Personajes: Harry Potter/Draco Malfoy
Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son de propiedad de J.K. Rowling, sólo los tomo prestados para divertirme con ellos, no percibo ningún beneficio económico.
Advertencia: Universo Alterno. Mpreg. Otras.
CapÃtulo 5.
Lo sucedido la noche anterior lo tenÃa con los nervios alterados. Se habÃa salvado por poco. ReconocÃa su fortuna, después de vivir su primera noche con el nuevo Conde Malfoy, y aún conservar su virtud. Sin duda era un gran logro. Pero no sabÃa hasta cuando tendrÃa aquella suerte. Con el carácter tan extraño de Draco era probable que cambiara de idea otra vez. DebÃa pensar seriamente en cómo harÃa para zafarse de semejante compromiso. Porque no querÃa perder lo único valioso que tenÃa en la vida.
Harry ya conocÃa la rutina de la casa, por ese motivo se levantó más temprano y en vez de tomar el desayuno en el comedor se fue a la cocina. Fue recibido con cierta sorpresa por los empleados, entre ellos las doncellas y la cocinera. En cuanto al mayordomo, éste solo alzó la ceja en señal despectiva. Sin embargo, Harry no se arredró ante ello. Con toda la normalidad del mundo pidió un café y tostadas. Aunque tenÃa pocos dÃas estando en la mansión ya se habÃa ganado la simpatÃa de las doncellas, no sólo porque era un chico atractivo, sino además sencillo en sus maneras, siempre agradecÃa lo que hacÃan por él. Era fácil darse cuenta de que no era un joven criado en medio de la riqueza, era evidente a que no estaba acostumbrado a tener sirvientes.
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Draco ya sentado en el lujoso comedor, esperaba la llegada de Harry. Estaba consciente de su calidad de anfitrión, era inevitable pese a la condición del muchacho que alojaba en su casa. VestÃa una sencilla túnica color granate. TenÃa la mirada fija en un punto indeterminado del espacio cuando entró el mayordomo cargando con una bandeja que depositó en el aparador. Luego de su consabida inclinación de cabeza, acompañando al saludo matutino procedió a servir el café de su señor.
-Espero que haya tenido una agradable primera noche en la mansión, milord.
Draco de inmediato recordó lo sucedido con Harry. Sonrió para sÃ. PodÃa decir que habÃa tenido una agradable noche, bueno casi.
-No estuvo tan mal -respondió escuetamente.
El mayordomo depositó el plato delante de sus ojos. Le agradaba comprobar que, pese a las pocas veces que se alojaba en la mansión, los empleados no olvidaban sus gustos culinarios. Tomó la servilleta que estaba a un costado.
-Por lo visto a mi huésped se le pegaron las sábanas. Bastante descortés de su parte.
-Milord, el señor Potter se levantó muy temprano. En este preciso momento está en la cocina desayunando.
Draco tuvo dos segundos de perplejidad. Pero una vez que se recuperó de la sorpresa su indignación fue mayúscula. ¿Harry Potter, un advenedizo muggle se daba el lujo de desairarlo de ese modo? Arrojó la servilleta sobre la mesa con furia y se levantó para ir a la cocina.
La puerta fue empujada con tanta fuerza que pareció que serÃa arrancada de sus goznes. La figura evidentemente enojada de Draco se paró en el umbral.
La cocinera se paralizó lo mismo que las doncellas. Harry por su parte casi saltó de la silla y en cuanto vio al chico rubio se levantó, sin embargo no se mostró intimidado a pesar del evidente malestar que reflejaba el rostro de Draco.
-Señor Potter, serÃa tan amable de acompañarme un momento, deseo hablar con usted -dijo Draco con un tono suave, pero frÃo.
Harry no respondió. Miró a las mujeres presentes.
-Muchas gracias por el desayuno, a todas -dijo con una inclinación de la cabeza y se dirigió hacia la puerta.
Draco se hizo a un lado para dejarle pasar y luego le siguió sin prestar atención a nada más.
Las mujeres intercambiaron una mirada consternada.
-¿Por qué milord estarÃa tan enojado? -preguntó la muchacha joven.
-Quien sabe, ya conocemos el carácter de milord, no se parece ni un poco al antiguo Conde -respondió la cocinera.
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Harry completamente incomodo, caminó delante de Draco. No podÃa evitar sentirse humillado con cada gesto y palabra del rubio, tal parecÃa que aún tendrÃa mucho más que soportar.
