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Ancora qui por nunu

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Notas del capitulo:

¡Hola!

Bienvenidos a un nuevo capítulo.

Hay algunas cositas que quiero decirles, amables lectores, pero lo he dejado en la nota al final y sugiero que si no se quieren auto-spoilear el capítulo, la lean al terminar u_u

Otra cosa, si no has leído en preludio de Ancora qui te sugiero que lo hagas antes de continuar porque usaré algunas referencias de ese one-shot en este capítulo, así entenderán mejor algunas parte:
(justo aquí: Eclipse de sol, eclipse de luna).

 

Disclaimer: Los personajes pertenecen a Masashi Kishimoto. Mi único objetivo es darles EL FINAL QUE SE MERECEN LOS PROTAGONISTAS según yo.

El pasto era verde. Tan verde que tenía vida propia. Y el cielo estaba tan azul y las nubes tan blancas, que Naruto se dijo que jamás había visto algo así en su vida, pero el aire le sabía a tanta, tanta libertad que no pudo hacer otra cosa si no sonreír. Algunas hojas brillantes caían de los árboles y le recordó a Konoha. Sonrió aún más cuando vio a Sasuke acercarse a pasos tranquilos hacia él, sin prisa alguna.

Sasuke lucía sereno, mucho. La paz que llegó con su sola presencia fue tan sobrecogedor que quiso echarse a dormir allí sobre el pastizal junto a él.

—El cielo está muy brillante hoy —le dijo Sasuke.

Naruto asintió despacito, más interesado en contemplar el perfil de su compañero que en alzar la vista tal como él lo hacía. Los flequillos negros caían por su rostro cubriéndolo parcialmente, pero la brisita tibia los acariciaba en un vaivén dulce, tan dulce como la magia oculta en esas pupilas de medianoche.

—Siempre quise volar como un halcón —añadió, consiguiendo la atención del rubio que no dejaba de contemplarle absorto—, pero muchas veces me sentí como un gorrión.

El hokage entreabrió los labios para decir algo, pero los ojos negros de Sasuke, que ahora calaban los suyos profundamente, consiguieron que se paralizara por un instante.

—Algún día podremos volar, Sasuke… —finalmente se animó a decir bajo la sonrisa discreta pero sincera de su amigo.

Y Sasuke no respondió nada, pero Naruto no pudo contener las ganas que tenía de estrecharle en sus brazos, como siempre que le tenía cerca, solo que esta vez en lugar de reprimirse su cuerpo cobró vida propia y acortó la distancia entre los dos. Cuando trató de rodearle, sin embargo, la silueta de Sasuke se desvaneció hecha polvo arrastrada por el viento.

—¡Sasuke! —Dijo su nombre con angustia.

El cielo se oscureció y ya no habían nubes. El pasto se secó también. El viento ya no mecía su cabello y Sasuke, Sasuke ya no estaba allí.

Naruto se llevó las manos a la cabeza desesperado y cayó de rodillas al suelo, sin fuerzas, con la respiración errática. El aire no le llenaba los pulmones, era como si se le quedara atorado justo a mitad del pecho y ya no tenía fuerza alguna para sostenerse la vida.

—¡SASUKE! —Insistió más fuerte, con la voz rota. Sus lágrimas bajaban copiosas por su rostro empapado. Miró de un lado a otro y todo lo que podía ver ahora era una cueva oscura llena de sombras amenazando con atraparle las extremidades.

Se removió de un lado a otro tratando de no ser tocado. Apoyó las manos en el suelo como si así pudiera recuperar el aliento en medio de su llanto y se las vio empapadas en sangre. Entonces las elevó a la altura de su rostro y la sangre se derramaba entre sus dedos. Olía a Sasuke. Era Sasuke.

—¡SASUKE, SASUKE…! —Gritó una y otra vez, o al menos eso creyó. Por más que lo intentaba ni una sola palabra salía de su boca. Creía que la garganta se le iba a desgarrar de tanto tratar de hacerse escuchar, pero la silueta de Sasuke, esa que apareció de repente a varios metros lejos, comenzaba a caminar hacia una lucecita brillante y apenas perceptible, sin mirar atrás.

Naruto quiso seguirle pero sus piernas no se movieron. Siguió llamándole, pero Sasuke no se volteaba. Estaba perdiéndolo, se estaba yendo frente a sus ojos, otra vez, otra vez, tal como aquella noche en el Valle del Fin. Él no podía alcanzarle.

—¡SASUKE!

Y con el último llamado se llevó la mano al centro de su pecho y abrió los ojos para encontrarse con el techo de su habitación, agitado, su torso subiendo y bajando sin control alguno.

Se sentó intempestivamente, con una brusquedad que hizo despertar a la mujer a su lado. Hinata se frotó los ojos somnolienta luego de escuchar los gritos de su esposo. Se sentó también y llevó la mano a su hombro, sin poder pasar por alto el estado turbado de Naruto, que lo único que hacía era hiperventilar mientras se miraba las manos fijamente, temblorosas, como si se le quisieran caer del cuerpo.

—¿Naruto-kun?

Cuando escuchó su nombre el temblor se detuvo y se frotó el rostro con ansiedad, pero no respondió.

—¿Otra vez… con esas pesadillas?

