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Ancora qui por nunu

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Notas del capitulo:

En teoría para mí sigue siendo martes, así que...

¡Hola, volví! 

Y los invito a que lean el capítulo sin mayor preámbulo (mis saludos bíblicos para las notas finales).

Disclaimer: los personajes pertenecen a Masashi Kishimoto.

 

No importaba cuántas veces Tsunade intentara explicarles que la condición de Sasuke estaba mejorando más rápido de lo pensado, Naruto solo continuaba perpetuando sus dudas y su angustia. Sakura estaba de acuerdo con él. El hecho de que ya no tuviese que estar conectado a una máquina de ventilación y ahora solo usaba la mascarilla de oxígeno, o que no había vuelto a recaer en un paro desde la última vez hace poco más de cinco días, no significaba que Sasuke realmente estuviera bien. Él no había despertado del coma, y ese era el motivo real de la intranquilidad de todos.

Tsunade, sin embargo, insistía en que era lo esperado y que debían tener paciencia. Mientras siguiera respondiendo al tratamiento, sus probabilidades de sobrevivir eran altas. Pero aún… eso no era suficiente, mucho menos para Naruto.

Y procurando que el Hokage cumpliera sus funciones como tenía que hacerlo, fue persuadido por Shikamaru y Kakashi para que se concentrara en su responsabilidad con la villa a cambio de poder ver a Sasuke unas cuantas horas al día pese a la prohibición de las visitas por parte del personal médico y Tsunade, específicamente, que al final decidió que lo mejor era acceder. Todos ya estaban resignados a que cuando se trataba de Sasuke no había alguien que pudiera detenerle, así que previendo alguna acción impulsiva de su parte, optaron por lo que sería más conveniente para todos.

Pero Naruto estaba actuando mucho mejor de lo pensado, y eso les tuvo sorprendidos, asumiendo que él realmente sería incapaz de cumplir con su palabra mientras Sasuke continuara en esas condiciones. Naruto no era el mismo Naruto de antes. Entendía, mejor que nadie, su compromiso con Konoha y aunque su corazón estuviese todo el tiempo, a cada segundo de su existencia, palpitando al mismo ritmo que el de Sasuke, sabía que tenía que mantenerse fuerte y levantar la cabeza como Hokage. Porque entonces cuando cayera la noche, podría ir a verle y quedarse con él un rato, esperando pacientemente por el momento en que abriera sus ojos una vez más.

Sin embargo, el hecho de estar cumpliendo como líder no significaba que estuviera cumpliendo consigo mismo. Era evidente lo mucho que la situación le estaba superando. Sus ojeras parecían haber triplicado su tamaño, la falta de sueño le tenía físicamente más débil y caminando más despacio, hablando menos frecuentemente y con la mirada opaca tan falta de vida. Las sonrisas que daba por cortesía no llegaban a sus ojos. Apenas si se había peinado en esos días, ni se molestó en retocar su corte de cabello, ni mucho menos se había afeitado, así que unos finos vellos rubios ahora acariciaban su mentón. Y nada de eso le importaba.

Su imagen contrastaba con la de Sasuke y eso era lo más irónico de todo. Aún dormido por tantos días, Sasuke estaba impecable, su cabello acomodado en todos los lugares correctos, pulcramente afeitado y su bata de hospital tan limpia y planchada como ninguna otra. Y si alguien preguntaba quién era el responsable, cualquiera respondería que Sakura, y en cierta medida era de ese modo. Sakura procuraba que su esposo estuviera confortable. Pero era Naruto quien todas las noches, durante sus visitas, se encargaba de la mayor parte de los detalles.

Esa tarde Naruto terminó con su documentación un par de horas más temprano de lo habitual. Pese al caos ocasionado por Tomohisa, que todavía continuaba en proceso de investigación, no existían mayores amenazas o novedades entre las aldeas así que mantener todo en orden fue relativamente sencillo. No es como que hubieran demasiadas misiones por repartir últimamente, así que luego de asignar unas cuantas que consideró podrían hacer los grupos genin menos experimentados para reforzar sus habilidades, se tomó la licencia de pasar por el hospital antes de que entrara la noche.

—¡Nanadaime! —Saludó alegre y cortés una de las kunoichis, secretamente (o quizás no tanto) admiradora del Hokage.

Naruto respondió con una sonrisa amable mientras registraban su llegada en el sistema.

—Si quiere saber más, tendrá que esperar a que llegue Tsunade-sama —respondió mientras le hacía firmar el libro de visitas, luego de que Naruto le preguntara si había algo de evolución sobre el estado de su amigo—, ella está tratando todo el caso de manera confidencial.

—Entiendo, gracias —dijo él y asintió gentilmente. La muchacha creyó que se iba a derretir. El Hokage le había hablado y sonreído directamente.

Cuando Naruto se perdió entre los pasillos hacia la habitación de Sasuke, la muchacha le contó a sus compañeras de su encuentro cara a cara con el héroe de Konoha, entusiasmada por el honor.

Exhaló y cerró la puerta tras de sí, reposando su espalda contra el cristal por un momento mientras tomaba fuerzas para acercarse a Sasuke. Daba igual cuántos días pasaran Naruto no se acostumbraba a verle tan vulnerable, solo allí acostado en la cama y conectado a varios aparatos que no entendía para qué servían. Sonrió, no obstante, al ver su pecho subiendo y bajando uniforme y sereno, sin dificultad alguna y de repente pareció que nada le perturbaba. Sasuke lucía en paz.

—¿Cuánto tiempo más me harás esperarte?

Murmuró mientras acortaba la distancia entre los dos. Tomó asiento en la silla ubicada estratégicamente en su costado derecho y le miró atentamente. Por supuesto que no iba a responderle nada.

—Siempre tienes que hacerte el interesante, dattebayo —continuó.

En sus viajes con Jiraiya escuchó muchas historias, de todo un poco, una de ellas es que era importante hablarle a las personas en coma aunque no fueran conscientes de nada, para mantenerles conectados con la realidad, o algo así, recordó fugaz. A estas alturas le daba bastante igual alguna fundación científica. Él solo quería hablarle. Quería que Sasuke supiera que aún estaba aquí. Que iba a estarlo siempre.

—Mira que declararle tu amor a alguien y luego echarte a dormir, así sin más... —rió bajito, ronco y débil. Pero allí estaba también algo parecido a una sonrisa dulce. De esas que solo eran para él. De esas que gritaban amor por todas partes.

Naruto apoyó la mejilla contra el vientre de Sasuke por encima de las cobijas, procurando no dejar caer demasiado su peso encima y así no lastimarle. Desde ese ángulo, con adoración infinita, se dedicó solo a contemplarle descansar apaciblemente. Estaba somnoliento, pero no quiso perderse la oportunidad de estar allí, apenas escuchando su respiración.

