Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Wild Feelings por California Night

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Buenas tardes chicxs! Aquí una nueva entrega. ¡Esto va viento en popa!

-          Ese  color también te queda muy bien. – La mujer regordeta de avanzada edad volvió a dirigirse hacia la cama, donde habían extendidos dos vestidos más: uno de color fucsia y otro de color verde oscuro. – Pero este sin embargo realzaría el color de tus ojos.

-          Madeleine, ¿De verdad es necesario que vengas hasta aquí para traer los vestidos? – Suspiré por cuarta vez al ver a la mujer volver a analizar cada detalle de todas las prendas.

-          Su padre fue muy estricto, señorita Jones. – Se acercó a mí con gesto sereno. – Como usted se ha independizado y vive fuera de casa, tanto yo como Steven tenemos que venir a usted. – Carraspeó y volvió a coger el vestido verde oscuro, colocándolo al lado del granate que llevaba ya puesto. – Algo así como “Si Mahoma no va a la montaña, la montaña irá a Mahoma”.

-          ¿Puedes al menos no tratarme de usted? – Me encogí de hombros. Aquello me hacía sentir rara, muy rara. Madeleine había sido la encargada de mi vestimenta de eventos desde que nací.

-          Ya sabes que su padre en cuanto a protocolo…

-          Robert. – Aclaré fugazmente. – Robert no está aquí. Así que llámame Chloe. Estamos en mi casa, así que son mis normas. ¿De acuerdo?

-          De acuerdo, señorita J…. – Alcé el ceño y Madeleine acalló. – Chloe.

-          Bien. – Sonreí con gusto y me levanté de la cama. - ¿Con qué zapatos debería combinar este vestido? – El vestido se ceñía a cada curva de mi cuerpo, era de tirantes y en la zona del pecho se abría un escote muy juguetón, pero a la vez formal.

-          Con estos de aquí. – Me extendió unos tacones altos del mismo color que el vestido y me sonrió amablemente.

-          ¿Y quién es ese capullo que cumple años? – Madeleine rio un poquito, tapando recatadamente su boca.

-          Es dueño de una de las grandes multinacionales de seguridad del mundo. – Continuó, intentando captar mi atención pero yo estaba demasiado concentrada en colocarme aquellos zapatos. – Su padr… Robert. – Sonreí instintivamente y me levanté. – Estará bastante interesado en llamar la atención del Señor Rottom.

Me coloqué frente al espejo, echándome un rápido vistazo. Tenía un maquillaje ahumado que recalcaba mis ojos de manera increíble, dotándoles de un azul muy intenso. El pelo lo tenía colocado sobre el hombro izquierdo, con unas leves ondulaciones que bajaban como una cascada. Los labios rojos pasión. Toda una femme fatale.

-          Madeleine. – La mujer paró el monólogo que estaba realizando sobre qué bolso combinaba mejor y se giró, viéndome maravillada.

-          Estás preciosa, cielo. – Su gesto de admiración cambió a uno de preocupación. - ¿Qué ocurre?

-          ¿Crees que… - Tragué saliva y desvié la mirada hacia mis pies. – mi madre estaría orgullosa? – Adoptó un gesto tierno y acarició mi brazo con cariño.

-          Trabajé para tu madre durante muchísimos años… - Dejé de mirarme al espejo y miré a la mujer. – Siempre con una sonrisa, siempre con determinación… conseguía todo lo que se proponía. – Se giró y recogió los vestidos esparcidos por la cama. – Y nunca hacía nada de lo que no estaba segura. – Me miró. -  Si realmente no quería hacer algo, no lo hacía.

-          Yo… no quiero nada de esto.

-          Lo sé, cielo. – Colocó sus manos sobre mis brazos y los apretó levemente. – Necesitas valentía. Dar el paso.

-          No aguanto ni una más, Madeleine.

-          En el fondo sabes que no estás preparada para dejar atrás todo esto…

-          Pero…

-          Reunirás el valor que necesitas, cielo. Te lo prometo. – Acarició mis mejillas y sonreí débilmente. – Ahora vamos, que Steven está esperando.

