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Dispara o dispararé por Nicole Prince

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Capítulo 1, primera parte: Bienvenidos a Akihabara.

 

Akihabara, Tokyo.

 

- Ne… Tatsu- kun, estoy cansado…- Repitió por décima vez el pelinegro.

- ¡Takao! Cállate ya. Estoy intentando encontrar el maldito lugar.- Le reprendió su amigo, ofuscado con el mundo en general.

 

El día había amanecido soleado y tranquilo. Como todo día laborable, la gente iba de aquí para allá, unos al trabajo, otros volvían a casa y el resto simplemente tenia cosas que hacer. La mayoría, como suele ocurrir en ciudades tan grandes como Tokyo, corría en su mundo de un lado para otro con prisa y, sin embargo, muchos de ellos se tomaban su tiempo para apreciar a esta extraña pareja. Atractivos, jóvenes y además, ofrecían una cómica situación a todo aquel que quisiese mirarlos. Recién mudados a Tokyo, ambos pelinegros buscaban el que técnicamente se iba a convertir en su hogar, un piso que no hacía mucho acababan de comprar.

Con poco menos de diez centímetros de diferencia, se puede decir que ambos chicos eran físicamente parecidos. Pelo negro, aunque uno de ellos con reflejos azulados, ojos claros y tez pálida. La diferencia más notable era que, mientras uno iba totalmente libre y sin cargas, el otro cargaba con tres maletas y una bolsa. Bueno, eso sin contar con la personalidad. El más mayor, de apariencia tranquila y apacible. Aunque tuviese reacciones y, obviamente sentimientos, continuamente lucia un rostro impenetrable, acompañado por una leve sonrisa; por eso mucha gente llegaba a pensar en él como una persona con ‘cara de póquer’. El otro chico, en cambio. Era alegre y gritón por naturaleza. Como el muchas veces admitía, disfrutaba haciendo pasar vergüenza a sus amigos; la gente solía pensar en él como una de las personas más extrovertidas de su vida.

 

- Ahora que lo pienso… ¿¡Se puede saber por qué demonios estoy llevando tus maletas!?- Le gritó tirándoselas a la cabeza.

- ¡¡Ay!! Tatsu- kun, que cruel, no sé porq-

- ¡¡Aquí está!! Es esta- Lo interrumpió mientras señalaba alegremente un edificio.

- Al fin… De todas maneras ¿Quién en este mundo compra una casa sin haberla visto antes?-

- Demonios, yo que sé, tampoco sabemos cuánto podremos quedarnos…- Le respondió, susurrando la ultima parte.

 

En un momento, los dos jóvenes se pusieron serios. Con resignación y menos que pocas ganas, ambos entraron en lo que desde ese momento iba a ser su nueva casa. Situada en Akihabara, uno de los barrios otakus más celebres de Japón, era un piso amplio y bastante grande para solo dos personas. Bien iluminado aunque decorado de forma simple. Esa iba a ser la nueva residencia de Takao Kazunari y Tatsuya Himuro.

Con tranquilidad por parte de Tatsuya y gran alboroto por parte de Takao. Comenzaron a limpiar el piso, colocar las cosas y deshacer el poco equipaje que habían podido traer con ellos. Kazunari corria de un lado para otro inspeccionándolo todo y creando un poco más de caos del que ya había. Su compañero en cambio, lo observaba todo con tranquilidad asegurándose que estaba todo como el había pedido.

Cuando terminaron, exhaustos y bastante hasta las narices, se dieron cuenta que, con tanto alboroto, se les había pasado la hora de comer. Siendo asi que, pensaron que tal vez sería una buena idea tomar algo. Asi que, mientras Tatsuya cocinaba, el único en esa pareja con habilidades para hacerlo, el otro pelinegro puso la mesa y sacó los platos.

 

- Mira, Tatsu- kun ¿me ha quedado bonito, no?- Girándose a demanda del menor, observó la que había montado para una simple cena. Simplemente sonrió como respuesta- Soso…- Le dijo el otro sacándole la lengua.

 

Esa era una de las características que más le impresionaba de Kazunari y que más le había encantado desde que le conoció. Por muy jodida que estuviera la situación, el siempre encontraba la forma de hacer sus vidas un poco más… divertidas, bonitas, normales. Una vez más, como solía hacer últimamente, se puso a pensar en las circunstancias que les llevaron a conocerse y a formar el magnífico equipo que eran ahora.

A diferencia de él, Takao había crecido en un barrio marginal, no sabía dónde la verdad. Su compañero no era muy dado a hablar de su infancia o de como había llegado hasta la universidad. Lo único que sabía Tatsuya es que no tenía familia y que no contaba con nadie en ese mundo. Él en cambio, conoció la comodidad de una vida fácil desde bien pequeño. Con padre y madre empresarios, había gozado de poder hacer y deshacer a su antojo; clases de arco, hípica, Taekwondo, aparatos tecnológicos, los más modernos por supuesto. Y en uno de sus nuevos caprichos, fue como conoció al que ahora era su mejor amigo.

