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Infierno por jotaceh

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Capítulo 18: Sin esperarlo

 

Desde que recibí la carta de Alice, no he podido pensar en nada más que no sea en ella. En qué hará para liberarme de las garras de mi padre, aunque por sobre todo, en su seguridad. ¿Estará bien involucrarse en algo tan peligroso?

-Tu papá permite que vengas al colegio, sabiendo que aquí está la chica que lo amenazó y que además, es hija de su mayor enemigo... Me parece muy extraño todo... - aseveró Esteban cuando regresé a clases.

-Me dijo que tenía informantes aquí - recordé sus palabras.

El muchacho de tez bronceada me observó mientras divagaba en su mente.

-Si fuera cierto, cualquiera podría ser. Incluso quien tú menos imaginas - algo intentaba decirme.

-¿Alguien como tú? - porque también podría ser.

Se supone que si tiene un vigilante en la escuela, le habrá dicho que tengo una supuesta relación con Esteban. Entonces, ¿por qué don Diego no ha hecho nada para separarnos? Tal vez sea él quien le comunica.

-¿Hablas en serio? Después de todo lo que he hecho por ti, ¿piensas que podría traicionarte? - se enfadó mucho tras mi acusación.

-Está bien, pero ¿quién es? ¿Qué tratas de insinuar con esas palabras? - tenía una sospecha, tan solo que no quería admitirla.

-Felipe - pronunció sin tapujos.

¿Cómo se le ocurría decir algo semejante? Estaba inculpando al hombre a quien amo, era obvio que me enfadaría.

-Piénsalo bien, siempre ha querido el cariño de su padrastro. Su mamá lo puede convencer muy fácil... Si hay alguien de quien tienes que dudar es de él - me daba mucha rabia que tratara de inculpar a mi amado, a su mayor competidor.

No quería discutir, así es que decidí retirarme. Estábamos en nuestro escondite de siempre, en el baño más apartado del colegio.

-Podrías decirle a Felipe que mienta y le diga a tu papá que te juntaste con Alice... Así la mata de una vez por todas y nos la sacamos de encima - pronunció fríamente mientras le daba la espalda.

No pude soportar el odio que emanaba el muchacho. ¿Cómo se le ocurría desearle la muerte a la única persona en este mundo que ha querido ayudarme? La rabia me inundó y me devolví solo para abofetearlo.

-Eres un cerdo... No vuelvas a decir nunca más algo malo sobre ella - defendí a mi única amiga.

Esteban solo sonrió, como si mi golpe no le hubiera dolido en absoluto.

-¿Qué? ¿Me vas a decir que la quieres? Por favor, no seas imbécil... Sabes perfectamente que solo traerá problemas. ¿Crees que podrá ganarle a tu papá? Jamás, y tú también lo sabes... Lo único que está buscando esa pobre infeliz es morirse antes de tiempo - no se detuvo y despotricó sin compasión.

-Ella... Ella no es como los otros... Es más fuerte de lo que crees - me aferraba a esa idea, a esa ilusión ingenua.

No quería escuchar más sus palabras, empaparme de su pesimismo me entristecía.

Caminé por el pasillo hasta llegar a mi salón. Ahora estaba sentado en otro puesto y es que no quería estar cerca de Alice. Si mi padre se enteraba de cualquier detalle de nuestra relación, ella estaría en peligro y en esos momentos, debía protegerla ya que se había convertido en mi salvadora.

Recuerdo que por muchos días la observé a la distancia. Era estúpido, como si me hubiera enamorado de ella. Cada vez que recordaba las palabras de su carta, sonreía bobamente, al igual que una doncella rememora el amor de su amante. Aunque sólo fuéramos amigos, podía sentir el calor de su amor como he percibido toda mi vida mis sentimientos por Felipe.

Aunque no volvimos a hablar, la sentía más cerca que antes, como si fuera mi ángel guardián y supiera que ante cualquier mal, vendría a socorrerme.

Sin embargo, todo cambió un día en que sus ojos me observaron ya no con amor, sino que con espanto.

Fue un momento fugaz, casi imperceptible, pero sumamente claro para mí. Entró al salón y me miró de una forma que jamás antes había utilizado. Algo había cambiado en ella, se había enterado de algo y todo ese amor que tenía por mí, se había desvanecido.

¿Qué pudo haber descubierto para cambiar tanto su percepción de mí? El corazón se me partió en mil pedazos, y es que es difícil asumir que has perdido el amor de alguien.

Por mi mente pasaron muchas ideas, conjeturas de por qué la muchacha se había desilusionado de mí, aunque la más recurrente fue que se había enterado de lo que realmente había sucedido la noche en que mi madre murió. Como una pesadilla, imaginaba la repulsión que sentía al enterarse que había sido violado en el mismo momento en que mi madre agonizaba. Era probable que le diera asco, que no pudiera soportar mi cruel verdad y que haya decidido hacer con sus últimos días de vida algo más provechoso y es que podía entender que yo ya no tengo remedio, que no puedo ser salvado. Se había dado por vencida.

