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Sin corazón por zandaleesol

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Título: Sin corazón

Personajes: Harry/Draco

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son de propiedad de J.K. Rowling, solo los tomo prestados para divertirme con ellos. No percibo ningún beneficio económico.

Advertencia: Universo Alterno. Mpreg. Otras.



Capítulo 27.


Surrey, Inglaterra, enero 1806


Harry estaba reticente a realizar ese viaje, pero Draco estaba tan entusiasmado con la idea, que el muchacho de ojos esmeraldas no pudo negarse a la petición. Por supuesto que en cierto modo le ilusionaba el ir a Surrey, y pasar en medio de la tranquilidad del campo sus primeros días de casado. Draco no paraba de hablarle de la finca donde había pasado gran parte de su niñez. Pero Harry secretamente temía ir a ese lugar. Eran muchos los recuerdos que guardaba de Surrey, pese al poquísimo tiempo que permaneció allí. Aún debían vivir ahí esos que supuso sus parientes.


Le comentó el asunto a Sirius cuando éste les visitó, unos días después de la boda.


-Harry, no creo que debas preocuparte por tener un encuentro con esas gentes. Estoy convencido de que esos Dursleys no son asiduos a relacionarse con lo más granado de la sociedad muggle ni menos la mágica.


Harry sonrió. Ciertamente era casi imposible toparse con ellos, pues ahora existía un abismo entre sus respectivas clases sociales. Aquello le dejó más tranquilo.


-Me gustaría que vinieras con nosotros.


Sirius levantó la ceja como si Harry hubiese dicho una grosería.


-Harry, acaban de casarse, necesitan estar a solas.

-No estaremos solos. Severus está allá, viajó al día siguiente de la boda.

-En serio. Pues mayor razón para no ir.

-Sirius, pensé que ya no tenías resentimiento en contra de Severus.

-Y no lo tengo, te lo juro, pero sinceramente creo que sería demasiado que conviviésemos en la misma casa.

-Pues yo creo que sería perfecto. Así tendrían la oportunidad de tratarse más íntimamente y hasta podrían llegar a ser amigos.

-Amigos -repitió Sirius -. Snape y yo amigos.

-Estoy completamente de acuerdo con Harry. Es una idea estupenda -dijo Draco desde la entrada del salón.


Harry volvió la cabeza y le sonrió radiante a Draco.


-Pensé que tardarías más.

-Solo tenía que firmar unos documentos, el señor Thompson se encargará de enviarlos al Ministerio de la magia -explicó Draco, mientras se acercaba a Sirius y le tendía la mano.


El mago mayor la aceptó, pero además le palmeó la espalda con gesto afectuoso. El rubio tomó asiento junto a Harry y le sostuvo la mano al moreno.


-Vamos Sirius, anímate. Ven con nosotros a Surrey. Te aseguro que te encantará la finca.


El hombre de pelo negro pareció meditar unos segundos. En realidad no tenía nada mejor que hacer, pero no quería transformarse en una sombra para Harry y Draco.


-Prometo que lo pensaré.

-Pues no te demores, deseamos partir el viernes por la mañana -dijo Draco.

-¿Será seguro para Harry hacer aquel viaje? -preguntó Sirius.

-Lo consulté con Remus, antes de ayer. Ha dicho que el bebé está bien, pero que para mayor seguridad le aplique un hechizo a Harry.

-¿Qué tipo de hechizo? -preguntó Harry medio preocupado.

-De protección por supuesto -respondió el rubio.

-No será un viaje demasiado largo para Harry -cuestionó Sirius.

-Estaré bien, no te preocupes -dijo el muchacho de ojos esmeraldas.


Sirius asintió no convencido del todo.


-Le dije a Remus que nos gustaría que Ron y él nos visitaran también. Aseguró que irían.

-Eso me suena mejor -apuntó Sirius -. Si hay más invitados creo que me animaré a ir a Surrey.


Draco le dio una mirada cómplice a Harry, que Sirius no vio.


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


El viaje desde Londres a Surrey duró cinco días. Draco no estaba acostumbrado a viajar largas distancias al estilo muggle, solo lo hacía cuando debía recorrer pocos kilómetros dentro de la misma ciudad, porque le resultaba agradable y divertido. Cuando llegaron por fin a la finca en Surrey estaba cansado, pero fingió todo lo contrario, pues Harry a pesar de su estado no decayó ni un momento. El rubio debió reconocer que su esposo estaba más preparado para soportar situaciones incomodas que él. En todo caso se alegró de que llegasen sin novedad.


