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Cantarella (Riren/Ereri) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

Capítulo 7:

(Pecado)

Demonios Desatados

 

Te quiero en mis infiernos

con todos tus demonios desatados

(Lindy Giacomán, No quiero promesas)

 

 

Mientras Levi ponía a calentar agua en la diminuta cocinilla de la casa, les indicó a los chicos que lo esperaran sentados en la mesa del comedor. Era raro, pensó, lo incómodo que se sentía con aquel reencuentro. Aquella no era la primera vez que estaban los cuatro juntos, teniendo en cuenta el pasado en común que compartían, e incluso hacía ya un par de días desde que él y Eren habían hablado, lo que debería haber facilitado un poco las cosas; sin embargo, de algún modo en esa ocasión se sentía diferente, antinatural. Tenerlos nuevamente allí lo hacía sentirse inquieto.

Aquella mañana logró convencer a duras penas a Hange para que no lo acompañara esa tarde como ella quería hacer. Su amiga, decidida en ayudarlo a resolver aquel problema, deseaba estar presente cuando Levi hablara con el trío para explicarles la situación; pero, dadas las circunstancias, de momento prefería enfrentarlos solo. Si los tres mocosos terminaban por enfadarse con él, Levi contaba con que la mujer actuase como juez mediador en todo ese lío.

Mientras aclaraba las tazas para quitarles el polvo acumulado y las ponía a escurrir, aguzó un poco el oído para prestar atención a lo que ocurría en la otra habitación, pero solo pudo oír el leve murmullo de las voces amortiguadas de los chicos mientras hablaban entre ellos, seguramente de algo que no querían que él oyese; aquello no era nuevo, pensó Levi mientras rebuscaba en la única alacena de la estancia algo de comer, estos siempre se comportaron así.

Tras comprobar que la fecha de caducidad de las galletas de limón fuera la adecuada, abrió el paquete para echarlas en un plato y llevarlas a la mesa junto con las tazas. En una ocasión, durante una de sus visitas para informarle sobre la investigación, Farlan terminó con una severa intoxicación gastrointestinal por comer un paquete de aquellas cosas en mal estado. Fue una cosa jodida, realmente. A su amigo tuvieron que ingresarlo en el hospital ya que en un comienzo ambos temieron que lo hubiesen envenenado; pero, cuando supieron el verdadero motivo, a pesar del alivio, no les hizo tanta gracia ya que perdieron muchos días de trabajo por culpa de eso. Después de aquello, Levi se volvió muy cuidadoso con todo lo que ingería.

Nada más salir de la cocina llevando las cosas e ingresar al comedor, el trio de mocosos se quedó callado en el acto. Mikasa, con los labios apretados a causa del enfado, miraba fijamente sus pálidas y delicadas manos entrelazadas en el regazo sobre su bonito vestido azul marino mientras Armin, que estaba sentado frente a ella, observaba todo a su alrededor con avidez. Eren por el contrario, no despegaba sus verdes ojos de Levi, haciéndolo sentir un tanto incómodo. Este parecía ansioso por decir algo, por preguntar mucho y él estaba seguro de que si se contenía en ese momento era solo por la presencia de los otros dos chicos.

Aunque en un comienzo aquella especie de reunión solo estaba planificada para Eren y él, cuando la noche anterior el mocoso le informó la que los otros dos también se les unirían, a Levi no le pareció del todo mal, inclusive se sintió un poco aliviado. Si iban a aclarar las cosas, creía que era justo que tanto Mikasa como Armin estuviesen al tanto de todo lo ocurrido y lo que podría venir, sobre todo luego de lo que Hange le informó aquella mañana. Además, no confiaba en sí mismo entando a solas con Eren. El chico siempre se comportaba de modo imprevisible y demasiado visceral, actuando a base de lo que sentía sin detenerse a medir las consecuencias y Levi, bueno, en demasiadas ocasiones él resultó ser bastante débil en todo lo referente a Eren Jaeger.

Una vez hubo dejado las tazas de té y las galletas en la mesa, se sentó al lado de Armin que era el único puesto libre. Eren, frente a él, comenzó a juguetear con la cucharilla y lo observaba de tanto en tanto, un poco avergonzado. El silenció que se instauró entre los cuatro era, sin lugar a dudas, perturbador.

Pudiendo observarlos ahora con mayor detenimiento, Levi logró apreciar con más precisión la transformación producida en ellos durante los últimos años. Mikasa, a diferencia la de última vez que la vio, lucía ahora el negro cabello muchísimo más corto, dejando atrás la corta melena que solía usar durante su adolescencia; quizás un corte tan masculino debería haber restado puntos a lo bonita que era, sin embargo, este solo parecía acentuarlo, resaltando sus oscuros ojos grises bordeados por las espesas pestañas negras y su pálida piel; además, al haber perdido ya los rasgos redondeados de la niñez, la hacía ver más adulta y sofisticada, sobre todo con el simple y estilizado vestido sin mangas de color azul oscuro que llevaba ese día, y por supuesto, la consagrada bufanda roja que Eren le regaló cuando eran niños y que ella no se quitaba casi nunca. Por otro lado, Armin no parecía haber cambiado mucho más desde su último encuentro a parte de haber crecido unos cuantos centímetros, para superarlo finalmente en altura, y haber engrosado un poco sus facciones antes demasiado femeninas. Este seguía luciendo el rubio cabello corto e impecable, un corte que adoptó unos cuantos meses antes de que ellos se separasen y que Levi siempre creyó estuvo influenciado por la rebeldía de Eren de dejarse crecer el cabello, aunque en el caso de Arlert fue lo contrario; de la noche a la mañana este decidió cambiar su rubia y lacia melena por un estilo más masculino, y él creyó que aquel cambio al chico le sentó bien, dándole más confianza en sí mismo y ayudándolo a no amedrentarse por su apariencia demasiado menuda y algo afeminada. Levi sabía de primera mano lo cabrones que podían ser algunos al subestimarte por como lucias, y eso fue algo que intentó inculcarle siempre a Armin, de buenas formas y otras no tan suaves. Como de costumbre, este era el más formal al vestir de los tres, llevando una camisa celeste del mismo tono de sus ojos y unos pantalones plisados beige, que lo hacían parecer un poco mayor y ayudaban a no confundirlo con un maldito mocoso. Y Eren, bueno… Eren era un desastre. Nuevamente llevaba el largo cabello castaño oscuro recogido de cualquier forma en aquella maldita coleta corta y tenía puesta una camiseta negra de media manga que seguro había conocido tiempos mejores. Los ajustados y desgastados vaqueros negros estaban rotos y deshilachados en las rodillas y los bajos, dándole un aire de descuido tal que, acentuado con lo alto y delgado que el chico era, hacía pensar de inmediato en un gato callejero. Levi no era capaz de determinar si el mocoso decidió vestirse así solo para provocarle un ataque de rabia o en un simple descuido. Con Eren, dependiendo del día, cualquiera de esas opciones podría ser válida.

Pero a pesar de los años y que hubiesen crecido, de la larga separación, de todo lo que les tocó vivir, sentados allí junto a él, a Levi seguían pareciéndole solo unos críos con muy mala suerte en la vida. Y él no era mucho mejor que ellos.

Intentando centrarse, dio un sorbo a su té de bolsa e hizo una mueca de asco al notar el insípido sabor. Al sentirse observado, levantó la vista y se encontró con que Eren tenía toda su atención puesta en él, nuevamente.

—¿Vive aquí? —fue la primera pregunta que salió de sus labios; sin embargo, antes de que pudiese responder, fue Armin quien lo hizo.

—No, es un piso franco —le dijo a su amigo, que lo miró lleno de incredulidad. Sus ojos azules también se clavaron en él antes de preguntarle para confirmar sus sospechas—: ¿estoy en lo cierto?

Levi enarcó un poco sus delgadas cejas a causa del asombro. Siempre supo que de aquel trio, Armin Arlert era sin duda el más listo; de hecho, era el mocoso más listo que había conocido en su vida, pero nunca dejaba de sorprenderle lo rápido que este pensaba, su modo de analizar las cosas sobre la marcha con una asertividad increíble. El muchacho le recordaba de cierto modo a Erwin, una meta bastante alta en su humilde opinión.

Asintió con un gesto mientras daba otro sorbo a la horrible bebida.

—¿Cómo lo has sabido?

Un poco nervioso por haber conseguido su atención, Armin dirigió su mirada a Eren que fruncía ligeramente el ceño y luego a Mikasa que se encogió de hombros. Le vio respirar profundo antes de contestar:

—Bueno, la casa está llena de polvo y luce demasiado descuidada para ser suya —explicó con seguridad mientras sus inquietos ojos azules recorrían con rapidez la modesta habitación donde se encontraban en ese momento, casi como si la evaluara y corroborara sus deducciones.

Siguiendo la mirada del chico, Levi contemplo con ojo crítico las dos estancias pintadas de un deprimente color arena que componían ese espacio y tuvo que reconocer que este tenía razón. La maciza y rústica mesa cuadrada de pesada madera con las cuatro sillas a juego donde estaban sentados en ese instante eran, prácticamente, el único mobiliario existente en el diminuto comedor, aparte de un envejecido estante de deslucida madera clara y vidrio que antes se utilizaba para guardar la vajilla pero ahora se encontraba vacío y cubierto de polvo y telarañas, al igual que los rincones de las paredes, un verdadero asco. Por otro lado, la pequeñísima sala de estar, continua al comedor, no era mucho mejor, aunque aquella habitación por lo menos sí intentaba ser un poco más confortable. La sala contaba solo con dos destartalados sillones orejeros forrados en una desgastada tela de un horrible color granate ubicados frente a la chimenea que en aquel momento estaba apagada; una pequeña mesita de centro entre ellos y un par de mesas esquineras con un florero vacío cada una conformaban el resto, y claro, todo se hallaban tan sucio que el solo haber soplado un poco sobre alguno de aquellos muebles habría levantado una polvareda. Las cortinas que cubrían las ventanas que daban al exterior, blancas en el pasado, lucían ahora desgastadas y percudidas mientras que el deslustrado piso de madera tenía una capa tan gruesa de polvo pegado que Levi, estaba seguro, demoraría días en devolverlo a su estado original si intentara arreglarlo. Y podía asegurar que el resto de la vivienda se hallaba en unas condiciones similares. Sí, aquel sitio era un horror por donde se le mirase.

