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Adiós, belleza. por nezalxuchitl

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El magnifico torso al aire. La fuerza que esos musculos que no dejaban de ser delicados revelaban. La piel blanca, toda a la vista, sin que Hakurei se sonrojara. Mostrando su pecho, que en Venecia solo exponían las busconas. Sus pezones, se los estaba dejando ver.

Avido babeaba, procurando tragar discretamente. Las piernas estaban cubiertas por la larga falda, asi como por la parte superior de la bata echada atrás, sostenida en torno a su cintura, por el cinturón y la bufanda.

-Mira bien. – le indico Hakurei, flexionando los brazos delante de el, desenrollando un buen tramo de la venda y estirándolo, para comprobar su resistencia.

Luego se bajo la ropa un poco mas, mostrando una buena franja de su cadera, la piel bajo su ombligo, su vientre de turra casi liso, tenso, fuerte. Se lo vendo. Se vendo hasta debajo del pecho, y luego la mano, dejándole sitio al pulgar y llegando mas alla de la muñeca.

Se vendo ambas manos, mostrando que ambas sabia usarlas, y ese pensamiento sonrojo a Avido.

Esas manos, las de Hakurei, sobre el. Esa piel, asi expuesta, pero no para enseñarle como prepararse para el combate.

-Ahora tu.

Avido se sonrojo al descubrir su hombro. Uno, otro. Y luego los brazos, todo el pecho, al dejar la bata caer atrás. Hakurei lo habia vestido como el, con una bata blanca con cenefas doradas, sandalias, e incluso el mismo color de bufanda, porque resaltaba sus ojos.

Avido no estaba seguro de hasta qué punto Hakurei se daba cuenta que lo estaba convirtiendo en su pequeño clon, pero le gustaba.

Al llegar a Jamir, tan rápido como con un movimiento de dedo Hakurei era capaz de hacerlo, se encontró en una tierra de turras, donde todas eran hermosas y libres. Bueno, habia unos cuantos maridos cautivos, pero eran pocos, y solo de un par la casa no tenia puerta.

Mas gente le pregunto a Hakurei si se había bipartido, y con paciencia (si, claro!) su maestro les explico que no. Luego le explico a el que era aquello de la bipartición.

 

“-Las lemurianas podemos reproducirnos cuando queramos – contó, dejándolo atónito – Nuestra madre, mia y de Sage, deseaba tanto tenernos que lo consiguió sola – la mandíbula, hasta el piso -. Se reprodujo, aunque no tenía pareja, y ese proceso es conocido como bipartición.

-Porque ustedes son dos. – preguntó Avido.

-No. Porque uno de sus huevos, una celula – previamente le habia explicado que su cuerpo se componía de miles de millones de células distintas – desdobló su ADN sola, desencadenando el proceso que convierte a un huevo en una cría.

-Y lo hizo dos veces.

-No, lo hizo una vez, pero su huevo, o mejor dicho, nuestro embrión, se dividió por completo en la primer división celular. ¡No me mires así! A veces pasa, incluso entre los humanos. Así se forman los gemelos, los gemelos idénticos. Como Sage y yo, que somos, en esencia, un mismo ser. – su sonrisa, la alegría con que le brillaban los ojos al decir eso, le daban celos.

-Pero los humanos no pueden reproducirse solos. – enarcó la piel donde había estado su ceja – Y hay gemelos humanos.

-Podrían hacerlo, en teoría, pero no son capaces de desdoblar su ADN esa primera vez solos. Veras, cuando los humanos  copulan con esa intensión – o sin ella, quiso interrumpir – el ADN del macho finge ser la desdoblación del ADN del huevo; una vez que hay dos cadenas de ADN, el huevo reacciona y comienza la meiosis, a crecer y dividirse, la celula, primero en dos y luego en cuatro y luego… - lo invito con la mano a que dijera el siguiente número de la serie

-… y luego en dieciséis…

Hakurei sonrió

-… así, siguiendo las instrucciones del ADN para formar un ser de su especie.

-See, see. Muy bonito, todo. ¿Por qué las tuvo solas su madre? ¿Era muy fea?

Zape.

-Era idéntica que nosotros, así que si, lo era.

-Lo siento, no quise decir… - había aprendido que las lemurianas estaban locas con sus estándares de belleza: entre más regordetas y de colores más vivos en pelo y ojos, más voluminoso el cabello, más hermosas eran - ¿Por qué estaba sola?

Hakurei suspiró.

-Ella mantenía a flote la ciudad escondida de Lemuria; tenía que meditar todo el tiempo. Al envejecer sus capacidades se debilitaron, hasta que no fue capaz de mantenerla más. Entonces la mayoría de las lemurianas se fueron. Nosotros escogimos quedarnos.