Se detuvo y volteó a mirar a Draco.
-Hablaremos en el despacho -fue todo lo que dijo el chico y le indicó con un gesto mudo que continuase caminado.
Una vez en el lugar Draco cerró la puerta con brusquedad.
-¿Por qué desayunabas en la cocina? -preguntó el rubio mientras ponÃa las manos en jarras y le miraba con franca molestia.
Harry a su pesar no dejó de sorprenderse en un primer momento, luego se revistió de cierta altivez.
-¿Por qué? Me extraña su pregunta milord. Anoche dejó usted muy claro que yo soy un sirviente más y, naturalmente el lugar de los sirvientes es la cocina, no la mesa del señor de la casa.
Draco sintió aquella respuesta como una bofetada. Harry se ponÃa por iniciativa propia en el lugar que él durante los sucesos de la noche pasada le habÃa asignado. Ahora sentÃa que el humillado era él.
-Yo decido quien ocupa tal o cual lugar. Mientras estés en esta casa harás solo lo que se te ordene -dijo Draco -, en el futuro evita actuar por iniciativa propia.
-Me queda muy claro milord, que mientras esté en su casa no tengo derecho a decidir por mà mismo, por ese motivo me marcharé ahora.
La frente de Draco se contrajo en dos lÃneas.
-¿Irte?
-Asà es, milord.
Draco avanzó dos pasos hacia Harry. Este último no se movió.
-No puedes irte. Me debes una fortuna.
-Lo sé, y pienso pagarle cada centavo.
-SÃ… ¿y cómo?
-Puedo conseguir un empleo.
Draco sonrió despectivo.
-Ni aunque trabajaras veinticuatro horas al dÃa podrÃas pagar lo que me debes.
-Puede ser, pero aun asà pienso pagarle.
-La forma del pago la decidiré yo.
-No me meteré en su cama.
Esta vez Draco no sonrió.
-Eres un muggle muy arrogante Harry Potter ¿Realmente creÃste que me querÃa acostar contigo?
-Anoche…
-Anoche sólo quise hacerte comprender quien es el que manda. Yo no soy como mi difunto padre, yo no me acuesto con muggles, soy un mago que tiene mucho orgullo.
-Entonces deje que me marche. No volverá a saber de mà jamás.
La idea de no ver otra vez a Harry no era atractiva para Draco.
-No.
-¿Por qué no?
-No te daré explicaciones.
-No cabe duda milord, de que existe una gran diferencia entre su padre y usted. Él sabÃa cómo sacar provecho de las dificultades de los demás y no lo ocultaba, pero usted…
-Sé perfectamente como actuaba mi padre y también sé cómo son los muggles como tú -le cortó Draco de golpe.
-Usted no sabe nada mÃ.
-Te equivocas Potter, sé mucho de ti.
Draco se golpeó mentalmente por decir eso. El hecho de que conocÃa a Harry por causa de las cartas era un hecho que jamás debÃa mencionar.
-Ustedes los muggles son todos iguales -agregó el rubio.
Harry miró con enojo al muchacho.
-Bien lo confieso, soy amante de Blaise y quiero irme con él.
Draco entrecerró los ojos con furia.
-Por fin lo admites -dijo Draco sintiendo que algo se rompÃa dentro de él.
-SÃ. Quiero estar con Blaise, lo amo -mintió el chico moreno.
-Lo siento por ti Potter, mientras yo viva jamás estarás con Zabini.
-No importa lo que haga no podrá impedirlo.
-Eres más idiota de lo que creÃa. Yo no tengo necesidad de impedir nada, las leyes que rigen a los magos no permiten una relación formal entre ustedes. Serás conocido como su ramera.
Draco ni siquiera lo vio venir.
La reacción de Harry fue tan imprevista que ni él mismo fue consciente de lo sucedido hasta que vio las marcas de sus dedos estampadas en la pálida mejilla del rubio. Acababa de golpear a un mago. HabÃa perdido la cabeza.
El rubio tardó menos de medio segundo en salir de su estupor. Nunca en sus dieciocho años de vida, alguien le habÃa puesto una mano encima. Harry Potter, acababa de abofetearlo. Completamente fuera de sÃ, cogió la varita que estaba sobre el escritorio y la puso en la garganta del chico moreno.
