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Infierno por jotaceh

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Capítulo 28: Veinte años 

 

Los niños aprenden por imitación, suelen ver lo que sus padres hacen y lo toman como canon, más que mal, son tus referentes a seguir.

 

La noche que mi madre murió, escuché desde mi cuarto sus gritos. No era la primera vez, era usual que don Diego le golpeara, desde muy pequeño eso era normal para mí. Veía llorar a mi mamá, era usual que estuviera triste, que no estuviera conforme con su vida y es que nunca quiso casarse con mi padre.

 

Ahora que han pasado tantos años, intento recordar su rostro y me cuesta mucho. A mis cuarenta años creo comenzar a olvidar algunos detalles, ha transcurrido tanto tiempo desde que era un niño.

 

Mis días transcurren en una casucha de madera que más parece estar a punto de caer. Ante cualquier viento fuerte se mece por completo y los animales que ahí duermen durante las noches se asustan creyendo que sería mejor estar a la intemperie.

 

-Me gustan los jovencitos porque se resisten, les duele y gritan, pero tú no sientes nada, incluso creo que te quedaste aquí porque te gusta que te abuse - fue la conclusión a la cual llegó el dueño del predio donde vivo.

 

De eso ya han pasado más de veinte años, ese hombre ahora es un anciano y hace mucho que dejó de penetrarme. Supongo que mi cuerpo viejo y desgastado ya no le parece apetecible, o es el suyo el que ya no responde.

 

Quizás se estén preguntando cómo llegué a este nivel, cómo es que he envejecido durmiendo en el barro y comiendo los mismos desechos de los que se alimenta el ganado. Como pasé de ser el y heredero de una de las fortunas más grandes del país a un mendigo, o incluso peor, a algo nada parecido a un ser humano.

 

Y no, no deben tener pena ni nada por el estilo, porque lo que estoy a punto de contarles no es más que la cruda realidad. Es la historia de cómo me convertí en un monstruo, en cómo caí al infierno y me transformé en un demonio.

 

¿Desde cuándo lo he sido? Pues desde siempre, y todo el mundo tuvo las pistas para suponerlo, pero prefirieron obviar, era mejor olvidar mi pasado y pensar que las atrocidades que viví no dejaron huellas, o que por lo menos solo me había convertido en el chico sombrío.

 

-Si quieres que tu mami viva, vas a tener que dejar que papi haga lo que quiera contigo - dijo el asqueroso de Diego mientras metía sus manos bajo mi pijama.

 

Esa fue la primera vez que me tocó, y fue mientras lloraba, mientras colapsaba al ver a Carolina envuelta en sangre, mientras la escuchaba decir a su esposo , con las pocas energías que le quedaban, que me dejara, que no me abusara y permitiera que tuviera un buen futuro. Eso jamás ocurrió.

 

Estaba en un estado de conmoción tal, que el paso de su falo por mis entrañas no dolió tanto como lo mucho que tenía destrozado el corazón. Lloraba, pataleaba, pero su fuerza era mayor.

 

-Que rico mi hijo, siempre quise saber a que sabía - comentaba el muy desgraciado, como si fuera una prostituta.

 

Y tras haber cumplido mi palabra al dejar que abusara de mí, se subió los pantalones, tomó su arma y apuñaló una última vez a mi madre. No le perdonó la vida, se la  arrebató de la misma forma en que había destruido la mía.

 

Diego se había retirado, nos dejó desfallecer en ese lugar. No podía estar de pie, todo mi cuerpo dolía y como pude, me arrastré donde se encontraba mi mamá. La abracé porque quería estar a su lado, quería sentir su respiración y refugiarme en la única persona en este mundo que me amaba de verdad.

 

-Prométeme que serás feliz - fue lo último que me dijo, antes que el único corazón que me amaba dejara de latir. 

 

Esa idea se quedó clavada en mi memoria como un mantra. Tal vez quería aferrarme a la ilusión que los últimos alientos de Carolina tendrían algún poder, que con su amor eterno podría traerme felicidad desde el más allá. Los años transcurrieron y eso jamás sucedió. La vida no es tan mágica como quieren hacerte creer. La verdad es que nada tiene sentido, solo eres uno más en un juego de piezas sin destino, sin misión. No trates de buscarte un significado, porque no lo vas a encontrar, no eres nadie y es mejor que lo entiendas desde ahora. 

 

Luego de su muerte, me quedé solo, la única persona que me visitaba era quien se suponía era mi padre, pero no iba a arrullarme, sino que ha descargar sus instintos en mi cuerpo impúber. 

 

Así, con apenas seis o siete años, comencé a entender que debía ser yo quien buscara la felicidad. Esto tomó mayor fuerza al conocer a quien ha sido el amor de mi vida. 

