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Sin corazón por zandaleesol

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Título: Sin corazón

Personajes: Harry/Draco

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son de propiedad de J.K. Rowling. Solo los tomo prestados para divertirme con ellos, no percibo ningún beneficio económico.


Advertencia: Universo Alterno. Mpreg. Otras.


Capítulo 2.



Londres, Inglaterra, 1804


La noticia le había tomado desprevenido. Ciertamente creía que su padre viviría muchos años, como sucedía con gran parte de los magos, especialmente si gozaban de buena salud. Pero no, el diagnóstico de los sanadores era lapidario. Lucius Malfoy solo tenía unos meses de vida.


En cuanto puso el primer pie en la mansión, notó lo diferente que se percibía. Todo tenía aspecto lúgubre, desde los muebles hasta los sirvientes.


La relación con su padre nunca fue buena. Lucius siempre estuvo más preocupado de sus negocios y amantes de turno que de él. Le había dado todo lo que su tremenda fortuna podía comprar, pero nunca se interesó por sus cosas. Cuando cumplió los once años le envió a la escuela para que aprendiera magia, pero jamás le preocuparon sus progresos. Ahora estaba por iniciar su último año en la escuela de magia, ese verano había cumplido diecisiete años y de acuerdo a la ley mágica, ya era mayor de edad.


No le gustaba visitar esa propiedad de Londres, porque sabía que era allí donde su padre se entendía con sus conquistas. Pero como Severus le dijo que Lucius debía estar en reposo absoluto, accedió a esa entrevista en la mansión de la calle Bond.


El mayordomo lo condujo con paso lento hacia la habitación de la segunda planta. Le incomodaba el no tener idea cómo comportarse frente a una situación como esta. No sabía si debía decirle a su progenitor que lamentaba su enfermedad, aunque en realidad el asunto le resultaba indiferente. Lucius era un perfecto extraño para él. El hecho de que pronto dejaría de verle para siempre, no significaría un cambio traumático en su existencia. Por lo menos no en el aspecto emocional. Sin embargo, en cuanto a cosas de índole más pragmática los cambios serían profundos. Debería tomar las riendas en el manejo de la fortuna de los Malfoy. Sabía cómo hacerlo y eso le daba tranquilidad.


El mayordomo abrió la puerta de la habitación para anunciarlo. Luego de un minuto le dio la entrada.


Cruzó el umbral, notando que la incomodidad se hacía más intensa. Sin embargo, actuó con la frialdad que había aprendido y que era parte de su naturaleza. Sin cambiar ni un ápice su postura altiva se acercó hacia el lecho de Lucius. Una silla había sido colocada indudablemente para él.


-Buenas tardes, padre -saludó cortésmente -, recibí tu carta… decías que necesitas tratar asuntos importantes conmigo.

-Así es Draco -respondió el hombre mayor, observando seriamente al muchacho -, por favor toma asiento.


El muchacho obedeció. Luego observó con indolencia el rostro demacrado de su padre.


-Bien no voy a darle vueltas al tema. Es innecesario, pues estás al tanto de que moriré dentro de muy poco tiempo.


Tras esas palabras el hombre rubio hizo una pausa, para observar el rostro de su hijo y calibrar su reacción. Tal como había intuido, Draco manifestaba la misma emoción que una piedra. No era que le asombrara, después de todo, si su hijo era frio como el hielo, era el directo responsable de eso. Nunca fue un padre afectuoso. Tras la muerte de la madre del muchacho, simplemente dejó que los sirvientes en mayor medida se ocuparan de Draco. No tenía derecho a esperar un afecto que tampoco había dado.


-Puedes estar tranquilo, pues he dejado todo muy bien dispuesto para que tengas una vida cómoda y sin sobresaltos.

-Siempre he tenido una vida cómoda, padre.

-Efectivamente. Y mi muerte no cambiará eso. Ya eres adulto y tendrás facultades plenas para manejar la fortuna Malfoy. Sé que no necesitarás de mis consejos, pues siempre has sido juicioso e inteligente.


Draco estuvo seguro que era la primera vez en que su padre reconocía tales cualidades, a pesar de ello no se sintió halagado.


-Puedes estar seguro padre de que mantendré nuestro nombre en el sitial que tiene, y en cuanto a la fortuna, seguramente se incrementará, pues no soy del tipo que le gusta dilapidar el oro -respondió el muchacho, marcando la voz en las últimas palabras.


Lucius sabía que aquello era una acusación de Draco, velada, pero acusación de todos modos. Él, durante años había tirado su oro con amantes y diversiones de todo tipo. Le tranquilizaba que su hijo fuera tan sensatamente frio.


