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In Focus (Riren/Ereri) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

Capítulo 2:

Previsión y Azar

 

La fotografía es una breve complicidad entre la previsión y el azar.

(John Stuart Mill)

 

 

 

¿Qué demonios se suponía que estaba haciendo?

Observando el interminable y constante vaivén de las olas al llegar a morir en la orilla de la playa, Levi se sintió frustrado consigo mismo y se recriminó por su idiotez. ¿Tanto lo había afectado aquella estúpida charla para que llevara dos malditos días de los nervios? ¿Tanto ansiaba volver a ver al chico de los ojos verdes y platicar con él? Realmente debía estar mucho peor de lo que Erwin y Hange suponían si había llegado al punto de ansiar la compañía de un casi completo desconocido.

El suave y cálido roce sobre su muslo lo hizo salir de sus enfadados pensamientos y observó a Ludwig que presionaba con suavidad su hocico contra el pantalón de pana negro que llevaba ese día a juego con el suéter de cuello vuelto del mismo color. El animal lo miraba con ojillos afligidos, como si deseara transmitirle en aquel gesto que comprendía su desasosiego. Soltando un pesado suspiro, Levi sacó su mano del bolsillo y acarició la cabeza del perro que gimió bajito de satisfacción.

—Sigo creyendo firmemente que todo esto es en gran parte culpa tuya, bestia —le recriminó a este con falsa seriedad, pero Ludwig ni se inmutó. Si seis meses atrás alguien le hubiese dicho que llegaría el día en que terminaría sosteniendo largas charlas con un perro, Levi lo hubiese tomado por un lunático; no obstante, casi a tres semanas de llevar residiendo en aquella ciudad, aquel animal se había convertido en su único compañero y confidente. Por lo menos Ludwig no se quejaba de su mal carácter ni criticaba su patética vida.

Como si algo lo hubiese advertido, sorpresivamente las orejas del animal, gachas mientras él lo acariciaba, se levantaron un poco y se puso alerta de inmediato. Antes de que Levi pudiese sujetarlo por el collar, este salió corriendo rumbo al camino que llevaba hacia la playa, ladrando feliz. De un modo extraño, que no terminaba por gustarle del todo, algo dentro de él también pareció removerse inquieto a causa de la anticipación, suponiendo a que se debía aquel comportamiento en el can.

Solo un par de minutos bastaron para ver aparecer la alta y esbelta figura del chico a la distancia, ataviando nuevamente con los deslavados vaqueros azules, su infaltable anorak y, como no, colgado al hombro el bolso de la cámara que Levi estaba comenzando a creer que era casi como una extensión de él. Eren reía a carcajadas de los intentos de jugueteo de Ludwig que trotaba felizmente a su lado y cuando por fin llegó a verlo, de pie frente a la playa, levantó y agitó una mano en señal de saludo que, por supuesto, él no le devolvió. Antes muerto.

A pesar de que ya habían pasado algunos días desde su extraño accidente y encuentro, y de su aún más extraña petición de que posara para él, Levi no lograba dejar se sentirse inquieto sobre aquel chico ni quitárselo de la cabeza. No podía explicar el qué o el por qué, simplemente era una sensación similar a cuando se está a punto de descubrir un secreto importante pero la pista imprescindible para resolver el enigma se escapara en el momento menos oportuno, dejándolo todo sumido en la misma incertidumbre del comienzo. Como si Eren Jaeger, a pesar de toda la simpleza que parecía mostrar a primera vista, fuera a su vez el ser más complejo del mundo, alguien terriblemente difícil de comprender; y algo que él detestaba era no entender las cosas.

Dos largos días habían trascurrido ya desde que se conocieran y, a pesar de su firme determinación de no volver a verle, Levi acudió cada mañana a la playa, engañándose a si mismo bajo la pobre excusa de que debía sacar a pasear a Ludwig. Una parte de él, la más estúpida suponía, estaba convencida de que se lo encontraría allí, esperando por su respuesta afirmativa; sin embargo el maldito mocoso no hizo su aparición hasta esa mañana de miércoles, logrando que él se sintiera como el mayor tonto del mundo por haber pensado que la determinación que le transmitieron ese día sus palabras era verdadera.

Tch, que se jodiera Eren Jaeger.

Cerró los ojos con molestia cuando el viento le metió unos cuantos granos de arena en los ojos, haciéndolo lagrimear. A pesar de la alerta de lluvias y tormentas eléctricas anunciada para aquellos días, estas todavía no se decidían en llegar y el tiempo seguía siendo un fastidio: helado a muerte, ventoso y terriblemente cargado de aquella maldita humedad que hacía difícil respirar. Si un mes atrás no hubiese estado tan desesperado por escapar de Stohess, jamás se hubiese ido a vivir allí, casi al fin del mundo, pensó Levi con molestia mientras se apartaba de los ojos el oscuro cabello negro que la briza marina le alborotaba. Cuando solucionara todos sus asuntos, vendería aquella casa y se retiraría a algún lugar más civilizado, como Karanese tal vez.

—¡Hola, Levi! —lo saludó Eren cuando llegó a su lado. Tenía las mejillas y la nariz un poco enrojecidas a causa del frío otoñal mañanero y sus impresionantes ojos brillaban con un verde claro y vibrante que contrastaba de manera impactante con aquel paisaje tan triste y gris. La sonrisa que asomó a sus labios al mirarlo hizo que él se sintiese un poco incómodo.

—Tch, pensé que ya me había librado de ti —fue su respuesta, sin embargo en vez de tomársela a mal como solía ocurrir a menudo con algunas personas ante sus desagradables comentarios, Eren dejó escapar una corta carcajada. La diversión bailando en sus verdes iris.

—Te advertí que era muy obstinado, ¿verdad? Lo lamento, pero no te dejaré en paz hasta que me digas que sí, Levi —el chico le enseñó su mano todavía vendada, aunque se notaba que los vendajes eran nuevos—. Por cierto, mi herida sigue sanando muy bien, gracias por tu preocupación —le soltó alegremente haciendo que él se sintiese un poco culpable por no haber pensado en ello antes.

