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Cantarella (Riren/Ereri) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

CAPÍTULO 14:

(INOCENCIA)

GÉLIDA NOCHE

 

Quédate con quién te cubra del frío, te cobije ante el miedo y te cuide del mal; y todo eso suceda con un abrazo.

(Antoine de Saint-Exupéry, El Principito).

 

 

 

—Tal vez le pida que se quede con nosotros para siempre.

Nada más dejar salir aquella frase de su boca —y observar como los oscuros ojos grises de Mikasa se llenaban de un velado rencor teñido de pavor—, Eren supo que acababa de meterse en problemas. No era que realmente planeara pedirle aquello a Levi, por supuesto, pero su hermana lo tenía ya tan harto con sus constantes berrinches sobre lo horrible que era tener al otro viviendo con ellos, que él quiso castigarla un poco; además, lo cierto era que algunas veces sí había fantaseado con la idea, un poquito al menos, sobre todo durante las noches en que las pesadillas no lo dejaban dormir y el sueño se volvía esquivo. Tener al primo de Mikasa viviendo con ellos era lejos lo mejor que le había ocurrido durante el último año.

—¡Eren, no puedes! —le dijo con vehemencia la chica, quien se hallaba sentada en el peldaño más bajo de la escalinata de piedra de la entrada de la casa, donde llevaban ya un rato jugando mientras esperaban a que Hange y Levi regresaran de sus compras. Los labios de esta se encontraban tan apretados por el evidente disgusto que sentía, que apenas parecían una línea en su pálido rostro.

—¡Claro que puedo! —insistió él en una respuesta combativa, frunciendo el ceño tanto como su hermana y lanzándole una de las castañas asada que estaba comiendo, la cual esta capturó hábilmente en el aire antes de que la golpeara.

—¿Pero no se supone que Levi ya tiene su vida en la capital? —cuestionó Armin interrumpiéndolos. De rodillas en el suelo humedecido tras la llovizna de esa mañana, este había estado observando el avance de un grupo de hormigas tardías que aún se afanaban en llevar comida hacia el que, de seguro, era su refugio dentro de la casa; en ese momento, sin embargo, sus azules ojos se posaron en él con curioso detenimiento—. Si solo ha venido a ayudar a tu madre con ustedes durante unos pocos meses como te dijo, Eren, entonces se marchará pronto, ¿no?

—¡Armin! —Nada más captar su verde mirada sulfurada, advirtiéndole que cerrase la boca, su amigo se calló de golpe, disimulando pésimamente su nerviosismo cuando contempló a Mikasa, quien parecía muy interesada en aquello.

—¿De verdad Levi se marchará pronto? —le preguntó esta, esperanzada.

—¡Claro que no! Deja de decir estupideces, Mikasa. Y tú también, Armin —advirtió a su amigo, lanzando otra castaña en su dirección, la cual golpeó al niño en la frente antes de caer al piso.

Siendo consciente de lo muy ansiosa que su hermana se había puesto por la visita de su primo cuando su madre les contó que este llegaría a Shiganshina y se quedaría un tiempo con ellos, Eren decidió confiar solamente a Armin aquella conversación que mantuvo con Levi la primera noche tras su llegada.

Mikasa había acabado aceptando a regañadientes el que este se quedara con ellos, pero todavía seguía resquemándole enormemente que fuese su parentesco con ella el motivo por el que Levi decidiera presentarse allí para ofrecer su ayuda. Eren, por el contrario, sentía que ese lazo que ambos compartían era algo envidiable, y odiaba muchísimo el hecho de que fuese su hermana quien lo tuviera con este y no él.

Mikasa en algunas ocasiones era tan tonta…

—Entonces voy a pedirle que se marche —dijo en esa ocasión su hermana, insistiendo con el tema. Enterrando la mitad del rostro en la roja bufanda que llevaba sobre el blanco suéter, acodó sus brazos sobre sus piernas cubiertas por vaqueros rosas y dejó que las mangas de este cubrieran sus pálidas manos—. No necesitamos a Levi aquí. Estábamos muy bien antes de que él llegara.

—¿Estábamos bien, Mikasa? ¡Si habían asesinado a papá y mamá parecía asustada por todo! —la contradijo Eren, airado—. Antes de que Levi llegara, mamá ni siquiera nos permitía salir a la puerta de casa sin su permiso. ¡Ni siquiera podíamos ir a jugar a casa de Armin, ¿recuerdas?! ¡Necesitamos a Levi!

—Seguimos sin poder salir de casa si no es en compañía de mamá o suya —protestó Mikasa una vez más—. Y Armin viene todos los días.

—¡Viene porque está Levi!

Harta, Mikasa miró a su rubio amigo muy seria.

—¿Es verdad eso, Armin?

—Bueno… es que él nos está enseñando a defendernos. —Poniéndose de pie, este se limpió las manos enterradas en las perneras de sus vaqueros celestes, dejándolos hecho un asco—. Y… yo creo que Levi es alguien agradable, Mikasa. Aunque a veces de un poco de miedo.

Sintiéndose triunfante, Eren dejó escapar una risotada y bajó de un salto los peldaños de la escalinata para llegar junto a Armin y pasarle uno de sus brazos por el cuello, haciendo así un frente común ante la chica que ahora los observaba enfadada.

Sin embargo, aunque odiara admitirlo, Eren no pudo negar del todo que lo que su hermana acababa de decirle era bastante cierto. A pesar de la presencia del otro hombre en casa, las restricciones impuestas por su madre no se habían relajado ni un poco.

Desde la muerte de su padre —un año atrás—, su progenitora había dejado de darles tanta libertad como hacía antes, y eso se tradujo en que las horas de juego en el bosque se convirtieron en algo inexistente, y que en tardes como aquella solo podían quedarse sentados fuera de casa jugando entre ellos y platicando, a pesar de lo muy aburrido que era.

Armin, siempre tranquilo y curioso, no se había visto afectado en absoluto por no poder explorar libremente a su antojo como antes, porque mientras hubiese libros y amigos para compartirlos, este se sentía contento; y Mikasa, en extremo obediente con lo que su madre dijera, no protestó ante las nuevas restricciones, tan solo acatándolas y cuidando de que ellos lo hiciesen a su vez. Para él, sin embargo, que estaba habituado a ser libre y corretear por todas partes buscando nuevas aventuras, aquel encierro se convirtió en un castigo. Eren se había sentido como un prisionero por no poder hacer lo que deseaba cuando lo deseaba, y acabó odiándolo; sin embargo, cuando Levi llegó a vivir con ellos y con eso la oportunidad de hacer miles de cosas divertidas bajo su supervisión, él volvió a sentirse vivo y feliz. Incluso, ¡ahora este les estaba enseñando a pelear y defenderse! Algo que Eren estaba seguro de que no hubiese ocurrido nunca jamás si Levi no hubiera hablado personalmente con su madre para que esta aceptara que aprendiesen a pelear.

Sí, aquel hombre era el mejor, aunque su tonta hermana se negase a verlo y, mucho menos, reconocerlo.

—Además, cuando salimos con Levi nos lo pasamos bien, ¿verdad, Armin? —insistió él una vez más, odiando un poco la expresión de total pánico que reconoció en los azules ojos de su amigo, al verse metido en ese embrollo, y la de absoluto desprecio que surcó el rostro de Mikasa.

—¿Te la pasas bien permitiendo que este te apalee en sus «prácticas»? —inquirió esta con ojos tan combativos como los suyos, contemplando el feo corte que aún tenía en la ceja izquierda y el hematoma de aquella mejilla que todavía no se borraba del todo—. En verdad eres un tonto, Eren.

Previendo el inminente desastre que se avecinaba, Armin inspiró con fuerza y se puso de pie entre ambos, estremeciéndose un poco y pareciendo muy pequeño en su enorme sudadera azul oscuro.

—Chicos, no creo que sea buena idea que estén discutiendo ahora. Su madre podría venir en cualqui-

—¡La única tonta aquí eres tú, Mikasa! ¡Y eres mala y egoísta, por eso no quieres a Levi aquí! —explotó él al verse insultado por esta, sintiendo como todo se volvía rojo y violento a su alrededor e importándole nada que aquellos oscuros ojos grises ahora pareciesen demasiado brillantes a causa de las lágrimas no derramadas—. ¡Que mis padres te dejasen ser parte de nuestra familia no te da el derecho a no permitir que nadie más lo sea!

Apenas gritar aquello, Eren se arrepintió enormemente de sus palabras. No solo era por completo injusto decirle eso a su hermana cuando esta no tenía culpa alguna de lo que había pasado con sus padres, sino que también totalmente cruel, algo que sintió casi como un golpe al ver que las lágrimas realmente comenzaban a caer de los ojos de Mikasa.