-Sin duda tenemos conceptos diferentes con respecto al significado de «tirar el oro». A la luz de los acontecimientos, no lamento nada. Viví una buena vida. Intensa.

-Nuestros conceptos al respecto también son diferentes, padre.

-Lo sé.


Se hizo un breve silencio.


-Existe un asunto puntual que deseo hablar contigo.

-Escucho.

-Según la ley que nos rige como magos ya eres mayor de edad. Cuando yo muera heredaras mis bienes, así como mis derechos y obligaciones.

-Efectivamente.

-Existe un hecho específico del que deseo ponerte en conocimiento -dijo el hombre rubio y tras una breve pausa continuó -. Hace cuatro años adquirí una obligación un tanto especial.

-No comprendo.

-Hace cuatro años conocí a un muchacho al que convertí en mi protegido.

-No me extraña que tengas un «protegido», has tenido varios según sé.

-Es cierto, pero este es especial.

-Ya me imagino.

-Pago su educación.

-Ah… eso si es novedoso.

-Está por cumplir diecisiete, debe permanecer un año más en la escuela para completar su educación. Se llama Harry Potter.

-Harry -repitió el rubio -. Un nombre bastante corriente. Supongo que no se trata de un mago, sino de un muggle pobre.


Lucius tardó en responder.


-Sí, es pobre, cuando lo conocí era un campesino.

-Nunca he podido comprender tu gusto por esos chicos muggles.

-Harry era especial. Es especial.


Draco alzó la ceja con gesto despectivo.


-Aún le resta tiempo para graduarse. Estos años ha recibido una educación refinada.

-¿Y supongo que esa generosidad tuya ha tenido un propósito?

-Naturalmente. Hace cuatro años Harry pidió mi protección. Yo se la di.

-No gratuitamente por supuesto.

-Aciertas. Hicimos un trato y este consistió en que yo lo enviaría a la escuela para que se convirtiera en un caballero y a cambio él… Se convertiría en mi amante una vez que terminara sus estudios.

-No podrás exigir la deuda.

-Efectivamente, moriré antes. Pero como nuestro acuerdo fue sellado con una varita tú heredarás mi derecho. Podrás cobrar el pago acordado.

-¡Oh por favor! No tengo interés alguno en cobrar nada, padre. Yo no me siento atraído por esos muggles como tú.


Lucius no tuvo en cuenta este último comentario de su hijo.


-Durante estos años he recibido una carta mensual de Harry. Jamás le exigí que me escribiera, pero comenzó a hacerlo. Están aquí -dijo Lucius indicando un cofre que estaba sobre la mesa de noche.


Draco reparó recién en aquel objeto.


-Conservas las cartas de ese tal Harry como si fuesen un pequeño tesoro -comentó el muchacho con tono despectivo.

-Sí, lo hago. Por qué, no tengo ni la menor idea.

-Quizá tu futuro amante te ha despertado sentimientos especiales.

-Tal vez, pero nunca voy a saberlo, puesto que no le veré otra vez.


Draco no dijo nada. Aunque hubiese lamentado la situación de su padre, cosa que realmente no hacía, no lo diría jamás. No sabía cómo hacerlo. Era un joven y talentoso mago porque lo había aprendido en la escuela, pero no estaba preparado para ser un humano cálido y afectuoso, nadie le enseñó aquello.


-Bueno si no hay nada más que discutir…

-Solo hay una cosa más Draco, recuerda siempre que eres un mago ante todo. Estas obligado a casarte honorablemente, sabes lo que eso quiere decir, solo puedes casarte con alguien de sangre mágica y tener descendencia, el nombre de los Malfoy debe perpetuarse.

-No te preocupes, siempre he tenido claro cuáles son mis deberes de mago.


Draco abandonó la habitación con un sentimiento extraño, que no sabía de dónde nacía. No sentía afecto por su progenitor y, sin embargo, saber que Lucius no volvería a disfrutar de otra Navidad, no le ponía alegre.


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


Eran los primeros días de enero y Draco se encontraba en Londres aprovechando sus vacaciones navideñas para solucionar las cuestiones formales del legado de Lucius. Solo cinco meses habían bastado para que la enfermedad pulmonar que aquejaba al hombre rubio acabara con su vida.


La casa tenía aquel aspecto lúgubre que Draco detestaba. Los sirvientes se encargaban de mantener el lugar, pero nada de eso parecía bastar para erradicar ese olor a enfermedad y muerte.