—¿Y la cámara? —le preguntó en compensación por su descuido.

Eren dio unos golpecitos al estuche que llevaba colgado al hombro junto con el bolso en bandolera que cargaba en la espalda.

—Como nueva. El lunes la llevé a revisión y terminaron de limpiar la arena que quedaba dentro, pero por lo demás estaba bastante bien. Sin embargo solo me la devolvieron ayer en la tarde, así que por eso no pude venir antes a verte. ¿Me has extrañado? —le preguntó con tono juguetón—. ¿Te preguntabas que ocurría conmigo o si había cambiado de opinión?

Al sentirse un poco descubierto, Levi se avergonzó consigo mismo y se molestó con el chico, sobre todo al ver lo seguro que este parecía estar de que había sido así. Entrecerró los grises ojos y le lanzó una mirada cargada de hastío.

—En tus sueños, mocoso de mierda. No te lo tengas tan creído.

Eren intentó mostrarse compungido y dolido por sus palabras, pero la leve tensión que se formó en la comisura de sus labios delataba la sonrisa que trataba de contener. El chico era un dolor en el culo.

—Bueno, eso ha partido un poco mi corazón, pero intentaré superarlo —dijo con fingida seriedad y nuevamente aquel par de ojos verdes se posaron sobre él con anhelante intensidad—. Entonces, Levi, ¿lo has reconsiderado?

—Reconsiderar y una mierda, Jaeger. Mi respuesta sigue siendo no.

Cuando Eren había regresado aquella mañana de domingo para hacerle aquella extraña proposición, Levi se sintió sorprendido, en un comienzo, y alarmado después, antes de soltar un rotundo no por respuesta. El chico en aquel momento lo había observado casi con la avidez de un cazador, y él, con todo su entrenamiento y los años de trabajo y servició que tenía encima, no estaba precisamente acostumbrado a ser la presa y tampoco se sentía muy a gusto en aquel papel, para nada. Por ese motivo, después de reponerse del impacto inicial, solo necesitó una de sus miradas más amenazantes para hacer retroceder en dos pasos al mocoso, pero tal y como le estaba recordando en ese preciso instante, no era que Eren se hubiese dado por vencido, solo se limitó a decirle que comprendía que aquella era una decisión que no se podía tomar tan a la ligera por lo cual le permitiría que se lo pensase un poco, y que volvería; sí, que regresaría las veces que hiciese falta hasta que Levi le dijese que sí.

Y había sido la terca determinación que percibió en sus ojos la que le hizo creer que volvería a encontrárselo al día siguiente o el posterior a ese; no obstante, Eren no había dado señales de vida hasta ese momento y, sin comprender muy bien el motivo, Levi se sentía un poco molesto con él. Como si este lo hubiese dejado plantado en una cita que ni siquiera habían acordado.

Ya lo había dicho, un completo idiota.

—Ahh, que lástima, pero pensé que podía ocurrir algo así —Eren se arrodilló en la arena y rodeó el cuello de Ludwig en un abrazo, riendo cuando el animal le lengüeteó un lado del rostro. ¡Puagh!, totalmente asqueroso. Luego este se sentó y se descalzó ante la mirada de incredulidad de Levi, ¿realmente? ¡Pero si hacía un frío mortal! ¿Qué mierda pasaba por la cabeza de ese chico?, se preguntó él alarmado mientras Eren continuaba hablando—: por lo que he preparado un plan B. También tenía un plan C y un D en caso de que no te encontrara en la playa hoy, pero me alegra que estuvieses aquí. Temía que te incomodara un poco que me quedara esperando fuera de tu casa o que hablara con tus vecinos —aclaró al tiempo que volvía a ponerse de pie, enterrando los dedos en la arena, estremeciéndose un poco y dejando escapar un gemido ahogado a causa del frío, levantando luego los brazos para estirarse; el viento agitando los cortos y rebeldes mechones de cabello castaño sobre su morena frente.

Levi lo observó enarcando una ceja.

—¿Tenías planeado acosarme? —le preguntó con incredulidad.

—No, tengo planeado convencerte que no es lo mismo, ¿ves? —ladeó un poco el rostro y le sonrió. Levantó la cámara que acababa de sacar de su estuche y se la lleva al ojo para enfocar—. Sonríe, Levi.

Él posó una mano sobre el objetivo del aparato tapándolo y Eren lo miró como si hubiese hecho algo horrible.

—Tch, te dije que no me gustan las fotografías.

—Lo sé, lo sé, y por eso he pensado que lo primero que debo conseguir es que te acostumbres a ellas. Esto será algo así como un entrenamiento —le dijo convencido. En ese momento cambio su enfoque a Ludwig y lanzó unos cuantos disparos que el animal aceptó feliz—. A mucha gente no le gusta fotografiarse, ¿sabes? Es porque la cámara los asusta. Hay culturas a las que no les agradan las fotografías y las evitan de ser posible. Se dice que hay tribus que consideran que posar y dejarse tomar una foto es casi como permitir que roben tu alma —continuó hablando sin mirarlo siquiera, concentrado como estaba en fotografiar un grupo de gaviotas que revoloteaban y se zambullían escandalosamente en el mar, seguramente cazando—. Yo no lo creo, o no siempre por lo menos; supongo que dependerá del fotógrafo, de lo que sienta, de lo que desee enseñar. Algunos lo hacen, o dan la impresión de hacerlo. Es casi como si te robaran el momento y lo hiciesen suyo, como si pudieran ver tanto de ti que es casi palpable, físico, y asusta un poco la verdad. No me gusta ese tipo de fotografía.

—¿Y qué tipo te gusta entonces? —preguntó con genuina curiosidad.