—Mikasa, yo… —comenzó a disculparse, pero se vio interrumpido cuando esta se paró a toda prisa de su sitio y echó a correr calle abajo, dejándolos a ambos de pie allí, boquiabiertos y sin saber qué hacer.

—¡Mikasa! ¡Mikasa, regresa! —gritó Armin, pero su hermana ni siquiera se volvió a verlo. Luciendo totalmente determinado, a pesar de lo asustado que había parecido minutos antes cuando ellos comenzaron a discutir, su amigo se volvió a verlo y lo regañó muy serio—: Eren, sé que estás enfadado por lo de Levi, pero lo que acabas de decirle a Mikasa ha estado mal.

—Lo sé, demonios. Lo sé —masculló él con preocupación, contemplando aun el lugar por donde su hermana acababa de irse y preguntándose qué hacer para disculparse. Al contemplar que el cielo ya comenzaba a oscurecerse con el gris del acero a pesar de ser apenas las cinco de la tarde, cierto pánico lo embargó—. Iré a buscarla.

—¡¿Qué?! ¡¿Has perdido la cabeza?! —saltó Armin, evidentemente aterrado ante la posibilidad de que él se fuese solo y por su cuenta, como les tenían absolutamente prohibido hacer—. ¡Recuerda lo que tu madre dijo, Eren! ¡No pueden salir de aquí a menos que-!

—¿Y quieres que Mikasa ande sola por allí? —insistió él frunciendo el ceño, retador—. Ya está cayendo la tarde, y si mamá se da cuenta de que ella no está, va a castigarnos a los dos. Y de paso se lo contará a tu abuelo.

Armin gimoteó asustado.

—¿Y si mejor esperamos a que lleguen Hange y Levi de sus compras? —preguntó su amigo con aprensión—. Ellos tienen el coche, por lo que podrán buscarla más deprisa que nosotros. ¡No podemos irnos, Eren!

—No sabemos a qué hora llegarán. Hoy es Noche Buena, por lo que las tiendas deben estar a rebosar antes del cierre. Se tardarán —masculló él pensativo, mordisqueando su labio inferior sin piedad y sintiéndose bastante asustado por el cómo podría reaccionar su madre si llegaba a enterarse de que la habían desobedecido—. Iré a buscarla, no puede haber ido tan lejos —insistió determinado, ahogando todos sus temores en su autoimpuesta valentía—. Armin, tú te quedarás aquí y nos cubrirás si mamá sale a buscarnos. Está muy ocupada con los preparativos de la cena de esta noche y el desayuno de mañana, así que tenemos algo de tiempo.

—¡¿Y cómo se supone que voy a cubrirlos si no están?! ¡Tu madre no va a creerme, Eren! ¡Soy pésimo mintiendo! ¡Y mi abuelo me dijo que tenía que estar en casa a las seis! —lloriqueó Armin con el terror reflejado en sus enormes ojos azules.

Tras pensarlo unos segundos con detenimiento, una idea llegó a su cabeza, haciéndolo sonreír de oreja a oreja, por completo orgulloso de su plan.

—Si mamá te pregunta por nosotros, solo dile que estamos jugando al escondite y que a ti te ha tocado contar y buscarnos. No es tan diferente de la realidad, ¿verdad? Estaré aquí en menos de una hora —prometió a su amigo antes de echar a correr él mismo por donde su hermana se había ido, ignorando igualmente la llamada de Armin a sus espaldas y su propio sentido común que le decía a gritos que desobedecer aquella orden era una muy, muy mala idea.

 

——o——

 

Luego de media hora de intensa carrera y búsqueda por todos los sitios cercanos a casa que él pensó eran los adecuados para que Mikasa se escondiese, Eren llegó a la calle principal que enfilaba hacia el bosque y se sintió muy, muy enfadado con ella.

La tarde estaba cayendo con rapidez, por lo que algunas de las farolas ya se hallaban encendidas, alargando hasta lo imposible las sombras de las casas decoradas con motivos navideños, otorgándoles un aspecto lúgubre. El frío viento que se colaba entre las estrechas calles le había entumecido las manos y la piel del rostro, pero aun así él se sentía sofocado por el alto cuello de su suéter marrón y sus gruesos vaqueros azules debido a su alocada carrera de minutos atrás. Realmente le gustaba mucho más el verano, pensó mientras pateaba con desánimo una piedrecilla que rebotó en la solitaria acera. Le gustaban los meses cálidos cuando todo era camisetas, sandalias y pantalones cortos, los cuales le permitían correr a gusto y trepar árboles sin limitación alguna.

Asomándose disimuladamente dentro de la pequeña dulcería cercana donde su madre a veces los llevaba cuando se portaban bien, Eren oteó dentro por si su hermana estaba escondida allí, entre los últimos compradores de la tarde. A Mikasa le encantaban lo bonitas que lucían las golosinas dentro de las vitrinas, siempre tan coloridas y relucientes, por lo que cada vez que iban, ella se pasaba observándolas embobada; sin embargo, en esa oportunidad no hubo suerte para él.

Nada más salir de la tienda, vio como el flujo de peatones parecía haber disminuido drásticamente de golpe, siendo cada vez menos las personas que paseaban por las calles, de seguro porque ya habrían ido a resguardarse a sus propias casas para prepararse ante la celebración de aquella noche.

Al ver que por la acera del frente se aproximaba a paso ligero un hombre de negro cabello y abrigo, por un instante Eren sintió que su corazón se detenía en anticipación y renovada alegría; no obstante, al darse cuenta de que este no era Levi como había supuesto en un principio, una vez más se halló molesto y desilusionado. Estaba seguro que de haber sido el primo de Mikasa, este hubiese sabido perfectamente donde buscar a la tonta de su hermana para encontrarle en unos pocos minutos.

Al pensar en Levi y lo que Armin le había dicho un poco antes sobre su pronta marcha, Eren no pudo evitar sentirse algo alicaído. Él sabía bien que —tal como su amigo le había hecho ver— este tenía una vida muy lejos de allí, y que si no fuese por Mikasa, ni siquiera habría ido hasta Shiganshina en primer lugar; aun así, Eren en verdad no deseaba que Levi se marchase, aunque comprendiera que debía hacerlo en algún momento.

Tras el asesinato de su padre, muchas veces había sentido que el miedo era más fuerte que él. Se había convencido de que tenía que ser valiente para cuidar de su madre y Mikasa, ¡porque era su deber! Pero no era fácil, tuvo que reconocer. Cada vez que la noche llegaba y cerraba los ojos, todo parecía ser solo sangre y muerte a su alrededor, y aunque desde pequeño su padre le había enseñado que no existía motivo alguno para temer a esta porque era un proceso normal del ciclo de la vida, Eren había acabado descubriendo de la peor manera lo angustiante y definitiva que la muerte era, lo dolorosa que era, y el año que habían tenido que soportar después de la partida de este, había sido el más terrible en sus cortos diez años.

Pero entonces había llegado Levi a su vida y todo comenzó a cambiar una vez más para ellos.

Con todos sus malos modos, su trato cortante y aquella presencia fría que parecía mantener a todos lejos, aquel hombre llenó el espacio que había quedado tan vacío con la muerte de su padre. Su madre se mostraba mucho más tranquila y contenta, e incluso sus propias pesadillas habían disminuido de forma notoria tras su llegada, tal vez porque incluso él se sentía más seguro contando con su presencia en casa, porque, aunque este nunca se lo hubiese dicho directamente, Eren sabía que él era su favorito, más que Mikasa que era su prima, más que el obediente Armin e incluso más que su madre. Cuando estaban juntos y a solas, Levi reía más y se mostraba menos afilado en los bordes, bajando la guardia lo suficiente para permitirle vislumbrar lo verdaderamente amable y bueno que era; todo aquello que no dejaba ver a los demás.

Sí, Levi era lo mejor que le había ocurrido en mucho tiempo, y por eso Eren odiaba tanto el tener que compartirlo, detestando saber que no era por su causa que este seguía allí y que mucho menos sería por él que se quedaría. Estaba tan cansado de que las cosas no fueran nunca un para siempre…

Nada más pensar en aquello, algo pareció hacer conexión dentro de su cerebro y supo de inmediato donde debía estarse escondiendo su hermana. Cada vez que estaba triste, Mikasa insistía para que fuesen al cementerio a ver a su padre, ya que allí decía sentirse mucho más cercana a este para poder hablarle. Eren, sin embargo, detestaba con todo su corazón el ir allí. Siempre había sentido que aquel sitio estaba lleno de fantasmas, y no de aquellos que todos decían aparecían en la noche y asustaban, sino que de esos que le recordaban constantemente que existían personas muy malas que deseaban hacer daño a otros, y a las cuales él conocía bien porque fueron quienes le robaron algo irrecuperable.

