Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Strunz por Momino

[Reviews - 342]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Ya estoy aqui!

No puedo creer que hemos llegado a los 100 reviews y a más de 5000 leídas. Hay que festejarlo, y que mejor que festejandolo específicamente con este capítulo que está más de intenso, sin mencionar que al fin muchas dudas se resolverán.

¡Lean no les interrumpo más!

Capítulo 9

Cuando Pain me escribió y me pidió encontrarme con él a Ichiraku la tarde del viernes, no supe qué hacer.

Parecía... incorrecto cenar con él cuando pasé la noche en los brazos de Sasuke.

Mis mejillas se sonrojaron. No hicimos nada además de ese beso, pero fue tan íntimo, que no hubo necesidad de algo más. Mis sentimientos por él estaban por todo el lugar y lo que hizo por mí ayer, con la cena y el árbol de navidad, significaban algo que no podía ignorar.

Pero tampoco podía ignorar al pelinaranja. Era mi amigo, y después de anoche, necesitaba asegurarle que no esperara nada más que eso... una amistad. Porque en algún momento a lo largo del día, a pesar de que no había descifrado las cosas con Sasuke, descubrí que él tenía razón en una cosa.

Usaba a Pain.

Él era sencillo e inofensivo. Totalmente un chico amable y buen partido, pero mis sentimientos no parecían interesados en el surfista. Nada como lo que sentía por el Uchiha. Y eso era cierto. Si yo le gustaba a Pain, no podía ilusionarlo más.

Así que le contesté el mensaje de texto y dije: “De acuerdo”, esperando que esta no fuera la peor cena de mi vida.

El clima cambió en el momento en que el sol se ocultó detrás de las montañas. El cálido aire otoñal fue remplazado por gélidos vientos, y el cielo tenía una apariencia entre sombrío y nublado.

Aparqué en el espacio del estacionamiento más cercano a la puerta del restaurante. El viento había chillado todo el viaje, y temía salir de mi cálido auto. No pude evitar notar que el aparador del restaurante mostraba una fotografía de Kiba. Hice una mueca, abrí la puerta y corrí hacia el lugar sorprendentemente lleno de gente.

El mayor se sentaba cerca de la chimenea. Se puso de pie y sonrió cuando me vio.

—Hola, me alegra que hayas venido, Naru.

Cuando se acercó como si quisiera abrazarme, fingí no notarlo y me senté.

—No puedo creer cuanto frío hace, ttebayou. ¿Qué tal te fue en tu viaje?

Frunciendo ligeramente el ceño, tomó su asiento y metódicamente arregló la vajilla de plata alrededor de un plato imaginario.

—Nada mal. No fue muy emocionante. —Cuando los cubiertos estuvieron colocados adecuadamente, levantó la mirada—. ¿Cómo te fue en estos días?

—Nada muy diferente de los tuyos, de veras. —Hice una pausa, reconociendo a unos cuantos chicos de la escuela. Estaban juntos, bebiendo refrescos y comiendo una enorme pizza. Suigetsu, el chico que salía con Karin, me saludó y le devolví el saludo—. Pero no estoy listo para que acaben, en serio.

Nos quedamos en silencio mientras una camarera tomaba nuestras órdenes. Pedí un té verde y una orden de papas fritas y él pidió sopa.

—Esperemos que no termine sobre mí —bromeó.

Me encogí. No era probable, ya que Sasuke no estaba aquí... aún.

—Realmente lamento lo que pasó, dattebayou.

Pain tomó la pajilla de mi mano antes de pelar el papel alrededor del plástico.

—No fue la gran cosa. Eso suele ocurrir, Naru.

Asentí, estudiando las ventanas empañadas. Él aclaró su garganta, frunciendo el ceño nuevamente mientras sus ojos se entrecerraron en dirección a un hombre de mediana edad, cerca del bar, quien miraba a su alrededor con nerviosismo.

—Creo que ese tipo está a punto de irse sin pagar la cuenta.

—¿Eh, en serio?

Él asintió.

—Y cree que se saldrá con la suya. Lo ha hecho muchas veces antes.

En un estupefacto silencio, observé al hombre tomar una última copa y levantarse sin sacar el efectivo.

—Siempre hay alguien observando —añadió el ojigris con una leve sonrisa.

Una pareja sentada detrás del hombre, ambos en camisas de franela y viejos vaqueros, también observaron al cliente a punto de huir. El hombre se inclinó hacia la mujer, susurrándole algo. El rostro de ella se torció en una mueca, y golpeó su mano sobre la mesa.

—¡Esos vagos, siempre pensando que pueden conseguir una comida gratis!

El golpe llamó la atención del gerente, quien tomaba una orden cerca de la puerta. Se volvió para mirar al hombre asustado.

—¿Oiga, ya pagó por eso?

El hombre se detuvo y buscó en sus bolsillos. Murmuró una disculpa y se apresuró a lanzar varios billetes arrugados sobre la mesa.

Mi cabeza giró de golpe de regreso a Pain.

—¡Vaya!, eso fue... extraño, ttebayou.

Se encogió de hombros.

Esperé hasta que la camarera regresó con nuestras órdenes y se marchó, mi malestar aumentado.

—¿Cómo sabías que iba a ocurrir eso?

Pain sopló en su cucharada de sopa de verduras.

—Suerte.

—Basura, dattebayou —susurré.

Su mirada se cruzó con la mía.

—Supongo que fue un golpe de suerte, Naru.

La duda burbujeó. El chico de enfrente no era un alíen; al menos, asumí que no lo era, y ninguno de los Luxen que yo conocía podía leer mentes o predecir algo, pero esto era demasiado raro. Podría haber sido un golpe de suerte, pero el instinto me decía que allí había algo más.