 

Luego que Felipe llegara a mi vida, todo se aclaró. Lo único que podía sacarme del agujero en el que estaba era él, su amor podría destruir todo el daño que me habían hecho. 

 

El pequeño se convirtió en mi hermanastro, comenzamos a vivir juntos y ser amigos. Se preocupaba por mí, me hacía reír después de todo esos años sin alegría. Sin embargo, Diego volvió a arrebatármelo. No quiso que fuera feliz, no permitiría que la promesa que le hice a mi mamá se hiciera realidad, y al verme tan cerca del muchacho, ordenó que no podíamos juntarnos. Así todo volvió a ser oscuro, mis esperanzas se desvanecieron nuevamente. 

 

Aunque esta vez una fuerza comenzó a surgir desde lo más profundo de mi ser. No, no volvería a permitir que me matara en vida. Mi promesa era mucho más importante y la haría realidad costara lo que costara. 

 

Era tanta la impotencia que sentía, que sin querer un día me lastimé un dedo al golpear la pared. La sangre comenzó a aparecer a borbotones, solo que no me asustó, todo lo contrario, me pareció cautivadora. Desde ese momento se me hizo un hábito cortarme, hacerme heridas con la única intención de contemplar tan hermoso líquido. 

 

Los años transcurrieron y nada cambiaba en mi vida, seguía siendo presa de aquel demonio al que debía llamar padre, estaba enamorado de un chico que no podía ver y no poseía ningún amigo. 

 

En los recreos me ocultaba en un viejo baño abandonado, uno al cual nadie asiste y allí, me complacía lastimándome. Era feliz en aquel pequeño momento, hasta que un día alguien me descubrió. 

 

-Soy y seré por siempre tuyo, eso nunca lo olvides - fue lo primero que me dijo Esteban tras succionar la sangre que derramaba. 

 

Aquel momento fue inspirador, allí inició un sueño que lentamente se fue concretando. Él se convirtió en el instrumento por el cual podía cumplir la promesa que le hice a mi mamá. 

 

-¿Por qué te gusta tanto la sangre? - le pregunté. 

 

-Porque es delicada y hermosa, pero a la vez fuerte y aterradora, al igual que tú... Sin ella no podemos vivir y cada vez que mato a alguien me gusta ver como se desangra poco a poco, porque fui yo quien decidió hacerlo, porque yo tomé la decisión de acabar con su existencia - 

 

-¿Cada vez que matas a alguien? - 

 

Quedé impactado y es que nunca me había enfrentado a alguien que reconociera tan abiertamente sus fechorías. Estaba orgulloso de matar y aunque no soy la persona más moral, eso me sorprendió. 

 

-¿Tú nunca has matado a nadie? - 

 

Y en ese momento vino a mi mente mi madre. La vi morir mientras me abrazaba, cómo Diego la apuñalaba y la sangre se derramaba por la habitación. Y por primera vez en mi vida imaginé con hacerle pagar de la misma manera a mi padre. Fantaseé con quitarle la vida, con tener en mis manos su sangre... Y fui feliz, ma alegré y es que por fin tenía una opción. 

 

Recuerdo que nuestras conversaciones posteriores fueron sobre muerte, sobre las maneras hermosas que imaginaba al torturar a Diego, pero solo eran eso, conversaciones. 

 

-¿Qué es eso? - 

 

Un día le esperé como siempre en el baño aquél, y llegó como se nos había hecho costumbre, tan solo que no iba solo, sino que acompañado de un cachorro. 

 

-Es un perro, te lo quiero regalar - 

 

-No lo quiero, no me dejan tener mascota - 

 

-Eso es lo bueno de mi regalo, porque no es para que lo lleves hasta tu casa, sino que para que practiques - 

 

-¿A qué te refieres?... ¿Acaso quieres que lo mate? - 

 

Tenía catorce años cuando se presentó la primera posibilidad de asesinar, cuando mi amigo me llevó un animal pequeño y aunque no era un humano, recuerdo haber tenido miedo de hacerlo. 

 

-Si no puedes matar a esta cosa, ¿cómo piensas hacerlo con tu papá? - 

 

Tenía razón, no podía ser tan débil, debía dar el primer paso para cumplir la promesa que le había hecho a mi mamá. Por eso, tomé el cuchillo que me había llevado Esteban, tomé el cachorro, aquel peludo de orejas paradas que gemía tierno sin saber la crueldad que haría con él. Tragué saliva antes de acercar el arma hasta su panza. 

 

-Abre su estómago desde la cola hasta el pecho... Ve como se retuerce - 

 

Su susurro me alentó y lentamente introduje el filo en su piel cálida. El perro comenzó a chillar cada vez más fuerte, pude ver en su ojos el dolor que le producía, mientras mis manos se manchaban con su sangre. 