Severus les esperaba un tanto nervioso debido al estado de Harry, así que en cuanto cruzaron la puerta de entrada exigió que el moreno descansara, no sin antes beber una poción fortificante preparada por su propia mano.


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


El moreno se removió en la cama. Poco a poco abrió los ojos y vio el rostro de Draco a escasos centímetros del suyo. El rubio dormía tranquilamente, sus bellas facciones mostraban total relajo. Harry se maravilló una vez más, pensando que ese rostro solo podía compararse al de un ángel. Había considerado al chico rubio uno, desde la primera vez que lo viera, cinco años antes en esa misma ciudad. Un involuntario suspiro se escapó de sus labios. Estaba de regreso en el mismo lugar del que huyó, buscando una mejor vida. Pese a que su estadía en Surrey fue muy corta, cambió su existencia por completo. En realidad fue su encuentro con Lucius lo que modificó su destino. Acarició con delicadeza el rostro del chico rubio para enseguida depositar un casto beso en los finos labios.


Draco despertó aunque no abrió los ojos de inmediato, pero igual habló.


-¿Ya es la hora de la cena?

-Aún falta una hora -respondió Harry.

-Mmm…que bueno así tenemos tiempo para cambiarnos.

-Yo preferiría ocupar esa hora en una tarea más agradable -susurró el moreno.

-¿Cuál? -preguntó Draco aunque intuía la respuesta.

-Ha pasado una semana desde nuestra última noche en Londres.


Draco estaba tan consiente como Harry del tiempo trascurrido desde que habían hecho el amor por última vez y le parecía una eternidad, pero el viaje fue largo y agotador para los dos.


-Esta noche lo compensaremos -fue la respuesta del rubio.

-Y porque no comenzamos ahora -sugirió Harry.

-Amor, estas agotado, fue un viaje largo, debes reponer fuerzas.

-Estoy perfectamente, la poción de Severus me dejó como nuevo.


Draco olvidó cualquier otra reticencia. Estaba cansado por causa del viaje, pero deseaba a Harry. Lo cierto era que lo deseaba cada segundo del día. Si por él fuese se pasaría los días al completo en la cama haciendo el amor con su esposo. Y por el entusiasmo que mostraba el moreno, tenía la impresión de que eso no le molestaría ni por un segundo.


Comenzó a desabotonar la camisa y la quitó sin prisa. Lo mismo hizo con el pantalón. Tomó nota mental de sugerirle a Harry que comenzara a utilizar las túnicas de mago, pues a la hora de quitarlas resultaban mucho más prácticas que la ropa muggle. El muchacho de ojos esmeraldas por su parte se dejó hacer con toda docilidad. Ya tenía casi cinco meses de embarazo y la tarea tanto de vestirse como lo contrario comenzaba a ser dificultosa.


Draco miró el vientre con ternura. Le parecía un sueño que Harry y él hubiesen iniciado la vida que ahora crecía dentro del moreno. Lo cierto era que nunca pensó en ser padre con apenas dieciocho años. No solo se consideraba demasiado joven para ello, sino que además su experiencia como hijo de Lucius no fue la más gratificante, por lo mismo creyó que, por añadidura, no sabría cómo ser un buen padre. Sin embargo, ahora que sabía que Harry traería en unos cuantos meses más a su hijo al mundo, pensaba muy diferente.


Harry era huérfano, y él a pesar de tener padre, tampoco supo lo que era un hogar verdadero. Era ahora cuando disfrutaría de lo que era una vida en familia, lo que era pertenecer a un lugar, lo que era llamar a un sitio definido «hogar». No importaba mucho si ese hogar lo establecían ahí en Surrey o en Londres, donde fuera, estando juntos sería un hogar.


-Está más grande cada vez -dijo Harry, creyendo que era eso lo que Draco estaba considerando -, no me veo muy atractivo.


Draco lo miró.


-Nunca nadie en la vida me pareció más hermoso y deseable que tú. Aunque te convirtieras en el más feo del mundo yo seguiría amándote con locura, Harry.

-Quiero ser el único para ti.

-Siempre lo has sido y siempre lo serás.

