hacia la derecha con el brazo derecho tendido para avisar a todos sus compañeros que hicieran lo mismo, confiaban en ella completamente.


Después de estar corriendo sin descanso durante hora y media pararon en un pequeño claro. Era la zona ideal para hacer su primera parada y comentar las estrategias que podrían seguir, así como estructurarse. A todos les costaba respirar, habían aguantado más de lo que esperaban corriendo por un terreno lleno de pendientes y obstáculos. Seth no aguantó la presión que se había formado en sus gemelos y se tiró al suelo. Estaba agotado, notaba como todo su cuerpo estaba lleno de sudor que hasta se le metía por los ojos, cosa muy desagradable para los de Fuego.


–Descansemos por un rato mientras hablamos de lo que vamos a hacer ahora–dijo Garret. Éste también se había tirado al suelo hecho polvo. Su respiración era tan rápida y poco profunda que daba la impresión que se iba a quedar sin aire de un momento a otro.


–Si me dais algo de tiempo creo que puedo hacer un par de pociones de Energía–dijo Laia, a ella no le había afectado tanto la larga carrera. Parecía que estaba acostumbrada al ejercicio físico tan duro. Sin esperar una respuesta se alejó del claro, metiéndose en una densa capa de matorrales que había a uno de los lados.


Después de cinco minutos tratando de normalizar la respiración, Seth se sentó sobre el suelo y miró a sus compañeros. Más o menos ellos también habían mejorado su estado menos Helen. Estaba muy pálida. Se acercó a ella y le tocó la frente, estaba templada, cosa rara entre los de Fuego. Algo no iba bien con ella.


–Tranquilo, estoy bien–prometió Helen después de que le tomara la temperatura–Es que no estoy acostumbrada a correr tanto–e hizo una mueca. No podían perder a ningún integrante, ya eran demasiado pocos y les iba a costar el doble en las batallas.


–No te preocupes Seth, solo necesita descansar un poco más–confirmó Tara mientras se agachaba para ver mejor a Helen–Es común que cuando los de Fuego hacen esfuerzos muy intensos para su cuerpo pierden la capacidad autoreguladora del calor corporal hasta que vuelven a su estado normal–indicó y se ajustó las gafas con un dedo. Seth asintió con la cabeza y la miró esperando que diera otra orden. Todos habían quedado en que ella sería la líder de su equipo por su gran capacidad de estrategia y su inteligencia.


Tara dio un par de vueltas por el claro calculando cosas en su cabeza. Estaba absorta en programar la estrategia que seguirían aquel día. Al poco tiempo Laia volvió con los brazos llenos de plantas y los echó al suelo. Pidió ayuda para buscar hojas grandes con las que pudieran hacer una especie de recipientes para preparar las pociones. Todos se pusieron a buscar mientras Tara seguía mirando hacia los árboles, pero esta vez tenía una especie brújula en su mano hecha con un clavo muy fino que había en el suelo. Aquello les ayudaría a no andar dando vueltas y a dirigirse directamente hacia el lado correcto. Cuando consiguieron hojas lo bastante grandes y resistentes se las llevaron a Laia y empezaron a hacer las pociones.


–Muy bien, hemos de machacar la Eleutherococcus senticosus y la Pfaffia paniculata con un par de rocas–mandó Laia, pero todos se quedaron con cara de tontos. Nadie sabía a qué se estaba refiriendo. Cuando la pelirrosa se dio cuenta de que había utilizado un lenguaje demasiado científico se corrigió– El Eutero y la Suma.


Garrett y Seth se presentaron voluntarios para machacar las plantas. Cogieron un par de piedras cada uno, una más grande que otra, y empezaron el trabajo. Tardaron unos minutos en tener las plantas perfectamente molidas. Se las pasaron a Laia y las echó en los recipientes que acababa de crear anudando un par de hojas entre si con una especie de fango arcilloso. Intentó poner más o menos la misma dosis en cada recipiente e hizo llamar a alguien de Agua y Fuego. Rápidamente Seth se adelantó a Helen y se puso enfrente de su querida. Evidentemente Garret no iba a ser menos y también se le adelanto a su segundo. El pique entre ellos dos solo acababa de empezar.