Mastiqué las papas fritas.

—Así que, ¿constantemente tienes tanta suerte, ttebayou?

Se encogió de hombros.

—A veces. Es sólo intuición.

—Intuición —dije, asintiendo—. Eso parece mucho más que intuición, ¡de veras!

—Como sea, escuché sobre ese chico que está perdido. Eso apesta.

El brusco cambio de tema me hizo estremecerme.

—Sí, así es, ttebayou. Creo que los policías creen que escapó.

El pelinaranja revolvió la sopa con la cuchara.

—¿Le hicieron al Uchiha muchas preguntas?

Fruncí el ceño.

—¿Por qué lo harían?

La mano de Pain quedó inmóvil.

—Bueno... porque Sasuke tuvo una pelea con él. Quiero decir, deberían preguntarle.

De acuerdo, tenía un punto, y yo estaba demasiado nervioso para hablar de esto.

—Sí, creo que si pelearon, pero él no tiene nada que ver con... —Me congelé, sin creer lo que comenzaba a sentir. Un pesado calor ardió entre mi pecho.

No podía ser.

Dejé caer una papa frita sobre el plato. El topacio azul ardía debajo de mi suéter.

Desesperado, llevé mi mano alrededor de mi cuello, tirando de la cuerda. Cuando el topacio se liberó, envolví mi mano alrededor de él, haciendo una mueca cuando la piedra quemó la palma de mi mano. El pánico obstruyó mi garganta cuando levanté mi mirada.

Yahiko Pain hacía algo con su muñeca, pero mis ojos se concentraron en la puerta principal. La puerta se abrió. Hojas secas se dispersaron por todo el piso. El zumbido de la conversación continuaba, los clientes desconocían al monstruo entrando. Indiferentes al calor que irradiaba el topacio. Nuestra mesa comenzó a sacudirse suavemente.

En el umbral, una mujer alta y pálida con gafas oscuras que cubrían la mitad de sus rostro, escaneó los patrones en la multitud. Su cabello peliblanco caía en gruesos mechones sobre sus mejillas. Sus labios rojos se extendieron en una sonrisa de serpiente.

Era un Arum.

Comenzaba a levantarme, sólo segundos después de quitarme la gema del cuello. ¿Podía realmente retarla? No estoy seguro, pero no podía quedarme aquí sin hacer nada. Mis músculos se tensaron. Los Arum siempre viajaban en cuatro, así que si allí estaba uno, eso significa que hay tres en algún lugar.

Mi pulso latía en mis oídos. Estaba tan concentrado en la mujer Arum que no presté atención a Pain hasta que estuvo frente a mí.

Levantó una mano.

Todo el mundo se detuvo. Todos.

Algunas personas tenían tenedores con comida a medio camino de su boca. Otros estaban en medio de una conversación, la boca abierta en una risa silenciosa. Algunos incluso dejaron de caminar y tenían un pie en el aire. Una camarera encendía una vela con un pequeño encendedor. Ella estaba congelada, pero la flama seguía bailando encima del encendedor. Nadie hablaba, nadie se movía, y nadie siquiera parecía respirar.

¿Pain? Di un paso atrás de él, sin saber a quién debería de tener más miedo: del Arum o del inofensivo surfista.

La mujer Arum no se había congelado. Ella movía su cabeza de lado a lado, con movimientos suaves, fluidos, mientras estudiaba a los humanos congelados y, supuse, un par de Luxen.

—Arum —acusó él, en voz baja.

Ella se dio la vuelta, con la cabeza aún en movimiento. Se quitó las gafas, entrecerró los ojos.

—¿Humano?

El mayor rió.

—No del todo.

Y entonces, se lanzó hacia ella.

 

El ojigris era un jodido ninja.

Moviéndose a la velocidad de un rayo, metió bajo su brazo extendido a la Arum y le dio la vuelta, dando una patada victoriosa en su espalda. Ella se tambaleó hacia atrás y se giró.

El aire a su alrededor se oscureció con una negra energía. Retrocedió, preparándose para dar el golpe.

Agachándose, él se volteó y golpeó por debajo de las piernas de ella, vestidas en mallas. La energía oscura se apagó mientras ambos se ponían de pie otra vez, dando vueltas entre sí en el estrecho espacio entre las estrechas mesas y personas congeladas.

En cierto modo me quedé allí de pie, desconcertado y fascinado por lo que veía. No había expresión alguna en el rostro de Pain. Como si hubiera presionado un interruptor de patear traseros, y todo su ser estuviera concentrado en la Arum.

Pain se precipitó, su palma atrapando la mejilla de la Arum, golpeando su cabeza hacia atrás. Dientes se sacudieron, y cuando ella cayó, una oscura y aceitosa sustancia se derramó de su labio.

Se desvaneció, asumiendo su verdadera forma. Su cuerpo sombreado por una espesa y humeante bruma cuando cargó contra él.

Pain se echó a reír.

Y giró en torno a tal velocidad que su mano no fue más que un borrón cuando se hundió profundamente en lo que parecía ser el pecho de ella. Su reloj... no era un reloj normal. Era un fragmento de topacio incrustándose en el pecho de la Arum.

El de cabello naranja retiró su mano hacia atrás.

A medida que ella adoptaba la forma humana, su rostro lucía pálido y conmocionado. Un segundo después, explotó en un torrente de humo negro que me voló el cabello hacia atrás y llenó el aire de un olor amargo.