Posó su mano sobre la de Sasuke que reposaba a un costado de la cama. Acarició el dorso con su pulgar, buscando calentarle porque estaba helada. Se preguntó qué podría decirle si en algún momento despertaba o qué iban a hacer a partir de ahora. Algo martillaba en su cabeza constantemente. Esta vez ya no se sentía capaz de callar y pretender que no había ocurrido nada. Sasuke había sido tan sincero con sus sentimientos, y el beso, ese bendito beso que todavía lo sentía cosquilleando en sus labios. Un beso con sabor a sangre, a lágrimas, a la más pura de necesidad de entregarle su vida al otro.

—¿Sabes? —rompió el silencio, que de repente se le antojó lúgubre— últimamente había estado soñando mucho contigo. Me pregunto si era alguna clase de aviso o premunición. Y ya sé, ya sé —se detuvo a sí mismo, frotando su mejilla contra el vientre ajeno cariñosamente—, sé que me dirás que son tonterías y que no crees en nada. Pero yo sí creo. Aún creo en nosotros. Aunque no me escuches, sé que aún estás aquí. Yo estoy aquí. Así que vuelve... vuelve pronto, vuelve a mí.

Cerró sus ojos con fuerza, porque ardían, y un nudo le oprimía la garganta. Llevó la mano que sujetaba contra sus labios y presionó un beso contra el dorso.

Más pronto que tarde se levantó y frunció el ceño. Una visita fría se colaba por la única ventana. Se dio cuenta de que estaba entreabierta y luego de proteger el brazo de Sasuke bajo las mantas, se puso de pie para cerrarla.

—¿Acaso quieren que mueras congelado, dattebayo? —se quejó en voz alta— voy a pasar una queja al Ho- oh, qué tonto, yo soy el Hokage, jé.

Naruto se devolvió sobre sus pasos y antes de volver a tomar asiento, se quedó pasmado a mitad de camino. ¿Estaba alucinando? No, no estaba alucinando. Estaba seguro de haber percibido un sutil movimiento de la mano de Sasuke bajo las sábanas.

—¿Sasuke? —preguntó con cautela y el corazón arrítimico en el pecho de tanta emoción.

Raudo y veloz volvió a sentarse, agitándole con sumo cuidado la mano por encima de la tela.

—¡Sasuke! —repitió esperanzado, pero no hubo reacción alguna.

El toc-toc de la puerta le sacó de su ensimismamiento. Ladeó el rostro para ver a Sakura atravesando el umbral y cerrando la puerta una vez estuvo dentro.

—Naruto —dijo, paseando la vista desde su esposo hasta su amigo, antes de sonreírle. Ella también estaba notablemente cansada y ojerosa—, Hinata está allá afuera.

—Sakura-chan —se puso de pie y señaló hacia la cama— estoy seguro de que le he visto moverse. ¡Sasuke está despierto!

Ella le miró con duda. Observó a Sasuke de nuevo, pero ni un músculo se le movía en indicación de que podría despertar en algún momento. Nuevamente, sus ojos verdes escanearon a Naruto, vacilante.

—No creo que debamos hacernos muchas ilusiones... —habló bajito, con el corazón aplastado—, ni dejar que las ganas que tenemos de que despierte nos haga ver cosas que no... que no están sucediendo.

Naruto frunció el ceño y acercó sus pasos hacia ella.

—Está bien —replicó—, puedes no creerlo. Pero sé que no me lo he imaginado.

Sakura no quiso discutirle al respecto. Admiraba a Naruto por estar tan optimista incluso en una situación como esa, era parte de su naturaleza, después de todo. Tener fe en todo. Es así como es Naruto. Pero la realidad era muy distinta.

—Hinata está allá afuera —insistió, acariciándose el brazo con la mano contraria—, ha traído algo para que cenes. Te está esperando en la oficina de la dirección del hospital. No la hagas esperar mucho, ella está preocupada por ti.

Una punzada de culpabilidad le apuñaló el pecho. Es cierto. Con toda esta situación, se pasaba por su casa con mucha menos frecuencia que antes, y ya ni recordaba cuándo fue la última vez que cruzó más de dos frases seguidas con su esposa. Si no estaba siendo Hokage, estaba visitando a Sasuke. Probablemente Boruto estaría terriblemente disgustado con él por su falta de atención, aunque la última vez que vio a su hijo, esa mañana, él le había preguntado por la situación de su maestro y no le reprochó nada. Naruto supuso que de hacerlo, lo haría una vez todo pasara. No ahora, cuando los ánimos de todos estaban tan fluctuantes.

Se limitó a asentir y a salir de la habitación, dedicándole una última mirada a Sasuke, que continuaba sumergido en su mundo de sueños.

Sakura exhaló con pesadez y le miró marcharse. Tenía tantas dudas en su cabeza que era muy difícil organizarlas todas, pero sabía que no era el momento de abordar ninguna de ellas. De todos modos no había algo que pudiera hacer. En ese instante, como siempre, desde que solo eran genins... todo dependía de ellos dos.

Aunque Tsunade le había prohibido ser parte del caso de Sasuke, ahora que estaba presentando mejoría, le permitió encargarse de detalles menores. Se acercó al buró izquierdo para organizar la bandeja con insumos y medicamentos. En el derecho solo estaban sus pertenencias personales. Mientras miraba distraídamente qué ampollas de medicamentos serían las que dejaría a disposición pues algunas otras ya no serían necesarias, escuchó un quejido. Su corazón dio un vuelco. Bajó la mirada y vio a Sasuke con los ojos cerrados, las cejas tenuemente fruncidas y los labios entreabiertos, tratando de pronunciar algo pero nada salía de su boca.

—¿Sasuke-kun...? —susurró con cautela, sin poder creerse aún que después de tantos días de angustia, Sasuke estaba por fin reaccionando.

Inevitablemente sus ojos se llenaron de lágrimas. Se cubrió los labios para ahogar un sollozo y evitar lanzarse sobre sus brazos como lo habría hecho años atrás. Que estuviera vivo era un milagro, pero que haya despertado... estaba fuera de toda comprensión humana. Sakura quiso darle su espacio, debía estar demasiado aturdido. Sasuke todavía no abría los ojos pero removió su cabeza despacito contra la almohada, como buscando algo, probablemente solo trataba de comprender lo que estaba sucediendo.

—Sasuke-kun —repitió, esta vez acercándose, a un llorosa, para acariciar su cabello cariñosamente— está bien, estás en el hospital de Konoha y aún... aún vives —reiteró.