Harry abrió los ojos asustado. Jamás pensó que su vida tendrÃa un fin tan abrupto.
-¿Cómo te atreves Potter? -gritó Draco fuera sÃ.
Harry sintió que su estómago se empequeñecÃa. Sin embargo, igual reunió coraje para responder.
-Usted acaba de ofenderme -gritó Harry.
-¿Te ofende la verdad, Potter? Tú mismo acabas de reconocer que eres el amante de Zabini.
Harry miró al muchacho rubio con frialdad. Luego volvió el rostro.
Tras unos segundos Draco retiró la varita del cuello de Harry y se apartó lentamente. No entendÃa porque el moreno le provocaba reacciones como esta. Se acercó al escritorio no con aire arrogante, sino más bien parecÃa arrepentido de su arrebato.
Harry continuaba en el mismo sitio intentado controlar el temblor de sus piernas.
-Quiero estar solo -dijo el rubio con tono frÃo.
Harry se apresuró a ir hacia la puerta. TenÃa que alejarse, Draco era peligroso.
-Potter -llamó Draco.
El chico moreno ya habÃa abierto la puerta, se detuvo temeroso.
-A partir de este momento la casa tendrá un hechizo, ni siquiera intentes atravesar la puerta que da a la calle.
Harry tuvo deseos de reclamar, ¿por qué Draco querÃa retenerlo ahà si sentÃa tanto desprecio por él? Y de pronto su cerebro le proporcionó la respuesta. No era por él que Draco actuaba asÃ. Era por Blaise. Algo importante habÃa sucedido entre ellos. Fue extraño, pero comprender la verdad no le provocó alivio, al contrario su pesar se acrecentó.
-El que me mantenga prisionero aquÃ, no cambiara el hecho de que me iré en la primera oportunidad que tenga.
-Saldrás de aquà cuando yo quiera.
Harry no refutó y salió del despacho.
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Draco esa noche pidió que le llevaran la cena al despacho. No querÃa ver a Harry. HabÃa pasado la mayor parte del dÃa dándole vueltas a lo sucedido por la mañana. Era un enigma la sensación que experimentaba ahora. Estando en la escuela de magia jamás titubeó en un enfrentamiento con algún compañero, mucho menos se arrepintió de sus palabras, aunque esto le acarrease más de una sanción. Pero ahora no podÃa quitar de su mente a Harry. Los ojos del chico le habÃan mirado aterrados cuando sintió la punta de la varita atenazando su garganta. Harry lo creÃa capaz de matar.
Esa no habÃa sido su intención. Ni siquiera podÃa explicarse aquel descontrol. Ahora que lo pensaba mejor concluÃa que no se debió a la bofetada del chico moreno. La verdad era que le dolÃa que Harry deseara correr a los brazos de Zabini. Odiaba la sensación, pero no podÃa evitarlo.
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Harry no se quitó de la mente a Draco. Llegó a la conclusión de que el muchacho rubio sentÃa algo por Blaise. No podÃa ser que se pusiera tan furioso porque sÃ. Era muy probable que fuesen novios en la escuela y por alguna razón terminaron. No le hizo feliz comprenderlo, al contrario, experimento una dolorosa desazón. DebÃa marcharse de ahà cuanto antes. Draco buscarÃa el modo de hacerle daño, para vengarse de lo que seguramente consideraba una intromisión suya. Pero él ni por un breve instante tuvo un pensamiento de Ãndole romántica hacia Blaise. Jamás lo tendrÃa.
DebÃa buscar el modo de salir de ahÃ. Se daba cuenta del peligro que significaba compartir el espacio con Draco. El rubio tenÃa un carácter irascible, eso quedaba de manifiesto. Pero cómo harÃa para salir, su anfitrión habÃa llegado al extremo de poner un hechizo en la puerta de calle. Aunque comprendÃa que marchándose de la mansión no estarÃa muy a salvo tampoco, no conocÃa Londres, no tenÃa amigos o parientes a los que recurrir.
Luego de pensarlo por mucho tiempo decidió enfrentar una vez más al rubio. No deseaba huir como un cobarde. IntentarÃa razonar con Draco, debÃa convencerlo que al dejar la mansión no irÃa en busca de Blaise Zabini, que era lo que parecÃa preocupar al muchacho.