—La viva. La que puede transmitirte algo sin quitarte nada —le dijo—. Me gusta pensar que soy como una especie de ensamble entre lo que quiero fotografiar y el espectador; solo deseo que mis ojos se conviertan en los suyos. Que a través de ellos puedan ver como algo normal, algo cotidiano, se trasforma en algo hermoso —Eren bajó la cámara un momento y cuando sus ojos se encontraron en esa ocasión, parecía un poco abochornado y cohibido; como si hablar de lo que le gustaba fuese vergonzoso—. Te parece tonto, ¿verdad?

Tras oír sus palabras Levi se lo pensó detenidamente, con seriedad. Él no comprendía de fotografía, para nada; podía ver aquel sinfín de imágenes que llamaban arte y parecerle igual de aburridas que la foto que tomaban para su licencia de conducir. No tenía un alma sensible ni rebuscaba sentimentalismos pero, de algún modo le removía algo por dentro el pensar en el mundo que Eren contemplaba. Lo instaba a querer conocerlo un poco más, a entenderlo un poco más. Era tan extraño…

—¿Por qué debería parecérmelo? —Preguntó en respuesta—. ¿Te lo parece a ti, Eren? ¿Crees que lo que sientes y deseas está mal? ¿Qué estás cometiendo un error? —Ante su escrutadora mirada gris, vio como él otro se apresuraba a negar con vehemencia—. Entonces, allí tienes tu respuesta.

Sus ojos verdes se abrieron con un poco de asombro, y Levi notó como un ligero rubor le coloreaba las orejas y los pómulos antes de clavar la vista con vergüenza en sus pies desnudos y posteriormente volver a refugiarse en su cámara, fotografiando el mar y su horizonte.

Durante los últimos diez años, por sus manos habían pasado muchos chicos tan o más jóvenes que Eren; prácticamente niños que quedaban bajo sus órdenes para que les entrenara y los instruyera. La mayoría de ellos llegaban allí seguros de lo que querían, llenos de confianza e idealismo; pero en cambio, otros tantos parecían un poco rotos e incompletos, como si necesitasen encontrar desesperadamente un lugar donde encajar. Y Levi, en aquel momento tuvo aquella misma sensación con Eren, como si a pesar de sus alegres sonrisas y su constante buen ánimo, a pesar de su interminable plática despreocupada, una parte de él estuviese asustada del mundo. Era evidente aquel chico no estaba acostumbrado a los cumplidos ni a que aceptaran con facilidad su forma de pensar; quizás se debiera, se dijo, a que siempre le hubiesen controlado la vida y coartado en extremo y, aunque ahora tuviese libertad, parecía sentirse un poco inseguro sobre qué hacer con ella.

Y Levi comprendía perfectamente cómo se sentía. Él era casi como un prisionero de sí mismo, de sus recuerdos, de sus remordimientos…

—Entonces —comenzó Eren rompiendo el silencio. Ladeó y giro la cabeza un poco para observarlo, logrando que algunos mechones de cabello le cubrieran los ojos; una traviesa sonrisa curvando sus labios—, ¿eres de los que temen fotografiarse, Levi? A mí me da la impresión que sí.

Aquel despreocupado comentario lo molestó un poco. Levi no se consideraba precisamente un cobarde, y que aquel chico lo insinuara siquiera encendió su espíritu combativo. ¡Claro que él no se asustaba de una maldita fotografía! Pero no alcanzó ni abrir la boca para defenderse cuando este volvió a dirigir la cámara hacia él y disparó. A pesar de del intento de Eren de mostrarse como la seriedad en persona, el inconfundible brillo de diversión en sus verdes ojos delató lo bien que se lo estaba pasando con aquello.

—Borra esa fotografía, Jaeger. Ahora —le ordenó él con firmeza, ante lo que el otro negó con la misma convicción.

—Lo siento mucho, Levi, pero está será mi carta de coacción —al oír las sentidas palabras de Eren, él lo miró indignado, pero el chico solo se limitó a hundir todavía más los desnudos pies en la fría arena y a encogerse de hombros—. Podría acceder a borrar esta fotografía tuya si aceptas mi oferta.

—Podría acceder a esa oferta tuya si aceptas en cambio que te vuele los putos dientes de una patada —le dijo con calma letal.

Eren volvió a reír con aquella risa franca y abierta que reflejaba que no le daba nada de miedo sus amenazas ni su mal humor. Levi sentía que aquel sujeto lo volvía loco, sin poder comprender ni aventurar del todo lo que este deseaba o lo que haría. Tal y como había pensado antes, el chico era demasiado intenso, demasiado pasional y errático, extremadamente complejo. Eren Jaeger no actuaba ni se movía con los mismo cánones e impulsos que la gente normal, joder.

—Lo siento nuevamente, pero la verdad es que le tengo un gran aprecio a mis dientes, así que deberé declinar —respondió con solemnidad—; sin embargo, del trato que te hablaba puede que sea un poco más fácil que posar para mí, aunque no creas que me he rendido contigo, Levi, todo lo contrario. Pero, por esta vez, solo te pediré que aceptes mi invitación de ir a desayunar. ¿Qué te parece? ¿Crees que puedes hacerlo? Si aceptas, te prometo que borraré la fotografía si así lo deseas.

Tras veinte largos años de instrucción, Levi contaba con una formación militar excelente. A pesar de que Eren era bastante más alto y corpulento que él, en tres movimientos podía tener al chico de rodillas en la arena suplicando perdón y podría borrar la maldita fotografía por sí mismo; en cinco movimientos, no tendría problema en asegurarse de que este lo dejara en paz de forma permanente y no volviera a acercarse a él para molestarlo. Era así de sencillo apartarlo de su vida, y quizás medio año atrás Levi lo hubiese hecho sin detenerse a pensarlo siquiera pero, viéndolo tan confiado y esperanzado en ese momento, contemplando la facilidad con la que parecía adaptarse a su malhumor y su actitud de mierda, no se sintió capaz de hacerlo. Él no era demasiado sociable, nunca lo había sido, pero solo fue hasta que aquel chico apareció unos cuantos días atrás en su vida que se dio cuenta de que necesitaba algo de compañía humana, aunque fuese un poco. Aunque fuese solamente para escapar de sí mismo.

