Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Cantarella (Riren/Ereri) por Tesschan

[Reviews - 10]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

Capítulo 4:

(Deseo)

Lo que no es Tuyo

 

El primer síntoma para saber que se está enamorado, no son más que ese ejército de celos dispuesto a defender lo que ni siquiera es tuyo.

(Edwin Vergara, Cartas sin Destino)

 

 

 

Ni siquiera pasaba de la medianoche cuando Eren se despertó en medio de un jadeo ahogado, sudando a mares y con el rostro bañado en lágrimas. Aparte del corazón palpitante atronándole en los oídos, notaba la piel caliente y los músculos de los brazos tensos y tirantes hasta el punto de ser casi doloroso. Llevándose la mano al cuello, buscó la cadena con la llave y encerró esta en un apretado puño, mientras su respiración se regularizaba lentamente. Esa noche le estaba costando calmarse.

A duras penas Eren se sentó en el enredo de mantas que era su cama y manoteando a oscuras sobre la mesita de noche dio con la botella de agua que siempre dejaba allí para esos casos; cada vez que tenía una pesadilla solía despertarse muerto de sed, como si hubiese participado en una alocada carrera.

En aquella ocasión, recordó mientras bebía despacio, había sido el incendio de su hogar en Shiganshina. En el sueño, vivido solo como una remembranza lo puede llegar a ser, Eren vio su casa arder hasta los cimientos, nuevamente. Todavía podía sentir de manera nítida, casi real, el calor imposible del fuego golpeándole en el rostro; percibía el olor de la madera quemada que parecía impregnarse en la ropa, en el propio cuerpo, de aquel modo repugnante que no te dejaba pensar en ninguna otra cosa; podía oír el rugido salvaje y violento de las llamas mientras lo devoraban todo a su paso, obligándolo a repetir el dolor y la impotencia al saber que su madre estaba allí dentro y que él no podía hacer nada por ayudarla, nada para salvarla.

De solo recordarlo le daban ganas de vomitar.

No queriendo despertar a Armin, que compartía el cuarto con él, Eren se acabó de unos cuantos tragos la botella de agua y se puso de pie intentando no hacer mucho ruido. Buscó sus zapatos tanteando a oscuras y cuando dio con ellos salió de la habitación para ir al cuarto de baño e intentar refrescarse un poco. Una vez hubo acabado, sabiendo que le sería imposible conciliar el sueño durante unas cuantas horas, prefirió salir a tomar un poco de aire afuera. Necesitaba despejar su cabeza.

Al pasar frente a la habitación de Levi, que se encontraba en aquel corredor junto a las de ellos, Eren se detuvo y tuvo la tentación de llamar a su puerta. Después de convivir tanto tiempo juntos, sabía que aquel hombre solía dormir poco y que existían altas probabilidades de que aun estuviese despierto. Años atrás, cuando aún era pequeño y se aterraba fácilmente por todo, en más de una ocasión después de alguna de sus pesadillas terminó por refugiarse en aquel cuarto. Levi simplemente le abría la puerta cuando él llamaba y lo dejaba entrar sin preguntarle nada, como si comprendiera y respetara su silencio; incluso, apenas se quejaba por su intromisión, solo dejaba que Eren se metiera en su cama deshecha y se arrebujara en ella mientras él se sentaba en una silla y vigilaba su sueño hasta el día siguiente.

Aquellos, pensó, habían sido días agradables; días más fáciles en los que no le daba miedo demostrarle al otro como se sentía y podía ser honesto consigo mismo. En cambio ahora él mismo se aterraba de la intensidad de sus emociones, de lo que sentía, de lo que quería; él mismo decidió poner una barrera entre ambos para intentar controlarse y no traspasar el límite que creía podía permitirse.

Si llamara ahora, ¿qué ocurriría?, se preguntó Eren. ¿Le dejaría Levi invadir su espacio tan fácilmente como años antes? ¿Le permitiría perderse en su cama? ¿Velaría su sueño para que no hubiese más pesadillas?

No, no debía pensar en eso, se regañó. Todas aquellas suposiciones solo le hacían más daño.

Finalmente tomando una decisión, se encaminó hacia la parte trasera del edificio donde se ubicaban los cuartos de los chicos y se quedó sentado en la vieja escalera de madera que estaba en la entrada del área donde se hacía la colada y se tendía la lavandería. En su apuró por salir del cuarto, no pensó en buscar algo para abrigarse, motivo por el cual solo estaba vestido con el corto pantalón negro y la vieja camiseta sin mangas azul claro que ocupaba para dormir; sin embargo, el aire de esa noche de verano era dulcemente cálido y estar allí fuera resultaba agradable. A través de la casi imperceptible briza podía percibir, mezclado con el aroma de la tierra calentada por el sol y los árboles frutales, la leve esencia del detergente y la ropa limpia que estaba allí tendida. Aquello despertó algo dentro de él, reconfortándolo y a la vez provocándole una añoranza dolorosa al pensar en su madre y recordar las veces que le ayudó en aquella tarea, algunas de buena gana y otras no tanto.

A pesar de los casi cuatro años trascurridos desde su muerte, Eren aun la extrañaba. Había días como aquel por ejemplo, que la añoraba de forma tan dolorosa que su ausencia era como sentir que le estuviesen arrancando las entrañas una y otra vez.

Sin poder contener más aquel torbellino de emociones descontroladas, se echó a llorar desconsolado, como pocas veces se permitía tras aquellos sueños. En un intento de amortiguar sus sollozos, Eren se cubrió el rostro con las manos; no quería que nadie lo viese así, no cuando sentía como si se le estuviese partiendo el alma y esta hubiese desbordado un torrente que ya no podía detener. Algunos días, pensó, vivir era doloroso.

—Oi, mocoso, ¿ya estás llorando otra vez?

Al oír aquella conocida voz a sus espaldas, las lágrimas de Eren se detuvieron de inmediato. Sin volverse, porque no quería que él lo viese en ese estado, intentó limpiar estas lo mejor que pudo con sus manos desnudas pero su esfuerzo no sirvió de mucho. Solo cuando sintió el ligero peso sobre su cabeza y vio frente a sus ojos la tela blanca, comprendió que Levi acaba de dejarle su pañuelo para que pudiese ocultar su vergüenza; ante aquella muestra de amabilidad de su parte, unas cuantas lágrimas más se derramaron de sus ojos antes de que él pudiese ponerles fin.

Los pasos de Levi, lentos y ligeros, se acercaron hacia donde él se encontraba, haciendo apenas ruido sobre el desgastado suelo de tarima. Sin apartar el rostro del pañuelo que tenía entre sus manos, Eren oyó cuando estos se detuvieron y el leve sonido producido por la fricción de la tela contra la madera en el momento en el que él se sentó a su lado en la escalera. Como no podía percibir el calor proveniente de otro cuerpo, Eren supuso que, como siempre, Levi dejó una distancia prudencial entre ambos: lo suficientemente alejado como para no invadir su espacio pero a la vez lo bastante cerca para que él pudiese sentirse reconfortado.

¿Cuántas veces había ocurrido aquello en los últimos meses? Demasiadas, se dijo. Tantas que él terminó por perder la cuenta. Era casi como un ritual entre ellos desde que Eren dejó de acudir a su cuarto en busca de consuelo; cada vez que alguna de sus pesadillas parecía destruirlo por dentro, él intentaba huir de algún modo de aquel dolor y era Levi quien terminaba conteniéndolo, reconfortándolo. Ayudándolo a seguir un poco más; un día más…

—¿Y que ha sido esta vez?

