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Cantarella (Riren/Ereri) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

Capítulo 9:

(Pecado)

Veneno

 

El amor es un veneno, un veneno dulce, sí, pero un veneno que mata.

(George R.R. Martin, Choque de Reyes)

 

 

 

—¡Levi! ¡¿Por qué demonios no has contestado mis llamadas?! ¡Llevo casi una hora intentando…!

Las palabras de Hange murieron en su ruidosa boca en cuanto él entró a la casa y Eren, un poco cabizbajo, le siguió. La mirada que su amiga le dedicó fue de lástima mezclada con algo más: pesar, supuso. Esta, en toda su infinita locura, de seguro ya debía calcular que las cosas tenían que haber ido muy mal si acababa de aparecer allí con el mocoso. Y que estaba jodido. Hange, mejor que nadie, sabía lo terriblemente jodido que estaba a causa de sus sentimientos por el chico.

—Hey, hey, pero mira cómo estás —la oyó decir cuando ella pasó a su lado sin más y envolvió entre sus brazos a Eren. Este, cansado emocionalmente, desbastado a causa de tantas revelaciones que eran difíciles de asimilar, se dejó hacer, descansando la frente sobre el hombro de la mujer que, como si de un niño se tratase, acarició con suavidad su desgreñado cabello castaño a modo de consuelo. La elocuente mirada que esta le lanzó tras sus gafas ovaladas, le dejó claro a Levi que luego tendrían una conversación muy larga.

Mierda, aquella pesadilla no se terminaba nunca.

—El mocoso pasará la noche aquí —le informó mientras dejaba su billetera y las llaves sobre el mueble de la sala que solía utilizar para ello. Tras dudarlo un momento, también extrajo la pistola de la cartuchera que llevaba en la espalda y la dejó junto al resto de sus pertenencias; esperaba no necesitarla esa noche. Aun así, por precaución quizás o tan solo por hábito, se dejó encima las dos cuchillas que cargaba siempre con él; lo hacían sentirse más tranquilo—. Las cosas con los otros dos se han complicado un poco y ha sido un día de mierda. Eren necesita descansar y despejar la cabeza antes de que pueda arreglar las cosas con ellos.

—No volveré a hablarle a Mikasa —soltó este de repente, mirándolo sobre el hombro de Hange que aún lo abrazaba a la entrada de la vivienda. Sus ojos volvían a mostrar ese brillo obstinado y combativo que auguraba problemas, y él secretamente, se alegró. Su rabia era mucho mejor que el profundo vacío que había visto en estos minutos antes—. También estoy enfadado con Armin.

Levi torció el gesto y suspiró pesado. Qué demonios, ¿es que esos tres malditos críos no iban a cambiar ni aunque crecieran? Que le diesen un respiro de una puta vez, joder.

—Tch, me impresionarías más si no hubiese oído ya un millón de veces ese condenado discurso tuyo —aportó con sequedad, sin apartar su gris mirada de los retadores ojos del chico, los cuales parecían arder en fuego verde—. Aunque puede que esta vez tengas un poco de razón al sentirte traicionado. Que Mikasa se guardara todo fue una auténtica putada, no lo niego; pero te recuerdo que yo también accedí a guardarle el secreto, mocoso. Soy tan culpable como ella y deberías estar igual de enfadado conmigo, sin embargo aun así estás aquí, ¿no?

Eren inspiró con fuerza y sus dramáticas cejas se fruncieron pronunciadamente, denotando su malestar.

—No es lo mismo, usted solo le hizo una promesa. Se vio empujado por las circunstancias, como yo…

—Y como Armin, al cual también se le pidió no decir nada a pesar de lo poco que sabía; otro tonto metido en este retorcido juego, al igual que tu hermana —señaló—. No creo que lo que hizo Mikasa estuviera bien, por el contrario, fue una completa estupidez en mi opinión; pero lo hizo por ti y porque le importas, mocoso. El amor muchas veces nos hace cometer los mayores errores de nuestras vidas —al oírlo, la mirada del chico se suavizó un poco y pareció incluso culpable. En el pasado, el mismo Eren había cometido más de una equivocación a causa de sus sentimientos por él. Era bueno que no lo olvidara—. Tch, qué más da todo este sermón de mierda; ya no soy tu condenado tutor. Además, acabarás perdonándola igual. Siempre lo haces. Siempre lo hacen —añadió, recordándole la absurda manera de actuar que este y sus amigos solían tener. Una lealtad que iba más allá de la amistad, porque se había forjado en pérdidas, dolor y sangre.

—Esta vez es distinto —insistió este, a pesar de no parecer del todo convencido.

Levi iba a comenzar a protestar otra vez cuando se vio interrumpido por Hange.

—Eren tiene razón, esta vez es distinto porque las cosas se están saliendo de control —les dijo esta, finalmente soltando al muchacho. La mirada que su amiga les dirigió a ambos, cargada de pesar, solo auguraba malas noticias—. Erwin acaba de llamarme hace poco más de una hora. Por lo visto, ha vuelto a producirse un atentado en Shiganshina. Esta vez han incendiado un orfanato —continuó Hange, pareciendo tan dueña de sus emociones como siempre; sin embargo, el incesante golpeteo de su índice derecho contra la anaranjada tela del corto pantalón de pijama que cubría su muslo, delataba lo impotente que se sentía—. Él todavía no tenía todos los detalles, por lo que solo me contó lo que fue capaz de averiguar a través de sus contactos; pero, al parecer, han fallecido tres de los niños que allí vivían y un hombre adulto —guardó silencio un momento y se humedeció nerviosamente los labios con la lengua. La mirada ansiosa que esta le lanzó a Eren, hizo que a Levi se le anudase el estómago de anticipación—: dos chicos y una chica, de aproximadamente unos quince o dieciséis años, y uno de los cuidadores que tenían; todavía no lograban identificarlos del todo, así que no pudo darme más información. Los responsables han sido dos estudiantes de la universidad Maria. Nada más llegar la policía, se han suicidado rajándose el cuello.

Las palabras de Hange tuvieron el mismo efecto sobre él que el sumergirse de golpe en aguas gélidas, dejándole el cerebro en blanco durante unos cuantos segundos y cortándole la respiración de forma brusca antes de que un dolor terrible lo invadiera, dando luego paso al entumecimiento emocional.

Sus ojos grises de inmediato buscaron al chico que estaba de pie a la entrada de la sala junto a su compañera. Eren, con las manos metidas dentro de los bolsillos de sus desgastados vaqueros negros, parecía imperturbable en un principio, pero rápidamente su semblante fue mutando a uno diferente, donde la comprensión dio paso a la rabia y posteriormente a la culpa. Él también había comprendido el mensaje implícito en ese atentado.

Joder.

—Nos están diciendo que saben lo que ocurrió en Trost —Levi se recargó de espaldas contra una de las blancas paredes de la habitación y cruzó los brazos sobre su pecho—. Es una advertencia y un desafío. Nos están retando a atraparlos antes de que ellos hagan algo con la información que tienen y nos delaten.

—Pero… están matando gente inocente… Niños —la voz de Eren estaba tan cargada de rabia, de odio, que parecía rasgar las emociones—. Eran niños…

—Oi, mocoso, cálmate, ¿quieres? No es la primera vez que lo hacen ni será la última que lo harán, hasta que los atrapemos. A esos cabrones les importa una mierda sacrificar unas cuantas vidas con tal de conseguir lo que desean. Deberías saberlo mejor que nadie.

Este dejó escapar un sonido estrangulado, como si estuviese conteniendo a duras penas las ganas de gritar a causa de la frustración. Levi, conociéndolo como lo hacía, estaba seguro de que era así.

—¿Por mí? —preguntó finalmente, indignado. La furia contenida durante todo ese tiempo, parecía a punto de salirse de control, arder y estallar. Hange alzó ambas cejas castañas y lo miró preocupada—. ¿Están matando a inocentes solo porque me quieren a mí?

—Sí, ¿no fue lo que te expliqué hace unas horas atrás? Tu padre dejó en ti la clave para acabar la droga; eres su puta caja fuerte —Respondió él con frialdad—. Te necesitan, Eren, y harán los que sea necesario para conseguirte.

—¡Pues no valgo la pena!

—Te equivocas —intervino Hange en esta ocasión. A pesar de seguir mirando a Eren un poco preocupada, aparentaba su tranquilidad habitual, aunque sin toda esa euforia que constantemente parecía emanar. Levi odiaba la idea de que esta también estuviese cambiando de forma irremediable a causa de todos los problemas en los que estaban inmersos—. Sin ti ninguno de nosotros puede hacer nada, Eren. Eres la pieza faltante de este gran puzle, lo que tanto ellos como nosotros necesitamos para encontrar respuestas. Sé que sonará injusto, y que no es algo que debiera pedirte, pero si realmente quieres ayudar, si en verdad deseas que acabemos con todo esto, necesitamos qu-

—¡Hange! —rugió él al suponer lo que esta iba a pedirle—. Ya lo hablamos hace tiempo, ¿no? Pensé que ya no había dudas respecto a ese tema —le soltó con frialdad glaciar.