–Bien, necesito agua pura para rellenar los frascos. ¿Podrías hacerlo Garret? –preguntó esta retóricamente sabiendo que lo podía hacer perfectamente. El Líder de Agua llevó las manos hacia un trozo de tierra que parecía más mojado y posó sus manos en el, creando una especie de corriente de agua por el suelo hasta sus manos. Cuando las levantó, una bola de agua se había creado bajo ellas–Bien, creo que con eso me basta–dijo Laia y le acercó los cuatro frascos que había preparado para rellenarlos. Una vez que todos tenían agua hasta arriba se acercó a Seth-Ya sabes lo que hacer.


El pelinegro no pudo evitar sonreír por el hecho de que le estuviera prestando más atención que de costumbre. ¿Había dicho ya lo loco que le volvía esta chica? Acercó sus manos a los recipientes y concentró todo la energía en sus palmas. El agua empezó a bullir a los pocos segundos y las retiró para acercarlas al siguiente frasco. Una vez que hubo terminado su trabajo, Laia se sentó y con una de sus manos agarró un poco de tierra que había rebuscado para luego echarla encima de los recipientes. Estaba muy concentrada. Seth se quedó asombrado cuando notó que la tierra que caía de sus manos se tornaba de un color dorado. Cuando terminó de hacerlo con los restantes, los tapó y le dio uno a cada Líder.


–Beber solo un sorbo, están muy cargados–advirtió Laia y fue ella la primera que bebió de su poción. Una mueca se dibujó en su cara cuando notó el sabor ácido del brebaje. Seth la siguió al igual que Garret, que se estaban mirando mientras cada uno daba un gran trago e intentaba no hacer ningún gesto extraño en su cara, como si demostraran más hombría por aguantar aquel sabor tan intenso. Más tarde se lo pasaron a sus segundos, quienes también hicieron el mismo gesto con la cara.


Tara aun no había bebido nada, seguía en su mundo mirando hacia, a lo que le parecía a Seth, la nada. El segundo de Aire llevó el frasco hacia ésta y tocó su hombro para que despertara de su estado de concentración. A veces parecía que su alma había dejado el cuerpo y se había ido por un buen rato. Al final bebió, aunque casi lo echa al suelo al no poder aguantarlo. Todos rieron por la reacción de la peliblanca y esta se enfurruñó. Ya se encontraban mejor, con más fuerzas y capaces de resistir otra carrera de hora y media. El pelinegro sabía que Laia era buena con las plantas, pero aquello le había dejado asombrado. En menos de veinte minutos había preparado cuatro pociones de energía mejores de las que hacían ellos en clase. Se sentía orgulloso.


–Debemos movernos ya. Si no he calculado mal nos quedan solo 7 horas de luz y debemos aprovecharlas lo máximo posible–recalcó Tara mirando intensamente a los demás miembros de su equipo–Avancemos hacia el Sureste. Iremos andando para poder así encontrar comida y cosas útiles para nuestro viaje–concluyó. Todos asintieron la cabeza y se levantaron. De momento lo único que tenían eran las pociones de Laia y no era suficiente.


Avanzaron por media hora hasta que llegaron a una zona en que las raíces de los árboles sobresalían del suelo y les dificultaban el camino. Solo habían podido conseguir un par de ramas lo bastante largas y gruesas como para utilizarlas como bastones. Los que las tenían ayudaban a los demás a subir y bajar las cada vez más grandes raíces. Garret ya se había caído un par de veces por hacerse el chulo delante de Seth. Éste no se daba cuenta de que no podía hacer las mismas cosas que un chico con muchísima menos masa corporal que él. Helen había mejorado considerablemente y su cara ya estaba del color que debería tener. Siguieron avanzado a duras penas hasta que notaron como una fuerte ráfaga de viento los azotaba. Algunos perdieron el equilibrio y cayeron al suelo. En el interior se Seth se empezó a formar una bola de angustia porque se acercaba la hora.