El conocido aroma del té negro inundó sus fosas nasales y aquel pequeño retazo de cotidianeidad lo ayudó a relajarse un poco. Sin querer mirarle aun, Eren levantó el rostro hacia el cielo y clavó sus ojos en el firmamento. Allí en Trost era difícil distinguir las estrellas; estás eran apenas unos diminutos puntos, lejanos y mortecinos en la distancia a causa de la espesa contaminación generada por los coches y las industrias. Dios, como añoraba Shiganshina…

—El incendio. Otra vez —murmuró apenas mientras sus dedos jugueteaban incesantemente nerviosos con el pañuelo de Levi—. Ya van tres veces en menos de un mes, pero por lo menos ya no hay gritos ni sangre entremedio, supongo que eso es un avance, ¿no? —comentó en forma despreocupada, intentando aligerar un poco aquella charla tan deprimente; pero cuando por fin se atrevió a bajar el rostro para verle, la manera tan intensa en que los ojos de Levi lo observaban hizo que el corazón de Eren se acelerara y que se sonrojara furiosamente, obligándolo a apartar el rostro, nervioso.

—Deberías reconsiderar lo de las terapias. No es necesario que tus amigos o tus compañeros se enteren si no quieres.

—No voy a ir. Ya tuve bastante de eso cuando estaba en Shiganshina y no sirvió de nada —Eren frunció el ceño al mirarlo y se mantuvo obstinado. El enfado por lo menos ayudó a templar su ansiedad—. Ya le he dicho que están mejorando, ¿no?

—Mejorando y una mierda —masculló Levi pero dejó el tema como tantas otra veces al saber que no lo haría cambiar de opinión. Bebió un sorbo de su té y lo contemplo de forma crítica—. Pareces cansado, mocoso. Tienes ojeras, tch.

Fue apenas un sutil movimiento que hubiese sido casi imperceptible si Eren no lo hubiera estado observando en ese momento; nada más que el lánguido alzar de aquella pálida mano que rápidamente volvió a quedar apoyada sobre el muslo de Levi, como si nunca se hubiese movido de allí. Y él lo supo, lo supo porque lo conocía bastante, porque habían pasado por otras situaciones similares. Levi, tan poco dado al contacto físico, estuvo a punto de acariciar su cabello o su mejilla; uno de aquellos escasos gestos de afecto que solía utilizar algunas veces en el pasado para reconfortarlo, pero que como tantas otras cosas, ya no estaba permitido entre ellos. Quizás por ese motivo este se arrepintió en el último momento de hacerlo.

Y Eren se quiso morir, porque con cada fibra de su alma hubiese deseado que él lo hiciera.

Últimamente las cosas entre ellos eran así, complicadas, pensó Eren desanimado. Poco antes de su cumpleaños número quince su relación con Levi pareció comenzar a enfriarse poco a poco a causa de la distancia que él se autoimpuso. Fue un cambio sutil al principio, nada que lo alertara de inmediato del gran error que estaba cometiendo porque, muerto de miedo como se sentía en aquel entonces, nunca se detuvo a pensar que el alejar a Levi de su lado podía significar que lo terminaría perdiendo.

Desde el primer día que llegaron a Trost para vivir en el orfanato y a pesar de que Levi era el tutor responsable del grupo de Eren y eso significaba que tenía bastantes niños a su cargo, este siempre se las arregló para dejar un poco de tiempo que compartir solo con ellos tres. Les ayudaba a estudiar cuando lo necesitaban, les enseñaba a pelear y a defenderse, les dio lecciones sobre como monta y cuidar de los caballos, oía atentamente interesado cuando ellos les contaban de su vida en Shiganshina antes de conocerlo, de sus recuerdos y las cosas que hacían allí; y Eren amaba esos momentos, porque era egoísta; porque deseaba que a pesar de las circunstancias que los llevaron hasta allí, Levi siguiera siendo más de ellos que del resto. Claro que le gustaban aquellos instantes en que eran solo ellos cuatro y podían olvidarse del resto; pero sobre todo, él esperaba ansioso los momentos que pasaban ellos dos a solas.

En una residencia llena de niños y adolescentes pululando por todos lados y adultos intentando controlarlos impartiendo reglas e imponiendo normas, el espacio personal y la privacidad era algo casi inexistente. Desde su llegada, Eren aprendió con bastante dificultad a intentar congeniar con todos, a discutir menos y a ser más amable. Compartía habitación con Armin, comía e iba a clases con sus amigos y los chicos de su grupo así como también estudiaba junto a ellos y hacia los deberes por las tardes. Cada día debía colaborar con chicos de otros grupos para ayudar en las tareas del orfanato y participar en las actividades que se le designaran, por lo que estar solo era prácticamente imposible y él, que hasta la llegada de Mikasa a su familia era hijo único y que solo tenía un amigo, comenzó a agobiarse un poco.

Quizás fue ese el motivo que lo impulsó a esconderse en el cuarto de Levi algunas tardes después de la cena y el baño. Al comienzo empezó a ir allí con excusas sobre sus clases, las materias que no comprendía y que necesitaba que él le explicase, los problemas que tenía con los chicos de su grupo o cualquier trivialidad que pudiese usar para escudarse; pasados unos cuantos meses, Eren simplemente comenzó a quedarse allí para matar el tiempo, leyendo en silencio alguno de los libros que este tenía mientras Levi trabajaba o platicando con él si estaba desocupado. Y cuando Eren ya fue un poco mayor, empezó a ayudarle con tareas pequeñas: prepararle té, limpiar un poco los estantes, ordenar sus papeles, organizar sus horarios; nada realmente importante y que sin embargo hicieron que se sintiera necesario.

Poco a poco el apego que ya tenía hacia Levi se fue haciendo mayor. El cariño de hermanos que Eren sentía por él desde que llegó a vivir con ellos a Shiganshina dio paso a la admiración y eso hizo que se esforzara al máximo. A pesar de no ser un estudiante brillante como Armin ni tan habilidoso en las actividades físicas como Mikasa, Eren perseveraba en la escuela, en los deportes y estudiaba duramente; ayudaba en la limpieza del orfanato, a cuidar a los niños más pequeños e intentaba no generar demasiado problemas. Quería que Levi lo notara sobre el resto y se sintiese orgulloso de él, algo así como el niño que espera el reconocimiento de su héroe. Y durante casi tres años todo parecía ir bien entre ellos, hasta que Eren, casi a punto de cumplir los quince, se dio cuenta de que sus sentimientos estaban cambiando. De que la forma en que miraba y deseaba la atención de Levi era ahora diferente.

Y por supuesto, él se aterró ante aquella revelación, y a causa de su miedo se apresuró a poner algo de distancia entre ambos por temor a ser descubierto. Comenzó a pasar menos tiempo a solas con él en su habitación, escudándose en lo cansado que estaba o lo mucho que tenía que estudiar; cada vez que a Levi le correspondía hacer las compras en la ciudad y lo invitaba a acompañarlo, Eren se negaba con cualquier excusa y en los momentos que este dejaba para estar a solas con ellos tres, aquellos que antes eran tan importantes para él, Eren se amparaba en sus amigos intentando pasar desapercibido. Por supuesto, Levi no era tonto y se percató de que algo le ocurría, por lo que en un par de ocasiones lo encaró y le preguntó directamente que le pasaba, si tenía algún problema con él; pero por supuesto Eren negó todo con obstinación, intentando ocultar su inseguridad lo mejor posible. Aferrándose a la convicción de que si el otro se enteraba de lo que le ocurría, de lo que sentía por él, lo despreciaría. Y eso, lo sabía, no sería capaz de soportarlo.

Fue así como la distancia entre ellos comenzó a convertirse en un abismo cada vez más insalvable. Cada día hablar a solas con Levi era más difícil, cada vez este parecía buscarlo y notarlo menos y a cada instante Eren moría un poco más por dentro ya que, pese a su determinación, solo deseaba que él lo mirara más, que lo necesitara más. Eren quería que aquellos ojos grises solo lo viesen a él, y aun así… solo podía alejarlo.

Y ahora solo les quedaban aquellos pequeños momentos. Las noches donde Eren se despertaba aterrado entre horribles pesadillas y Levi se quedaba a su lado haciéndole compañía. Esos, pensó, eran los únicos instantes de debilidad que podía permitirse.

El cálido y leve roce de unos dedos sobre su cuello hizo que el corazón de Eren se acelerara y se le erizara el vello de la nuca. Contuvo el aliento, tan aterrado como anhelante al volver el rostro y ver que Levi tenía un mechón de su cabello castaño en la mano y lo contemplaba con ojo crítico. Él, nervioso por aquella íntima cercanía, tragó a duras penas.