Naruto no pudo decir algo al respecto. Se quitó las mantas de encima y se puso de pie. Estaba notablemente ojeroso, más que de costumbre, el destello tan característico en sus ojos azules hace días los había perdido, tampoco se paraba erguido como le era habitual desde que se convirtió en hokage —luego de tantos regaños de Tsunade y Shikamaru sobre su presentación como líder—.

—Iré a la oficina, dattebayo —murmuró con desánimo, su voz mecanizada, como si hablara por la inercia pura de hablar y no porque realmente tuviera algo que decir.

—Pero… —Hinata miró con preocupación el reloj en la mesa de noche— apenas son son las tres de la mañana.

Una vez más Naruto se quedó en silencio mientras pasaba cada brazo por las mangas de su chaqueta y subió la cremallera hasta el cuello.

Hinata se resignó a verle partir. Habían pasado tres días desde que Naruto regresó a la aldea con los demás. Sakura le contó lo que ocurrió con Sasuke, en un intento por hacerle saber que debía tener paciencia con Naruto, que muy seguramente estaría afectado por la situación de su mejor amigo.

Se sentía atada de manos porque daba igual qué intentara hacer por él, Naruto no tenía interés alguno en escuchar a nadie a su alrededor, ni siquiera a ella.

 

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Shikamaru tuvo que tomar aire profundamente y observó a su mejor amigo con resignación. Naruto estaba sentado en la oficina con la frente apoyada contra el escritorio, papeles arrugados en su mano izquierda y en la derecha un esfero de tinta negra que se deslizó entre sus dedos, probablemente al soltarlo cuando se quedó dormido. Eran las seis de la mañana, muy temprano para que Naruto estuviera allí, sobretodo tomando en cuenta que el rubio nunca fue la persona más puntual en sus funciones.

En cualquier otro momento el secretario le hubiese despertado, pero no ahora. Se limitó a acercarse para tomar la túnica del hokage colgada en el perchero y la deslizó sobre los hombros para cubrirle protectoramente. Naruto se removió y murmuró cosas ininteligibles, lucía inquieto y se preguntó si era mejor levantarlo o solo dejarlo allí. Finalmente resolvió, al verle caer rendido de nuevo, que lo correcto era dejarle descansar.

 

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—Esta situación no puede seguir así —dijo Kakashi, cruzándose de brazos.

Estaba reunido junto a Shikamaru y Sakura, pocas horas más tarde, en el salón de juntas donde usualmente hacían las sesiones con los consejeros. 

—Los consejeros no tardarán en darse cuenta de que Naruto no está haciendo nada como Hokage desde hace tres días y que soy yo quien está llevando las riendas de todo en su nombre —agregó el Sexto, ante las miradas preocupadas de los otros dos.

—Y no parece que vaya a mejorar —intervino Shikamaru—, llega muy temprano, se sobrecarga de trabajo más de lo normal pero al final, lo deja acumular porque no logra concentrarse. Se queda dormido en todas partes.

—Me ha dicho Hinata muy temprano que Naruto no está durmiendo bien —dijo Sakura, con la voz hecha un murmullo. Estaba casi tan ojerosa como Naruto, su semblante tan pálido que era evidente que tampoco había dormido en días.

Los tres se observaron en por un momento, aunque pronto, todas las miradas se dirigieron a Sakura que se abrazó a sí misma con cierta pesadez.

—Lo mejor que podemos hacer es dejar que lo vea —propuso el secretario del Hokage—, él no va a estar tranquilo hasta que vea a Sasuke. No importa lo que le digamos, es como si su cabeza se hubiese quedado vagando una y otra vez en esa noche y no es consciente de que todavía hay una posibilidad… solo se está resignando.

—Eso no depende de mí, Shikamaru —respondió—, Tsunade-sama me ha prohibido seguir en el caso de Sasuke-kun, dice que no es correcto y… tal vez tenga razón. De todos modos pienso que será peor para Naruto mirarlo en esas condiciones. Sasuke-kun no está respirando por sí mismo, está conectado a muchas máquinas, es aterrador verlo así y… —sus lágrimas bajaron silenciosas por sus mejillas, mientras hablaba— no sabemos si va a recuperarse, o si esa es la única forma de mantenerle con vida.

Kakashi bajó la mirada. Él nunca se casó o tuvo hijos. Después de la pérdida de su padre, sus amigos y de su maestro, el Equipo 7 se convirtió en su salvación. Fueron esos tres niños inmaduros los que le devolvieron la esperanza de vivir, ellos se convirtieron en los hijos que jamás llegó a tener… por eso le dolía. Sasuke le dolía. Ver a Sakura sufrir le dolía. Saber que Naruto también estaba sufriendo le dolía. Pero nada podía hacer al respecto más que tenerles fe… porque ellos ya no eran esos chiquillos de la academia. Y aún así

—Si realmente tenía tan pocas probabilidades… ¿cómo es que alcanzó a llegar a Konoha? —cuestionó Shikamaru, no siendo muy hábil cuando de consolar a las personas se trataba.

Sakura se secó las lágrimas y exhaló agotada.