Ella se encogió de hombros, como restándole importancia a su advertencia. Seguía pareciendo extrañamente decidida.

—Bueno, sí; pero ahora Eren es prácticamente un adulto y puede tomar sus propias decisiones —aclaró. Un dejo de culpa enturbió su castaña mirada antes de añadir—: Ya no está bajo tu cuidado, Levi.

Aquella no era la primera vez que ambos discutían por ese tema, por supuesto. Su amiga ya le había planteado aquella sugerencia mucho tiempo atrás, cuando el mocoso no era más que un adolescente de temperamento descontrolado que acababa de abandonar la niñez. Sin embargo, a pesar del tiempo trascurrido, y de saber que esta tenía parte de razón, su respuesta seguía siendo la misma que en ese momento. Un «no» absoluto.

Eren, percatándose de que nuevamente estaba quedando relegado al papel de ignorante espectador, torció el gesto en una mueca de molestia y le lanzó una mirada tan cargada de enfado, de molestia real, que lo desconcertó. Aquello no era como cuando este era poco más que un niño obstinado con arranques de temperamento para llamar su atención, sino que en esa ocasión era la auténtica rabia de un hombre adulto que ya sabía lo que quería y deseaba imponerse. De cierta forma, ese pequeño enfrentamiento entre ambos fue otra señal del verdadero cambio que se había generado en el chico tras todos esos años sin verse. Y descubrirlo era doloroso.

—Quiero saber —exigió Eren, dirigiéndose a Hange e ignorándolo a él de forma deliberada—. ¿Qué es lo que puedo hacer para ayudar?

Algo inquieta, ella lanzó una rápida mirada de soslayo en su dirección, de seguro sabedora de que tras abrir la puta boca iba a desatar su ira. Aun así, su amiga también lo ignoró a propósito y centró toda su atención en el chico que en ese instante se hallaba a su lado.

—Veras, Eren, después de pensar mucho en todo lo que ha sucedido a partir del asesinato de tu padre, con Erwin acabamos llegando a la conclusión de que tú eres la llave que necesitamos para encontrar la información que nos falta sobre la droga. Como ya te contó Levi, suponemos que Grisha te explicó todo sobre su producción antes de morir o por lo menos como conseguir esos datos, para luego bloquear esa misma información utilizando la droga en ti; es por ese motivo que no logras recordar nada de algunos hechos —le explicó Hange mientras les indicaba con un gesto que la siguieran. Ella volvió a sentarse en el blanco sofá y tomó de la mesilla de centró su portátil, tecleando con furiosa precisión hasta que encontró lo que estaba buscando. Giró el aparato para que ellos también pudiesen verlo y les enseñó un sinnúmero de gráficos inentendibles que se desplegaban en la pantalla—. Estos son los datos de algunas de las pruebas que hemos hecho en base a modificación de memoria con el uso de la droga —les dijo mientras señalaba el primero de los gráficos—. Como podrán ver, mientras más cerca hemos estado de descifrar la formulación completa, más duradero ha sido el tiempo de bloqueo y manipulación mental. No llega a ser perfecto, pero cada vez fue más eficiente, con menos fuga inconsciente de recuerdos.

Eren inspiró aire con brusquedad, dejándolo escapar a continuación en un suave suspiro. De inmediato su verde mirada lo buscó, asustado y receloso; muerto de miedo por todo lo que estaba oyendo. Levi, como tantas otras veces, no pudo más que sentir una impotencia horrible por todo lo sucedido. Él había tenido años para asimilar toda esa información, mientras que el mocoso en apenas unas pocas horas estaba contemplando como el mundo de mierda que conocía se derrumbaba todavía más.

Dando un paso dubitativo, Eren acabó acercándose al sofá, dejándose caer sentado al lado de Hange. Con aquella desastrada vestimenta negra y bajo la luz artificial de la habitación, la piel de este, habitualmente de un cálido tono bronceado, lucía pálida en extremo, lo que resaltaba aún más a causa del contraste que generaba el pijama naranja furioso que llevaba su compañera.

Demonios, parecía tan vulnerable y roto… Levi solo deseaba sacarlo de allí y llevárselo lejos, a algún sitio donde esa maldita locura no pudiera hacerle más daño.

—¿Las pesadillas…? —comenzó el chico, deteniéndose inseguro, como si no supiera el modo de continuar; su aura combativa nuevamente extinta. Eren se humedeció los labios y miró a Hange muy serio—. Esa fuga de recueros de la que hablas, son las pesadillas que suelo tener, ¿verdad? ¿Por eso los tratamientos médicos nunca funcionaban conmigo?

La mujer asintió.

—Luego de tu secuestro y saber cómo reaccionaste a la seudodroga, Erwin y yo supusimos que tu padre, para resguardarte de alguna manera, no utilizó la formula perfeccionada contigo, pero sí algo muy cercano a ella, me atrevería a decir. Un prototipo mucho mejor que la que nosotros hemos logrado duplicar —esta tamborileó nerviosamente sobre el teclado, mirando al mocoso como si deseara taladrarle el cráneo con los ojos y encontrar allí sus tan ansiadas respuestas—. El que tengas pesadillas es parte de ese tratamiento inconcluso; la forma en que tu cerebro te recuerda que estás olvidando algo importante. No sabemos porque motivo Grisha te hizo eso, quizá porque una dosis más potente podría haber sido fatal para un niño de diez años; tal vez, simplemente, porque necesitaba que recordaras algo y nos dieras una pista de lo ocurrido luego de su muerte. No lo sé, Eren; tu padre era un hombre muy cerrado con su trabajo, y solo puedo contarte lo poco que me dijo antes de que lo asesinaran y algunas cuantas cosas que logramos concluir después —ella dejó escapar un suspiro—. Puede que dejarte ese secreto a ti fuera su manera de protegerte.

—Tch, vaya manera de protegerlo —masculló él por lo bajo, pero la mirada de advertencia que le dedicó Hange lo hizo mantener la boca cerrada.

—Como decía, tú tienes esa información —su amiga se quitó las gafas un segundo y las limpió parsimoniosamente con el borde de su camiseta antes de volver a colocárselas—. Necesitamos obtenerla como sea si queremos tener alguna oportunidad de arreglar esto.

—Pero no recuerdo gran cosa —admitió Eren, pareciendo en verdad abatido por aquello, como si fuese un gran pecado de su parte—. Las pesadillas solo son como, ¿fragmentos? ¿Recuerdos? No lo sé. No es algo que me diga mucho que pueda serles de ayuda.

Esta negó lentamente.

—Estas equivocado en eso. El verdadero propósito con el que tu padre creó la droga, era, más que una manipulación mental extrema, el bloqueo de recuerdos puntuales sin llegar a alterar de ninguna otra forma la vida del paciente que se sometería a su uso —explicó, pareciendo en verdad entusiasmada—. El cerebro humano es complejo, por lo que no puedes llegar y borrar un recuerdo de forma permanente de la memoria sin dañarla, pero sí podrías reescribirlo mediante diferentes procesos, algunos con mejores resultados que otros, por supuesto. En el caso de la droga de tu padre, lo que hace es volver la mente dúctil, lo suficiente para permitir encapsular situaciones específicas dentro de la cabeza de una persona. Por ejemplo, si un soldado sufre de estrés postraumático a causa de que vio morir a todo su escuadrón de forma horrible, con este tratamiento podríamos bloquear ese recuerdo en específico. Él seguiría sabiendo de lo ocurrido, claro, pero esos momentos no seguirían estando presentes en su memoria de manera consciente; a menos que él decidiera que los quiere de regreso.

Levi, todavía recargado contra la pared, miró aquella escena con preocupación. Eren seguía pareciendo calmado mientras oía todo lo que Hange le estaba contando, pero la tensión en los músculos de sus hombros y cuello era cada vez más evidente. Sus llenos labios asemejaban ya una línea casi inexistente a causa de lo apretados que los tenía y sus ojos lucían de un verde oscuro y tormentoso. En cualquier momento, el mocoso colapsaría.

—¿Cómo puedo traerlos de vuelta? —preguntó Eren, ansioso—. Si están allí como supones, ¿qué debo hacer para sacar esta información de mi cabeza?

—Hay un detonante —intervino él, harto de toda esa tensión reinante. Joder, su cabeza parecía a punto de estallar del dolor—. Tu viejo pensó que era una buena idea dejar un resguardo en el caso que alguno de los pacientes deseara recuperar sus recuerdos por algún motivo, así que decidió que existiría una serie de palabras clave como gatillante, algo parecido a lo que se hace en la hipnosis, pero más duradero. Podría ser cualquier cosa, la mierda más insignificante; solo era cosa de apretar la clave correcta y ya, tenías todo de regreso aquí —señaló, dándose un par de golpecitos en la sien.