Aun así, no corroboró las sospechas del chico de inmediato.

—Tch, podría simplemente estar recién mudándome y no haber tenido todavía tiempo de reacondicionar —aventuró con desganada dureza para probar un poco más a Arlert. Sus ojos grises lo observaron con renovada atención, logrando que el mocoso se removiera un poco en su asiento, nervioso; no obstante, no apartó la mirada y su expresión tornó a una de total convicción.

—Tiene razón, podría, pero usted jamás bebería esto por voluntad propia —indicó Armin finalmente, triunfante, mientras señalaba el té en su taza que lucía casi intacto—. Y se le ve incómodo: frunce el ceño cuando mira algo que le desagrada, tiene cuidado extremo en rozar o tocar todo, porque este es un lugar que no conoce o con el que no está demasiado familiarizado —las cejas del chico, levemente gruesas y de unos tonos más oscuras que su cabello, se fruncieron en un gesto de concentración mientras pensaba. Al mirarlo nuevamente, su semblante volvió a ser el del chico afable con una franca sonrisa en los labios—. ¿Era aquí donde solía venir las veces que desaparecía cuando éramos pequeños?

Un amago de sonrisa curvó ligeramente los labios de Levi en señal de aprobación hacia el inteligente mocoso y asintió otra vez. Mikasa lucía en verdad asombrada, con un brillo de admiración en la mirada a causa de lo listo que era su amigo. Eren, en cambio, parecía un poco taciturno. Por lo tormentoso de su mirada supuso que este estaba algo molesto, celoso, a pesar del enorme esfuerzo que estaba haciendo por controlarse. En el pasado Levi vio ese comportamiento un sinnúmero de veces, cada vez que el chico se sentía inseguro sobre él por la atención que le prestaba a alguien más y, aunque ahora Eren parecía medirse más y refrenaba mejor sus impulsos, era evidente que seguía deseoso por acapararlo, y Levi no sabía cómo reaccionar o sentirse respecto a eso; ¿lo regañaba abiertamente o solo lo dejaba pasar? ¿Ignoraba sus intenciones o probaba a calmar sus miedos? Demonios, no tenía ni una puta idea de lo que tenía que hacer con él. Nunca la tuvo en realidad.

No, no podía seguir pensando de aquel modo en Eren, se reprendió. No podía cometer el mismo jodido error dos veces en su vida. No podía ser tan malditamente idiota, ¿verdad?

Mierda, necesitaba controlarse. ¡Pero controlarse, ya!

Intentando recobrar su férreo control sobre sí mismo, Levi volvió a beber de su taza e ignoró lo mejor que pudo a Eren, centrando su atención en su prima. Mikasa, al saberse observada, le devolvió el gesto con evidente desprecio y frunció los delgados y pálidos labios hasta convertirlos en una línea casi imperceptible.

A pesar del paso del tiempo había cosas que nunca cambiaban, pensó con ironía; aunque parecía que en su caso el odio que ella sentía hacia él no hizo más que aumentar.

—Armin tiene razón, esta casa pertenece a la milicia y sí, era aquí donde solía venir a trabajar a veces cuando necesitaba hacer algo que ustedes no podían saber; si bien en ese entonces este lugar era… más habitable —les explicó con naturalidad—. También era aquí donde solían quedarse Hange o Farlan e Isabel cada vez que venían a la ciudad por trabajo. Aunque supongo, por las malas condiciones en que se encuentra, que hace mucho tiempo no se utiliza.

—¿Cuál es el motivo de que usted haya regresado aquí? —preguntó Eren repentinamente, llamando las atención de todos hacia él. Sus verdes ojos, menos turbulentos que minutos antes, lo observaban con ávida curiosidad—. El otro día no me lo quiso decir, pero es obvio que no es para dar clases en la universidad, ¿verdad? Además, su nombre verdadero… Lo que hace… A pesar de saberlo todo sobre nosotros usted nunca nos ha contado nada sobre usted, eso es realmente injust-

Armin carraspeó sonoramente, como si con ese simple gesto quisiera reprender a su amigo y centrarlo. De inmediato, Eren, que seguía prácticamente echado sobre la silla y jugueteaba ahora con el azucarero entre sus largos dedos, cerró la boca, dejó este de lado y se sentó derecho.

Levi no pudo evitar pensar en lo mucho que le gustaría tener aquel efecto de persuasión sobre el chico. Por lo general, cuando de él se trataba, Eren era bastante menos cooperativo y obediente.

—Tch, no es necesaria la formalidad —les dijo con cansancio. Mierda, comenzaba a dolerle un poco la cabeza y aquella maldita reunión solo acababa de empezar. Tres pares de ojos se posaron sobre él, asombrados—. Ya no están bajo mi tutela, son adultos y eso nos deja en igualdad de condiciones, ¿no? Y joder, odio todos esos malditos formalismos —concluyó ganándose una pequeña risita de parte de Armin que este intentó acallar de inmediato.

—Entonces, Levi, dinos —comenzó de inmediato el chico, ganándose una incrédula mirada por parte de Eren ante su atrevimiento aunque este la ignoró, restándole importancia—, de todo lo que deseamos saber, ¿qué nos puedes contar en realidad?

—Todo de lo que estoy al tanto —respondió mientras pasaba un dedo por el borde de su taza que estaba sobre la mesa. Oyó a Mikasa ahogar un jadeo de sorpresa y notó la tensión que embargó a Eren al oírlo—. Espero no tener que volver a verlos después de hoy, así que dejaremos todo claro, ¿de acuerdo?

A pesar de que Levi tenía planeado de antemano que sus palabras fueran brutales y horribles, no estaba lo suficientemente preparado para el dolor que estas generarían. Ya tenía una leve idea del efecto que estas podrían tener en el chico de ojos verdes, pero ver la demudada expresión de Mikasa y la incredulidad de Armin fue más de lo que se sentía capaz de soportar. Demonios, ¿por qué les estaba haciendo eso? ¿Por qué se estaba haciendo eso…?

Por la seguridad de aquellos tres, se recordó. Tenía que mantener a los mocosos lejos de él y de aquella pesadilla a como diese lugar. No podía volver a convertirlos en blancos.

—Perfecto. Entonces, díganos.

Para su sorpresa, fue Eren quien habló esta vez, rompiendo el silencio. Su expresión se había vuelto dura e impenetrable. Una máscara perfecta de calma que, por unos segundos incómodo y desequilibró a Levi. Desde su anterior encuentro, esa era la primera vez que notaba un cambio tan notable y evidente en el chico, y no estaba demasiado seguro de que le gustase; de cierto modo la actitud de Eren le recordaba demasiado a Grisha.

Intentando alejar aquel desagradable pensamiento, Levi dejó escapar un pesado suspiro y se apoyó bien en el respaldo de la incómoda silla, cruzando los brazos sobre el pecho. Los tres chicos lo observaban con total atención.

—Hace casi ocho años me enviaron aquí, a Shiganshina, para trabajar de encubierto y averiguar sobre la causa y los efectos del asesinato de Grisha Jaeger —comenzó a explicar él; al no ver evidencias de asombro en los mocosos, supuso que estos, de algún modo, ya lo sospechaban—. Como Mikasa era mi prima y Carla quedó viuda a cargo de ustedes dos, Erwin pensó que yo podría tener una tapadera válida y eso me permitiría trabajar mejor, sin levantar sospechas en una ciudad en la que prácticamente todo el mundo se conoce. Solo iba a quedarme durante tres meses y luego me integrarían a otro trabajo, ese era el trato.

Al confesar aquello, por primera vez Levi notó cierta confusión en el trio. Mikasa, que pareció un poco molesta cuando él habló sobre el hecho de utilizar su relación familiar, se aferró a su bufanda enterrando el rostro en ella como cuando era una niña. Eren, por el contrario, parecía bullir en ganas de comenzar a preguntar cosas, pero Armin posó una mano en su antebrazo desnudo y lo contuvo.

—Entonces, ¿qué cambió? —le preguntó este. Sus celestes ojos llenos de aquella curiosidad innata que siempre demostraba—. Estuviste casi un año aquí en Shiganshina con nosotros, y luego, más de cuatro en Trost. De tres meses a más de cinco años es demasiada diferencia, ¿no crees?

¿Qué era lo que había cambiado?, se preguntó también Levi, y no por primera vez. Quizás el principal motivo fue la trampa emocional en el que se vio enredado. Nunca esperó que su relación con los Jaeger pudiese volverse tan estrecha. No esperaba ligarse emocionalmente a Carla ni a Mikasa y mucho menos a Eren, pero, cuando estaba a punto de cumplirse su plazo, supo que no podría dejarlos de ese modo, no sabiendo cómo les acechaba el peligro. Y fue así como su estancia en Shiganshina se alargó más de lo previsto, mucho más… Y luego vino la culpa, y sus promesas. La necesidad de honrar el recuerdo de aquella a la que acabó fallando. Y después fue Eren, solo Eren. Eren y su deseo egoísta de no dejarlo, de mantenerlo a su lado a base de mil excusas hasta que aquello fue imposible y la separación permanente se convirtió en la única solución para los dos.