De un día para otro, a un joven Himuro se le ocurrió que su pasión por la tecnología tenía que ser dirigida hacia algo más productivo, por lo que se empeñó en entrar en la Universidad. En eso, como en el resto, fue complacido. Ahí conoció a Kazunari, el primer día, el pelinegro llegó tarde, muy tarde. Pero para sumarle gracia al asunto, entró de forma descarada y llamando completamente la atención. Aun no sabía cómo había conseguido librarse, quizá ese misterioso encanto que poseía  lo había ayudado.

Takao, al contrario que Tatsuya, había tenido que estudiar y trabajar duramente para llegar hasta ahí. Y se enorgullecía de ello, de hecho, presumía que habían sido sus habilidades las que lo habían conducido hasta la universidad. Si se paraba a pensar, Tatsuya no recordaba en que momento se hicieron amigos.

 

- ¿Tatsu? ¡Tatsu!-

- ¿Eh? – La llamada lo había pillado completamente desprevenido.

- Se. Te. Que. Ma.- Canturreó el pelinegro y rió divertido cuando su amigo saltó intentando arreglar ese desastre.- No es propio de ti quemar la comida ¿qué ocurre?- Preguntó Kazunari, con un gesto extrañamente serio.

- Nada… Estoy… preocupado. – A Tatsuya le costaba muchísimo expresar sus sentimientos, pero con el tiempo y solo con él, había conseguido hacerlo.-

- No te preocupes por ellos, estarán bien…- Kazunari, adivinando sus pensamientos, le acaricio levemente la espalda.

- ¡Pero aun no han llamado!- Masculló Tatsuya.- Tenían que haber llamado ¿y si los han atrapado?…-

- Vamos a comer, Tatsu…-

 

La comida transcurrió en completo silencio. Tatsuya, perdido en sus pensamientos. Kazunari, a su vez, quería hacer algo por su amigo, pero no tenía ni idea de qué. Ojala fuese tan fácil como coger el teléfono y llamar. La gente normal lo arreglaba todo con una sola llamadita de pacotilla. Y aun así, no los envidiaba. Disfrutaba de su vida más de lo que nunca lo había hecho.

 

- Lo siento, Kazu…- Susurró de momento el otro, sacándole de sus algo alegres pensamientos.

- ¿Qué cosa?- Le preguntó en respuesta, algo confundido.

- Esto, todo esto, si no fuera por mí, tu…-

- ¡Eh! Párale a eso, capullo- Tatsuya quedó un poco sorprendido, Takao no era alguien que tendiese a usar palabras malsonantes, él era más… de cosas bonitas.- Te voy a decir algo y espero no tener que repetirlo. TÚ, ser amorfo, me has dado más de lo que nunca podía haber imaginado, así que ve cerrando esa boca tan grande que tienes.-

- Pero-

- NO, ya vale Tatsu- kun, no hay problema en esto, deja de comerte la cabeza.- Terminó de decir negando con la cabeza.

 

Suspirando, Himuro se levantó para ayudar a su amigo a recoger la mesa y fregar. Pero en eso, escucharon un ruido proveniente de la ventana de la que iba a ser la habitación de Himuro; palidecieron a la vez. Sacando dos pistolas que hasta ahora habían llevado guardadas bajo las camisetas, se escondieron tras una de las paredes que hacían esquina. Marcando el gesto de silencio, Takao fue el primero el salir de la habitación, con sigilo y siempre intentando tener algo delante que lo protegiese o escondiese. De la misma forma, él fue el primero en entrar en la habitación, con la pistola por delante; Himuro un paso por detrás de él, cubriéndole las espaldas.

 

- ¡¡JODER!!- Gritaron al unísono. Y es que, todo ese estruendo había sido causado por un simple y pequeño gatito que parecía haber entrado por una de las ventanas de la cocina sin que ellos lo notaran.

 

 

Unas horas después, un enfurruñado Tatsuya se encontraba observando a un completamente feliz Kazunari.

 

- ¡Mira que precioso es!- Repetía una y otra vez- ¿Nos lo podemos quedar, no?

- Que sí, Kazu, que sí- ¿qué más podía hacer? Por su culpa su amigo había tenido que dejar su vida atrás; un gato no podía hacerles daño. Ni siquiera ese tan gordo.

- ¡Oh, gracias Tatsu- kuuuuuuun!- La situación continuó de una forma parecida hasta que su nuevo teléfono sonó estridente; ambos se miraron alertados.

- ¿Sí?- Pregunto el pelinegro.- Dios, sí, entiendo, gracias, bien.- Poco después, Himuro colgó y suspiró aliviado. Takao, quien había estado conteniéndose saltó encima de su amigo, pidiendo explicaciones.

- Están bien, Kazu, están bien- Sus ojos se llenaron de lágrimas cuando el pelinegro saltó encima suyo, abrazándolo.

 

Lo que no sabían ninguno de los dos, es que estaban siendo vigilados muy de cerca.

 

Notas finales:

¡¡Espero que os guste!! Ya se que no es lo que se suele leer por aquí... Pero no sé por qué me pareció una buena pareja gegege


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