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Sin corazón por zandaleesol

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Título: Sin Corazón

Personajes: Harry/Draco

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son de propiedad de J.K. Rowling. Solo los tomo prestados para divertirme con ellos. No percibo ningún beneficio económico.

Advertencia: Universo Alterno. Mpreg. Otras.




Capítulo 4.


Draco daba vueltas por el despacho, furioso. No recordaba la última vez que se había sentido así. Su carácter desapasionado estaba siendo puesto a prueba y, del peor modo. Se sintió feliz al pensar que después de terminar la escuela no tendría que alternar con Zabini otra vez, se equivocó. Parecía que ese idiota se las ingeniaba para atravesarse en su camino y tener la oportunidad de fastidiarlo. Pero él conocía a Zabini después de todo.


Pero era a Harry Potter a quien no conocía en realidad. Después de leer todas esas cartas que ese muggle había escrito para su padre, su primera impresión sobre el muchacho se modificó ostensiblemente, hasta quiso creer que había sido una víctima de las tetras de su progenitor. Que éste se había valido quizá de qué estrategias para embaucarlo, pero ahora, después de verlo revolcándose con Zabini en el sofá, ya no podía pensar que Potter era un chico inocente. Su abrupta llegada interrumpió el fogoso encuentro de los amantes.


Draco sintió nauseas. Era increíble el descaro de ese muggle. De seguro que Zabini le informó de la muerte de Lucius y creyó que se había librado de la obligación contraída años atrás. Al saber muerto a su benefactor simplemente decidió buscar de inmediato a otro, y no tardó en encontrarlo.


Pero ese descarado muggle no saldría bien librado de todo eso.


Draco hizo un esfuerzo por calmar su ira. No fue fácil. En su cabeza se repetían las palabras sencillas e inocentes que había leído en esas cartas enviadas por años a su padre. El chico que escribió esas cartas no encajaba con el que había observado en el salón.


La sensación de nausea aumentaba a medida que su cerebro ordenaba los hechos. Harry Potter era el muchacho muggle que una vez observó en la plaza del pueblo en Surrey. Lo reconoció por los ojos y esa extraña cicatriz en forma de rayo que tenía en la frente. Y aunque la cicatriz no fuera visible igualmente sabría que se trataba del mismo chico. Esos ojos esmeraldas nunca pudo olvidarlos.


El recuerdo de esa mirada verde le había perseguido por semanas en aquella época. Naturalmente la sensación no fue agradable, pues él como mago que se preciaba, no sentía orgullo de que la mirada de un chico muggle le afectara tanto, más todavía tratándose de uno pobre y harapiento. Pero lo cierto fue que en aquel tiempo, hasta perdió el apetito por causa de ese chico desconocido. Fue la primera vez que deseó a alguien con desesperación y debió emplear toda su fuerza de voluntad para no regresar a la plaza para intentar verlo otra vez.


No fue fácil luchar contra aquel deseo.


Pero si había algo que lo caracterizaba, eso era su fuerte voluntad. Pasadas unas semanas de fantasear con el recuerdo del dueño de esos ojos esmeraldas se propuso olvidar. Él no podía ceder a la debilidad. No cuando censuraba a su padre por el mismo motivo, la enfermiza atracción que despertaban en Lucius los chicos muggles. Él no era como su padre.


Ya había tomado una decisión. Harry Potter nunca olvidaría esa noche.


Llamó al mayordomo. Tras una espera que a Draco le pareció eterna, el hombre se presentó en el despacho.


-Usted dirá para que me necesita, su señoría -dijo respetuoso el mayordomo.

-La cena deberá estar servida a la siete en punto. Y quiero a mi huésped esperándome en el comedor. Adviértele que debe cumplir mi orden, que no se atreva a retrasarse.

-Como ordene, milord -respondió el mayordomo inclinando la cabeza en señal de respeto -¿Algo más?

-Es todo por ahora.


El mayordomo salió presto a cumplir con la orden de su señor.


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


Harry tuvo más de tres hora para pensar en cómo enfrentaría al nuevo Conde. Le explicaría que lo sucedido en el salón no fue nada más que un mal entendido. No era amante de Blaise Zabini, aquel beso había sido algo sorpresivo y él como inexperto que era naturalmente no reaccionó como debía. No era culpable, el Conde debía comprenderlo. No podía ser que lo condenara sin darle la oportunidad de explicarse.