—Tch, demasiado largo —se quejó este y dejó caer las hebras con disgusto antes de volver a concentrarse en su té—. ¿Por qué no has permito a Mikasa que lo recorte como hace siempre?

Eren se encogió de hombros intentando mostrarse despreocupado mientras que por dentro algo parecía querer explotar de la emoción. El lugar donde los dedos de Levi lo rozaron le quemaba de una forma suave y desconocida. Lo hacía sentir extraño. Lo hacían desear más de aquel contacto.

Intentando desterrar aquellos perturbadores pensamientos, Eren volvió a centrar su atención en el hombre que estaba sentado a su lado y que lo observaba con su inmutabilidad habitual, aunque bajo toda su calma aparente parecía un poco disgustado.

—No me gusta —le soltó Levi repentinamente y, ante ese comentario, él no pudo evitar sentirse un poco culpable y feliz a la vez, ya que el verdadero motivo por el cual se dejó crecer el cabello provocando aquella pequeña rebelión era porque deseaba que este lo notase. Aunque fuese para regañarlo, aunque solo fuera por disgusto; Eren solo deseaba que Levi le prestase algo de atención, del tipo que fuese.

—¿Por qué no? —le preguntó algo desafiante, lo justo para pincharlo pero sin llegar a sobrepasar el límite que sabía el otro hombre tenía—. Prácticamente he llevado el mismo corte toda la vida, desde que era pequeño; estaba aburrido. Quiero cambiar un poco. ¿Es eso malo acaso?

—Tch, demasiado desprolijo —respondió Levi obviando sus preguntas como tantas otras veces, cuando no quería responder realmente—. Luces… diferente.

—Porque soy diferente, Levi. He cambiado, porque he crecido, ¿no lo puede ver? Ya no soy un niño, dentro de dos años ya seré un adulto.

Durante unos pocos minutos él se quedó mirándolo, mirándolo de verdad. Observándolo con aquel par de fríos ojos grises como si desearan verificar por sí mismos y grabarse en ellos todos los cambios de los que Eren hablaba. ¿Cómo podía ser lógico que una simple mirada desarmara tanto? ¿Cómo era posible que su sola presencia destruyese sus defensas de ese modo? Porque si Levi le hubiese pedido algo en ese momento, lo que fuese, él se habría dado prisa por cumplirlo, por complacerlo. ¿Saltar de un puente? ¡Seguro! ¿Rajarse el cuello con una cuchilla? ¡Pues claro!

No, se dijo Eren. Era imposible que aquello que sentía fuera algo sano.

Finalmente, rompiendo aquel momento Levi le dijo:

—¿Y es eso lo que quieres, Eren? ¿Crecer? ¿Por eso pareces tan disgustado últimamente?

Por un momento, por un breve instante Eren tuvo la necesidad de sincerarse. De confesarle a Levi lo que le ocurría de verdad y que fuese él quien decidiera si aquello estaba bien o mal, porque realmente, él ya no podía con sus propios sentimientos. Pero fue nuevamente el miedo el que le cerró la boca, y antes de que pudiese decir nada se encontró asintiendo con un gesto.

—Supongo… Creo que si me convierto en un adulto dejaré de ser una carga para todos —confesó, una verdad en la que pensó alguna que otra vez durante el último año—. ¿Sabe? Odio tener miedo, odio sentirme inseguro y, sin embargo, desde que murió mi padre, es algo que no puedo quitarme de encima. Es casi como una sustancia pegajosa que se adhiere a mí, por más y más que intento apartarla… y es agotador —volviendo a fijar la vista en el pañuelo que aun sostenía, Eren se dio cuenta de que inconscientemente terminó por llenarlo de nudos. Genial, Levi ahora iba a matarlo—. Pero, a pesar de todas las cosas que han ocurrido, usted nunca parece perder la calma ni estar aterrado; siempre parece tan tranquilo… y lo envidio un poco por ello. Me pregunto si es porque siendo adulto se tiene menos miedo.

Eren buscó nuevamente su mirada, pero esta vez los ojos de Levi se apartaron con incomodidad. En un rápido y delicado movimiento este le quitó el pañuelo de las manos y comenzó a deshacer él mismo los nudos entre sus pálidos y hábiles dedos.

—No. Siempre he pensado que a medida que creces, tus miedos lo hacen también contigo, porque tienes más cosas que importan o que quieres proteger —respondió, aun concentrado en su trabajo—. Simplemente aprendes a ocultarlos mejor.

Eren se quedó sorprendido ante aquella respuesta y lo que implicaba, lo que él le estaba confesando: Levi Ackerman era tan humano como él mismo, y tenía tantos momentos de debilidad como los que el propio Eren enfrentaba. No era el héroe perfecto que él idealizó toda su vida, sino que era alguien mucho más alcanzable. Quizás alguien tan necesitado como él mismo.

A lo mejor, se dijo, la distancia entre ellos no era tan insalvable como creía…

Antes de que pudiese dar una respuesta adecuada a Levi, este se puso de pie con la taza, ahora vacía, en la mano y se guardó el pañuelo, nuevamente doblado, en el bolsillo. Por primera vez Eren se dio cuenta de que seguía vestido con la misma ropa que llevaba durante la cena: vaqueros oscuros y una sencilla camiseta gris de manga larga; aquel pequeño detalle significaba que este aún no dormía nada, ni siquiera se había acostado; seguramente porque se quedó trabajando hasta tarde y por eso le oyó salir del cuarto. En más de alguna ocasión él se preguntó si este lo haría a propósito, ya que Levi parecía tener una especie de radar cuando de sus pesadillas nocturnas se trataba; siempre estaba allí en el momento que más le necesitaba.

Dios, con todos esos detalles que siempre tenía hacia él, ¿cómo se suponía que Eren debía dejar de ilusionarse con ese hombre? La vida era tan injusta…

—Joder, que tarde es —protestó Levi mirando la hora en el reloj que llevaba en la muñeca—. Venga, mocoso, ya es hora de que regreses a la cama. Hannes ha dicho que mañana todos deben estar en pie a las ocho, aunque sean vacaciones. Tch, que mierda.

Antes de que el hombre alcanzara a retirarse, Eren, que aún seguía sentado en la escalera, sujetó su mano con fuerza obligándolo a detenerse. Los grises ojos de Levi se abrieron asombrados, pero no hizo intento de apartarlo, y eso le dio confianza. Eso lo hizo decidirse.

Casi con fascinación, observó el evidente contraste entre ellos, lo muy diferentes que eran donde sus largos dedos, mucho más morenos, aprisionaban con firmeza la pálida mano del otro. En algún punto de aquellos cinco años que se conocían, Eren comenzó a crecer; poco a poco, con la calma de días y meses que se iban arrastrando paso a paso, y antes de que se diera cuenta, él era más alto que Levi, su cuerpo se ensanchó y musculó un poco más y así terminó por dejar atrás su niñez. Y mientras su cambio seguía su rumbo inalterable, avanzando un paso más cada día, aquel hombre parecía inalterable, como si el tiempo trascurrido jamás lo hubiese tocado. Más de una vez Eren se preguntó cómo se vería él a través de aquellos ojos. Si a Levi le agradaría lo que veía, aunque fuese un poco.

Aflojando apenas el agarre de su mano, Eren permitió que su pulgar vagara y se perdiera suavemente en la palma del otro, cálida y encallecida. Era una caricia inocente, pero en ese momento para él, tan poco acostumbrado a esa clase de contacto, le pareció casi tan íntima como un beso.

Estaba enardecido.

—Si yo… —comenzó a decir un poco inseguro, pero sus ojos seguían clavados en los de Levi, llenos de intensidad—. No… Cuando me convierta en un adulto, ¿seguirá mirándome de la misma manera? ¿Seguiré siendo solo un niño para usted?

La sorpresa del otro al oír su pregunta fue evidente y por unos pocos segundos este pareció, casi, casi vulnerable; sin embargo, con la misma rapidez que aquella expresión invadió su semblante, la máscara de eterna imperturbabilidad de Levi volvió a ocupar su sitio y aquel intimó momento que estaban compartiendo terminó cuando él apartó su mano sin el menor reparo.