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Las posesiones materiales de Harry no eran muchas, apenas contaba con un baúl donde guardaba su ropa y algunos libros. Eso sà tenÃa claro que al marcharse no podrÃa salir arrastrando su escaso equipaje, pues no sabÃa a dónde irÃa. Esperaba que Draco le permitiera recoger sus efectos personales luego de que hubiese encontrado donde alojarse.
Esa siguiente mañana se levantó muy temprano y antes de la hora estuvo sentado en el comedor esperando la llegada del joven Conde Malfoy.
Draco por su parte se sintió bastante satisfecho cuando al entrar vio a Harry esperándole. El muchacho moreno de inmediato se puso de pie.
-Buenos dÃas, milord -saludó Harry con tono bastante normal.
-Buenos dÃas señor Potter -respondió el rubio, usando un timbre de voz que no sonó belicoso en absoluto.
Harry no dejó de mirar con cierta extrañeza al rubio. La mañana anterior el muchacho habÃa sido bastante ofensivo en sus palabras, pero ahora sonaba como si se tratara de otra persona.
Draco a su pesar estaba avergonzado por su comportamiento, completamente inapropiado no sólo para un Malfoy, sino también para un mago. Él estaba consciente de su superioridad con respecto a Harry y cualquier muggle, no era necesario que hiciera alarde de ello, pero su autocontrol se habÃa esfumado el dÃa anterior. Bien, era cierto que él jamás se disculpaba, pero ahora sentÃa una imperiosa y estúpida necesidad de hacerlo. DebÃa aliviar de algún modo esa desagradable sensación que tenÃa en el estómago desde la mañana anterior.
-Ayer me excedà tanto en mis palabras como en mis acciones y deseo disculparme -dijo Draco con tono pausado.
Harry levantó la mirada que tenÃa fija en su tasa vacÃa.
No pudo responder porque en ese instante entró el mayordomo seguido de una de las doncellas.
Mientras el desayuno era servido Harry procesaba con rapidez las palabras del rubio. Por el modo en que le habÃa visto el dÃa anterior jamás esperó una disculpa. Una emoción un poco confusa se apoderó de él, pero esto sólo duró un instante. Enseguida pensó que tal vez Draco habÃa cambiado de parecer, le dejarÃa marchar sin oponerse, después de todo que podÃa importarle él a alguien como Draco. Un mago, rico, noble, hermoso… Ahora ya no deseaba marcharse. Nunca más volverÃa a cruzarse con el chico rubio, sus vidas tomarÃan caminos diferentes.
Luego de la salida de los empleados de Draco el silencio reinó de un modo incomodo entre los dos jóvenes.
-La mansión está libre de cualquier hechizo que te impida salir -dijo Draco con calma -, si aún deseas marcharte puedes hacerlo.
Harry sintió frio en el cuerpo.
-Entonces me marcharé -respondió Harry.
Draco sintió que su estómago daba una dolorosa sacudida.
-SÃ, es mejor que lo hagas -respondió el rubio ocultando su decepción -, después de mi comportamiento insensato de ayer, debes tener miedo. Seguramente piensas que soy peligroso.
Harry miró al chico con asombro. Era cierto que experimentó miedo, y también llegó a convencerse de que el muchacho era peligroso, pero en ese preciso momento ya no le importaba salvaguardar su integridad fÃsica. A pesar del esfuerzo de Draco notaba la decepción que habÃa tras esas palabras. Era como si el muchacho lamentara su inminente partida.
-Ya le causé demasiadas molestias, soy un perfecto extraño. Lo de la deuda…
-No vuelvas a mencionar el asunto. No existe tal deuda.
-Pero…
-OlvÃdalo, no me debes nada. Eres libre de marcharte… yo no tengo derecho a intervenir en tu vida, si amas a Zabini es algo que te incumbe sólo a ti.
-Yo no amo a Blaise.
-Pero ayer dijiste que...
-Usted me ofendió y… quise lastimarlo. Pero ahora comprendo que no debà hacer eso. Puede quedarse tranquilo milord, lo que dije la primera vez que nos vimos es verdad, entre Blaise y yo no hay nada y nunca lo habrá. Ya comprendà que usted lo ama y…
-¿Qué?
-Usted lo ama, por eso reaccionó de ese modo cuando nos encontró en el salón.
-¿Yo enamorado de Zabini? -preguntó no sin asombro el mago rubio.
-No es necesario que lo oculte, yo comprendo.