Vivía en un ático situado cerca de la costa. Hacía ya casi un año que me había independizado, pero no me había librado de asistir a esos estúpidos eventos para mantener el apellido de mi familia. Menuda estupidez. El mantener las apariencias me daba asco. Pero no podía dejar de asistir y desaparecer así como así. Si mi padre movía tan solo un dedo, podrían hacer que me despidiesen y que nunca me volviesen a contratar en ningún sitio. Estaba atada de pies y manos.

-          Buenas noches, señorita. – Hizo una leve reverencia a la par que abría la puerta del coche. – Está usted guapísima.

-          Gracias Steven. – Sonreí de manera sincera. – Ya sabes que no tienes por qué tratarme de usted.

-          Le guardaré mi más profundo respeto en todo momento. No podría tratarla de otra manera. – Rodé los ojos, Steven siempre era tan correcto aun teniendo una relación amistosa. – Estaré a su entera disposición toda la noche. Avíseme de cualquier cosa que necesite.

-          Entonces conduce muy lejos de aquí. – Suspiré y me apoyé sobre la ventana. – No quiero ir a esa estúpida fiesta.

-          Créame que lo sé. – Conectó su mirada con la mía a través del retrovisor. – Yo mismo la llevaría a cualquier otro lugar sino fuera por las consecuencias que podría acarrear…

-          Entonces sólo me queda fingir toda la noche. – Volví a suspirar. – Qué remedio.

Llegamos al complejo al cabo de unos minutos, era un gran jardín adornado con las decoraciones más exquisitas y lujosas que podía llegar a imaginar. Apostaría que hasta los peces que nadaban en la fuente llevaban joyas en las aletas. En la puerta principal había una gran alfombra roja que conducía al interior de la casa, dicha alfombra estaba repleta de cristalitos brillantes. Todo un lujo.

Las personas se encontraban en el jardín, disfrutando del cóctel previo a la gran fiesta. Los camareros iban vestidos con uniformes oscuros y se desvivían por ir de un lado a otro satisfaciendo los deseos de cada una de las personas que se encontraban allí.

-          Buenas noches, Señorita Jones. – Un hombre alto, entrado en años y con canas bien peinadas hacia atrás se acercó, realizando una pequeña reverencia. – Su padre la espera. ¿Sería tan amable de acompañarme? – Asentí con una pequeña sonrisa y lo seguí hasta la parte derecha del jardín.

-          ¿Le apetece, señorita? – Una bandeja llena de copas de vino se posó frente a mí. Un apuesto camarero me ofreció una de ellas con una amable sonrisa.

-          Claro. – Agarré una de ellas y la levanté levemente. – Gracias. – Se retiró manteniendo esa agradable sonrisa y seguí al mayordomo.

-          Señor Jones, Señor y Señora Rottom. – El mayordomo captó su atención. – La señorita Jones está aquí. – Adelante un par de pasos de manera elegante y realicé una pequeña reverencia.

-          Buenas noches, Sr. Y Sra. Rottom. – Fingí una sonrisa. – Es todo un honor para mí estar aquí, gracias por invitarnos.

-          Oh Robert, ¡Qué hija tan elegante y educada! – El Sr. Rottom se acercó y depositó un beso sobre el dorso de mi mano. – Es todo un placer teneros aquí.

-          Un placer, querida. – Devolví la reverencia a la Sra. Rottom y me sonrió cálidamente.

-          Su padre nos ha dicho que usted está trabajando como intérprete y traductora de varios idiomas en una de las grandes empresas del país. – Asentí y éste sonrió. – Es toda una hazaña para una señorita de tan solo 23 años.

-          Gracias por el reconocimiento Sr. Rottom, me costó mucho trabajo llegar hasta donde estoy… - Y era totalmente verdad, horas y horas de estudio, sacrificio, sudor y lágrimas. Y nunca recibí un “enhorabuena” por parte de la persona que me llama “hija” cuando le interesa.

-          No lo dudo. – Volvió a sonreír plácidamente y alzó su copa, brindando con la mía. – ¡Por tu esfuerzo y dedicación! – Tragué saliva y un nudo se formó en mi estómago. ¿De verdad aquel señor que acababa de conocer, había puesto más empeño en mí que mi padre en todos estos años?