—Parece que Naruto logró detener el proceso degenerativo de las células de Sasuke-kun, o eso intuyo después de que, con dificultad, logré sacar las palabras de su boca. Dijo que intentó curarle pero no tenía suficiente chakra. Gracias a los ninjas que encontramos aquella vez y a la invasión a la aldea, pudimos descubrir finalmente cómo funcionaba su técnica y la forma de revertir los efectos. Pero cuando yo llegué a ellos… Sasuke-kun ya no respiraba y su corazón no latía. Traté de usar el jutsu que creamos con el equipo médico, pero él no volvía en sí. Conseguí mantener su corazón latiendo artificialmente hasta que regresamos a la aldea y pudimos darle los cuidados necesarios en el hospital… —tomó aire nuevamente, un nudo cerrando su garganta y le dificultaba hablar. Todo era tan complicado para ella, pero tenía que mantenerse fuerte— ahora mismo deberían estar haciéndole otra cirugía, Tsunade-sama está regenerando poco a poco los órganos dañados. Sin embargo, el pronóstico no es muy bueno.

Kakash y Shikamaru escucharon sus palabras, pero ninguno dijo nada porque Sakura continuó hablando, nuevamente con lágrimas empapando sus ojos verdes.

—Si Naruto hubiese tenido más chakra, o si yo hubiese llegado antes, tal vez Sasuke-kun…

—Si Naruto hubiese tenido más chakra —repitió Kakashi— o si hubieses llegado antes, o si Sasuke no hubiese ocultado todo en un principio… si muchas cosas hubiesen pasado, él ahora no estaría en esas condiciones. No podemos cargar culpas. Solo podemos confiar en él.

—Y ayudar a Naruto —concordó, limpiándose las lágrimas una vez más—, veré qué puedo hacer respecto a lo que has pedido, Shikamaru —añadió, dirigiéndose al secretario que asintió en agradecimiento— pero no sé si Tsunade-sama vaya a permitirlo. Sasuke-kun tiene visitas restringidas.

  

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Sarada reposó su espalda contra el pasto en la pendiente cerca del lago. Elevó su mentón para perderse en el color azul del cielo con algunos visos naranja, dándole de a poco la bienvenida al ocaso. No se alarmó cuando divisó de reojo una silueta acomodándose a su lado, pero en lugar de acostarse como ella, se mantuvo sentado, abrazándose las rodillas. Sin embargo, tal como Sarada, él miró hacia el cielo.

—Boruto —murmuró ella, tamborileando los finos dedos contra su propio vientre, en una melodía que ni ella misma sabía que conocía.

El rubio inclinó el rostro de costado para ver a su amiga. Él podía entender su corazón. Las veces que su padre estuvo en peligro el terror se apoderó de él, porque la idea de no volver a verle hacía que algo se encogiera dentro de su pecho. Comprendía mejor que nadie el sentimiento de temor de perder a tu padre, y eso era algo que no muchos de sus amigos hubieran enfrentado en estos tiempos de paz.

—¿Crees que papá estará bien?

Boruto lo meditó por un momento y una sonrisa apenas perceptible, pero cargada de determinación, adornó sus facciones tan parecidas a las del Séptimo.

—¿Por qué estás dudando tanto, dattebasa? Es tu padre, y es mi maestro. Por supuesto que Sasuke-san estará bien, ¿piensas que el mejor shinobi del mundo caerá ante tan poca cosa? Pft. —Dijo con seguridad, robándole una sonrisa a la muchacha.

Sarada se sentó al lado su amigo y su semblante parecía menos agobiado que momentos atrás. No había drenado del todo su sentir, pero no se dio cuenta de cuánto necesitaba esas palabras de apoyo hasta que las escuchó de boca de Boruto.

—Pero… tú mismo te ves preocupado por algo. —Añadió la Uchiha. Boruto resopló y torció los labios con orgullo.

—Tal vez… —Se tomó su tiempo para hablar, aunque al final, decidió hacerlo— Papá y Sasuke-san son muy amigos, ¿verdad?

Sarada asintió, sin comprender a dónde quería llegar.

—Me pregunto si la posibilidad de perder a un amigo realmente duele tanto —Murmuró, mirando a la descendiente Uchiha fijamente.

Ella apartó la mirada con cierta pesadumbre. No era algo en lo que quisiera pensar.

—Pero dijiste que papá estaría bien.

—¡Y lo estará, dattebasa! —Corrigió presuroso— Pero tú y yo nunca hemos estado en esa situación. Estamos empezando nuestras misiones, nuestros amigos están bien y no han habido guerras. Papá… nunca había visto a papá así, ¿sabes? Me preguntaba si le dolía mucho. Es como si fuera insoportable, pero no lo dice. Él siempre ha sido un viejo idiota, pero ha perdido muchas cosas.

—¿Qué quieres decir con eso? —Cuestionó, parpadeando con confusión.

“Que se siente como si no solo tú estuvieras perdiendo a tu padre…” Quiso decirle, pero solo se echó a reír tontamente y se puso de pie, extendiéndole la mano para ayudarle a levantarse.

Sarada aceptó su ayuda y ambos miraron hacia el horizonte, donde parecía que el lago terminaba.

—Que tenemos que hacernos fuertes pronto si queremos proteger a esos ancianos decrépitos. —Replicó y Sarada soltó una risilla desganada.

Pero sabía que Boruto tenía razón.

Tenían que hacerse fuertes.

  

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Naruto arrugó una hoja de papel y la tiró en el canasto de la basura, fallando vergonzosamente en la puntería. Perdió la cuenta de cuántas veces había redactado mal el reporte que tenía que entregarle a la Alianza Shinobi. Todos los Kages tenían que hacerlo mensualmente, así podían mantenerse al día sobre las novedades respectivas de cada aldea.