—Un mocoso siempre será un mocoso —le dijo él con seriedad absoluta y una acerada mirada de aquel par de ojos grises—. Vete a la cama de una puta vez, Eren. No me obligues a repetírtelo.

Los pasos de Levi, en esta ocasión igual de ligeros pero más veloces, se perdieron poco a poco en la distancia del corredor hasta que él ya no pudo oírlos. Poniéndose lentamente de pie, se llevó las manos al rostro y se lo restregó con fuerza, intentando recomponerse un poco.

Estaba frustrado, sí, y también muerto de vergüenza por lo atrevido de su comportamiento esa noche, pero por primera vez en casi un año estaba decidido, casi como si acabara de abrir los ojos y darse cuenta de algo obvio. Sí, se dijo con determinación, lo iba a intentar, comenzaría de nuevo, se esforzaría hasta lograr que Levi volviese a necesitarlo; y cuando él tomaba una decisión, podía ser el más obstinado del mundo. No tenía que ser al día siguiente, ni la otra semana ni siquiera dentro de un año. Eren aún tenía tiempo e iba a aprovecharlo, arreglaría las cosas con él y cuando llegara el momento, cuando ambos fuesen adultos y pudiese sentirse un poco más como su igual, se sinceraría finalmente con Levi. Le confesaría que estaba enamorado. Que llevaba mucho tiempo amándolo.

 

——o——

 

Tomando un sorbo del agua que ya estaba bastante tibia a causa del calor, Eren, con un gesto de desagrado cerró los ojos y se masajeó los tensos músculos del cuello. Se sentía un poco mareado y tembloroso, y el extenuante trabajo físico de aquella mañana no ayudó a mitigar en absoluto su malestar. Malditas pesadillas, pensó molesto. Maldita su charla con Levi que no le permitió volver a pegar ojo en toda la noche a causa de lo ansioso que estaba.

—Deberías haberles dicho a los chicos que te sentías mal —lo regañó Armin, sus ojos azules estaban lleno de preocupación al ver lo demacrado que parecía. Su corta melena rubia se veía oscura en algunos lados a causa del sudor—. Quizás lo mejor hubiese sido que te quedaras ayudando a las chicas en la cocina, por lo menos allí no hace tanto calor.

Los verdes ojos de Eren se abrieron con sorpresa al oír sus palabras y lo miraron indignados.

—¡¿Estás loco, Armin?! Solo imagina lo que hubiese dicho el idiota de Jean ante eso. ¡Me haría la vida imposible!

—Solo porque caes muy fácil en sus provocaciones, Eren. Si solo te controlaras un poco más…

Soltando un bufido de disgusto apartó la vista de su amigo y se concentró en patear unas cuantas piedrecitas que estaban en la reseca hierba a sus pies. A pesar de estar bajo la sombra de un viejo roble, las altas temperaturas eran tan sofocantes que esto no parecía ayudar en nada y hacía que a Eren le pesaran los parpados y le ardieran los ojos.

—¡Síííí! ¡Al fin hemos acabado esta parte! Pensé que moriríamos allí, chicos. ¿Cómo puede hacer tanto calor hoy?

Dejando caer pesadamente su espalda sobre la valla de madera que cercaba la zona del establo, Eren observó a Connie, que era quien protestaba y se dirigía hacia donde Armin y él se encontraban refugiados en la sombra. Al igual que su amigo, el chico no era demasiado corpulento y con lo pegada que tenía al cuerpo la camiseta negra de trabajo a causa del sudor, parecía aún más menudo a causa de su baja estatura. Connie solía usar el cabello muy corto, rapado al completo, y en ese momento el exceso de sudoración provocado por el calor hacía que su cabeza se viera algo brillosa. Eren no pudo evitar reír al percatarse de eso, pero Armin, como si supiese lo que estaba pensando, le pegó un codazo en las costillas a modo de advertencia para que mantuviese la boca cerrada; luego le tendió una toalla a Connie que la aceptó con un gesto de gratitud antes de hundir el rostro en ella.

—No sé de qué te quejas tanto, si apenas y has hecho algo, Connie. Eres un maldito vago —acotó Jean saliendo del establo a sus espaldas. Agarrando una botella del agua tibia, se la echó por la cabeza sin importarle empaparse la camiseta negra ni los pantalones verde musgo que quedaron con manchas más oscuras por aquí y por allá; las botas le quedaron aún más embarradas que antes. El chico agitó el corto cabello castaño claro, que también llevaba rapado en la zona baja haciendo que este se viese más oscuro, salpicando de gotitas a todos, consiguiendo que ellos de inmediato se apartaran y comenzaran a soltar protestas que este ignoró.

—Bueno, tú tampoco eres mejor, Jean. Armin y yo acabamos hace diez minutos —soltó Eren alegremente y a cambio recibió una molesta mirada por parte del otro. Sus claros ojos marrones echando chispas. Nada del otro mundo—. Pero supongo que estabas entretenido con tus amigos. Ya sabes, charla de equinos sobre la calidad del heno y todo eso.

—Maldito bastardo suicida, un día de estos voy a hacer que te arrepientas de todas las idioteces que dices —lo amenazó este dando un paso hacia él e imponiendo su diferencia de altura, pero Armin se interpuso con firmeza entre ambos y Connie soltó una especie de relincho bajito antes de comenzar a reírse, lo que logró que el enfado de Jean ahora recayera sobre él—. Y tú, Connie, deja de seguirle el juego a este idiota.

—Lo que en verdad tenemos que hacer es dejar de perder el tiempo, chicos —les recordó Armin, un poco nervioso aun entre ambos, pero intentado mostrarse tan determinado como siempre—. Recuerden lo que dijo Levi. Si esto no está impecable para la hora de la comida, no hay salida.

Una especie de quejido colectivo escapó de los labios de todos ellos menos Armin, resignados ante lo que se les venía.

Aquella mañana durante el desayuno, recordó Eren, Connie y Sasha propusieron la idea de salir esa tarde a la ciudad para poder ir al cine y a recorrer tiendas. Las vacaciones de verano acababan de comenzar y los chicos no estaban dispuesto a perder la oportunidad de divertirse, sobre todo cuando tuvieron que hacer un esfuerzo sobrehumano para aprobar el curso. La verdad, él sospechaba que aquel milagro ocurrió más por el terror que a sus amigos les provocaba la ira de Levi si perdían el año que por una verdadera devoción académica.

Por su puesto que el resto de los chicos de su grupo rápidamente se entusiasmó con la idea, y aunque Eren no tenía demasiadas ganas de ir, terminó por sumarse también al plan. Después de determinarlo a suerte, tanto él como Armin fueron los elegidos para ir a hablar con Hannes y conseguir la autorización.

El orfanato Rose, en la ciudad de Trost, era un modesto y enorme edificio tipo granja que se encontraba emplazado a las afueras de la localidad, lejos del constante bullicio de las fábricas y con enormes áreas verdes para cultivo y recreación y espacio suficiente para albergar a los ochenta y tres chicos residentes, que iban desde los nueve a los dieciocho años, y a los treinta y dos adultos que allí trabajaban. Aquel establecimiento nació como la idea de un grupo de exmilitares para hacerse cargo de los hijos de compañeros muertos en servicio que quedaron huérfanos o cuyas familias no los podían mantener y, durante los más de veinte años que llevaba en funcionamiento, parecían haber hecho un buen cometido. Y fue allí donde tras la muerte de su madre y el abuelo de Armin, ellos tres fueron a parar junto a Levi.

En más de alguna ocasión Eren se preguntó el motivo de ello. Su padre era médico, su madre ama de casa, entonces, ¿por qué? ¿Cómo era que tres niños que nada tenían que ver con el ejército o el gobierno acaban por terminar allí? Mikasa y Armin también se lo cuestionaban bastante, pero ninguno de ellos se atrevía a preguntarle el motivo real a Levi. Porque si algo era seguro, era el hecho de que a él sí le conocían en ese sitio, y que debido a los secretos que todavía no quería compartir con ellos los estaba escondiendo allí por alguna motivación importante.