Tch, mierda. Estaba seguro que luego se arrepentiría de ello.

—Está bien —aceptó a regañadientes pasados unos minutos. Eren soltó un breve gritito de alegría ante el que él no pudo evitar sonreír muy, muy levemente—. Pero quiero que borres esa fotografía, mocoso. Un trato es un trato.

Eren le guiñó un ojo con picardía.

—Si sigues deseando que lo haga después del desayuno, prometo que lo haré. Te doy mi palabra.

Él lo miró con evidente incredulidad y fastidio.

—¿Y que puede tener un desayuno contigo que haga que cambie de opinión?

—Solo espera y verás, Levi. Tengo algo bueno que enseñarte —volvió a levantar la cámara frente a él pero al percibir la amenaza latente de su enfado, la bajó apoyándola contra su pecho—. Ya te he dicho que voy a conseguir que me permitas fotografiarte, ¿no? Y este es solo el primer paso.

Le hubiese gustado decir que aquel mocoso idiota estaba mal de la cabeza. Le hubiese encantado mandarlo a la mierda y decirle lo que pensaba de él y de su seguridad de conseguir lo que deseaba, pero Levi, nuevamente, no pudo hacerlo, ya que tras su alegre fachada de chico alegre y despreocupado, sus ojos verdes gritaban “fuego”. Eren estaba decidido a conseguir su consentimiento, y él no sabía si aterrarse ante su obstinación y tenacidad o admirarse de ellas.

Aquel sin duda, era un tipo de juego de guerra entre sus voluntades. Y él, se dijo Levi, solo jugaba para ganar.

——o——

 

—Espérame aquí y elige una mesa mientras voy a pedir el desayuno —le dijo Eren al tiempo que subían la escalinata de la pequeña terraza de madera de la cafetería a la que acababan de llegar—. ¿Prefieres té o algún tipo de café? Tienen una amplia variedad de ambos y son muy buenos. ¿Y qué te gustaría para comer?

—Té negro está bien para mí —respondió Levi y sujetó con firmeza la correa de Ludwig ya que este se mostraba un poco inquieto al encontrarse en un sitio desconocido—. Para comer puedes escoger lo que gustes, no soy quisquilloso con la comida.

—Genial, entonces regreso enseguida —soltó el chico y se apresuró a ingresar el local haciendo que las campanillas de la entrada tintinearan alegremente indicando su llegada.

Después de haber aceptado aquella extraña invitación, Levi había sugerido a Eren regresar a casa para dejar allí a Ludwig, sin embargo este le aseguró que no sería necesario ya que conocía un sitio donde les permitirían quedarse en compañía del perro mientras utilizaran la terraza y, a pesar de su reticencia inicial, él acabó por aceptar. La última vez que dejó a la bestezuela sola mientras iba de compras al supermercado, este destrozó tres de los cojines del sofá y dejó todo el salón perdido de plumas y tela destrozada; Levi había demorado más de dos horas en terminar de recogerlas todas y ordenar aquel desastre.

La cafetería y pastelería Paradiso, era una pequeña tienda ubicada en la zona comercial cercana al puerto de Shiganshina. Estaba construida en mampostería de un suave color amarillo con grandes puertas y ventanales de cristal que miraban hacia la playa y un hermoso piso de mosaico que abarcaba desde la terraza de madera en la que se encontraba hasta perderse dentro del local. Desde su posición, Levi podía ver el interior del local donde los amplios exhibidores decorados con motivos marinos y náuticos mostraban una colorida variedad de tartas y pasteles así como distintos tipos de sándwiches con sus respectivos nombres y descripciones. La barra de las máquinas de cafés estaba ubicada en el ala derecha de la misma, y una serie de taburetes de madera oscura se encontraban frente a ella y, sorprendentemente a esa hora de la mañana, sobre las ocho, ya estaban ocupados. Unas cuantas mesas más, de la misma madera oscura y recia, dentro del local también estaban ocupadas por los madrugadores clientes; sin embargo, de las cuatro que estaban emplazadas en la terraza, todas excepto la que él había elegido, se hallaban vacías.

De camino a la tienda, Eren le había comentado que el dueño del local, Hannes, no solo era un sujeto amable sino que también era un viejo amigo de sus padres por lo que no pondría reparos al verlos llegar con Ludwig; y en ese momento, al contemplar como aquel alto y robusto hombre rubio, de fino bigote y ataviado con un mandil blanco sobre el uniforme azul que usaba, salía tras del mostrador para darle un fuerte abrazo al chico y palmearle afectuosamente la mejilla mientras le decía algo que lo hizo reír, Levi comenzó a ser consciente de que este había dicho la verdad. Poco después, una mujer joven y alta de ojos celestes y corto cabello rubio, que era quien parecía estar a cargo de la zona de la cafetería, también rodeó el mostrador de las cafeteras para ir a saludar a Eren dándole un puñetazo en el brazo con amistosa fuerza y revolviéndole un poco el cabello castaño que llevaba recogido en aquella descuidada coleta; él por su parte le dijo algo que la hizo soltar una sonora carcajada y logró que esta volviese a golpear su brazo con mayor fuerza aun, arrancándole una mueca de dolor.

Inspirando el frío aire marino hasta que casi notó congelarse sus pulmones, Levi concentró su atención en el distante puerto, con sus barcos atracados y el constante ajetreo que siempre allí se apreciaba. Desde que había llegado a Shiganshina tres semanas atrás, apenas y había salido fuera de casa voluntariamente. Sus paseos a la playa para sacar a pasear a Ludwig durante las mañanas muy temprano y tarde por la noche o sus esporádicas idas al supermercado para abastecerse de comida de manera imperiosa antes de morir de inanición, se convirtieron en los únicos momentos en que Levi interactuaba con el mundo exterior. Aquella salida con Eren era la primera que hacía de forma voluntaria y sin otro motivo que no fuese el de distraerse un poco.

