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Infierno por jotaceh

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Notas del capitulo:

Holaa todos!!!

Espero que estén muy y que todos sus sueños se estén cumpliendo!!!!

Capítulo 7: Otra vez

 

El hecho que Camilo estuviera presente en ese momento, escuchando sobre el embarazo de Valentina, solo era una forma de recalcarle que no puede osar a estar con Felipe. Esas ideas las conozco muy bien, porque he vivido con una mente conspirativa.

En todo momento Pamela estaba pendiente del muchacho, mirándole victoriosa como si disfrutara de pulverizar a su enemigo. La madre de mi amado es alguien que ha logrado muchas cosas y todo, gracias a su astucia, no por nada ahora es la esposa de uno de los hombres más importantes del país.

-Ella te obligó a venir ¿verdad? - me acerqué a mi primo para consultarle.

Hice caso omiso a las advertencias de mi padre, me aproximé al paria de la familia y es que quería comprobar mi teoría.

-¿Quién más? De a poco voy pensando que ella controla todo en esta maldita casa... - dijo enfurecido.

-Tiene ojos en todas partes, es muy difícil que puedas esconder algún secreto... - mencioné luego, sentándome a su lado mientras todos los demás estaban pendientes de los nuevos padres.

-Aunque a ti te trata bien... - sentenció con un tanto de envidia.

Por favor, se nota que Camilo no entiende nada de la familia todavía, porque si supiera cómo es realmente no habría hecho un comentario así.

Mi papá enviudó cuando yo tenía cinco años, después de aquello que les conté. Debo reconocer que es alguien fuerte y es que no se dejó morir tras lo sucedido, siguió con fuerza con sus negocios y con su vida personal también.

Tras un año de lo acontecido, llevó una mujer a la casa, todo fue muy repentino, nadie se lo esperaba. Se trataba de una mujer que no provenía de una gran familia, que tampoco poseía riqueza y que llevaba a cuestas un hijo. El clasista Diego Grimaldi había elegido como pareja a una madre soltera y pobre. Desde ese momento he escuchado el mismo rumor: que ella se ganó la aceptación de mi padre a base de chantaje.

-Esa perra tiene que saber un secreto muy grande del jefe... - escuché decir una vez a una de las sirvientas.

Nunca he sabido la verdad, es un enigma que don Diego jamás ha querido tratar conmigo.

Recuerdo que a Felipe solo lo conocí el día de la boda, ese día triste en el cual veía a mi padre olvidarse de mi mamá y comenzar una nueva vida con una mujer que en nada le importaba. Pamela jamás quiso acercarse a mí, aún cuando soy el hijo de su esposo. En un principio fui ingenuo, pensé que tendría otra oportunidad, que había llegado una mujer que me rescataría del infierno en el que vivo. Sin embargo, ese anhelo nunca se cumplió.

Estaba sentado en la primera banca de la catedral, sobre esa estructura de madera antiquísima, rodeado de los arreglos de flores blancas que mi madrastra había exigido. En ese momento, vi a lo lejos a un muchacho tierno, un chico inquieto y de pequeñas pecas que afloraban ingenuas en su rostro infantil.

Nuestras miradas se unieron en el mismo instante en el cual mi corazón sucumbió ante él, en ese mismo segundo me enamoré de quien ha sido la persona más importante de mi vida.

-Hola, me llamo Felipe, soy el hijo de mi mamá... Ay, o sea, de Pamela... - dijo avergonzado el muchacho.

Solo atiné a verle, estaba obnubilado con aquella esencia que emitía, con esa vitalidad que le hacía sonreír a cada momento. ¿Por qué es tan feliz? Recuerdo haberme preguntado ese día.

-¿Oye?... Es que quería preguntarte algo... ¿Te habían dicho que eres hermoso? Es raro... Todos han comentado eso esta noche... Que eres un niño precioso, que nunca habían visto a un ángel como tú... ¿Los has escuchado? - dijo aquello que tanto detesto.

-Solo son mentiras... Soy asqueroso... - dije, y aun cuando me sintiera atraído por él, le respondí ofuscado.

El hijo del hombre rico siempre es el más bello, el más inteligente, aunque no tenga mérito para ello. Siempre he detestado esas muestras de falso afecto, palabras tendientes a conseguir la aprobación de alguien poderoso, solo mentiras interesadas.

-Yo si lo creo de verdad... - insistió el chico.

-Ahora seremos hermanos... - cambié de tema.