Unos golpes sonaron en la puerta con bastante suavidad. Harry intuyó que debía tratarse de alguien del personal de servicio. Estaba convencido de que el nuevo dueño de la propiedad no llamaría a su puerta de modo tan amable. A pesar de la certeza igual abrió la puerta con precaución. Efectivamente una de las doncellas con aspecto inmaculado le informó que la cena sería servida a las siete en punto y que por orden expresa del señor Conde debía estar en la mesa ya a esa hora.


Luego de cerrar la puerta de la habitación otra vez con llave, miró con aprensión el reloj, solo faltaba una hora para las siete. Era irremediable, debía enfrentarse a ese Conde otra vez. Era mejor estar con un aspecto más presentable. Vertió un poco de agua en el lavatorio, después procedió a quitarse la camisa y con la pequeña barra de jabón frotó cuello y axilas. Mientras llevaba a cabo este cotidiano acto no dejaba de pensar en qué palabras usaría para explicarle a su anfitrión, o mejor dicho, pedirle que le liberase de aquella obligación contraída a los trece años con el otro Conde.


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


Estaba sentado en la silla más espigado de lo que jamás creyó sería posible, pues tuvo dificultad en la escuela para corregir su mala postura, no fue precisamente fácil aprender a comportarse como caballero. Sin embargo, ahora estaba tan nervioso que su espalda rígida no le permitía otro porte.


Los pasos de Draco apenas los percibió y dio un respingo involuntario al verle aparecer en la entrada del comedor, de inmediato se levantó. El muchacho rubio avanzó en silencio. El mayordomo que había permanecido silencioso se apresuró para apartar la silla para su nuevo señor.


-Milord, espero que la cena sea de su agrado -dijo con tono ceremonioso el hombre.


El muchacho rubio no se molestó en responder. Se limitó a tomar la servilleta de su plato. Harry tras un ligero titubeó le imitó, sintiéndose el ser más miserable del mundo. Draco ni siquiera le había saludado, era evidente que aún estaba furioso.


Harry mantuvo la vista al frente mientras entraba la doncella con la bandeja de comida y la depositaba en el aparador. Luego de una gentil reverencia al Conde y su invitado se marchó. El mayordomo fue el encargado de servir la cena. Luego se retiró por orden de Draco.


El muchacho de ojos esmeraldas luego de la salida del mayordomo fijó la vista en su plato. Sabía que ni un solo alimento pasaría por su garganta, deseaba levantarse y huir al fin del mundo. El silencio de Draco le hacía sentir que aún era ese muchachito sucio y vestido con harapos. Era humillante el estar sentado en la mesa del sucesor de Lucius Malfoy. Hubiese preferido que el muchacho dijera que su lugar estaba con los demás sirvientes de la casa y no que le obligara a sentarse en aquella mesa.


Draco dio el primer bocado, pero en realidad no sabía que estaba probando. Su tensión llegaba a tal punto que apenas si podía tragar. Sin observar a Harry veía que el muchacho se mantenía como una estatua sin tocar su plato.


-Tal parece que ha perdido el apetito, señor Potter -dijo el rubio con tono medio sarcástico -¿Qué ocurre, la comida no es de su agrado?


En otra circunstancia a Harry le hubiese gustado oír que era tratado de usted por Draco. Pero ahora sonaba a completa burla en los labios del rubio, hacía un rato atrás le había humillado en todas las formas posibles, sin embargo, estaba seguro de que el asunto recién estaba comenzando. Algo le decía que no iba a librarse de la exigencia de ir a la cama del rubio esa misma noche.


-Me gustaría que me permitiera explicarle lo sucedido esta tarde con Blaise… -empezó Harry.

-Evita pronunciar ese nombre delante de mí y será mejor que te olvides de tu amante.

-Por favor, él no es mi amante… todo se debió a un mal entendido.

-Sí claro.

-Por favor, créame.

-Por qué debo creerte. Los antecedentes que tengo de ti me dicen que eres un chico muy astuto.

-Si lo dice por el trato que hice con su padre… yo solo tenía trece años, no sabía lo que hacía en realidad.

-Mi padre no te engañó.

-Sí, pero las circunstancias…

-Ya basta, me importan muy poco tus circunstancias. Esta noche te espero en mi habitación a las nueve en punto -dijo Draco al tiempo que dejaba el tenedor y limpiaba sus labios con la delicada servilleta -. No te atrevas a faltar, recuerda quién soy.


Dicho esto dejó la servilleta y se levantó.


-Puedes quedarte disfrutando de la cena, pero recuerda, a las nueve, ni un minuto después o conocerás lo peor de mí -terminó diciendo Draco y luego salió del comedor.


Harry dejó caer el tenedor y apretó la mandíbula de pura frustración.