—Té negro para ti, cappuccino para mí, sándwiches de pollo, jamón y queso para ambos —le dijo el chico al regresar mientras dejaba cuidadosamente lo que llevaba en la bandeja sobre la mesa— y Hannes nos ha obsequiado las magdalenas. Son de chocolate y están recién hechas; están muy buenas, te gustarán —comentó al tiempo que cogía una y le daba un mordisco antes de, a pesar del frío, quitarse el anorak y quedar solo con la camiseta roja de manga larga que llevaba debajo. Colgó la prenda en el respaldo de la silla junto a su bolso y la cámara.

Levi enarcó las delgadas cejas, divertido.

—¿Solo por ser el hijo de su amigo? Que conveniente.

Eren negó mientras tragaba y tomaba asiento frente a él.

—Es porque suelo hacerle gratis las fotografías para la página web de la tienda —le explicó—. La renueva cada estación para cambiar su oferta de productos y que vayan de acuerdo a estas, así que le hago ese favor cuando lo necesita. Es algo que no me cuesta nada y además, como puedes ver, tiene sus beneficios de vez en cuando.

Algo en el modo que este lo dijo, como si fuese lo más normal del mundo, hizo que Levi tuviese una especie de corazonada y, comenzando a conocer lo tonto que era el mocoso, estaba seguro de no haber llegado a una conclusión equivocada. Debido a ello le preguntó con desenfado:

—¿Y a cuantas tiendas más les haces las fotografías gratis, Eren?

Este dio un sorbo a su café y sonrió compungido, como si lo hubiesen sorprendido haciendo algo malo, aunque la verdad es que a Levi no se lo parecía, todo lo contrario.

—Doce con la de Hannes —reconoció—. Aunque no todas son cafeterías o restaurantes. También lo hago con la florería de Frieda Reiss y el gimnasio de los Leonhart. Shiganshina es una ciudad pequeña y bueno, casi todos se conocen —le explicó Eren mientras sus largos dedos cortaban en pequeños trozos el sándwich que había depositado en su plato—. Además, mi padre es un médico importante en la zona, así que no suelo pasar demasiado desapercibido.

Durante un par de segundo Levi estuvo tentado de decirle que con lo atractivo que era y la personalidad tan desinhibida que tenía era difícil que pasase desapercibido en cualquier sitio, no solo por ser hijo del médico, pero prefirió callárselo; apenas y conocía al Eren desde hacía un par de días y no tenía la confianza suficiente para comentar aquello sin que su intención pudiese tergiversarse. Dio un sorbo a su té, profundamente aromático y con un ligero toque amargo, alegrándose de encontrarlo tan bueno; siguiendo el ejemplo del chico, agarró una de las magdalenas y a pesar de no gustarle demasiado las cosas dulces tuvo que reconocer que estaba deliciosa: suave, esponjosa y con el toque justo de chocolate para no convertirla en una mezcla empalagosa.

—¿Y tú, Levi? ¿Eres de Shiganshina o solo estás aquí de paso? —le preguntó Eren y, como parecía ser ya su costumbre, fijo en él con atención aquel par de ojos verdes—. No te había visto por aquí antes.

—Viví aquí hasta los catorce años, antes de que tu nacieras, mocoso —le soltó divertido. El chico arrugó la nariz en señal de disgusto ante aquella aclaración, como si odiase aquel recordatorio de la notable diferencia de edad existente entre ambos—, y hasta hace tres semana estaba viviendo en Stohess, aunque durante los años anteriores me he movido un poco por la zona central del país a causa del trabajo.

—Entonces —comenzó dubitativo—, ¿eso quiere decir que te quedarás? —le preguntó ligeramente esperanzado.

Él se encogió de hombros, pero no le dio ninguna otra respuesta. ¿Qué podía decirle al chico si ni siquiera él tenía una puta idea de que haría de aquí a seis meses? Últimamente, tomar cualquier decisión sobre su futuro la parecía demasiado difícil…

—A mí me gustaría que te quedaras, Levi, y no lo digo solo por las fotografías, aunque reconozco que no me alegraría que te marchases antes de que posaras para mí; solo que creo que es genial pasar el tiempo contigo —le dijo Eren con su habitual despreocupación, soltándole aquello como si nada. Tomó un sándwich del montón que había llevado y se agachó para dárselo a Ludwig que estaba echado en el suelo a su lado.

Ante aquel comentario casual él se sintió un poco turbado, pero prefirió obviarlo. El chico parecía ser la clase de persona que soltaba lo que se le venía a la cabeza sin pensar ni medir sus palabras. Si algo le gustaba, lo decía; así de simple. Al observar al animal de Hange y ver que estaba engullendo otro sándwich con asombrosa rapidez, miró a Eren con disgusto.

—Oi, mocoso, no le des cosas raras al perro. Si se enferma Hange se pondrá como loca y se enfadara conmigo —protestó Levi.

—No le pasará nada por unos pocos —se justificó intentando calmarlo con su acostumbrada sonrisa—. Además, Ludwig también debe tener hambre, hemos tenido un paseo largo, ¿cierto, chico?

Levi rodó los ojos exasperado. Parecía que había tenido la suerte de toparse con el ser viviente más raro de toda Shiganshina. Fantástico.