Él solo se estremeció antes de poder, por fin, abrir los ojos. Los volvió a cerrar inmediatamente. La luz era demasiado fuerte para su sensibilidad. Otro quejido y empuñó la mano contra el colchón, aunque Sakura no pudo percibirlo. Sasuke tomó aire una y otra vez. Cuando intentó descubrir sus párpados una vez más, con pesadez, recorrió con la mirada el lugar.

Blanco, todo era muy blanco.

No había nada más que blanco.

O no todo. También estaba Sakura, llorando muy cerca de su rostro en silencio.

Fue entonces que débilmente, Sasuke clavó su mirada en ella. Pero no la veía, ciertamente. Sakura lo supo cuando su esposo volvió a abrir los labios, y con la voz imposiblemente rota, quiso decirle algo.

—Na... —no pudo continuar. Perdió el aire demasiado pronto. Cerró sus ojos, tratando de concentrarse y coordinar sus palabras. Estaba perdido. Sasuke estaba en una nube y no se pertenecía. Eran muchos días en coma, con muchos medicamentos, al borde de la muerte— Naru-

Y aunque quiso, no fue capaz de culminar. Pero Sakura no lo necesitaba.

Sus lágrimas bajaron aún más copiosas y sintió como si alguien le hubiese atravesado el pecho para arrancarle el corazón brutalmente. Aún así se limitó a sonreírle cariñosamente y se secó las lágrimas.

—Naruto... —dijo Sakura, sabiendo lo que Sasuke necesitaba, lo que en medio de su inconsciente estado fue lo primero que llegó a su mente. Trató de que su voz no se quebrara— él debe estar cenando ahora mismo, ha estado muy pendiente de ti y viene a verte todos los días. Ese tonto, casi ha tocado obligarle a separarse de ti, shannaro…

Sus lágrimas traicioneras no se detuvieron bajo la mirada perdida de Sasuke. Él quería decir muchas cosas, podía verlo en esos ojos ansiosos. Pero fue incapaz de pronunciar palabra alguna. Nuevamente soltó otro quejido y su cuerpo se tensó. Sasuke temblaba, casi tanto como la noche en la que ocurrió todo. Los signos vitales en el monitor comenzaron a alterarse.

—¿Estás adolorido? —cuestionó preocupada, y como pudo, Sasuke asintió con un gesto de su cabeza.

Sentía que todo le dolía, desde la hebra del pelo hasta la uña del pie. Era como si muchas agujas se le clavaran en el cuerpo, tanto que le costaba sostenerse a sí mismo. Ya Tsunade había advertido a Sakura que algo así podría suceder, después de todo, sus daños habían sido internos y las consecuencias eran poco previsibles e ineludibles.

—E-espera —nerviosa, se acercó a la bomba de infusión de medicamentos, donde estaban preparadas las mezclas, algunas pausadas y otras goteando hacia sus venas. Manipuló el aparato rápidamente para permitir que el analgésico llegara a su esposo a una velocidad constante— estoy dándote algo para el dolor, Sasuke-kun. Lo más seguro es te haga dormir de nuevo, pero estarás bien. Cuando despiertes, ya todo habrá pasado.

Le dijo, mientras volvía a acariciar su cabello suavemente en un intento de darle su apoyo e invitarle a calmarse. Sasuke le miró con agradecimiento y afirmó con un débil movimiento de su cabeza.

Pocos minutos después ya estaba durmiendo una vez más. Sakura se limpió las lágrimas y recobró la recompostura. Tenía que avisarle a su maestra que Sasuke por fin había salido de su estado de coma y que el esfuerzo de tantas semanas con las investigaciones sobre ese jutsu estaba dando sus resultados.

Y así lo hizo. Sakura informó sobre la situación de Sasuke a Tsunade y juntas fueron a verle para un chequeo general, aunque él siguiera bajo los efectos analgésicos.

—Me preocupa, aún así, lo que va a pasar con él cuando los consejeros sepan que ha despertado —le dijo Tsunade, bajando el tono de su voz mientras salían de la habitación del Uchiha—. He escuchado que le tienen vigilado. Lo que me preocupa, realmente, es que si deciden hacerle un juicio Naruto va a perder los estribos.

Sakura asintió en respuesta, con claro agobio en sus facciones.

—Quizás estamos subestimando a Naruto, Tsunade-sama —contestó, sin embargo—, también pensábamos que no podría ser capaz de funcionar como Hokage y ha hecho un buen trabajo estos días pese a todo.

—Shikamaru me ha dicho lo que pasó en la oficina el otro día, cuando la representante del consejo fue a pedir explicaciones sobre Sasuke —refutó—, siempre he tenido fe en las capacidades de Naruto. He creído que podría convertirse en Hokage, y así lo ha hecho. Es el héroe del mundo shinobi. Es un hombre de valor, que ha demostrado su capacidad para ser un verdadero líder, se ha superado en todos los aspectos que alguien podría superarse. Pero hay algo en Sasuke que hace que se comporte como un absoluto idiota y eso no ha cambiado con los años.

La kunoichi se abrazó a sí misma y exhaló un suspiro agotado. No tenía cómo refutar eso. Naruto podría ser el mejor shinobi de la historia pero tenía una debilidad que cualquiera podría ver a simple vista. Si alguien insistía en manchar el nombre de Sasuke o desconfiar de él, sería muy impredecible su reacción bajo esas circunstancias.

—Como sea, aún no sabemos cómo evolucionará Sasuke y qué resolución tomará Naruto como Hokage —añadió la sannin y Sakura se limitó a asentir.

Después de pedirle que saludara a Naruto de su parte, Tsunade se marchó del hospital con estrictas órdenes a los demás médicos sobre cómo proceder con Sasuke en cuanto a los cuidados se refería para garantizar su bienestar. Y mientras Sakura se disponía a continuar con sus funciones, se cruzó con Naruto a mitad de pasillo, con claras intenciones de volver hacia la habitación de su esposo.

—¡Naruto! —entonces le interceptó. Naruto parpadeó en reacción ante la inesperada aparición de su mejor amiga— debo informarte algo, pero debes prometer que no saldrás corriendo.

Las cejas rubias se fruncieron con desconfianza y preocupación. Ciertamente, una parte suya no quiso decirle, no aún. Esa partecita esperanzada y egoísta, que reservaba para sí misma, esa que quería conservar la memoria de Sasuke solo para ella y que le hablaba al oído como un diablillo y le decía que era su decisión, y que tenía derecho a reservarse a algunas cosas. Pero Sakura nunca, o casi nunca escuchaba esa voz. Aunque doliera, aunque se le desgarrara el alma, aunque su corazón enamorado se deshacía en pedazos, ella sabía que lo que Sasuke necesitaba era a Naruto cerca, y que Naruto solo recuperaría el brillo en sus ojos al ver a Sasuke una vez más. Y eso... eso era más importante que sus propios sentimientos.