Sin ni siquiera estar sin aliento, Pain volvió su rostro hacia mí y presionó algo en su reloj. Lo colocó de nuevo en su muñeca, y luego se pasó una mano por el cabello desordenado.

Lo miré boquiabierto, el topacio enfriándose rápidamente en mi mano.

—¿Eres como... un ninja alienígena o algo así, ttebayou?

Caminando a nuestra mesa, dejó caer un yen de 2000 y uno de diez en el mantel a cuadros.

—Necesitamos hablar en un lugar privado.

Con los ojos de par en par, tomé una respiración profunda. Mi mundo comenzaba a volverse un poco más loco, pero si podía hacer frente a alienígenas, podía tratar con un ninja Pain. Sin embargo, eso no significaba que iba a ir a algún lugar con él hasta saber qué diablos era.

—Mi auto, dattebayou.

Asintió, y nos encaminamos a la puerta. Él la mantuvo abierta para mí mientras hacía frente a la cafetería congelada. Con un gesto de su mano, todo el mundo comenzó a moverse. Nadie pareció darse cuenta que habían estado congelados durante unos minutos.

Habíamos dado dos pasos a mi auto cuando me di cuenta que mis manos temblaban y la parte de atrás de mi cuello hormigueaba.

—Tienes que estar bromeando —murmuró Pain y tomó fuerte mi mano.

Ni siquiera tenía que mirar. No había ningún Infiniti SUV en el estacionamiento que pudiera ver, pero por otra parte, Sasuke tenía su propio método especial para viajar si era necesario.

Una sombra alta e imponente cayó sobre nosotros, y levanté la mirada. El Uchiha estaba de pie allí, con una gorra de béisbol negra puesta, ocultando la parte superior de su cara.

—¿Qué... qué estás haciendo aquí, teme? —pregunté, y entonces noté que Pain sostenía mi mano. Tiré de ella libre.

Sasuke apretaba la mandíbula tan fuerte que podía cortar mármol.

—Estaba a punto de preguntarte lo mismo, usuratonkachi.

Oh... oh cielos, esto no se veía bien. De repente, la chica Arum y el ninja Pain ni siquiera importaban. Solo Sasuke y lo que debía estar asumiendo.

—Esto no es lo que...

—Mira, no sé lo que está pasando entre ustedes dos, o lo que sea. — Mientras Pain hablaba, curvaba su mano alrededor de mi codo—. Pero Naruto y yo necesitamos hablar...

En un segundo, el pelinaranja hablaba, y al siguiente, era presionado contra la ventana del restaurante Ichiraku, con un alíen de un metro ochenta y dos apresándolo.

El rostro de Sasuke a centímetros de Pain, la visera de la gorra de béisbol clavándose en la frente del más pequeño.

—Lo vuelves a tocar y yo voy...

—¿Tú qué? —Pain disparó de regreso, sus ojos entrecerrados—. ¿Qué vas a hacer, Uchiha?

Agarré el hombro del pelinegro y tiré. No se movió.

—Sasuke, vamos. Deja que se vaya, dattebayou.

—¿Quieres saber qué voy a hacer? —Todo el cuerpo del azabache se tensó bajo mi mano—. ¿Sabes dónde están tu cabeza y tu trasero? Bueno, están a punto de conocerse el uno al otro.

Oh, por Kami. Ahora empezamos a ganar audiencia. Las personas nos observaban desde sus autos. Sin duda, el restaurante entero era testigo de esto desde el interior. Traté que separar a los chicos, pero ambos me ignoraron otra vez.

Yahiko Pain sonrió.

—Me gustaría ver que lo intentaras.

—Deberías repensar eso. —Sasuke rió por lo bajo—. Porque no tienes ninguna idea de lo que soy capaz, niño.

—Ves, eso es curioso. —Pain agarró la muñeca del ojinegro—. Sé exactamente de lo que eres capaz.

Un escalofrío rodó por mi columna vertebral. ¿Quién demonios era el surfista?

Chico Camisa de Franela salió de la cafetería, subiéndose los pantalones rasgados. Escupió un bocado que estaba masticando mientras se acercaba a nosotros.

—Muchachos, van a terminar esto ahora mismo antes de que alguien llame a la...

El de perforaciones levantó su mano libre y Chico Camisa de Franela se detuvo.

Con una sensación de hundimiento, miré por encima de mi hombro. Todo el mundo en el estacionamiento se congeló. No había duda que estaban igual de inmóviles que dentro de la cafetería.

Una luz azul-blanquecina crepitó a lo largo del contorno del cuerpo de Sasuke. Un tenso silencio cayó. Sabía que se encontraba a segundos de ir a todo Luxen en contra de Pain.

El agarre del bastardo debió de haberse apretado, porque el otro se quedó sin aliento.

—No me importa quién o qué eres, pero será mejor que me des una muy buena razón para no terminar con tu patética vida realmente rápido.

—Sé lo que eres —se atragantó el ojigris.

—Eso no está ayudando. —Sasuke apretó, y tuve que estar de acuerdo. Le eché un vistazo nerviosamente a Chico Camisa de Franela.

Seguía congelado allí, con su boca colgando abierta, mostrando sus dientes manchados. La luz alrededor de Sasuke se volvía cada vez más fuerte—. Intenta de nuevo, imbécil.

—Acabo de matar a un Arum, y a pesar de que eres un jodido arrogante, no somos enemigos. —La presión cortó sus siguientes palabras, por lo que agarré de los hombros al azabache. No había manera de que lo dejara estrangular a Pain—. Puedo ayudar a Naruto —jadeó—. ¿Es lo suficiente bueno para ti?