Durante la hora siguiente, mientras desayunaban, Eren se explayó contándole un poco de su vida. Le explicó que vivía a unas pocas calles de la universidad en un viejo departamento de dos habitaciones que alquilaba con Armin Arlert, su mejor amigo de la infancia y estudiante de Ciencias Económicas del mismo recinto y como se las arreglaban para sobrevivir decentemente a lo largo del mes entre las complicadas clases y sus respectivos trabajos. Habló de su empleo de medio tiempo en la revista para la que fotografiaba desde hacía poco más de un año y le contó algunas anécdotas de las sesiones más extrañas que había tenido, incluyendo la de la una cabaña cerca de la playa donde un cortocircuito eléctrico generó un incendio y tuvieron que salir huyendo de allí mientras los bomberos intentaban controlar el fuego. Le describió a su grupo de amigos, detallándole lo que todos ellos hacían ahora y algo de sus días como estudiantes en la escuela. En verdad, Eren Jaeger hablaba hasta por los codos, expresándose de manera abierta y segura, riendo mucho, pinchándolo de tanto en tanto y jugueteando verbalmente con él. Levi solo se dejaba arrastras en aquella conversación, medio fascinado, medio aterrado; y aliviado de que él chico no hiciese preguntas incómodas de su vida ni intentara invadir su especio personal y pareciese conformarse con que él fuese prácticamente solo un oyente. Ya tenía bastante con que Erwin y Hange lo telefonearan cada día para saber cómo estaba; para preguntarle si había tomado ya una decisión. Hablar con Eren, de algún modo, le daba libertad. Aquel muchachito de ojos verdes no esperaba nada de él, aparte de pasar un rato agradable y que fuese su modelo, claro; era fácil y cómodo estar a su lado.

El sonido de pasos y el reflejo de un manchón azul que captó con el rabillo del ojo hicieron que Levi levantara la vista. La chica rubia que anteriormente atendía en la sección de cafetería se encontraba junto a su mesa y les sonreía amablemente, aunque sus ojos celestes, levemente caídos, lo observaban a él con mal disimulada curiosidad.

—De parte de la casa —oyó que decía ella mientras dejaba dos nuevas tazas para ambos. En la camiseta azul marino de manga larga que parecía formar parte de su uniforme lucía una plaquita plateada donde se leía “Nanaba”—. Así que eres nuevo en la ciudad —comentó, no como una pregunta, sino como una afirmación—. Entonces, bienvenido a Shiganshina; e intenta que este chico tonto no te meta en muchos problemas.

—¡Eh, Nanaba! ¡Por favor, no le digas a Levi esas cosas de mí! ¡Estoy intentando convencerlo de que sea mi modelo en una sesión! —protestó Eren, luciendo algo azorado a pesar de su evidente alarma; sin embargo, Levi se percató de que al oír sus palabras, la muchacha miró sorprendida de uno al otro durante unos instantes, arqueando sus cejas como si la confesión de este la hubiese sorprendido. Luego, como si nada hubiese ocurrido, relajó el gesto y le dio al mocoso un golpecito en la frente con el dedo a lo que este cerró la boca, mirándola ceñudo mientras se frotaba la zona para aliviar el dolor.

—Claro, claro; lo que tú digas, Eren —recogió con rápida eficacia las tazas ya usadas para ponerlas en la bandeja y guiñó un ojo hacia él con una pequeña sonrisa dibujada en los labios—. Bueno, ya estás advertido sobre este endemoniado muchacho, Levi. Ha sido un gusto conocerte. Y no te pierdas —luego se volvió a mirar al chico muy seria—. Y tú, pequeño vago, una vez que te termines el café vete a clases. Por muy guapo que sea tu amigo deja el coqueteo para el fin de semana y concéntrate en estudiar, no hagas preocupar más a Armin —le soltó ella y sin más se fue dentro del local dejando a su paso el leve repiqueteo de las campanillas al cerrarse la puerta y a un Eren con el rostro tan rojo que por un momento Levi temió que se estuviese ahogando.

Los verdes ojos de este lo miraron aterrado.

—Y-yo en verdad lo la-lamento, Levi. Nanaba, ella… bueno, es la sobrina de Hannes y me conoce desde pequeño… por lo que a veces no mide su lengua —se disculpó Eren, compungido—. Por favor, no le hagas caso.

Al contrario de lo que el chico pudiese pensar, el carácter abierto y directo de Nanaba no le molestaba para nada. Levi prefería a las personas francas con mucha diferencia, y se notaba que ella era una mujer fuerte; además, era evidente que su verdadera intención al acercarse a saludar era conocerlo porque estaba preocupada por Eren y quería saber con qué tipo de persona se estaba relacionado este; pero no creía que al mocoso le hiciese mucha gracia saber aquello, así que se lo calló.

—¿Y qué es lo que debo ignorar? ¿El hecho de que puedes meterme en problemas, que tienes que ir a clases hoy o que estás coqueteando conmigo, Jaeger? —Le preguntó presionándolo un poco, solo para molestarlo; pero al ver que Eren baja nerviosamente la mirada y sostenía con fuerza su taza de café entre sus manos, Levi comprendió que no había sido buena idea—. Oi, mocoso, deja de poner esa cara aterradora. Solo estaba bromeando, no tienes por qué contestarme ninguna jodida mierda.

Ante sus palabras, este levantó la vista y clavó aquel par de ojos verdes en él; enormes y atentos, observándolo inquisitivamente.

—Mi primera clase hoy a las 11pm, por lo que aún tengo tiempo de llegar; te prometo que no me las estaba saltando —se justificó casi del mismo modo que lo haría un niño. Realmente, pensó Levi, era un mocoso tonto—. Y no te meteré en problemas, lo prometo. O por lo menos eso espero —acotó con una nueva risita nerviosa, pero esta murió rápidamente cuando el chico se mordió el labio inferior y su semblante se tornó más serio, como si quisiera dejar claro que no estaba jugando con sus respuestas antes de volver a hablar—: pero… sí puede que estuviese coqueteando un poco contigo, Levi. ¿Te molesta?