Aun así, se armó de valor y se encaminó hacia donde se encontraba la iglesia y, por lo mismo, el único campo santo del lugar. Este no quedaba tan lejos de su casa, por lo que si apuraba el paso no tardaría tanto; aun así, realmente habría preferido poder tomar el autobús. Cada vez estaba más oscuro y el viento se volvía más frío, notó al mirar a su alrededor con preocupación, pero lamentablemente no había llevado dinero con él al salir y estaba seguro que de regresar a casa para decirle a su madre sobre sus sospechas, esta se encargaría de castigarlo durante todo lo que restaba de las vacaciones de Navidad e incluso tras el retorno a clases.

A pesar de que Shiganshina no era una ciudad tan grande en la zona central —donde ellos vivían—, hacia la periferia era enorme debido a la vasta área de cultivo que esta poseía, por lo que el paseo se convirtió en algo bastante solitario. Poco a poco la única iluminación existente fue la de las farolas que alumbraban las calles y el viento que arreciaba se volvió algo más gélido, colándose bajo su ropa hasta hacerlo tiritar y maldecirse por no haber llevado su anorak para protegerse; además, cada vez se veía menos gente transitando por allí, lo que comenzó a inquietarlo un poco.

Al encontrarse con una anciana que paseaba junto a sus pequeños perritos, Eren se acercó para preguntarle la hora. Amablemente esta le informó que ya pasaban por mucho de las seis, por lo que lo instó para que se marchase ya a casa antes de que se metiera en problemas con sus padres; no obstante, tras agradecerle, con cierto desánimo él pensó en que por desgracia aquella advertencia llegaba bastante tarde.

¿Por qué simplemente no había podido quedarse callado y no decirle aquello a Mikasa?, se preguntó Eren desesperado. ¡Si ni siquiera lo sentía en realidad! Él en verdad estaba muy contento con la decisión de sus padres sobre adoptarla y el que esta ahora fuese su hermana, sin embargo Mikasa a veces era tan mala con Levi, que Eren lo sentía injusto y no podía contenerse. Ella era quizá la única que podría lograr que este decidiera quedarse, y aun así no hacía más que insistir hasta lo imposible en que debía marcharse de allí y dejarlos en paz, algo que a él lo entristecía tanto como lo enfurecía.

Eren no supo con exactitud en que momento sintió que algo estaba mal, pero repentinamente comenzó a tener miedo y su instinto lo puso en alerta. No era un miedo angustiante como el que solía invadirlo durante sus peores pesadillas nocturnas, pero sí se sintió angustiado de una manera que no comprendía del todo, casi como si se estuviese ahogando y necesitara salir corriendo, del mismo modo en que lo hacían los animalitos del bosque cuando se sentían en peligro.

Intentando ser valiente, inspiró profundo y apretó los puños dentro de los bolsillos de sus vaqueros hasta sentir las uñas clavársele en las palmas, mordiendo su labio sin piedad para no ponerse a gritar y rogando en silencio porque no se notase su creciente pánico.

Apuró el paso lo más que pudo, pero cuando aquella incómoda sensación se acrecentó e hizo que se le erizasen los vellos de la nuca, se recriminó por ser tan idiota. A su padre lo habían matado sin motivo alguno y su madre parecía constantemente asustada de que algo malo volviese a ocurrir; incluso él mismo había estado en serio peligro tras el asalto a la consulta médica, por lo que sabía bien que uno no podía confiarse nunca, entonces, ¿por qué no había hecho caso a las advertencias de los mayores? Si tan solo Levi estuviese allí…

Acababa de dar media vuelta para volverse directo a casa y confesar a su madre lo que había hecho, cuando sintió que alguien posaba una mano sobre su hombro izquierdo. Tras dar un respingo, Eren levantó la cabeza, encontrándose con un hombre de mediana edad, vestido con traje marrón oscuro, blanca camisa y abrigo unos tonos más claro. La brisa invernal agitaba el corto cabello negro de este, pero la mirada que se apreciaba tras sus gafas redondeadas parecía tan amable como preocupada.

—¿Estás bien, niño? Pareces asustado.

Por un instante Eren pensó en confesar que sí lo estaba, en decirle a ese desconocido que se había metido en un problema y que presentía que alguien lo seguía. Aquel hombre parecía en verdad muy amable y quizá podría acompañarlo hasta casa; sin embargo, repentinamente recordó lo que les había dicho Levi casi nada más comenzar a enseñarles a defenderse, y eso era que jamás, nunca, se debía bajar la guardia ante nadie, porque en el momento en que lo hacías y te descuidabas, aunque fuese un poco, podías acabar perdido. La mayor parte de las veces, le había dicho este, quienes más indefensos parecían, eran los seres más peligrosos de todos.

Una vez más Eren miró al hombre frente a él, con su cabello oscuro despeinado, su aire algo demacrado y aquellos amables ojos que invitaban a confiar ciegamente; aun así, notó con terror que —sin que se hubiera dado cuenta de cómo— este lo había separado de la zona más concurrida e iluminada de la calle, así como también de que el agarre sobre su hombro se había vuelto repentinamente más pesado y posesivo, como si no desease dejarle marchar.

Y fue entonces que supo que estaba atrapado.

—Estoy bien, gracias. Yo… ya debo irme a casa —soltó a toda prisa, haciendo una ligera inclinación de cabeza a modo de despedida antes de dar media vuelta para echar a correr; no obstante, apenas había dado un par de pasos lejos de aquel hombre cuando su muñeca derecha se vio apresada. Al volver a contemplarlo, notó que este ahora ya no le parecía tan afable como minutos antes, y un escalofrío de terror le recorrió la columna, paralizándolo.

—No es bueno que un niño tan pequeño ande solo estas horas, ¿sabes? ¿Por qué no me permites acompañarte a casa, Eren?

El oír su nombre en labios de este, cuando no lo conocía de nada y él mismo no se lo había dicho, fue todo lo que Eren necesitó para acabar de comprender que estaba en verdadero peligro. Desesperado, intentó soltarse una vez más, tironeando fuertemente de su muñeca hasta que esta le dolió horrores y pensó iba a romperse, pero aun así le fue imposible.

—¡Déjeme ir! ¡Suélteme! ¡Ayuda! —gritó con todas sus fuerzas, pero se encontraban tan apartados de la calle principal que seguro nadie lo oiría; además, si alguien los veía así, probablemente pensaría que era solo un niño bobo y caprichoso haciendo un berrinche a su padre. Si tan solo Levi…

Impulsado por la determinación que sintió al pensar en el primo de Mikasa y todo lo que este le había enseñado durante los últimos días, Eren pisó con saña el empeine del desconocido, aprovechando aquel pequeño momento de dolor para golpearlo a este con el talón de la mano en la boca del estómago antes de liberarse de su agarre y echar a correr a toda prisa, desesperado por encontrar un sitio donde resguardarse y pedir ayuda.

A pesar de que el viento invernal gemía con fuerza entre las copas de los árboles del cercano bosque, y a que su corazón parecía palpitarle en los oídos, todavía así Eren pudo oír con claridad la rápida carrera del otro tras de suyo y como el resuello de su pesada respiración se hacía cada vez más cercano. Él era rápido huyendo, pero aun con ello supo que sus piernas eran demasiado cortas y se cansaría deprisa, por lo que el hombre lograría atraparlo.

Dios, estaba perdido e iban a matarlo. Iban a matarlo como a su padre y entonces su madre y Mikasa se quedarían solas, y Armin se sentiría culpable por no haber podido detenerlo y Levi se enfadaría con él por ser un mocoso desobediente y…

—¡Eren! ¡Eren! ¡Joder, mocoso, para de una puta vez! —oyó que le decía alguien solo segundos antes de ser aprisionado en un abrazo del que no se pudo liberar por más que lo intentó y luchó y luchó; por más que aporreó el pecho de su captor con sus pequeños puños e intentó liberar sus muñecas cuando este se las aprisionó con fuerza entre sus propias manos.

En cuanto alzó su verde mirada hacia aquel otro, contuvo el aliento y se sintió estremecer de puro alivio. Los grises ojos de Levi, llenos de una emoción oscura y peligrosa, lo observaban implacables.

—Me… ¡Me persiguen! —fue todo lo que pudo articular a medias entre sus labios resecos a causa del miedo; no obstante, eso bastó para que el otro lo pusiese tras él, para protegerlo, y mirase a su alrededor con una fiereza que Eren no le había visto jamás.