—¿Qué, ttebayou? —demandé, dejando caer mis manos.

—Sí, mira, tú diciendo solamente su nombre me hace querer matarte. Así que, no, no es lo suficiente bueno para mí.

Los ojos grises de Pain se lanzaron hacia mí.

—Naruto, sé lo que eres, de lo que serás capaz de hacer, y puedo ayudarte.

Sorprendido, lo miré fijamente.

Sasuke se inclinó sobre él, sus ojos negro puro y brillando como diamantes oscuros.

—Déjame hacerte una pregunta. Si te mato, ¿estas personas se descongelarán?

Los ojos de Pain se ensancharon, y sabía que Sasuke no bromeaba. No le gustaba,  para empezar y el chico —o lo que sea que fuera— obviamente planteaba una amenaza de alguna clase desconocida. Sabía mucho, demasiado, y sabía qué era yo. ¿Qué era yo?

Oh, espera.

Di un paso adelante.

—Déjalo ir, Sasuke. Necesito saber de qué está hablando, ¡de veras!

Sus brillantes ojos se enfocaban en su anaranjada víctima.

—Retrocede, Naruto. Lo digo en serio; retrocede, maldita sea.

—Detente, ttebayou. —Cuando no respondió, le grité—: ¡Detente! ¡Sólo detente por unos malditos minutos, idiota!

Sasuke parpadeó, y sus ojos pestañearon hacia mí. Aprovechando la distracción, Pain liberó su brazo del pelinegro y se separó de él. Se tambaleó a un lado, poniendo distancia entre ellos.

—Mierda. —Pain frotó su garganta—. Tienes problemas de control de ira. Es como una enfermedad.

—Hay una cura y se llama patear tu trasero.

El moreno se movió. Sasuke se adelantó, y apenas logré ponerme frente a él. Colocando mis manos sobre su pecho, miré a sus ojos que eran irreconocibles para mí.

—Ya basta, dattebayou. Necesitas detenerte ahora, teme.

El labio del Uchiha se curvó en una mueca.

—Es un...

—No sabemos lo que es —le interrumpí, ya sabiendo lo que iba a decir—. Pero mató a un Arum, ¡en serio! Y no me ha hecho daño o a cualquier otra persona, y ha tenido muchas oportunidades de hacerlo, ttebayou.

Sasuke exhaló bruscamente.

—Naruto...

—Tenemos que escucharlo, Sasuke. Necesito escuchar lo que tiene que decir. —Tomé una respiración profunda—. Además, estas personas han sido congeladas, como, dos veces ahora. No puede ser bueno para ellos.

—No me importa. —Su mirada se desvió a Pain, y por Kamisama, la expresión en su rostro debería haberlo enviado corriendo. Pero él sacudió sus hombros anchos y dio un paso atrás, volviendo su mirada diamante a mí. Yo me eché hacia atrás—. Hablará. Y luego voy a decidir si llega o no a mañana.

Bueno, era lo mejor que podíamos esperar a este punto. Miré al pelinaranja de nuevo, quien entornó los ojos. El chico tenía deseos de morir.

—¿Puedes, um, arreglarlos, ttebayou? —Señalé al Chico Camisa de Franela.

—Seguro. —Sacudió su muñeca.

—... policía. —Terminó el Chico Camisa de Franela.

Me volví a él.

—Todo está bien. Gracias, de veras. —Dando la vuelta, empujé el cabello azotado por el viento fuera de mi cara—. A mi auto... ¿si pueden estarse quietos en un espacio cerrado?

Sin responder, Sasuke se sentó en el asiento de pasajero. Dejé escapar una respiración entrecortada y me dirigí al lado del conductor.

—¿Es siempre tan condenadamente delicado? —preguntó Pain.

Le lancé una mirada oscura cuando abría la puerta. Sin mirar al Uchiha, encendí la calefacción y después me giré, mirando al tercero en la parte de atrás.

—¿Qué eres, ttebayou?

Mirando fuera por la ventana, apretó su mandíbula.

—La misma cosa que sospecho que eres, Naruto.

Contuve el aliento.

—¿Y qué crees que soy?

Sasuke giró el cuello, pero no dijo nada. Era como una granada de la cual había sido tirado el seguro. Sólo esperando a explotar.

—No lo sabía al principio —dijo Pain—. Había algo en ti que me atraía, pero no podía entender qué era.

—Continúa con precaución cuando escojas tus siguientes palabras —amenazó Sasuke.

Me retorcí en el asiento, agarrando el topacio azul con la mano.

—¿Qué quieres decir, Pain?

Él sacudió la cabeza y entonces miró al frente.

—La primera vez que te vi, sabía que eras diferente. Luego, cuando detuviste la rama y vi tu collar, lo supe. Sólo aquellos que temen a la sombra llevan la gema. —Pasaron unos segundos en silencio—. Luego nuestra cita... sí, ese vaso y plato no cayeron en mí porque sí.

Una risa provino desde el asiento de pasajero.

—Los buenos tiempos.

La inquietud triplicó mi ritmo cardiaco.

—¿Cuánto sabes, dattebayou?

—Hay dos razas alienígenas en la Tierra: Los Luxen y los Arum. —Hizo una pausa cuando Sasuke se dio la vuelta en su asiento. Pain tragó—. Eres capaz de mover cosas sin tocarlas y puedes manipular la luz. Estoy seguro de que puedes hacer más. Y también puedes curar seres humanos.