Tch, joder. Por muy decidido que estuviese a ser sincero con ellos y confesarles la verdad, Levi no podía contarles todo aquello. Lo que ocurrió años atrás, entre el mocoso y él, fue siempre un secreto que intentó mantener lo mejor guardado y no veía motivos reales para confiarles a los otros aquella información. Además, todavía se sentía demasiado culpable por aquello. Eren, sin duda, era su mayor pecado.

—Culpa, principalmente —reconoció. Una semiverdad para ocultar el resto—, y orgullo. Esperaba poder cumplir el trabajo en ese corto plazo de tiempo pero no fue así. Siempre creí que era muy bueno en lo que hacía, pero en lo concerniente a ese caso todo pareció marchar desde un comienzo cuesta arriba —tomó una de las galletas del plato y le dio un mordisco sin muchas ganas. Sabía horrible—. Pero fue la muerte de Carla y la del señor Arlert lo que descontroló todo. Esa noche comprendí que la amenaza era inminente y que tenía que sacarlos de allí cuanto antes. Por más que lo intenté, en aquel momento fui incapaz de contactar con Erwin ya que él estaba en un trabajo importante, por lo que recurrí a Hange y ella me puso en contacto con Hannes. Fue así como, tras hablar con él, acordamos que nos escondería en el orfanato que este dirigía en Trost hasta que aquel asunto se calmara un poco. Pero, como recordarán, las cosas se pusieron luego mucho más complicadas y por eso los sacamos de allí para hacerlos desaparecer junto con él.

El pesado silencio consiguiente estaba cargado con aquella verdad que todos sabían, el verdadero motivo por el que él decidió dejarlos y enviarlos a vivir lejos luego de haber fingido sus muertes: Eren y el riesgo de que en cualquier momento acabara realmente asesinado, al igual que sus progenitores.

—Lo que no logro comprender… es por qué mataron a mis padres —le dijo este. Sus cejas, ligeramente gruesas, estaban fruncidas en señal de disgusto, logrando que el verdeazulado de sus iris se notase mucho más oscuro—. Mi padre solo era un médico. No existía un motiv-

—Tch, claro que lo había, porque tu padre trabajaba de encubierto para Erwin y además creó una potente droga capaz de generar manipulación mental a un nivel extremo, Eren —lo cortó él, logrando que el chico se callase y lo mirara anonadado—. El ejército se la iba a comprar una vez la patentara, ya estaba todo acordado; pero lo asesinaron antes y, por lo que sabemos, se robaron los datos de esta. Lo que les ocurrió a tu madre y al abuelo de Armin tiempo después, bueno, lo de ellos solo fue mala suerte.

El gesto de dolor de los tres chicos no le pasó desapercibido a Levi, pero no existía modo de aligerar aquello o inventarse una excusa válida para suavizarlo. Carla y el anciano señor Arlert fueron solo un par de piezas más en aquel maldito juego que tuvieron la peor de las suertes al estar en el lugar menos apropiado aquel fatídico día. Un día nefasto para todos ellos en muchos sentidos.

Un daño colateral, le dijo Zackly cuando él fue a reprocharle aquel descuido tras haber escapado de la cuidad con los niños. Como lo fue también el casi asesinato de Eren años después, se recordó; pequeños sacrificios para un bien mayor.

Algún día el mataría a aquel maldito bastardo con sus propias manos, se juró Levi lleno de amargo rencor.

—Entonces, ¿esa droga anda dado vueltas por allí? ¿La han puesto a la venta? —Armin, que era quien preguntó esta vez, parecía realmente preocupado—. Si es tan peligrosa como parece…

—No está completa —se apresuró a aclarar Levi—, todavía. Pero sí, es una cosa jodida que hayan robado la formulación, por muy incompleta que esté. Y lamentablemente sí la han puesto en uso —acotó antes de que se lo preguntasen—. Hace algunos años y ahora. Por eso me han infiltrado en la universidad; el encontrarme con ustedes solo ha sido una puta coincidencia. Deberían haberse quedado a estudiar en Stohess —les soltó molesto, sin pensar; percatándose tarde, y solo gracias a la cara de sorpresa de los chicos, que acababa de dejarles claro que estaba al corriente de la vida que estos llevaban antes de aquel reencuentro.

Que mierda de día.

Pasados un par de minutos de bochornosos silencio, el suave carraspeo de Mikasa hizo que fuese su turno de atraer la atención de ellos tres sobre su persona. Un leve sonrojo le coloreó las pálidas mejillas pero no se amedrentó.

—¿Podría ser que los recientes casos de protestas antigubernamentales y suicidios juveniles estén relacionados con la droga? —inquirió ella.

—Sí, ¿cómo lo has sabido?

Esta se encogió levemente de hombros y levantó una mano para comenzar a juguetear, nerviosa, con uno de los extremos de su bufanda roja.

—Es que has comentado que el principal uso de la droga es generar manipulación extrema, y he pensado que entonces sería fácil convencer a alguien en quien se haya usado de que pusiese una bomba o iniciase un incendio y luego se quitase la vida, ¿no?

—Pero se supone que no está completa, ¿verdad? Entonces, ¿cómo…? —peguntó Eren, bastante confundido con aquello.

—Porque sigue siendo funcional en gran parte —aseguró la chica—. Quizás el efecto no sea completo, pero puede generar cierta influencia de coacción.

Tras sus palabras, la habitación se sumió en un completo silencio; un mutismo cargado de dudas y feas sospechas. Los oscuros ojos de ella miraron a Levi con pánico al darse cuenta del gran error que acababa de cometer al soltar todo aquello, mientras que Eren, sin entender nada, observaba confundido de uno a otro. Armin, por su parte, parecía concentrado en contemplar sus manos unidas sobre la mesa con una expresión de abstracción total.

Una oscura mirada de mudo auxilio volvió a recaer sobre él. Mikasa, a pesar de su resentimiento y el odio que parecía profesarle, prácticamente le estaba rogando con aquellos ojos grises que hiciese algo para arreglar el error que acababa de cometer.

Una vez más.

Los recuerdos y la rabia asaltaron a Levi con la misma violencia que años atrás, azotándolo con dolorosa precisión. La muerte de Carla, lo ocurrido con Eren, para él siempre serían su gran falta, su error, su pecado. Si tan solo se hubiese quedado aquel día en la casa o si no hubiera discutido con el chico, ¿habrían cambiado en algo las cosas? ¿Seguiría Carla viva? ¿Y Eren? ¿Tendría este menos demonios a los que aferrarse si él hubiese sido menos idiota, menos rencoroso?, se preguntó nuevamente.

Levi odiaba romper sus promesas y a menos que fuese por un motivo determinante o sumamente importante, jamás lo hacía. Aquello fue algo que le inculcó su madre de pequeño y, a pesar de todas las barbaridades que cometió durante su juventud delictiva y de las otras tantas que seguía realizando, él jamás se olvidó de honrar aquello. Por ese motivo, cuando años atrás Mikasa le suplicó que no dijese nada al chico, que le guardara aquel secreto, él se lo prometió. La niña nunca esperó nada de su parte, jamás le exigió nada a pesar de que al ser su única familia tenía derecho de sobra para hacerlo y, aquella noche, muerto de culpa y atenazado por los nervios, Levi aceptó. Y había cumplido con lo prometido hasta el día de hoy. Pero no creía justo el seguir ocultando aquello. Si la reunión que estaban teniendo era para confrontar la verdad, lo justo era que toda la verdad fuese expuesta.

—Creo que deberías ser honesta —le dijo Levi con rotundidad a su prima, ante lo que ella lo miró con terror antes de que una expresión mezcla de fatalidad y desilusión embargara su bonito rostro.

—¿Qué ocurre, Mikasa? —inquirió Eren, presionándola, pero esta simplemente apartó la mirada, llena de culpa; por completo sumida en su sepulcral silencio. Resignado a no obtener una respuesta de su parte, el chico posó sus verdes ojos en él, esperando que le dijese algo—. ¿Levi?

Él solo chasqueó la lengua con molestia ante la evidente cobardía de la muchacha.

—Oi, Eren, ¿qué recuerdas exactamente del día en que murió tu madre? —le preguntó a este. El rostro del mocoso se convirtió en un cuadro de total confusión e inseguridad mezcladas con un profundo dolor.

—Yo… bueno… No mucho en realidad. Mis recuerdos están un poco confusos…

—¡Cállate de una maldita vez! —gritó Mikasa dando un puñetazo en la mesa y sobresaltándolos a todos. Eren, boquiabierto, pestañeó un par de veces un poco desconcertado, pero la mirada de furia de la chica no estaba enfocada en él, sino en Levi que seguía sentado mostrando su acostumbrada impasibilidad—. ¡Lo prometiste, Levi! ¡Me dijiste que nunca… que nunca…! ¡Maldito mentiroso!

El llanto de la muchacha, tan intenso como cargado de pena y culpa, pareció reverberar en las desnudas paredes de la vivienda. Mikasa se cubrió el rostro con las manos, sus delgados hombros agitándose con el vaivén desacompasado de sus gemidos.

Levi no estaba demasiado seguro de cómo actuar a continuación, que demonios, él era un cabrón que entendía muy poco de sentimientos y todas esas mierdas; pero, estaba casi seguro, de que la angustia de la chica era mucho más profunda y significativa que una promesa rota o el miedo que podía generarle contar aquella verdad. Mikasa, quizás después de mucho, mucho tiempo, estaba dejando salir el dolor que todos esos años de pesadilla le habían provocado.