De momento, aquella institución estaba siendo dirigida por Hannes que era el director. Eren conoció a aquel hombre cuando era más pequeño y su padre aún estaba vivo ya que ambos eran amigos. Hannes siempre se mostró amable con ellos tres, siguiéndoles el juego cuando le platicaban de tonterías y defendedlos o sacándolos de problemas cuando el mal temperamento de Eren hacía que se metiera en más de alguna pelea con los otros chicos de la ciudad; no obstante, tras la muerte de Grisha, al poco tiempo Hannes también abandonó Shiganshina y perdieron todo contacto con él. Solo fue casi dos años después cuando lo encontraron nuevamente allí en Trost.

En un comienzo a Eren se le hizo un poco complicado adaptarse al sistema del orfanato. Al no ser demasiados niños los que vivían allí, la directiva decidió juntarlos en grupos etarios sin división de género. Fue así como él, junto a Mikasa y Armin, terminaron siendo parte del Grupo Cuatro que correspondía a los chicos de doce años de edad, y que en aquel momento estaba conformado por Connie Springer, Jean Kirstein y Sasha Blouse. Un año después de que ellos llegaran a Trost, también se les unió Historia Reiss. Casi cuatro años después, aquel pequeño grupo de ocho integrantes, si contaban a Levi que era el tutor responsable de ellos, terminaron por convertirse en algo así como una familia.

Hablar con Hannes para conseguir el permiso de salida fue en realidad la parte más fácil. Este les dijo que no habría inconvenientes mientras se mantuviesen siempre juntos y regresaran a una hora prudente antes del toque de queda; sin embargo, el que debía firmar la autorización y hacerse responsable por ella era Levi, ya que era el tutor de su grupo.

Ambos fueron a buscarlo y lo encontraron encerrado en la biblioteca hablando por el móvil, pero nada más verlos llegar este cortó la llamada y les preguntó que querían. Mientras Armin le explicaba a Levi los planes que tenían, Eren, que no se atrevía a decir ni una sola palabra, sentía que se sonrojaba y deseaba morir cuando notaba aquel par de ojos grises posarse en él de tanto en tanto. Después de todo el distanciamiento que él y Levi habían puesto a su relación, la extraña situación de la noche pasada tenía a Eren ansioso. Sabía que necesitaba explicarle su comportamiento e intentar arreglar las cosas, pero aún no se le presentaba la oportunidad, y en aquel momento las miradas escrutadoras que este le lanzaba no ayudaban a su corazón a tranquilizarse.

Finalmente Levi aceptó dejarlos salir bajo la condición de que, terminadas sus tareas de la mañana, limpiaran completamente el establo sin la colaboración de otro de los grupos y que ayudaran con la comida y la cena de esa noche; y aunque el trabajo extra no era lo que ellos esperaban, todo el grupo aceptó sin vacilación repartiéndose las tareas.

Y de allí el motivo por el cual ellos cuatro se encontraban en ese momento muriendo de calor después de haber limpiado a consciencia los habitáculos del establo, ya que Levi los iría a supervisar antes de la comida. Ya solo les quedaba cepillar y alimentar a los caballos y podrían entrar a ducharse y cambiarse la sudada ropa de trabajo por una más fresca antes de comer.

El agradable sonido de una cantarina voz llamándolos los puso a todos alerta de inmediato. Divertido, Eren observó el evidente cambio producido en el rostro de sus amigos cuando vieron que Historia se acercaba hacia ellos cargando algo. Los tres chicos la contemplaban casi con adoración, y ¿quién podía culparlos? Se preguntó él. La chica no solo era amable, sino que también bonita, con su larga melena de cabello rubio dorado que le llegaba bajo los hombros y sus grandes ojos aguamarina. En aquel momento con el sencillo vestido beige sin mangas que llevaba, el delantal de cocina amarillo y el sombrero de paja de ala ancha, lucía en verdad adorable en su poco más de metro cuarenta de estatura.

—Les he traído esto —dijo Historia señalando la jarra de vidrio que llevaba en las manos, la cual al parecer por las gotitas de condensación que mostraba debía estar muy helada—. Es limonada que les ha preparado Sasha. Las tres estábamos muy preocupadas por ustedes ya que hace demasiado calor —explicó mientras le pasaba el recipiente a Armin que se apresuró a recibirlo mientras ella rebuscaba en el bolsillo de su delantal hasta que sacó unos cuantos vasos desechables que les tendió antes de secarse un poco el sudor de su frente con la mano—. Vaya que está insoportable aquí fuera. ¿Cómo van con el trabajo?

—¡Historia, eres nuestra salvadora! —soltó Connie con un feliz lloriqueo mientras bebía un largo trago del dulce líquido y parecía revivir. Ellos tres se apresuraron a imitarlo de inmediato y ella se rio alegremente.

—Genial —respondió Jean después de apurar su vaso. Los ojos de la chica se posaron sobre él prestándole toda su atención y este se sonrojó un poco aunque de inmediato intentó recomponerse—. Ya nos falta poco.

—Eso es genial. Sasha y yo ya hemos acabado de ayudar a Anka para la comida y Mikasa está adelantando cosas para la cena. Con las chicas hemos estado platicando de los sitios a los que queremos ir —les dijo ella muy contenta—. Aunque Sasha insiste en que tendremos que visitar un montón de tiendas de comida.

—Pero no debemos olvidar regresar temprano —le recordó Armin—. Si nos pasamos del toque de queda Levi se enfadará.

Connie soltó un suspiro de fastidio y se sirvió un vaso más de limonada.

—No seas aburrido, Armin. Además, si eso ocurre solo debemos enviar a Eren a disculparse en nombre de todos, acaso, ¿no es su pequeña mascota? —Acotó Jean con mordacidad—. Levi, esto. Levi lo otro. Por favor, Levi, présteme atención —se burló el chico con voz aguda y soltó una carcajada al ver que él se ponía rojo de la rabia—. Cualquiera se da cuenta que lo has puesto al nivel de un dios, idiota. Ah, perdón, verdad que ahora ya prácticamente no te toma en cuenta.

Armin, alarmado, le lanzó una mirada de advertencia para que se controlara, pero agotado física y mentalmente como se encontraba, Eren se hartó de Jean y lo confrontó.

—¡Deja de decir mierda, Jean! —le espetó Eren apartando sin muchos miramientos a Armin que se estaba interponiendo entre ellos, otra vez—. ¡No tienes derecho a hablar si no sabes por todo lo que nosotros hemos pasado ni la relación que tenemos con Levi! ¡Además el idiota eres tú!

El chico entrecerró los marrones ojos y se plantó frente a él, mirándolo con superioridad desde arriba gracias a los pocos centímetros que le sacaba de ventaja, sin embargo él no se amedrentó.

—Cierra la boca, Jaeger. Es tan desagradable ver como pareces seguirlo a todos lados y pegarte a él todo el tiempo. Tendrás que tener más cuidado, ¿sabes? Cualquiera que te viera podría malinterpretar las cosas y llegar a la conclusión de que te gusta Levi. ¿O acaso es así? ¿Estás enamorado de él?

Eren se quedó sin habla, conteniendo la respiración mientras notaba el punzante latir de su pulso en las entrañas. Odiaba a Jean, realmente lo odiada; y cuando la carcajada burlona de este pareció resonarle en los oído, ante sus ojos todo se puso de color rojo. Iba a matar a ese idiota.

El puñetazo salió de su mano sin que Eren pudiese controlarlo. Antes de darse cuenta de lo que había hecho, vio la mirada de sorpresa de Jean y su nariz sangrante; por supuesto, en menos de treinta segundos este se lanzó sobre él tumbándolo en el piso de un golpe sordo que le cortó la respiración y le pegó un puñetazo en la mandíbula como respuesta.