El interior del auto se volvió demasiado pequeño. No había suficiente aire. Si el ojigris sabía la verdad sobre los Luxen, ¿podría significar que el DOD también lo hacía? Dejé caer mi collar y apreté el volante, mi corazón acelerándose.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó Sasuke, con una voz sorprendentemente uniforme.

Hubo una pausa.

—Cuando tenía trece, salí de la práctica de fútbol con un amigo mío... Nagato. Se veía como un chico normal como yo, excepto que era muy rápido, nunca enfermaba, y nunca vi a sus padres en ningún juego. Pero a quién le importaba, ¿verdad? No lo hice hasta que un día estaba perdiendo el tiempo y bajé de la acera, justo frente a un taxi a toda velocidad. Nagato... me sanó. Resultó que era un alienígena. —Los labios del pelinaranja mostraron una sonrisa amarga—. Pensé que era muy guay. Mi mejor amigo un alíen. ¿Quién puede decir eso? Lo que no sabía y lo que nunca dijo es que me marcó como una luciérnaga. Cinco días después, cuatro hombres entraron a mi casa.

—Querían saber dónde estaban ellos —continuó, apretando los puños—. No sabía lo que querían decir. Mataron a mis padres y a mi hermanita delante de mí. Y como no podía ayudarlos, me golpearon hasta casi morir.

—Oh por Kami —susurré, horrorizado. Sasuke miró hacia otro lado, su mandíbula aflojando.

—No estoy seguro si él realmente existió —dijo Pain, dando una risa seca—. De todos modos, me tomó un tiempo averiguar que cuando eres curado, tomas parte de sus habilidades. Mierda, sólo comencé a volar por todas partes después de que fui enviado a vivir con mi tío. Cuando me di cuenta de que mi amigo me había cambiado, investigué tanto como pude. No es que lo necesitara hacer. El Arum me encontró otra vez.

El ácido se revolvió en mi estómago.

—¿A qué te refieres, ttebayou?

—El Arum en la cafetería, ella no me pudo sentir por la beta de cuarzo... sí, sé eso también. Pero si nos quedamos fuera del rango del cuarzo, somos iguales que tus... amigos para ellos. Somos de hecho más sabrosos.

Bueno, eso confirma uno de mis miedos. Mis manos se deslizaron fuera del volante. No tenía idea de qué decir. Era como tener una alfombra extendida debajo de mis pies y de cara en el suelo.

Pain suspiró.

—Cuando me di cuenta en qué peligro estaba, comencé a entrenarme físicamente y a trabajar en mis habilidades. Aprendí acerca de sus debilidades a través de... otros. Sobreviví lo mejor que pude.

—Esto es genial, el cuidado y compartir mierda, pero, ¿cómo acabaste aquí de entre todo los lugares?

Miró a Sasuke.

—Cuando aprendí de la beta de cuarzo, me mudé aquí con mi tío.

—Horriblemente conveniente —murmuró Sasuke.

—Sí, lo es. Las montañas. Muy conveniente para mí.

—Hay un montón de otros lugares con cuarzo de beta. —La sospecha nubló el tono del Uchiha—. ¿Por qué aquí?

—Parecía como una zona menos poblada —respondió Pain—. No podía imaginar que hubiera tantos Arum aquí.

—Entonces, ¿todo era una mentira, ttebayou? —pregunté—. ¿Hokkaido? ¿El surf?

—No, no todo fue una mentira. Vengo de Hokkaido y sigo amando el surf —dijo—. He mentido tanto como tú, Naruto.

Tenía razón.

Él inclinó la cabeza hacia atrás en el asiento y cerró los ojos. Se hundió en la sombra, la fatiga tirando sus hombros hacia abajo. Era un poco evidente que su show de congelación de un rato antes lo había agotado.

—Has sido herido, ¿verdad? ¿Y sanado por uno de ellos?

Sasuke se tensó a mi lado. Mi lealtad a mis amigos no me permitía confirmar eso. No los traicionaría, ni siquiera a alguien que era tal vez como yo.

Suspiró otra vez.

—¿No me vas a decir cuál fue?

—No es problema tuyo, dattebayou —dije—. ¿Cómo sabías que era diferente?

—¿Quieres decir además del evidente topacio, el séquito alienígena, y la rama? —rió—. Estás lleno de electricidad. ¿Ves? —Se estiró entre los asientos y puso su mano sobre la mía. La estática crepitó, sacudiéndonos a ambos.

El bastardo agarró su mano y se la lanzó.

—No me gustas.

—El sentimiento es mutuo, amigo. —El pelinaranja me miró—. Es lo mismo cuando tocas a un Arum o a un Luxen, ¿cierto? ¿Sientes zumbar su piel?

Recordé la primera vez que nos tocamos en biología.

—¿Cómo sabes sobre el DOD?

—Conocí a otro humano como nosotros. Él estaba bajo el control del DOD. Al parecer, expuso sus habilidades y ellos se abalanzaron sobre su cuerpo. Me contó todo sobre el DOD, y lo que realmente quieren, lo cual no son los Luxen o los Arum.

Ahora tenía toda la atención de Sasuke. Él estaba prácticamente en el asiento trasero con Pain.

—¿A qué te refieres?

—Quieren a las personas como Naruto. No les importa un carajo los alienígenas. Nos quieren a nosotros.

Miedo helado me atravesó cuando miré boquiabierto hacia él.

—¡¿Qué?!

—Tienes que explicarte mucho mejor —ordenó el pelinegro a medida que una estática se erigía en el diminuto auto.

Pain se inclinó hacia delante.

—¿Realmente crees que el DOD no sabe lo que los Arum y los Luxen son capaces de hacer, que después de estudiar a tu clase durante décadas y décadas no saben con lo que están tratando? Y si tú realmente crees que no, entonces eres estúpido o ingenuo.

