Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Infierno por jotaceh

[Reviews - 73]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Capítulo 32: Se acabó 

 

Me quedé de pie mirando el cuerpo de Esteban, el mismo que se enfriaba poco a poco y que por las heridas provocadas en su cabeza, perdía el líquido vital que teñía dramáticamente la alfombra de mi cuarto. En ese instante recordé las veces que nos encontramos en el baño del colegio, sus besos y la forma en que intimaba. Me ayudó en mi plan, fue mi aliado más leal, pero creó en su cabeza ideas que jamás se convertirían en realidad. Intenté comparar tal situación con lo vivido con Miguel, con la profunda pena que sentí al acabar con su vida, y me encontré con que esta vez estaba desprovisto de cualquier dejo de tristeza. 

 

Le miré desde lo alto como si se tratara de un desecho, de un despojo que nadie extrañaría y del cual ya no puedes necesitar. Hoy en día, después de tantos años, no puedo explicar por qué nunca sentí nada por Esteban, siendo que me ayudó tanto. Podría haberle tomado cariño, considerarlo un buen amigo, tan solo que jamás sucedió. Tal vez es porque ambos conocimos lo más oscuro del otro y al hacerlo, nos definimos como seres carentes de sentimientos e indignos de compasión. No éramos dos humanos, sino que dos demonios unidos por un lazo que imaginariamente parecía humano.

 

-¿Qué sucedió aquí? -

 

El tío Rubén llegó corriendo a la habitación, su hijo lo había buscado para solucionar el error que supuestamente había cometido.

 

-Te lo dije, lo maté... lo maté...- Camilo tiritaba afligido, estaba totalmente perdido ante la escena.

 

Seguí parado frente al cadáver de mi secuaz, sin expresión facial y sin pronunciar palabra alguna. ¿Qué debía hacer? ¿Fingir tristeza o sorpresa? No, nunca fui así y hacerlo en ese momento solamente me delataría.

 

-¿Tú estás bien, Lucas? ¿No te hizo nada? -

 

Se preocupó por mí como si fuera una víctima, como si necesitara que alguien me cobijara. Solo en ese momento mi corazón se aceleró, un escalofrío recorrió mi espalda. Estaba a punto de relacionar a dos inocentes en toda aquella telaraña de muertes y sufrimientos que había creado. ¿Sería capaz de sacrificar a aquel pobre hombre que solo ha sido víctima de toda esta maldad que nos rodea? ¿Podría destruirles aún más sus vidas?

 

-Él... Él... intentó matarme... - es todo lo que pude decir. Mi garganta estaba apretada.

 

-¿Y eso por qué? Es solo un niño... -

 

-Porque no le quiero, porque siempre le he rechazado...-

 

-Hablas como si este problema ocurriese hace mucho... ¿Qué más te ha hecho? -

 

Mi tío se acercó a mí, mirándome fijamente a los ojos y tocándome las manos en señal de apoyo. Entre aquel cadáver y la desesperación de su hijo, prefirió centrarse en mí y descubrir si estaba bien. 

 

-En realidad... me ha estado torturando desde hace mucho... Tío... Él... Él... asesinó a Alice -

 

No fue una mentira la que dije, fue el moreno quien hizo el trabajo sucio y era el momento indicado para revelar aquella situación y es que, ¿qué sucedería si toda la culpa se la llevara Esteban? Se me pasó esa idea por la cabeza como una estrella fugaz y sin analizar mucho las consecuencias, decidí que era la mejor opción. Un muerto no podía rebatir.

 

-¿Qué estás diciendo, Lucas? Acaso... ¿Insinúas que él ha estado detrás de todas estas muertes? -

 

-No lo sé... Tal vez, tampoco es que me haya contado todo... pero, si sé que odiaba a Alice y también a Valentina, porque no quisieron estar con él... Estaba desquiciado, no aceptaba que nadie lo rechazara y cuando lo hacían... bueno... quizás yo también hubiese terminado así -

 

Las ideas florecían rápidamente en mi cabeza, debía generar una historia lo suficientemente cuerda como para que todos la creyeran, incluso la policía. 

 

Esteban era el hijo de un mafioso, un muchacho con las posibilidades ciertas de terminar con la vida de alguien, criado de tal manera que debe conseguir por la razón o la fuerza todo lo que se proponía. Era creíble que, al ser rechazado por un interés amoroso, perdiera los estribos y fuera capaz de vengarse con la muerte. Se interesó por Valentina, tan solo que ella prefirió a Felipe, no pudo soportarlo y la asesinó junto a su bebé. Lo mismo ocurrió con Alice, que también se había interesado en mi hermanastro. Finalmente, conmigo se había repetido la misma historia.