–¡Al suelo! –gritó Tara mientras saltaba hacia la superficie. Agarró a su segundo, que se había caído con el fuerte viento, y lo llevo arrastrando hasta dejarlo dentro de una especie de cueva dentro de un árbol muerto. Todos hicieron lo mismo y ayudaron a los que se habían caído.


El interior estaba hueco pero recubierto por la corteza del árbol y algo de musgo menos en la pequeña entrada por la que habían accedido. Un ruido ensordecedor tensó sus cuerpos y los mantuvo alerta hasta que cesó. La bola que tenía Seth en su interior empezó aumentar de tamaño hasta que explotó en su interior provocándole un fuerte dolor en el corazón. ¿Qué estaba pasando? Se preguntó Seth asustado, no era normal vientos tan intensos como el que acababa de pasar ahora y menos que tuviera aquella sensación que le provocaba incluso dolor. Nadie se percató del tambaleo, o eso pensó el pelinegro, ya que lo ocultó lo mejor que pudo. Esperaron un rato más para salir por si acaso retornaba, pero al ver que no lo hacía, dejaron la oquedad. Atónitos se quedaron cuando vieron un par de enormes ramas se habían caído al suelo arrancadas violentamente del tronco de algunos árboles. Aquello era aun menos normal. ¿Cuanta fuerza es necesitaría para arrancar de cuajo una rama con estas dimensiones? ¿Aquello era normal que ocurriera en la prueba?


Seth, ¿lo has sentido?” preguntó alguien en su mente. ¿Otra vez era Vicent? ¿Es que ni aunque le ignorara le iba a dejar en paz? Seth arrugó la frente y gruñó. Aquello provocó que todos le miraran extrañados. Rápidamente movió los brazos y le quitó importancia a lo que acababa de hacer aunque Laia le miraba con preocupación. ¿Se habría dado cuenta ella de lo que acababa de sentir?


Que quieres” dijo en su mente. ¿Era así como se hacía? Esperó y esperó durante un tiempo que le pareció interminable hasta que escuchó una contestación.


No te escucho bien. Bueno, si a esto se le puede llamar escuchar. ¿Lo has sentido verdad?” repitió Vicent, parecía agobiado. “Si lo has sentido intenta decir algo, si no, cállate” pidió. Se estaba volviendo loco, seguro. ¿Hablar telepáticamente con alguien? Era de locos. Vale que hacían magia, pero no ese tipo de magia.


Si, lo he sentido. ¿Por qué?” habló intentando concentrarse mejor en cada palabra que decía en su mente. Esta vez el mensaje de vuelta no tardó tanto en llegar.


Vale, ahora te escucho mejor. Ten cuidado Seth, siento que algo muy malo esta por pasar” dijo. ¿Qué podía pasar? Estaban completamente vigilados por todos los lugares y seguramente esto estuviera programado. Además, este año se habían apuntado muchísimos más ayudantes para el evento. “Tengo…tengo miedo Seth” confesó el castaño. ¿Miedo? Vale, aquello ya le estaba asustando hasta él. Puso los ojos en blanco cansado de tener que cuidar de él.


¿Dónde estás?” preguntó rápidamente Seth pero nunca le llegó la respuesta. “¿¡DÓNDE ESTÁS MALDITO!?” gritó, pero nadie le contesto. El castaño ya se había ido.


Mierda, tengo que buscarlo” se dijo a si mismo. Aunque le odiara a muerte no podía dejar a una persona tan indefensa como él que pasara por aquello sin al menos prestarle su ayuda. Además, era su hermano mayor. “Pero como sea todo mentira te pienso partir las piernas” pensó. Nervioso, empezó a andar hacia donde el instinto le decía. Los demás le siguieron aunque Tara le llamó la atención.


–Por ahí no está el Sureste Seth–informó ésta en su típico tonto de intelectual. Odiaba cuando se ponía así de listilla. El pelinegro aguantó sus ganas por contestarle mal y asintió con la cabeza. Ahora debían por donde él dijera pues su cara alertó a los demás de que no era para intentar destacar de los demás.