Otra sacudida de terror se transportó a través de mí, pero esta vez por el Uchiha y mis amigos. Incluso yo tenía mis dudas, pero ellos parecían tan convencidos que escondían sus talentos.

Sasuke negó con la cabeza.

—Si el DOD sabe de nuestras habilidades, no nos dejarían vivir en libertad. Nos abrían encerrado en un instante.

—¿En serio? El DOD sabe que los Luxen son una raza pacífica y sabe que los Arum no son iguales que tu especie. Permiten que los Luxen libres se encarguen de el problema alienígena de los Arum. Además, ¿no se libran de cualquier Luxen que cause problemas? —él se echó hacia atrás cuando Sasuke casi pasó sobre el asiento, pero agarré su suéter. No es como si pudiera sostenerlo en su lugar, pero se detuvo—. Mira, sólo estoy diciendo que hay peces más grandes que la DOD quiere. Y esos son los humanos que los Luxen mutaron. Somos tan fuertes como tú... incluso más fuertes en algunos casos. La única cosa es que, nos cansamos más rápido y nos toma más tiempo recargarnos, por así decirlo.

El azabache se recostó, sus manos abriéndose y cerrándose.

—La única razón por la que el DOD les deja creer que su gran y malvado secreto está oculto, es porque saben qué pueden hacer con los humanos —continuó—. Y nosotros somos los que les importan.

—No —susurré, mi cerebro se revelaba contra la idea—. ¿Por qué se preocupan por nosotros en vez de ellos, dattebayou?

—Cielos, Naru, ¿por qué el gobierno estaría interesando en un grupo de humanos que tienen más poderes que las criaturas que los crearon? No lo sé. ¿Quizás porque tendrían un ejército súper-humano a su disposición que pueden deshacerse de los alienígenas si es necesario?

Sasuke maldijo entre dientes: una obra de arte con malas palabras. Y eso me asustó más que nada, porque eso significa que él tomaba en serio lo que Pain decía. Y le creía.

—¿Pero cómo... cómo eres más fuerte que los Luxen, ttebayou? —pregunté.

—Esa es una buena pregunta —admitió Sasuke suavemente.

—¿En la cafetería, cuando supe que ese tipo no iba a pagar su cuenta? Es porque pude recoger pedazos de sus pensamientos. No todos, pero los suficientes para saber lo qué planeaba. Puedo oír a casi todos los humanos... cualquiera que no esté mutado.

—¿Mutado? —Demonios, esa palabra trajo algunas imágenes realmente asquerosas.

—Y tú mutaste. Dime, ¿te has sentido enfermo recientemente? ¿Has tenido una fiebre realmente alta?

La comprensión me rozó tan rápido que me dejó mareado. Desde el otro asiento, Sasuke se tensó.

—Puedo decir por tu expresión que la has tenido. Déjame adivinar, ¿tuviste una fiebre tan mala que sentías que todo tu cuerpo estaba en llamas? ¿Duró un par de días y luego te sentiste bien... mejor que nunca? —Se volvió hacia la ventana otra vez, sacudiendo su cabeza—. ¿Y ahora puedes mover las cosas sin tocarlas? Probablemente no tienes control. La mesa temblando adentro no era yo. Eras tú. Eso sólo es la punta del iceberg. Pronto serás capaz de hacer un infierno de mucho más, y si no consigues controlarlo, será realmente malo. Este maldito lugar es un hervidero del DOD, ocultos a la vista. Y están aquí en busca de híbridos. Hasta donde sé, los Luxen normalmente no suelen sanar humanos, pero sucede. —Miró hacia el Uchiha—. Obviamente.

Con mis manos temblando, me metí el cabello detrás de las orejas.

No tenía sentido mentir acerca de lo que puedo hacer. Él tenía razón.

Maldición. El idiota de Sasuke me había mutado.

—Entonces, ¿por qué estás aquí si es tal riesgo ahora, ttebayou?

—Por ti —dijo, ignorando el gruñido apenas audible del pelinegro—. Honestamente, pensé en no volver. Mudarme, pero aquí está mi tío... y tú. No hay mucho de nosotros que han sido capturados por el DOD. Tienes que saber en qué clase de peligro estás.

—Pero ni siquiera me conoces, ¡de veras! —Me parecía absurdo que se arriesgara tanto.

—Y nosotros no te conocemos —añadió Sasuke, sus ojos entrecerrados.

Él se encogió de hombros.

—Me gustas. No tú, Uchiha. —Sonrió—. Sino Naruto.

—Realmente, en serio, no me gustas en absoluto.

Mi estómago se retorció. Este no era el momento de entrar en ese desastre. Mi cerebro estaba sobrecargado.

—Pain...

—Eso no quiere decir que me digas si te gusto o no. Sólo señalo el hecho. Me gustas. —Me miró, sus ojos entrecerrados—. Y no sabes en qué te has metido. Te puedo ayudar.

—Tonterías —dijo Sasuke—. Si él necesita ayuda para controlar sus habilidades, entonces yo puedo hacerlo.

—¿Puedes? Lo que haces es de segunda naturaleza para ti. No para Naruto. Tuve que aprender cómo controlar mis habilidades. Puedo enseñarle. Estabilizarlo.

—¿Estabilizarme? —Mi risa sonaba un poco ahogada—. ¿Qué va a pasar? ¿Voy a explotar o algo así, dattebayou?

Me miró.

—En verdad puedes terminar dañándote a ti mismo u a otros. Además, he escuchado cosas, Naruto. Algunos humanos mutados.... Bueno, vamos a decir que no terminan bien.

