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Ace of Hearts por Fullbuster

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Notas del fanfic:

Actualización: Se intentará una vez al mes, el último domingo.

portada:

La lluvia caía con intensidad, pero ese hecho no hizo que la gente se retirase a sus casas. Estaban ante el mayor evento en años, finalmente, el forajido más temido del oeste había sido capturado y hoy era su ejecución. Gold D. Roger desaparecía finalmente de sus tierras trayendo la tranquilidad una vez más.

 

¿Por qué me cuentas esto a mí? – preguntó Garp al escuchar la peor de las noticias posibles en ese pueblo. La sangre de Roger no desaparecería con su muerte, sino que continuaría más viva que nunca en un chiquillo aún no nacido.

 

Porque sé que eres justo y no permitirás que un niño inocente pague por los crímenes de su padre. Por eso te suplico que lo protejas. Sabes que querrán erradicar toda mi línea de sangre, lo matarán sin haber visto la luz del día. Él es inocente. Sólo yo debo pagar por mis crímenes.

 

No pienso acoger al hijo de un bandido y menos al tuyo precisamente.

 

Sé que lo harás – sonrió Roger – nunca olvidaré esto, Garp. Cuida bien de él.

 

Le conocía bien, demasiado bien como para saber que aceptaría salvar la vida de un inocente llevase la sangre que llevase. Era cierto que todos los Ranger del condado querrían encontrar a ese niño y ejecutarlo para erradicar toda sangre del delincuente más temido y buscado, ahora sería su misión encontrar a la mujer que iba a tener ese niño y alejarlo cuanto antes.

 

Todo el pueblo de Bodie, en California, se había congregado frente a la plaza pública para ver el evento. Era raro que en aquella zona lloviera, sus veranos eran demasiado calurosos y sus inviernos crueles ante las bajas temperaturas. Hoy el día se había puesto de acuerdo para dar un final digno a la mayor leyenda que había caminado por sus tierras.

 

Mientras Roger caminaba hacia la horca, todos los ojos se posaban en él. Los insultos brotaban de sus bocas, sintiéndose por primera vez a salvo desde que había llegado a sus dominios. Un demonio, así lo consideraban. Ni los Ranger habían querido dar la noticia sobre el supuesto hijo no nacido que aún rondaba por aquellas desérticas tierras. No querían causar más revuelo y al final, acabarían encontrándolo y asesinándolo antes de que se supiera la noticia. Erradicarían el problema antes de que comenzara.

 

Al llegar a la plataforma, Roger centró sus ojos en el gobernador de las tierras y sonrió. Ese hombre era el auténtico demonio que Bodie jamás tendría, pero nadie sabría las tretas y estratagemas con las que hacía sus negocios. Un miserable canalla peor incluso que un bandido.

 

¿Dónde está tu tesoro? – se escuchó la voz de uno de los ciudadanos. Roger sonrió.

 

Mi tesoro está escondido en un mismo lugar, si lo queréis… id a buscarlo.

 

Aquellas fueron las últimas palabras antes de que la puertecilla se abriera y su cuerpo cayese. Él tuvo suerte… la soga le rompió el cuello al instante, no podía decir lo mismo de otros ejecutados que no murieron al instante. Sin embargo, él fue el único que murió con una sonrisa en su rostro. Quizá de lo único de lo que se arrepentiría sería de no poder conocer a su hijo, pero confiaba en que Garp lo salvase.

 

***

 

La feria de primavera era una de las más importantes en el pueblo de Bodie. Los jinetes demostraban sus proezas a lomos de aquellos indómitos animales, pero sin duda alguna, no era la monta de caballos salvajes lo que más captaba la atención, sino el rodeo de toros salvajes. Sólo tenían que aguantar ocho segundos, pero parecía misión imposible hacerlo. Muchos de los jinetes se lesionaban de por vida, otros morían en el intento. Muchos venían de pueblos y condados vecinos a participar, pero este año, tenían a un invicto, Portgas D. Ace, el nieto del jefe de los Ranger del pueblo.

 

Ace se subió una vez más al lomo del animal, agarrando con una mano la gruesa soga mientras la otra se agarraba a la empalizada. El toro se movió con brusquedad, generando que todos se elevasen de sus sillas para comprobar si el jinete estaba bien incluso antes de salir al ruedo.