Con una paciencia que lo sorprendió un poco, los tres esperaron a que esta se calmara lo suficiente para que fuese capaz de verlos nuevamente de frente. Con su torpeza habitual, Eren, que estaba sentado junto a ella, comenzó a darle palmaditas en la espalada como si con eso pudiese alentarla, mientras que Armin rápidamente se puso de pie y desapreció en la cocina de donde minutos después apareció con un vaso de agua que ella aceptó con un asentimiento de agradecimiento. De mala gana, Levi le tendió su pañuelo, y a pesar de que era obvio por el odio con que lo miraba que Mikasa hubiese preferido morir que aceptarlo, terminó por arrancárselo de las manos y limpiarse los enrojecidos ojos y sonarse la nariz con él.

—Recuerdo haber salido de casa enfadado, hacia el bosque… después de discutir con usted. Y luego el incendió. Eso, solo eso.

Los grises ojos de Levi se desviaron hacia el chico que acababa de hablar, naturalmente, como si nada. Este seguía al lado de su hermana frotando con suavidad su espalda y pendiente de ella, aunque un tenue sonrojo teñía sus morenos pómulos, seguramente al recordar el motivo que aquella tonta discusión. Mikasa, mucho más tranquila, soltaba alguna que otra silenciosa lágrima de vez en cuando pero ya no parecía a punto de sufrir un ataque de histeria. Dios, como odiaba Levi aquellos arranques en las mujeres. Nunca sabía cómo manejarlos.

—Te secuestraron —acotó Armin a continuación y, en esa ocasión, un nuevo par de sollozos escaparon de labios de la chica—. O mejor dicho, los secuestraron a ti y a Mikasa. Yo me di cuenta de lo que había pasado y corrí a buscar a Levi para informarle y por supuesto que este salió de inmediato a buscarlos; por eso no estaba en casa cuando comenzó el incendio. Mi abuelo… —un leve titubeo y su voz algo quebrada fue el único indicio que dejó entrever que no estaba tan calmado como quería aparentar— mi abuelo fue a ayudar cuando vio las primeras llamas, estaba muy preocupado por tu madre; pero… vino la explosión y… todo fue muy rápido.

Los recuerdos de aquel día para Levi también eran algo confusos. Luego de haber encontrado a los niños y, tras asegurarse de que estaban bien, regresó a casa de los Jaeger solo para darse cuenta de que todo estaba reducido a cenizas, literalmente. En un principio no pudo creer que Carla hubiese muerto allí, de esa forma tan horrible, o mejor dicho, se negó a creerlo, aferrándose casi con desesperación a la esperanza de que ella hubiese podido escapar a tiempo, pero no fue así… Tardó cerca de veinticuatro horas en asumir y aceptar la realidad antes de poder enfriar lo suficiente su cabeza como para poder comenzar a tomar decisiones y hacer planes; aunque, hasta el día de hoy, Levi estaba convencido de que fue realmente Hange quien lo hizo todo mientras él seguía amortiguado y entumecido por la culpa y el dolor, ocultándolo todo tras su habitual fría indiferencia.

—N-no… lo recuerdo —murmuró Eren. La confusión reflejada en sus ojos verdes era evidente. Una vez más buscó la mirada de Levi, como si esperase que este dijese algo, que hiciera algo que le confirmara todo aquello que su amigo le estaba contando. Parecía tan frágil como una estalactita de hielo a punto de romperse—. Yo no… Entonces, ¿es mi culpa? ¿La muerte de mi madre fue responsabilidad mía?

—¡Claro que no! —Exclamó Mikasa con firmeza y, secándose con el dorso de la mano los últimos vestigios de lágrimas que le surcaban las mejillas, lo observó enojada—. Lo que pasó a mamá un fue culpa tuya, Eren; como tampoco lo fue la muerte de papá.

El chico la miró no muy convencido.

—Sé que no lo hice yo de forma directa pero, si no me hubiesen secuestrado... Si Levi…

—Tch, que mocoso más molesto y llorón. Deja de autocompadecerte de una puta vez, Eren. Te secuestraron, ¿y qué? Lo habrían hecho ese día u otro porque ya estaba en sus planes. Te necesitaban, joder —le dijo con enfado, perdiendo a pasos agigantados su, de por sí ya, poca paciencia—. Si vamos a comenzar con las culpas y recriminaciones no vamos a acabar nunca con toda esta mierda. ¿Fue mi error por haberme largado ese día? ¿Es culpa de Mikasa por haberte seguido? ¿Tiene responsabilidad Armin por haber ido a avisarme de lo que ocurría? No, mocoso idiota. La culpa es de los bastardos que asesinaron a tu padre por esa mierda de droga. Si quieres culpar a alguien, cúlpalos a ellos.

—Creo que tiene razón —admitió tímidamente Armin, rompiendo el pesado silenció que siguió a su argumentación—. Todos hemos sido víctimas de esto, hasta Levi —dijo, mirándolo con cierta conmiseración que no le agradó demasiado—. Después de todo, él tuvo que cargar con nosotros durante años tras lo ocurrido.

Lo que le faltaban, pensó molesto, que un maldito mocoso le tuviese lástima.

—Levi —lo llamó Eren en ese momento, sacándolo de sus pensamientos. De forma mecánica llevó la mano a su taza de té, pero al tocarla se dio cuenta de que ya estaba fría y volvió a dejarla en su sitio—, ha dicho… —este agitó la cabeza un poco, como si quisiera apartar algún pensamiento insidioso y se ruborizó un poco— has dicho que iban a secuestrarme de todo modos, porque me necesitaban —el chico entrecerró sus ojos verdes y lo observó con suspicacia—. ¿Por qué? ¿Cuál es el motivo por el que me querían? ¿Es por eso que casi me mataron años atrás? ¿Qué es lo que tengo de especial?

Luego de pensarlo unos cuantos segundos, finalmente se decidió a hablar.

—Tienes la llave de la fórmula completa. Aquí —le respondió mientras se daba con el índice un par de golpecitos en la sien. Nada más soltar aquello, Armin y Eren lo observaron con igual sorpresa e incredulidad ante lo que acababa de revelar; no obstante, su prima, solo se limitó a clavar la vista en la desgastada madera de la mesa mientras dejaba escapar un pesaroso suspiro de resignación—. Tu padre te convirtió en su jodida caja fuerte. Que cabrón.

—¿Pero… cómo? —Eren tragó saliva con fuerza, y Levi observó como su nuez subía y bajaba con nerviosismo—. Yo no recuerdo nada. Si supier-

—La droga —murmuró Mikasa. Los verdes ojos de su hermano se posaron levemente en ella, que sonrió con pesar—. Manipulación mental a un nivel extremo, ¿recuerdas, Eren? Por algún motivo papá te debe haber drogado para que no lo recordaras.

Una risa cargada de incredulidad escapó de los labios de este. Miró nervioso a su hermana y luego a Armin y a Levi. Sus dedos, inquietos por la ansiedad, viajaron hacia su nuca donde comenzó a frotar con fuerza.

—Eso es imposible, ¿verdad? Mi padre jamás… —mordiéndose el labio inferior, Eren guardó silencio al tiempo que su semblante se ensombrecía un poco, como si acabase de recordar algo que no le gustara demasiado. Cuando volvió a mirarlos, la incredulidad reinante en sus ojos acabó sido remplazada por una sombra de especulación que se tornó mucho más umbría cuando preguntó a la chica—. Mikasa, ¿cómo puedes estar tan segura de que la droga funciona y sus efectos…? ¿No se supone que ninguno de nosotros tres sabe nada sobre esto?

Casi como si hubiese estado esperando esa pregunta, la chica tomó aire profundamente y lo dejó escapar en una suave exhalación sin apartar sus oscuros ojos grises del otro muchacho. La seguridad que siempre la rodeaba, esa que le recordaba a Levi tanto a él mismo, volvía a estar en su lugar. Aquella máscara de fría imperturbabilidad que, para ellos, era casi como un escudo ante el dolor y los embates de la vida.

—Porque no ha sido la primera vez que te han drogado —confesó ella—. El día del secuestro… esos sujetos también lo hicieron. Querían que les dijeses todo lo que sabías sobre papá y su trabajo.

Eren inspiró pesadamente, controlando su enfado a penas. Armin, contemplando todo aquello en silencio, se mordía nerviosamente el labio inferior con tanta fuerza que este era ya solo una fina y pálida línea.

—¿Y les dije algo?

Mikasa negó con un gesto.

—Reaccionaste muy mal. En un comienzo pareció que la droga sí te hizo efecto: respondías preguntas sencillas, acatabas órdenes fáciles… —ella frunció un poco el ceño, como si aquel recuerdo la molestara demasiado—; sin embargo, cuando comenzaron a hacerte preguntas sobré papá y su trabajo, enloqueciste, Eren. Gritabas, te pusiste muy violento, demasiado; no podían controlarte, así que uno de esos sujetos te dio un puñetazo brutal que te dejó tumbado en el piso. Luego de eso, te quedaste muy quieto, como ido —le explicó—. Al ver que no reaccionabas tuve mucho miedo de que te hubiera ocurrido algo y estuvieses desmayado… o algo peor. Entonces… —ella bajó la vista y entrelazó sus pálidos dedos con fuerza antes de proseguir— entonces comenzaron a amenazarme a mí. También querían drogarme, pero me aterré e intenté luchar contra ellos como pude y, entonces… me golpearon —le dijo a su hermano—. No fue un golpe terrible, pero era pequeña y esos sujetos… bueno, acabé tumbada en el suelo. Estaba asustada, por mí y por ti, así que me puse a llorar y a gritar como una posesa, lo que no les gustó demasiado a esos tipos. Uno de ellos pareció hartarse finalmente de mí, así que me agarró con fuerza para ponerme un cuchillo en la garganta y amenazó con rajármela si no cerraba la boca de una vez. Yo… bueno, supongo que me puse muy nerviosa y él… me cortó un poco —aclaró, al tiempo que se llevaba la mano al cuello para bajar la bufanda y enseñar una pálida cicatriz hacía tiempo olvidada—. Y entonces… todo se descontroló.