—No necesitas asustarlo, idiota.

—No estoy tratando de hacerlo. Es sólo la verdad —respondió Pain—. Y si el DOD sabe sobre ti, te van a atrapar. Y si no puedes controlar tus habilidades, te sacrificarán.

Di un grito ahogado, mirando hacia otro lado. ¿Sacrificarme?

¿Cómo un animal salvaje? Todo esto sucedía demasiado rápido. Tan sólo la pasada noche tenía un buen y normal tiempo con Sasuke. La última cosa que buscaba era Pain, quien no resultó ser normal en absoluto. Y todo el tiempo creí que él se sentía atraído hacia mí porque quería, pero la razón era que los dos somos una especie de imitaciones de X-MEN.

Ja. La ironía era una perra.

—Naru, sé que esto es demasiado. Pero tienes que estar preparado. Sí te vas de esta ciudad, los Arum van a ir tras de ti. Eso si puedes escabullirte del DOD.

—Tienes razón. Esto es demasiado, de veras. —Lo enfrenté—. Pensé que eras normal. Y no lo eres, ttebayou. Me estás diciendo que el DOD me está buscando. Y si alguna vez decido irme de este lugar, voy a ser una merienda para un Arum. Y mejor aún, podría perder el control de cualquier poder que tengo y acabar con toda una familia, luego ser ¡sacrificado! ¡Mierda, todo lo que quería hacer hoy era comer algunas malditas papas fritas y ser normal, dattebayou!

Sasuke dejó escapar un suave siseo y Pain se estremeció.

—Nunca vas a ser normal, Naruto. Nunca más.

—No me digas —le espeté con los dientes fuertemente apretados. Quería golpear algo, pero necesitaba reponerme. Si había aprendido algo de la enfermedad de mi padre, era que las cosas no podían ser cambiadas. Pero podía cambiar la forma en cómo trataba con ellas. Desde que me mudé aquí, desde que conocí a los Uchiha he cambiado.

Tomando una profunda respiración, saqué la ira, el miedo y la frustración de mí. Lo que necesitaba era perspectiva.

—¿Qué vamos a hacer, ttebayou?

—No necesitamos su ayuda —dijo el pelinegro.

—Pero sí la necesitas —susurró Pain—. Escuché sobre la cosa de las ventanas con Kiba.

Miré a Sasuke, y él negó con la cabeza.

—¿Qué crees que ocurrirá la próxima vez? Kiba salió corriendo, haciendo mierda sabe qué. No tendrás tanta suerte otra vez. La desaparición del Inuzuka no fue suerte.

 No quería verlo de esa manera. Eché mi cabeza hacia atrás, cerré mis ojos. Hielo se instaló en mis miembros. Ya no tenía miedo de exponer a los Luxen ahora, sino a mí mismo, también. Y a mi mamá.

—¿Cómo sabes tanto de ellos, dattebayou? —pregunté, mi voz muy baja.

—¿El chico del que te conté? Él me dijo todo. Quería ayudarlo... a escapar, pero él no se iría. El DOD tenía algo o alguien que significaba mucho para ese doncel.

Demonios. El DOD era como la mafia. Usaban todos los medios necesarios.

Me estremecí.

—¿Quién era él?

—Nendo—dijo—. No sé más.

Las paredes del auto parecieron moverse más cerca. Atrapado. Me sentía atrapado.

Sasuke estaba hirviendo en el asiento a mi lado.

—Sabes —le dijo a Pain—, no hay nada que me impida matarte. Justo ahora.

—Sí, la hay. —La voz de otro fue serena—. Está Naruto y el hecho de que dudo que seas un asesino a sangre fría.

El azabache se puso rígido.

—No confío en ti.

—No tienes que hacerlo. Sólo Naruto.

Y esa era la cosa. No estaba seguro de confiar en él, pero él era como yo. Y si me podía ayudar a no exponer a Sasuke y mis amigos, haría cualquier cosa. Era así de simple. Todo lo demás tendría que ser tanteado.

Miré al Uchiha. Él miraba fijamente al frente ahora, su mano en el tablero como si el plástico estuviera sosteniéndolo de alguna manera. ¿Se sentía tan impotente como yo? No importaba. No podía... no lo arriesgaría.

—¿Cuándo empezamos, dattebayou? —pregunté.

—Mañana si puedes —dijo el pelinaranja.

—Mi mamá se va al trabajo después de las cinco, ttebayou. —Tragué.

Pain asintió y Sasuke dijo—: Estaré ahí.

—No es necesario —respondió el ojigris.

—Y no me importa. No harás ninguna maldita cosa con Naruto si yo no estoy ahí. —Se enfrentó al chico otra vez—. No confío en ti. Para que quede claro.

—Cómo sea. —el chico bajó del auto. El aire frío se precipitó dentro, y lo llamé por su nombre. Se detuvo con su mano en la puerta—. ¿Qué?

—¿Cómo escapaste cuando el Arum te atacó? —pregunté.

Él miró hacia otro lado, entrecerró sus ojos hacia el cielo.

—Eso no es algo de lo que esté preparado para hablar, Naru. —Cerró la puerta, y se fue trotando hacia su auto.

Me senté allí durante varios minutos, mirando fuera de la ventana, sin realmente mirar algo. Sasuke murmuró algo entre dientes y luego abrió la puerta, desapareciendo entre las sombras que rodean la cafetería. Me dejó.