-Demuéstramelo entonces -invitó Harry con voz melosa.

-Lo haré, no te quepa la menor duda.


El rubio se inclinó para tomar los labios ansiosos de Harry. No importaba cuanto besara esa boca, nunca se cansaría, porque cada vez descubría un nuevo matiz, un gesto diferente, un gemido que no sonaba igual a los anteriores.


-Me vuelves loco, Harry -murmuró sobre los labios del moreno.

-Es justo lo que quiero.


Separó los labios para dejar que el rubio invadiera su boca. Le encantaba la forma en que la lengua de Draco jugueteaba con la suya en una lucha sin cuartel, buscando someterlo, enloquecerlo. Y no tardaba mucho en lograrlo, porque casi enseguida, él se rendía, se entregaba a la voluntad del rubio sin reparos, no le importaba ser vencido en el juego de la seducción.


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


Surrey no era el lugar más entretenido para pasar el invierno. Sin embargo, tampoco lo era Londres, al menos para él. No le molestaba tener a Draco y Harry ahí, por el contrario, pero imaginaba que los dos chicos, al vivir sin más compañía que la suya y con una lluvia que no les daba tregua desde hacía quince días, estarían a punto de morir de hastío. Dejó su orgullo de lado y escribió a los amigos de Harry y a su padrino Black, invitándoles a que le hicieran una visita.


Para ellos no significaba ningún sacrificio, eran magos y por lo tanto se podían trasladar usando la Aparición sin problemas, que no era el caso de Harry. Este último solo después del nacimiento de su bebé podría recién comenzar a practicar, sin que constituyera ningún peligro.


La respuesta que recibió de parte de Sirius Black, fue escueta, pero positiva. Se presentaría antes del fin de semana.


La contestación de los otros dos invitados también fue de aceptación. Y en concordancia con ese espíritu positivo y de felicidad que rondaba el ambiente, el clima por fin dio una tregua y el sol hizo acto de presencia después de casi un mes de cielos encapotados.


Harry miraba por la ventana, mientras Draco, sentado ante el escritorio leía la carta enviada por su administrador, el señor Thompson. Aquella era la misma habitación en la que Harry había estado tiempo atrás, no físicamente, sino que a través de aquel recuerdo contenido en el Pensadero. Dentro de esas cuatro paredes Draco había desafiado a Severus, y estuvo dispuesto a dejarlo todo por estar a su lado. Finalmente aquella renuncia no fue necesaria y el muchacho de ojos esmeraldas se alegraba por ello.


El rubio terminó la lectura y dejó la carta sobre el escritorio. Por unos segundos se quedó pensativo e inmóvil.


Harry dejó de mirar hacia afuera y le observó. Se apartó de la ventana y avanzó unos pasos hasta el costado del escritorio.


-¿Alguna mala noticia? Pareces preocupado -dijo Harry.

-El señor Thompson se ha enterado de que dentro de quince días el Ministro de la Magia viajara a Berna para una sesión de la Federación Internacional de Magos, donde se votará la aprobación del Estatuto del Secreto.

-Pensé que aquello era algo más lejano -dijo Harry sentándose frente a Draco.

-Nunca creí que lo fuese. Se ha formado una nueva coalición contra Napoleón, ese muggle loco no tiene otro objetivo que estar en guerra constantemente. Los magos están convencidos de que esto durará un largo tiempo.

-¿Cuánto?

-Varios años posiblemente.

-Pero si los magos intervinieran tal vez aquello podría evitarse.

-Desde el siglo catorce que los magos no intervienen en las guerras de los muggles.

-¿Y eso te parece bien? -preguntó Harry.


El rubio miró algo desconcertado al moreno.


-Lo que a mí me parezca no es importante, Harry.

-¿No tienes opinión al respecto?

-Por supuesto que la tengo.

-¿Y cuál es?

-Libre albedrío Harry. Creo en eso. Desde que ese tal Napoleón asumió el poder en Francia no ha existido paz, más que por breves intervalos.

-Lo sé. Estudié todo aquello en la escuela.

-Estos conflictos de los muggles no acabaran pronto. Si las comunidades mágicas no toman medidas al final terminaremos todos muy mal.

-Severus piensa igual que tú -comentó Harry.

-No hay que ser un adivino para saberlo.

-Confieso que me resulta incómodo pensar en que mientras los muggles están en guerra los magos siguen su vida sin problemas.