-Sí, eso es genial... Siempre he querido tener un hermanito menor. Prometo protegerte siempre... - sonreía completamente feliz. Todavía no podía comprender lo que significaba ser parte de esta familia.

El pequeño que había prometido cuidarme había crecido y estaba frente a mí, con la muchacha que le daría su primer hijo. Ahí estaba el amor de mi vida, el mismo que había avalado los golpes que me propinaron en la escuela, el que quería que fuera yo mismo quien acabara con mi propia vida.

-Sabemos que es un tema delicado, y que la familia de Valentina no lo acepta, por ello decidimos que ella viva con nosotros desde ahora... Para cuidar al bebé que espera... - mi padre decía seguro, delante del rostro victorioso de la rubia.

El más afectado fue Camilo y es que para colmo, ahora tendría que ver todos los días a la perra que le quitó el enamorado. Mi primo no quiso soportar más humillación y por eso se levantó del sillón, quería huir hasta su cuarto.

-¿Quién te dio permiso para que te levantes? - gritó colérica Pamela.

El chico fue detenido con agresividad y no le quedó más remedio que volver a su sitio, humillado por la dueña de casa, por la madre de Felipe y quien, de seguro, es la persona que más le odia.

-Espero que todos nos llevemos bien como una gran familia... - dijo Valentina tratando de parecer gentil, justo antes de abrazarme cínicamente.

-Siempre me he llevado bien con su hijo, somos compañeros de curso... Los mejores amigos... - mintió ante don Diego, tratando de ganarse su aceptación.

El tacto con esa desgraciada me hizo estremecer y es que no tiene pudor, hace todo lo que le conviene sin pensar en valores o en su propio honor.

Reprimí todo lo que sentía en ese momento, tal como siempre hago, miré a todos como si se tratara de un cuadro, de una imagen lejana.

No podía creer que aquel chico se estaba alejando de mí. Primero fue Camilo, y ahora Valentina, de a poco Felipe se hacía ajeno, distante al amor que tan fervientemente profeso por él.

Esa misma noche la rubia se acomodó en la mansión, en el mismo cuarto de su novio, como si ya fueran esposos.

-Me siento tan feliz que tu hermano haya recapacitado... - comentó mi padre al final de la velada, cuando solo estábamos nosotros dos en la mesa.

-Algún día tendré que hacer lo mismo... - le dije insinuando que tendré que casarme y tener hijos para continuar con el legado familiar.

-Todavía eres muy pequeño... - respondió serio, como si finalmente no quisiera que estuviera con otra persona.

-Solo tengo un año menos que Felipe... - insistí.

-Pero tú eres un Grimaldi, no un guacho hijo de una puta trepadora... - se salió de control, atacando a quienes se supone quiere o eso se pensaría tras sus buenas palabras en la cena.

No volvimos a hablar de ello y es que después de marchó, había destrozado su buen humor.

Esa noche fue difícil dormir, saber que mi amado estaba en un cuarto junto a su novia, ésa que le daría un hijo y por lo cual estarían unidos para siempre, era un pensamiento que no podía sacar de mi mente y supuse que Camilo estaría pasando por la misma conmoción.

En la mañana me levanté temprano, quería visitar a mi primo para comentar lo sucedido, para odiar juntos a Valentina y sentirme un poco mejor de mi desdicha.

Fui sigiloso para que no me descubrieran en aquello que me habían prohibido. Giré la perilla sin producir ruido para luego empujar la estructura de madera tallada. De a poco comencé a divisar una silueta conocida, un muchacho que delicadamente besaba a Camilo. Los amante estaban reunidos, arriesgando todo estando en la mismísima guarida del lobo.

¿Qué significaba todo esto? ¿Acaso Felipe no estaba confabulado con Valentina? ¿Por qué le estaba siendo infiel entonces? ¿Acaso todo era una mentira?

Preferí retirarme del lugar de la misma forma en la que llegué, sin hacer ruido, sin que nadie se enterara que los había descubierto una vez más.

Aún cuando le haya visto besarse con otra persona, el hecho de ver a mi amado fuera de los brazos de aquella maldita, me alegró en parte. Era como una venganza, saber que a mi enemiga le estaban engañando me daba ánimos, pero también reparos.

¿Quién engañaba a quién? Comencé a pensar camino al colegio. ¿Qué tal si desde siempre el romance de aquellos dos muchachos fue un plan de la rubia? ¿Por qué lo harían? Y claro, en ese momento me di cuenta que, legalmente, la única persona que podría liderar la fortuna familiar si yo no pudiera, es Camilo. ¿Acaso querían destruirle a él también?