 

¿Y qué sucede con Elia? ¿Qué hay de la desaparición de Pamela, Diego y Christopher? Pues, en ningún momento se había dicho que todo era realizado por el mismo sujeto, tal vez había más personas involucradas. Es posible que Christopher haya querido vengarse de Elia por haber sido ella quien había delatado su romance con Carolina, y luego siguió con Diego y su actual esposa. Había un sinfín de posibilidades, y muy pocas de ellas me involucraban como sospechoso. 

 

-¿Qué vamos a hacer? - Camilo solo podía pensar en ello.

 

-Debemos... llamar a los detectives que están afuera... Tienen que entender que todo fue por defensa propia, que era para defender a Lucas -

 

Y aunque fuera arriesgado, acepté la decisión de Rubén. Era lo mejor, todo quedaría solucionado con la policía y no metería en problemas a la única persona en esa casa que se preocupó sinceramente de mi bienestar. No, no podía hacer cómplice de mis asesinatos a mi tío.

 

Mi habitación se llenó de detectives, todos analizando el cuerpo del joven que acababa de fallecer. A mí me llevaron a un cuarto de huéspedes, donde esperé a que me tomaran declaración de lo acontecido. Repetí lo mismo que inventé delante de Raúl y que supongo él y mi primo también señalaron. Todo era culpa de ese muchacho.

 

-Antes de desaparecer, el detective Díaz había encontrado una grabación de la noche en que Alice Campbell fue asesinada, en ella aparecía Esteban Santamaría saliendo del mismo baño donde ella fue encontrada sin vida... Tu testimonio reafirma la teoría que él manejaba. Y tomando en cuenta los negocios que se asocian con tal familia, podríamos deducir que ellos están detrás de la desaparición de Miguel -

 

La nueva detective a cargo, una cincuentona con tantas canas en su cabello corto como arrugas en su frente, fue la última en escuchar mi relato y la única que me esbozó el camino investigativo que estaba siguiendo la policía. Al parecer, mis sospechas eran ciertas y había ideado la mentira perfecta.

 

-Lo único que no me cuadra es que ustedes siempre fueron muy cercanos... ¿por qué se enamoró de ti tan solo ahora? ¿Por qué se interesó en Valentina y en Alice? -

 

-Siempre me amó, pero...-no supe qué más decir.

 

-¿Qué sucede? ¿Hay algo que no me has contado? -

 

Me hubiera gustado decirle que estaba seguro que Esteban hacía hecho todo solo, que le habían ayudado los hombres que trabajan para su padre, que él asesinó desde mucho antes, que probablemente no tenía nada que ver con la muerte de Elia, ni con la desaparición de Pamela y Diego. Quería dejar todo claro, terminar la historia completamente para que no quedaran cabos sueltos. Tan solo que el saber tantos detalles era sospechoso, solo me hubiera delatado.

 

-Supongo que no pudo soportar que yo estuviera enamorado de Felipe, y por eso se fijó en las dos novias que él tuvo antes... No sé qué había en su cabeza -

 

-Ya veo... ¿y qué hay de Camilo Grimaldi entonces? Él también tuvo un idilio con tu hermanastro -

 

-No sé... quizás no era su tipo, o estaba demasiado cerca de mí... Eso tendría que habérselo preguntado a Esteban -

 

Si fuera inocente tendría la misma cantidad de dudas que la policía, por lo que no podía responder todas sus preguntas como un sabelotodo. 

 

-Está bien, dejemos el interrogatorio por hoy -

 

Y aunque no lo crean, el destino no solo ayuda a los buenos, sino que es imparcial y muchas veces modifica los caminos para beneficiar a quienes podríamos ser considerados como villanos. Así fue que, sin haberlo solicitado, la policía determinó que era peligroso seguir en la ciudad, que tenían antecedentes que la familia Santamaría estaba planeando vengarse de nosotros y que lo mejor era resguardarnos en otro lugar. ¿Y qué mejor que un pueblo perdido en las montañas?

 

Así fue como después de dos semanas desde la muerte de Esteban, estábamos listos para mudarnos a Lo Aromo. Lo poco que quedaba de la familia Grimaldi se quedó en la capital, en las empresas que se caían a pedazos, de las cuales los inversionistas huían asustados ante "la maldición". La mansión quedó bajo investigación de la policía y así, todo nuestro rastro fue borrado. Era como comenzar nuevamente, iniciar desde cero, tan solo que me quedaba un cabo suelto por resolver: mi padre.

 

Me iría de allí, me reuniría por fin con Felipe, pero no podía dejar a Diego con vida, no estando la policía periciando cada centímetro de aquella construcción. Por eso una noche me escabullí de mi nuevo cuarto, bajé hasta las bodegas del subsuelo y me llevé la estructura más alargada y puntiaguda que encontré: un antiguo perchero de fierro. Su punta era lastimosamente afilada y los mangos para la ropa se habían desprendido, quedando una lanza perfecta. 