—¿Por qué llegó Levi? —le preguntó este con inseguridad, aunque era evidente por su tono de voz y sus tensos gestos de que ya intuía la respuesta a esa pregunta, aunque la muchacha ni siquiera hubiese abierto la boca todavía.

—No, Eren —le dijo ella con una expresión de cariño casi maternal, como si quisiese de esa forma reconfortarlo y aminorar lo máximo posible el dolor que seguramente traería su revelación—. Cuando Levi logró encontrarnos, ya no había nada que hacer. Todo estaba acabado.

—¿Q-que quieres… decir con eso, Mikasa? Si Levi…

De forma imprevista los brazos de su prima rodearon a Eren en un gesto cálido que, a pesar de su evidente molestia, este aceptó con sorpresa y algo de vergüenza. Levi, que sabía lo que se avecinaba, apartó la vista en respeto a aquel pequeño momento de intimidad. Solo esperaba que esa confesión no lo cambiase todo, no lo destruyese todo, para ninguno de los dos. Ya bastante sufrimiento y dolor habían tenido que pasar ambos chicos como para que acabasen separados por culpa de aquello.

—Fuiste tú, Eren. Fuiste tú quien me sacó de allí —le explicó esta mientras suavemente acariciaba su castaña cabeza, manteniendo todavía un poco más aquel abrazo antes de romperlo y apartarse lo suficiente para poder verlo directamente a la cara. Sus delgados dedos recorrieron el moreno rostro del chico en una delicada caricia desde su sien izquierda hasta el contorno de su barbilla y luego de manera inversa. Mikasa parecía a punto de ponerse a llorar—. Yo… estaba aterrada —repitió— y tú… tú… pareció que enloqueciste —soltó casi en un murmullo—. Y… los mataste Eren. Cogiste uno de sus cuchillos y los mataste… A los tres.

El estrangulado jadeo de Armin se mezcló en sus oídos con el ruidoso sonido de su propia respiración contenida. Levi no sabía que esperar en aquel momento, no tenía una seguridad de como Eren reaccionaría ante esa confesión, pero, al notar como tras la confusión inicial este pareció comenzar a atar los cabos sueltos en aquel relato y, al contemplar la frialdad patente en sus verdes ojos y la lenta calma con la que sujetó la mano de Mikasa para apartarla de él, comprendió que las cosas iban mal. Más que mal, terribles.

—Entonces, Mikasa —comenzó a decir Eren, adoptando nuevamente aquella controlada forma de actuar que le recordaba a Levi de forma alarmante al padre de este—, ¿podrías explicarme porque no recuerdo nada de eso? Maté a tres hombres… por ti. Entonces, ¿por qué nada de eso está en mi cabeza? ¿Dónde se han ido esos recuerdos?

A pesar del terrible miedo y dolor que evidentemente sentía, ella levantó la barbilla con seguridad, desafiante.

—Porque yo lo decidí de ese modo —reconoció—. Después de lo que hiciste parecías… tan destrozado, Eren. Estabas allí de pie, contemplando los cadáveres de aquellos sujetos y creí que en cualquier momento ibas a desmoronarte, a desaparecer para siempre. Y yo no deseaba que cargaras con esa culpa, no me parecía justo cuando había sido por mí, por defenderme, por protegerme… Estaba realmente desesperada cuando tuve la idea, ni siquiera sabía si iba a funcionar, pero… creí que quizás podría ayudarte y calmar tu sufrimiento, así que volví a drogarte… y te pedí que no recordaras nada, absolutamente nada de eso. ¿Ves? —le dijo con una sonrisa triste—. La droga, por muy incompleta que sea, sí es efectiva en parte. Tú eres el mejor ejemplo de ello, Eren.

Ninguno de ellos dijo nada después de aquello, ni Armin que parecía demasiado asombrado para aceptar aquella explicación ni Mikasa que seguía con la vista clavaba en la mesa como si esta tuviese la respuesta a todos sus problemas. Eren por su parte, estaba absorto en un enfurecido mutismo. Levi, sentado frente a él, notaba la tensión que le crispaba los músculos del cuello y la espalada, así como la furia que desprendía la dureza de su mandíbula y la frialdad de su mirada bajo el ceño fruncido.

Y no podía culpar al mocoso. Que hubiesen alterado sus recuerdos de ese modo, no una, sino tres veces, era una completa mierda. Una total violación a la misma esencia del chico.

Sorprendiéndolos a todos, repentinamente Eren se puso de pie de forma abrupta, volcando su intacta taza de té en el proceso; aunque esto pareció importarle bien poco.

—Por mí, pueden irse todos al infierno —espetó con desprecio antes de meterse la mano al bolsillo de los oscuros vaqueros y dejar un manojo de llaves sobre la mesa antes de dirigirse en un par de largas zancadas hacia la puerta para salir de la casa, cerrando de un portazo.

De inmediato su prima hizo intentó de levantarse para seguirlo, pero Armin, con evidente rapidez y firmeza, la sujetó de un brazo y negó con un gesto.

—Necesita estar solo. Tiene que asimilarlo, Mikasa. Dale tiempo, por favor.

—Pero Eren…

—Eren va a estar bien —le aseguró el chico, utilizando aquel tono de mesurada certeza tan característico en él—. Ya lo conoces, ¿no? Sabes que no va a hacer una tontería, confía en él. Debes dejar que disminuya un poco su enfado antes de que puedan hablar para solucionar esto; está dolido.

Haciendo una mueca de sufrimiento, esta volvió a dejarse caer en el asiento, abatida. Levi, harto de todo ese drama descontrolado y con una jaqueca que parecía inminente, decidió levantarse para largarse de allí, pero la mirada de la chica, cargada de resentimiento lo hizo detenerse en su sitio.

—¿Estas contento ahora? ¿Has conseguido lo que querías? —le preguntó con desprecio.

Él, simplemente, se encogió de hombros con indiferencia.

—Tch, piensa lo que quieras, mocosa. Pero ten por seguro de que nuestras mentiras y culpas siempre nos dan alcance. Tarde o temprano, da igual; siempre hay que pagar por ellas.

—¿Incluso tú, Levi? —inquirió, llena de rencor.

—Incluso yo —reconoció con sinceridad—. Y créeme, la mayoría de las veces la vida se lo cobra con intereses.

Con los oscuros ojos grises destilando furia, la chica también se levantó de la mesa y, tomando de un manotazo las llaves que Eren dejó minutos antes, salió de la casa sin despedirse. Armin, algo nervioso aunque intentando mostrarse sereno, se despidió atropelladamente de Levi, disculpándose una y otra vez por lo ocurrido antes de abandonar la cabaña para darle alcance a Mikasa que, cegada por su mal temperamento, parecía dispuesta a salir disparada en la viaja camioneta dejándolo varado allí.

Cerca de quince minutos después, luego de haberse preparado otro de aquellos asquerosos tés, Levi se sentó nuevamente a la mesa, ahora vacía, y marcó el número de móvil que ya se sabía de memoria. Tal y como sospechaba, estaba apagado.

Tch, condenado mocoso. ¿Es que no pensaba otorgarle nunca un poco de tranquilidad?

Alguno de esos días, se dijo, Eren Jaeger iba a terminar por acabar con él. Tal vez mucho antes de lo que imaginaba.

 

——o——

 

Ya era cerca de medianoche cuando su móvil comenzó a sonar nuevamente con insistencia. Tal y como venía ocurriendo durante las dos últimas horas, el timbre repicó solo un par de veces antes de interrumpirse de forma abrupta, como si quien llamase no estuviera del todo seguro de que querer realizar esa llamada. Una puta molestia.

Hange, que se hallaba sentada con las piernas flexionadas en el sofá de la sala frente a él, lo observó con curiosidad alzando una ceja mientras no dejaba de trabajaba en la laptop que tenía apoyada en su regazo. Ataviada con aquel ridículo pijama de camiseta de tirantes y pantalón corto en un espantoso color naranja, parecía casi una versión infantil de sí misma.

—¿No vas a contestar? —le preguntó mientras volvía a teclear con una rapidez sorprenderte—. Si no vas a hacerlo, entonces apágalo de una vez, Levi. Tanto timbrazo me está poniendo nerviosa y al parecer a ti también.

—Tch, entonces ve a encerrarte a tu habitación, maldita cuatro ojos. Te recuerdo que esta es mi jodida casa y puedo estar donde quiera. Y una mierda si estoy nervioso.

Su amiga dejó escapar un pesado suspiro y movió la cabeza con pesar; su descuidada coleta castaña bailando en todas direcciones.

—Ten cuidado, enano, el estrés encoge el cerebro, ¿sabes? No vaya a ser cosa de que además de bajito acabes tonto.

Levi le lanzó una mirada llena de veneno que ella aceptó con una sonrisa antes de volver a abstraerse en su trabajo. Frustrado y, aunque nunca lo admitiría ante Hange, un poco nervioso, buscó la taza de té que había dejado sobre la mesilla de centro y le dio un sorbo a la amarga y tibia infusión.