—¡Entonces probemos! —exclamó el chico exaltado, dejando ver aquella convicción cargada de obstinación que parecía acompañarlo siempre—. Quiero ser de ayuda. Quiero que esto termine de una vez. ¡Si lo que falta está dentro de mi cabeza, entonces sáquenlo!

Él se rio por lo bajo, sin ninguna pizca de humor.

—Las posibilidades son infinitas, mocoso. Podríamos pasarnos toda la puta vida probando. Dudo que dispongamos de tanto tiempo.

—Levi tiene razón —Hange se recostó en el respaldo del sofá. Parecía cansada y no la culpaba, ya casi eran las dos de la madrugada y su día parecía haber sido demasiado largo, emocionalmente hablando—. No es tan fácil como intentar buscar al azar una palabra o una combinación perfecta de ellas. De seguro tu padre debe haber elegido algo que pudieras recordar, Eren. Algo importante para ti —sus ojos castaños se posaron en los verdes del muchacho y lo miraron con significativa determinación—. Tienes que recordar lo que pasó ese día o días antes de ese. Las pláticas que mantuviste con él, las cosas que te contó, lo que fuera. Nadie más que tú puede tener una pista certera. Si encontramos ese patrón, tendremos la clave necesaria para volver a utilizar la droga en ti sin correr el riesgo de que te cause daño. Será como una llave.

Los ojos de este, del verde del bosque anochecido, se iluminaron de golpe al oír las palabras de la mujer. Su mirada se desvió hacia él un momento como buscando algo, ¿aprobación? ¿Seguridad? Levi no estaba seguro, y le daba un poco de miedo averiguarlo. Desde que había ido a recoger al chico horas atrás después de recibir su mensaje, parecía que sus emociones, siempre tan controlabas, estaban ahora a flor de piel; bullendo dentro de él desesperadas por algo, por alguien… por Eren.

Demonios.

—Hay una llave —soltó este. Bajando un poco la cremallera de la chaqueta de cuero que Levi le había prestado, Eren rebuscó bajo su camiseta negra y le enseñó a Hange la antigua llave que llevaba siempre colgada al cuello y que él conocía tan bien—. Es de mi casa aquí, o sea, de mi antigua casa. La que se incendió —aclaró. El dolor al recordar aquello enturbió su semblante durante unos segundos, pero se repuso enseguida, volviendo a fruncir ligeramente el ceño con determinación.

Hange lo miró con lástima.

—Entonces no tenemos muchas posibilidades, porque… bueno, tu casa prácticamente se calcinó al completo, Eren.

El chico negó con renovada determinación. La clara luz artificial aclarando ligeramente el oscuro tono castaño de su largo cabello, arrancándole algunos destellos dorados.

—Puede que no todo. Mi padre tenía un laboratorio en una parte del sótano —insistió este—. Lo descubrí pocos meses antes de que muriera, una noche en que bajé a la cocina por agua. Él iba subiendo de allí cuando lo vi por casualidad, pero nunca estuve realmente en ese sitio, ya que papá me prohibió que yo entrara allí y me hizo prometerle que le obedecería, aunque de todas formas intenté hacerlo un par de veces —admitió, sin una pizca de remordimientos. Levi no se sorprendió de eso, el mocoso era terriblemente curioso y resuelto cuando una idea se le metía en la cabeza—. También me dijo que debía guardar el secreto de mamá; que solo era algo entre nosotros dos. No creo que ella se enterara nunca, porque este estaba demasiado bien oculto. Era como una trampilla ubicada bajo uno de los estantes de la alacena —continuó, ansioso—. Debías moverlo con cuidado para que quedase a la vista. Durante el último año, cuando nos decidimos a regresar a Shiganshina, estuve pensado mucho en para que podía servir esta llave, cuál era el secreto que guardaba. Creo que es de ese sitio. Mi padre nunca se separaba de ella, y si me la dejó fue porque quizá quería que encontrara algo que tiene guardado allí.

Hange, con los ojos muy abiertos y ampliados hasta lo imposible por las gafas, parecía un ser sobrenatural, sobre todo porque su desordenado cabello castaño se había soltado un poco de la alta coleta que llevaba y este se disparaba hacia cualquier lado. Un brillo de ansiedad, de locura, iluminó su mirada; de seguro pensando en las mil posibilidades que aquella información otorgada por el mocoso acababa de ofrecerle.

—¿Sabías algo de esto, Levi? ¿De la existencia de ese sitio? —lo cuestionó de inmediato, insegura de si él le había ocultado a propósito esa información para proteger al chico.

Negó con un desganado movimiento de cabeza.

—No, ni una puta idea. Tampoco creo que Carla lo supiera, o me lo habría dicho; el mocoso tiene razón en eso —acotó.

Eren, al saberse reconocido y de ayuda, sonrió feliz. La primera sonrisa sincera que Levi le veía desde que se encontraron horas atrás, quizás incluso, desde su primer encuentro.

—Entonces, podríamos ir mañana. Estuve allí esta noche, y al parecer aun nadie ha desc-

—No —lo cortaron Hange y él al mismo tiempo, como si estuviesen sincronizados; y tal vez lo estaban, se dijo. Tras tantos años de conocerse y trabajar juntos, el lazo que ambos mantenían era especial de alguna forma retorcida.

Eren frunció el ceño ante su completa negativa, por lo que su amiga levantó ambas manos en señal de rendición al ver su mirada de enfado. Levi, sin embargo, no se amilanó. Tenía un montón de años de práctica lidiando con esos enfados, y por más que el mocoso hubiera crecido y cambiado, en el fondo seguía siendo el mismo Eren de siempre. Explosivo en extremo, llevado a sus ideas, pero con la capacidad de comprender y esperar cuando era necesario hacerlo.

—Oi, para un poco, mocoso; no podemos arriesgarnos de ese modo. Si te están siguiendo y descubren nuestra mejor pista, podríamos joderlo todo —explicó. El chico lo miró todo seriedad, pero no protestó—. Iremos, por supuesto, pero antes debemos elaborar un plan. Uno sensato —añadió, cuando vio que este ya iba a abrir la boca para comenzar a discutir o soltar una verborrea de ideas sin sentido. Demonios, ¿por qué no estaba Armin cuando más lo necesitaba? Ese mocoso casi siempre tenía la cualidad de refrenar al otro en un abrir y cerrar de ojos—. Mañana hablaré de esto con Erwin para que acordemos cómo proseguir; por hoy, creo que todos debemos irnos a descansar. Ha sido una jornada de mierda y siento que la cabeza me explotará en cualquier momento. Tú también debes estar cansado.

—¡No lo estoy! Esto es mucho más importante. Debemos darnos prisa y encontrar respuestas antes de que vuelva a repetirse lo de hoy —insistió Eren. Su mirada parecía cargada de súplicas, pero él vio que, en el fondo de esta, también se ocultaba algo más. Desesperación, probablemente. Era como si el chico deseara canalizar todo su dolor, toda su rabia, en aquella búsqueda. Eren necesitaba hacer algo útil para no volverse loco. En el pasado, muchas veces, Levi se comportó del mismo modo, visceralmente, dejando de lado las precauciones. Jamás resultó nada bueno de eso.

—Lo estás y yo también. Además, Levi tiene razón; ha sido un día de muchos descubrimientos y no todos ellos agradables —intervino Hange en su ayuda, lanzando al mocoso una mirada significativa. Esta levantó los brazos sobre su cabeza para estirarse, bostezando abiertamente y sin una pizca de pudor cuando la camiseta de tirantes se le subió más de lo debido sobre el vientre. De inmediato Eren bajó la mirada a sus deportivas negras, totalmente avergonzado—. Por mi parte, chicos, necesito dormir y recargarme. Si mañana tendremos que ponernos a trabajar de lleno en este asunto, debo dormir como corresponde —ella volvió a dejar su portátil sobre la mesa y se puso de pie. Una de sus manos se posó sobre la coronilla del mocoso y lo acaricio con suavidad, casi como si nuevamente fuese el niño que conoció en el pasado—. No pierdas la cabeza, Eren. Aunque no nos guste, muchas veces la vida es una larga fila de espera. Pero todo llega a su debido tiempo; confía en mí.

En esa ocasión el chico se quedó callado y asintió, aunque era evidente que no se sentía del todo convencido. Hange le sonrió levemente una vez más y, acomodándose el portátil bajo el brazo, se despidió de ellos deseándoles que descansaran antes de encaminarse rumbo a su habitación.

Una vez Eren y él se quedaron a solas, la atmósfera se volvió un poco pesada e incómoda entre ellos. Ya no estaban allí Hange ni los otros mocosos para hacer de barrera entre ambos ni tampoco podían ampararse en la seguridad de los concurridos jardines de la universidad, donde estaban a la vista de cualquiera, o la oscura intimidad de un coche, rodeados de angustia y dolor para justificar su pérdida de juicio. Aquella, se dijo Levi, era la primera vez que en verdad estaban completamente solos y lejos de los ojos del resto. Solos después de años tras alejar al chico de su lado para protegerlo tanto del peligro como de sí mismo.