-Harry, los magos también vivieron sus propios conflictos en el pasado y lo solucionaron sin la intervención de los muggles.

-Imagino que si la Confederación Internacional de magos aprueba el Estatuto del Secreto, ni tú ni yo podremos hacer algo al respecto.

-Son decisiones que van más allá de nosotros Harry. Solo debemos acatar y tomar las medidas que se precisen para cumplir con la ley.


Harry asintió. Comprendía que las guerras que se sucedían sin parar por esos días no eran su responsabilidad, pero igual sentía algo de culpa.


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


Durante la cena de esa noche Draco le informó a Severus sobre las noticias que había recibido de parte del señor Thompson.


-En algún momento debía suceder -dijo Severus refiriéndose escuetamente a la información enviada por el administrador de Draco.

-Sí, también lo creo -coincidió el chico rubio -. Las guerras que se han sucedido estos últimos años solo lo han acelerado. Los magos debían tomar esta decisión algún día.

-Introducir este cambio no será cosa de un día -razonó Harry.

-Seguramente tomará varios años -dijo Severus -. Es probable que la comunidad mágica de cada país deba crear algún tipo de Departamento especial para este tipo de cosas. Será un trabajo largo.


La conversación de esa noche continuó en torno a lo que seguramente dentro de poco tiempo sería el suceso más importante de los últimos siglos.


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


Harry sonrió de lado a lado cuando vio a Ron y Remus entrar al salón, acababan de llegar usando la Aparición.


El pelirrojo abrazó efusivamente a su amigo. Draco observó la escena con un leve malestar, que por supuesto supo disimular a la perfección. Aún no se acostumbraba a eso de compartir el afecto de Harry. Y no era que le molestara el cariño que otros manifestaban a su esposo, sino el hecho de que no era el único al que Harry quería. Le avergonzaba un poco sentirse así, pero lo cierto era que él nunca aprendió a compartir nada, ni siquiera el cariño. Pero ese malestar era un precio pequeño y estaba dispuesto a pagarlo, con tal de tener a Harry a su lado y por supuesto verlo tan feliz como lo estaba en ese momento.


-Los he extrañado mucho -dijo Harry mientras abrazaba a Remus.


Ron saludó a Draco con alegría aunque no tan efusivamente como lo hizo con Harry.


-Sirius me dijo que llegaría al mediodía, tenía que solucionar algunos pendientes -explicó Remus a Harry.

-No importa que tarde, siempre y cuando venga -respondió el chico de ojos esmeraldas con una sonrisa.

-Claro que vendrá, no te preocupes -dijo el hombre de ojos dorados con tono confiado.


Severus entró en ese momento al salón. Sus músculos estaban tensos desde que se había levantado esa mañana. La perspectiva de tener a Sirius de visita le tenía de esa manera. Si le hubiesen dado la posibilidad de elegir, optaría por no tratar jamás con el padrino de Harry, pero no era posible, ahora estaban emparentados políticamente. Harry tenía derecho a tener una relación con el hombre después de todo.


-Sirius vendrá un poco más tarde -se apresuró a explicar Draco, imaginando que Severus estaba sintiendo alivio al no ver al primo de su madre ahí.


Severus no dijo nada, solo asintió.


Justo al mediodía Sirius entró al salón. Harry se levantó feliz y fue a abrazarlo.


Draco también se puso de pie y observó la escena con esa pesadez que se instalaba en su estómago cada vez que alguien que no era él, era afectuoso con Harry. Era una ventaja para el rubio el no ser alguien dado a mostrar sus emociones delante de cualquiera. En ese sentido la influencia de Severus había sido importante. Este último se había levantado para saludar al recién llegado con un rostro neutro.


-Te extrañé -dijo Harry mientras mantenía a Sirius apretado contra él.


Draco hizo de tripas corazón para soportar la sensación que se instalaba en su estómago una vez más.


-Y yo a ti -respondió Sirius con una sonrisa.


Luego Sirius se apartó de Harry y saludó a Draco con otro abrazo. A Severus le tendió una mano, que el hombre de ojos negros tomó con firmeza. Más brevemente saludó a Remus y Ron, pues les había visto la noche anterior.


El grupo se enfrascó en una conversación animada que por supuesto giró sobre las noticias recientes, mientras esperaban el almuerzo y luego continuaron con el mismo tema cuando pasaron al comedor.