Todo era un caos en mi mente, no podía descifrar lo que estaba ocurriendo y eso me estresaba, no tenía claro en qué campo estaba batallando, habían sorpresa por doquier.

-¿Estás bien? - de pronto alguien me sacó de mi aislamiento.

Ya sentado en mi pupitre, luego de estar toda la mañana pensando en el asunto, mi compañera de puesto se hizo presente con una sonrisa alegre, una que conocía muy bien.

-Sí, bien... - respondí parco.

-No lo entiendo... Eres la persona más adinerada de este colegio, y además eres muy guapo... ¿Por qué no eres popular? - Alice Campbell preguntó con verdadera ingenuidad.

Esa escena me parecía conocida, era igual al momento en que conocí a Felipe.

-No soy guapo... Soy bastante feo... - dije odiando el halago de la extranjera. 

Supongo que la muchacha se percató que no lograría nada intentando halagarme, porque se quedó callada tras su intento infructuoso.

-A mi me gustaría ser tu amiga... - dijo tras unos minutos.

No pude soportar su mirada de amabilidad. ¿Quién se cree para intentar ganarse mi confianza de esa manera?

-No trates de fingir conmigo... Mi papá ya me dijo quién era tu padre y me prohibió acercarme a ustedes... Y de repente tú quieres ser mi amiga, ¿no crees que es muy sospechoso? - la encaré y es que todo parece muy extraño.

-No quiero hacerte nada... Solo que he crecido escuchando cómo era tu mamá, sobre su belleza, su gentileza y ahora que estoy en este país, me gustaría acercarme más a su vida... Y la única persona que puede hacer eso, eres tú... - su mirada parecía triste, un dejo de sinceridad le daba aquel brillo que la hacía parecer pura, como un niño pequeño.

-Apenas y me acuerdo de ella... ¿Cómo te podría ayudar? - cambié el tono y fui más amable.

-Era tu madre, la persona que más te ha amado... De seguro te acompaña todos los días y te cuida de los peligros... - sonreía como si intentara convencerme de un dogma.

El escuchar sus palabras, su calidez en el asunto más dramático de mi vida, el optimismo que coloca en mi existencia cuando ni siquiera se imagina las atrocidades que me ha tocado pasar, todo en ella me enfadó y colérico me levanté de mi asiento y golpeando la mesa la enfrenté.

-¡No tienes idea de nada! ¡Ni se te ocurra hablar de nuevo sobre mi mamá! - grité colérico.

Todos en el salón me observaron con rechazo y es que había tratado a una indefensa chica, a la compañera nueva que venía del extranjero. No soporté su desaprobación, así es que salí del aula corriendo.

¿Por qué nadie se pone en mi lugar? Ella estaba profanando el recuerdo más amado que poseo, lo único bello que me ha ocurrido en esta vida. Nadie es digno de pronunciar algún recuerdo sobre Carolina.

A ninguno de mis compañeros le agrado, nadie me habla en los recreos y siempre estoy solo. Nada cambió después de mi arrebato y es no puedo caer más bajo en aquella estúpida escala social.

-Qué milagro que tu íntima amiga no asistió hoy... - de pronto, mientras estaba en recreo, apareció Esteban para acompañarme.

-¿A quién te refieres? - le pregunté.

-Obviamente que a Valentina... - respondió sentándose a mi lado en la banca del patio.

-Es que está de mudanza... Se va a vivir a mi casa, con Felipe... Porque está embarazada... - en pocas palabras le conté todo lo sucedido la noche anterior.

El chico quedó sorprendido, aunque al rato comenzó a sonreír.

-Que maravilloso.... Tu amado hermanastro ahora estará atado a esa zorra de por vida... Supongo que ahora sí dejarás de amarle ¿o no? - lo único que le interesaba era deshacerse de Felipe.

No le tomé atención y es que ese tema me produce mucho dolor, no es fácil comprender que ya toda pequeña oportunidad que tenía con el amor de mi vida se ha desvanecido, que no podré estar jamás con él, que no recibiré su amor.

-¿A quién se le ocurre mudarse a una mansión donde han asesinado a una mujer antes? Es muy peligroso para una chica embarazada... - comentó luego, cambiando de tema y borrando la sonrisa de su rostro.

-Mi tío está en la cárcel... - dije aludiendo a lo ocurrido con Elia.