En aquel instante fue el turno de él de sorprenderse. No esperaba que aquella tonta broma hubiese tomado ese rumbo, de hecho, y a pesar de que Eren sí le parecía interesante y atractivo, en ningún momento había pensado en él de aquel modo, para nada. Desde que se conocían, ni siquiera se planteó la posibilidad de que al chico le interesasen los hombres. En primer lugar, Levi le sacaba casi quince años de edad, una diferencia considerable que de solo hacerlo pensar en cosas impropias lo hacía sentir culpable; por otro lado, y lo más importante, es que él no deseaba una relación de ningún tipo con nadie. No después de lo ocurrido. No después de lo perdido y las culpas que conllevaba. En ese aspecto, Levi sabía que sin lugar a dudas estaba demasiado dañado como para pensarlo siquiera…

Y debería haberlo rechazado directamente, lo sabía, pero al ver la mezcla de ansiedad y débil esperanza reflejadas en el bonito rostro de Eren, el doloroso recuerdo de una memoria ya casi olvidada lo golpeó y él fue tan cobarde que prefirió guardar silencio y dejar que este sacase sus propias conclusiones.

Tras la pregunta del muchacho y su muda respuesta, un incómodo silencio se instauró entre ambos luego de aquella extraña confesión. Desde que se conocieron, tres días atrás, en ningún momento la cercanía entre ambos pareció forzada o molesta, pero en ese instante lo era. De hecho, Levi estaba seguro de que después de aquella invitación Eren no volvería a molestarlo y, ¿no era mejor así? Además, tal vez él se marcharía pronto de aquella ciudad…

Saliendo de sus pesimistas elucubraciones, observó a Eren voltear a buscar algo dentro de su bolso que seguía colgado del respaldo de la silla. Con algo de alarma, Levi creyó que sería su cartera para pagar la cuenta e irse; sin embargo, el chico volvió a asombrarlo con aquel brillo vivas en sus ojos verdes y su tímida sonrisa. Antes de que él pudiese recomponerse de la sorpresa, este tendió un folder de duras tapas azules en su dirección.

—Prometí enseñarte algo bueno, ¿no? —le dijo Eren lleno de satisfacción aparente. Ni rastros de desilusión, ni rastros de enfado. O aquel chico era un excelente actor o en verdad su mudo rechazo no le afectó tanto como temía. Él realmente esperaba que ese fuese el caso; dejar las cosas claras era lo mejor para los dos.

Levi miró la carpeta enarcando una ceja.

—¿Y esto que se supone que es?

—Mis trabajos, o algunos de ellos —le explicó Eren y bebió un poco de su café—. Estos días estuve pensando mucho sobre cómo podía convencerte para que fueses mi modelo y, luego de hacerlo, llegue a la conclusión de que no podría lograrlo si no conocías lo que hacía. Era lógico que me rechazaras de esa manera cuando te lo pedí, aunque reconozco que me molesté un poco contigo; pero ahora me doy cuenta de que era injusto para ti aceptarme si no sabías nada de mí ni de mis fotografías y, a la vez, era injusto para mí que me rechazases de ese modo si jamás habías visto lo que hacía. Así que por favor, míralas.

A pesar de la confianza que trasmitían sus palabras, Levi percibió la inseguridad latente bajo ellas, el nerviosismo casi oculto en sus ojos que hacía que el brillante verde se opacase un poco y fuese remplazado por un azul más tormentoso. Había conocido a otros chicos que se comportaban de un modo similar; tragándose el miedo y la incertidumbre y mostrando solo una arrogante fachada de seguridad. A los veinte años, Farlan había sido igual.

Con cuidado de no estropear el trabajo del otro, Levi apartó su plato y su taza de té y dispuso el folder frente a él antes de comenzar a pasar lentamente las páginas blancas donde estaban archivadas con sumo cuidado las fotografías.

Lo primero fue la sorpresa.

Sin ser un experto en la materia y a pesar de no sentirse realmente interesado en ella, Levi tuvo que reconocer que las fotografías de Eren tenían algo que atrapaba. Tal y como él le había dicho en la playa, sus fotos no eran imágenes complejas ni rebuscadas, solo reflejaban cosas tan cotidianas como una gris tarde de lluvia en un parque de juegos infantiles, unas pisadas que se perdían en la arena mojada tras una puesta de sol o el vuelo de un pájaro en un cielo tan celeste y de nubes tan perfectas que parecían irreales; nada extraordinario, nada fuera de lo normal y; no obstante; existía algo en ellas que las hacía casi estremecedoras; parecían vivas. ¿Era eso lo que observaban sus ojos?, se preguntó intrigado. ¿Así veía el mundo aquel mocoso?

Al llegar a la última de ellas, Levi no pudo más que contener el aliento. Parecía haber sido tomada desde lo alto, a una distancia considerable; el mar en ella refulgía bullente en diferentes tonos verdes y azulados salpicados de blancos al chocar violentamente con las oscuras rocas. Parecía tan real, tan vivida, que el prácticamente podía oír al rugido del océano a la distancia y sentir la sal impregnarle la boca. Aquella imagen era tan cautivadora como aterradora y, curiosamente, pensó con divertida ironía, aquella fotografía le recordaba a cierto par de ojos que parecía encerrar en ellos aquella misma pasión salvaje y desbocada; deseosa de inundarlo todo, de llenarlo todo.

—Es hermosa —reconoció Levi acariciando con la punta de los dedos la foto, casi de forma reverencial. Al levantar la vista, se encontró el gesto cohibido del chico que tenía las mejillas sonrojadas a causa de la vergüenza.

—Esa también es una de mis favoritas, por eso la dejé para lo último. Era una apuesta —le dijo con una tímida sonrisa—. La tomé desde los acantilados que están al sur, ¿has ido hasta allí? —Levi negó—. Es un lugar bonito en cualquier estación del año, deberías visitarlo en algún momento. Y bueno… Entonces, después de ver de lo que soy capaz, ¿qué dices de mi proposición? ¿Aceptas?

