"221B" Leyó Watson mentalmente el número, mirando la oscura puerta con gran nostalgia y su corazón palpitó furioso hasta que distrajo sus pensamientos los golpes de su hija aporreando con ambas manos la madera. La miró un tanto sorprendido y ella sonrió de la forma ingenua que solo puede hacerlo un niño.
Antes de que pudiera abrir la puerta la señora Hudson ya lo había hecho y soltaba una fuerte exclamación de alegría desde dentro.
- ¡Bendito sea Dios, por fin estáis aquí! Déjame que la sostenga.
Fue una absoluta exigencia y de hecho ella misma se la quitó a John de los brazos antes de que pudiese reaccionar. La pequeña frunció el ceño y se quedó muy quieta, mirando a la señora Hudson.
- ¡Dios mío, lo que se parece a ti, John! - gritó extasiada viendo como padre e hija compartían no solo la misma nariz respingona y rostro redondeado, sino también las mismas expresiones - ¡Y qué ojos tan preciosos, si parecen dos joyas! ¿Ya camina o gatea?
- Camina ya bastante bien.
- ¿Habla?
- Apenas unas palabras.
- ¿Come de todo?
- Señora Hudson, ¿por qué no la lleva la cocina y lo comprueba usted misma? - dijo Sherlock finalmente con una sonrisa que dejaba claro su hastío y lo demandante de su sugerencia.
Ella se llevó a la niña mientras Sherlock se apresuraba a subir por las escaleras.
John se quedó mirando la calle a través de la puerta hasta que un grito de Holmes le despertó de su ensoñación y lo invitó a subir también.
El salón estaba tal como lo recordaba y su sillón, allí, enfrente del de Sherlock, esperándolo. Al verlo sentado supo que debía hacer lo propio y tuvo la misma sensación que la primera vez que se situó justo en ese lugar, la misma excitación e incertidumbre, pero él ya no era más un pobre médico de salud delicada que sufría las secuelas de una enfermedad ni Holmes era aquel enigmático y extraño desconocido.
John no sabía si debía empezar él a hablar y si lo hacía tampoco sabía qué decir, pero el intenso silencio de Sherlock mientras clavaba su pupila en él parecía indicarle que estaba decidido a que fuese él el que diese el primer paso.
- ¿Por qué dejaste pasar un año? ¿De verdad tardaste tanto en...?
- No. Tardé unos cuatro días en caer en la cuenta de que tu comportamiento podía tener que ver con Lawrence. Si tú hubieses sido su víctima seguramente habría matado a Ella, pero si la dejó vivir era claramente porque quería manipularte para poder llegar hasta mi. Su protocolo de actuación indicaba que destroza psicológicamente a las víctimas para que estas cometan suicidio. Dedujo que el modo de provocarme era haciendo que tú me hicieras daño y solo había un modo de que tú te ofrecieras para hacerlo y eso era si te prometía que te regresaría a nuestra hija. Conociéndote, era obvio que entre ella y yo, ganaría ella. Como todos los crímenes, se ve tan vulgarmente simple una vez expuesto que resulta decepcionante.
- ¿Estás hablando en serio? ¡¿Me has hecho esperar durante un año solo cuidando de nuestra hija mientras hacías qué, disfrutar de no tener responsabilidades?!
- ¡Tenía que dar tiempo para que la situación se calmase y los medios dejasen de acosarme! ¡Sí, estaba también resentido, lo admito! ¡Joder, John, ni siquiera hablaste conmigo. Si lo hubieras hecho habríamos podido solucionar esto juntos!
- ¡No, Sherlock! ¡La realidad es que esta vez he sido yo el que ha hecho lo que era necesario, incluso jodiéndote y haciéndote sufrir, para resolver el caso! ¡Y me alegro de que te duela, porque ahora sabes lo que se siente!
- Detecto cierto rencor en toda esta conversación.
- ¡Claro que lo hay, maldito gilipollas sin corazón! ¡Empezaba a pensar que nunca más volvería a verte!
- ¡Está bien, John, lo haremos a la manera tradicional!
- ¿De qué coño hablas? - preguntó enfadado, viendo como Sherlock se levantaba y se quedó estupefacto cuando hincó la rodilla en el suelo frente a él.
- John Watson, ¿me concederías el honor de casarte conmigo?
FIN