-¿Lo peor? -preguntó el muchacho indignado -¿Es posible ser más miserable y cruel?


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


La pesadez de su estómago iba en aumento. Miraba pasar cada minuto en el reloj de la mesilla de noche, el plazo llegaba a su fin. Jamás pasó por su cabeza que las cosas se enredarían de ese modo, no era justo lo que estaba viviendo. Si hubiese tenido un poco más de tiempo estaba seguro de que lograría convencer a Draco Malfoy de su inocencia, demostrarle que él no era la persona que el rubio imaginaba. Pero no, tiempo era algo que no tenía. No había salida alguna.


Faltaba un minuto para las nueve. Se mordió el labio con impotencia. El momento había llegado. Suspiró con tristeza y resignación, finalmente antes de que el valor lo abandonara salió de la habitación para dirigirse a la del nuevo Conde.


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


Draco daba vueltas por el despacho. No había apartado ni un minuto sus ojos del reloj. Eran las nueve. Eliminó cualquier duda de su cabeza y todo sentimiento de su corazón, salió del despacho y se dirigió a su habitación, dispuesto a darle a Harry Potter una lección que no olvidaría jamás.


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


Harry entró al cuarto con las piernas temblorosas, pero no era por miedo, en cierto modo la vida lo había preparado para afrontar situaciones difíciles. Lo que enfrentaba era vergonzoso. De pronto recordaba el día en que huyó de su tío Vernon, al final todos sus esfuerzos habían sido inútiles, había llegado al mismo punto de partida. Dentro de unos minutos estaría a merced de su nuevo «dueño». Su sentimiento era de total frustración. La vida diferente con la que soñó tanto ya no era posible.


Recorrió la antesala de un lado a otro. Todo era frío e impersonal en ese cuarto, quedaba claro que el dueño no pasaba mucho tiempo en la mansión.


No sabía qué hacer, si quedarse ahí o ir directamente a la habitación. Presentía que dentro del cuarto la perspectiva de revertir la situación sería más difícil. Aunque en realidad no tenía grandes posibilidades de conservar su honor intacto, deseaba aferrarse a una mínima esperanza.


Se preguntaba cuánto tiempo podría permanecer en la mansión. Era casi seguro que después de que el heredero de Lucius Malfoy, tomara lo que reclamaba como su derecho, lo echaría a la calle sin contemplaciones. Lo que le restara de vida lamentaría ese trato. De continuar siendo el chico ignorante de cinco años atrás, no sería tan difícil pensar en que después de ser expulsado de la mansión, quizá su única alternativa sería vender su cuerpo a cualquiera. Los ojos se le humedecieron de manera inevitable.


Pero este pensamiento se manifestó solo la fracción de un segundo. Un nuevo sentimiento se levantó dentro de Harry. No debía mostrarse débil ni asustado. Draco Malfoy solo podía quitarle su dignidad si él lo permitía. Levantó la cabeza con determinación, no se arredraría ante la presunción de ese muchacho. No importaba lo que pensara de él debido a lo ocurrido con Blaise, no había hecho nada malo, qué le importaba si no creía en su palabra.


La puerta se abrió con brusquedad. Harry se volvió con estudiada calma. El muchacho rubio parado en el umbral le miraba con el mismo desprecio de hace unas horas atrás. Harry se esforzó por sostenerle la mirada y respondió con frialdad.


-Bien, aquí me tiene señor Conde -dijo Harry con seriedad.


Draco a su pesar experimentó sorpresa que por supuesto ocultó muy bien. La actitud de Harry lo descolocó, pues había esperado encontrar al mismo muchacho de actitud avergonzada y temerosa. Pero no. Este cambio de actitud no suavizó su enojo. Seguramente Harry se estaba mostrando orgulloso porque se había convencido de que su pose anterior no funcionaría.


-Sí, tal como lo esperaba, Potter -respondió el rubio marcando con desprecio el apellido del muchacho.


Tras unos segundos de medirse mutuamente con los ojos, Draco indicó con un ademán silencioso la habitación.


Harry sin vacilar entró, Draco le siguió y cerró la puerta.


Tras una breve pausa Harry se volvió para enfrentarse otra vez al rubio.


-Usted dirá que debo hacer… señor Conde -dijo Harry con tono frio.


Draco se adelantó con una sonrisa burlona.


-Naturalmente deseo apreciar la mercancía por la que pagué -respondió Draco -, quítate la ropa.


Harry sin apartar su mirada del rubio procedió a quitarse las prendas una a una, hasta quedar solo con su ropa interior, que por el modo que se apegaba a su cuerpo no dejaba mucho para imaginar, más bien ponía en evidencia absoluta los sobresalientes atributos de su anatomía masculina.