-¿Por qué?

-Nos gusta este lugar.

-Supongo que en gustos se rompen géneros. – pateó una piedrita. Estaban al aire libre, a la sombra de unos riscos cercanos a la torre de Jamir.

-¿Qué tiene de malo tu mundo?

-Es una mierda.

-Vamos, algo menos será si hemos podido conocernos.

Avido evito mirarlo, odiando más que nunca su incapacidad de contener los sonrojos.

-Avido… - Hakurei estaba sobre el, de pecho y rostro - ¿estas apenado? – le hizo cosquillas.

-¡Por supuesto que no! – detuvo sus manos. Odiaba reír sin control.”

 

-Avido… - ahí estaba, ese tono de voz - ¿Estas apenado?

Su maestro estaba rodeándolo, desde atrás. Sus manos sobre las suyas, como si fueran a danzar. Sus mechones cosquilleando su espalda, fundiéndose con los suyos. Acabando de enseñarle como vendarse.

-¡Por supuesto que no! – se hecho adelante, enfrentándolo en posición defensiva.

 

***

No le gustaba mucho el Santuario, pero periódicamente tenían que ir ahí ambos.

Vestido de lemuriana, con las cejas depiladas y unos puntitos lilas pintados, idénticos a los de su maestro, llamaba la atención y su nombre era mencionado junto con el de su maestro, lo que le gustaba más.

Paseaba por unas peñas, en la periferia de las Doce casas, cuando el viejo le puso su mano helada en la espalda.

Se giró asustado, pues no había percibido otra presencia además de la de algunos aprendices que entrenaban a lo lejos, en el desfiladero.

Unos ojos violetas, velados por cataratas, lo miraban, inquietándolo.

-Asi que descubriste el modo. – le dijo el viejo, riéndose luego. Su melena, barba, y bigotes se sacudieron – El truquito de ese viejo verde.

-No sé de…

-Anda, Hakurei, sé bueno y llévame a la sala de tu hermano. – le dijo este, apoyándose en él.

Era la oportunidad perfecta para averiguar hasta que punto se parecía a su maestro. Convocó las ondas del mekai, y, aunque nunca había intentado algo tan arriesgado, se transportó a si y al viejo a través de este hasta la cámara del patriarca.

Estaba vacía. Solo el casco en el asiento del trono.

-Te ves mejor así. – seguía estudiándolo – La edad es asquerosa. Este viaje fue asqueroso.

Avido no estaba tan seguro de que tan buena idea fue introducir a un viejo loco al corazón del Santuario.

-Ven – le habló con confianza, la que el viejo parecía tener con Hakurei – Te llevare al templo de purificación. Debimos ir ahí.

-Debimos un cuerno. ¿Crees que no note como temblaba la barrera que creabas para atravesar los mundos? Esta técnica requiere de mucho cosmos, espero que no estés comiendo de más para lograrlo. – con el bastón le toco el vientre – Parecer estar bien. Ve y saca a Sage de entre las piernas de quien se encuentre – oír esto alertó a Avido -. ¡Anda!

Iba a ser descubierto de todos modos. Quizá, con algo de suerte, el viejo no dijera como lo había llevado ahí.

Si su maestro no estaba en las habitaciones privadas del patriarca, con su gemelo, podría estar en cualquier lugar.

-No quiero hacerlo Sage, no me parece correcto. – escuchó la voz de su maestro negarse, como muchas otras, pero serio esta vez.

-Sin embargo, es la decisión del Patriarca a tomar. Obedecerás, caballero de Altar.

La puerta se le abrió en las narices, dejándolo estupefacto frente a un majestuoso gemelo que no se lo esperaba.

Se recompuso rápidamente, incluso fingiendo respiración agitada.

-Hay un viejo en la sala del trono.

-Avido… - lo reconvino Sage.

-Hay un viejo en la sala del trono, su majestad. – añadió con propiedad.

-¿Un viejo? – se extrañó Hakurei.

-Un viejo helado de ojos violetas.

Los gemelos se miraron el uno al otro, fastidiados.

-Está bien Avido, retírate. – lo corrió Sage – Y recuerda que no debes entrar en la sala del trono sin permiso.

Su maestro hizo un gesto detrás de el, invitándolo a que no se lo tomara en serio. Sage lo notó, o lo vio reflejado en sus ojos y se volvió a verlo ceñudo.

“¿No puedes apoyarme ni siquiera en esto?”, - le dijo, telepaticamente.

“Me mata el estiramiento del Santuario.” – replico Hakurei, dándole una palmadita en la mejilla a su alumno al pasar a su lado.

 

 

Continuara...

Notas finales:

Gracias por leer.

Slán!


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