Poco a poco Seth fue avanzando por las enormes raíces hasta que dejaron de aparecer gradualmente. Llevarían andando ya una hora hasta que llegaron a otro claro. Unas ansias por encontrar ya al castaño iban creciendo en su interior. Ahora el también sentía que algo malo iba a pasa. ¿Le había contagiado el miedo? Posiblemente, pero era mejor estar preparado por si acaso.


Garret y la segunda de Tierra pidieron un pequeño descanso, pero Seth se lo negó. Debían seguir, tenían que encontrarle. A regañadientes volvieron a empezar su caminata detrás de Seth. Todos se preguntaban qué ocurría, pero la falta de aliento no se lo permitía. Siguieron avanzando hasta que empezaron a escuchar voces. Alguien estaba gritando muy fuerte. Echaron a correr todos hacia el origen del grito, pero cesó siguiéndole una enorme luz azul que les cegó. El pelinegro fue el único que se atrevió a seguir la marcha aún sin ver el camino. Cuando por fin pudo vislumbrar lo que tenía en frente, contempló como la mayoría de árboles que tenía en frente tenían su corteza quemada. También algunas hojas caían chamuscadas al suelo. A lo lejos divisó a alguien con los brazos levantados, jadeando. Corrió lo que más pudo y se acercó hacia esa persona. Y quien si no iba a ser: Vicent. A su lado estaba el resto de su equipo tirados en el suelo inconscientes.


–¡Vete! –gritó el castaño en cuanto vio que Seth se le estaba acercando–Es muy peligroso–le dijo, pero nada le iba a hacer cambiar de idea y, antes de que le faltaran un par de zancadas más por llegar, una cola enorme en forma de maza le golpeó en el costado enviándolo contra un árbol–¡No! –era la décima vez que el castaño veía como algo invisible, menos su cola, enviaba a una persona contra un árbol y se desmayaba.


Las lágrimas empezaron a mojar la cara de Vicent mientras veía caer el cuerpo de Seth al suelo. Éste tenía los ojos cerrados. El miedo se apoderó de él y echo a correr hacia el pelinegro, había escuchado sus palabras y apreciaba muchísimo que hubiera venido a ayudarle. Pero antes de llegar hasta donde se hallaba, éste abrió los ojos rápidamente y se levantó de un salto. El castaño no había caído en que era una de las personas más resistentes y cabezotas de todo el colegio, o algo así había oído en los rumores que le contaron los estudiantes. Llegó hasta él y se puso a su lado.


–¿Era a esto lo que te referías con que algo malo iba a pasar? –preguntó Seth mientras buscaba con la mirada a su atacante sin mucho éxito. Vicent negó con la cabeza.


–No, no era esto. Ni si quiera lo he visto venir–confesó.


¿Qué no lo había visto venir? ¿Es que podía ver el futuro o qué? se preguntó Seth. Pero antes de que pudiera preguntarle por lo que acababa de decir el castaño, una gran criatura apareció delante de ellos. Era de color negro menos sus ojos que eran carmesí. Les miraba muy atentamente. Tenía dos alas enormes replegadas a su espalda y una larga cola que terminaba en una especie de maza. La misma que había golpeado antes a Seth. Les sacaba una cabeza y media, por lo que podía medir entre 2 y 2,2 metros. El pelinegro solo pudo ponerse a rezar para que sus compañeros no le hubieran seguido. 


–Mira lo que tenemos aquí–dijo el aquel ser, Seth comprendió que era un Demonio cuando asoció los rasgos a lo que había estudiado en sus clases de criaturas mágicas. Su voz era grave y muy penetrante. Parecía que venía de todos lados y de ninguno a la vez–Por fin puedo divertirme– y sonrió, mostrando al completo sus blancos dientes afilados, de los que destacaban sobre todo sus colmillos y premolares. Si esto no era lo que definía Vicent como algo “malo” no quería imaginarse qué sería entonces.


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