-Ni aunque fuese el último mago en el planeta me enamorarÃa de él -dijo Draco con desprecio.
Ahora sà que Harry no comprendÃa nada. Entonces Draco no estaba celoso por su causa, ¿y por qué habÃa reaccionado de aquella manera la tarde de su arribo hacÃa apenas dos dÃas?
-No lo comprendo -respondió Harry.
-¿Qué no comprendes?
-Es bastante obvio que se conocen. Ayer usted reaccionó de un modo que me hizo pensar que está enamorado de él.
Draco le dirigió una mirada que el muchacho moreno no supo cómo interpretar.
-Jamás -dijo Draco categórico.
Harry no se atrevió a indagar más. La costosa educación que habÃa recibido le prohibÃa hacer preguntas indiscretas.
-¿No preguntarás por qué?
-No tengo ese derecho, milord.
Draco guardó silencio. Era extraño, esta era la primera vez en dos dÃas que estaba cerca de Harry sin sentir enojo. Estaban manteniendo una conversación bastante civilizada. Era agradable.
El muchacho rubio se sentÃa incómodo. Ahora no sabÃa cómo regresar al primer tema de conversación, la marcha de Harry. A pesar de sus palabras en relación a que el moreno podÃa irse sin dificultades si asà lo decidÃa, decirlo era una cosa muy diferente a desearlo realmente. No querÃa que Harry se marchara, aunque en realidad no existÃa una razón de peso para que el chico permaneciera en la mansión. Acababa de liberarlo de cualquier tipo de obligación.
Harry no experimentaba más alivio al saber que no tenÃa deuda que pagar. Eso cambiaba sólo en parte su situación, no por completo. Aún no tenÃa donde vivir, no conocÃa a nadie en la ciudad. NecesitarÃa un empleo para sobrevivir y no tenÃa idea donde comenzar a buscarlo. La situación era desesperada para él.
-Milord, sé que no tengo derecho a pedirle nada, usted no tiene obligaciones conmigo, pero le ruego que me conceda un último favor.
Draco le miró fijamente.
-¿De qué se trata?
-No tengo a nadie aquà en Londres, ni familia ni amigos. Estoy seguro de que usted goza de mucha influencia y por eso me atrevo a pedirle una recomendación para conseguir un empleo.
Draco pareció meditarlo un segundo.
-Hablaré con el señor Thompson, mi administrador. Conoce a gente importante en la ciudad, estoy seguro que podrá hacer algo al respecto.
-Se lo agradezco.
Draco se limitó a asentir.
Harry no se atrevió a decir nada más y el desayunó concluyo sin que otra palabra fuese dicha.
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Draco cumplió su palabra. Una semana después de que Harry pidiera su ayuda para conseguir un empleo, el señor Thompson ya habÃa atendido a la petición del nuevo Conde.
Harry fue presentado por el administrador de Draco a un hombre llamado Cornelius Fudge. Un mago bastante importante, pues era el nexo oficial entre las comunidades que coexistÃan formadas por magos y muggles.
A Harry este hombre le resultó muy desagradable, sobretodo porque supo a través de un comentario del señor Thompson, que Fudge solÃa aprovecharse de su poder para abusar de las personas que trabajaban para él. Sobre todo si se trataba de mujeres y hombres jóvenes. Harry tuvo una vaga idea de lo que el administrador de Draco habÃa intentado explicar. Comenzó a tener dudas acerca de la conveniencia de estar cerca de aquel mago, sin embargo, el señor Thompson le aseguró que al ser él un recomendado por el Conde Malfoy no tendrÃa inconveniente alguno.
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Draco durante esos dÃas hizo lo posible por no coincidir mucho con Harry. Se mantuvo apartado porque no habÃa podido deshacerse de la extraña sensación que lo invadÃa cada vez que pensaba que dentro de muy poco, el muchacho de ojos esmeraldas tomarÃa un camino propio y, era más que probable que no volvieran a coincidir. PertenecÃan a mundos opuestos que nunca podrÃan entrelazarse. Él era un mago, habÃa recibido una educación diferente, las leyes que gobernaban su existencia eran muy distintas a las que regÃan el mundo muggle. Hubo instantes durante esos dÃas en que quiso pensar que tal vez pudieran ser amigos. Pero pronto rechazaba la idea porque lo cierto era que se sentÃa en peligro cada vez que estaba cerca de Harry. Aunque no habÃa llegado a formular el pensamiento de modo claro, el deseo que le habÃa despertado el muchacho era cada vez más intenso.