Durante unos pocos segundos, observado aquella bonita sonrisa, la anticipación en sus ojos verdes, Levi se lo pensó. ¿Qué daño podían hacerle un par de fotografías por más que no le agradasen? A cambio de maltratar un poco su orgullo le concedería el capricho a aquel chico y, seguramente, este se quedaría satisfecho; incluso tal vez lo dejase en paz. Debería ser sencillo y sin embargo, y a pesar de sus buenas intenciones, supo que no podría hacerlo. Sobre todo después de haber visto el trabajo de Eren y ser consciente de que si el modelo era él, terminaría por arruinarlo. El mocoso no se lo merecía.

—Sigo rechazándola —respondió con firmeza, y la leve expresión de decepción que el chico intentó ocultar le dolió un poco—, pero sin embargo puedes quedarte con la fotografía que me tomaste en la playa; no te pediré que la borres. Con esta —le dijo él golpeando suavemente con el dedo la imagen de aquel mar embravecido— te la has ganado.

Eren soltó un gritito de júbilo y levantó los brazos en señal de victoria. Ludwig, como si percibiese su alegría y quisiera compartirla, también se puso de pie y comenzó a tironear la correa que Levi tenía atada a su silla. Había llegado el momento de marcharse.

—Bueno, ya debo irme, mocoso —le dijo al chico mientras se ponía de pie y desataba con destreza la correa del perro. Fue a sacar su cartera pero Eren negó con un gesto.

—Te he invitado yo, ¿recuerdas? Si no aceptas, me sentiré aun peor por el doble rechazo —acotó este y Levi notó un aguijonazo de culpa. Eren, como si se hubiese dado cuenta de la mala elección de sus palabras, lo observó con pánico creciente antes de continuar—: Me refiero a que ya has dicho que no quieres posar para mí y has estado a punto de pagar el desayuno. Por favor, no pienses otra cosa, Levi. No era mi intención…

—El único que piensa cosas raras aquí eres tú, mocoso de mierda. No sé qué pasa por tu jodida cabeza —soltó bruscamente sin pensar, a causa de los nervios; pero, a pesar de sus malas palabras, de forma sorpresiva esto sirvió para que Eren se relajara un poco y se riera, logrando a su vez que él también pudiese hacerlo.

—Supongo que tienes razón, puedo ser un poco idiota en algunas ocasiones —reconoció este; una nerviosa sonrisa se dibujó en sus labios—. Entonces, supongo que… Adiós, Levi. Y muchas gracias por aceptar mi invitación.

Él asintió con un gesto, controlando con una mano a Ludwig que volvía a mostrarse inquieto, pero se calmó un poco cuando el chico, que seguía sentado a la mesa, comenzó a acariciarle detrás de las orejas.

—Adiós, Eren. Y gracias a ti por invitarme, ha sido interesante —señaló, mientras pensaba que, en sus treintaicuatro años de vida, jamás pensó que una despedida pudiera ser tan incómoda—. Vamos, Ludwig.

Bajó la escalinata de la terraza seguido por el perro, sintiéndose un poco intranquilo sin saber muy bien el porqué; tal vez, se dijo, fuese a causa de la mirada de aquel mocoso que parecía esperar algo más de él y Levi, como siempre, no supo interpretar lo que otros querían que dijese.

—¡Hey, Levi! —oyó que gritaban a sus espaldas, y cuando volvió el rostro y lo levanto, vio a Eren con las manos sujetando con fuerza la barandilla de madera que bordeaba el local y el cuerpo un poco inclinado hacia afuera, como si creyese que de aquel modo él pudiese oírlo mejor—, ¿hasta mañana entonces?

Era una simple pregunta, tres palabras, se dijo Levi, y sin embargo significaban tanto… En aquel instante Eren le estaba dando la oportunidad de elegir, de decidir por sí mismo si deseaba que aquella amistad o lo fuese que tuviesen siguiera su curso o la dejasen allí mismo. Estaba seguro de que si respondía que no, el chico lo dejaría definitivamente en paz, pero, ¿eso era lo que en verdad quería? ¿No volver a verle y quedarse con todas las dudas que ese extraño muchacho representaba? ¿Borrarlo de su vida como intentaba hacer con tantas otras cosas?

Joder, Eren Jaeger era definitivamente aterrador.

—Tch, maldición —murmuró por lo bajo, odiándose un poco a sí mismo por ser tan débil; sin embargo, la expresión ansiosa del otro termino por desarmarlo por completo—. Hasta mañana, Eren —le dijo, y al ver su amplia sonrisa, al contemplar el brillo reflejado en sus hermosos ojos, se convenció de que había hecho lo correcto.

Quizás, los dos necesitaban desesperadamente un amigo en aquel momento de sus vidas y, tal como Eren se arriesgó con anterioridad, esta, pensó Levi, sería su apuesta.

El futuro, le había dicho Farlan años atrás, no era algo que se pudiese prever, sino que era más como un jodido compañero de póker; nunca sabías cual sería la próxima carta que sacarías de la baraja, solo te quedaba aceptarla y hacer con ella el mejor esfuerzo posible.

Probablemente, se dijo Levi con nostalgia, había llegado el momento de que removiese un poco la baraja, eligiese sus cartas y comenzara a jugar una vez más.

Se preguntaba qué mano le tocaría aquella vez, si el azar estaría a su favor o si nuevamente volvería a apostar a perdedor.

Notas finales:

Y aquí está ya el capítulo dos de esta historia. Por supuesto, a todos los que hayan llegado hasta aquí, muchas gracias por leer, espero que les haya gustado, de verdad a pesar de lo lento que parece ir avanzando lento.

Este ha sido un capítulo centrado casi un 100% en Levi, aunque inicialmente era un capítulo de 50 a 50 con Eren, pero resultó tan largo cuando lo escribí (más de 30 páginas de Word), que aproveché el pequeño salto temporal que tenía para dividirlo en dos, y quedó así. Lo bueno, se puede decir, es que como tengo ya la otra mitad la próxima semana podré subir el capítulo tres.

Muchas gracias a todos quienes han dejado comentarios o agregado la historia en sus alertas o favoritos o votado. Espero que este capítulo haya compensado por lo menos.

Hasta la siguiente actualización.

Tess


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