Que mierda… Nuevamente había vuelto a traspasar sus propios límites autoimpuestos a pesar de conocer los riesgos y los costes, todo porque su maldito corazón era un cabrón que parecía no atenerse a razones. Eren era su puta droga.

—Esa cuatro ojos de mierda tiene razón, mocoso; necesitas descansar —dijo, rompiendo por fin el silencio y logrando que la verde mirada de este volviera a posarse sobre él—. Hange está quedándose durante un par de días aquí, por lo que de momento utiliza el cuarto de invitados. Tendrás que ocupar mi habitación por esta noche.

Los ojos de Eren se abrieron enormes al oírlo y negó de inmediato, escandalizado.

—No es necesario, puedo dormir aquí —indicó con prontitud, dando un par de palmaditas al sofá donde se hallaba sentado—. Yo no deseaba incomodarlo cuando le pedí que me dejara quedarme en su casa, tan sol-

—Oi, está bien. Está bien —lo cortó con rotundidad. Levi se sentía tan malditamente agotado a nivel emocional que era un asco—. Solo ocupa el cuarto, ¿quieres? No me importa en absoluto. Además, dudo que pueda dormir demasiado hoy —admitió—. Ya sabes, mi insomnio —dejó escapar un desganado suspiro y con un movimiento de barbilla lo instó a ponerse de pie—. Venga, andando.

Eren asintió despacio, y aunque parecía no querer hacerlo, se levantó del sofá para seguirlo como le había indicado, yendo tras él silencioso y obediente como un cachorro bien entrenado.

Una vez sortearon la cocina, llegaron al corredor donde estaba a su habitación. Levi encendió las luces y ajustó la intensidad en el panel de control, sumiendo la estancia en una luminosidad tenue, lo justo para ahuyentar las tinieblas reinantes y ayudar así a sosegar sus exacerbadas emociones; no deseaba que su cabeza comenzara a pulsar nuevamente. El chico, de pie a su lado, observó a su alrededor con curiosidad, dejando que sus ojos absorbieran todo aquel espacio e intentando que su inseguridad y nerviosismo no se notaran demasiado, aunque su suave y desacompasada respiración lo delataba igualmente. A pesar del tiempo transcurrido, este seguía siendo un pésimo mentiroso.

—Hange… —empezó Eren dubitativamente, bastante inseguro. Sus verdes ojos quedaron velados tras sus largas pestañas cuando bajó la vista para clavarla en el pulido suelo del cuarto—. Ella… ¿está enterada de lo que hice ese día? Ya sabe, cuando me secuestraron junto a Mikasa y yo… —murmuró, lleno de vergüenza y dolorosa culpa.

Él, furioso con las circunstancias, con la maldita vida, apretó los puños a sus costados antes de responder:

—No. Cuando entregué mi informe a Erwin solo le comuniqué de tu secuestro y del hecho que la droga te había descontrolado bastante; la autoría de los asesinatos la asumí yo —reconoció. Eren levantó nuevamente la mirada y lo observó asombrado—. Si Hange sospechó en algún momento que le ocultaba algo, jamás me lo pregunto; tampoco lo ha hecho ahora. Soy el único, aparte de tu hermana, que sabe de lo ocurrido en ese lugar, aunque ahora también Armin y tú están al tanto; si deseas confiarle esa información a alguien más, Eren, es tu decisión. Tuya nada más.

La gratitud y el alivio que se reflejó en el rostro del muchacho le resultaron devastadoras, haciéndolo sentir impotente. Era tan injusto, se dijo, que un mocoso de apenas diecinueve años tuviese que soportar ese tipo de vida llena de miedos e inseguridades, de turbios y desgarradores secretos. Si de él dependiera, acabaría con todos los bastardos que conspiraron en algún momento para convertir el día a día del chico en el infierno que era, partiendo por Grisha Jaeger.

—Tch, basta de plática por hoy. Vete a dormir de una puta vez —le ordenó, dando aquello por acabado; sin embargo, Eren no se movió de su sitio y solo lo miró un poco avergonzado.

—Mmm… creo que necesitaré ducharme antes de poder acostarme o le dejaré la cama hecha un asco —masculló apenas. Parecía como si desease que se lo tragara la tierra—. Me pasé toda la tarde caminando por allí, en el bosque, así que me ensucie un poco —admitió, enseñándole sus manos que, ahora que podía verlas bien, lucían sucias y desastradas, como si hubiese escarbado en la tierra.

Al percibir el corte irregular y disparejo de sus uñas, donde la tierra se amontonaba como negras medialunas, Levi no pudo evitar preguntarse si aquello se debería a lo que este hubiese estado haciendo ese día, o, si es que Eren seguía cayendo en la terrible rutina nerviosa de mordérselas hasta dejárselas en carne viva y sangrante cuando la ansiedad lo superaba. Esperaba que no.

Pero, ¿qué demonios había estado haciendo el chico durante todas las horas que anduvo vagando por allí completamente solo? Una parte de él deseaba interrogarlo, preguntarle para cerciorarse de que en verdad estaba bien, pero se contuvo. Por más que Eren siguiera siendo el mismo mocoso que conocía y recordaba, de cierta forma también era casi un completo extraño en muchos aspectos. Tres años de separación ciertamente eran mucho tiempo, demasiado, se dijo. Y la vida jamás permanecía inalterable.

—Puedes ocupar este cuarto de baño si gustas —señaló, indicándole con un gesto la puerta que estaba en la pared lateral y que colindaba con la habitación—.Te dejaré algo de mi ropa para que puedas cambiarte, aunque dudo que te quede demasiado bien. Tch, jodidamente alto —masculló malhumorado, y esa ocasión Eren sí sonrió, un poco divertido por su comentario sobre la evidente diferencia de complexión y estatura de ambos—. Mientras tanto iré a la cocina para prepararte una infusión de hierbas. Te ayudará a relajarte lo suficiente para que logres dormir un poco —continuó monótono. Luego, adoptando una actitud más autoritaria, se cruzó de brazos y lo miró con seriedad, logrando que el chico pareciera ligeramente preocupado por su repentino cambio—. Y llama a ese par de mocosos idiotas que tienes por amigos para decirles que te encuentras bien y pasarás la noche aquí. Aunque todavía estés enfadado con ellos, son la única familia que tienes. Recuérdalo.

Eren torció el gesto al oírlo, pero su expresión fue más cercana al dolor que al disgusto.

—Usted también era nuestra familia, y nos dejó sin ningún remordimiento —contratacó; sus palabras tan certeras y dañinas como puñales.

Levi, sin embargo, no se dejó manipular por aquel intento de salirse con la suya a base de herirlo. El chico raras veces se comportaba de ese modo, mostrándose cruel; solo lo hacía cuando estaba en verdad muy asustado o dolido y no quería demostrarlo. Para Eren todo lo que estaban viviendo de seguro le resultaba muy difícil de asimilar, ¿y quién podía culparlo? Desde el asesinato del doctor Jaeger la vida de este era un constante juego de vida o muerte. Uno que parecía haberse intensificado en las últimas veinticuatro horas.

—Entonces, con mayor razón deberías saber cómo se sienten, ¿no, mocoso? —le respondió con frialdad. El muchacho bajó la vista abochornado y cerró la boca, apretando la mandíbula con tanta fuerza que durante un instante él temió que esta fuera a romperse—. Joder, Eren, recriminarnos cosas del pasado no nos llevará a ningún lado, ¿sabes? Mejor vete a duchar de una puta vez. Es muy tarde y todos necesitamos descansar si mañana queremos tomar decisiones acertadas.

Ni siquiera había llegado a la puerta cuando oyó que este volvía a llamarlo. Levi se volteó para verle, encontrándolo de pie junto a la cama, con los puños ferozmente apretados a los costados y una expresión tormentosa en el rostro que volvía el verdeazulado de sus ojos en fuego verde, salvaje e indómito. Una máscara de absoluta determinación.

—No han cambiado ni un poco; siguen siendo los mismos —soltó el chico de golpe, con la voz enronquecida a causa de la tensión y, probablemente, el miedo—. Mis sentimientos por usted no han cambiado —repitió—. A pesar de todo el tiempo que ha pasado, de lo mucho que lo he odiado y sufrido por dejarme así, estos no han cambiado. Sigo estando enamorado de usted… y no es justo.

Levi contuvo el aliento hasta que sus pulmones ardieron, protestando por falta de oxígeno. Eren no lloraba, por supuesto, pero su expresión, su mirada, provocaron más dolor en él que si este hubiese estallado en lágrimas y recriminaciones. ¿Por qué nada entre ellos podía ser fácil?, se preguntó con desesperación. ¿Porque todo debía ser siempre dolor, culpa y la certeza de estar a punto de caer en un abismo, de cometer un pecado imperdonable? No obstante, lo peor de todo, era que al parecer ni el miedo a perderse de ese modo lograba convencerlos de mantenerse alejados el uno del otro. Era como si el mismo puto destino hubiese conspirado contra ellos para juntarlos y enredar sus vidas de una forma imposible de desanudar, por más que lo desearan. Estaban absolutamente jodidos.