—Desquitándote con esa pobre hoja no vas a sentirte mejor. —Reprendió Shikamaru, quien apenas estaba ingresando a la oficina, cerrando al puerta tras de sí.

El Uzumaki no dijo nada. Volvió a enterrar la vista en el computador, aunque realmente no estaba mirando nada de lo que había en la pantalla. Tecleó algunas cosas sin mucha diligencia, tratando de convencerse a sí mismo de que estaba trabajando en el reporte como tenía que hacerlo. Shikamaru acortó la distancia, lo suficiente para inclinarse y colocar la mano sobre el escritorio cuidadosamente.

—No te has levantado de aquí en todo el día. He de suponer que tampoco has comido —habló aunque sabía que su amigo no estaba prestándole atención.

Shikamaru torció los labios. No solo estaba preocupado como amigo, si no agobiado como su secretario. Entendía que Naruto estaba pasando por un mal momento, pero era su deber traerle los pies devuelta a la tierra, por más que no le gustara la idea de ser él quien tuviera que encargarse de ese trabajo sucio. Ahora Naruto era el Hokage y tenía que cumplir sus funciones a cabalidad.

—He estado ocupado, dattebayo —finalmente dijo algo y despegó la mirada de la pantalla para ver a Shikamaru, con los párpados pesados.

Naruto estaba hecho un desastre en todo aspecto.

—Escúchame, Naruto… —respiró profundamente, llenándose de cierto valor.

Nuevamente recordó que no era el mejor tratando de subirle los ánimos a nadie, y menos si se trataba de Naruto respecto a algo relacionado con Sasuke. Era un tema que particularmente nadie quería tocar. Cuando se trataba de esos dos, no había persona que pudiera controlar la situación, y eso era algo que se sabía desde los días de academia y se fortaleció cuando el Uchiha se marchó de la aldea.

—Hundirte en el trabajo y hacerlo todo a medias no te será de ayuda. Huirle a lo que estás sintiendo… solo te destruye más.

En ese punto, Shikamaru se cuestionó si Naruto estaba volviendo a sumergirse en sus pensamientos, ignorándole, o si sus palabras sí causaron estragos, porque muy pronto, el rubio estaba mirando nuevamente sus manos temblorosas y con las facciones descompuestas. Fue entonces que se sintió conmovido. Shikamaru no era conocido por ser el hombre más inteligente de Konoha por nada, ni era el mejor amigo de Naruto por nada… hace muchos años que entendió la naturaleza de los sentimientos que Naruto tenía por Sasuke, y al principio estuvo confundido sobre por qué escogió el camino del matrimonio con Hinata aunque jamás cuestionó su decisión. Sabía que no era su responsabilidad, ni de nadie más que de ellos… pero se preguntó si de haber sido un mejor amigo para Naruto, le hubiera aconsejado algo distinto, qué tan distintas serían las cosas para todos ahora.

—Ven conmigo.

Al principio Naruto no pareció comprender la orden. Confundido, se puso de pie, sintiendo las piernas entumecidas. El instinto le hizo seguir a Shikamaru en sin refutar algo.

 

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—¿Por qué… estamos en el hospital, dattebayo? —Preguntó con cierto temor grabado en la voz.

Shikamaru no respondió con palabras. Le invitó a seguir y juntos recorrieron en los pasillos sin conversación de por medio. Los ninjas médicos y las kunoichis saludaban al Nanadaime, ninguno sorprendido por su presencia, después de todo era esperado que él querría visitar a su mejor amigo. Sin embargo, las kunoichis de la central de enfermería sabían que las visitas para Sasuke estaban restringidas por lo delicado de su condición.

—Tú espérame aquí, le diré a Tsunade-sama que te he traído —Aconsejó el castaño y Naruto solo asintió, apenas moviéndose por el impulso de hacerlo.

Cuando Shikamaru desapareció entre los pasadizos para ir a la dirección general del hospital, Naruto se permitió caer sentado en una de las sillas de espera del área de cuidado crítico. Miró sin mucho interés todo el lugar, notando que al fondo había un largo pasillo de habitaciones de enormes ventanales semi-polarizados con un cristal blanquecino, típico de los hospitales. Se podía ver a través de ellos al otro lado, pero no lo suficiente para restarles privacidad a los pacientes. Al ser una unidad de crónicos, lo importante era que los ninjas médicos pudieran ver a sus enfermos y monitorizarlos sin mayor inconveniente en caso de que se presentara alguna emergencia.

Y entonces sus piernas se movieron solas.

Sin saber por qué, ya estaba caminando en dirección a las habitaciones. Las kunoichis quisieron detenerle, pero le tenían tanto respeto al Hokage que ninguna se atrevió a dar el paso, aunque sabían que si no le prohibían el acceso y Tsunade llegaba a enterarse estarían en problemas.

Naruto levantó la vista, mirando habitación por habitación. Cada una de ellas estaba vacía. Era lo esperado, los tiempos de paz traían consigo heridas menos mortales en las misiones, y los aldeanos del común eran atendidos en otro sector del hospital.

Pero había una habitación que estaba ocupada, y lo supo cuando se irguió frente al cristal semi-transparente y sus ojos se enfocaron en la persona que inconscientemente estuvo buscando todo este tiempo. Llevó ambas manos sobre el vidrio, como si acariciándolo pudiera tocarle el rostro a él.