El hombre desconocido que había intentado apresarlo minutos antes, ahora se hallaba casi una calle más abajo, mirándolos con detenimiento y un ceño fruncido que no le pasó desapercibido incluso a la distancia que se encontraban y la escasa iluminación del lugar, como tampoco lo hizo la ligera sonrisa sardónica que apareció en los labios de este segundos antes de echar a correr por uno de los vacíos callejones laterales, perdiéndose tras el eco de sus propios pasos.

—Quédate aquí —le ordenó Levi con dureza, soltándolo; obviamente dispuesto a ir en busca del otro.

Eren, sin embargo, no lo dejó abandonarlo, aferrándose a la manga de su abrigo negro con todas sus fuerzas debido al miedo y la conmoción que aún lo invadían, haciéndolo temblar.

—No. Por… favor. No vaya —masculló.

—Eren…

—Por favor —insistió, aun sabiendo que sería un error del que luego seguramente se arrepentiría.

A pesar de lo muy asustado que se encontraba, todavía así pudo darse cuenta de la enorme contención que significó para el primo de Mikasa aceptar su petición.

La sarta de maldiciones y malas palabras que escaparon de boca de Levi seguramente habrían hecho que su madre se espantara y se enfadase muchísimo, sobro todo porque él las había oído; pero a Eren aquello ni siquiera le importó. Levi estaba allí y lo había salvado. Había llegado justo en el momento en que él más lo necesitaba y no lo había dejado a su suerte, por lo que solo podía sentirse agradecido.

—¡Mocoso idiota! ¡¿Qué mierda debo hacer para que comprendas que si digo que no sales solo de tu puta casa, no sales solo, joder?! —explotó este nada más volverse a verlo, sujetando sus hombros con tanta fuerza que Eren pudo sentir como aquellos pálidos dedos se clavaban en su piel bajo el suéter—. ¡¿Sabes cuánto rato te he buscado, Eren?! ¡¿Sabes lo muy asustado que estaba?! Cuando íbamos de regreso a casa con Hange, encontramos a Mikasa llorando por tu culpa, ¡maldición! Y cuando llegamos allí, Armin nos dijo que te habías largado. ¡Largado, Eren! ¡Mierda, joder, mierda! Vuelve a hacerme esto, mocoso, y juro que te quebraré ambas piernas, a ver si así puedes largarte con tanta libertad como ahora.

—Yo… lo siento —le dijo a este, mordiendo su tembloroso labio inferior una vez más para no romper en estúpidas lágrimas, pero sintiendo que todavía así le costaba horrores contenerse—. De verdad lo lamento mucho, Levi; pero me defendí como me dijo que hiciera. De verdad me defendí.

Observándolo con aquellos afilados ojos grises, tan cortantes como la brisa que arreciaba sin piedad alguna durante la gélida noche, pero al mismo tiempo tan inesperadamente cálidos, Levi posó su fría mano sobre su mejilla en una suave caricia, la cual contrastaba de forma abrumadora con su temperamento explosivo y su reciente enfado.

—Lo hiciste bien, mocoso —le dijo este con velado orgullo—. Lo hiciste bien.

Y Eren, que se sentía demasiado al borde de todo, no pudo más y se echó a llorar con desconsuelo cuando Levi lo abrazó con fuerza, apegándolo a su pecho, haciéndole saber sin palabra alguna que ya estaba a salvo y se sentía intensamente aliviado de tenerlo aun a su lado.

 

——o——

 

El camino de regreso a casa de los Jaeger resultó casi una tortura para Levi, no solo porque su ánimo estaba en llamas por haber perdido la oportunidad de atrapar al malnacido que intentó hacerse con el mocoso y así obtener algo de información, sino que también porque este parecía demasiado alicaído y silencioso, dos conceptos que no solía asociar demasiado a menudo con Eren, quien por lo general desbordaba energía y palabras a cada hora del día. Un pequeño fuego verde que parecía a punto de extinguirse debido a aquella nueva mala experiencia.

A pesar de que utilizar el autobús era algo que él detestaba con toda la fuerza de su ser —debido a lo quisquilloso que era sobre los espacios compartidos—, Levi decidió que por aquel día lo mejor sería cogerlo. Era poco probable que quienes estaban tras el chico intentasen algo a bordo de este, por lo que resultaría más seguro que llamar a Hange y esperar en plena calle a que esta fuese a recogerlos en el coche; además, Eren parecía terriblemente agotado, algo que comprobó de primera mano minutos después en cuanto abordaron, ya que este acabó por quedarse dormido casi al instante, con la castaña cabecilla apoyada sobre su hombro y la boca entreabierta, sin importarle una mierda que todo el mundo lo viese así.

Mientras observaba por la ventanilla las calles prácticamente vacías de la ciudad, que ornamentadas en Navidad daban un engañoso aspecto tranquilo y acogedor, Levi sintió como su ira hacia Zackly no hacía más que crecer, siendo esta apenas controlada por el ligero peso cálido de Eren a su lado que le recordaba que, a pesar de todo, este se encontraba bien y él aun podía protegerlo.

Levi estaba convencido de que el autor intelectual de aquel intento de secuestro había sido ese condenado viejo, del mismo modo que ya había mandado a alguien los días anteriores para que estuviese tras Eren. ¿Qué mierda tenía ese vejestorio en la cabeza para que le importase más una puta droga que la vida de un niño?, se preguntó ardiendo de ira; porque si algo él tenía muy claro, era que una vez Zackly consiguiese lo que deseaba de Eren, poco y nada quedaría de este, y por eso no iba a permitirle que lo tuviera, aunque en verdad debiese asesinarlo.

Tras enviar un rápido mensaje a Hange para que avisara a Carla de que ya había encontrado al mocoso e iban de camino a casa, observó una vez más al niño que dormía a su lado.

Realmente había sido un idiota al dejarse convencer por aquella demente para que fuesen a comprar algunos obsequios de Navidad para los niños, se dijo. Sin clases y con las prácticas de defensa suspendidas por unos días, estos tenían demasiado tiempo libre, y su instinto le gritaba que era una pésima idea dejarlos solos con Carla estando esta tan atareada con los preparativos para las fiestas; no obstante, Hange había insistido en que no tardarían más que un par de horas y que sería algo bueno para los críos el tener algo bonito, y que nunca estaba de más agradecer la hospitalidad, por lo que él acabó aceptando y cediendo a su capricho, pagando luego las consecuencias de ello al regresar y encontrarse con su prima llorando sola y desconsolada fuera de la casa de Armin.

Nada más ver a la niña, Levi había tenido un mal presentimiento, casi como si fuese un déjà vu sin realmente serlo y el cual puso todos sus sentidos en alerta de inmediato. En cuanto le preguntaron qué era lo que le ocurría y el por qué estaba allí, Mikasa se había echado a llorar con renovada fuerza en brazos de Hange mientras balbuceaba algo sobre Eren que no lograron comprender del todo; y luego, cuando finalmente llegaron a la casa de los Jaeger y se enteraron por el rubio amigo de los niños que este no estaba —porque se había ido a buscar a su hermana, solo, para disculparse—, Levi sintió como su tensión bajaba de golpe y su rabia se elevaba hasta niveles insospechados.

Demonios, aquel crío realmente iba a acabar con él uno de esos días, se dijo frustrado. Aun así, mientras apartaba con cuidado algunos de los rebeldes mechones de desordenado cabello castaño que caían por la frente de este, sabiendo que seguía estando bien y a salvo, que seguía permaneciendo a su lado, un alivio desconocido llenó su pecho; y no por primera vez Levi se preguntó cuánto realmente estaría dispuesto a hacer por mantener a salvo a Eren.

«Cualquier cosa, por horrible que fuera, por terrible que fuera», fue su sincera respuesta, y aquella certeza tan total y abrumadora lo hizo sentirse como el ser más despreciable del mundo, sobre todo porque sabía que luego ni siquiera se arrepentiría de ello.

Una vez llegaron a su parada, despertó al mocoso y lo instó a bajar con presteza del autobús. Eren, todavía tan adormilado como desanimado, caminaba a su lado toqueteando inconscientemente el colgante con la llave que llevaba oculto bajo el suéter y casi arrastrando los pies, por lo que el corto recorrido se volvió algo eterno que hizo que él acabase perdiendo lo poco que quedaba de su paciencia.

Agarrando al mocoso de la cintura —y aprovechando su sorpresa—, se lo echó al hombro sin problema alguno, sujetándolo allí como si fuese un costal a pesar de que este se retorcía cual gusano.

—¡¿Qué cree que hace?! ¡Suélteme! ¡No quiero ir así! ¡Puedo caminar solo! —protestó Eren, pero Levi lo ignoró descaradamente y echó a andar calle arriba a paso raudo.