 

 

Ni siquiera recuerdo el viaje a casa. Entrando en la calzada, apagué el motor y me senté de nuevo, cerrando mis ojos. La noche se filtró en mi silencioso auto. Me levanté, di un paso, y escuché los escalones de mi pórtico rechinar.

Sasuke ya había llegado a casa. Bajó los escalones, su gorra de béisbol ocultando sus ojos.

Negué con la cabeza.

—Sasuke...

—No confío en él. No confío en ninguna maldita cosa sobre él, Naruto. —Se quitó la gorra, pasó sus dedos por su cabello, y luego se la colocó de nuevo—. Salió de la nada y sabe todo. Cada parte de mi instinto me dice que no puedo confiar en él. Podría ser cualquier persona, trabajando para alguna organización. No sabemos nada de él.

—Lo sé, de veras —De repente, me sentí tan malditamente cansado. Lo único que quería era acostarme—. Pero al menos de esta forma podemos mantener un ojo sobre él, ¿cierto?

Dejó escapar una corta y seca risa.

—Hay otras formas para tratar con él.

—¿Qué? —Mi voz se elevó y se la llevó el viento—. Sasuke, no puedes estar pensando...

—Ni siquiera sé lo que estoy pensando. —Dio un paso atrás—. Y maldita sea, mi cabeza no está en el lugar correcto en este momento. —Hubo una pausa—. ¿Por qué estabas con él en primer lugar, dobe?

El corazón me dio un vuelco.

—Estábamos comiendo algo y yo estaba...

—¿Estabas qué?

De alguna manera, me sentí como si estuviera caminando a una trampa aún mayor. Inseguro de responder. No dije nada. Lo que fue mi gran error.

La compresión apareció, y levantó su barbilla. Por un instante, el negro de sus ojos se oscureció más en una emoción cruda.

—Fuiste con Pipo después...

Después de pasar la noche con él... envuelto en sus brazos. Negué con la cabeza, necesitando que entendiera por qué fui a ver a Pain.

—Sasuke...

—Sabes, no estoy realmente sorprendido. —Su sonrisa era mitad conocedora y mitad amarga—. Nos besamos. Dos veces. Pasaste la noche usándome como tu almohada corporal... y disfrutándolo. Estaba seguro de que enloquecerías al momento que me fuera. Corriste directamente hacia Pipo, porque él realmente no te hace sentir nada. Y sentir algo por mí te asusta como el infierno.

Mi boca se cerró bruscamente.

—No corrí directamente hacia Pain, ttebayou. Me escribió un mensaje para comer algo, y no era una cita, Sasuke. Fui para decirle...

—¿Y qué era entonces, Kitsune? —Dio un paso adelante, mirándome directamente—. A él obviamente le gustas. Lo besaste antes. Está dispuesto a arriesgar su propia seguridad para entrenarte.

—No es lo que piensas, de veras. Déjame explicarte...

—No sabes lo que pienso —espetó.

Algo horrible se desplegó en mi estómago.

—Sasuke...

—Sabes, eres increíble, dobe.

Estaba seguro de que no lo decía de buena forma.

—¿La noche de tu fiesta, cuando pensaste que andaba por ahí con Ino? Estabas tan enojado que saliste y volaste las ventanas, exponiéndote.

Me estremecí. Era verdad.

—Y ahora estás haciendo, ¿qué? ¿Jugando con él mientras estás besándome?

Pero me gustas. Las palabras no dejarían mis labios. No sé por qué, pero no lo podía decir. No cuando él me miraba, lleno de ira y desconfianza, y peor aún, con decepción.

—¡No estoy jugando con él, Sasuke! Sólo somos amigos, ¡en serio! Eso es todo.

Escepticismo dibujó sus labios en una línea apretada.

—No soy estúpido, Naruto.

—¡No he dicho que lo seas, teme! —La irritación me aguijoneó, eclipsando el dolor profundo en mi pecho—. No me has dado la oportunidad de explicar nada. ¡Como de costumbre, estás actuando como un maldito sabelotodo y continúas interrumpiéndome, dattebayou!

—Y como de costumbre, eres un problema mayor del que podría haberme imaginado.

Me estremecí como si hubiera recibido una bofetada, di un paso atrás.

—No soy tu problema, bastardo. —Mi voz se quebró—. Nunca más, de veras.

Lamento se filtraba a través de su ira.

—Naruto...

—No. Nunca fui tu problema en primer lugar. —La ira se abalanzó a través de mí como un incendio forestal fuera de control—. Estoy seguro como el infierno que ya no soy tu problema ahora.

Las ventanas en sus ojos mostraban muchas emociones que se cerraron de golpe, dejándome temblando en la oscuridad. Y lo sabía. Sabía que le dolía más de lo que yo creía posible. Lo herí de una forma mucho peor de la que él me hirió a mí.

—Demonios. Esto... —Agitó la mano a mí alrededor—, ni siquiera es importante en estos momentos. Sólo olvídalo.

Se fue antes de que pudiera incluso terminar mi frase. Aturdido me di vuelta alrededor, pero no estaba a la vista. Una punzada de dolor me golpeó en el pecho y las lágrimas llenaron mis ojos a medida que giraba de vuelta hacia mi puerta.

La súbita comprensión me golpeó la cabeza.

En todo ese tiempo, había estado ocupado alejándolo, diciéndole que cualquier cosa que hubiera entre nosotros no era real. Y ahora que me daba cuenta de la profundidad de lo que él sentía por mí —lo que sentía por él— se había ido.

Continuará...

Notas finales:

¡Sus comentarios han sido respondidos! Esperaré ansiosa los nuevos. ¿Quieren mañana continuación?

¿Nos leemos pronto?


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).