-          Es usted tan amable. – Mi padre interrumpió, volviendo a llamar la atención de ambos. - ¿Sabe? Estoy intrigadísimo en que me cuente lo del nuevo proyecto en el que está trabajando… - Entabló una conversación con el señor Rottom y suspiré pesadamente, qué pesadez. ¿Qué se supone que debía hacer yo ahora? ¿Estar ahí como un florero? La señora Rottom se disculpó para ir a recibir a un par de invitados que acababan de llegar y yo decidí acercarme a la mesa donde se disponía todo tipo de bebida y comida. Igual el alcohol me ayudaba a hacer esto más llevadero.

-          ¿Otra vez vino blanco? – Una voz a mis espaldas que reconocí perfectamente se coló a través de mis oídos.

-          Dime dónde está el whisky y dejaré el vino. – Soltó una pequeña risita y giré sobre mis pies hasta encontrarme con los mismos ojos grises que la tarde anterior. Su pelo esta vez estaba recogido en una coleta alta, dejando dos mechones ondulados caer con gracia a cada lado de su rostro.

-          Alguien acaba de llegar y ya se quiere marchar, ¿eh? – Suspiré pesadamente y vi cómo reponía varias copas de vino para colocarlas sobre la bandeja de su mano izquierda. La vi tan concentrada que me quedé embobada en las pequeñas pequitas que tenía sobre el rostro.

-          ¿Acaso tú no?

-          Me conformo con que no vuelvan a echarme el vino encima. – Reí levemente al recordar la escena del día anterior. – No es gracioso, Jones.

-          Uh, ¿Jones?

-          ¿Es tu apellido, no? – Se encogió de hombros y se giró cuando tuvo la bandeja de nuevo repleta de copas de vino. – No me dijiste tu nombre.

-          Chloe. – Alzó el ceño y sonrió satisfecha. Se acercó lo suficiente a mí como para susurrar antes de marcharse y atrapo mi brazo entre la palma de su mano. – El whisky está detrás de los bombones de la otra mesa.- Se alejó lo suficiente como para perderla de vista y sonreí de lado. Parecía que la noche mejoraba. Aunque sea un poco.

-          Señorita Jones. – Giré sobre mis pies y me encontré con la mirada burlona de Eddie, hijo de una gran empresaria de moda. Eddie era mi mejor amigo, nos conocíamos desde que éramos pequeños y teníamos una relación muy especial. - ¿Quiere que le rellene su copa? – Hizo un gesto galán y me mostró una botella de un gran whisky de calidad que asomaba tras su americana negra.

-          ¿La has tomado presada? – Ironicé y sonrió.

-          No se darán cuenta. – Colocó su mano sobre mi cintura y me dejé dirigir por él hasta dentro de la enorme mansión, pasando totalmente desapercibidos por la gran cantidad de gente que había en ese momento. – Esto es la despensa, no entrará nadie con todo el jaleo que hay ahí fuera.

-          ¿Cómo sabes de la existencia de este lugar? ¿Has entrado antes? – Alcé el ceño y me apoyé sobre una de las estanterías.

-          Digamos que… un camarero muy simpático me lo ha dicho.

-          Eddie. – Él me sonrió. - ¿No te lo habrás follado aquí, no?

-          Justo en esa estantería donde te apoyas.

-          ¡Eddie! – Me aparté rápidamente y le di una palmadita sobre el brazo.

-          ¡Oh, vamos! Ni que tú fueras una santa.

-          Abre esa botella de una vez. – Lo fulminé con la mirada y éste sonrió.

-          ¡A la orden! – Destapó la botella con un leve y rápido giro de muñeca. Bebí directamente de la botella y tosí fuertemente. – Uh, con tranquilidad, fiera.

-          Dame eso. – Arranqué la botella de las manos de Eddie y volví a dar un par de largos tragos. – Necesito que esta noche pase muy rápido.

-          Espero que puedas salir por tu propio pie. Menudo ritmo. – Esta vez bebió él y carraspeó fuertemente.