Tras el desastroso encuentro de esa tarde con los chicos, Levi regresó al departamento y le contó a la mujer todo lo acontecido. Ella, después de oír la historia al completo y sus preocupaciones, se mostró más tranquila y optimista de lo que él mismo se sentía. Hange estaba convencida de que todo aquel mal rato era necesario para él y los chicos antes de poder comenzar a sanar y reparar su relación; algo así como el quitar previamente el pus de una herida para empezar a tratarla, le dijo ella.

A pesar de que Levi le recordó que no habría una futura relación con los mocosos, que su intervención en la vida de ellos llegaba hasta ahí, esta desechó sus protestas como si nada e insistió en que sería necesario que mantuviesen un ojo sobre los chicos ya que, si sus sospechas eran ciertas, Eren una vez más se estaba convirtiendo en el ojo del huracán y, a pesar de su intención inicial de mantenerlos al margen de todo aquello, quizás lo mejor sería involucrarlos un poco, lo suficiente para que estuviesen atentos y preparados.

Joder, como se complicaba todo cada vez más.

De nuevo el sonido de llamada del móvil invadió el silencio casi absoluto de la habitación y Hange dejó escapar un resoplido cargado de fastidio nada propio de ella. También un poco harto de aquello, Levi se inclinó hacia la mesilla de centro para tomar el aparato y apagarlo de una buena vez; sin embargo, la alarma anunciando la entrada de un mensaje lo desconcertó un poco. De inmediato en la pantalla saltaron los anuncios informándole que tenía veintitrés llamadas perdidas del mismo número desconocido el cual, sospechaba, correspondía a Armin. El mensaje, no obstante, era de otro contacto; uno que conocía bastante bien.

Tras leerlo y pensárselo un par de minutos, Levi se puso de pie y se dirigió hacia el estante donde solía dejar las llaves del coche y sus documentos. Hange levantó la vista, sus ojos castaños, enormes tras las gafas ovaladas, lo miraron con curiosidad.

—Voy a salir —le informó a esta—. No sé a qué hora regrese.

Ella asintió con un gesto antes de volver a concentrarse en la pantalla y lo que estaba haciendo. Durante un pequeño momento Levi se preguntó si ella estaría en verdad trabajando o si simplemente se encontraría enfrascada en alguno de aquellos absurdos juegos en línea a los que se enganchaba a veces con Moblit. Con Hange nunca se podía estar del todo seguro.

—Intenta no comportarte como el idiota frío y sin corazón de siempre, ¿quieres? No creo que el chico lo soporte muy bien hoy —le soltó esta sin mirarlo siquiera.

Levi, incómodo por el comentario, le lanzó una mirada acerada.

—Podría ir a reunirme con un asesino serial, ¿sabes? Creo que sería una autentica putada que intentara ser gentil y amable con él mientras trata de rajarme el cuello o algo peor.

Aunque no era su intención divertirla con su comentario, Hange se rio con ganas. Una sonrisa traviesa asomó a sus labios, dándole aquel aire de desquiciada que adoptaba a veces y que a él siempre lo dejaba sin saber si estaba tratando con una lunática o una genio. Lo más probable es que fuese una mezcla de ambas.

—Puede que esté un poco loca, Levi, pero no soy idiota —le aclaró, nuevamente toda seriedad a pesar de que sus ojos seguían brillando con cierta malicia—. Si hubieses visto tu cara cuando recibiste el mensaje… —ella se rio otra vez y volvió a teclear con renovado entusiasmo—. Que jodido estás, enano. Dale saludos de mi parte a Eren, ¿quieres?

Soltando un bufido nada propio de él, Levi se dirigió a la puerta y arrancó de la percha, sin mucha delicadeza, su chaqueta de cuero negra. Los días de septiembre aún seguían siendo cálidos en extremo durante las primeras horas pero, con el otoño casi encima, sus noches estaban comenzado a ponerse mucho más frescas. Él prefería con diferencia las estaciones frías, acabar empapado de sudor a causa del calor era un auténtico asco; sin embargo, no era tan descuidado como para salir a altas horas de la madrugada solo en mangas de camisa y acabar enfermo.

Media hora después y tras conducir por las calles casi desiertas de la ciudad, Levi aparcó en la dirección acordada y sintió como se le anudaba el estómago al observar a su alrededor.

Nada allí parecía demasiado cambiado; las casas de claros adoquines y rojizos tejados a dos aguas de aspecto rural seguían emplazadas en aquellas perfectas hileras, una tras otra, idénticas y a la vez tan diferentes. La tenue luz de las farolas seguía creando oscuras y alargadas sombras que parecían bailar un poco a causa de la suave briza estival y, por supuesto, hacia el fondo, casi como si fuese el oscuro telón de un teatro, el frondoso bosque se alzaba portentoso y amanzánate. Una barrera natural que separaba el último vestigio de la zona urbana de la cuidad de los campos de cultivo y las granjas.

Demonios, pensó Levi con un poco de dolorosa nostalgia, observar aquello era casi como haber extraído directamente de su cerebro un recuerdo del pasado. Exacto. Preciso. Inmutable.

El regresar allí, después de tanto tiempo, le provocó una indescriptible sensación de añoranza mezclada con algo más profundo, menos amable. Demasiados recuerdos, se dijo mientras observaba las calles solitarias y silenciosas a esa hora bajo la débil luz de las farolas. En el pasado, ¿cuántas veces sus pasos recorrieron aquel camino?, se preguntó Levi. Demasiadas. Tantas que ya no podía recordarlas. La última de ellas, sin embargo, fue el día que sacó a los mocosos de aquella cuidad para ir a Trost. Jamás pensó que tendría que regresar allí.

Tch, en verdad había sido un completo idiota por no suponer antes que el chico huiría a esconderse en ese sitio. Era tan malditamente obvio.

Aunque confiaba encontrarse con Eren nada más llegar allí, no vio señas de él por ningún lado y por un instante temió que, alterado como seguramente se encontraba, este hubiese decidido marcharse; sin embargo, menos de un minuto después de detener el coche, una oscura sombra apareció en su campo de visión desde donde antes estaba emplazada la casa de los Jaeger y luego oyó el repiquetear de unos nudillos sobre el vidrio del sitio del copiloto. De inmediato, aquel par de ojos verdes lo observaron desde el otro lado.

Tras desbloquear la puerta y de indicarle con un gesto que entrase, Eren, sin siquiera saludarlo, subió al coche y se quedó sentado allí, en completo silencio y mirando sus temblorosas manos unidas como si Levi no estuviese allí. Aquello debería haberlo molestado un poco, pero no fue así. Comprendía lo difícil que seguramente era para este asumir todo lo que se reveló aquella tarde; Eren, más que nadie, tenía derecho de enfadarse con el mundo, de exigir respuestas y gritar su rabia; el chico debería estar comportándose como un cabrón, joder, sin embargo, lo único que Levi lograba ver cuando lo miraba era a un niño perdido; un mocoso tan asustado y necesitado de consuelo que no fue capaz de abrir la boca para soltar alguno de sus malos comentarios. Hange ni siquiera debería haberle aconsejado que se portase bien.

Respetando lo mejor posible su autoimpuesto mutismo, Levi contempló de reojo al mocoso que seguía sentado terriblemente quieto a su lado. Podía sentir el fresco y amaderado olor de la noche y el bosque impregnados en él, mezclados con la esencia característica del chico, como si este hubiese pasado horas a la intemperie, vagando por allí sin rumbo, lo que de seguro era bastante probable. A pesar de que su rostro quedaba algo ensombrecido por la oscuridad del interior del automóvil y la escasa iluminación exterior, Levi pudo vislumbrar que tenía la bronceada piel de los brazos erizada a causa del frío y temblaba un poco; era evidente que la delgada camiseta negra y los desgastados vaqueros oscuros no pudieron protegerlo por completo del frescor nocturno.

Un ligero estremecimiento recorrió a Eren cuando él puso a funcionar la calefacción y, por primera vez desde que se subió al coche se volvió a mirarlo. Aunque todavía le costaba un poco distinguir sus expresiones, por la forma en que el chico fruncía las cejas y tensaba la mandíbula y los músculos del cuello, Levi estaba seguro de que estaba haciendo un enorme esfuerzo para no ponerse a llorar.

—No creí que fuese a venir —le dijo este repentinamente, volviendo una vez más a la formalidad a la que parecía estar tan acostumbrado. Un poco de emocionada culpa velaba sus palabras y, Levi no pudo evitar preguntarse, si aquel mensaje habría sido alguna clase de prueba de la que él no estaba enterado.

—Tch, no creí que fuese una petición, mocoso. No es como si me hubieses dado opción de negarme —murmuró con su habitual desganada indiferencia. Prefería morir antes que confesarle al chico que, cuando leyó aquel maldito mensaje que consistía solo en un escueto, “venga a recogerme” y la dirección en la que se encontraba, en vez de enfado sintió alivio al saber que se encontraba bien. Las insistentes llamadas anónimas eran un claro indicio de que Eren, durante todas esas horas, ni siquiera se dignó a enviarles un mensaje a sus amigos.

—Aun así, podría no haberlo hecho —insistió—. Cuando no quiere hacer algo, simplemente lo ignora y le da igual lo que piense el resto. Siempre ha sido así, Levi, lo sé; por eso… temía que esta vez también fuese de ese modo —reconoció Eren en un murmullo quedo y avergonzado que hizo que su estómago se contrajese a causa de la culpabilidad.

Debilidad.