-Detesto este lugar -murmuró el muchacho mientras arrojaba sin cuidado su capa sobre un sillón.

-¿Por qué tu padre traía aquí a sus amantes? -preguntó el hombre de ojos negros que le acompañaba.

-No lo sé.

-No será necesario que vivas aquí después que te gradúes de la escuela. Puedes vivir en el extranjero.

-Aún faltan seis meses, tengo tiempo de pensarlo.


Severus Snape se reclinó sobre un sillón y desde ahí observó con detenimiento al joven rubio.


-¿Ya decidiste que harás con el muggle?


Draco supo que Severus hablaba del tal Harry Potter, el chico muggle que tenía su misma edad y cuya educación se había pagado con la fortuna que ahora le pertenecía.


-No creo que haya nada que decidir Severus, no le conozco y no me interesa cambiar eso. Hizo un trato con mi padre, no conmigo.

-¿Y qué hay de la pequeña fortuna que Lucius se gastó en él?

-No es mi asunto. Mi padre hizo eso porque quiso. Yo estoy obligado a seguir pagando la escuela de ese muggle, respetando el acuerdo que hicieron, pero no más.

-Pensé que desearías recuperar la inversión que hizo Lucius. El tal Harry Potter, ha salido ganador en todo esto. Recibió una educación costosa y no tendrá que pagar el precio que ofreció.

-¿Y qué puedo hacer yo al respecto? Mi padre murió, no pretenderás que tome su lugar.


Severus Snape sonrió malicioso.


-¿No te gustaría?

-Yo no soy mi padre -replicó el muchacho rubio con tono ofendido.

-Lo sé Draco. Tú eres un mago que se respeta. Por desgracia mi querido amigo Lucius, se dejaba dominar por sus pasiones y no le importaba rebajarse con chicos muggles.

-Y hablando de ese muggle -dijo Draco recuperando un tono neutro -, me dijo el señor Thompson que seguía enviando cartas mensualmente. Acababa de recibir una del correo.

-¿Y has leído las cartas?

-No, ¿por qué iba a hacerlo? No me las escribe a mí.

-Pensé que tendrías curiosidad. Pero en todo caso creo que has hecho bien en no leerlas. ¿Y qué harás con las que conservaba tu padre?

-Cuando tenga tiempo arrojaré al fuego todas esas cartas.

-Dile al señor Thompson que le escriba al muchacho y le informe que su benefactor ha muerto, con eso no habrá más cartas.


Draco se quedó pensativo un momento.


-Sí, ya pasó más de un mes desde la muerte de mi padre, supongo que debo hacerlo.


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


Harry estaba sentado sobre un desván junto a la ventana. Observaba como gruesos copos de nieve caían en todo el jardín. Se preguntaba si Lucius Malfoy habría recibido su última carta. Seguramente sí. Nunca recibió respuesta de parte del mago, sin embargo, presentía que éste había leído cada una de las cartas que le había enviado. Su estómago se contraía cada vez que pensaba en el hombre rubio y ese trato que hicieron. Lucius Malfoy era un mago, no era un simple muggle, por más que lo deseara no podía simplemente desentenderse de él. Solo le restaban poco más de cinco meses para terminar su educación. Inevitablemente se acercaba el momento de cumplir con su parte. Debería entregarle su cuerpo a Lucius, y no quería hacerlo.


Era un chico de solo trece años y además ignorante, cuando aceptó la ayuda del mago rubio. Era cierto que había comprendido qué significaba convertirse el amante del hombre, pero en ese momento no tenía más opción en su vida. Regresar con su tío era imposible. Dentro de poco cumpliría dieciocho años, sería un adulto y dejaría la escuela. En otro tiempo creyó que sentiría felicidad absoluta cuando el momento de ser dueño de su vida y además con una educación llegara, pero no. Ya no era el chico ignorante de antaño, por eso comprendía que ser el amante de alguien, ya fuese mago o no era la peor opción de vida.


Ser «amante de» significaba quedar marcado para siempre. Era imposible saber cuánto tiempo duraría el interés de Lucius Malfoy. Con toda seguridad no sería eterno. Una vez que Lucius se cansara de él qué opciones tendría. Ninguna. No podría aspirar a ningún afecto respetable. No existiría ningún chico ni chica que se interesara en él. Jamás podría aspirar a formar un hogar con alguien que le amara honestamente. Por otra parte los no magos miraban con especial desprecio a quien se enredara con uno. No se veía en aquello otra cosa que ambición, pues los magos poseían fortunas mil veces más grandes que los muggles ricos.