Una punzada dolorosa se alojó en el centro de su corazón al verle. El pecho de Sasuke subía y bajaba, rítmico, a una velocidad pausada y constante, pero no lo hacía por su cuenta si no gracias al ventilador mecánico conectado a él a través de un tubo fijado en su boca. Su cabello estaba acomodado correctamente en su lugar, como si alguien, probablemente Sakura, se hubiera encargado de mantener la pulcritud en él. Habían varios monitores rodeando la cama, cada uno de ellos dando distintos parámetros de signos vitales y varias bolsas de líquido que no sabía qué era colgando de dos atriles distintos y conectados a otros equipos.

—Sasuke...

Los dedos de Naruto resbalaron por el cristal, intentando atraparle, queriendo atravesarlo para acortar la distancia entre los dos pero el aturdimiento no le permitía identificar siquiera en dónde estaba la puerta. Y cuando quiso moverse, cuando quiso romper el vidrio porque no conocía otra forma de tenerle cerca de él, uno de los monitores empezó a sonar escandalosamente, en medio de un pitido agudo que le caló los oídos y el pecho de Sasuke subió y bajó errático, ya no con la parsimonia de momentos atrás, si no como si el corazón se le quisiera salir de la cavidad torácica. Podía escuchar los esfuerzos de Sasuke por tomar aire a través del tubo alojado en su tráquea. Se mareó cuando el pitido se convirtió en una alarma que resonó tortuosa por cada rincón del hospital. Las piernas le temblaron cuando el caos arremetió por todo el pasillo y el sonido de las ruedas del carro de paro y el grito de las kunoichis avisando que algo estaba mal en la habitación 249 fue como el golpe de realidad que estuvo necesitando todo este tiempo.

Esta vez que él fuera el Hokage dejó de importarle a todos. Nadie tuvo cuidado para pasarle por el lado y entrar a la habitación de Sasuke. Naruto no fue capaz de moverse, de todos modos, se lo hubiesen impedido. Apoyó su frente contra la ventana, tratando de comprender lo que estaba ocurriendo.

Una de las kunoichis retiró las cobijas que protegían a Sasuke del frío y rompió la bata que lo cubría, desnudando su torso, que estaba vendado para favorecer la curación de la herida penetrante de días atrás y que aún no estaba cerrada. Vio que otro de los médicos encendía el desfibrilador, y un par de kunoichis más empezaron a preparar los medicamentos que estaban en los pequeños compartimientos del carro de paro.

“¡Está en una parada cardiorrespiratoria!” dijo una de las kunoichis. Naruto no pudo procesar la información.

Cerró sus ojos.

Un Naruto de apenas seis años, si mal no recordaba, caminaba con las manos en los bolsillos cerca del muelle. El corazón estrujado por el rechazo vivido momentos atrás en el parque de la aldea, cuando él solo quería jugar y nuevamente los adultos pusieron una barrera entre él y los otros niños. Él no entendía por qué, y algo faltaba en su pecho… estaba vacío. Vacío de amor.

Y mientras caminaba, sentado en el borde del muelle, vio a otro niño. Su cabello negro y en la espalda el símbolo de un clan que no conocía —o del que al menos no era consciente en el momento—. Naruto quiso detenerse y acercarse. Vio que estaba solo, que no era el único. Tal vez ese niño podía entender el sentimiento de soledad que había en él y podrían ser amigos… pero la timidez fue más grande y no pudo hablarle. Antes de hacer algo, el niño levantó la mirada hacia él y ojos negros conocieron ojos azules. Ambos se miraron con molestia al saberse descubiertos y Naruto frunció los labios, apartando su mirada y siguió con el camino, solo que cuando se aseguró de no ser visto, sus labios se curvaron en una sonrisa.

No era el único que conocía el dolor de la soledad.

Y algo nació entre ellos, porque bastó mirarse para saber que por primera vez alguien les entendía.

Cuando volvió a abrir los ojos, la kunoichi tenía sus manos en el pecho de Sasuke, el chakra verdoso iluminando bajo sus palmas mientras presionaba con fuerza contra su torso, que comenzaba a ensangrentarse a través de las vendas gracias a la fricción que ejercía con las compresiones que reabrieron la herida. Las curvas en el monitor subían y bajaban, y el pitido intenso no cesaba. Más médicos entraron por la puerta de la habitación como si la multitud pudiera salvar a Sasuke.

Un nudo tan fuerte como asfixiante le bloqueó la garganta. Entreabrió los labios queriendo llamar su nombre, pero igual que en su suelo, nada salió de su boca.

—Toma.

Sasuke tendió su bento a Naruto que estaba atado en el poste luego de haber incumplido las normas de Kakashi durante el examen para ser aprobados como sus estudiantes. El rubio abrió los ojos de par en par, confundido por la acción.

—¡E-espera, Sasuke-kun! Ya oíste al maestro…

—No te preocupes, iremos por los cascabeles los tres juntos, sería un problema que nos estorbara por no haber comido.

Sasuke ya no estaba jadeando como lo hizo momentos atrás. Los únicos movimientos eran ocasionados por la kunoichi que seguía haciendo compresiones frenéticas contra su pecho mientras otros dos administraban los medicamentos directamente. Naruto no sentía las manos, ni las piernas, observando todo como un ente al que le han drenado la vida, como un alma en pena que no puede hacer otra cosa más que repetir cíclicamente una y otra vez los pensamientos en su cabeza.

No se percató de que Sakura se acercó a la habitación, pero al ver a Naruto, conservó su distancia y se mantuvo en silencio, apoyada contra la pared.