-          Oye. – Alcé el rostro. – ¿Y esa camarera tan guapa con la que charlabas antes? – Rodé los ojos y volví a beber.

-          No sé… de quién me hablas.

-          El hecho de que lo niegues es… interesante.

-          No quiero hablar. Solo beber.

Mis zapatos ni si quiera sabía dónde estaban, me los había quitado en algún momento de la noche y los había dejado por ahí tirados. Estaba junto a Eddie, ambos apoyados en la pared de aquella despensa y acabándonos esa botella de whisky. Reíamos con cualquier tontería, sobre todo cuando nuestras lenguas se enredaban solas y no podíamos articular palabra debido a la torpeza. La puerta se abrió y ambos emitimos una gran carcajada al ver las caras de los presentes.

-          ¿Chloe? – Volví a reír al ver la cara desencajada de Megan. Había entrado con el apuesto camarero que me había recibido al principio de la fiesta.

-          ¡A es-esta camarera m-me refería! – Me dio unos leves codazos sobre el costado. – ¡H-hola Andy! – Se dirigió esta vez al chico.

-          ¿Este es el camarero que… hip t-te has tirado? – Asintió con orgullo y chocamos los cinco. – T-tienes muy buen ojo. Estoy orgullosa de ti.

-          T-tú deberías echar un buen… hip polvo. – Colocó el brazo sobre mis hombros y apoyó su cabeza sobre la mía. – L-lo haría yo, p-pero soy gay y sería muy raro. – Intenté ahogar una carcajada que fue imposible. - ¿Cómo se llamaba la chica que… ya sabes…

-          Hannah… - Coloqué una mano sobre mi frente ya que sentía que todo me daba vueltas. – Igual debería llamarla.

-          Ejem, ejem. – El apuesto camarero, Andy, algo sonrojado por la confesión de Eddie, se acercó. – No deberíais estar aquí, todo el mundo se encuentra dentro de la mansión.

-          Estaréis mejor en el jardín. – Intervino Megan. – Así os da el aire y se os pasa la pájara.

-          No creo ni que pueda levantarme.

-          ¡V-vamos arrrrriba! – Eddie vitoreó, levantándose de un salto y agarrándome por el camino, perdió el equilibrio y casi nos comemos el suelo de una manera literal. Tanto Megan como Andy llegaron a tiempo e impidieron nuestra caía.

-          No me jodáis que os habéis bebido la botella de whisky entre los dos. – La del pelo cobrizo me miró y yo sonreí de manera inocente. – No podéis salir así... ¿Dónde tienes el teléfono? – Mientras Andy intentaba convencer a Eddie de algo que no llegué a comprender, Megan captó mi atención agarrándome de ambos brazos. – Llamaré a tu chófer y le diré que te lleve a casa. Volvió a agarrarme cuando sintió que me tambaleaba y con discreción me escabulló entre todos los invitados. – Steven me ha dicho que está en la parte de atrás, enseguida estarás en casa. – Abrió mi bolso y observó que no tenía las llaves de casa dentro. - ¿Te has olvidado las llaves de casa? – Encogí los hombros como si la cosa no fuera conmigo y volvió a agarrarme al ver como tambaleaba.

-          ¡Señorita! ¿Cómo está? – Steven se acercó con paso apresurado, ayudando a Megan a sostenerme.

-          Borracha. Está borracha. – Contestó a la vez que emitía un largo suspiro. – Y no lleva consigo las llaves de casa.

-          Esto es un desastre. – Analizó la situación y prosiguió. – No podemos llevarla a casa de su padre… o me temo que las consecuencias serán nefastas. – Negué con la cabeza rápidamente y me mareé al hacerlo.

-          Llévenos a mi casa. – Megan intervino.

-          ¿No está trabajando? – Asintió.

-          No notarán la ausencia de un camarero. – Se encogió de hombros.

-          De acuerdo. – Steven me cargó en brazos y me llevó hasta el coche de tintados cristales que traía consigo. – Procure no moverse, Señorita Chloe. Se mareará. – Apoyé mi cabeza sobre el cristal y Steven mantuvo una pequeña conversación con Megan.

-          ¿Whisky? – La del pelo cobrizo alzó el ceño.