—Tch, solo y una mierda, mocoso; si prácticamente parecía que debías pedirle permiso a una pierna para mover la otra —lo regañó, malhumorado—. Además, solo quiero llegar a tu casa de una puta vez. Tu pobre madre debe estar de los nervios por tu culpa, idiota desobediente.

—Pues mamá no se pondrá muy contenta de verme llegar así, se lo aseguro. ¡Déjeme bajar!

—Oi, quédate quieto de una maldita vez, ¿quieres? Si no lo haces, te dejaré caer y me importará una mierda si te rompes la crisma —lo amenazó Levi; aun así, lo sujetó con más fuerza sobre su hombro y le pegó una palmada en el trasero para que se quedase quieto, la cual hizo que Eren se pusiese a chillar de rabia y él soltara una carcajada que enfureció todavía más al crío.

—¡Le diré a mamá lo que me ha hecho!

—Oh, ¿me estás amenazando con acusarme a tu madre, Eren? ¿Crees que Carla me da miedo?

—¡Debería! Mamá enojada le da miedo a todo el mundo. ¡Suélteme, suélteme, suélteme!

Satisfecho por haber logrado que el chico se avivara al menos un poco al menos, perdiendo su aura de tristeza y negatividad —y temiendo realmente dejarlo caer por cómo este luchaba por liberarse—, Levi finalmente lo posó de regreso en el suelo, desde donde Eren le lanzó una verde mirada sulfurada que prometía venganza. Aun así, indignado y todo, el chico se mantuvo muy pegado a su lado y permitió que él tomase su mano, entrelazando los dedos de ambos mientras caminaban.

La pequeña ladera que llevaba a casa de los Jaeger fue recorrida por ambos con pasos ya familiares, contemplando las casas iluminadas y engalanadas por las fiestas y las largas sombras que proyectaban los desnudos árboles a causa de la luz de las farolas. Un recorrido tan familiar que hizo a Levi preguntarse una vez más como algo tan tonto e insignificante podía hacer sentir a alguien como si perteneciese a un lugar. Cuestionarse en qué momento se producía ese cambio entre lo ajeno y lo que se consideraba propio.

Durante buena parte de su vida él se había movido de un sitio a otro, nunca considerando nada como su hogar permanente porque su trabajo, tan extremo, no se lo permitía, y era mejor así. Mientras tuviese a Farlan, Isabel, Hange y Erwin como su lugar para existir, para ser recordado por alguien una vez muriese, a Levi le bastaba; sin embargo, tras haber convivido más de un mes junto a Eren, Carla y Mikasa, tras haberse acostumbrado a aquella casa y a aquella ciudad de la cual antes solo ansiaba largarse, ahora se sentía a gusto y seguro en aquel sitio, algo que durante mucho tiempo para él había sido por completo desconocido. Aun así, Levi sentía que en el fondo seguía persistiendo el miedo y la incertidumbre al comprender que aquello era un completo error, porque el atarse emocionalmente de esa forma a otros, era lejos lo peor que podía ocurrirle a alguien como él.

—Levi…

La vocecilla de Eren, diminuta y dubitativa, lo sacó de sus sombríos pensamientos para traerlo de regreso a la realidad.

Bajando la mirada, se encontró con que este tenía la propia clavada en las punteras de sus negras deportivas, mientras que un gesto de pena e inseguridad se dejaba entrever sobre sus labios apretados, de seguro en un esfuerzo por no ponerse a llorar una vez más.

—¿Qué ocurre ahora, mocoso?

—¿Podría… bueno, no decirle a mamá lo que ocurrió hoy? Con lo de ese hombre, ya sabe.

Tras inspirar el frío aire nocturno, cargado con el olor de la leña quemada de las chimeneas y el bosque cercano, él finalmente le respondió:

—Ella debería estar al tanto. Lo que te ha sucedido hoy no es cualquier cosa, Eren —señaló muy serio, ante lo que el mocoso asintió aun con la cabeza gacha y aquel aire derrotado.

—Lo sé, pero… hoy es Noche Buena, y si mamá sabe lo que me ha ocurrido, de seguro se preocupará mucho, y sufrirá —reconoció este, dejando escapar un tembloroso respiro que se volvió blanco vaho al salir de su boca—. No quiero que sufra más, ¿sabe? Por lo menos no estos días. Ya ha sufrido mucho desde que papá murió.

Imaginando que sería lo que hubiese hecho él con once años y cargando con todo lo que Eren había tenido que vivir durante ese último tiempo, Levi tuvo que reconocer que sus decisiones probablemente no habrían sido demasiado diferentes de las que este estaba tomando, aunque fuesen erróneas. Por supuesto, su sentido común le decía que debía informar de ello a Carla lo antes posible, porque ya fuesen los malditos que habían asesinado al marido de esta —y buscaban la formulación de la droga— o Zackly —poniéndose en movimiento para hacer de las suyas—, el niño estaba en peligro. El condenado doctorcillo lo había convertido en una pieza fundamental de su creación, por lo que ahora Eren era como el premio que todos deseaban obtener y el cual no dudarían en utilizar hasta conseguir lo que deseaban,

Sí, lo correcto sería hablar con Carla y advertirle, se dijo. Obligar a esta a que acortase aún más la libertad de aquel mocoso desobediente para así protegerlo; sin embargo, a pesar de que tenía la certeza de cuál era el camino adecuado a seguir, aun así persistían las dudas en su interior. Él también había tenido una madre a la que amó e intentó proteger por sobre todo, aunque fuese en un rol que no le correspondía y para el cual no se hallaba preparado por falta de años y experiencia en la vida.

Joder, ¿qué mierda se suponía que debía hacer?

—Oi, mocoso —llamó a este, logrando que aquellos ojos verdes, tan profundos como el bosque, lo observaran con total atención—. Tienes que jurarme que, pase lo que pase, sin importar el motivo que sea, no volverás a escapar de casa por tu cuenta, ¿me has oído? Sin tu madre, sin Hange o sin mí, no te moverás de casa. ¿Puedes prometerme eso, Eren?

La mirada que hasta minutos antes había estado taciturna y perdida, repentinamente pareció iluminarse. Ardiente fuego verde crepitando lleno de interrogantes en ese par de ojos y haciéndolos lucir enormes en aquel pequeño rostro moreno.

—¿Cree que lo que me ha ocurrido hoy tiene algo que ver con la muerte de papá? —inquirió Eren lleno de una extraña expectación—. Ese hombre me llamó por mi nombre, ¿sabe? A pesar de que yo nunca lo había visto antes. Era como si él me conociera.

A pesar de que Levi ya estaba preparado para algo así, aquello lo hizo sentir aún más inquieto. El peligro que solo los acechaba desde las sombras hasta solo días antes, ya había extendido sus oscuros dedos hacia ellos, alcanzándolos. Una vez más él sabía con certeza cuál debía ser su respuesta, porque por muy idiota que aquel mocoso fuera, por muy temerario y desobediente, el miedo se convertiría en la mejor correa para atarlo y controlarlo; aun así, no pudo hacerlo.

Posando una mano sobre la cabeza de este y enterrando allí sus dedos, Levi tironeó un poco de sus cabellos para obligarle a que lo mirara y no le apartase la vista.

—¿Lo juras o no, Eren? —replicó en respuesta.

Tal vez comprendiendo que no obtendría ninguna otra contestación de su parte —y tragando con algo de dificultad debido a los nervios—, el chico asintió.

—Lo juro.

—Entonces, tenemos un trato —le dijo, tendiendo su mano derecha hacia este, quien la estrechó con la suya, mucho más pequeña, pero con idéntica determinación.

Sin embargo, una vez reanudaron su marcha y las luces de la entrada de la casa del niño fueron al fin visibles —así como las siluetas de quienes los esperaban en la entrada— Levi supo que había cometido el peor error de su vida. Por primera vez había puesto la felicidad de alguien más, la inocencia de alguien más, por encima de lo práctico y lo correcto; aun así, no se arrepentía, en absoluto, y si alguien debía pagar el precio porque Eren pudiese tener aunque fuera un poco de felicidad y paz mental, iba a asegurarse de ser él.

 

——o——

 

Tal y como supuso que ocurriría, la llegada de ellos dos a casa de los Jaeger rápidamente se convirtió en un total caos. Nada más aparecer Eren, Mikasa se había echado a llorar, mientras que Carla —a pesar de lo evidentemente aliviada que se sentía al ver sano y salvo a su mocoso—, lo entró a casa de una oreja y comenzó a regañarlo, regaño que prontamente se convirtió en discusión, porque el condenado crío parecía ser incapaz de mantener la maldita boca cerrada ni aunque su vida dependiera de ello.