Estaban extenuados, pero se miraron sonrientes. Después de tantas horas de entrenamiento en el bosque de chakra, ambos pudieron dejar por primera vez sus diferencias en la búsqueda de hacerse más fuertes. Y lo hicieron juntos. Trabajaron en equipo para perfeccionar la misión que les dejó Kakashi: aprender a controlar chakra en la planta de sus pies y escalar el árbol sin usar las manos. Al mismo tiempo alcanzaron la cima de los árboles más altos del bosque, y reflejados por la luz de la luna, decidieron volver con sus compañeros para celebrar el éxito de sus esfuerzos, aunque sabían que se vendrían cosas difíciles.

Apoyados en el otro, regresaron a casa de Inari sonrientes y satisfechos.

Sus labios temblaron cuando intentó formar una sonrisa nostálgica, pero solo le salió una mueca dolorosa.

Por su parte, Sakura cerró sus ojos al escuchar la conversación a viva voz de los ninjas médicos dentro de la habitación de Sasuke. Parece que las cosas no estaban yendo muy bien.

El ambiente estaba demasiado tenso y parecía que todos querían matarse entre todos. Y era cierto, probablemente. La mirada de Sasuke especialmente revelaba las ansias que tenía por luchar contra los más fuertes, y también sus palabras hostiles dirigidas a Sakura en medio de la reunión para los exámenes chuunin.

—Naruto… —Y Sasuke se giró sobre sus talones para mirarle con una sonrisa que buscaba retarle— tú eres uno de los que más deseo enfrentar.

Era la primera vez que Sasuke le reconocía como un rival fuerte. Un calor intenso le recorrió de pies a cabeza, con una emoción tan llena de adrenalina que, justo en ese momento, Naruto se llenó de confianza. Él también quería luchar con Sasuke.

Varios de los ninjas médicos salieron de la habitación y otros más entraron, haciendo relevo. Parecía que los primeros en atender la emergencia estaban perdiendo el control de la situación. Naruto raspó el cristal con ansiedad, los ojos comenzaron a arderle. Las curvas en el monitor empezaron a descender y el pitido de alarma se hizo tan agudo que le caló hasta los huesos. El terror, el frío, el olor a muerte tan cerca… y él tan impotente. Tan vacío. Solo quería estrecharle contra su cuerpo y devolverle la vida.

¡Cállate por una vez! ¡¿Qué puedes saber tú sobre mí?! Nunca tuviste una familia, ¡has estado solo desde el principio! ¿Qué te hace pensar que puedes entenderme? He sufrido por todos esos lazos, ¡¿cómo podrías entender lo que se siente perder todo eso?!

Volvió a cerrar sus ojos y varias lágrimas resbalaron por sus mejillas, esas que por tres días permanecieron encerradas en la prisión de sus ojos, quemándole por dentro, ahogándole tanto que se le hacía difícil respirar.

—¿Y qué pasa si con el tiempo vuelvo a traicionarte?

Sasuke giró su rostro para ver a Naruto. Ambos estaban en las mismas condiciones, con el rostro magullado por tantos golpes, el dolor en sus brazos pasando a un segundo plano en el momento en que pudieron hablar por fin, como amigos, después de tantos años. Allí, bajo los tenues rayos del que apenas acariciaban sus caras, dándoles algo de aliento a la vida que se les escapaba, Naruto brillaba tanto como el sol, con esa sonrisa que jamás se borraba aunque estuviera moribundo.

—¡Entonces volveré a detenerte! —le dijo— pero no creo que lo hagas de nuevo.

—¿Cómo estás tan seguro?

—¡No hagas que lo repita, dattebayo! ¿Todavía no te ha entrado en la cabeza? Quién diría que eras tan tonto…

Naruto no pudo ignorar la solitaria lágrima que resbaló por la maltratada mejilla, como una cascada de perlitas que conservaría por siempre en su memoria.

No pudo contener más su pena. Por primera vez desde aquella noche, Naruto lloró cual niño pequeño que lo ha perdido todo. Sollozaba con tanto dolor, desgarrando su alma con cada lágrima mientras las piernas ya no sostenía el peso de su cuerpo. El sonido eléctrico del aparato de choque contra el pecho de Sasuke, su cuerpo levantándose producto de las corrientes, el aullido agudo del aparato que torturaba sus oídos y penetraba tan hondo, recordándole que su otra mitad estaba yéndose de nuevo, como aquella vez, como ese día, dejándole allí solo con todo el amor que jamás pudo entregarle.

Y es por eso que allí, bajo la lluvia y entre lágrimas silenciosas, los lamentos murieron en la boca del otro. Un impulso, una invitación, un roce bastó para que sus labios se buscaran en una caricia que al principio fue torpe pero tan natural que todas las piezas encajaron correctamente. La mano de Sasuke trazó figuras abstractas en las hebras rubias de cabello mientras Naruto sujetaba sus mejillas. El sabor dulce se mezcló con el salado de las lágrimas, con el amargo del dolor de saber que tendrían que renunciar a esto.

Naruto se llevó la diestra al centro de su pecho y se agarró la chaqueta como si quisiera sostenerse el corazón que se estaba yendo con Sasuke. Su frente resbaló por el cristal al igual que la mano izquierda, cayendo lentamente hasta arrodillarse en el suelo.