-          ¿Ya lo ha hecho más veces? – Steven asintió con un suspiro y arrancó el coche.

-          No soporta estas fiestas… - En una de las curvas que el coche tomó, perdí levemente el equilibrio, apoyándome en Megan.

-          ¿Estás bien? – Susurró en mi oído, agarrándome. Contesté con un gemido inaudible y dejé el peso sobre su hombro. – Si no le gusta… ¿Por qué acude a ellas?

-          Es lo que conlleva su apellido.

-          Menuda tontería… - El silencio reinó en el coche: Megan intentaba sostenerme para que no cayese hacia delante, Steven estaba atento a las indicaciones que ésta le daba para llegar a su casa y yo simplemente me dedicaba a intentar no desfallecer.

-          ¿Es aquí, señorita? - Asintió y sentí cómo me cargaba. Vaya si tenía fuerza. Me dejé caer sobre su costado y me volvió a atrapar.

-          Gracias, Steven.

-          Gracias a usted por cuidar de la señorita… Aquí tiene mi número por si necesita cualquier cosa. – Lo tomó entre sus manos y lo guardó en el bolsillo de la americana del uniforme. - ¿Necesitan ayuda?

-          Estaremos bien, Steven. – Hizo una reverencia y se marchó, dejándonos a ambas solas.

-          ¿Puedes andar?

-          S-s-sí… - Tropecé con mis propios pies y me agarro.

-          No. No puedes. – Suspiró. – A ver cómo me las ingenio para subirte hasta casa… El ascensor está estropeado. – Me miró cómo me apoyaba a duras penas sobre la fachada. – Sube. – Se agachó y esperó a que me subiese a horcajadas sobre su espalda. - ¡Vamos! – Caí desplomada sobre su espalda y me agarró a duras penas colocándome sobre su espalda. Subimos un par de pisos y mi cabeza cayó sobre el hueco de su cuello.

-          Hueles muy bien… - Aspiré instintivamente y ella ahogó un gemido.

-          No podré subir más pisos si me sigues respirando de esa manera. – Tragó saliva. – Y tan cerca de mi cuello.

-          ¿Y por qué… no?

-          Chloe… Por favor.

-          Está bien. – Suspiré.- Eres una aburrida…

-          Y tú estás borracha, no sabes lo que haces. – Buscó las llaves entre sus bolsillos y torpemente abrió la puerta.

-          Bienvenida a casa. – Me condujo hasta la primera habitación a la derecha del pasillo y me tendió sobre la cama. – Te sacaré algo de ropa, estarás más cómoda que con ese vestido. – Agarró unos pantalones cortos y una camiseta de tirantes que encontró por su armario y me la tendió sobre la cama.

-          N-no encuentro… - Reí a carcajadas. – L-la cremallera.

-          Has bebido demasiado. – Se acercó y se colocó detrás, atrapando la cremallera entre sus dedos, deslizándola hacia abajo. Sentí al instante una gran liberación al no sentir aquella tela ceñir mi piel. – Levanta un poco las piernas. – Obedecí y sacó el vestido por la parte de abajo. Sonreí y pasé mis dedos por las hebras de mi pelo, como acariciándolo. Megan se quedó justo delante de mí, observando cada movimiento.

-          ¿Quieres… una foto? – Sonreí cínicamente y se despertó de su ensoñación.

-          Quiero que te pongas esto. – Levanté los brazos y la miré con gesto suplicante. – Está bien… - Colocó ambas prendas y me dejé caer sobre la cama. Todavía sentía toda la habitación dar vueltas sobre mí.

-          Necesitas dormir. – Escaló hasta estar a mi altura y rió al ver mi cara. – Si necesitas algo, llámame, dormiré en el sofá. – Sus ojos grises profundos y sus ondulaciones cobrizas cayendo por un lado de su rostro, hicieron que la habitación que daba tantísimas vueltas se parase durante unos segundos. – Oye, Chloe… - Alce el ceño y esperé a que continuase.- A veces hay que ser valiente y dejar ciertas cosas atrás… Aunque te de miedo lo que vendrá.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

<3


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).