 

- Ey… calma, bicho – sonrió Ace pese al golpe que se había llevado en el hombro contra las maderas del cajón que retenían al toro.

 

- Vamos, Ace – se escuchó desde la grada la voz de un adolescente – tú puedes, ocho segundos, hermanito.

 

- Luffy, siéntate – le regañó Garp.

 

¡Odiaba que Ace hiciera esas cosas! Muchos habían muerto y todo… ¿Para qué? ¿Para demostrar que podían permanecer ocho segundos encima de un animal cabreado? Aun así, era mejor dejarle hacer eso a que prefiriera ser un maldito delincuente como su padre. Aún recordaba a su madre, fallecida en el parto. Sólo pronunció su nombre, Ace, el nombre que Roger habría elegido para él. Para ocultarlo de todos, Garp decidió concederle el apellido de su madre, así estaría a salvo sin que nadie supiera el origen de ese chico.

 

Al menos Ace sólo hacía eso en las fiestas y por suerte… no eran muchas en ese pueblo. A Garp se le encogía el corazón cada vez que veía su vida en peligro, pero a él siempre le gustó el riesgo y la adrenalina. ¡Había salido a su padre! No podía negarlo.

 

- Listo – gritó Ace para que abrieran la puerta y dejasen salir al embravecido animal.

 

Saltó, giró, dio embestidas y coces tratando de tirar al jinete mientras Ace se mantenía agarrado como podía, mirando al hombre que contaba los segundos que permanecía sobre el animal y su abuelo contenía la respiración sin poder mirar. Luffy, en cambio, parecía emocionado al ver a su hermano mayor ganando aquella competición.

 

En cuanto vio la señal de los ocho segundos, desmontó entre coces y se apartó del animal lo más rápido que pudo, corriendo hacia la valla y subiéndose a ella al comprobar cómo iba a por él enfadado. Todos salieron hacia el ruedo, tratando de captar la atención del toro para devolverlo al cajón y apartarlo de Ace, sin embargo, éste se había quedado mirando a un joven frente a él, justo al otro lado de las maderas. Sus manos estaban tatuadas y también sus brazos, pero no era eso lo que le llamó la atención, sino la forma en que habían conectado sus miradas, esos ojos que parecían escrutarle de arriba abajo.

 

El moreno frente a él movía una carta en su mano, un as de corazones diferente a las típicas barajas que había visto hasta ahora. Era un corazón muy raro, con espirales. Bajó de la empalizada al no sentir peligro alguno y caminó hacia sus compañeros, girándose una última vez a ver a ese chico que seguía moviendo la carta entre sus dedos.

 

- Abuelo… ya puedes abrir los ojos – sonrió Ace al ver a su abuelo tan preocupado.

 

- Tú quieres acabar conmigo antes de hora.

 

- No digas esas cosas.

 

- Yo quiero ser como Ace, cuando tenga la edad, también haré rodeos – sonrió Luffy, llevándose un capón de su abuelo.

 

- Abuelo idiota, no le pegues a Luffy – se quejó Ace.

 

- Todo esto es por tu culpa, siempre saliéndote con la tuya.

 

Los tres salieron juntos de la zona, aunque Garp comenzó nuevamente con el tema que Ace más odiaba. ¡Ser un Ranger! Él no quería serlo, sabía de sobra la sangre que llevaba en su interior. Puede que nadie supiera su secreto, pero le bastaba con saberlo él mismo. Por ahora se arreglaba siendo el nieto del mejor Ranger, siendo un simple ganadero.

 

- ¿Te importa si me voy al bar a festejar con unos compañeros? – preguntó Ace a su abuelo.

 

- Está bien, ve y diviértete, pero acuérdate que tenemos esta conversación pendiente.

 

***

 

Un jinete se movía por el desierto en solitario. La cueva que buscaba no estaba lejos de donde se encontraba, aunque debía darse prisa para ejecutar el plan junto a sus compañeros. Entre las montañas, oculta de la vista de todo el mundo, Ace entró por la cueva de sus compañeros. Aquel tiempo donde trabajaba prácticamente solo había terminado, dando paso a su nueva era junto a Barbablanca, el forajido de la era de su propio padre.