—Tienes razón. No es justo, es una mierda. No deberías quererme, Eren —reconoció Levi. El chico se mordió el labio inferior con fuerza, y él supo, sin duda alguna, que en ese momento sí lo hacía para no romper a llorar—. Pero me arrepentí. Cada maldito día, cada maldito segundo. Dejarte ir ha sido lo más difícil que he hecho en mi vida, porque perderte a ti, fue perder mi corazón.

Los ojos del mocoso se abrieron a causa de la sorpresa tras oír sus palabras, pero, antes de que este pudiese decir nada, él salió de la habitación cerrando la puerta tras de sí para dirigirse luego a la cocina. Si seguían allí, juntos, Levi sabía que acabaría por perder el poco control que le quedaba y haría alguna tontería de la que luego se arrepentiría.

Su maldita cabeza era un caos.

Tras poner el agua a calentar, seleccionó unas cuantas hierbas para hacer una infusión relajante y cerró los ojos un momento, intentando tranquilizar su respiración agitada así como los desbocados latidos de su corazón, que atronaban contra su pecho.

Apoyó ambas manos contra la fría superficie de la negra encimera y notó que estas le temblaban un poco, al igual que sus emociones que parecían sacudirse con fuerza dentro suyo gritando, exigiendo. Despertando después de tanto tiempo siendo sometidas a su férreo control.

Ni tres años, ni la distancia, ni la certeza de que era un error, habían bastado para que dejara de amar a Eren. El mocoso era una parte suya, la más preciada y la más dañina, la que acabaría por salvarlo o volverlo loco, le daba igual. Amaba a Eren como no había querido jamás a nadie en su vida y, en ese momento tenía la certeza absoluta de que jamás podría dejar de hacerlo, por nada ni por nadie. Quizá, solo la muerte podría apagar aquella necesidad imperiosa que sentía de él; e incluso, tal vez, ni siquiera eso.

 

——o——

 

Con el vapor envolviéndolo todo a su alrededor cual si fuese espesa neblina, Eren salió de la ducha chorreando agua y sintiendo el peso del mundo sobre sus hombros. Se notaba infinitamente agotado, como si acabara de correr una carrera interminable y, justo antes de llegar a la meta, le hubiesen dicho que esta aún continuaba más y más, hasta un punto que él era incapaz de vislumbrar.

Dios, sentía que ya no podía más.

Sin secarse aún, se dirigió hacia el lavado y limpió el vaho del espejo con una mano, apoyando ambos brazos en los bordes de este para inclinarse un poco y poder mirarse con detenimiento. El reflejo que le fue devuelto le resultó francamente inquietante. Estaba demasiado pálido para ser normal, aunque quizá las notorias ojeras bajo sus ojos fuesen las principales culpables de ese efecto, haciendo al mismo tiempo que el verde de sus iris resaltara de un modo irreal. Tenía el ceño fruncido y a piel de sus pómulos lucía tensa sobre los huesos, pero sobre todo parecía cansado. Agotado de los problemas, de las mentiras y los secretos; hastiado de la vida, harto de sufrir.

Levi le había dicho horas atrás, cuando le habló de su miedo de perderse a sí mismo a causa de la culpa y el arrepentimiento, que, a pesar de todo, seguía siendo el mismo. Que sin importar la sangre que manchara sus manos o el horror de su vida, seguía siendo el mismo. Eren ansiaba creerle, aferrarse a sus palabras con desesperación, pero no era tan fácil. Encerrado allí, viéndose al espejo, sentía que cada vez se alejaba más del chico que una vez fue y del que podría haber sido si nada de aquello hubiese ocurrido. Si su vida hubiera sido la de un niño normal, la de un adolescente normal.

¿Cuántos trozos quedarían de él una vez esa pesadilla acabara?

Aunque no tenía demasiadas ganas de hacerlo, Eren buscó su móvil dentro de uno de los bolsillos de sus embarrados vaqueros negros y lo encendió para enviar un mensaje a Armin. Escuetamente le explicó a este que pasaría la noche en casa de Levi y que regresaría al día siguiente por la mañana. No estaba seguro de querer hacerlo, aún tenía demasiada rabia acumulada hacia su hermana por haberle ocultado aquello; pero su antiguo tutor tenía razón en algo, por más mal que las cosas se pusieran, Mikasa y Armin seguían siendo su familia. No obstante, él y la chica debían tener una larga conversación antes de poder arreglar las cosas realmente entre ambos.

Unos minutos después, tras acabar de secarse, Eren envolvió una toalla en torno a sus caderas y se dirigió al cuarto. Tal como le prometió hacer, Levi había dispuesto sobre la blanca colcha de la cama una muda de ropa limpia con la que él se apresuró a vestirse.

A pesar de la advertencia que este le hizo y a que la diferencia de complexión física entre ellos ahora era mucho más evidente que tres años atrás, la ropa no le quedó tan mal después de todo. Los negros y cortos pantalones deportivos que Levi eligió para él, eran lo suficientemente elasticados para no molestarle, y la camiseta gris sin mangas, que supuso al otro hombre debía quedarle bastante holgada, acabó entrándole justa, aunque un poco corta para su gusto. Aun así, aquello era mucho mejor que seguir llevando las prendas que vestía esa tarde y que ahora se hallaban sucias de tierra apelmazada y el verdín de las malas hierbas.

Tras haber escapado de la cabaña, enfurecido y traicionado como se sentía, Eren acabado refugiándose en la tranquilidad del bosque durante horas, rememorando su infancia y el tiempo que pasó jugando allí, feliz y despreocupado; aquella época de su vida en la que todo era mucho más fácil y el futuro no lucía tan oscuro como en ese instante. Sin embargo, fue cuando comenzó a caer la noche que un desesperado deseo por reafirmarse lo embargó, obligándolo a ir hacia las ruinas de su antigua casa.

Ver que buena parte de los escombros todavía estaban allí resultó doloroso, y durante un par de horas, aprovechando la oscuridad nocturna, rebuscó entre ellos, intentando hallar algo a lo que aferrarse, cualquier cosa que lo llevase de regreso a su pasado y le recordara quien era en realidad. El no encontrar nada fue una herida más sobre las tantas que ya lo desgarraban por dentro.

Quizá por eso mensajeó a Levi, se dijo; porque necesitaba que alguien lo sostuviera antes de que lo que quedaba de sí acabara por desaparecer del todo. Tal vez, simplemente, le exigió ir por él como una prueba; el poder comprobar que, a pesar de todo, seguía importándole, aunque fuese un poco; que seguía existiendo para él.

El recuerdo de la boca de este sobre la suya, quemándolo, exigiéndole con dureza mientras lo besaba, llenó de golpe su mente, haciendo que se sonrojara un poco.

En ningún momento Eren imaginó que, luego de que Levi fuese a su encuentro, las cosas entre ellos acabarían así, nuevamente. En ese instante, refugiado en el calor del coche, amparado por su compañía, él solo podía pensar en su miedo; en la rabia y dolor que lo embargaban. Estaba furioso con todo el mundo, pero sobre todo con él mismo por ser tan tonto, por haber permitido que lo utilizaran y manipularan de aquel modo, y se encontraba aterrado por la culpa que sentía al haber descubierto lo que había hecho años atrás, cuando apenas era un niño. Aunque fuese por un motivo justificable, de todas maneras Eren acabó con la vida de tres hombres, convirtiéndose en un asesino… Y se sentía un monstruo.

Sí, se dijo. Fue el terror de perderse, de no saber quién era él en realidad, el que terminó por quebrarlo. Y fue ese mismo miedo el que acabó por hacer que Levi volviese a él.

Dios, que relación más enferma tenían.

Desanimado, se dejó caer sentado en uno de los costados de la blanca cama y contempló sus pies desnudos con detenimiento. ¿Qué demonios tenía en la cabeza para soltarle sin más al otro hombre que aún seguía enamorado de él? Cansancio mental, seguramente, y las emociones desasido exacerbadas después de todo lo ocurrido. Eren estaba tan agotado que se sentía incapaz de razonar de forma lógica, además de que su propio temperamento de por sí era un poco exaltado.

Aun así, se recordó, Levi le dijo que se había arrepentido de haberle dejado. Que aquella larga separación también fue difícil para él…

El inconfundible sonido de los suaves pasos del otro sobre el piso de tarima oscura lo alertaron de su pronta llegada. El ligero toque sobre la superficie de la puerta fue seguido por el abrir de esta, revelando la menuda figura de Levi bajo el umbral. Este aún llevaba la misma ropa de esa tarde, aunque la clara camisa gris ahora lucía un poco arrugada y estaba manchada con algún líquido oscuro, al igual que los vaqueros grises. A diferencia suya, aquel hombre no era descuidado con su aspecto, todo lo contrario, por lo que ese pequeño detalle solo revelaba lo mucho que le estaba afectando todo lo ocurrido; tanto como a él; tanto como a todos.