No quería el oro de nadie. Solo deseaba vivir una vida tranquila y honesta. Buscar un empleo respetable. Pero Lucius Malfoy no permitiría que simplemente se retractara, había gastado una fortuna en él. Su educación era parte de un trato, no de un regalo. Sin embargo estaba dispuesto a intentar convencer al mago de que le liberara del trato. Aunque no estaba seguro de que fuera posible. Lucius le había dicho claramente que el asunto implicaba magia, por lo tanto, era imposible retractarse.


El hilo de sus pensamientos se cortó de golpe cuando alguien entró a la habitación. Volteó el rostro. Se trataba de su compañero Dean Thomas, un chico de familia adinerada que se había convertido en su amigo, la única amistad que hizo en la escuela.


-Hola Harry -dijo el muchacho mientras se acomodaba junto a la ventana.

-Hola.

-Te has pasado toda la tarde encerrado aquí.

-Sí, lo sé.

-Te he notado más preocupado de lo habitual, ¿no quieres contarme qué te pasa? No creo que se deba a la discusión que has tenido esta mañana con ese idiota de Pendleton.

-¿Piensas que ya debería estar acostumbrado a que me humille?

-Harry, ese es un idiota con menos cerebro que una cucaracha. No dejes que te afecten sus palabras.

-No le hago caso la mayor parte del tiempo. Pero es difícil. Preferiría que me ignorara como lo hace la mayoría.

-Pendleton es un caso especial, la tomó contigo desde el primer día que llegaste, para mí que le gustas pero como es un arrogante…

-No digas tonterías Dean. Todos aquí, salvo tú, me desprecian porque soy huérfano y pobre.

-Pero pronto saldrás de aquí y tendrás otra vida.

-Sí, siendo el amante de un mago.

-Pero quizá ese señor comprenda tus sentimientos y no te exija nada.

-Sería maravilloso que sucediera, pero lo veo difícil, por no decir imposible. Lucius Malfoy se cercioró de que yo comprendiera muy bien los términos de nuestro acuerdo. No puedo decir que me haya engañado, yo sabía lo que hacía cuando acepté su proposición.

-Pero Harry solo tenías trece años, estabas en muy mala situación, nadie podía asegurar de que conservaras tu vida si regresabas con tu tío.

-¿Crees qué la generosidad de ese mago alcanzará para que comprenda eso?

-Sería un perfecto infame si lo no hiciera. Aunque creo que lo fue desde el momento en que se aprovechó de tu situación desesperada.

-Yo no creo que se aprovechara, simplemente quiso ganar algo a cambio. Nadie hace algo por otro de gratis, esa es la verdad.


Dean no dijo más, pues él sabía perfectamente que lo último dicho por el muchacho era cierto.


-Me gustaría poder ayudarte. Quizá puedas venir conmigo a América, allá podrías ayudarme con los negocios que mi padre desea emprender. Puedes desaparecer para siempre, no creo que ese hombre se le ocurra perseguirte.

-Te lo agradezco Dean, pero no puedo huir, eso no sería honorable.

-Harry tampoco lo será cuando debas ir a la cama de ese mago por obligación.

-Debo enfrentar la situación, de algún modo debo convencerlo de que puedo pagarle la deuda de otro modo que no sea con mi cuerpo.

-Deseo de corazón que tengas suerte.


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


Draco se quedó sentado un rato junto al fuego después de cenar. Severus Snape le visitó esa mañana. Agradecía la preocupación del hombre mayor. Severus había sido más cercano que su propio padre. Era tranquilizador saber que contaba con él.


Ahora estaba solo en su habitación. Había regresado a la escuela de magia el día anterior, tras el término de las vacaciones. A partir de ese momento solo quedaban cinco meses para graduarse. Deseaba aprovechar intensamente ese tiempo que le permitiría vivir libremente, pues cuando saliera de la escuela, debería asumir un sinfín de responsabilidades, no solo las que tenían que ver con el manejo de su fortuna, sino también las relacionadas con la comunidad mágica.


Lucius había sido un mago de importancia y él como su heredero debería participar activamente en las cuestiones que se relacionaban con su padre.


La perspectiva no le ponía feliz. Siempre pensó que una vez que se graduara de la escuela de magia podría disponer de su vida con total libertad. Apenas cumpliría dieciocho años y deseaba vivir. Sin embargo la inesperada muerte de Lucius había cambiado el panorama drásticamente. Ahora tenía obligaciones que cumplir.