Las sospechas se materializaron días después, cuando Felipe ingresó a mi cuarto para conversar sobre ella.

-Lucas, ¿qué sucedió? Alice está muy mal... Había prometido ayudarte, pero ahora no quiere ni siquiera hablar de ti... ¿Crees que Diego tenga algo que ver? ¿La habrá amenazado nuevamente?... Por dios, no puedo creer que he vivido todos estos años con alguien tan malvado como él... ¿Cómo fui tan ciego? - era la razón por la cual me había visitado.

-Yo ni siquiera he hablado con ella... No sé qué pudo haber pasado - respondí a punto de llorar.

No quería admitirlo, tan solo que ahora ya se había materializado. Alice ya no me quería, ya no me estimaba como antes y había preferido olvidar mi recuerdo.

-Sé que estaba investigando con su papá... Nunca me contó qué, pero de pronto un día, todo cambió... Ella suele ser muy dulce y gentil, y ahora, está siempre malhumorada... Cualquier cosa que haya descubierto, tuvo que ser muy difícil como para hacerla cambiar tanto... ¿Estás seguro que no sabes nada? Estoy preocupado - la mirada del muchacho demostraba desasosiego.

No respondí nada más y es que mi cuerpo no me lo permitiría. Solo tenía ganas de llorar, de esconderme en el rincón más apartado del mundo y no volver a aparecer nunca más. Estaba destruido por dentro y es que la pequeña esperanza que había alimentado, se había esfumado de la misma forma en que llegó.

-¿Estás bien? - me preguntó Felipe.

No pude responderle y es que de inmediato comencé a llorar. Igual como lo hacía en mi infancia, se acercó a mí para consolarme. Se sentó en la cama y me abrazó. Escondí mi cabeza en su pecho y me desprendí de todo ese sufrimiento que me inundaba. De ese dolor que me hacía estremecer y que como una daga, destrozaba mi pecho.

Muchas veces no perdemos a alguien con la muerte, sino que con el tiempo o con malas decisiones. El duelo no ocurre solamente al fallecer un ser querido, sino que también al saber que aunque esté viva, esa persona ha decidido desaparecer de tu existencia. Y ese sentimiento, es mucho peor.

Para mi suerte, mi amado estaba acompañándome, abrazándome tal como solía hacer en nuestra infancia, ayudándome de la misma manera por la cual me enamoré de él.

-Te amo - no resistí más y le dije lo que ya sabía.

Mi boca actuó por cuenta propia y es que cuando has caído en el abismo, tratas de aferrarte a cualquier haz de luz con que te encuentres. Y es verdad, le amo como a nadie en este mundo y me hace mucha falta poder creer que estaré algún día a su lado.

-Yo también te amo - escuché la frase más hermosa y deseada de este mundo.

-¿Seguro? ¿Estás seguro que amas a alguien tan detestable como yo? - susurré y es que mi garganta estaba tan apretada que apenas pude producir sonido.

-Siempre te he amado... Y para mí eres la persona más hermosa, siempre lo he creído - todo parecía un sueño, uno del cual no quisiera despertar jamás.

-¿Y Alice? ¿No te enamoraste de ella? - era uno de mis principales miedos.

-Nunca he podido enamorarme de otra persona, ni siquiera de Valentina... Es como si estuviera destinado a amarte solo a ti - sus palabras me reconfortaron y permitieron seguir adelante.

Sin pensarlo, le besé, sentí el sabor de sus labios y el calor de su amor. Lo que tanto había anhelado se estaba cumpliendo, mi corazón era correspondido, existía la posibilidad de estar a su lado por la eternidad. Una esperanza se había esfumado, pero otra aún más grande la había reemplazado.

Ahora no puedo sacarme de la cabeza el calor de su cuerpo, su respiración agitada muriendo en mi cuello, sus manos grandes acariciando mi espalda, sus ojos de amor sincero contemplándome como si fuera su mayor tesoro. Sus labios proclamando sus sentimientos.

Al siguiente día asistí a clases con normalidad y aunque me encontré con la mirada acusadora de Alice, traté de recordar sólo lo vivido con Felipe y su declaración de amor.

Esa misma tarde decidí que necesitaba meditar y por ello, caminé por el parque cercano al colegio. No quería regresar a mi casa, necesitaba tiempo para recapacitar sobre todo lo que había sucedido, sobre lo bueno y lo malo, sobre cómo debía actuar desde ahora para concretar lo que deseo.

Recuerdo que caminé mucho, que recorrí el parque mil veces contemplando los árboles, escuchando el cantar de las aves y las conversaciones de las personas.

Y de pronto, ya entrada la noche, un número desconocido me llama al celular. No suelo recibir llamadas ni mensajes, por lo que quedé muy sorprendido. Tan solo al contestar me percato de quién se trata: Christopher Campbell.