Harta de soportarlo, esta mandó al niño a tomar un baño y cambiarse para la cena de esa noche, momento que Levi aprovechó para excusarse y decirle que él haría lo mismo, ya que deseaba asearse un poco antes de comer, logrando así escabullirse a la segunda planta para ordenar sus prioridades y, de paso, librarse de la interrogativa mirada de Hange, quien parecía ansiosa por hablar de lo ocurrido esa tarde.

Tras darse una rápida ducha y llamar a Erwin para explicarle en detalle lo sucedido con Eren, Levi se dirigió al armario y eligió minuciosamente su ropa para esa noche, cambiando la blanca camisa que llevaba antes por un suéter negro de cuello alto y los claros vaqueros grises por unos mucho más oscuros y cómodos. Luego, tras terminar de arreglarse, con todo cuidado separó aquellas armas que podría llevar ocultas consigo sin que fuesen una molestia y las revisó a consciencia, dejándolas perfectamente guardadas dentro de una de las cajoneras del armario para sacarlas más tarde esa noche.

A pesar de haber estado rogando porque no sucediese, el inconfundible golpeteo en la puerta no lo sorprendió del todo, por lo que al ver entrar a Hange en su habitación —sin siquiera pedirle antes permiso—, tan solo chasqueó la lengua con disgusto, ni siquiera teniendo ánimos de regañarla.

—Demonios, cuatro ojos, ¿de qué vas disfrazada ahora? —le preguntó irritado a su amiga, quien vestía un bonito vestido marrón que le llegaba hasta las rodillas con un cárdigan rosa pálido encima, rematando el atuendo con sus altas botas negras, que la hacían parecer más delgada aún. Por una vez Hange llevaba el castaño cabello suelto y bien peinado, lo que a ojos de Levi la hacía lucir totalmente irreconocible.

—De chica buena, por supuesto. No pensarías que iba a bajar a cenar con ropa de trabajo, ¿verdad? Además, tanto Mikasa como Carla insistieron que me veía muy guapa así —le dijo su amiga dejándose caer sentada sobre la cama, y arrugando de paso la pulcra colcha de pachwork marrón que él se había esforzado en estirar con absoluta meticulosidad—. ¿Crees que me veo bonita vestida así, enano?

Él torció los labios al oírla, pero le dio una nueva mirada por si acaso.

—Luces como la mierda. Totalmente rara.

—¡Gracias! —le dijo esta muy contenta, ante lo que Levi negó con resignación.

—No era un cumplido, idiota. Pero bueno, ¿vas a decirme o no por qué has decidido perseguirme hasta aquí arriba? Sé que el concepto de privacidad nunca te ha interesado demasiado, pero todavía así…

Pasando una mano por la suave tela de su camisa descartada para alizar un par de arrugas, esta clavó su castaña mirada en él.

—¿Te estás preparando para salir de cacería esta noche, Levi? ¿Del mismo modo que lo hiciste anoche sin decirme nada en absoluto?

—Mmm —masculló él, terminando de recargar su revólver antes de dejarlo dentro del armario junto a las pequeñas cuchillas que ya había alistado, sin inmutarse de que esta supiera de su escapada nocturna. Seguramente Hange lo habría oído llegar y tan solo acabó atando cabos para obtener su respuesta.

—¿Y vas a contarme que es lo que ha pasado en realidad con Eren? Porque Carla podrá ser muy crédula y no dudar en absoluto de la sarta de mentiras que le has soltado allá abajo; pero yo te conozco, ¿sabes? Y jamás te había visto tan deseoso de derramar sangre como lo estás ahora mismo.

Como si se tratase de una granada a la que acababan de quitar el seguro, en cuanto oyó a la otra decir aquello, Levi no pudo contenerse más y explotó, contándole a esta todo lo que había ocurrido esa tarde con el mocoso y lo muy idiota que se sentía por haber dejado escapar aquella oportunidad de capturar al responsable, de sus sospechas respecto a Zackly y lo muy cerca que había estado Eren de ser secuestrado a pesar de todos sus esfuerzos por evitarlo. Sin detenerse a pensar en si se arrepentiría luego de aquel arrebato, le habló a Hange de lo furioso que se sentía con todo el mundo, especialmente consigo mismo, porque debido a sus emociones revueltas había cometido un error y este había estado a punto de costarle muy caro. Tan caro que su vida no habría bastado para pagarlo. Tan caro que lo habría atormentado hasta el día que muriese.

Para su sorpresa, su amiga se puso de pie y lo abrazó, un gesto al que él quiso poner freno dando un paso a atrás, pero sin conseguirlo. A pesar de lo muy delgada y esbelta que Hange lucía, era bastante fuerte, por lo que una vez sus brazos lo rodearon, no le permitió huir, obligándolo a permanecer allí hasta que parte del torrente de horribles y oscuras emociones que lo consumían pareció disminuir un poco.

—Voy a ayudarte, Levi, pero no esta noche ni las siguientes. No contigo así de alterado y sin pensar las cosas con calma. Una vez las fiestas hayan pasado, vamos a hablar con tranquilidad y elaboraremos un plan bien estructurado, como lo hacemos siempre. Encontraremos a los malnacidos que estén haciendo esto y lo mantendremos alejado del niño y su familia. Incluso si es Zackly quien está detrás moviendo sus hilos, juro que te ayudaré a mantener a Eren a salvo. Sin embargo, a cambio de mi ayuda necesito que me prometas algo, ¿está bien? —Deshaciendo el abrazo y separándose lo suficiente para poder mirarlo a los ojos, esta posó sus manos morenas sobre sus rígidos hombros—. Una vez esto acabe, pase lo que pase, y sin importar el motivo que sea, en cuanto los tres meses que te pidió Erwin lleguen a su fin, hablarás con este y le pedirás que te envié lejos de aquí, Levi. Sin mirar atrás.

Oír de labios de Hange una promesa tan similar a la que él mismo le había hecho guardar a Eren un poco antes, resultó como un golpe; no obstante, con lo cabrona que era siempre la vida, él no se sorprendió en absoluto. Aun así, se negó a aceptar de inmediato aquel trato.

—¿Intentas decirme con esto que piensas que es un error el que esté aquí, con ellos?

Tras dejar escapar un pesaroso suspiro, su amiga negó y volvió a dejarse caer en la cama una vez más.

—Creo que «error» es una palabra muy fuerte para describir a cualquiera, Levi; pero creo también que, de alguna manera, nosotros somos algo dañinos para el resto. En una oportunidad, Erwin me dijo que todos nosotros somos como la gélida noche. Nuestra llegada puede sentirse casi como una bendición o un alivio ante el abrasador miedo que genera el peligro, pero que al permanecer durante demasiado tiempo en un mismo sitio, podemos destruir todo a su paso. Y temo muchísimo que eso pueda ocurrir en esta oportunidad.

—Nunca le haría daño a los Jaeger.

—No a los Jaeger, sino a Eren, amigo mío —lo corrigió esta con tristeza—. Te he visto con él, Levi. He visto como lo miras y sé que de cierta manera te ves reflejado en el niño, por eso te aferras tanto en protegerlo, porque fue lo que no pudieron hacer contigo.

—¿Y crees que eso está mal?

Hange negó.

—Creo que es lo correcto, pero no para personas como nosotros, tan absolutamente dañadas. Temo por Eren, Levi, porque cada vez que están juntos, siento que así como tú te ves reflejado en él, él se ve reflejado en ti.

De las muchas cosas que esta podría haberle dicho, aquella fue la que más dolor le causó a Levi, quizá porque en el fondo sabía cuan verdadera era y el mucho daño que podría llegar a hacer al niño sin desearlo, tan solo debido al horror de ser humano que era, en el que se había convertido.

Demonios, había tantas cosas que todavía la pesaban, se dijo Levi, y no solo por Eren y el dolor que veía en este debido al destrozo en que se había convertido su vida tras el asesinato de su padre, sino que también por Carla, que había tenido que hacerse cargo de dos niños sola, y por Mikasa, que a pesar de su enorme cobardía, seguía siendo su prima y su responsabilidad.

Por eso, observando la castaña mirada de Hange clavada en él, llena de conmiseración y tristeza, de aquel ruego mudo que le imploraba que cediera a su petición, Levi cerró los ojos e inspiró profundo, tomando finalmente su decisión.

—Acepto —fue dijeron sus labios; sin embargo, la determinación de su corazón, por muy egoísta que fuese, era por completo diferente, y no se arrepintió de mentirle a su amiga por ello.