De pronto, en medio de todos estos pensamientos, surgió el nombre de Harry Potter. Pensó, no sin molestia, lo afortunado que era el muggle, cuando terminara sus estudios sería libre de hacer su vida como quisiera, ya no estaba su padre para exigirle que cumpliera ningún trato. La muerte de Lucius lo había liberado, en cambio para él resultaba todo lo contrario.


Recordó de pronto el asunto de las cartas. Había traído a la escuela aquel cofre donde su padre guardaba la correspondencia de Harry Potter. Hacía un par de semanas le aseguró a Severus que arrojaría las cartas al fuego, pero no lo hacía aún. Por el contrario, guardó el cofre entre su equipaje. Quizá ese fuese el momento propicio para deshacerse de aquellas cartas.


Buscó dentro de su baúl y luego se acercó al fuego, dispuesto a tirarlo, pero de pronto una curiosidad que no se había manifestado hasta entonces le hizo desistir. Ocupó el sillón otra vez y procedió a abrir la caja. Comprobó que eran muchas cartas y estaban amarradas con cintas de diferentes colores. Se fijó en la fecha y sin saber por qué las desató y procedió a leer.


Estimado señor:


Esta es mi primera carta, como se dará cuenta estoy aprendiendo a escribir, aun no lo hago bien del todo, pero voy mejorando día a día.


Soy muy feliz por estar aquí, aunque aún no tengo amigos. En realidad no sé si llegaré a tenerlos. La mayoría de los chicos me ignora y los que no, pues me desprecian porque se han enterado de mi origen. En todo caso no tengo intención de ocultar de dónde vengo. No tengo la culpa de ser huérfano y que mis tíos sean unos miserables. Sé que sobreviviré al desprecio de mis compañeros. Pondré mi mente solo en los estudios…



Draco continúo la lectura de la carta con un sentimiento que iba más allá de la curiosidad. Al cabo de una hora había leído todas las cartas que ese chico le envió a su padre durante esos cuatro años y medio. Cuando se fue a dormir las palabras de Harry Potter aun resonaban en su mente.


Recordó el día en que su padre le habló de ese muchacho muggle, y de lo mucho que le asombró ver como el hombre más frio del mundo, atesoraba en aquel cofre las cartas que acababa de leer. Él jamás le escribió una carta parecida a su padre. Cumplía con el rito de informarle al término de cada año que había aprobado satisfactoriamente el curso escolar. Jamás le escribió para contarle de sus vivencias en la escuela, ni quiénes eran sus amigos o cualquier cosa parecida. Su padre jamás pareció interesado en nada de eso.


Y, sin embargo, ahora comprobaba que Lucius se interesó por todo lo que tenía que ver con Harry Potter. Aunque nunca le hubiese respondido ninguna carta, el simple hecho de conservar las del muchacho con tanto cuidado era una prueba de que ese chico muggle había significado para Lucius más de lo que significó jamás ningún mago, ni siquiera él que era su único hijo.


No sabía cómo sentirse con respecto a ello. No podía sentir celos, pues sabía muy bien que no había sido el afecto fraterno lo que llevó a su padre a actuar de esa forma, sin embargo, la promesa de tener a ese tal Harry en su cama había logrado interesar a Lucius. Trató de imaginar cómo sería el muchacho. Feo no podía ser, pues entre otras cosas su padre siempre se caracterizó por su buen gusto en cuestión de amantes. Sin embargo era difícil darle a ese Harry un rostro definido.


Era extraño el sentimiento que le provocaban las palabras de Harry Potter. Por una parte tenía clarísimo que se trataba de uno más de esos tantos muggles que veían en la figura de un mago al protector que le daría una vida de comodidades y bien estar, pero por otra parte, lo escrito en esas cartas hablaba de un chico solitario y falto de afecto tal como lo había sido él mismo, como aún era en realidad.


Comprendía que un abismo sin límites le separaba de ese chico muggle que tanto entusiasmo había despertado en su frio y pragmático progenitor, pero no por eso dejaba de sentir una extraña cercanía con él, cuando acabaran su educación podrían tomar decisiones sin consultar a nadie. Quizá si lo pensaba con más detención, podía concluir que de todas formas su situación era más afortunada que la de ese muchacho. Por lo menos él tenía la ventaja de ser rico y un mago excelente. Su futuro se vislumbraba tan solitario como siempre, pero al menos poseía oro como ningún otro. Harry Potter era pobre y seguramente lo sería hasta el fin de su vida. Entre los muggles el que alguien tuviese educación no era garantía de un porvenir esplendoroso. Al pensarlo más detenidamente comprendía que ese Harry Potter era de todo menos afortunado.


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