Estaba cansada de llorar, y se reprochó porque era lo único que podía hacer por Sasuke en ese momento. Por los dos, en realidad. Porque los amaba a ambos, de distintas maneras. Sus ojos se empañaron, pero esta vez, logró conservar la compostura.

—Sasuke-kun ya despertó.

Y antes de que pudiera completar la frase con una sonrisa, Naruto ya estaba disparándose a toda velocidad hacia su habitación. Sakura fue mucho más rápida y le alcanzó, logrando atinarle un puñetazo en el hombro. Naruto se quejó y se frotó la zona maltratada.

—¡Auch, Sakura-chan!

—¡Te dije que no corrieras, idiota! —recriminó, señalándole acusatoriamente.

Naruto, muy encantado, se hubiera quedado conversando con su amiga, pero su corazón estaba latiéndole muy rápido y sus pies parecían querer hacerle caso al llamado en su mente que decía "ve tras él, y ve ya". Sakura le sujetó de la muñeca para impedir que lo hiciera nuevamente.

—¡Naruto! —otra vez le regañó, pero ya no fue tan amable— escúchame bien.

El rubio quiso soltarse pero sabía que de no escucharla, ni su autoridad como Hokage iba a servir para que le permitieran verle. Dentro del hospital, los médicos tenían más autoridad que él. O eso era lo que siempre decían, después de todo, ellos conocían su trabajo.

—Él está muy adolorido, así que no vayas a agobiarlo mucho —aclaró, mirándole firmemente—. Le di analgésicos, por lo que ha vuelto a dormirse, probablemente despierte en unas cuantas horas.

Naruto atendió con impaciencia.

—Y tú... —y esta vez, la mirada de Sakura se suavizó a tal grado, que Naruto se estremeció.

¿Por qué Sakura le miraba con aquellos ojos? Le miraba con tristeza, con resignación, ¿con cariño, tal vez? Con desasosiego, con dolor. Con todo y con nada. Naruto no sabía, no lo entendía, pero se le encogió el corazón. Ella llevó una mano al centro de su pecho para acariciarle amistosamente y sonrió con desgano.

—Y tú, ve a darte una ducha y a afeitarte. Lávate la cara y cámbiate de ropa. Estás hecho un desastre. No quiero que Sasuke-kun te vea en esas condiciones —le dijo, hablando con un nudo en su garganta—. Se preocupará, y no podemos darle preocupaciones.

—Sakura-chan…

—Hazlo y regresa pronto. Te prometo que podrás verle cuando vuelvas.

Naruto permaneció en silencio por un efímero instante antes de hacer lo que le fue sugerido. Él no quería pensar. Ninguno de los dos quiso hacerlo. Al final, la prioridad, para ambos, en ese momento era el bienestar de Sasuke.

 

.

.

.

 

El Hokage no se había dado cuenta de cuánto necesitaba una buena ducha y un cambio de ropa hasta que lo hizo. Aunque no estaba seguro ya si lo que le tenía tan aliviado era la noticia sobre Sasuke o los largos minutos bajo el agua caliente. Probablemente un poco de las dos. No iba a estar en total calma hasta verle, hablarle, hasta escucharle. Pero al menos era un avance.

No tardó demasiado en estar listo y devolverse al hospital, no sin antes avisar de las buenas noticias a Hinata y Boruto, que estaban en casa y que cuestionaron, impresionados, si había pasado algo porque Naruto de repente se mostraba más animado, después de tantos días.

Se sentó en la silla que ya había proclamado como suya cual trono y se tensó al notar que Sasuke comenzaba a moverse. Despacito, muy despacito. Con dificultad pudo girar el rostro y un suspiro se le escapó de los labios. Fue entonces que Naruto sintió que recuperaba la vida. No Sasuke, si no él. El alma por fin le regresaba al cuerpo. Era como si todas las piezas de su mundo volvieran a acomodarse con su sola existencia y quiso echarse a llorar cual niño pequeño pero no fue capaz de hacer mayor cosa que contemplarle, porque estaba consternado, demasiado conmocionado. No parecía real. Aún se le reproducía en la cabeza tortuosamente la imagen de Sasuke herido y perdiendo el aliento en sus brazos. Pensaba que si se frotaba los ojos, este Sasuke que se hundía entre las cobijas cálidamente desaparecería y le daría paso a un escenario negro y lleno de sangre, de dolor, de pérdidas, como pasaba en sus pesadillas.

Y cuando Sasuke abrió los ojos, todo desapareció a su alrededor. Si tuviera que describirlo, se sintió como si cada rincón de la habitación se hubiese vuelto blanca, más de lo que ya era, y llena de luz, y lo único visible, perceptible y palpable, era la presencia de Sasuke. Sus ojos. Su ojo negro, oscuro y profundo, pero con el brillo de la vida de vuelta en ellos. Y su ojo lila, con su pupila que también rememoraba la noche sin estrellas, y los tomoes no eran visibles aún muy seguramente por la falta de chakra... pero Sasuke estaba allí. Aún. Y las ganas de llorar le empañaron la vista de nuevo pero una vez más ni una lágrima rodó por sus pómulos. Sasuke le miró y Naruto sonrió como no lo había hecho en tantos días. Sasuke le miró y Naruto juró que sería él quien moriría, pero de amor. Sasuke le miró y todo se sintió tan correcto, tan en calma. Pensaba que cuando Sasuke despertara sus impulsos le dominarían y saltaría sobre él para abrazarle fuertemente hasta cortarle el aliento, pero no. Fue calma. Fue paz. Una sensación que jamás hubo experimentado antes, como estar flotando en un océano ligero, o como estar suspendido y mecido por el viento, y su existencia eran pura y preciada. Su mundo se redujo a él. Naruto se supo invencible. Si caían mil meteoritos sería capaz de detenerlos todos con un suspiro porque Sasuke estaba allí, aún, y le miraba, aún, y no decía nada con su boca pero, dios, esa mirada lo era todo.

Entonces Sasuke sonrió y Naruto se deshizo. Tomó aire profundamente para llenarse los pulmones. Sasuke sonrió, un poquito, con timidez, pero sonrió y Naruto solo atinó a tomar su mano luego de colar la propia bajo las mantas. Sasuke también tomó su mano, con un roce débil porque no controlaba su cuerpo. Y cuando Naruto se percató de su intento por enlazar sus dedos, sacó ambas debajo de la prisión de las sábanas y las llevó a la altura de su rostro. Presionó la mano de Sasuke contra su mejilla y al notarla menos fría que antes, con una tibieza que era tan inesperada pero tan suya, ya no pudo contener las lágrimas. Bajaron silenciosas, pero cargadas de tanto. Y fue Naruto quien le miró con los ojos húmedos, pero Sasuke le devolvió la mirada con dulzura. Y entonces Naruto lloró un poco más, apretando los ojos sin saber si quería dejarlas escapar todas o si lo que quería era retenerlas.