—Ten, bebe. Te ayudará a relajarte —le dijo Levi una vez llegó a su lado, tendiéndole una humeante taza que él aceptó y envolvió entre sus frías manos.

—Gracias.

El aroma de la lavanda mezclado con la melisa le inundó las fosas nasales, llevándolo de regreso a su adolescencia y llenándolo de nostalgia. Más de una noche de malos sueños acabó con él bebiendo alguna de aquellas infusiones mientras se refugiaba en el cuarto de Levi hasta que el terror nocturno pasaba, sobre todo después de que su relación comenzó a tornarse más íntima. Durante los últimos años, Eren detestó enormemente aquellos recuerdos porque dolían demasiado, quemándolo por dentro, recordándole con cada respiración, con cada latir de su corazón, lo que había perdido; y fue por eso que prefirió relegarlos al sector prohibido de su memoria, donde no podían hacerle tanto daño. Sin embargo, en ese momento, con este contemplándolo de forma taciturna, con su silenciosa presencia llenando la habitación y calmando sus miedos desbocados, volvía a sentir que todo estaba bien y en orden. Que había regresado al sitio correcto; el lugar de donde ninguno de ellos debió marcharse.

No mintió a Levi cuando minutos atrás le dijo que aquel amor le resultaba injusto, porque lo era. Le parecía terrible saber que este tenía ese tipo de poder sobre él, aunque hubiese sido él mismo quien años atrás se lo otorgó al enamorarse de ese modo. Sin embargo, la vida jamás le había dado muchas opciones a Eren, ni siquiera la oportunidad de elegir a quien entregar su corazón.

—Joder, mocoso, sigues siendo un maldito caos andante —protestó Levi, recogiendo del piso la toalla que acaba de utilizar y dejar tirada. Este le lazó una mirada molesta—. Por lo visto el crecer no te ha quitado las malas costumbres.

Un dejo de sonrisa asomó a sus labios. Eren todavía no se sentía lo suficientemente vivo para reír como de costumbre, pero a pesar de toda la mierda que parecía haber inundado de golpe su vida, le alegraba por lo menos contar con ese pedacito de normalidad. Que Levi siguiera siendo Levi en el fondo, con sus manías por el orden y la limpieza, regañándolo por cosas tontas y que a él no le importase en absoluto. Que la vida siguiera siendo vida a pesar de todo, como si su padre jamás hubiese cometido un error tan terrible que acabó por desbaratar el futuro de todos ellos.

Durante unos minutos se quedó allí, sumido en el silencio, bebiéndose su infusión y observando como Levi recogía su ropa sucia, doblándola perfectamente para dejarla sobre la cama y hacer una pequeña pila que de seguro llevaría a lavar luego.

Una vez este acabó de poner todo en orden, se detuvo de pie frente a él, mirándolo con melancólico pesar; sus ojos grises perdiéndose en su verde mirada y difuminando, finalmente, parte de la incomodidad reinante entre ambos por tantos años sin verse; por haberse convertido en extraños.

Siguiendo un infantil impulso, Eren depositó su taza vacía sobra la mesilla de noche y dejó que su cabeza reposara sobre el pecho de Levi, perdiéndose en el sutil aroma a cítricos que emanaba de este y que siempre le fue tan característico. Lo sintió tensarse, por supuesto, pero no lo apartó de su lado, permitiéndole aquel momento de debilidad como lo había hecho tantas otras veces en el pasado.

El ligero peso de una mano al posarse sobre su cabeza le resultó reconfortante, así como también el hecho de aquellos pálidos dedos se sumergieran entre sus largos y sueltos cabellos, todavía húmedos tras la ducha, enredándose en una suave caricia. Con su frente apoyada contra el corazón del otro, él pudo percibir perfectamente el potente y rítmico latido de este bajo el acompasado vaivén de su propia respiración. Durante un instante, un pequeño segundo, Eren tuvo la tentación de posar sus labios sobre él, como si de ese modo pudiese marcarle, reclamarlo como suyo; pero no lo hizo. Su relación con Levi seguía siendo tan ambigua como siempre lo fue en el pasado, bailando en el borde de lo permitido y lo que debía prohibirse. Además, sabía que ese hombre lleno de secretos jamás le pertenecería a nadie.

—Tengo miedo —admitió él transcurridos unos minutos—. Odio lo que está ocurriendo. Todo es tan… horrible, Levi. Me aterra pensar que las cosas se puedan salir de control y terminen por causar más daño a las personas que amo. Mi padre, mi madre, el señor Arlert y toda esa gente que ni siquiera conozco… Pareciera como si solo pudiese ver cadáveres y muerte cada vez que vuelvo la mirada hacia atrás —inspiró profundo, trémulo, entristecido y vulnerable; sintiendo el peso de una culpa que no comprendía pero que lo embargaba de todas formas—. Le dije a Hange que ayudaría y sé que es lo correcto, lo que debo hacer; pero estoy muy asustado. No deseo poner en peligro a los chicos ni a Hannes, tampoco a Hange o a usted. No quiero que vuelva a repetirse lo de hace siete años y termine matando a alguien debido a una situación desesperada, o que, por el contrario, sea yo quien acabe muerto. Solo quiero… ser libre —masculló amortiguadamente contra la suave tela gris de la camisa del otro—. Solo quiero olvidarme de todo; dejar de sufrir.

El silencio volvió a reinar entre ellos, denso y melancólico, roto solo por el suave sonido de sus respiraciones y los constante latidos del corazón de Levi.

—Tal vez —le dijo el otro repentinamente—, podríamos huir. Mandar todo a la mierda y desaparecer donde nadie pueda encontrarnos.

Eren levanto el rostro, sorprendido por sus palabras. El choque de aquellos tormentosos ojos grises contra los suyos fue intenso. Él intentó hallar en ellos la trampa, la mentira que acabaría convertida en vana ilusión, pero esta no existía. Levi realmente le estaba ofreciendo una vía de escape, la posibilidad de salir de aquel horrible caos que era su vida y comenzar de nuevo. La esperanza de encontrar un lugar en el mundo donde encajar y volver a vivir.

—¿Podríamos? —se atrevió a preguntar finalmente después de unos segundos, su voz siendo apenas un susurro, como si temiese que hablar más alto pudiera romper la burbuja de sus posibilidades.

—Sí, probablemente —la mano de este abandonó su cabello y bajó hasta su mejilla, quedándose allí, acunándola. Los delgados labios de Levi eran una pálida línea que se perdía casi por completo en el níveo color de su piel, acentuado por la tenue luminosidad de la habitación. Lucía muy serio—. No sería fácil, pero podría conseguirlo. Tengo algunos contactos. Si realmente lo deseas, lo haré.

Durante un instante, mientras se observaban el uno al otro sumergidos en aquella mezcla de pasado y presente, de remembranzas y redescubrimiento, él se permitió pensar en aquella opción. ¿Cómo sería una existencia en que la que no existiera el miedo constante? ¿Dónde pudiese volver a ser completamente él mismo? Su vida, antes de la muerte de su padre, le parecía un recuerdo tan lejano que casi le resultaba irreal. Muchas veces ni siquiera Eren lograba dilucidar quién era él en verdad; cuanto de lo que aparentaba ser, de lo que mostraba al resto, era real. Si aceptaba la oferta que el otro le estaba haciendo, podría olvidar su horrible pasado, sería finalmente libre…

Sin embargo el peso de la realidad lo golpeó con fuerza, sabedor de que por más que lo deseara aquel sueño seguiría siendo inalcanzable hasta que esa pesadilla acabara.

Una nueva ilusión haciéndose trizas, como tantas y tantas otras.

—Si nos marchamos —comenzó él con cierto dejo de decepción tiñendo su voz—, nada de esto cambiará, ¿verdad? Aunque yo desaparezca, el peligro que es esa droga no dejará de existir, ¿cierto?

—Cierto —admitió Levi. La simple honestidad de sus palabras fue una dura confirmación que le dolió tanto como un golpe—. Pero no puedo ofrecerte más que eso, Eren.

Le hubiese gustado llorar, gritar hasta que la garganta le quedase en carne viva, pero sentía que, tras su arrebato en el coche horas antes, estaba demasiado vació por dentro para seguir derramando lágrimas. Aun así, la tristeza, la decepción y la impotencia no se iban. Lo estaban ahogando.

—Por mucho que lo desee, no puedo irme —dijo por fin, y, a pesar de saber que estaba haciendo lo correcto, eso no quito que doliera más de lo que le hubiera gustado. Intentó sonreír a Levi, que seguía viéndolo muy serio, pero su gesto fue una especie de rígida mueca, por lo que finalmente desistió—. Sea como sea, mi padre es el gran responsable de todo este problema.

—Sí, pero tú no tienes por qué limpiar su mierda, mocoso.

—Lo sé, pero quiero hacerlo. Debo hacerlo —enfatizó él—. Siento que se lo debo a todo el mundo y sé que no podré vivir tranquilo hasta que sepa que esto se ha acabado finalmente.