El placer era desquiciante y la necesidad del otro les hizo perder el raciocinio. Naruto no tuvo control alguno de sí mismo y los movimientos de su pelvis se hicieron frenéticos, desesperados, ansiosos, lleno de todo lo reprimido hasta el momento. Sasuke recibió todo lo que le daba y le devolvió el amor con besos, aferrándose a su espalda, gimiendo y llamando el nombre de Naruto tantas veces que estaba seguro que quedaría grabado en su alma para siempre.

No existían miedos, ni dudas, ni temores ni pesares. Solo eran dos amándose, entregándose, volviéndose uno y atando sus cuerpos porque sus almas ya estaban prendadas a la otra irreparablemente.

Se abrazó a sí mismo como si pudiera llenarse de Sasuke, del recuerdo de Sasuke, del calor de Sasuke, del sabor de Sasuke, ese que todavía permanecía tan vivido en su boca con el primer beso, con el segundo, de su voz, de sus caricias cuando hicieron el amor. Con el último beso. Y en ese instante, Naruto lo supo: se negaba a que fuera el último.

Se negaba a dejarle ir.

Algo dentro de él estaba yéndose con cada respiración ausente de Sasuke.

—Espera.

Naruto puso la mano en su hombro apenas terminó de acomodarse el chaleco. Sasuke ya se había vestido y la lluvia afuera de la cueva cesó.

—Regresa con tus compañeros.

Sasuke no se atrevió a mirarle, no después de lo que habían hecho. Era muy difícil la separación. Tener que decirle adiós, tener que renunciar a lo que ya sabían que sentían por el otro, justo momentos después de haberse entregado era más doloroso que arrancarse la mitad del cuerpo.

—No voy a olvidar esto, Sasuke —murmuró Naruto con un nudo en la garganta—. No lo olvides tú.

Sus ojos color cielo estaban llenos de lágrimas mientras se iba primero sin mirar atrás. No quería ver la cara de Sasuke, porque sentía que si se detenía un momento a contemplar a su amor por última vez antes de resignarse a una amistad no iba a poder. No tendría fuerzas para hacerlo, y él tenía que cumplir con sus promesas de paz.

Tal vez debió hacerlo. Se arrepintió tanto de no haberse volteado sobre sus pasos aquella tarde y fundirle contra su cuerpo, y pedirle que se fueran lejos, que se olvidaran de todo a ser felices en algún lugar donde nadie les conociera. Quiso devolverse en el tiempo y ofrecerle el mundo, quiso haber tenido el valor para tomar su mano después de luchar tantos años por traerle de vuelta a casa.

Se encogió sobre sí mismo llorando sin consuelo. Su frente ahora reposaba contra el espacio de pared que quedaba al finalizar la ventana. Quiso taparse los oídos para no escuchar, creyó que apretando los ojos con fuerza todo este escenario se convertiría en una pesadilla, pero no fue así. Era tan real, y daba igual a dónde corriera, daba igual qué tanto gritara, sentía que no podría alcanzar a Sasuke.

—Supongo que… —Sasuke hizo una pausa, jugando con la copita de sake en su mano. Naruto le contempló con reserva— felicitaciones.

El rubio pasó saliva y miró su propia copa. Su cabello rubio se reflejaba en la bebida traslúcida. Apretó la copa en su mano y trató de componer su mejor sonrisa.

—¿Ya lo sabes?

—Es de lo único que se habla en esta aldea —respondió sin ánimo en su voz. Naruto sabía que era la máscara de siempre, esa que usaba de excusa en las misiones para decir que los sentimientos no debían interponerse, por ejemplo.

—Gracias, supongo.

—Un hijo...—agregó, pasándose toda la copa de un solo trago. Tan poco acostumbrado a beber, Sasuke arrugó sus facciones con desagrado, o al menos Naruto quiso culpar al amargo de la bebida y no al amargo del sentimiento— es una cosa importante.

—Y tú… —esta vez fue Naruto quien bebió toda su copa. Le sirvió un poco más a su amigo, y tomó un tanto más para él— Sakura-chan me dijo que te has decidido a llevarla contigo a tus viajes.

—Hn.

Ninguno de los dos dijo nada, tampoco se atrevieron a mirarse.

—Ojalá también puedas tener una familia. —Agregó Naruto, sin saber si había sido el peor error de su vida, o solo los buenos deseos a un gran amigo de su infancia.

Al gran amor de su infancia.

Al único.

Si hubiese visto el rostro de Sasuke en ese momento, tal vez se hubiera dado cuenta de lo mucho que los dos estaban sufriendo.

Pronto ya no hubo más sonido. Ningún otro más que los sollozos interminables de Naruto.

Yo te amaba… aún te amo.

Y también quería… quería estar contigo, lo quería tanto que dolía, dolía mucho.

Tal vez en ese nuevo futuro ya no serás hokage y yo no seré una sombra… tal vez, en esa próxima vida estemos juntos, así no tendré que seguir imaginando cómo sería un mundo a tu lado, y pueda tomar tu mano, ser libres… podría renacer con un poco de tu luz, Naruto… una vida normal contigo, e-eso… eso me gustaría mucho.

Si pudiera tenerlo en sus brazos una vez más, si pudiera verle a los ojos de nuevo, si pudiera tomar su rostro entre sus manos no dudaría en llenarle de besos, no perdería ni un segundo para acariciarle centímetro a centímetro hasta llenarle de tanto amor que Sasuke nunca más volvería a sentirse vacío porque no tenía a su otra mitad, porque iba a compensar todos los años lejos, porque estaría dispuesto a abandonarse a sí mismo con tal de tener un momento más a su lado. Si pudiera tener una segunda oportunidad, si tan solo existieran los milagros… esta vez ya no le dejaría ir. Nunca más.