Draco, mientras golpeaba la varita contra la palma de su mano como si fuese una especie de juez examinador, le observó de pies a cabeza. Luego enfrentó los ojos esmeraldas otra vez.


-Quítate todo -ordenó lacónico.


Harry se paralizó por un segundo. Pero casi enseguida se recuperó, sentía las mejillas ardientes mientras una gota de sudor resbalaba por su espalda. Pues ahí estaba, absolutamente desnudo. La humillación se retorció en su estómago y le hizo apretar los puños mientras su mandíbula se contraía presa de la ira.


Draco dejó que su mirada resbalara con lentitud por el cuerpo del muchacho de ojos esmeraldas. Había creído que su frialdad ingénita le pondría a cubierto de cualquier turbación. Pero no, no pudo ignorar la sacudida que dio su estómago cuando sus ojos se posaron sobre ese órgano de proporciones abrumadoras y promesa de una inextinguible fuente de lujurioso placer. Avanzó un paso más hacia Harry, pero ya no era la parte lógica de su cerebro la que había ordenado aquel movimiento.


-Date una la vuelta -ordenó en un susurro.


Harry cerró los ojos y obedeció.


Una vez más Draco se deleitó, la visión de ese nuevo ángulo no le decepcionaba, al contrario. Ese cuerpo resultaba tentador en extremo aunque ya no le proporcionaría el placer de ser el primero, pero era capaz de olvidar ese gran detalle. Se acercó un poco más, la luz de la habitación era tenue por lo que recién entonces notó las cicatrices que marcaban la espalda de Harry. Las huellas de un castigo continúo y sin piedad eran profundas, semejante visión hizo que el deseo irrefrenable que experimentaba se enfriara de golpe. Y no solo eso, también extinguió en gran parte el enojo que sentía.


Una sensación de vergüenza insoportable lo golpeó. No sabía quién había dejado esas marcas en la piel de Harry, pero estuvo seguro de que él no era mucho mejor. Retrocedió y le dio la espalda al muchacho moreno.


Harry había cerrado los ojos porque su vergüenza era demasiado grande y además si los abría estaba seguro que las lágrimas caerían sin remedio.


-Vístete -ordenó el chico rubio con una voz serena que ocultó a la perfección lo mal que se sentía.


El muchacho de ojos esmeraldas se quedó tieso. El corazón casi se había paralizado y temía haber escuchado mal la orden. Luego de un segundo, comprobó que Draco seguía en la misma posición, dándole la espalda. Antes de que cambiara de idea cogió su ropa y con dedos temblorosos procedió a vestirse.


Draco se volvió a mirarlo solo cuando estuvo seguro de que Harry ya estaba totalmente vestido.


-Espero que hayas aprendido la lección, nadie se burla de un Malfoy sin pagar un precio por ello.

-Jamás pretendí burlarme.

-Te lo preguntaré otra vez, y sé sincero, te advierto que puedo utilizar ciertos métodos para saber si mientes… métodos que no son agradables.

-La amenaza estás demás, fui sincero antes y lo seré ahora.

-Bien ya veremos -respondió Draco e hizo una pausa -. Es Zabini tu amante.

-No lo es y no tengo intención de que lo sea en el futuro.

-¿Por qué lo trajiste a esta casa?

-Estaba lloviendo, solo desee tener una atención hacia él ofreciéndole una taza de té.

-Cuando entré al salón no tomaban el té precisamente.

-Jamás imaginé que se tomaría esa libertad conmigo, en la semana que tengo de conocerlo nunca actuó así.

-Tal vez lo alentaste de algún modo.

-Nunca. Aunque quizá... -titubeó el moreno por un instante.

-¿Qué? ¿Dirás que tal vez sí lo alentaste después de todo?

-No se trata de eso.

-Entonces.

-Creo que cometí un tremendo error al confiarle la situación en la que me encontraba.

-¿A qué te refieres?

-Le conté la verdad sobre mí, quien era yo… y el trato que hice cuando tenía trece años.

-¿Le dijiste que debías convertirte en el amante de mi padre?

-Sí, lo hice. Ahora comprendo porque se mostró tan impactado, estaba al tanto de la muerte del Conde y a pesar de eso dejó que yo siguiera ignorándolo.


Draco sintió vergüenza otra vez. Él había actuado igual que Blaise Zabini, tras la muerte de Lucius permitió que el muchacho moreno siguiera escribiendo cartas para alguien que ya no existía. Experimentó gran deseo de disculparse, pero no lo hizo.