Cuando tenían once años, poco después de haber llegado a Shiganshina, Levi les enseñó a los tres a pelear para defenderse. Eren aprendió a luchar contra un tipo mucho más grande y corpulento que él, a defenderse de alguien que estuviese armado con un cuchillo o un arma que no fuese de fuego y a terminar una riña en cuestión de segundos inmovilizando a su enemigo; pero, en aquel momento estaba tan agotado, se sentía tan mal, que quitarse a Jean de encima entre golpes y empujones fue casi un logro que termino por quitarle todas las fuerzas. Enfadado como estaba, volvió a pegarle un puñetazo que esta vez chocó contra sus costillas logrando que el otro ahogara un gemido, pero cuando el chico le asestó a su vez una patada en el estómago, Eren volvió a caer al suelo, resollando.

—¡Chicos, basta! ¡Deténganse! —oyó gritar a Historia entre el sonido incesante de su propia tos y su respiración jadeante.

—¡Eren! ¡Dios, Eren! —oyó gritar a Armin cuando se acercó hasta él para ayudarlo, mirándolo preocupado—. ¿Te encuentras bien? —Le preguntó, ante lo que él asintió, aun tosiendo un poco, e intentó ponerse de pie; pero con sorprendente fuerza este no se lo permitió—. ¡Eren, para de una vez o te vas a meter en problemas!

—Demasiado tarde —les dijo Connie con evidente nerviosismo. Sus ojos avellana pasaban rápidamente de donde ellos se encontraban en ese momento hasta un punto cerca de la casa y continuó con voz casi estrangulada—: Levi viene hacia acá. Los ha visto. Dios, estamos todos muertos.

Ante la mención de su tutor, Historia, que en ese momento examinaba la nariz de Jean que seguía sangrando profusamente, se puso pálida y Armin miró a Eren aterrado. Jean comenzó a mascullar una retahíla de insultos, de la cual Eren era el mayor receptor, mientras Connie, todavía de pie vigilando, parecía a punto de querer salir huyendo de ahí como un conejo asustado. Él por su parte, ya estaba resignado a su mala suerte.

Una vez llegó hacia donde ellos se encontraban, en silencio Levi evaluó la situación en la que se encontraban y frunció un poco más el ceño, haciendo que sus delgadas cejas oscuras se convirtieran en una línea casi recta y los tensos labios no fueran más que un fino trazo. El peor panorama de todos. Estaba furioso.

—¿Que mierda ocurre aquí, mocosos? —Les preguntó él con aquel tono autoritario que utilizaba a veces con ellos, cuando solían colmarle la paciencia, y que los hacía temblar de miedo—. Contesten.

El posterior silencio que siguió a su pregunta fue casi como un pesado manto que se posó sobre todos ellos. Por muy enfadados que estuvieran, por muy asustados que se sintieran, los chicos sabían que no se traicionarían unos a los otros. Aunque fuera de mala manera, eran bastante leales entre ellos, por lo que mantendrían la boca cerrada. Aunque algunos bastardos como Jean, pensó Eren molesto, no se lo merecieran.

—Historia. Connie —los llamó Levi, pero los chicos solo clavaron los ojos en la reseca hierba del suelo y guardaron silencio, ambos controlándose para no ponerse a temblar. Un profundo suspiró de molestia fue la respuesta de este a su mutismo—. Armin, ¿algo que decir?

Su amigo agitó la cabeza en una negativa, haciendo que las pálidas y largas hebras de su cabello rubio se movieran en todas direcciones; sin embargo, este fue lo suficientemente valiente para no apartar sus ojos de Levi.

—Jean, ¿qué le ocurrió a tu nariz? —preguntó su tutor con el mismo tono aburrido que utilizaba para repasar con ellos las lecciones, pero el brillo acerado de sus ojos pronosticaba el peligro.

—Me… me coceó un caballo —murmuró este con voz nasal mientras intentaba contener el sangrado con el delantal que su compañera le había dejado. La mirada de odio que le dirigió a Eren le dejó muy claro que las cosas entre ellos aún estaban pendientes. Que se lo haría pagar.

—Eren —dijo al tiempo que dirigía su atención hacia él que todavía estaba sentado en el suelo. Le tendió una mano que él aceptó nervioso y lo ayudo a ponerse de pie observándolo escrutadoramente—. Supongo que a ti también te coceo un caballo —aventuró. Connie, sin poder evitarlo, soltó una risita nerviosa antes aquel comentario, pero la cortó enseguida ante la fría mirada de Levi—. ¿Quieres aportar algo más?

Él también se limitó a negar con un gesto como vio hacer a Armin antes; sin embargo, la mirada que le dedicó Levi, fría, molesta y cargada de decepción, hizo que un peso se instalara sobre su pecho y le fuera casi imposible respirar. Tenía ganas de llorar.

—Armin, Connie. Terminen lo que quede pendiente de hacer en el establo y vayan a prepararse para comer. Historia, acompaña a este par de mocosos idiotas a la enfermería para que los atiendan. Si han terminado con las tareas asignadas para la hora de la comida como acordamos, llévenme la autorización para que la rellene y la firme —les ordenó a los otros chicos antes de volverse a mirarlos a ellos dos, casi con indiferencia—. Jean y Eren, ustedes no irán a la ciudad. Durante tres semanas estarán castigados sin poder salir del orfanato; ya hablaré con Hannes para que decida que trabajos asignarles.

El intentó de protesta de Jean murió de inmediato cuando Historia uso el mismo ensangrentado delantal para cubrirle la boca y evitar que se metiera en más problemas. A Eren, la verdad, el castigo le importaba bien poco. Si le hubiesen quitado las seis semanas de vacaciones le hubiera dado lo mismo, lo que no quería era que Levi se fuese así de enfado con él.

El hombre solo alcanzó a avanzar unos poco pasos en dirección a la casa cuando Eren, que fue tras él, lo alcanzó. Pensó en sujetarlo del brazo para detenerlo, pero reconociendo lo enfadado que estaba por la rigidez de su postura y la tensión de su espalda supo de inmediato que no era una buena idea.

—Levi —lo llamó cuando se puso a la par de él, aunque este no paró ni disminuyó el paso obligándolo a apurar el suyo—, yo… yo-

—Un adulto, sí, claro —lo interrumpió él. La ironía en sus palabras era casi como una cortada venenosa—. Tch, no eres más que un mocoso de mierda, Eren. Vete y deja de joderme de una puta vez.

Se quedó de pie allí, observando como Levi se alejaba cada vez más hasta que lo vio meterse dentro del edificio y sintió su perdida casi como un dolor físico. La primera lágrima la sintió ardiente al deslizarse contra su mejilla pero las demás parecieron enredarse una con otras y dejó de notarlas.

Con la mirada enturbiada, vio a Mikasa salir corriendo del edificio principal y su expresión de profunda preocupación al verle. Por una vez Eren no protestó cuando ella, sin preguntarle nada, lo envolvió en sus brazos y él se permitió enterrar el rostro en su hombro y llorar abiertamente mientras su hermana lo consolaba.

Más que los golpes, más que el orgullo herido, más que la decepción, fueron las palabras de Levi lo que generó el dolor más profundo. Eren podía soportarlo todo, menos que él lo odiase. Podía afrontarlo todo, menos dejar de importarle.

 

——o——

 

La hora de la comida no fue mucho mejor. Sentado a la mesa del bullicioso comedor común junto a su silencioso grupo, Eren removía la comida de un lado al otro del plato tragando algún bocado de tanto en tanto más para que Mikasa, que estaba sentada a su lado, dejara de incordiarlo, que por verdadero deseo. Las palabras de Levi aún le escocían, y que ese día no se hubiese sentado a comer con ellos como era lo habitual sino que estuviese ahora en la compañía de los otros tutores fue como una nueva puñalada a su muy herido corazón. No creía ser capaz de soportar más dolor.

Al masticar un trozo de pan que acababa de llevarse a la boca, hizo una mueca de dolor al notar el tirón que le produjo la contusión que tenía en el lado izquierdo de la barbilla por el golpe de Jean. Mikasa fue quien lo acompañó a la enfermería para que lo revisara Dot Pixis, que era quien ejercía de médico, y mientras esperaban que este acabara de atender la hemorragia nasal del otro chico, esta le confesó, de mala gana, que fue Levi quien le informó que Eren se había peleado con Jean y le dijo que fuese a verlo.