Aquella palabra que tanto detestaba se coló en su cabeza y anidó dentro de su pecho logrando que le costase un poco respirar. Con Eren esa palabra siempre parecía estar presente en su vida, desde que lo conoció hacía ya ocho años atrás. Tenerlo allí, tan cerca, después de tanto tiempo, era doloroso; no solo por el arrepentimiento y la culpa que cargaba por todo lo que el chico tuvo que perder durante los últimos años, sino porque para él aquella separación tampoco fue algo fácil.

Levi siempre creyó, ingenuamente, que de ambos, Eren era quien más lo necesitaba, el más dependiente entre los dos, por eso se permitió la absurda fantasía de pensar que podría tomar las decisiones adecuadas sin sufrir de forma innecesaria por ello; no obstante, luego de haberlo alejado de su lado para protegerlo y de sentir que cada día moría un poco más por su ausencia, tuvo que comenzar a replantearse aquello. Lo cierto era que el más débil en aquella relación siempre fue él. Para Levi, Eren jamás dejó de ser una prioridad. Nunca, a pesar del tiempo, de las circunstancias y de la forzosa separación.

Hange tenía razón; estaba absolutamente jodido.

—Tch, contigo todo siempre es un problema —masculló malhumorado al tiempo que su móvil volvía a sonar y, perdiendo su poca paciencia, lo lanzó al regazo del chico que lo observó sorprendido, pestañeando unas cuantas veces sin comprender lo que ocurría—. Oi, contesta a Armin de una puta vez. Lleva telefoneándome desde las diez y me tiene más que harto.

—¡¿Y no le ha contestado?! —preguntó Eren, casi indignado. Sus ojos verdes abiertos a causa de la sorpresa.

—¿Tendría que hacerlo? Al que buscan es a ti, no a mí —Levi torció el gesto en una mueca de desprecio y, alzando la barbilla, le indicó el aparato que seguía sonando—. Arregla eso.

Tras soltar un pesado suspiro de disgusto y lanzarle una mirada de enfado, Eren contestó la llamada y comenzó a responder escuetamente y sin muchas ganas las preguntas del otro chico. Mientras tanto Levi, intentando darle algo de privacidad, se concentró en conducir fuera de aquella zona para dirigirse hacia las calles centrales a las cuales llegó, gracias al poco tráfico, en menos de cinco minutos.

A pesar de que Shiganshina era una ciudad con poca circulación urbana por la noche, de todas formas contaba con un par de tiendas que abrían las veinticuatro horas. Para cuando aparcó en el solitario estacionamiento de una de ellas, Eren ya había cortado la comunicación y, nuevamente, se mostraba malhumorado y taciturno, como si haber hablado con el otro chico hubiese removido y avivado otra vez todos aquellos recuerdos.

En esos momentos el mocoso era como una pequeña y peligrosa bomba de tiempo, pensó Levi, preguntándose cuál sería la chispa que finalmente lo haría estallar.

—Espérame aquí —le dijo al chico mientras abría la puerta para bajar del coche. Eren, saliendo de su enfadado ensimismamiento, lo observó confundido, pero él cerró el vehículo antes de que este pudiese preguntarle nada.

Unos cuantos minutos más tardes volvió a subir al coche, agradeciendo el tibio calor que emanaba del interior de este y el hecho que Eren, impredecible como era, no se hubiese molestado tanto como para largarse de allí con el automóvil, dejándolo en la estacada. Fue el mismo Levi quien le enseñó, a los quince años, como hacer un puente y estaba seguro de que el mocoso lo recordaba a la perfección, porque lo cierto era que aquel pequeño truco delictivo acabó por dársele bastante bien.

—Come —le dijo poniendo sobre sus piernas una bolsa con un par de sándwiches de ensalada de pollo y una botella de agua. Levi dio un sorbo a su té de máquina y aunque no era excelente, tuvo que reconocer que por lo menos estaba pasable—. Seguro que no has cenando nada —aventuró, ganándose una expresión avergonzada por parte del chico que bajó la vista en el acto.

—No tengo hambre —se excusó Eren, pellizcando nerviosamente el papel de la bolsa y sin sacar nada de su contenido— De verdad… preferiría no hacerlo.

—No estoy pidiendo tu opinión, mocoso. Solo… cómetelo, ¿quieres? —Levi se frotó con fuerza el centro de la frente con los dedos y durante unos breves segundos se permitió bajar la guardia lo suficiente para que este pudiese percatarse de su profunda preocupación por él—. Por favor.

Sin ninguna protesta más, Eren sacó uno de los sándwich y comenzó a comer en silencio, despacio; dando pequeños mordiscos y tragando con evidente dificultad. El chico no llevaba acabada ni siquiera una tercera parte de este cuando Levi, como si de un flashback mental se tratase, recordó otra escena similar casi siete años atrás, luego de la muerte de Carla. En esa ocasión él actuó de forma similar y las consecuencias fueron nefastas, con Eren vomitando todo lo que había ingerido y negándose a probar bocado durante al menos los tres días siguientes. Y a lo largo de los años que pasó con ellos no fue la única vez que sucedió. Cada vez que el chico parecía estar a punto de sufrir un colapso emocional, era incapaz de comer, por mucho que lo intentase.

¿Cómo podía ser tan malditamente idiota para no haber recordado antes aquello?, se recriminó con enfado.

Odiándose un poco más a si mismo por su descuido, Levi le quitó el sándwich de las manos sin demasiada delicadeza. Aquel par de ojos verdes lo miraron confundidos, asombrados, sin comprender que era lo que él pretendía esta vez.

—¿Levi?

—Está bien, ya es suficiente; no es necesario que te sigas forzando —dijo—. Lo lamento, Eren. Lo… había olvidado.

Como si sus palabras hubieran desbloqueado algo, como su hubiese abierto las compuertas de una represa que estaba al límite, la máscara de tranquila imperturbabilidad que parecían haber estado conteniendo al chico cayó de golpe tras oír sus palabras.

El ahogado gemido, cargado de rabia y frustración, fue seguido por un golpe tan potente al tablero del coche que Levi, un poco sobrecogido, dejó que parte del té que estaba bebiendo en ese momento se derramara sobre su camisa gris, quemándolo un poco; sin embargo, no dijo absolutamente nada, ni siquiera cuando el mocoso volvió a repetir aquel arranque de violencia dos veces más, haciéndolo temer que acabaría por agrietar aquella pieza. Menos de un minuto después, Eren lo miró desafiante, como retándolo a que lo regañase, a que le llamase la atención, pero él mantuvo la boca cerrada. Después de tantas horas vagando a la intemperie bajo la inclemencia de aquel débil viento preotoñal, el largo cabello castaño de este parecía haberse soltado un poco más de la sujeción de aquella descuidada coleta y lucía mucho más rebelde que horas antes. Con aquel aire desaliñado y el fuego ardiendo como verdes llamas en sus ojos, Levi pensó que de cierto modo el chico parecía peligroso, casi como una bestia salvaje y acorralada. Un paso en falso, una palabra o acción incorrecta, y este podría terminar por perder la cabeza.

—No puedo quitármelo de la cabeza —soltó de repente Eren tras unos minutos de silencio. Tenía los puños apretados tan fuerte que los nudillos se le blanqueaban a causa de la tensión; durante un instantes, Levi tuvo la tentación de poner sus propias manos sobre las de este y obligarlo así a relajarse un poco, pero lo desestimó enseguida, porque, ¿aquello haría algún tipo de bien a alguno de ellos o solo provocaría más daño? La respuesta era tan obvia que por eso mismo resultaba dolorosa—. Estoy furioso con Mikasa. Estoy furioso con papá. Estoy furioso con usted, pero sobre todo estoy furioso conmigo por ser tan condenadamente débil, tan manipulable… Además, lo que ella me dijo… —Eren se cubrió la boca con una mano y lo miró con verdadero horror—. ¡Dios, he matado a alguien, Levi! ¿Cómo se supone que pueda vivir con eso? No creo que pued-

—Se puede —le dijo él, cortando con dureza su discurso autoflagelante—. ¿Sientes culpa? ¿Estás arrepentido? —vio al chico asentir despacio, casi como esperando que Levi dijese las palabras mágicas que pudieran borrar todo aquello. Que pena que no fuese así; el maldito mocoso iba a tener que aceptar la realidad y joderse—. Entonces, ¿hubieses preferido mantener tus manos limpias y que mataran a Mikasa?

—¡Por supuesto que no! —exclamó Eren, profundamente ofendido ante aquella idea.

—Entonces, allí está tu respuesta, mocoso —le espetó—. Hiciste algo horrible, pero tenías un motivo válido; eso te debería bastar para acallar aunque sea un poco tu conciencia ¿Fue lo correcto? No tengo ni la más puta idea, pero; ¿sabes una cosa, Eren? He aprendido a no dejarme joder por esas dudas —al darse cuenta de que llevaba un rato dando golpecitos en el volante del choche con el índice, Levi comprendió que sus nervios lo estaban traicionando y se detuvo de inmediato. No estaba tan tranquilo como quería hacerse creer—. Sí, has matado a tres hombres, pero te recuerdo que fueron esos mismos bastardos quienes te pusieron en esa posición: los secuestraron a ti y a tu hermana, te drogaron y les hicieron daño. Vas a tener que cargar hasta el día que mueras con el peso de esas tres vidas, mocoso, pero no eres el primero ni serás el último. Mírame a mí, yo ya ni siquiera recuerdo cuántas vidas he arrebatado. Tú mismo me has visto matar, ¿no, Eren? Lo recuerdas, ¿verdad? —su mirada gris buscó la suya, inquisitiva, y este asintió—. Yo sí soy un asesino, mocoso. Porque en más de una ocasión he arrebatado una vida y te aseguro que en muchas de ellas fue por causas bastante menos nobles que la tuya.