—Tenía tanto miedo... —por fin pudo decir algo, con la voz quebrada, sollozando silenciosamente mientras se acariciaba el rostro con la mano de Sasuke que seguía resguardada con la suya, más morena, más cálida, más áspera.

Sasuke pareció entender sus palabras, pero no dijo nada aunque entreabrió los labios con intenciones de hacerlo. Dejó que Naruto se secara las lágrimas con su mano, aunque quiso hacerlo él mismo, no era capaz de nada. El cuerpo le dolía de punta a punta aunque ya no con la misma intensidad de antes. Naruto le curó cada rincón con su mera presencia, sin saberlo.

—Maldita seas, Sasuke, cómo te atreves, dattebayo... —y le regañaba entre risas y lágrimas. Sasuke se hubiera reído también de haber tenido fuerzas— voy a cobrarme esto a golpes cuando te pares de aquí, vas a ver...

Aunque Naruto quiso dejar de llorar, nuevamente las perlas cayeron y terminó hipando un par de veces. Si Naruto pudiera leer mentes, o leer corazones, se habría dado cuenta de que Sasuke jamás había sentido tanta ternura en su vida.

—Qué alivio...

Naruto dejó varios besos en aquella mano, recorrió las palmas, el dorso y los nudillos y reposó su frente allí por permitirse descansar cerca de él. Sasuke se estremeció y arqueó las cejas con sorpresa. Carraspeó, y se rindió en su tarea de hablar. Era como si alguien le hubiera comido la lengua, o la garganta propiamente.

—No te esfuerces tanto, idiota, no entiendes nunca nada, y luego te quejas todo el tiempo de que el testarudo soy yo.

A Sasuke le habría gustado decirle “cállate, estás haciendo mucho ruido”. Y era cierto. Incluso si Naruto no estaba levantando demasiado la voz, cualquier cosa que llegaba a su cabeza le taladraba dolorosamente. Pero estaba sorprendido de verse con vida.  De ver a Naruto. Creyó que ya no volvería a abrir los ojos, al menos no en este mismo mundo. Con dificultad recordaba lo que había sucedido, su mente seguía obnubilada y dispersa y en gran medida era por toda la cantidad de medicamentos administrados.

Se dedicaron solo a mirarse, con tantas cosas por decirse. Naruto quería hablar del tema, tenía que decirle cómo se sentía sobre lo que había dicho, darle una respuesta a lo que le confesó antes de colapsar en sus brazos, pero sabía que no era el mejor momento para hacerlo. Sasuke acababa de despertar, lucía claramente aturdido y cansado y lo último que quería era someterle a una marea de sentimientos incontrolables que pudieran afectar su estado. Y Naruto sonrió para sí mismo, pensando que algunos años atrás no habría podido morderse la lengua para reprimir todo lo que quería decir. Todo era tan distinto ahora… ¿era a lo que llamaban madurez? O tal vez, la certeza de que Sasuke no se iría a ningún lado. No todavía. No esta vez.

Tan distraído estaba sumergido en sus cavilaciones sobre lo correcto e incorrecto, que se agitó cuando se dio cuenta de que Sasuke estaba intentando sentarse sin éxito alguno. Apenas levantó la cabeza la dejó caer contra la almohada y soltó un quejido, empañando la mascarilla de oxígeno. Naruto arrugó el entrecejo.

—¿Estás sordo? He dicho que no te esfuerces —regañó, con tanta autoridad que incluso Sasuke mismo se sorprendió y no tuvo más remedio que hacerle caso. Eso, o el dolor y debilidad en cada fibra de su cuerpo eran más grandes.

Sin embargo, el Uchiha no se quedó tranquilo. Estaba impacientándose por no ser entendido.

—Naruto… —murmuró en medio de un suspiro, y porque cada vez que hablaba se agitaba rápidamente.

El rubio comprendió que algo quería decirle. Frágilmente, Sasuke estiró su índice en una dirección que Naruto se obligó a seguir, pero la habitación estaba tan vacía y lo único que había allí además de todas las máquinas eran las mesitas de noche.

—¿Hm? —parpadeó confundido— ¿necesitas algo? ¿es eso?

Sasuke asintió y pronunció algo ininteligible. Naruto se inclinó tratar de escucharle, y fue cuando consiguió comprenderle.

—A-agua.

Inmediatamente, Naruto miró hacia el buró que tenía en frente. En la superficie solo había una botella y un vaso desechable, al lado de una carpeta con documentos que seguramente trataban de su evolución clínica.

—¿Agua? ¿Tienes sed?

Y volvió a mover su cabeza, tan suave y despacio que de no ser porque el otro estaba atento a sus reacciones, no habría notado nada.

—Espera un momento.

Maniobró la botella y sirvió agua en el vasito, se giró para entregársela y se reprochó mentalmente al recordar que no podría beber por su cuenta, y las cejas arqueadas de su amigo fueron una gran reprimenda. Incluso en ese estado, Sasuke se las arreglaba para hacerle saber que estaba siendo el peor de los tontos. Con una risita nerviosa, optó por tomar asiento en el borde de la cama. Le bajó la mascarilla de oxígeno, pasó el brazo derecho tras su espalda y le sujetó la nuca con la palma abierta, buscando servirle de sostén al impulsarle lo suficiente y conseguir dejarle semi-sentado. Con la mano izquierda acercó el vaso a sus labios y lo reclinó en un ángulo apropiado para que el agua deslizara directo hacia su boca.

Sasuke pareció tan agradecido por ese acto salvavidas. Bebió sin detenerse todo lo que había allí y Naruto soltó una carcajada, sin ser realmente escandaloso.

—Debías estar muerto de sed, ¿verdad? Estuviste tantos días sin comer o beber nada, dattebayo… —le dijo, y Sasuke alzó la mirada mientras continuaba, con dificultad, en su tarea de saciar su necesidad de hidratarse.

Cuando acabó la bebida, Naruto retiró el recipiente y Sasuke exhaló para recuperar el aire.

Pero ahora estaban demasiado cerca y el Hokage no quiso volver a dejarle recostado en la cama. En silencio, se deleitó con su cercanía. Sasuke no se quejó aunque su espalda estaba adolorida. Sus pupilas se encontraron como si el mundo a su alrededor se hubiese detenido. Probablemente así era. Naruto le acarició la nuca cariñosamente con el pulgar y Sasuke suspiró quedito, y su aliento cálido cosquilleó en los labios de Naruto, que vibró allí, teniéndole entre sus brazos, con el corazón enardecido en ansiedad por murmurarle tantas cosas. Decírselas todas contra su boca.