 

Caminé por la oscuridad hasta llegar a mi habitación, abrí la puerta secreta e ingresé al pasadizo donde culminaría por fin una pesadilla que hace muchos años estaba sufriendo. 

 

El hedor se había incrementado, el cuerpo de Pamela dejaba de parecer humano, su carne se caía a pedazos mientras los gusanos se devoraban lo que encontraban. A su lado, Diego se mostraba abatido, perdido en sus pensamientos y en la tortura que se había convertido vivir sus últimos días en aquel lugar, viendo descomponerse a su medio hermana y sintiendo cómo poco a poco su cuerpo se veía disminuido gracias a mis amputaciones.

 

-¡Felicidades!- grité al pararme frente a él.

 

No recibí respuesta, parecía como si le hubiera olvidado hablar.

 

-Tienes que alegrarte porque he recibido una hermosa noticia. ¡Me mudaré a Lo Aromo! ¿Entiendes lo que eso significa? ¡Me iré a vivir con Felipe! -

 

-¡Tú eres mío! ¡Sólo mío!- reaccionó bramando, agitando las cadenas que lo mantenían prisionero.

 

-Un inversionista como tú debería haber aprendido que, ante cualquier cambio del mercado, se generan nuevas oportunidades de negocio... Y eso es lo que ocurre hoy. Yo me voy y tú... quedas en libertad -

 

-¿Me vas a sacar de aquí? - preguntó incrédulo.

 

-Claro que sí, ya no podré seguir jugando contigo... No quiero que te aburras -

 

-Pero... yo...-

 

-Ah claro, eso sí existe una condición... primero tienes que ganar un sencillo juego que se me ocurrió hoy mismo mientras caminaba por las bodegas... Te dejaré libre si sobrevives al empalamiento -

 

Sonreí ante la idea que se había gestado en mi cabeza. Me sentía como un niño ante un nuevo juguete, impaciente por comenzar con la tortura final. En ese momento le mostré el perchero antiguo, lo hice sonar contra el suelo para que comprendiera que era macizo.

 

-¿Empalamiento? -

 

-Sí, eso acabo de decir... Ay pobrecito, como te corté las orejas te cuesta escuchar... pero no importa, lo entenderás mejor cuando introduzca este juguetito en tu ano y lo empuje hasta que salga por tu boca...- saboreé cada palabra que pronuncié.

 

Diego me observó con terror, pude contemplar en sus pupilas el pánico que habían generado mis palabras. Por fin había conseguido que el poderoso líder de los Grimaldi se viera disminuido, que comprendiera que no es más que un pedazo de basura inservible. En ese momento, ya le había ganado.

 

Le bajé los pantalones de un solo movimiento y le di vuelta para dejar al aire su trasero.

 

-¿Te acuerdas todas las veces que me introdujiste tu pene en mis entrañas? ¿Te acuerdas de mis gritos suplicándote que te detuvieras? ¿Te acuerdas que tenía tan solo cinco años? - dije antes de comenzar.

 

No recibí ninguna respuesta y es que mi padre ya había entendido que eran sus últimos segundos de vida.

 

Tomé la estructura de fierro macizo y lo comencé a introducir por su ano, sin siquiera prepararle ni dilatar. El inicio fue fácil porque existía un camino fijado y porque el hombre intentaba reprimir el dolor que le producía sentir la punta afilada en sus intestinos, pero llegó un momento en que el camino se acabó y el perchero creó su propio rumbo perforando sus órganos. No pudo seguir aguantándose y los gritos comenzaron a brotar de su boca como aullidos de perros. Se retorcía de dolor mientras por su ano se derramaba su sangre. 

 

Tuve que ejercer mucha presión para continuar introduciendo la lanza, mis manos se vistieron de rojo al igual que el suelo y cuando ya estaba por la mitad, sentí cómo se rompía el primer hueso, fue un crujido seco seguido del aullido más grave que brotó de sus labios. La sustancia vital comenzó a derramarse por sus oídos, por su nariz, por su boca e incluso por sus ojos, estaba estallando por dentro.

 

Me hubiera gustado que siguiera con vida cuando conseguí que la punta afilada saliera por su boca, pero murió cuando destruí uno de sus pulmones, supongo que se tuvo que haber ahogado. Sin embargo, la dicha de verle atravesado por aquel fierro me llenó de alegría y orgullo. Había acabado con quien destruyó mi vida, no se había despedido de este plano sin antes pagar por sus fechorías.

 

Contemplé sonriente mi obra antes de marcharme. Ahí yacía Diego Grimaldi, torturado y asesinado por su pequeño hijo, por aquel que sucumbió ante sus espantos cuando intentó salvar a su madre, cuando apenas tenía cinco años. 

 

Cerré por última vez la puerta secreta, sabiendo que nunca más regresaría para abrirla. Mi historia allí había acabado. 

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).