Sintiéndose observado, levantó la mirada y se encontró con la profunda mirada de resentimiento de Jean, que se encontraba sentado tres puestos frente suyo en la mesa, clavada en él y también con los anhelantes ojos ámbar de Sasha que iban de Eren a su plato casi intacto de comida. Sabiendo que iba a ser incapaz de tragar nada más, se lo acercó a su compañera que le sonrió dichosa, ignorando a propósito la mirada llena de reproche que le lanzó Mikasa.

—Jean, Eren, hemos estado hablando con los chicos y creemos que es mejor no salir esta tarde como teníamos planeado —comentó de repente Armin rompiendo el incómodo silencio que parecía haberse instalado entre todos después de lo ocurrido—. Ustedes también trabajaron bastante duro y no nos parece justo que solo nosotros podamos ir a divertirnos.

—Y tampoco lo es que no puedan hacerlo por culpa mía y de Jean —señaló él, apesadumbrado—. No sean tontos, por supuesto que deben ir. Además aprovecharé de descansar un poco.

—Yo me quedaré con Eren —puntualizó Mikasa, ante lo que él la miró enfadado.

—¡Claro que no! Irás con los chicos y lo pasarás bien.

—Pero estás herido… —le recordó ella. Parecía tan preocupada como si Eren se hubiese caído de un segundo piso y quebrado un montón de huesos a pesar de que solo tenía unas cuantas contusiones en el pecho y el rostro.

—Solo estoy un poco golpeado, Mikasa, no es algo de lo que debas preocuparte. El que se llevó la peor parte fue Jean, ¿verdad? —le preguntó a su compañero que todavía lucía la nariz enrojecida e hinchada, aunque ya no sangraba. Este lo miró con desprecio y teniendo cuidado de que los adultos no lo vieran, le enseñó el dedo medio a modo de respuesta.

—Pero…

—Ya basta, Mikasa. ¿No ves que Eren está haciendo todo lo posible por no arruinarte el día? —esta vez fue Historia quien intervino en su ayuda. Esta sonrió amablemente a su hermana—. Venga, pasemos una agradable tarde de chicas, ¿no te hace ilusión la idea?

—Y de chicos —les recordó Connie mientras masticaba su ensalada de papas—. Me niego a pasarme toda la tarde viendo tiendas absurdas. Además yo quiero ir al cine.

—Y quedamos en ir a comer. Lo prometiste, Connie —le recordó Sasha que acababa de terminar el plato de Eren y miraba esperanzada el trozo de pan que le quedaba a Mikasa pero ella, dándose cuenta, lo alejó de la chica para partir un trozo y metérselo en la boca logrando que los ojos ámbar de su compañera la miraran con dolor. Mientras hubiese comida de por medio, Sasha no tenía reparos en recurrir a ningún método para conseguirla.

—Pues entonces vamos a tener que decidir realistamente que vamos a hacer, porque no podremos con todo. Tendremos solo cerca de cinco horas antes de tener que regresar —les dijo Armin con su buen razonamiento habitual—. Después de lo ocurrido, desobedecer las normas y enfadar a Levi no es una opción.

Las miradas del resto del grupo se posaron apesadumbras sobre ellos dos, pasando de Eren a Jean, que por un momento pareció sentirse incómodo y avergonzado. Se lo tenía merecido por imbécil, pensó él con resentimiento.

Al percibir movimiento en la mesa de los tutores, la atención de Eren se apartó de la plática de sus amigos cuando vio que Levi se ponía de pie para retirarse de la mesa y contestar su móvil, abandonando posteriormente el comedor a toda prisa. Le hubiese gustado poder seguirlo para enterarse de lo que pasaba, pero por cómo estaban las cosas entre ellos, sabía que no era buena idea.

¿Aquella llamada sería de la misma persona con la que hablaba horas antes?, se preguntó. Levi no era mucho de hablar por teléfono, realmente casi nunca lo hacía, y las pocas veces que eso ocurría siempre intentaba estar a solas, como si desease evitar que alguien pudiera oír sus conversaciones. Aquello a Eren siempre lo intrigó pero, como tantas otras cosas sobre él, prefirió no cuestionarlo. A pesar de todo el tiempo que llevaban juntos, Levi Ackerman y lo que hacía, lo que era en realidad, seguía siendo un misterio para ellos tres.

Casi al mismo tiempo que este salía del comedor, Hannes se acercó a la mesa de su grupo y miró a Jean y a Eren con lástima tan mal disimulada que a pesar de intentar actuar con seria autoridad no les produjo nada de aprensión. Su apariencia demasiado bonachona, con aquellos amables ojos ámbar y el corto cabello rubio del mismo color de su fino bigote, no servían para inspirar temor y respeto precisamente.

—Bueno, bueno, chicos. Esta vez sí se han metido en un buen aprieto con Levi —les dijo Hannes mientras, apoyando las manos sobre la mesa, se inclinó un poco hacia ellos para hablarles sin que tuviese que enterarse todo el resto de aquel regaño; lo que, en opinión de Eren, era una tontería; de seguro a la hora de la cena ya todos los residentes del orfanato estarían al tanto de lo ocurrido. Mantener esa clase de cosas en secreto en el orfanato era casi imposible—. Estaba bastante enfadado cuando fue a hablar conmigo.

Al oír aquello, Eren se sintió todavía más culpable si eso era posible. Necesitaba hablar con Levi pronto, necesitaba poder explicarse. Maldición, si tan solo no hubiese perdido la cabeza ante las provocaciones de Jean… Armin tenía razón, era un verdadero tonto por caer en aquello, y ahora estaba pagando las consecuencias.

Tenía que hablar con Levi, encontrar la manera de hacerlo ese mismo día. ¿Quizás esa noche cuando los demás se fuesen a dormir…?

—Entonces, ¿está claro, Eren? ¿Te parece bien? —terminó de decir Hannes y él, que no oyó nada por estar perdido en sus pensamientos, lo miró confundido, pero asintió de todos modos. Armin, que se dio cuenta de todo inmediatamente, puso los ojos en blanco y moduló con sus labios la palabra “idiota” de forma muy clara. Por su lado Jean le lanzó una mirada que prometía dolor y muerte—. Perfecto, entonces cuando terminen de comer pueden ir a ayudar a Anka. Ella estará muy agradecida. Nos vemos luego y, ustedes dos —dijo el hombre dirigiéndose a Eren y Jean— dejen de meterse en problemas.

—¿Qué ha dicho Hannes? —se apresuró a preguntarle por lo bajo a su amigo que estaba sentado a su lado.

—Que te tocará hacer trabajo en la cocina todo el mes. Junto a Jean —recalcó Armin, y sonrió al oír su gruñido de disgusto—. Deberías haberte quejado antes, como lo hizo él; tal vez así hubiesen conseguido que Hannes lo reconsiderara, pero ya has aceptado, Eren. ¿En que estabas pensando?

—En nada, solo me distraje unos segundos —se excusó en un murmulló desganado; sin poder evitarlo, sus ojos se fueron inmediatamente hacia la entrada, alertas, cuando vio que Levi acababa de regresar; pero en estaba ocasión este no estaba solo, venía con Petra.

De inmediato buscó el vaso que tenía al frente y tomó un sorbo del agua que aún le quedaba, mientras observaba atentamente a la sonriente chica que saludó al resto de los adultos presentes y se sentó al lado de Levi en la mesa para comenzar a explicarle algo; Eren se dio cuenta de que aunque él no había cambiado su expresión de eterna indiferencia, ya no parecía enfadado. ¿Era con ella con quien estaba hablando aquella mañana y hacía unos minutos atrás? ¿La habría estado esperando? No, no podía ser así. Estaba seguro de que era un error, ¿verdad?

Dolía.

Llevándose el vaso nuevamente a los labios, Eren se tragó de una vez todo el líquido restante, pero ni aun así se pudo quitar el desagradable regusto amargo que tenía en la boca. Mikasa y Armin lo miraron preocupados, y su hermana posó su mano sobre la de él, obligándolo a abrir poco a poco el puño donde, sin darse cuenta, se estaba enterrando los dientes del tenedor que en algún momento sujetó y apretó con demasiada fuerza.