Y no intentó siquiera contenerse. No podía. Apoyó su frente en la de Sasuke, que no le quitaba la mirada de encima, y a esas alturas Naruto no sabía si era porque también le quería así de cerca, o porque estaba demasiado débil como para apartarle.

—Tuve tanto miedo… —apretó sus ojos como tratando de borrar ese horrible sentimiento de su corazón. Aún era palpable ese miedo. Todavía lo sentía, porque Sasuke aún seguía siendo irreal ante él— creí que te había perdido. Y yo…

No continuó sus palabras, estaba muy sobrecogido para organizar sus ideas. Cuando volvió a abrir los ojos, se encontró con aquellos que tanto anhelaba. Sasuke le contemplaba atentamente, queriendo grabar el sonido de su voz porque creyó que jamás iba a volver a escuchar a aquel ruidoso Hokage.

—Y yo no sé qué hubiera sido de mí sin ti… —continuó, aunque quiso que sus ojos dejaran de arder y que su garganta se aclarara, estaba en un punto en donde no podía echarse para atrás. Sus sentimientos no tenían freno alguno. Estaba convencido de que si no le decía a Sasuke todo en ese momento, nunca más volverá a tener la oportunidad, porque mañana él no estaría… y tenía miedo. Miedo de una vida sin él.-

—Naruto… —y suspiró con el poco aire en sus pulmones, débilmente tratando de elevar su mano, pero lo único que alcanzó fue a rozarle la pierna.

Naruto sonrió contra su mejilla y respiró su aroma, se llenó de él, trató de convencerse de que aún estaba aquí. Que le tenía en sus brazos. Que la vida le había dado una oportunidad más para poder ver aquellos ojos. Sasuke ladeó el rostro y sus ojos volvieron a encontrarse, se giró solo porque quería alcanzar a Naruto, y se decía a sí mismo que eran las medicinas, que eran los días en coma, que era el jutsu haciendo todavía estragos en su cabeza que no lograba coordinar nada, pero no podía pensar en otra cosa sino en él. Sasuke también tuvo miedo. Tuvo miedo de irse y no volver a verle, tuvo miedo de tener que esperar mil vidas antes de poder encontrarle una vez más. Tuvo miedo de que su camino hubiera llegado hasta aquí, cuando tenía tantas cosas que todavía quería ver.

Y se miraron, de nuevo, y sus narices rozaron. Se miraron y Naruto supo en ese momento que no podría dejarle ir de nuevo. Se miraron y se respiraron, se embriagaron del aliento del otro, y Naruto se llenó de vida de nuevo y Sasuke nunca se sintió tan vivo como allí, en sus brazos, después de haberse rendido.

—Quédate. Quédate conmigo, Sasuke… —el murmullo le supo a súplica, pero le necesitaba tanto.

Sasuke no supo, y no pudo responder nada ante su petición. Solo cerró los ojos cuando su aliento le embriagó, inconscientemente preparándose para el contacto que sus resecos labios estaban esperando. Y cuando Naruto tomó aquello como una invitación y se impulsó para besarle, por fin, el sonido de la puerta rompió el cristal en el que se encerraron los dos. Naruto no tuvo demasiado tiempo de reaccionar más que apartándose apenas unos centímetros, y de haber tenido fuerzas, Sasuke le hubiera empujado para evitar la comprometedora escena, pero no pudo, y ya era demasiado tarde.

—¡Nanadaime! —Exclamó la kunoichi escandalizada.

Naruto quiso que la tierra se lo tragara. ¿Había visto algo? ¿Fueron descubiertos en lo que estaban a punto de hacer…?

La ninja médico entró a la habitación y rápidamente corrió hacia la camilla. El Hokage todavía no era capaz de soltarle por el shock.

—Tendrá que disculparme —habló la muchacha, temblorosa y nerviosa, bajo la mirada penetrante de ambos— pero no puede hacer… eso.

—¿Hacer... eso? —Naruto rió con una carcajada llena de angustia y no sabía en dónde enterrar la cabeza— ¿hacer qué, dattebayo?

—¡Eso! —La muchacha señaló a Sasuke, y dubitativa, se acercó un poco más— quitarle la mascarilla de oxígeno… se va a descompensar.

—Oh —sus labios se curvaron en una ‘o’ por la sorpresa antes de cruzar mirada con Sasuke, que parecía al borde de un colapso por la situación —es que, uh… tenía sed y yo… lo siento, lo siento, ya lo arreglo.

Finalmente, Naruto le dejó reposar delicadamente contra el colchón, acomodó la mascarilla de oxígeno y Sasuke inspiró profundamente. Quizás la muchacha era demasiado tonta o muy poco perceptiva, pero sea lo que fuese, estaban aliviados de que no hubiera pasado a mayores.

—Tampoco puede sentarse en la cama del paciente —dijo ella, con tanta timidez que no supo de dónde sacó el valor para enfrentar al Hokage.

Naruto soltó una carcajada y se puso de pie rápidamente. Y no dijo nada, porque no era capaz de enfrentar cara a cara a Sasuke. No tuvo más remedio que marcharse de la habitación cuando ella le informó que tendrían que llevarle a unos exámenes de emergencia aprovechando que finalmente estaba consciente, así tendrían los resultados listos para cuando Tsunade volviera temprano al día siguiente.

 

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Uchiha Sasuke había enfrentado muchas cosas en su vida. Algunas trágicas, dolorosas, otras esperanzadoras, unas cuantas más que podría catalogar como inolvidables. En sus treinta y dos años de vida, también luchó contra muchos enemigos peligrosos, saliendo victorioso de cada encuentro. Y su vida la había llevado impecable —no intachable, porque fue un renegado—, y pese a todo no podía arrepentirse de nada porque todo le encaminó a ser lo que es hoy en día, incluso si sus decisiones fueron incorrectas, ahora que ha expiado sus pecados puede mantener su frente en alto y usar sus experiencias para promover el cambio en el mundo y que nadie repita sus errores.

Lo que nunca, nunca se hubiera imaginado es que un hombre, un shinobi como él alguna vez se vería en esta situación. Una tan vergonzosa que apeló a la sanidad mental que le quedaba en la cabeza después de tragar tantos analgésicos para mantener un semblante impasible y estoico que conservara su reputación intacta. Pero la ceja izquierda le traicionaba, vibrando inquieta, y en ese momento agradeció la brillante idea de dejarse crecer el flequillo porque así Sarada no estaría viendo esa reacción tan embarazosa de su parte.