 

-Continúa -

 

Y poco a poco, aquello que me aterraba comenzaba a parecer natural. Puedo asegurar que al terminar aquel corte, me di cuenta que podía disfrutar de ello. 

 

-Me enorgulleces - 

 

Sonreía el muchacho como si fuera un adulto, probablemente al actuar como su padre, ese que le enseña su negocio día tras día, muerte tras muerte. 

 

No, matar a alguien no es tan difícil como suelen decir, en realidad es solo el miedo al qué dirán, luego te das cuenta que es normal, que no tiene nada del otro mundo. 

 

Recuerdo que ese mismo día fue cuando follamos por primera vez. Me sentí feliz de haber partido a ese cachorro, estaba extasiado y como sabía que Esteban estaba interesado en mí, decidí besarlo, tocar los labios de otro ser humano que no sea Diego. 

 

Todo aquella tarde fue por primera vez, porque jamás me había entregado a otro hombre, nunca había tenido relaciones consentidas, siempre había sido abusado. 

 

-¿Estás seguro? - preguntó el chico sobre mí, mientras sentía su pene erecto entrando. 

 

Solo lo besé mientras continuaba su camino por mis entrañas. 

 

Estaba seguro de lo que haría, eliminaría todo obstáculo que se interpusiera en mi camino a la felicidad, en mi meta de estar junto al amor de lo vida. 

 

 

 

 

-¿Entonces qué soy yo? ¿Un peón? - 

 

Esteban no reaccionó de buena manera cuando le conté la verdad. 

 

-¿Acaso me vas a decir que me amas? ¿Tú sabes de eso? - 

 

Nuestra relación nunca fue así, por lo que me sorprendía que se enojara al saber que en realidad a quien amaba era a Felipe. Y aunque estuvo mucho tiempo alejado, volvió sin que hiciera nada, ya no podía sacarme de su cabeza, era imposible su vida sin mí. 

 

Practicamos muchas veces con animales, hasta que llegó el momento correcto, hasta que supe una verdad que había estado oculta por mucho tiempo. 

 

 

 

Era un secreto a voces en mi casa que Elia era amante de mi padre. Era común verla llegar muy entrada la noche e irse al otro día. Supongo que las veces que no abusaba de mí, era porque estaba con su amante. 

 

Pamela también lo tuvo que saber, y siempre me llamó la atención que no le afectara. Tiempo después supe la razón y es que en realidad nunca quiso a Diego, era su hermana y solo se casaron por la herencia. 

 

Mi padre solía entrar a mi cuarto desde el pasadizo secreto que hay entre nuestras habitaciones. Como existía esa conexión, algunas veces era capaz de escuchar lo que ocurría en su recamara. Y una noche escuché una discusión que mantenía con Elia. 

 

-He soportado todos estos años la humillación de ser tu amante, de ser señalada como una puta, pero ya estoy cansada. Ya no soporto más estar con Rubén, lo único que quiero es estar contigo, y por eso es que te voy a decir esto... Si no dejas a tu esposa y te casas conmigo, voy a ir a la policía y le diré todo lo que sé, que fuiste tú quien asesinó a Carolina y que abusas de Lucas - 

 

Ella sabía todo, y eso me sorprendió. Siempre pensé que solo era una promiscua, una aventura de Diego, jamás imaginé que pudiera guardarle algún secreto. 

 

-¿Y tú crees que te van a creer? Tengo muchos contactos en tribunales y van a dejarme en libertad... Además tú eres igual de culpable que yo, si no me hubieras dicho que Carolina seguía viendo a Christopher, nada de eso hubiera sucedido - 

 

Y me quedé helado al saber que había tenido que ver con la desgracia de mi madre. Ella, sabiendo cómo era Diego, le fue con ese chisme, que sí era verdad o no, enfureció al hombre a tal punto que acabó con su vida. Estaba seguro que la muy desgraciada lo hizo para limpiar el camino y convertirse en la esposa de mi padre. 

 

 

 

Estaba furioso, y sin querer le comenté todo lo ocurrido a Esteban. 

 

-¿Entonces qué esperas? Utiliza esa rabia para hacerle pagar lo que hizo, es el momento indicado, mata a esa perra - 

 

Y así fue como decidí que Elia debía pagar por todo el daño que me había hecho. Aunque no podía solo y por eso le pedí ayuda a Esteban, quien con los hombres de su papá, podía lograr muchas cosas. 

 

Mi tío Rubén había quedado en quiebra hace poco, debían abandonar su casa para mudarse a la mansión, y ese fue el momento que ocupamos para secuestrar a la desgraciada. Entre los camiones de mudanzas, se infiltró uno que pertenecía a los Santamaría y en el cual llevamos a la mujer. Fue drogada, y llevada envuelta en una alfombra hasta mi cuarto, allí donde la introdujeron al pasadizo secreto. 