 

- ¿Cómo ha ido, Ace? – preguntó Barbablanca con una botella de whisky en su mano.

 

- He aguantado los ocho segundos – comentó – sigo invicto por ahora, aunque ya sabes cómo es mi abuelo… quiere que lo deje.

 

- Deberías si no quieres morir joven – sonrió Barbablanca.

 

- ¿Vamos a empezar o qué? – preguntó con entusiasmo, subiéndose el pañuelo y ocultando la mitad de su rostro para evitar que nadie pudiera reconocerle.

 

Él mismo había formado años atrás su propia banda de forajidos. Sabía de sobra que su abuelo jamás aceptaría un hecho semejante, pero no podía evitar tener la sangre de un bandido en su interior. Nunca quiso a su padre, de hecho, lo odiaba hasta el punto de llegar a considerar a Barbablanca como su propio padre, pero no podía negar el hecho de las cosas turbias que ocurrían en aquel pueblo. No todo era lo que parecía, no todos los bandidos eran sanguinarios sin escrúpulos y él… lucharía por la causa de Barbablanca hasta el final.

 

- Si estás decidido, demos comienzo entonces con la misión. Nos centraremos en el ferrocarril – comentó Barbablanca – llega un cargamento de dinero del gobernador para el banco. Vamos a robarlo.

 

Ace sonrió bajo su pañuelo y colocó mejor aquel sombrero vaquero con las dos caras en él. A Barbablanca seguía incomodando meter a Ace en todo este asunto, pero sabía que nada le haría cambiar de opinión. Desde hacía años sabía su mayor secreto, él mismo se lo confesó cuando empezó a trabajar con él, pero ni siquiera a sus hombres se lo había dicho.

 

Toda la banda salió en camino al ferrocarril, Ace al lado del primer comandante, Marco, quienes liderarían el asalto mientras sus compañeros robaban el dinero. Sin embargo, el humo proveniente de la tierra al oeste, captó la atención de Ace al instante.

 

- Marco – le llamó – mira eso. ¿Qué crees que es?

 

- No lo sé, pero son parte de las tierras del gobernador. Echemos un vistazo. Seguid todos adelante, iremos Ace y yo. Os alcanzaremos enseguida.

 

Los dos movieron las riendas, cambiando la dirección de sus caballos para ir a ver qué estaba ocurriendo, pero para cuando llegaron, sólo una pila de cadáveres fue lo que encontraron. Ace bajó del caballo y revisó los cuerpos que allí estaban. Los reconoció enseguida, extorsionaban a muchos ganaderos de la zona y les pedían cada vez más tributos en nombre del gobernador.

 

- Los matones del gobernador – susurró Ace, aunque entre las prendas de uno, observó algo que captó su atención.

 

- ¿Qué es? – preguntó Marco.

 

- He visto esto antes – comentó Ace mirando ese as de corazones.

 

- Ace of hearts – susurró Marco.

 

- ¿Qué? – preguntó Ace.

 

- Es un grupo nuevo de forajidos, les llaman novatos pero... su jefe es temible, siempre deja esa carta allá donde actúa. Se conoce a su banda como Ace of Hearts.

 

¡Irónico! Así le resultaba que su propio nombre estuviera inmerso en el nombre de una banda de forajidos, lo que le hizo sonreír. Marco, por el contrario, no tenía ánimo para hacerlo, había escuchado rumores sobre ellos, sobre cómo aquel sanguinario hombre había arrancado corazones.

 

- Dicen que lleva una katana.

 

- ¿En serio? – preguntó Ace - ¿Y ha sobrevivido a las balas?

 

- He oído que es capaz de cortar las balas, aunque no sé si será cierto.

 

- Nunca he visto una katana por estas tierras. Es muy raro.

 

- No sé mucho sobre él. Nunca le he visto.

 

- Creo que yo sí le he visto – confesó Ace – estaba hoy en el rodeo. Quizá fue después de hacer esto, no lo sé.

 

- Tú también deberías tener cuidado, empiezan a conocerte como “puño de fuego” aunque aún no saben tu identidad. Ten cuidado que no te descubran.


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