Hasta que no lograra que aquella familia volviese a recuperar la vida que habían perdido, la que aquel maldito médico les había quitado a causa de sus sueños egoístas, él no se marcharía de allí. Aquel era su juramento, y se encargaría que la escarcha dejada por la gélida noche de su venida se marchase en cuanto la primavera nuevamente llegara para aquellos que ahora le importaban.

 

——o——

 

A pesar de la tarde de mierda que había tenido que afrontar debido a la escapada e intento de secuestro de Eren, Levi tuvo que reconocer que la cena de Noche Buena con los Jaeger y los Arlert resultó algo agradable.

Carla —a pesar de ser siempre una excelente cocinera— se había esforzado más que nunca con la cena, y los mocosos se encontraban tan ansiosos ante la espera de los obsequios que recibirían al día siguiente, que apenas habían dejado de reír y parlotear como pequeñas cotorras durante toda la comida, incluso Mikasa que por lo general era siempre muy callada y taciturna. Levi había temido que debido a la ausencia de Grisha la noche se volviese algo melancólica, pero gracias a la presencia del abuelo de Armin y Hange, con sus alocadas historias sobre sus propias navidades y lo entusiasmados que estaban los niños con ellas, el aura de tristeza jamás llegó, y de cierta forma aquello lo había llenado de un inesperado alivio.

Aquella había sido una noche extraña, tuvo que reconocer mientras elegía del estante de su habitación uno de los libros que aún no había leído y lo hojeaba distraídamente; o tal vez solo se lo parecía porque hacía años que no celebraba Navidad.

De niño, su madre siempre se había esforzado hasta lo imposible porque, a pesar de la mala vida que llevaban, aquellas fechas fuesen algo bonito para él. Kuchel siempre había insistido en lo mucho que amaba aquellos días, no solo por lo que significaban, sino porque también era el cumpleaños de Levi; el mejor regalo que, según esta, la vida había podido darle.

Al pensar en lo mucho que había cambiado todo para él tras la muerte de su madre, en lo poco que aquel día comenzó a significar, Levi se preguntó cuál sería el punto de quiebre exacto para su cambio.

Kenny, probablemente, tuvo que reconocer.

A pesar de haberse hecho cargo de él y de enseñarle a sobrevivir por su cuenta, para su tío la vida era una mierda a la que había que plantarle cara constantemente, por lo que todas aquellas cosas banales, como cumpleaños, celebraciones y familia, no tenían importancia para este, y Levi también llegó a creer lo mismo.

Su vida en los suburbios siempre había sido terrible, por lo que nunca tuvo tiempo ni ganas de pensar en nada más que en sobrevivir y mantener a sus amigos a salvo; y a pesar de que las cosas para los tres mejoraron considerablemente una vez Erwin se hizo cargo de ellos, su estilo de trabajo tampoco le permitía esas pequeñas concesiones que eran casi un lujo.

Por ese mismo motivo, Levi se preguntaba porque demonios ahora aquello le importaba y le dolía tanto. Acababa de cumplir veintiséis y estaba lejos de ser un niño necesitado como lo había sido antes, pero el ver esa noche a aquella otra familia, le había hecho añorar de cierta manera la propia; haciéndole pensar en cómo habría sido de diferente su vida si su madre no hubiera muerto y si las oportunidades para ellos hubiesen sido diferentes.

Inquieto por todos aquellos pensamientos que bombardeaban su cabeza sin darle tregua, se recostó —aun vestido con la ropa de la cena— sobre las mantas y comenzó a leer, pasando de un párrafo a otro a pesar de no comprender nada en absoluto y sabiendo que tan solo era una pérdida total de su tiempo, pero sin que en verdad aquello llegase a importarle.

Llevaba ya cerca de un cuarto del libro leído, cuando el diminuto sonido de pasos por el silencioso corredor lo puso en alerta. Tras ponerse de pie para dirigirse hacia la puerta, Levi abrió esta en el preciso instante que su inesperado visitante nocturno detenía su carrera y se preparaba a tocar.

Eren —con el cabello castaño revuelto, descalzo como siempre y ataviado con un pijama rojo que ya parecía quedarle algo pequeño— abrió la boca con sorpresa al verlo allí, apresurándose a esconder tras su espalda algo que llevaba consigo, al tiempo que su rostro moreno adquiría un tono rosado que delataba su vergüenza.

—Oi, mocoso, ¿es que no has tenido ya suficiente por hoy? ¿Todavía te quedan energías a pesar de toda la mierda que tuviste que pasar? —inquirió él, alzando interrogativamente una de sus oscuras cejas y cruzándose de brazos antes de apoyarse en el marco de la puerta, impidiéndole así el paso a la habitación que era lo que el crío seguramente esperaba poder conseguir.

—Yo… ¿cómo supo que venía? —le preguntó Eren en verdad asombrado, pestañeando insistentemente debido a la claridad proveniente de la estancia y cambiando de tema con aquella facilidad pasmosa que a Levi siempre lo volvía loco.

—Porque eres el único mocoso impertinente que se pasea pasada la medianoche por la casa y viene a colarse a mi habitación. Además, ¿no se supone que deberías estar ya durmiendo? Te has portado lo suficientemente mal por un día, ¿no crees? Si sigues así, Santa no dejará nada para ti —le dijo a este, provocativamente burlón, ante lo que el chico solo bufó y frunció el ceño.

—Santa no existe, son los padres.

—Oh, ¿y quién te ha dicho eso?

—Armin —respondió Eren triunfante, regalándole una de aquellas sonrisas maliciosas que iluminaban sus ojos y presagiaban problemas.

—Tch, ¿y crees siempre todo lo que Armin te dice, Eren? —volvió a interrogarlo él, bastante interesado en conocer la respuesta.

—¡Por supuesto! Él lo sabe todo —soltó este con total convencimiento.

A Levi siempre le había resultado interesante la dinámica que parecía reinar entre aquellos tres niños, y en el cómo era Arlert quien al final parecía funcionar como la mente de aquel grupo, a pesar de ser el más débil y pequeño. Mikasa, por otro lado, parecía ser como la voz de la razón que les ponía freno a sus dos compañeros, mientras que Eren era el impulsor de todas las alocadas ideas y quien movía a los otros dos.

—Y bien —comenzó el niño, nuevamente—, ¿me dejará entrar?

Sonriendo de medio lado, Levi negó con un gesto.

—Olvídalo, mocoso. A la cama.

Como casi siempre que se sentía contrariado, las dramáticas cejas castañas de Eren se fruncieron con disgusto.

—¿Por qué siempre es tan terco?

—Podría decir lo mismo de ti, ¿sabes? No eres precisamente el niño más obediente que haya tenido el placer de conocer en mi puta vida —le dijo a este a modo de regaño; aun así, se hizo a un lado de la entrada, invitándolo a pasar a la habitación a pesar de saber lo mucho que luego iba a arrepentirse de su decisión.

Aun escondiendo tras su espalda lo que fuese que llevara con él, Eren entró al cuarto corriendo y se subió de inmediato a la cama, sentándose con las piernas cruzadas sobre las mantas. Soltando un suspiro de resignación, Levi cerró la puerta tras él, pero antes de que pudiese sacar la silla del escritorio para tomar asiento, el mocoso golpeó la cama a su lado y lo miró esperanzado, invitándolo a que se le uniese.

Mental y emocionalmente agotado, Levi no quiso discutir más y se sentó obediente donde este le había indicado, sobre todo porque sabía bien que con Eren todo era una maldita causa perdida, y por aquel día ya no deseaba más guerra.

Durante unos instantes ambos se quedaron observándose fijamente, por lo menos hasta que el niño volvió a ruborizarse y bajó la mirada hacia su regazo, clavándola en sus pequeñas manos unidas. Levi tuvo la tentación de tomarle un poco el pelo, pero al ver lo frágil e indefenso que este parecía, tan solo acarició su cabeza desgreñada unos instantes y sintió apretarse su corazón en cuanto Eren alzó una vez más la mirada y le dijo solemne:

—Gracias por ayudarme hoy. Y gracias por no decirle nada de ello a mamá.

—Tenemos un trato, ¿recuerdas? —Este asintió—. Entonces, no hay nada que agradecer, mocoso. Si eso es todo, entonces vuelve a la cama. No pienso dejarte dormir conmigo otra vez. Eres como una jodida oruga envolviéndote en las mantas.

Las mejillas del crío enrojecieron todavía más.

—No soy una oruga, soy un niño.

—Un mocoso-oruga, entonces —convino él, sonriendo con malicia.

Eren solo rodó los ojos y resopló molesto, pero aun así su nerviosismo no disminuyó en lo más mínimo, mordisqueando su labio inferior con fuerza y mascullando a toda prisa cuando volvió a hablar:

—También le quería preguntar otra cosa. ¿Cree usted en el destino?