Harry no podía sentirse más dichoso. Le parecía un sueño estar reunido en torno a una mesa con aquellas personas, que ahora eran su familia. Porque era como les consideraba a todos.


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


Al siguiente día de la llegada de los invitados y, aprovechando que por fin brillaba el sol, Draco quiso pasear por la plaza de Surrey. En realidad la idea rondaba su cabeza desde que se instalaran en la ciudad luego de la boda, pero no se lo sugirió a Harry, porque el clima estuvo muy lluvioso. Pero ahora le parecía un momento perfecto. En Surrey todos le conocían, pues había crecido en ese lugar y luego de su ingreso a la escuela de magia, lo visitaba cada verano.


Quería que todos le viesen con Harry, que todos supieran que eran esposos, pero sobretodo deseaba que la condición de mago que tenía el muchacho, quedase completamente en evidencia. No informó ni a Harry ni a los invitados a dónde se dirigían los carruajes.


Severus no gustaba de utilizar el transporte muggle, pese a que mientras Lucius vivía no tenía inconveniente. Ahora estaba en uno a escasos centímetros de Sirius Black. Draco tuvo la genial idea de sugerir, en realidad de exigir que los padrinos de los recién casados debían viajar con ellos. En cuanto a Remus y Ron lo hicieron en un segundo carruaje.


En cuanto a Sirius, no le sentaba mal la idea de hacerle compañía a Remus y su prometido, pero Draco prácticamente le obligó a subir al carruaje y ocupar un puesto junto a Severus.


Harry no se habituaba aún a su nueva condición. Era el esposo de Draco. Se lo repetía varias veces al día para convencerse. Ahora, mientras el carruaje marchaba hacia el sitio designado por Draco, recordó de modo inevitable sus días en Surrey. Los campos humedecidos por la lluvia no eran parte de sus recuerdos, su única temporada en esa ciudad, fue en entre primavera y verano.


Severus escudriñó el rostro de Draco, intentando adivinar a dónde se dirigían. Lo comprendió cuando el carruaje enfiló hacia el pueblo.


Harry lo comprendió prontamente también. Pese a los años transcurridos, recordó los parajes. Cuando cruzaron el puente su corazón se estremeció. La época del año hacía ver todo diferente, excepto la actividad frenética de la plaza de abastos de Surrey.


Los carruajes se detuvieron en una esquina de la plaza. Harry escudriñó por la ventana y notó que muchos habían dirigido sus ojos hacia el carruaje que llevaba el escudo de armas de los Malfoy, tal como lo hizo él mismo unos cuantos años antes.


-Pensé que sería un paseo más interesante -dijo Severus -. No me parece el lugar más pintoresco para traer a nuestros invitados, Draco.

-Que me disculpe Sirius -respondió el rubio, mirando brevemente al hombre -, pero es a Harry a quien he traído a este lugar.


El chico de ojos esmeraldas volvió el rostro hacia Draco.


-Desde que llegamos a Surrey he querido venir, pero la lluvia no lo permitía -explicó -. Este es el lugar donde Harry y yo nos vimos por vez primera.


Harry sonrió y tomó la mano del rubio.


-Bajemos del carruaje entonces, quiero dar una vuelta por la plaza y recordar el momento en que te adueñaste de mi corazón para siempre -declaró Harry sin ningún pudor.


Draco miró al moreno con adoración.


Severus fue el primero en descender, estar sentado junto a Sirius le ponía más tenso de lo que hubiese previsto. Y tendía a pensar que esa rigidez no era causada por que como al principio sintieran antipatía el uno por el otro, sino porque el padrino de Harry era muy atractivo y él simplemente no podía ignorar ese gran detalle así como así.


Esa era la primera vez que Harry, por insistencia de Draco, usaba una túnica de mago. No fue fácil para el rubio convencer a su terco esposo. Pero el moreno cedió cuando Draco aseguró que la túnica de mago ocultaba de mejor forma su estado de gravidez. Harry no se avergonzaba en ningún caso de su embarazo, pero reconocía que todavía le costaba asimilarlo del todo, especialmente cuando se enfundaba esa ropa muggle que, según él, le hacía lucir horrible.