Dolía.

Hannes, ya de regreso en el sitio que solía ocupar en la mesa, le dijo algo a la recién llegada que la hizo reír. Petra se giró hacia Levi, quizás para comentárselo, y este a modo de respuesta asintió y sonrió levemente.

Dolía.

Y Eren ya no lo soportó más.

—Vamos a trabajar —le soltó molesto a Jean mientras se ponía bruscamente de pie. Armin y Mikasa intercambiaron de inmediato la habitual mirada que utilizaban cuando creían que él había perdido la cabeza, pero Eren prefirió fingir no haberse dado cuenta—. No quiero perder toda la tarde contigo Cara de caballo. Por hoy ya he tenido más que suficiente de ti.

—Eso debería decirlo yo, bastardo —respondió el chico, pero soltó los cubiertos y se levantó de la mesa dispuesto a seguirlo—. Por culpa de ese maldito temperamento tuyo nos has metido en problemas a los dos.

—Cierra la boca, Jean, yo no comencé esto.

Cuando pasaron rumbo a la salida, al verlo, Petra le sonrió con alegría y levantó una mano haciéndole un gesto para que se acercara a ellos; al igual que Hange o Farlan e Isabel, ella los conocía desde pequeños, cuando aún vivían en Shiganshina, por ese motivo cada vez que iba al orfanato a ver a Levi se interesaba en saber cómo les estaban yendo las cosas allí en Trost. Pero en aquella ocasión él la ignoró intencionadamente, sin importarle la evidente consternación que provocó en ella. De inmediato los ojos de Eren se encontraron con la mirada de Levi fija en él, pero molesto como se sentía en ese instante, apartó el rosto de inmediato y apuró el paso para salir de allí lo antes posible, sin importarle una mierda si Jean lo seguía o no. Solo no quería seguir en aquel sitio.

Dolía.

Cuando llegó a la amplia cocina del orfanato, ya nadie se encontraba allí. Anka, la cocinera, seguramente habría ido a comer también y ella no contaba con ayudantes, ya que eran los mismos chicos quienes se turnaban para echar una mano en la preparación de las comidas y mantener el aseo. Órdenes de Hannes, por supuesto.

Eren apoyó las manos en el mesón de la cocina y dejó caer su peso sobre sus brazos extendidos. Sentía una especie de malestar en la boca del estómago. Le dolía el pecho. Le quemaba la garganta. Estaba furioso con el mundo. Con Petra. Con Levi. Sobre todo con Levi.

Y dolía aún más.

Los pesados pasos de Jean a su espalda lo alertaron de que el chico lo había alcanzado. El portazo que dio al cerrar la puerta para demostrar su enfado pareció retumbar en la espaciosa habitación.

—¡Oye, Eren! ¡¿Qué mierda te ha pasado?! —le soltó Jean molesto entrando en ese momento a la estancia. Sujetándolo de un hombro, lo obligó con brusquedad a volverse para que le diera la cara—. Has salido prácticamente huyendo del comedor, bastardo; puede que tú estés ansioso por ponerte a trabajar pero yo no, además ni siquiera pude acabar de com… Hey, Eren, ¿que… te pasa? —el chico lo observó receloso, casi asustado y lo soltó en el acto, casi como si quemara—. ¿Por qué estás llorando?

De inmediato, confundido, se llevó una mano al rostro y al sentirlo húmedo comprendió que el otro chico tenía razón. Estaba llorando y no se había dado cuenta. ¿Qué le ocurría últimamente? Pareciera que todo le afectara. Que sus emociones estuviesen desbordadas. Y lo odiaba.

—Yo… no… Yo… No es asunto tuyo, Jean —le soltó molestó mientras se secaba los ojos con rabia, avergonzado de mostrar aquella debilidad delante de él—. Y… ya estoy bien. De verdad.

Sin embargo, al parecer este no se creyó por completo sus palabras, y lo siguió contemplando en aquel silencio reticente, con las delgadas cejas fruncidas en un gesto de molesta concentración y una mirada insistente; como si estuviese a punto de descubrir algo importante pero este se le escapase. Entonces, de repente, Jean inspiró bruscamente y miró a Eren con sus ojos marrones muy abiertos, llenos de aprensión.

—Demonios… —oyó mascullar a su compañero, la incredulidad teñía sus palabras— yo estaba en lo cierto. Ahora todo tiene sentido.

Eren lo miró molesto.

—¿Qué mierda estas diciendo ahora, Jean? —le preguntó intentando restarle importancia, pero la intensidad con la que este lo veía, casi como si hubiese resuelto un misterio, inquietó un poco a Eren—. Si te vas a quedar allí soltando idioteces mejo-

—Fue por Petra. Ha sido por Petra que te has puesto así. Te ha molestado verla con Levi —continuó, y Eren, asustado, notó como se le coloreaban las mejillas y se le calentaban las orejas de la vergüenza, pero intentó disimularlo como pudo—. Claro, estás celoso.

Eren, intentando fingir lo mejor posible para distraerlo, soltó una corta carcajada y miró a Jean como si este fuese idiota.

—Sí, claro, Jean. Llevo años enamorado de Petra y estoy muerto de celos por ella —le respondió mordaz y soltando un pesado suspiro de fastidio agarró uno de los delantales que estaban colgados en la percha y se lo puso, luego agarró otro y se lo estampó a su compañero contra el pecho—. Buen intento, pero no lograrás enfadarme con eso. Ponte a trabajar.

Sin embargo la expresión de Jean no cambio y siguió observándolo de la misma forma, entre acusadora y apreciativa, como si quisiese diseccionarlo y ver dentro de su cabeza. Dentro de su corazón.

—No es por ella. Es de ella —le dijo este finalmente, con una seguridad que no daba lugar a replicas. Y su corazón, que llevaba soportado tanto durante ese día, pareció saltarse un par de latidos—. Tú, bastardo… en verdad te gusta Levi… Estás enamorado de él.

Y en aquel momento, ya fuese por el cansancio, ya fuese por el dolor o simplemente porque sus emociones estaban al límite, Eren no lo negó, porque, ¿de qué hubiese servido? Si Jean, que era un imbécil, fue capaz de darse cuenta de lo que sentía por el otro, podía ser que incluso Levi ya lo hubiese advertido y quizás por eso se apartaba de su lado.

Bien entonces, si Jean lo sabía, si Levi lo sabía, en aquel momento, se dijo Eren, le daba igual. Podía enterarse el mundo entero, eso no iba a cambiar nada.

Porque en ese instante estaba celoso, sí. Muerto de celos. Y aunque sabía que no tenía derecho, que este no le pertenecía, quería reclamarlo como suyo. Le daba igual si estaba bien o mal, lo que pensaran los demás de él; no le importaba el mundo. Eren iba a luchar por lo que quería y no iba a detenerse hasta que Levi lo eligiese al él. Hasta que no tuviese ojos para nadie más que para él.

Notas finales:

Y bueno, aquí ya está el capítulo cuatro. Como siempre, muchas gracias a quienes leen y han llegado hasta aquí, espero que el capítulo haya compensado la espera y el esfuerzo, ya que ha sido largo, nuevamente. Creo que ya no me quejaré más de eso, cada vez que lo hago, como una mala broma cósmica el siguiente sale mucho más largo que el anterior.

Este ha sido el primer capítulo de Deseo, por lo que espero que esta parte también le haya gustado ya que será la tercera línea temporal de la historia y creo que de momento ha sido un poco diferente a las otras dos, sobre todo porque ha sido Eren al 100%. Prometo que ya en el próximo capítulo volveremos al presente, a Levi y a comenzar a desarrollar el verdadero motivo por el que ha ocurrido todo lo que afecta a los protagonistas.

También agradezco a quienes se han apuntado a seguir mi historia o la han puesto en sus favoritas. Y claro, también a sus comentarios. Me ha alegrado mucho saber que les ha gustado la historia.

Bueno, hasta la próxima actualización. Gracias por continuar.

Tess


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).