-Lucas... Esto es muy grave, no encuentro por ningún lugar a Alice... Ella no suele hacer esto, algo me dice que le ha sucedido algo... - decía alterado.

Pude percibir la desesperación en su voz, algo grave había sucedido.

-Yo la vi en la escuela, pero no sé dónde fue después de clases... - traté de parecer sereno.

-Imaginé lo peor, llamé a todas las clínicas y hospitales de la ciudad, pero nadie sabe nada de ella... Estoy muy preocupado y no sé a quién acudir... ¿Puedo verte? Necesito ayuda, por favor... - me suplicaba como solo un padre desesperado puede hacerlo.

Aunque toda esa situación me parecía preocupante, decidí aceptar y le mencioné que estaba en el parque. No me importó que mi padre pudiera enterarse de nuestro encuentro y es que tal parecía que en realidad había ocurrido algo grave.

Media hora después le vi llegar a la entrada del parque. Sus ojos estaban hinchados de tanto llorar y sus manos temblaban, estaba totalmente desesperado.

-Está ocurriendo lo mismo que esa noche, Lucas... Algo me dice que le hicieron lo mismo que a Carolina... Tengo mucho miedo... Mucho miedo... - fue lo primero que me dijo antes de abrazarme.

Mi pecho colapsó y es que aquel hombre podía transmitirme su pesar tan fácilmente que nadie sería capaz de no caer.

-No piense eso... Tal vez solo está entretenida con Felipe... - intenté consolarlo.

-No, ya hablé con él y no sabe nada de mi hija... - ya se había contactado con mi hermanastro.

-Bueno... ¿Ya buscó en el colegio? Quizás se quedó escondida ahí - fue una idea.

El rostro de Christopher se iluminó y es que aunque había llamado a la dirección, no se le había ocurrido que tal vez se encontraba escondida en aquel lugar o algo peor, que haya tenido una descompensación y nadie se haya dado cuenta.

De inmediato nos subimos a su carro en dirección a la escuela. Y aunque el cuidador no nos dejaba entrar, no hay nada que el dinero no pudiera solucionar.

Recorrimos los pasillos oscuros de la escuela y ayudados por una linterna, escudriñamos cada lugar.

-Tiene que estar aquí... Estoy seguro... - repetía una y otra vez el hombre.

Pero no tuvimos suerte, no estaba en ningún salón.

-No está... No está... ¿No se te ocurre ningún otro lugar? - consultaba alegrado Campbell.

Intenté pensar en los lugares que no habíamos transitado y de pronto, como una pesadilla, recordé la habitación más apartada de toda la escuela, donde nunca nadie va y que, sin embargo, yo conozco a la perfección.

-Todavía no hemos buscado en un baño... - mencioné.

Mientras caminábamos a aquella habitación donde suelo reunirme con Esteban, mi corazón comenzó a latir con fuerza, como si pudiera presentir que la muchacha estaba escondida en aquel lugar.

Tiritaba al momento de girar la perilla y abrir la puerta. Ingresamos a aquel cuarto que como nunca estaba frío y oscuro. He entrado tantas veces en él y ésta era la primera vez en que estaba aterrado.

Con la linterna que llevaba en su mano, Christopher pudo ver que alguien estaba sentado en el suelo, al fondo del baño.

-¿Alice? ¿Eres tú? - susurró como si temiera encontrarse con un monstruo.

En ese instante decidí prender la luz de la habitación y mientras las ampolletas se encendían, pudimos contemplar lo que realmente había en aquella habitación.

Sentada en la pared al fondo del baño, se encontraba la extranjera, vestida con su uniforme de colegio. Su blusa blanca estaba ahora bañada en sangre, desde el cuello hasta la cintura, un baño demencial de la sustancia que se volvía cada vez más negra y es que ella emanaba de su cuello. Alice había sido decapitada, su cabeza fue desprendida del cuerpo de una manera tan brutal, que en la pared quedaban rastros del arma con que fue cercenada. Una especie de hacha que destrozó parte del muro al mismo nivel del cuello, como si fuera cortado al igual que un árbol.

Christopher no pudo resistir ver aquella escena y cayó estrepitosamente al suelo. Lloraba desesperado al encontrar a su hija muerta. Se acercó a ella gateando, sin importar nada y manchándose con su sangre abrazó lo que quedaba de su niña.

Al verle allí en el suelo, no pude evitar ver un rastro anormal que se dirigía a uno de los cubículos. Abrí la puerta y pude ver la cabeza de la chica sumergida en el inodoro, allí había quedado como una mofa por parte del asesino, burlándose de ella aún después de su muerte.

Fui incapaz de mostrarle aquello a Christopher y es que ya era suficiente sufrimiento.

-¿Quién pudo hacerte algo tan cruel? - se lamentaba mientras abrazaba los restos que en algún momento fueron de su hija. Se preguntaba con pesar y es que había sido asesinada una niña que poco le quedaba ya para morir.

 


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