-Tú mismo me has dicho que él no mataría ni a una mosca... ¿Y si el verdadero asesino está libre? Es muy peligroso que Valentina esté allí... Aunque... A mí no me molestaría que se deshiciera de ella... - Esteban no se inmutó al desearle la muerte a la rubia.

Esa idea se quedó en mi mente. ¿Acaso sería feliz si ella falleciera? Debo reconocer que saber que no la vería más, me alegraría mucho. Gran número de mis problemas se acabarían, ya nadie me golpearía ni humillaría como ella suele hacer, Felipe quedaría libre y aún cuando no sé si él está confabulado realmente con la chica para acabar conmigo, verle soltero y capaz de entablar una nueva relación, me daría una pequeña ilusión de concretar mi amor.

Pensé en esa idea durante toda la tarde, hasta que las clases acabaron y pasó a buscarme el chofer.

La ciudad estaba gris, carente de todo color. Las personas caminaban por inercia, obligados a cumplir tratos que no anhelan, siguiendo una agenda impuesta por otros. Nada parecía grácil esa tarde, el sol se ocultaba detrás de las grandes y oscuras nubes que cubrían el cielo. El calor se extinguía de a poco, a medida que el astro rey se despedía.

Suspiré profundo antes de entrar a la mansión y es que sería el primer día del resto de mi infierno. Mi vida se arruinaba cada vez más, ahora tendría que soportar a mi verdugo en mi propia casa, debería escuchar sus burlas hacia mí, sus risas de victoria por haber conseguido a Felipe, por tenerle en sus manos.

Me armé de valor e ingresé. No había indicios de mi familia, todo estaba en penumbras y solo fui recibido por el ama de llaves, quien me sostuvo la mochila y el abrigo.

-Buenas tardes señor... - me saludó la anciana.

-¿No hay nadie en casa? - pregunté mirando a mi alrededor y es que era extraño que ni siquiera Pamela estuviera en el salón compartiendo con alguna de sus amigas lamebotas.

-Su primo se encuentra en su habitación. La señorita Ferrada está en la habitación de su hermano... Nadie más de la familia ha regresado aún... - escuché las palabras formales de la mujer, como si fuera una esclava.

Aquella muchacha se encontraba en casa, la poca paz que me otorgaba la mansión se esfumó producto de su embarazo.

Subí lentamente las escaleras, prefería encerrarme en mi cuarto y esconderme de sus ojos burlescos. No alcancé a terminar de llegar al segundo piso, cuando escuché un grito espantoso. Curioso corrí hasta el lugar de donde provenía el bullicio.

En el pasillo me encontré con una de las sirvientas, una mujer joven que hace poco trabaja para nosotros. Temblaba del pavor mientras intentaba escapar de la habitación se Felipe.

No comprendía lo que sucedía, por lo que quise averiguar por mis propios medios. Entré al cuarto y lo primero que divisé fue a Camilo de pie, con las manos manchadas de sangre, mirando en shock a la sirvienta que le veía con temor.

-Te prometo que yo no fui... Solo la encontré así... Te lo juro... Te lo juro.. - mi primo salió del shock al ver a la mucama correr y al encontrarse con mi mirada decidió implorarme, necesitaba que le creyera... ¿Que le creyera qué?

Solo en ese momento, tras la desesperación de Camilo, pude fijarme en lo que había detrás del chico, en aquella escena dantesca que se presentaba como la peor de las pesadillas.

Sobre la cama de mi amado, se encontraba la rubia, la mujer que tanto daño me ha hecho estaba sentada con las piernas abiertas, completamente desnuda. Sus extremidades estaban cubiertas de sangre y es que su carne estaba abierta desde el vientre hasta el pecho. Sus órganos estaban en el exterior, regados por las sábanas como si se trataran de prendas.

Valentina estaba muerta, y no sólo ella, porque el niño que esperaba también había corrido la misma suerte, y tal vez, mucho antes. El rostro de la muchacha demostraba el dolor que había sentido, sus ojos estaban abiertas y su boca ya seca, se mostraba con la quijada completamente caída, como si un gran grito se hubiera escalado de sus pulmones.

Nuevamente había ocurrido, una nueva persona había muerto en la mansión Grimaldi, una nueva mujer había sido torturada hasta la muerte. Otra vez estaba frente a un cadáver y está vez nadie creería que fue mi tío Rubén, porque quien estaba a mi lado cubierto de sangre era mi primo, una de las personas que más odiaba a Valentina. ¿Será verdad entonces que solo la encontró muerta? ¿O fue él quien la asesinó?

 


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