El rubio se convenció de que podrÃa continuar su vida tal como era antes de conocer la existencia de Harry. Sin embargo, la última noche en que cenó en la mesa con el moreno, todas las ideas sobre la conveniencia de que el muchacho saliera de su vida para siempre, se diluyeron cuando notó la tristeza evidente del joven ¿Cuál serÃa el motivo de semejante tristeza? No podÃa ser que Harry lamentara no volver a verlo. Estaba persuadido de que luego de su maltrato lo que más deseaba Harry era alejarse de él. Su corazón de apretó al pensar, por un breve segundo, de que tal vez no deseaba marcharse después de todo.
Se reprendió por dejar volar su imaginación tontamente. No habÃa motivos para que deseara estar cerca de él. Harry habÃa tenido la mala fortuna de ser vÃctima de su carácter irascible desde el primer momento.
La conversación fue bastante inocua durante la cena. Harry fue el primero en dejar la mesa y Draco lo agradeció silenciosamente.
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Harry tenÃa listo su baúl. En realidad no habÃa llegado a desempacar la totalidad de su equipaje. TenÃa una pesadez en el estómago y el corazón le dolÃa. Draco habÃa sido agradable con él en los últimos dÃas. ParecÃa que ante la perspectiva de su partida el humor del rubio habÃa mejorado.
Repasó por última vez su equipaje, que serÃa trasladado a primera hora de la mañana a una pensión de la calle Kings, un sector de clase media en Londres, recomendado por el señor Thompson. Aunque estaba seguro de que Draco querÃa deshacerse de él lo antes posible debÃa agradecer la ayuda del muchacho en los últimos dÃas, pero sobretodo el que no exigiera nada a cambio de la deuda.
Bajó a la primera planta y buscó a Draco en el despacho, pero no lo encontró. De inmediato imaginó que habÃa ido a algún sitio para divertirse. Durante las casi dos semanas que él tenÃa habitando la mansión no le habÃa visto salir ni una sola noche. Era probable que regresara muy tarde o… que no regresara.
Caminó por el pasillo cabizbajo, no tendrÃa la oportunidad de tener una última conversación con el muchacho rubio. Al pasar por una sala creyó escuchar un sonido maravilloso, apegó el oÃdo a la puerta. SÃ, era una melodÃa sublime, subyugado como un marinero por el canto de un Sirena, abrió la puerta sigiloso, el sonido llegó a sus oÃdos de forma más precisa. Asomó sólo la mitad de su cuerpo al interior de la habitación y entonces vio a Draco. El muchacho interpretaba aquella melodÃa asombrosa en el piano. Muchas veces, estando en la escuela, escuchó a sus compañeros referirse de forma despectiva hacia algún muchacho que manifestara gusto por la música. Pero a él le habÃa maravillado la primera y única vez que escuchó un concierto en la casa de cierta dama de sociedad que habÃa proporcionado a los alumnos de la escuela la posibilidad de asistir a su mansión para presenciar las dotes de cierto artista al que patrocinaba.
Pero la interpretación de Draco era mil veces más sublime. En ese preciso momento, recuperó la imagen de aquel chico de trece años que conoció un dÃa en la plaza de abastos en Surrey. Era el mismo ángel de mirada gris que habÃa estremecido su alma inocente. Draco tocaba de memoria, tenÃa los ojos cerrados, sintiendo la música. Harry no fue consciente de que habÃa entrado sigiloso a la sala de música, habÃa ido avanzando como llevado por un trance. Sólo pareció despertar cuando el sonido se interrumpió de golpe, ahà estaba Draco, observándole confuso e impresionado.
Draco no daba crédito a lo que veÃa. Los ojos esmeraldas de Harry le regalaban otra vez la misma inocente idolatrÃa con que lo habÃa mirado por vez primera cuando era un chico de trece años. Se levantó tembloroso e impactado, preguntándose si serÃa posible que el muchacho moreno en ese preciso momento estuviera recordando aquel fugaz encuentro de sus miradas. Con cierta dificultad avanzó hacia Harry. Todo pensamiento sensato se escapó de su cerebro. Sólo pensaba en cuanto anhelaba al chico moreno, tanto que le dolÃa el pecho y le faltaba el aire.
-Harry… —murmuró con tono de súplica.