Levi soltó un suspiró y negó despacio con la cabeza, como si no pudiese creer su estupidez; una parte de sí mismo tampoco lo creía. Aun así, la forma en que este lo miró, como si lo comprendiese, como si se sintiera orgulloso, le hizo saber a Eren que su decisión, por dolorosa y difícil que hubiera sido, era la que ese hombre esperaba de él. La que de seguro el mismo Levi hubiese tomado de estar en su lugar, y eso, de alguna manera, lo conformó un poco.

—Tch, eres un mocoso tonto —lo amonestó suavemente y, retirando la mano de su mejilla, tiró de uno de los cortos mechones de cabello que caían por su frente—. Te di la oportunidad perfecta y la desaprovechaste.

Eren se rio quedamente.

—Lo sé; lo soy —admitió, sintiendo que al decirlo algo de todo el peso que parecía haber estado oprimiendo su pecho se aligeraba. Una débil sonrisa curvó sus labios al añadir—: Pero usted también lo es. Mírese, atado a un montón de promesas que lo han retenido durante años junto a nosotros, y todo gracias a los problemas que creó mi padre.

Levi inspiró profundamente pero no dijo nada más, solo se quedó allí, viéndolo con aquel detenimiento agudo y sosegado que él siempre había asociado con todos aquellos secretos que este jamás quiso revelarles; con ese Levi que nunca llegó a conocer ni un poco. Cuando los dedos del hombre se posaron sobre sus labios, rozándolos a penas, Eren contuvo la respiración, anhelante, aterrado. Desesperado por lanzarse de cabeza al infierno si este era lo único que Levi podía ofrecerle.

—Que mierda… Somos un auténtico desastre, mocoso —murmuró con lentitud; parecía tan dolido, tan desesperado como él mismo se sentía—. Somos una equivocación, Eren. Un error —continuó este, recorrido su labio inferior con su pulgar—. Conocernos el uno al otro fue lo peor que pudo habernos pasado en la vida.

—Aun así, sigue aquí, conmigo —soltó él, retándolo. Tal como esperaba los grises ojos de Levi se entrecerraron y su expresión se oscureció en señal de molestia, pero no se alejó. Su propia mano subió para posarse sobre la del otro y tragó duro, notando los nervios de este tensarse hasta lo imposible bajo su tacto—. Ha regresado a mi lado… y me ha besado.

Tras soltar aquello, Eren contuvo la respiración, sin saber si había cruzado por fin la línea de la paciencia del otro o no. Con Levi siempre era difícil predecir aquello, pues muchos factores solían determinar si sus arrebatos verbales terminarían en un regaño severo o simplemente en una sonrisa condescendiente por parte de este. Aun así, no se arrepentía. Del cúmulo de problemas que ocupaban su cabeza en ese momento, de todos los descubrimientos, de todos sus temores, el no saber que esperar de Levi, de la enrevesada relación que mantenían, era lo que lo estaba enloqueciendo. Sentía que su corazón estaba a punto de explotar y ese hombre no le facilitaba para nada las cosas, por el contrario.

—Lo hice —admitió este finalmente. No parecía demasiado feliz al decirlo, y a él eso le dolió un poco.

—¿Por qué? —Le preguntó entonces, angustiado—. Explíqueme, por favor. Por más que lo intento, no logro comprender lo que se propone, lo que realmente quiere de mí, Levi. Si sabe que no debemos estar juntos, que solo nos traerá más y más dolor, ¿por qué no acaba con esto de una buena vez?

—Porque, por más que lo he intentado, no puedo alejarme de ti —siseó con brutalidad. La mano bajo la suya se apartó con poca delicadeza, pero fueros estas mismas las que sujetaron con fuerza su rostro para obligarlo a mirarlo. El gris de sus iris estaba oscurecido, confundiéndose casi con un azul muy oscuro, denotando que sus emociones estaban próximas a explosionar y descontrolarse—. Porque no puedo pensar en nadie más que no seas tú, maldita sea. Eres como una droga, como un jodido veneno, Eren. Desde que te conocí, a pesar de saber que estaba mal, de comprender que lo mejor para ambos era mantenerme lejos de ti, no pude evitar quererte. Siempre has sido tú, mocoso. Tú o nada.

Aquello, se dijo, estaba lejos de ser una declaración de amor o una disculpa. Levi parecía furioso por ello y él se sentía de una forma similar, porque quizás en el fondo lo comprendía. Porque tal vez sabía que ese tipo de sentimientos eran complicados y no demasiado amables. Porque quizás el amor que compartían nunca podría ser del todo normal; pero estaba ahí y era real, y nada había logrado que se extinguiera: ni el tiempo, ni el rencor, ni el dolor y la sangre que los rodeaba. Era como si todo el daño solo los hubiese unido más, haciendo que parte de su alma se fundiese con la Levi de forma irremediable.

—¿Y que desea que haga? —le preguntó a su vez. Este torció el gesto y lo miró torvamente.

—Huye. Mantente lejos de mí. Mantenme lejos —Levi cerró los ojos y apoyó su frente contra la suya, dejando que el cálido aire de sus pulmones escapara lentamente entre sus labios y golpeara suavemente su rostro—. Te doy una última oportunidad, Eren.

—¿Y si no deseo hacerlo? ¿Si decido que a pesar de todo quiero quedarme con usted? —contraatacó él, decidido.

Los ojos de este se abrieron despacio, lánguidamente, sin embargo en ellos Eren encontró el inconfundible brillo de la caza y la lucha. Acaba de firma su sentencia y ya no habría vuelta atrás. Nunca había deseado otra cosa, en realidad.

—Entonces, no hay más que decir —añadió Levi, sin dejar de mirarlo a esa escasa distancia que los separaba.

Él asintió en un débil gesto y se mordió el labio inferior con nerviosismo antes de preguntarle:

—¿Aunque sea un error?

—Aunque sea la mayor equivocación del mundo; aunque nos destruyamos en el proceso, qué más da. A la mierda. Haremos que funcione de alguna manera, te lo prometo —Levi besó su frente despacio—. No volveré a dejarte ir, Eren. Has perdido tu oportunidad de ser libre.

Antes de que el otro pudiese alejarse como era su propósito, él lo sujeto con fuerza de la pechera de la camisa, acercándolo lo suficiente para obligarlo a inclinarse y así poder besarlo en los labios. Fue beso duro y breve, un desesperado entrechocar de bocas rebosantes de mil palabras sin decir y promesas inconclusas; un beso que bastó para sellar aquel extraño pacto entre ambos, esa rara relación que pareció haberse formado desde el mismo momento en que se conocieron, ocho años atrás, cuando Eren no era más que un niño anhelante de un héroe que lo salvara sus demonios y Levi simplemente era un hombre ansioso de alguien a quien salvar para lograr redimirse.

—No quiero ser libre, porque para mí también es lo mismo —susurró contra su boca; los ojos cerrados y el errático latir de su corazón atronando enfebrecido en sus oídos—. Siempre ha sido usted o nada, Levi. También me ha envenenado.

Notó a este sonreír quedamente sobre sus labios y, cuando él al fin abrió los ojos, se encontró con aquella plateada mirada contemplándolo de forma retadora. El dolor, el daño, seguían entando allí, por supuesto; las heridas que ambos se habían hecho tardarían mucho tiempo en sanar y de seguro dejarían cicatrices muy profundas; sin embargo, era como si al estar juntos algo de todo eso se hubiera borrado, aminorando el sufrimiento. Tenían una nueva oportunidad. Volvían a pertenecerse.

—Entonces, mocoso, me pregunto, ¿cuál de los dos crees que morirá primero?

Eren no dijo nada, simplemente volvió a cerrar los ojos y a besarlo con desesperación a modo de respuesta, lo que a Levi pareció bastarle, de momento al menos; quizá, porque al igual que él, este comprendía la verdad que aquella interrogante deparaba. Si uno de ellos dejaba de existir, el otro también lo haría, porque eran veneno y antídoto… y la peor elección posible.

Pero seguían intentándolo, aunque tuviesen al mundo en contra, a la vida en contra. Dejar de amarse no era una opción.

 

——o——

 

La suave y acompasada respiración de Eren era prácticamente el único sonido reinante en la silenciosa habitación. El chico se hallaba tumbado sobre la cama, profundamente dormido, descansando al fin. Hacía cosa de una hora que este había acabado por caer rendido a causa del cansancio y el inmenso cúmulo de emociones y descubrimientos que experimentó ese día; Levi, sin embargo, era incapaz de pegar ojo por más que lo había intentado. Todas las dudas y los miedos que llenaban su cabeza eran como pesadillas diurnas que amenazaban con volarle la cabeza. Demonios, odiaba sentirse así de impotente.

Sabedor de que le sería imposible dormir esa noche, se levantó de la silla del escritorio que había posicionado antes frente al ventanal y se frotó el adolorido cuello para relajarlo un poco. Lo notaba rígido a causa de la tensión acumulada y oyó como le crujían los huesos de la espalda al estirarse. Estaba agotado tanto física como emocionalmente.