Esa era la primera vez que Levi se atrevía a confesar algo así frente a Eren, de manera tan abierta y tan brutal. Su pasado, para aquellos chicos, siempre fue tabú; un tema del que ninguno de ellos se atrevió jamás a hablar. Si los mocosos sospecharon alguna vez de las cosas que él hacía o si llegaron a suponer que sus actividades no eran tan decentes, nunca se lo hicieron saber. Les enseñó a luchar, a defenderse; los preparó para que le devolviesen al mundo la violencia con que los trataba. Fue Levi quien formó la parte más violenta de Eren, su lado más descontrolado y salvaje, por eso estaba seguro de que si el mocoso fue capaz de matar a esos sujetos en el pasado, se debió a lo que aprendió de él, a sus enseñanzas; por lo tanto, parte de aquella carga también era suya, también era su culpa.

Su pecado seguía creciendo.

A pesar de que no querer afrontarlo, de que una parte de él moría de miedo, Levi se preparó para el rechazo y el horror que, estaba seguro, su confesión suscitaría, ¿cómo no iba a hacerlo?

Tres años atrás, para proteger a Eren, él mató sin vacilar frente a sus ojos, a sangre fría; en aquel momento, ese fatídico día, Levi también esperó el rechazo por parte del chico, pero este jamás llegó. Sin embargo, ahora las cosas eran muy distintas; él no estaba confesando haber asesinado a alguien para defender lo que  consideraba importante, sino que estaba reconociendo haberlo hecho solo por conveniencia. Si Eren se sentía asqueado consigo mismo solo por haber atacado en defensa propia, entonces, ¿qué pensaría ahora de él? ¿Cuán horrible y despiadado luciría Levi ante sus ojos?

No obstante, ninguna reclamación salió de aquellos labios. El chico, sentado a su lado, se limitó a observarlo, escrutador, casi como si quisiese desnudarle el alma. Eren seguía pareciendo profundamente desdichado pero, a pesar de sus temores, no daba muestras de sentirse espantado por la confesión que él acababa de hacer. Levi podía apreciar en aquellos iris verdes el reflejo del recuerdo de lo que ambos vivieron ese día y, al igual que en ese entonces, no notó horror ni decepción en ellos, solo aceptación; la misma aceptación que él necesitaba que Eren tuviera para sí mismo.

Un momento después, este finalmente le dijo:

—Sigo enfadado por todo esto, tengo rabia con todo el mundo; pero, sobre todo, estoy asustado —reconoció—. Tengo mucho miedo de no poder reconocerme. Me aterra la idea de mirarme al espejo y darme cuenta de que he cambiado, de que ya no soy el mismo —su voz, antes endurecida por la ira bullente, en ese momento estaba totalmente rota, quebrada por completo—. No quiero dejar de ser yo, Levi. No quiero perderme…

Aquella confesión le supo terriblemente dolorosa, no solo por lo que este intentaba explicarle ni por lo desesperado que parecía, sino por darse cuenta de que aquella llamita que siempre pareció prender y avivarse dentro de Eren, estaba comenzado a extinguirse. Por primera vez Levi tuvo miedo de que el chico no pudiese reponerse de aquel embate, de que finalmente se rindiera. Desde que Eren era un niño siempre lo vio luchar y levantarse, y seguir adelante creyendo que las cosas iban a mejorar; que si se esforzaba lo suficiente, tendría una recompensa. Pero en ese momento, junto a él en aquel coche, Levi comprendió que el mocoso estaba a punto de darse por vencido.

Y lo embargó el terror.

Desesperado, dejando de lado todas sus precauciones autoimpuestas, se volvió como pudo en aquel reducido espacio para poder encarar mejor al chico. Cuando Eren lo miró, un poco sorprendido, Levi le sujetó el moreno rostro entre sus manos y lo contempló con absoluta seriedad.

—Mírame, Eren. ¡Mírame! —le ordenó con rotundidad, solo sintiéndose satisfecho cuando una pequeña llamita verde volvió a prender, débil y tímida, en lo más profundo de aquellos ojos—. No vas a desaparecer, no vas a convertirte en un monstruo. A pesar de todo, sigues siendo el mismo mocoso idiota de siempre —le dijo Levi con seguridad—. Sigues siendo tú mismo, solo tú mismo, Eren. Confía en mí.

La cálida humedad de las lágrimas le impregnó las manos, aun así no lo soltó. En aquella ocasión, Eren no trató de refrenarlas ni ocultarlas, simplemente cerró los ojos y se permitió llorar y llorar, primero en silencio y luego, poco a poco, dejando que toda la angustia contenida escapara de su interior a través de gemidos profundos y desgarradores, agónicos. Una especie de catarsis por todo el daño sufrido, por todo el dolor reprimido.

Levi nunca había sido bueno consolando al resto. Siempre era demasiado tosco y poco asertivo a la hora de expresar lo que sentía; le costaba empatizar y mostrarse amable, pero por aquella vez, solo por ese momento, deseó hacer una excepción. Porque sentía que se lo debía a Eren, no por las cosas que este hubo perdido en el pasado ni por el dolor que la vida le causó, sino que su deuda era por todas las cosas buenas que el chico siempre le dio y que Levi jamás fue capaz de retribuirle.

Y entonces… lo besó.

Fue un beso duro y cargado de angustia; una caricia poco delicada en la que el regusto salado de las lágrimas se perdió en el ahogado jadeo lleno de desconcierto y anhelo de ambos; de necesidad reprimida durante años.

Levi besó a Eren tragándose su dolor y su culpa, sus agónicos gritos silenciosos y la borboteante sangre de aquella alma hecha girones. Acalló con sus labios las lágrimas y los miedos del otro, la acechante oscuridad que lo embargaba y las pesadillas diurnas. Lo besó para borrar su pecado, convirtiéndolo en propio; para limpiar de aquellas manos cualquier rastro de falta o crimen, cualquier error.

Lo besó como la primera vez y como, tras su separación, juró no volver a hacerlo nunca; sin embargo, allí estaba, aferrándose nuevamente al chico por quien, años atrás, había perdido el alma. Abrazando sus demonios, haciéndolo suyos y abriéndoles la puerta a su propio infierno; permitiéndoles desatarse.

Si aquella vez caían, iban a hacerlo juntos, se dijo. Porque la oscuridad de uno era la del otro, la contraparte de un todo. Porque ambos eran iguales y distintos, y se necesitaban para estar completos y Levi ya no iba a negarlo más.

Si amar a Eren era su mayor pecado, iba a aceptar gustoso el castigo.

Que diese inicio el desastre.

Notas finales:

Lo primero, muchas gracias por leer y llegar hasta aquí, en verdad espero que el capítulo haya sido de su agrado, sobre todo porque esta vez la espera fue bastante larga.

Y lo segundo, ¡ya estoy de regreso! Y con muchas ganas de seguir escribiendo. Londres ha sido una pasada, me lo pasé muy bien, aprendí muchísimo y he vuelto con la cabecita llena de música, de ideas y el corazón muy contento.

Este capítulo debería haber estado listo para la semana pasada, realmente quería tenerlo para el 17 de este mes, pero no creí que el regreso fuera tan duro al intentar ponerme al día con los estudios, mi trabajo y la familia, motivo por el que me demoré un poquito más en corregir (que siempre es para mí, muy, muy lento), además llegue de Londres con dos historias nuevas para este fandom, así que eso también atrasó un poquito la corrección.

Otro de los motivos por lo que acta actualización se atrasó una semana más, fue el largo del capítulo en sí mismo. Son veintisiete páginas de Word, lo que ya hace que corregirlas sea un poco pesado (por lo general puedo tardar dos tardes enteras en corregir un capítulo, solo corregir. Escribir uno suele tomarme un tiempo similar, por lo que por lo menos son cinco días los que tarda un capítulo en salir a ver la luz. Por eso siempre digo que soy una escritora muy lenta), y además de eso, esta vez he tenido que desarrollar un escenario con cuatro personajes. No sé cómo sea para otros escritores, pero para mí tener ya tres personajes en escena es complicado. Siempre intento que la lectura sea lo más visual posible, para que al leer puedan imaginarse el entorno, lo que hacen los personajes aunque no hablen etc, etc. Por eso, si con dos ya siempre es un reto y con tres la cosa se dificulta, con cuatro quise cometer suicidio, de verdad; el tener que estar todo el rato imaginado lo que hacía uno y otro mientras uno o dos de ellos hablaban fue una verdadera hazaña mental. Así que solo espero que toda esa primera parte no haya quedado muy rara. Intenté que se entendiera lo mejor posible, pero, vaya que fue difícil, por lo que como siempre que estoy un poco insegura de algo, pido disculpas de antemano. Supongo que esto ha sido un reto más.

Por lo demás, espero que solo lo hayan disfrutado, ha sido un capítulo un poquito intenso, ¿no? Pero necesario. Ya desde este punto las cosas comenzaran a cambiar un poco.

Muchas gracias por leer y confío en que el capítulo valiera la espera. Ya desde ahora voy retomando las actualizaciones con normalidad, así que ya nada de retrasos muy largos, aunque como siempre, una actualización para cada historia.

Nos leemos en la siguiente.

 

Tess

 

Por cierto, a quienes de por aquí que sigan In Focus, aviso que ya tengo el capítulo listo y solo me falta corregir, así que debería estar siendo actualizada entre domingo y lunes.


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