 

Lo que muy pocos saben, incluso Diego nunca pudo descubrirlo, es que entre aquel corredor, se encuentra una pequeña habitación, un cuarto de piedra oscuro y frío, más parecido a un calabozo de un castillo medieval, y que sólo se puede ingresar mediante una ranura estrecha en la pared. Yo la encontré mientras me escondía una noche de mi padre y ese se convirtió en mi escondite por muchos años. 

 

A ese lugar llevamos a la ramera, que pudo despertar justo en el momento en que estaba frente a mí. 

 

-¿Qué es esto? ¿Por qué me tienen aquí? - gritó la mujer al vernos. 

 

Esteban la sostenía por la espalda, haciendo que me viera de frente. 

 

-Este es un mensaje que te envía Carolina desde el cielo - 

 

Le susurré al oído mientras introducía una daga en su abdomen. El gemido de dolor que emanó de su boca fue tan placentero, tanto que me llevó a disfrutar cada segundo de su tortura, porque no me iba a conformar tan solo con matarla. 

 

Desangrándose, Elia cayó al suelo. 

 

-¿Qué haces, hijo de puta? - 

 

-Si no hubieras ido con el chisme a Diego, mi madre seguiría viva y a mi no me hubiera ocurrido nada. Toda mi desgracia es por tu culpa y ahora deberás pagar por ello - 

 

Tras decir eso, me puse encima de ella para comenzar a arrancarle el cabello con el cuchillo. Cortaba su piel mientras su rostro se llenaba de sangre y su cabeza quedaba sin pelo, con la carne viva. 

 

Ella gritaba y gemía del dolor, pero nadie podía escucharla desde afuera y es que desde esos cuartos nada puede salir. Nunca nadie pudo escuchar mis gritos, mucho menos los de ella. 

 

Tras dejarla calva, comencé a hacerle cortes en los brazos y en las piernas, unos profundos y otros no tanto, tampoco quería que se muriera tan pronto, debía disfrutar más con su sufrimiento. 

 

-Esteban, ¿tú crees que a los insectos les guste la carne de esta zorra? - 

 

Le pregunté en el momento en que encontré unos cuantos bichos en el suelo sucio de aquel cuarto. 

 

Sin pensarlo mucho, los introduje en las heridas de Elia y supongo que el camino de éstos por su carne le produjo tanto dolor que chillaba desesperada. 

 

-Ay por favor, haces demasiado ruido - 

 

Me quejé antes de tomar su lengua y cortarla. El filo rebanó sin problemas esa carne blanda, repletando de sangre su boca. La puta luego gritaba como si se tratara de un bebé y eso me causaba gracia. 

 

Seguí con los cortes, hasta que me di cuenta que tenía muy bonitas manos. No, no podía ser atractiva aquella perra. Por eso, se los corté uno a uno, aunque me costó mucho por culpa de los huesos. 

 

-Ahora si te vez bien, ¿no crees? - 

 

Me burlé de ella al terminar, cuando Elia ya no gritaba nada. 

 

-¿Por qué te callas? Si lo estamos pasando tan bien - 

 

Y como siempre, la muy desgraciada arruinó todo, porque se le ocurrió morir antes que terminara. Eso me causó ira y es que no había podido culminar mi juego. 

 

Colérico reventé sus ojos con la daga y metí en su boca tierra acumulada en ese viejo pasadizo sucio. 

 

Luego la introdujimos de nuevo en la alfombra y la llevamos hasta la escalera. La escondidos sin que nadie se diera cuenta detrás del arrimo que estaba en lo alto. Con el desorden por la mudanza y la fiesta que daríamos en la noche, nadie se percató de nada. 

 

Unos meseros contratados esa noche, estaban pagados por Esteban para luego que yo bajara las escaleras, tiraran la alfombra desde lo alto y lentamente dejaran a vista y paciencia de todos los restos de Elia. 

 

La gente ahí reunida debía saber que había un peligro suelto, que podían morir en cualquier minuto y que todo se relacionaba con el gran Diego Grimaldi, porque él fue quien comenzó con todo, porque fue gracias a sus actos que me creó, que me transformó en el monstruo que ahora soy. Fue él quien me llenó de odio y por eso, él también es culpable de todas esas muertes. 

 

Debo reconocer que la muerte que más disfruté fue la de Elia, aunque también fue muy gratificante vengarme de la perra de Valentina, y aunque nunca fue mi intención, acabé matando a Alice del mismo modo... 

 

Le disparé en la cabeza a Miguel. 

 

Corté en pedazos al desgraciado de Diego...

 

Asesiné a Pamela... 

 

Y a José Antonio... 

 

Y a Diana... 

 

 

 

Y a Camilo... 

 

 

Y al mismo Esteban... 

 

 

 

 

 

 

 

 


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