 

Sakura también se abrazó a sí misma, apoyada en la blanca superficie mientras miraba a Naruto procurando contener el vergonzoso sonido de sus desgarradores sollozos. Quería respetar el dolor de su amigo, porque aunque a ella también le dolía perder a Sasuke, más que ninguna otra persona, siempre fue consciente de cómo todo en Sasuke se sosegaba cada que miraba a Naruto. Y más importante que todo, ella estuvo allí para secar cada lágrima que Naruto derramó por Sasuke, cuando estuvo dispuesto a dejar sus sueños, su vida, todo por salvarle y devolverle a casa. Por eso dolía tanto, tanto, ver a Naruto en ese estado, como si estuviera muriendo en vida. Ella lo entendía mejor que nadie... que de todos, por la ausencia de Sasuke, era Naruto quien más sufría. Incluso más que ella misma. Porque el lazo entre los dos iba más allá de la comprensión humana. Lo que ambos tuvieron y tendrían por siempre, sin importar la distancia... no era de este mundo. Solo le pertenecía a los dos. Eran dos almas divididas en mitades que siempre se buscarían a la otra. Y ahora mismo no tenía dudas: Naruto quería irse con él.

No quería perderlos a los dos. Si Sasuke se iba, Naruto se marcharía con él inevitablemente.

Por favor… solo una vez más...

 

Notas finales:

Nota uno: La verdad, la verdad, la verdad... yo no puedo creer que de verdad todas las personas que leyeron el capítulo 7 y me lo hicieron saber hayan creído en serio que yo maté a Sasuke. Tanto por los reviews en esta plataforma como por los comentarios que me dejan las personitas en facebook (¡saludos, por cierto, amiguitos!). De hecho cuando lo publiqué no pensé que alguien se fuera a tomar en serio la "muerte" de Sasuke y que pasaría como si nada siendo que por todos lados he dicho que quiero un final feliz para ellos.

Lo cierto es que cuando hice el capítulo anterior, a medida que avanzaba, tenía que convencer a Naruto de que Sasuke estaba muriendo, y Sasuke mismo tenía que estar convencido, porque lo sentía, justo como un paralelo del País de la Ola. En ese momento Sasuke creyó que iba a morirse, Naruto lo creyó igual. Acá fue algo parecido. Ellos tenían que pasar por algo así para poder entender que no pueden dilatar el amor que se tienen. Aunque efectivamente, en teoría, sí contaría como "muerte" siendo que tuvo un paro cardiorrespiratorio pero... AÚN ASÍ, ME HICIERON DOLER EL CORAZÓN SUS MENSAJES, ¿SABEN?

Fuera de dramas escandalosos de mi parte, quería compartirles que cuando me siento a narrar algo, no lo hago en un momento random de mi vida porque "qué divertido es". Para mí es una preparación mental en el que, por ejemplo el capítulo de hoy que fue sobre el dolor de Naruto, me senté a escuchar canciones tan tristes que acabé lagrimeando con él pensando en Sasuke (y después me sentí tonta porque quién en su sano juicio se acongoja con lo que escribe, pero creo que fue el efecto musical y mi masoquismo¿?) y al final cuando termino de escribir me queda el sinsabor depresivo en el alma. En el capítulo de la pelea, me tragué todos los OST motivacionales de Shippuden a ver si me entraba la acción al cuerpo, jaja. 

Así que, en conclusión, trato de sumergirme en el sentimiento de los personajes, así que si logro trasmitirles un poco de eso, se me pone calientito el corazón.

 

Nota dos: Otra cosa que quería decir es que con este capítulo oficialmente hemos llegado a la mitad del fic. No a la mitad hablando de números, si no a la mitad story-wise, la trama en sí. Y hablando de números, también por fin puedo calcular la extensión del fic y les cuento que aproximadamente le quedan 15 capítulos más por delante incluyendo el epílogo (que sí, tendrá uno, pero tengo dos ideas en mente y quiero hacer ambas, por qué soy tan desastrosa my god). Pueden ser un poco menos de 15, o algo más que eso si algo adicional se me ocurre, pero lo dudo. Ya tengo tan claro lo que va a continuar y cómo se va a desarrollar que estoy ansiosa porque lo vean. 

¡Ahora sí! Ya no sigo hablando más, que por hoy me sentí muy conversadora (los feels, ah). Gracias, por infinito, por leer esta historia y sus mensajes tan bonitos. ¡Nos leemos en la siguiente actualización! 

 

Próximo capítulo: Un corazón como el tuyo

Naruto apoyó la mejilla contra el vientre de Sasuke por encima de las cobijas, procurando no dejar caer demasiado su peso encima y no lastimarle. Desde ese ángulo, con adoración infinita, se dedicó solo a contemplarle descansar apaciblemente. Se sentía somnoliento, pero no quiso perderse la oportunidad de estar allí, apenas escuchando su respiración. 

Posó su mano sobre la de Sasuke que reposaba a un costado de la cama. Acarició el dorso con su pulgar, buscando calentarle porque estaba helada. Se preguntó qué podría decirle si en algún momento despertaba(...)


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