Como si no pudiesen evitarlo, sus ojos se posaron en la tranquila figura del muchacho dormido sobre su cama. Eren, tras soltar aquella confesión, después de aceptarlo de regreso en su vida a pesar del daño que él podría causarle, accedió finalmente a acostarse a cambio de que le contara un poco sobre lo que había hecho durante esos últimos años sin verse. Levi, por supuesto, fue muy selectivo con los recuerdos que compartió con este, ahorrándole los más horribles y dolorosos. El mocoso no necesitaba cargar con más pesadillas de las que ya soportaba a causa de su propia vida.

Muy despacio, intentando no despertarlo, se tendió de costado sobre la cama junto a él, contemplándolo de frente al tiempo que intentaba que las imágenes de sus recuerdos se ajustaran a las del chico un poco mayor que descansaba ahora su lado. Eren dormía ligeramente aovillado y cubierto solo por la blanca sábana a causa del calor reinante en el cuarto. Este respiraba de manera suave y constante, por completo ajeno a su escrutinio y a las complejas emociones que despertaba en su interior.

Conteniendo el aliento, Levi tendió una mano hacia su moreno rostro, delineando apenas con las yemas de los dedos los cincelados contornos de este y su ceño un poco fruncido. Las pestañas del chico, largas y espesas, se agitaban con ligereza de tanto en tanto, chocando contra sus altos pómulos y haciendo que él se preguntara que clase de sueño inquieto estaría rondando por aquella caótica cabeza. Solo esperaba, por esa noche al menos, que no fuesen pesadillas. El muchacho merecía un pequeño descanso.

Levi aún era incapaz de creer por completo como acabaron dándose las cosas entre ellos a pesar de su firme determinación de hacer lo correcto. Aquella mañana, cuando decidió reunirse con los mocosos para contarles todo y cerrar finalmente su ciclo con estos, resuelto a no verlos nunca más, jamás imaginó que volvería a caer a causa de Eren, mucho menos que este terminaría pasando la noche en su casa, en su cama, después de reafirmar que todavía lo amaba lo suficiente para aceptarlo del modo que fuese, aunque acabara haciéndole daño, aunque lo destrozara.

Tch, que mierda. Si tan solo el maldito crío supiese del enorme poder que tenía sobre él. El destino era un maldito cabrón por haberlos juntado no una, sino dos veces.

Una vez muriese, Levi sabía que definitivamente iba a arder en el infierno.

—¿Qué demonios voy a hacer contigo, mocoso? —le preguntó a este, enredando con cuidado sus dedos entre las largas hebras de su cabello castaño. Eren, dormido como estaba, por supuesto no contestó; él, sin embargo, simplemente se inclinó lo suficiente para rozar su boca contra los labios entreabiertos del chico que dejó escapar un quedo suspiro entre ellos—. Nunca te quise en mi vida, y ahora no sé cómo vivirla sin tenerte en ella. Esto es una mierda.

Tomando finalmente una decisión, se puso de pie una vez más y se dirigió hacia el escritorio para coger su móvil que tenía cargando. Una última mirada al chico dormido bastó para hacerlo decidirse.

Mientras Eren estuviese a salvo, cualquier pago sería justo, se dijo. Tenía que protegerlo. Esa vez no podía fallar y arriesgarse a perderlo como había estado a punto de ocurrir dos veces en el pasado. Su perfecto plan para esconder a los chicos acababa de ser desbaratado y puesto al descubierto; ya solo era cuestión de tiempo antes de que la información de que los tres mocoso estaban vivos llegara a más oídos de lo que deseaba y todo se complicara todavía más.

No podía permitirse fallar. En esa ocasión debía llegar al final de ese maldito juego de una vez por todas.

Era todo o nada.

Con cuidado de no despertar al chico, avanzo sigiloso por la habitación. Abrió la puerta, con adquirida cautela, para salir fuera y así poder hacer la llamada que necesitaba sin correr riesgos de que lo oyeran.

Finalmente había llegado el momento de cobrar favores. Y también el de pagar viejas deudas.

Notas finales:

Lo primero, como siempre, es agradecer a todos quienes han llegado hasta aquí. Espero que el capítulo fuese de su agrado y valiera la pena la larga lectura y el tiempo invertido en ella.

Lo siguiente es disculparme por esta larga, larga demora. Existen dos motivos principales para ello, que, aunque no quitan culpa, por lo menos pueden servir para comprender el por qué. El primero de ellos fue que, hace cosa de dos meses atrás, sufrí una fea contractura en el hombro izquierdo. Como algunos sabrán, soy violinista y estudio música, por lo cual ese tipo de lesiones para mí son complicadas, así que me vi obligada a guardar reposo y todas las actualizaciones se demoraron más de lo previsto.

Mi segundo motivo, sin embargo, fue más egoísta. Cantarella, a diferencia del resto de mis historias, es muy compleja de escribir. Al llevar tres líneas temporales es prácticamente como tener tres historias diferentes entrelazadas en una, lo que me obliga a releer muchísimo, a apuntar datos y buscar mucha información. Además, que el mismo tono tan lúgubre y pesado de la historia es un desgaste emocional importante para mí a la hora de escribir. Esta es una historia que amo, ciertamente, pero también una que me agota de un modo que no lo hace ninguna otra.

Sé que ninguna de estas excusas sirve realmente como disculpa, pero en verdad espero no volver a tener una demora tan grande como ahora. Puedo prometer que la historia no quedará en hiatus; tal vez demore un poco en salir cada capítulo, pero irán avanzando de acuerdo al orden de mi calendario de actualizaciones. Además, una buena noticia es que ahora tengo beta para esta historia, por lo que si este capítulo ha salido más bonito y cuidado, es gracias a la maravillosa Akira Kousei y su gran trabajo. Ella no solo ha corregido esta entrega, sino que también ha ido poco a poco con los capítulos anteriores, así que Cantarella será la primera de todas mis historias en corregir todos los fallos que tuvo en un principio.

Hay dos pequeñas cosas que también me gustaría aclarar, aunque son más detalles técnicos del fanfiction que otra cosa.

La primera de ellas es sobre la droga formulada por Grisha Jaeger. A pesar de que esto es ficción, parte de la explicación que Hange le da a Eren es muy real, ya que durante algunos años grupos de científicos han estado intentando crear un medicamento con este propósito (manipular la memoria para borrar recuerdos traumáticos, en modo de encapsulación) aunque aún con resultados parciales. Obviamente por motivos del relato, he agregado mucho de mi imaginación a esto, pero quería que supieran que es algo que llevo estudiando durante un tiempo así que no me lo he sacado todo de la manga..

Lo siguiente que deseo aclarar, porque he recibido muchas preguntas al respecto, es sobre el título de la historia, “Cantarella”. La pregunta más recurrente es si es debido al tema de Vocaloid que lleva el mismo título, sin embargo la respuesta es no, aunque podría decirse que tanto este relato como el tema musical sí tienen una base común: la historia de Italia durante el Renacimiento.

La cantarella es en realidad una droga, que no tiene ni color, ni sabor, ni olor, por lo que era muy difícil detectarla hasta que ya estaba en el organismo y prácticamente la víctima moría de una manera atroz en veinticuatro horas. Se dice que los Borgia fueron quienes más la utilizaron para deshacerse de sus enemigos y de allí nace la leyenda.

El motivo por el que elegí este nombre para mi historia es en parte un poco simbólico. Por un lado el cuento que Grisha le contó a Eren lleva ese nombre, pero, por otro, hace alusión a la relación que el muchacho tiene con Levi, la cual nunca ha sido del todo sana, por lo contrario, es tóxica y dañina en extremo, como un veneno, ¿ven? ¿El amor que ambos sienten es real? Por supuesto, pero eso no quita que la forma en que este se forjó sea algo bastante retorcido; una mezcla de necesidad mutua, culpa y mucho dolor. La principal idea de esta historia es que, en algún momento, ese amor pueda convertirse en algo más saludable para los dos. Por lo menos es la idea, de aquí al final ya veremos.

Así que como ven, Vocaloid no tiene mucho que ver en esto. Si tuviese que determinar que música ha inspirado gran parte de esta historia, entonces sería ciertamente Alan Walker, Imagine Dragons, Coldplay y Dido. Como bien sabe, yo respiro música. Sin ella me es imposible crear; me sería imposible vivir, creo.

Solo me queda avisar que la siguiente de mis historias en actualizarse será In Focus, la cual ya estoy escribiendo y espero tener para la semana siguiente.

Nuevamente muchas gracias a todos quienes leen, comentan, envían mp´s, votan, añaden a sus listas, favoritos y alertas. Siempre son el mayor incentivo para seguir con esto cuando comienzo a sufrir demasiado.

Un abrazo a la distancia y mis mejores deseos para ustedes. Hasta la siguiente.

Tessa


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