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Otra vez no... por marlov

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- ¡Mira lobo! – señaló un llavero muy esponjoso - se ve como tú – lo alza emocionado –

- eso no se parece a mí – bufa –

- ¿Cómo qué no? Míralo, es fofito, hasta tiene una carita gruñona

- ¿me estas llamando gordo? – frunce el ceño y alza otro igual, pero en color rosa – míralo bien, hasta combina con tu ropa

- ¿ahora el gordo soy yo? – ríe y continúa husmeando por los diferentes puestitos. Habían pasado dos días juntos, los paseos eran divertidos y el otro siempre se las ingeniaba para poder economizar, incluso habían comido en los mercadillos, algo que normalmente no haría por su temor a las enfermedades gastrointestinales, pero con “lobo” nada parecía peligroso.

- ¿conejo? – lo sigue con la mirada y suspira, no entendía como un chico tan dulce y agradable estaba tan herido –

- ¿Qué paso? ¿Hice algo malo?

- ¿Por qué harías algo malo – frunce el ceño – solo quería decirte que acabas de romper el campanario que llevas como pantalón –

- que no es un campanario, espera, ¿Qué? – se gira sobre sí mismo y nota que tenía roto el bolsillo trasero dejando ver su ropa interior – ay no… ¿cómo paso?

- ¿Dónde metiste el trasero? – empieza a reír ante la vergüenza del otro – tranquilo, podemos ir a comprar alguno

- ¡lobo! – se tapa la cara avergonzado – ay no, cuantos me habrán mirado el trasero, ¿porque no me avisaste antes?

- porque acabo de verlo, tranquilo – intenta calmarse y le acerca la chaqueta – toma, póntela por ahora

Rápidamente se pone la chaqueta y se asegura que no se vea la zona rota – gracias - suspira avergonzado – no puedo creer que estas cosas me pasen, soy demasiado torpe

- no eres torpe, solo fue un accidente – desordena su cabello – vamos, esta es una buena excusa para poder comprar un pantalón más… menos campanario

- pero en el hotel tengo otros pantalones, solo tenemos que regresar

- vamos, no seas tan aburrido – rueda los ojos y lo toma de la muñeca – vamos de compras, ya es hora de mejorar tu guardarropa

- me gusta mi guardarropa – hace puchero, pero se deja guiar –  

Llegan a un pequeño centro comercial y se ponen a buscar ropa, no sabía cómo, pero le mostraría a ese pequeño que no debía esconderse tanto debajo de la ropa. Husmean escogiendo algunas prendas – vamos, pruébatelas

- no sé, no estoy seguro – mira la ropa que habían escogido – me gustan, pero son algo pegadas

- no es cierto, no lo son, te verás muy bien – lo lleva a vestidores y lo empuja –

Resignado se mide la ropa, le gustaba mucho esos estilos, pero sabía que más de una de esas prendas molestaría a Kangin. Compran algunas cosas más, se pone uno de los pantalones y salen del lugar - gracias lobo

- ¿Por qué agradeces? – alza las bolsas orgulloso por sus compras – casi todo lo escogiste tú, y debo admitir que tienes buen gusto cuando te esmeras. Bueno mi querido conejo, es hora de separarnos
- ¿Qué? – lo mira aterrado - ¿A dónde te vas? Aún tenemos cinco días de vacaciones

- tranquilo – lo mira divertido y le muestra el reloj - ¿ves? Dijimos hoy nos separaríamos un rato para que cada quien vaya donde más guste

- cierto… - se cubre el rostro avergonzado – lo siento, lo olvide completamente

- conejo despistado – ríe – nos vemos en la cena

Asiente y cada quien toma un camino distinto, primero decide regresar a l hotel y guardar la ropa nueva, mira el celular sobre la mesa, llevaba días sin hablar con Kangin, tomó el teléfono ansioso por encontrar algún mensaje y suspira decepcionado al no ver nada de él, contesta a sus amigos y guarda el teléfono.

Sale del hotel y decide dar un paseo por el pueblo, usaría ese tiempo para relajarse y pensar mejor su situación, recorrió el lugar toda la tarde, le gustaba mucho la calma del lugar y la gente era muy amable ayudándole a distraerse, ya cuando se ponía el sol decide volver al hotel, a medio camino se topa con un pequeño lago, se acomoda en la orilla mirando a la nada, saca su teléfono y se pone a mirar los mensajes de su pareja, tristemente nota que siempre que hablaban era porque él lo buscaba, pero lo extrañaba mucho, dejando su orgullo de lado decide llamar, timbra varias veces sin recibir respuesta. Después de la tercera llamada recibe un mensaje, contento revisa el buzón dándose una dolorosa sorpresa – “Lo siento Minnie, no puedo responder, estoy con mis padres, cuando este libre te llamaré, no insistas por favor” – leyó diez veces el mensaje negándose a creer lo que leía, ¿entonces era una molestia? Sin darse cuenta las lágrimas empezaron a fluir.

Después de una tarde disfrutando la ciudad regresó al pueblo, ya casi era hora de la cena y sabía que conejo seguramente estaba esperando, pero cuando no lo vio en el hotel sospechó que algo andaba mal, empezó a buscarlo por el pueblo maldiciendo el haber gastado la batería de su teléfono, preguntó en diferentes lugares hasta que le indicaron que lo vieron cerca al lago, preocupado fue al lugar y lo encontró llorando. En silencio se acerca y se sienta a su lado – disculpa, perdí a mi conejito, es color rosa y le gusta mucho el chocolate, ¿de casualidad lo viste?

Estaba tan concentrado en sus pensamientos que ni siquiera notó la llegada del otro hasta que escuchó su voz – un lobo buscando a un conejo, eso suena aterrador – se limpia las lágrimas intentando calmarse - ¿Cómo me encontraste?

- buscando, dejaste un rastro de pelos y aroma a chocolate, te aseguro que tengo buena vista y buen olfato – bromea y le acerca un trozo de chocolate – toma, seguro que necesitas un poco de azúcar en el cuerpo

Asiente y recibe el chocolate sonriendo por los recuerdos – gracias de nuevo, creo que subí algunos gramos en estos días

- ¿gramos? Yo diría kilos –ríe hasta sentir un golpe en las costillas – oye, eso dolió

- te lo mereces por llamarme gordo – sonríe un poco, pero por alguna razón sus ganas de llorar aumentaron – ay lobo…

- conejo – lo abraza dejando que llore en su pecho, quizás no era bueno con las palabras, pero al menos así podía consolar a su amigo, dejando que descargue todo su dolor –


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