Sorprendido por aquel inesperado cambio de tema, Levi negó.

—No realmente.

—Pues debería comenzar a hacerlo, porque Armin dice que sí existe —le explicó este, como si por el solo hecho de que su amiguito lo hubiese dicho, fuera una verdad ineludible—. Yo sí creo en el destino, o por lo menos lo hago ahora. Cuando papá murió estaba muy enojado, ¿sabe? Furioso con todo el mundo, con la vida, supongo; sin embargo, luego usted llegó y… bueno, me alegra que lo haya hecho. No quiero decir con eso que no me gustaría que papá siguiera con nosotros, por supuesto que no, porque sí lo extraño mucho y mamá y Mikasa también lo hacen; pero, aun así me alegra el que usted este aquí hoy. Es complicado.

—Ya lo creo —admitió él, contemplando como aquellos ojos verdeazulados le devolvían la mirada sin dudar—. Entonces, según tú, ¿conocernos era nuestro destino, mocoso? ¿Tener que soportar todas tus mierdas y desobediencias es parte de lo que la vida tiene previsto para mí? —le preguntó, tirando suavemente de la oreja izquierda de este a modo de reprimenda.

Eren, no obstante, solo se rio.

—Puede que un poquito. No todo puede ser bueno en la vida, ¿verdad? —replicó este con un tono de chico mayor que no le pegaba para nada, menos aun cuando volvió a reír bobamente y escondió el rostro en su brazo, como si fuese lo más normal del mundo aquella cercanía que compartían—. Bueno, lo que le quería decir, es que… creo que a pesar de todo lo malo, conocerlo ha sido como un regalo para mí, Levi. De verdad estoy muy contento por haberlo conocido, muchísimo. Feliz cumpleaños.

Sorprendido como pocas veces lo había estado, Levi fue por completo incapaz de reaccionar a tiempo tras las palabras de Eren, encontrándose de pronto atrapado en el abrazo de este, oyendo el latir del corazón del niño contra su pecho —así como el suyo propio enloquecido—, y sin saber qué demonios hacer a continuación porque el miedo lo inundaba, o quizá fuese otra emoción muy diferente, pero tan desconocida hasta entonces, que él fue incapaz de identificarla con precisión.

Soltándolo finalmente, Eren, con los ojos suaves y cálidos, sacó lo que llevaba tanto rato escondiendo tras su espalda y se lo pasó con manos un poco temblorosas. Era un paquetito diminuto y mal envuelto en papel marrón, por lo que Levi supuso de inmediato que lo había hecho este mismo; y cuando lo recibió con un ligero asentimiento de cabeza, el rostro del niño volvió a tomar el color de las fresas maduras, muerto de aquella vergüenza difícil de disimular.

—¡No lo abra ahora! —le dijo este con cierto pánico al ver que era lo que él pensaba hacer—. Yo… no es mucho, pero pensé que tal vez… Ahhh —gimoteó Eren, cubriéndose el rostro con las manos y abriendo de pronto algunos de sus dedos para mirarlo a través de ellos—. Solo no se ría cuando lo vea, ¿está bien?

Levi, todavía demasiado consternado, solo asintió.

—Jamás me reiría de tu obsequio, Eren —respondió con sinceridad, ante lo que el niño enrojeció todavía más.

—Solo espero que siga pensando eso cuando lo vea. Ya me tengo que ir a dormir, porque si mamá se da cuenta de que no estoy, se enfadará todavía más y ya casi no me quedan días libres para ser castigado. —Bajando de un salto de la cama, este se lo quedó mirando con solemnidad—. Feliz cumpleaños, Levi. Realmente me gustaría que pudiésemos celebrar juntos muchos más.

Tras darle un nuevo abrazo que rodeó su cuello y lo hizo contener la respiración, el niño salió corriendo del cuarto a toda prisa, cerrando la puerta con cuidado y llevándose consigo el ligero sonido de sus pasos desnudos y sus palabras que jamás parecían tener fin.

Y mientras Levi abría el presente que este acababa de darle —una pequeña talla de madera con la forma de un perrillo, tan mal hecha y tan manchada de sangre en algunos sitios que no tuvo duda alguna de quien había sido el creador de esta—, pensó en que aquel obsequio era el primero que recibía para celebrar el día de su nacimiento en diecisiete años. Diecisiete largos y solitarios años.

Quizá, tal como Hange le había dicho, Levi fuese la gélida noche que avecinaba daño y dolor a su paso, pero al contrario de lo que esta pensaba, quien en verdad estaba en peligro no era Eren, sino él.

El chico, sin siquiera saberlo, era como el sol de verano en su vida, y había bastado un simple abrazo, sus solas palabras gentiles, para derretir todo el hielo que durante tanto tiempo había cubierto su corazón.

Tal vez, Eren tenía razón y el destino sí existía. Curiosamente, morir por este, no parecía ser un tan mal final después de todo.

Notas finales:

Lo primero, como siempre, es agradecer a todos quienes hayan llegado hasta aquí. Espero de corazón que el capítulo resultase de su agrado y valiera la pena el tiempo invertido en él.

Lo siguiente, es explicar el asunto de por qué hay un capítulo de resumen a parte de la actualización que corresponde esta vez.

Bueno, lo cierto es que esta idea nació del hecho de que algunos lectores me comentaron que debido al enorme tiempo que tarda muchas veces una actualización de otra, en historias largas, y de que además los capítulos suelen ser de una extensión considerable, hay bastantes datos que se les pasan u olvidan un poco, algo que puede ser aún más fácil de ocurrir en esta historia, ya que cuenta con líneas de tiempo intercaladas; por ese motivo, implanté la idea de ir subiendo pequeños resúmenes de mil palabras respecto a lo que pasó anteriormente en el capítulo de dichas historias y es importante; sin embargo, en el caso de Cantarella, particularmente, el resumen corresponderá al último capítulo de la línea temporal que toque. Por ejemplo, al ser esta actualización para la línea de Inocencia, el resumen del capítulo que corresponde es el 10, Canción de Cuna, y así sucesivamente.

Aun así, también aviso que una vez el nuevo capítulo sea subido, y con él lo haga su respectivo resumen (o sea, el capítulo 15 y el resumen del 11), el resumen de este se borrará automáticamente. Esto lo haré para no llenar la historia de capítulos que más que nada serían un relleno que para algunos podría resultar innecesario, pero si alguien desea luego los resúmenes, tan solo me puede mandar un mensaje por privado para ponernos de acuerdo y hacérselos llegar. Y bueno, solo confío en que estos les sirvan.

Y pasando al capítulo en sí, de verdad espero les gustase a pesar de lo largo que resultó (más de once mil palabras en esta ocasión) y que esta fue la primera vez viendo esta línea temporal de la historia desde los ojos de Eren. Por lo general, Inocencia siempre había sido relatada por Levi y el cómo este veía a Eren niño (a diferencia de Deseo que es casi al completo narrada por Eren), pero en esta oportunidad al fin hemos sabido un poquito más del como este se ha sentido tras todo lo que ha tenido que vivir luego de perder a su padre y con la entrada de Levi a su familia, el cómo ve la vida y lo que espera de ella antes de, bueno, sufrir todo lo que le tocará sufrir luego; así que espero que a pesar de todo el desastre que fue en un comienzo este capítulo, les resultase al menos bonito en parte. Y por cierto, ¿alguien ya supone quien intentó llevarse a Eren?

Por otro lado, como sé que algunas por aquí están ansiosas por saber qué pasó con Jean tras su aparición en la línea de Pecado, la siguiente actualización de Cantarella se adelantará un poquito en esta ocasión, por lo que espero estarla trayendo entre mediado y finales de septiembre si todo marcha bien.

Igualmente, como dato bobo, la idea general del capítulo, la parte de Eren sobre todo, nació inspirada en el tema Lily de Alan Walker, cuyas canciones san dado vida a buena parte de esta historia.

Para quienes leen el resto de mis historias, aviso que la siguiente actualización es para In Focus, la cual debería estar lista entre miércoles y viernes de la siguiente semana; luego de eso, regresamos con La Joya de la Corona, que también vendrá adelantada. Lamento el atraso de estas semanas, pero tenía muchos pendientes y debía dejar unos días para poder acomodarme con ellos antes de continuar.

Una vez más muchas gracias a todos quienes leen, comentan, envían mp´s, votan y añaden a sus listas, favoritos, marcadores, y alertas. Son siempre, siempre, la llamita que mantiene encendida la hoguera.

Un abrazo a la distancia y mis mejores deseos para ustedes en estos tiempos complicados.

 

Tessa.


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