-Márchate, mañana hablaremos -dijo el rubio con tono cortante.


Harry miró al joven mago por un segundo y luego salió de la habitación sin decir nada.


Draco escuchó cuando la puerta se cerraba y finalmente depuso aquella pose altiva y se dejó caer en la cama, confuso y extenuado mentalmente. Después de un rato se acomodó de mejor forma y su cerebro procesó con más calma todo lo acaecido aquella tarde desde que había comprobado con inmensa sorpresa que Harry Potter, era aquel chico muggle de ojos maravillosos que unos años atrás había logrado quitarle el sueño y apetito por varios días.


No podía dejar de preguntarse el porqué de tal coincidencia. De un modo extraño la vida se encargaba de ponerlo en su camino otra vez. Como si algo que iba más allá de su comprensión entrelazara sus vidas. Hasta entonces, había creído poco y nada en eso del destino, pero debía reconocer que las casualidades eran muchas. Otro pensamiento muy diferente vino a distraerlo muy pronto. Las cicatrices que marcaban la espalda de Harry eran muchas, quedaba de manifiesto que fue sometido a castigo de forma continua ¿Quién pudo ser tan cruel como para hacerle eso a un chico? Ahora que surgían esas dudas, Draco se daba cuenta de que no sabía absolutamente nada de Harry Potter.


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


Harry, además de estar profundamente avergonzado, sentía rabia, pero además la forma de actuar de Draco le tenía confuso. Había estado a merced del mago rubio, éste pudo haberle sometido con aquella varita, y, sin embargo, no lo hizo. Tal parecía que pretendió mostrar quién era el que estaba en desventaja. Pero era algo absurdo, pues estaba bien claro, o por lo menos eso era lo que Harry siempre había pensado. Él era un chico muggle y Draco mago.


Se metió en la cama luego de quitarse la ropa, quería dormir. Por lo menos unas horas de sueño le harían olvidar como su dignidad había sido pisoteada una vez más. Sin embargo, no quería darse por vencido. No lo hizo en el orfanato cuando lo azotaban o le negaban la comida; no se rindió cuando su miserable tío Vernon quiso abusar de él, y no lo haría ahora tampoco, aunque Draco Malfoy lo echara a la calle la siguiente mañana.


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


Draco sentía alivio después de todo. Estaba seguro que de haber continuado con esa decisión de cobrarse la deuda de Harry esa misma noche, ahora estaría sintiendo culpa. Aunque la decisión no fue motivada por compasión ni nada parecido. No era de los que se echaba atrás después de haber decidido algo. Ahora tenía curiosidad, la misma que le asaltara la primera vez que leyó las cartas del muchacho. Sería tan inocente cómo había parecido en esas cartas y por ese motivo Zabini no tuvo dificultad para entablar una relación con él.


De pronto dejó de pensar en las cuestiones morales de aquel asunto. Su mente se concentró en otra cosa. Harry era hermoso. Sí, realmente lo era a pesar de las cicatrices que surcaban su espalda. Otra vez se preguntó quién habría maltratado al muchacho de esa forma tan cruel. No podía ser que sus padres, era huérfano. Sería por causa de ese horrible castigo que el muchacho había preferido venderse a un mago a tener que soportar semejante trato. De pronto ya no se sentía proclive a juzgar las acciones de Harry. Quizá después de todo fuese un derecho legítimo el estar dispuesto a cualquier cosa con tal de escapar de quienes le maltrataban.


De pronto, se hizo más nítido en su mente el recuerdo del lejano día en la plaza de Surrey, y la imagen de un Harry sucio y mal vestido, pero con los ojos más fascinantes que pudieran existir. Pero la imagen se desvaneció pronto y otra ocupo su lugar. El Harry de ahora, que a pesar de aquellas cicatrices era demasiado atractivo y luego de verle desnudo no sería sencillo apartar la imagen de su cabeza. Cerró los ojos para evocar cada detalle de la anatomía del moreno, sin darse cuenta deslizó su mano hacia la entrepierna, necesitaba satisfacción de forma urgente. De no haber desistido de su intención con Harry ahora no tendría este problema.


Pero ya estaba hecho. Esperaba tener la fuerza suficiente para controlar su deseo cuando tuviera al muchacho en frente otra vez. Sería difícil, pues ya sabía lo que se ocultaba bajo la ropa y por el modo en que se estaba sintiendo ahora presentía que iba a ser una verdadera proeza mostrarse frío y controlado.


Harry ni siquiera podía imaginar que había despertado semejante deseo en la persona del antes imperturbable Draco Malfoy.


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