Severus y Draco eran conocidos y reconocidos por los muggles de la ciudad, no así los cuatro magos que iban con ellos. Porque sus túnica dejaban en evidencia que eran todos magos. Pese a las insistentes miradas avanzaron con soltura, a excepción de Harry, que temía ser reconocido en cualquier momento como el vendedor de zanahorias y nabos. Pero comprendió que era prácticamente imposible que alguien recordara a ese chico poca cosa que alguna vez gritó sus productos a todo pulmón. Además Draco sostenía su mano con firmeza, dejando bien claro a todos que entre ellos existía algo íntimo. Como magos que eran podían darse esa licencia, que los muggles jamás se permitían.


Poco a poco Harry se fue relajando y comenzó a disfrutar del paseo, aunque le resultaba muy extraño ser el centro de miradas. Comprendía que para quienes le acompañaban era natural llamar la atención de los muggles. Ron y Remus estaban encantados y curiosos con todo lo que veían, aunque Harry no entendía por qué. Sirius y Severus, no se notaban tan relajados, pero el moreno sabía que el motivo no era que estuviesen siendo observados por tantos muggles.


-Recuerdo cada detalle de ese día Harry -dijo de pronto Draco.


El moreno le devolvió una mirada intensa y respondió:


-Yo también.

-Vine con Blaise -recordó el rubio -. No quería, lo obligué. Mi padre había anunciado su llegada para ese día y quería sorprenderlo con su postre favorito. Dulce de albaricoques. En ese tiempo, pese a su abandono e indiferencia le quería… con los años eso cambió.


Harry apretó la mano del rubio.


-Ese fue el primer día en que yo venía a vender zanahorias y nabos. Se suponía que Dudley me ayudaría, pero además de llegar retrasado me dejó solo -hizo memoria el muchacho de ojos esmeraldas -. Se fue caminando y el carruaje en que tú venías casi lo atropella.


Draco alzó una ceja con gesto arrogante.


-No hubiese sido una gran pérdida para el mundo muggle.

-Definitivamente no. Era un idiota brabucón igual a su miserable padre.


Harry no hizo más terminar de decir esta frase cuando sus ojos tropezaron con tres personas que le observaban unos cuantos pasos más allá.


Draco siguió la mirada de Harry y descubrió con sorpresa primero, luego con rabia que esos miserables que el moreno creyó sus parientes estaban en la plaza también vendiendo. No entendía qué hacían ahí. Había imaginado que luego de recibir alguna suma de oro de parte de Zabini, por la información dada sobre Harry unos cuantos meses atrás, se habrían largado a otro sitio.


Harry por su parte no había vuelto a pensar en los Dursleys. No se le pasó por la cabeza que podría encontrarlos ahí. Su mirada se cruzó con la de Vernon e inevitablemente recordó aquel día en que ese miserable quiso violarlo.


Draco apretó más firmemente la mano de Harry. Sabía lo que ese encuentro significaba para el muchacho.


-Harry, vamos a ver si tus ex parientes venden algo que valga la pena comprar -susurró Draco con un tono rencoroso.

-Draco… no es necesario rebajarse -dijo Harry.

-No temas Harry, no los lastimaré aunque se lo merezcan.

-Demos la vuelta Draco, no vale la pena.

-Por supuesto que vale la pena -dijo el rubio y tiró de la mano de Harry y se acercó con paso casi casual al puesto de Vernon y Petunia.


Sirius que estaba unos pasos más atrás observó a los dos muchachos y luego miró al hombre obeso junto a la mujer flaca que observaban con ojos impactados a Harry y Draco. Reconoció a Petunia Dursley y por añadidura a su marido. Los músculos se le tensaron en extremo, metió maquinalmente la mano en el interior de la túnica en busca de su varita. Un brazo fuerte contuvo su impulso y le hizo girar el rostro. Era Snape.


-No Sirius -dijo Severus llamándole por su nombre de pila por vez primera -. Draco y Harry sabrán manejarlo, no debemos intervenir.


Pese al enojo que sentía Sirius igual le tocó asombrarse por el gesto de Snape y especialmente porque le había llamado por su nombre. Sin saber por qué hizo caso a Snape y abandonó su intención.


Remus un paso más allá, sintió dolor. Hasta entonces fue él quien siempre pudo contener los arrebatos de Sirius. Tal parecía que, finalmente su amigo dejaría atrás el pasado y permitiría que alguien que no era él, entrase en su corazón.



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