Sarada se ubicó sobre la cama a la altura de las rodillas de su padre y en medio de los dos reposaba la bandeja con la comida. Sasuke estaba sentado en su totalidad apoyando su espalda en varios almohadones luego de varios días de tener que limitarse a permanecer acostado porque cada músculo que movía significaba un gran dolor. Ahora podía hablar como una persona normal, y moverse como una persona normal. Entonces no entendía por qué su hija estaba obsesionada, y notablemente entusiasmada, con la idea de darle de comer en la boca. Él podría hacerlo solo perfectamente.

Era la primera visita de Sarada en el hospital después de que Tsunade, por fin, diera la autorización de que alguien más que solo Naruto pudiera verle debido a la gravedad de sus circunstancias. Ella había insistido en querer cuidarle, y Sasuke no pudo negarle ese capricho, aunque por un momento el pensamiento de haber muerto no pareció tan descabellado de repente.

Y el problema, en realidad, no era compartir de esa forma con su hija, por más extraño que eso le resultara. El problema real consistía en el momento en que a Boruto se le ocurrió que sería una excelente idea visitar, también, a su maestro, solo para descubrir a Sarada en medio de la faena de dirigir la cuchara con el caldo haciéndole “avioncito” a su padre, in fraganti. Justo en el acto.

Sasuke fulminó a su alumno con la mirada, pero Boruto no pudo sostener por mucho tiempo la carcajada que amenazaba con escapársele y que pronto resonó en las cuatro paredes del cubículo.

—¡Boruto! —reprendió Sarada, frunciendo el ceño mientras le regañaba con la mirada.

El rubio se forzó a dejar de reír y se cubrió los labios con el dorso de la mano. Sarada decidió ignorarle y proseguir con su tarea, pero Sasuke elevó su mano para detenerle. De todos modos ya casi había terminado.

—Ha sido suficiente, gracias —espetó, bajo el puchero infantil de su hija.

Rápidamente su gesto pasó a uno más animado de nuevo.

—Te dije que Sasuke-san estaría bien, dattebasa —comentó Boruto— ¡mujer de poca fe!

La acusó, señalándola con el dedo índice mientras ella se cruzaba de brazos.

—Cállate, tú también estabas preocupado —se defendió, imitando el gesto de su amigo con la mano.

—¡Claro que no! —replicó orgulloso, y esta vez miró a Sasuke que observaba la escena en silencio— ¿cuándo te darán de alta?

—¿Cuánto tiempo te quedarás en la aldea? —Preguntó Sarada.

El mayor arqueó sus cejas sutilmente.

—Demasiadas preguntas —respondió escueto—, y no lo sé.

—No estarás esperando que papá te entrene en este estado, eh, Boruto.

—Por quién me estás tomando, debe ser muy aburrido para Sasuke-san estar encerrado en un lugar como este —dijo, y si en el fondo el muchacho sí deseaba ser entrenado pronto, nadie tendría que enterarse, ¿verdad?

Sarada pareció meditarlo por un momento antes de mirar a su padre y asentir asertivamente, por primera vez, de acuerdo con su amigo.

Más que aburrido, resultaba extremadamente molesto para Sasuke. El ruido constante de los médicos caminando de un lado a otro a mitad de la noche era agobiante, cuando algunos entraban y salían de su habitación para administrar los medicamentos y por más silenciosos que intentaran ser, él es un ninja, probablemente uno de los más precavidos que hay, acostumbrado a dormir a la intemperie con los oídos atentos para alertar el más mínimo peligro. No quería quejarse, de todos modos, porque los mismos analgésicos hacían que al menos durante el día cayera rendido inevitablemente por largas horas. A duras penas despertaba cuando Naruto iba a verle, pero nuevamente, no había podido estar a solas con él más que unos cuantos minutos gracias a todo el ajetreo de las kunoichis.

Y por lo mismo, la conversación que sabían se tenían pendiente no había podido darse. Y Sasuke lo agradecía, porque no estaba preparado para enfrentar tal realidad.

—Hay algunas cosas que necesito que aprendas antes de marcharme nuevamente —se dirigió a Boruto con la mirada, y después le habló a Sarada—, así que estaré un tiempo más aquí.

Aunque quisiera irse pronto, estaba seguro de no podría después de todo lo que había sucedido con Tomohisa. Naruto siempre evadía el tema de su situación con Konoha, argumentando que la prioridad era que recuperara sus fuerzas. Sakura tampoco le confrontaba con la verdad, buscando excusas para liberarse de esa charla. Y Sasuke no era tonto, así que intuía que las cosas eran más graves de lo que querían decirle.

Los menores se miraron satisfechos con la respuesta.

El sonido de la puerta hizo que los tres dirigieran sus miradas hacia el umbral, viendo a Naruto a través del cristal que no perdió tiempo para ingresar a la habitación.

—Así que aquí estaban, dattebayo.

El Hokage caminó hasta el pequeño grupo rodeando la camilla de Sasuke.

—¡Nanadaime! —saludó alegremente la pelinegra, recibiendo una sonrisa por parte del mayor.

Y la sonrisa se transformó en un infantil gesto que, cual espejo, Boruto también reflejaba en sus propias facciones. Sarada y Sasuke solo se miraron con resignación y un suspiro de por medio. Parece que esos dos jamás dejarían de comportarse como niños, pese a que uno era un treintañero y el otro un adolescente. Todos sabían de todos modos que esa era la particular manera de comunicarse padre e hijo.

—Konohamaru les estaba buscando —informó.

—No me digas que nos has asignado una misión justo ahora…

Boruto quiso refunfuñar, pero Naruto negó rápidamente.

—No, en lo absoluto —respondió— pero él quiere reforzar algunas cosas con el Equipo 7. Después de los ataques a los que se ha visto sometido la aldea, vamos a tomar nuevas medidas con nuestros shinobis. Eso les incluye a ustedes, así que vayan ahora, dattebayo.

Sarada y Boruto asintieron con entendimiento y luego de despedirse de Sasuke, que no dijo nada hasta el momento, partieron en busca de Konohamaru. Naruto se quedó mirando la puerta silenciosamente hasta darse cuenta de que los más jóvenes desaparecían del pasillo, a través del vidrio del ventanal.

—¿Entonces vas a decirme qué está sucediendo? —Confrontó Sasuke, recibiendo la atención del rubio.

Naruto no dijo nada por un momento. En silencio, retiró la bandeja de la cama y la acomodó en el buró derecho antes de tomar asiento en la silla. La seriedad en sus facciones hizo que algo dentro de Sasuke se alarmara.

—No es solo lo de Tomohisa, también es lo de los Ōtsutsuki —se apresuró a aclarar, sabiendo que Sasuke comenzaría a culparse por toda la situación, y no era para menos—. Nuestros jóvenes son muy habilidosos pero tienen tan poca experiencia en el campo de batalla que no saben desarrollar todo su potencial.

Sasuke estuvo de acuerdo.

—Es por eso que quiero enseñarle unas cuantas cosas a Boruto, aunque será aún más difícil para él —acotó el Uchiha, bajo la mirada azul.

Naruto no reprimió una risita.

—Aún en estas condiciones estás pensando en el mundo allá afuera, ¿hm, Sasuke? Tómalo con calma. Por una vez, no te eches todo al hombro. 

—Es lo mismo que estás haciendo tú.

El Hokage meditó por un momento. Jamás dejaron de mirarse, porque sus pupilas eran como un imán.

—Confío en tu criterio para lo que sea que quieras hacer con Boruto —dijo Naruto, extendiendo una sonrisa poco perceptible, sutil, pero gentil—, él te admira mucho.

—Él tiene un gran potencial. Es una pena que a veces sea un poco idiota como tú.

Naruto se echó a reír de nuevo, y es que era cierto, de alguna manera. Sasuke solo esbozó una sonrisa discreta.

—¿Tengo algo en la cara? —Preguntó Sasuke a la defensiva cuando notó que Naruto estaba recorriéndole el rostro con la mirada. Su espalda se tensó mientras la mano se elevaba para apartar los flequillos de cabello negro de su ojo izquierdo que por reflejo conservaba cerrado.

—Quiero verlo.

No pudo negarse a la petición. Dubitativo, su párpado le dio la bienvenida al océano lila y Naruto delineó el pómulo con su pulgar, para subir despacio por el hueso cerca del ojo mientras el resto de su mano sostenía la cortina de cabello que planeaba ocultar su objetivo. Un suspiro de alivio se coló en los labios del Hokage.

—Han vuelto —dijo—, tus aspas, me refiero. Qué bueno.

—Sí, me he sentido mejor.

—¿Ya no te duele?

—Un poco —respondió, bajando la mirada hacia su pecho—, sigo sin poder moverme como quisiera.

—Tomará tiempo. Pero… estoy tan contento.

Sasuke no tuvo que preguntar por qué.

—Aún sigo soñando con esa noche —confesó, la voz más oscura de lo que le hubiera gustado—. Todavía veo tu sangre en mis manos.

—Olvídalo.

—No puedo.

—Estoy aquí, Naruto. Supongo que aún hay cosas que solo yo puedo hacer.

—Es así. Hay cosas que solo tú puedes hacer —concordó, y la mano abandonó su rostro.

Y fue en ese momento que Sasuke dejó caer, despacio, su espalda contra los almohadones para terminar de recostarse correctamente. Cerró los ojos.

Naruto quiso confrontarle justo en ese instante, pero sabía, también, que pese a todo un hospital no era el lugar correcto para hablarlo y mucho menos, entendiendo que Sasuke aún atravesaba por las secuelas del ataque. Con pesadez se levantó de la silla y cubrió a su amigo hasta los hombros con la cobija. Sasuke volvió a abrir los ojos, sorprendido por el gesto. No por haber sido protegido del frío, si no por la presión dulce de los labios de Naruto contra su frente antes de partir silenciosamente de la habitación.

Sentía el corazón tan frenético que no dudaba en que pronto el monitor empezaría a sonar, avisando de la arritmia.

  

 

El resto de la mañana transcurrió sin mayor problema. Sasuke durmió por largas horas contra su voluntad. Estaba tan débil que apenas lograba sostenerse despierto por cortos periodos y aún así resultaba extenuante para él.

Sakura llevaba en sus manos una bandeja con los insumos para los medicamentos que correspondían a esa hora. Antes de ingresar a la habitación de su esposo, que descansaba plácidamente en la comodidad de la cama, la voz de Shikamaru hizo que detuviera sus pasos justo frente a la puerta.

—No, Naruto se fue hace unas horas —respondió la kunoichi cuando el secretario le preguntó por el paradero del Hokage. Y aunque Shikamaru era siempre tan colecto y reservado, esta vez su faz reflejaba la preocupación. Tanto que contagió a Sakura.

Se apartaron un poco de la puerta para poder hablar.

—El Señor feudal ha llegado sin aviso. Está aquí en la sala del consejo y está esperando al Hokage. Parece que llegó a sus oídos toda esta situación y… —exhaló, rascándose la sien con los dedos— esto no pinta nada bien para Naruto.

Las manos de Sakura empuñaron con nerviosismo la bandeja. Los dos miraron a través del cristal y Sasuke continuaba dormido.

—Antes de irse nos encontramos en el pasillo y me comentó que iría a supervisar el entrenamiento de algunos equipos, pero…

Shikamaru asintió y resopló. No le gustaba el rumbo que estaban tomando las cosas. 

El secretario se marchó, Sakura prosiguió a la habitación y dejó la bandeja de medicamentos sobre la mesa de noche. Se exaltó cuando sintió la mano de Sasuke envolviendo su muñeca para llamar su atención. Aquella mirada cargada en determinación hizo que se le erizaran los vellos de la nuca.

—Sakura —habló, con ese tono profundo que no dejaba lugar a un rechazo—. Necesito que hagas algo.

Y fue en ese momento que Sakura entendió que si las cosas iban mal, probablemente se pondrían peor.

 

Notas finales:

¡Listo! Eso fue todo por el capítulo de hoy, ¿qué tal? 

La curiosidad para este capítulo, es que este es el que le da el nombre al fanfic: Ancora qui. Es una canción italiana cuya letra me inspiró mucho para construir la historia (la letra, no la melodía en sí, ¿no es curioso?). Las primeras dos líneas dicen "ancora qui, ancora tu, ora però io so chi sei, chi sempre sarai", que traduce algo como "sigues aquí, sigues siendo tú, pero ahora sé quién eres, quien siempre serás". Lo consideré muy significativo, aunque no quiero explicar por qué el capítulo le da el nombre al fanfic, espero que se explique solito. 

Lo otro que quiero compartirles es que no habrá adelanto del próximo capítulo, porque no quiero hacer tanto spoiler de lo que se viene (y pueden anticipar que cuando no doy adelanto es porque sucesos grandes llegan). Además de que me encanta que sea el número 10, y justo Naruto cumple el 10, y será publicado para la misma fecha. Será un buen regalo, i promise. 

Sigo muy muy muy agradecida por el amor que le han dado a este fic, me alegra seguir viendo a las personas que comenzaron conmigo esta travesía y a las que se han unido en el camino. Y no sé cuántas veces lo he dicho, pero me llenan el corazoncito. 

No puedo creer que este fic esté cumpliendo dos meses de haber sido publicado, al principio creí que no pasaría de tres capítulos o me agotaría en el proceso (sobretodo haciendo dos fics densos en paralelos), pero lo cierto es que por el contrario, me entusiasmo más y más.

Así que, nada, nos leemos el martes nuevamente y tengan una feliz semana todos! 

Próximo capítulo: Eclipse de sol


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